The Tears of the Replacers
Transcripción
The Tears of the Replacers
TIMESLIDE 1 UN NIDO EN LO DESCONOCIDO El sentido de la vida es que no tiene sentido decir que la vida no tiene sentido. Niels Bohr 2 Lágrimas de Replacer Es como si el soplo de un recuerdo cruzase los espacios liminares de mi mente —cimeros, ocultos espacios donde una vez hubo un Yo, inmóvil, silencioso, observando y registrando desapegadamente las vueltas y revueltas de la siempre mutante vida. Por supuesto, no es un verdadero recuerdo. Nadie aquí tiene recuerdos del Urseiende aparte de Madsphinx. Pero Madsphinx, ¡ay!, está loco, y ¿quién se fiaría de la memoria de un alma transtornada? No, es más bien como una ensoñación. Sólo que hay algo en ella de verdaderamente vivido. La orilla del mar, ahora mojada, ahora seca, con el lamer del océano, su lengua azul, sensual, frétillant. Y yo dejando mis huellas en la arena, que resplandece con la luz jubilosa de la materia primordial. Nada más. O casi nada más... Porque en esta fantasía rota me veo —o mejor, me siento— correr, como si rezase con el cuerpo, invencibles mis pasos bajo el cielo al trotar con el ritmo de un peán para los dioses, pidiendo de los Poderes ocultos lo que la carne pediría en el éxtasis de su arrogante esfuerzo: realización inmortal. Y diréis que estoy loco, pero oigo a los dioses también susurrar silenciosos en el flujo y reflujo de mi respiración, conceder su don de risas... un don de lágrimas. “¡Déjalo ya!” Pues los dioses se ríen de las miserias del hombre y sus dones nos llegan como un veneno glorioso. “¡Déjalo ya, quieres!” “¿Qué?” “¡Tus sueños! Es hora, ¿sabes? Hora de ser fieros, letales. Hora de matar.” La ira de Karla me toca como acero. Tiene razón, por supuesto. Implacablemente, siempre tiene razón. Pues el mar se azula ya sorbiendo los restos de la noche líquida y Sol se eleva sobre el malva distante del horizonte, irradiando su fuego en hondas de demencia cuántica. Y la radio ahí escupe los mensajes que intercambia el resto de escuadrones y el Anillo alrededor del pueblo enloquece con los disparos de los defensores. “Los percibo. Ahí...” Karla tiene un sentido especial para eso. Se dice que una vez la tocaron los replacers, pero hasta ahora nadie ha podido probar que no sea digna de confianza. “¿Los oyes? Siempre ese gemido ubicuo, unánime, demencial. Gimen como ballenas.” “¿Tras esa colina?” “Los verás en un minuto.” Por un instante el tiempo cesa, muere. Una aurora de cornalina pende, quieta, como un velo de sangre. A nuestra derecha, al pie del 3 acantilado, el mar bulle con callado murmullo. Y de pronto, ahí están, esas hordas anegando la cresta del promontorio, siempre gimiendo, llorando siempre, pidiendo siempre lo inotorgable... en una lengua más allá de nuestro entendimiento. “¡Ahora, fuego!” El arma de Karla empieza a cantar en sus manos la infernal pieza, atempestando el lyft con maldiciones mortales. Corro hacia la línea de rocas junto al acantilado para impedir que nos envuelvan por el flanco. Los pequeños cuerpos vuelan hechos trizas bajo nuestro fuego cruzado. Pero no se detienen. Nunca lo hacen. Nunca lo harán. Vienen a centenares, millares, millones cada mañana, desde el amanecer hasta el mediodía, instante en que desaparecen como por absurdo milagro, dejándonos avergonzados de nuestro esfuerzo. Los vemos reventar, caer, romperse, volar en pedazos sangrientos, hasta que toda la eorðan ante nosotros yace asfixiada bajo estratos y estratos de licuefacto coral. Pero nunca cesan. Cada nuevo día vienen a morir bajo los golpes de nuestro pánico, como si quisieran matarnos de culpable locura. Pues no portan otra arma que su amorosa infección, su