Oración - Gevangenispastor.nl
Transcripción
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VIVIR LA FE EN COMUNIDAD La muerte de Jesús dispersa a la comunidad, su Resurrección la reúne y le da una fuerza imparable. La nueva presencia de Jesús es la Comunidad: en ella y desde ella Jesús sigue actuando. En la medida que metamos las manos en las llagas de la comunidad, iremos descubriendo a Dios en la vida. Separados de la comunidad, como Tomás, no podremos encontrarnos con Dios; y nos pasaremos la vida exigiendo pruebas. Creer en Jesucristo es pasar del individualismo a la comunidad. Sólo en la comunidad se puede compartir toda la riqueza de Cristo. RESUCITAR LO MUERTO No es difícil constatar cómo, por diversos factores y circunstancias, se nos van muriendo a veces, la confianza en las personas, la fe en el valor mismo de la vida, la capacidad para todo aquello que exija esfuerzo generoso, el valor para correr riesgos. Tal vez sabemos, aunque no lo queramos confesar abiertamente, que nuestra fe es demasiado convencional y vacía, costumbre religiosa sin vida, inercia tradicional, formalismo externo sin compromiso alguno, "letra muerta" sin espíritu vivificador. El encuentro con el Resucitado fue para los primeros creyentes una llamada a "resucitar" su fe y reanimar toda su vida. El relato evangélico nos describe con tonos muy oscuros la situación de la primera comunidad sin el Resucitado. Son un grupo humano replegado sobre sí mismo, sin horizontes, "con las puertas cerradas", sin objetivos ni misión alguna, sin luz, llenos de miedo y a la defensiva. Es el encuentro con el Resucitado el que transforma a estos hombres, los reanima, los llena de alegría y paz verdadera, los libera del miedo y la cobardía, les abre horizontes nuevos y los impulsa a una misión. ¿No deben ser nuestras comunidades cristianas un lugar en el que podamos encontrarnos con el Resucitado y recibir su impulso resucitador? ¿No necesitamos escuchar con más fidelidad su palabra y alimentarnos con más fe en su Eucaristía, para sentir sobre nosotros su aliento recreador? Oración Señor, haz que mi fe sea plena, sin reservas y que penetre en mi pensamiento, en mi modo de juzgar las cosas divinas y humanas. Señor, haz que mi fe sea libre, que tenga el concurso personal de mi adhesión y acepte las renuncias y deberes que ella comporta. Señor, haz que mi fe sea fuerte, que no tema la contradicción de los problemas de que está llena la experiencia de nuestra vida. Que no tema las impugnaciones de quien la ataca, la discute o niega, sino que se reafirme en la íntima prueba de tu verdad. Señor, haz que mi fe sea alegre, y dé gozo y paz a mi espíritu, lo capacite para la oración con Dios y para el trato con los hermanos, de modo que irradie la dicha interna de su afortunada posesión. Señor, haz que mi fe sea activa, y dé a la caridad las razones de su expansión moral, de modo que sea verdadera amistad contigo y sea en las obras una continua búsqueda de Ti, un continuo testimonio, un aliento ininterrumpido de esperanza.