indefensión acusadora. Los llamamos replacers. Son igual que la gente, sólo que más pequeños, más débiles, más blandos. Madsphinx los llama a veces kids y también niños y kinder y malchiki y ragazzi. Los llamamos replacers porque él dice que en otros tiempos, en esos tiempos que ninguno de nosotros recuerda ya, los niños eran el resultado de la interacción biológica entre hombre y mujer, como los animales. Y que crecían desde un tamaño muy pequeño hasta la altura humana, formando compactas generaciones que continuamente empujaban a la vejez y a la senilidad y a la aniquilación a las de sus progenitores. Dice incluso que los replacers empezaban como minúsculos gérmenes en la matriz de la mujer, formas de vida parasitarias, sedimentos fractales del deseo carnal. Y que en esos tiempos las mujeres tenían órganos sexuales distintos del hombre, aptos no sólo para el placer y el culto, como en nuestra era, sino también para la producción de replacers; y que pasados unos meses, éstos salían del cuerpo de la mujer a través de cierta brecha bajo el vientre, una especie de umbral entre la vida amalgamada y la vida exiliada. Pues en esos tiempos, dice, las mujeres no tenían lo que ahora tenemos todos entre las piernas; y se distinguían del hombre por algo más que la redondez de sus pechos, la suave frondosidad de sus melenas, la lisura de su piel sin vello, la felina determinación de sus ojos y su letal ferocidad. “Quieren que tomemos esa cima. Control dice que sin esa posición no podremos resistir hasta el mediodía.” 4 Sin dejar de disparar, Karla está junto a mí. Los replacers inundan ya la ladera, alcanzando el pie de la colina como un río cenagoso de carne fundida. Pero hay miríadas de ellos. Superan con mucho nuestra capacidad de fuego, nuestra rapidez y habilidad de fuego. No se detendrán hasta que toda la eorðan y el mar se tiñan de rojo, y todos nos hayamos ahogado en irrespirable escarlata. “¿De dónde infiernos crees que vienen? Estás loca si piensas que llegaremos ahí arriba sin que nos toquen.” “¡Pustiak! No estamos solos. Otros comandos del arco norte del Anillo vienen hacia aquí. ¡Escucha! ¿Oyes los 3-wheelers? Los empujarán hacia el este, hacia el lado escarpado de la colina. Tú y yo vamos y cauterizamos la zona con los lanzallamas. Ten el tuyo. ¡Vamos!” Y ha partido. Y entonces, como si desde un cubil oscuro, instintivo, una lengua hace tiempo olvidada se enseñorease por un instante de mi voz, grito sin entender plenamente el sentido de mis berridos: “¡Santa mierda! ¡Hija de puta, espera!” Pero ella está corriendo ya. Ella está ya donde debe estar. Ella está siempre donde se supone que debe estar. En la primera y encarnizada línea de fuego contra los replacers. Combatiendo al enemigo con demónica determinación. Y yo corro tras ella, la máscara protectora cubriéndome el rostro, mi lanzallamas vomitando su cegadora pesadilla y las palabras bestiales que por un instante me aferraran el cuello borradas de mi mente ya. Un hedor a cuerpos combustos me alcanza a pesar de la máscara y una náusea cósmica me revuelve las entrañas. Pequeños cuerpos vivientes arden como antorchas, se desmoronan miserablemente y yacen en pilas de exhaustos rescoldos. El día está lleno de luz; la eorðan responde al Sol rubescente con sangre y fyr. El lyft se estremece bajo un Inferno de tentadoras fantasías y borrachera marcial. Yo me arrodillo ante el altar del Absurdo y escupo mi oración: “A Ti, Único Dios sobre los engañosos Poderes de la racionalidad. Tómame en el remolino de tu confusión demencial, pues no quiero quedarme atrás cuando el trance de divina aniquilación cae sobre Tus dominios. Tómame bajo Tu Ala anebladora.” Y veo ahora a los comandos en sus 3-wheelers avanzar contra el flanco oeste del enemigo. Los veo disparar sus pulsadores cuánticos en el ardor de su implacable cabalgada, colapsando silenciosamente las funciones de onda de los replacers en muerte amorfa. Y un éxtasis repentino de berserker me arranca del cuello un grito en el lenguaje carnal. “¡A muerte!” 5 Reflujo Solar Mediodía. Inmisericorde, la luz pesa sobre esta vaporosa quietud. Nosotros, combatientes que hemos ganado esta cima vadeando por ríos de pútrido rojo, reptando sobre rocas untadas de inhumana escoria, oteamos lo desconocido desde nuestra favorable posición. La vasta llanura ante nosotros se prolonga hasta las cumbres septentrionales, vestidas de sobrecogedora blancura bajo un azul feral. Ningún replacer ofende nuestra vista. Quizá hayan sido un sueño. El sueño que da absurdo sentido a nuestras vidas, si es que uno puede tragarse tan abominable oxímoron. “¡Punto final!” Hay como un tañido de cuerda en la voz de Karla, la cuerda de un arco antiguo vibrando a través de su cansancio mortal. “Tiempo de reposo. De ser frívolos e irreverentes y olvidar.” Charcos de un rojo denso brillan como restos de hoguera aquí y allá, tomando llamas prestadas del tiránico Sol. La brisa hiede a pecado. Estoy suspendido en un desvanecimiento gentil. “Imaginaos que nunca dejasen de avanzar”, dice el aguafiestas de Undarwin con una rara mueca de su rostro atejonado, y no llego a captar si lo dice con miedo o con verdadera avidez. “¿Lo que significa, brotherboyo?” “Bueno, por alguna razón con el reflujo solar desaparecen. ¿Qué pasaría si esa inimaginable razón dejase de existir? ¿Por qué ha de ser mañana igual que hoy?” “Caeríamos”, asevera Martha potente. “Igual que los pueblos meridionales del Mega-Anillo.” “Poseemos munición inagotable”, contradice Arnold. “Pero el vigor es limitado”, replica Martha. “Tenemos unstringers.” Hay siempre algo definitivo en las palabras de Karla. En realidad no habla: esculpe significados en la mente de los demás, grabando puntos de referencia en la crónica de nuestros días. “¿Y tú, sisterboya, crees que podemos arriesgarnos a usar unstringers otra vez?” “Eso o acabar. Igual que el resto antes de nosotros.” “¡Tiene que haber otros medios!” “Tú sabrás. Tú hablaste de caer, potente Martha, no yo.” “Y además”, el pelirrojo Gunther hace notar su presencia, “la posibilidad de re-stringear el objetivo es muy baja, casi despreciable.” “Ya ocurrió una vez. Y no fue agradable”, responde Martha. “¿Preferirías que te tocasen los replacers?”, la irrita Karla de nuevo. Martha acaricia el pulsador cuántico en su costado derecho. Un viento de crispación sopla sobre nosotros. De repente, los nueve 6 combatientes que hemos conquistado esta cima vadeando y arrastrándonos a través de una carnicería infernal, tenemos las manos en nuestras armas. Esta vez para dispararnos uno a otro. “¿Como te tocaron a ti una vez, youputa? Dinos qué se siente, youputa. Semejante forma de pútrida herida...” “Estás jugando con la muerte... ¿sabes, querida? Y la Muerte es un artero jugador.” Así desafía Karla artera a la colosal Martha, como si las dos mujeres hubiesen heredado toda la agresividad de la raza en su lucha por el liderazgo. O quizás meramente por el placer de una pelea cruenta tras esta lucha incontestada, alucinatoria, como de ensueño. “¡Muéstramelo!”, pide la guerrera inmensa. Y entonces, de pronto, el grito imposible: “¡Replacer!” Todos nos tornamos hacia donde el clamor indica. Y ahora lo oímos, claramente, de cerca, el gemido, el tímido, dulce gemido, como de un violín herido. Por un momento, un largo, interminable momento, permanecemos inmóviles escuchando el sonido secreto, como si hubiese de transmitirnos ocultos sentidos. La zarza, la única zarza en esta arrasada y calcinada cima les habla a nuestras almas con plañir ardiente. Y entonces, desde detrás de la enmarañada y florida planta, emerge un replacer, rojos y rotos sus ojos tras la acre plenitud de sus lágrimas. Su blandura nos desarma. Una ola de puro enternecimiento nos anega el corazón —ese órgano temible y traicionero—, infectándonos con la mismísima indefensión del niño. Un nanosegundo más y su toque será irreparable. Existiremos sólo para él, arruinando nuestras vidas y el derecho a la lidia viril. Un instante más y viviremos únicamente para protegerlo, alimentarlo, hacerlo crecer, hacerlo fuerte y poderoso, inescapablemente ligados a él hasta la extinción final. Aun ahora, no podemos estar seguros de cuán profunda en nuestra carne ha sido la gentil mordedura, ni si su veneno se ha mezclado o no con nuestra sangre para siempre. Y entonces, cuando todo parece perdido, el lanzallamas de Karla nos despierta del estupor. Frenéticos, disparamos con todo lo que tenemos a mano, burners, bursters, pulsadores cuánticos y con-armas, buscando la redención de nuestro trance. Un instante después, es como si nunca hubiese estado ahí, la cosa gimiente, la cosa florida, disueltas en la pura nada. Sólo un aroma a tormenta persiste en el lyft inmóvil... y el reflujo de una indescriptible melancolía. Olvidadas previas rivalidades, cruzamos miradas perplejas, casi temerosas miradas. “¡Nu-chtó! Esto no ha ocurrido nunca, ¿de acuerdo?”, propone Karla extendiendo su mano para recibir las nuestras. 7 Una por una nuestras palmas se posan sobre la suya, la mano fuerte de Martha la primera, en pacto de juramento secreto. Culto en Azul Es casi el crepúsculo cuando alcanzamos el ruinoso perímetro de Pueblo-7. Hemos estado vagando por las veredas umbrosas que descienden desde el norte, Karla y yo. Haciendo nada, hablando apenas, poseídos por esta Verfremdung, una abstracción, una consciencia difusa... hasta que, trémulo de murciélagos, el lyft nos recordó que la noche caía lentamente. Aunque no dejo de intentarlo, no puedo recordar mis pensamientos. Sólo este estado de... como flotar suspendido sobre el cadáver de un dios, de su aroma a rosa, de su silencio de rosa. Me pregunto si el resto del grupo se siente ahora bajo el mismo sortilegio. En sus 3-wheelers, deben de haber alcanzado sus propias áreas hace rato ya. “¿Quieres adorar?” La voz de Carry-Ann me despierta del trance. De pronto me doy cuenta de que he dejado atrás el viejo cementerio, la torre herida, la iglesia desmoronada, caminando como un zombi hacia el puesto de registro en la entrada B a los habitáculos subterráneos, lo que llamamos la warren o madriguera, y a veces, con mayor sarcasmo aun, el nido de gusanos. “Agotado, en serio.” “¿Cansado?” “Lo que quieras.” Pero hay una dulce tristeza en la voz de Carry-Ann que me habla de misterios lejanos, de abismos más allá del alcance de mi memoria. Miro al mar, a nuestra izquierda, la larga playa de arena cintilante, sonriente, y todos esos cuerpos adorando bajo la luz malva del atardecer; todos esos cuerpos bellos, fibrados, enzarzados en luchas de amor, empeñándose tenaces en el mutuo placer, pulsando con latidos de un mundo mejor, generosos en sus besos, casi devorándose uno a otro en ese interminable ritual de tierna antropofagia... Los observo, oigo a las gaviotas danzar en lo alto, su propia danza amorosa, y me siento colmado de un hambre inefable. Esta ausencia de un yo dentro de mí, esta emasculadora ayoidad... La muscular Carry-Ann marcha ya hacia la orilla, caminando con decepcionado porte, cuando me vuelvo hacia Karla: “Da tú el informe, ¿de acuerdo? Te veo más tarde en lo de la Esfinge.” “Asegúrate de bañarte antes de tocarla, camarada. Tienes un aspecto infernal.” 8 Porque soy un infierno, por dentro. Esta mente fisurada, descosida. Esta memoria como un sendero tortuoso y discontinuo entre fallas de insondable olvido. Este sabor en la boca a niebla cuajada. Este imperial Absurdo extendiendo la alas de horizonte a horizonte, de un día a otro adementado día. Esta cruel, absurda, insana superfluidad de la vida, en la que sigues y sigues haciendo lo que espuriamente has aceptado como tu deber sin otra razón que la de no convertirte en un mineral, o en otro montón de basura entre las ruinas que cubren la arrasada superficie del mundo, y acabar perdiendo los últimos restos de respeto que sientes que te debes a ti mismo porque de algún modo sabes que una vez lo sentiste por ti mismo. Pero ahora, por unos instantes, la promesa de una vida más grande y más plena comienza... por unos alígeros, efímeros instantes. Llena de la esperanza de un pospuesto vacío. Un humilde estremecerse de las células con el amoroso torbellino, una música carnal hecha de rientes silencios. El cascabeleo de los nervios: un trinar de aves Paradiso. Los músculos, danzando. Y como si escrutase a través de una mirilla, diminuta-minuta-nuta mirilla en la pantalla de la realidad, la visión de un mundo-sortilegio más allá, substanciado en el gozo y la autoposesión. Olvido del olvido. Vacío perfecto y final que cura toda vacuidad. Purificado por el azur, con una capa de invisble sal sobre mi cuerpo desnudo que hace de él carne de ofrenda, me alzo ante ti, oh encarnada Promesa, sintiendo como si ocultos Poderes fuesen a amarse a través de nosotros, por humanos poderes. Aun sin tocarte, sé que tus labios saben a polen. Hay rayos secretos en tus luceros que alanzan el Tiempo en busca de mi perdida completitud. Hay un viento alimonado enredado en tu melena, un genio travieso. Hay un susurro a tu alrededor, envolviéndote, haikuizando el ir y venir de las olas serenas, Una ola, una, una... Besos de sal al soñar de la orilla. Bajo la hondura del cielo, ensueños de arena junto al azur, haikuizando el alzarse y caer de las olas en lamientes, espumosos versos, Azul ocre negro, A través del ocaso a la Noche Susurra el silencio deslizándose al sueño. Hay una embriaguez en la danza lúbrica de tus músculos que derrite todo el cansancio, toda la frialdad de mi cuerpo, haciendo de nuestro movimiento 9 conjunto un solo ritmo oceánico, un sueño de oleaje eterno. Tu carne devoro como si fuera Carne-de-Dios-hecha-hogaza. Azotado por una demente necesidad, como tu carne para despojar a tu espíritu de reflejada hermosura, dejándolo en la pureza de su Ur-luz desnuda. Informe. Y temo entonces la arrobadora ceguera que me atrapa... No recuerdo con exactitud cuándo o cómo terminó el culto amoroso. Carry-Ann retrocede con la marea. La marea trance. La marea trancecanto. Los otros cuerpos, bellos, fibrosos cuerpos, retroceden con ella. Acostado en la arena junto al wuldor, me demoro pescando mis pensamientos que nadan en líricas corrientes de rápido fluir. Pensamientos que quizás porten, en criptográficos signos, indicios de una olvidada yoidad. Y los veo refluir también, mis pensamientos por veloces corriente mecidos, fluyendo siempre. Rotas cadenas de energías mentales fluyendo siempre. Raros cometas de colas rúnicas sembrando los campos del cielo de implacables enigmas. Y mientras, impotente, trato de leerlos, otra imagen emerge como de un pliegue secreto en mi cerebro, o como si a través de una ventana ciega de mi memoria, resquebrajada de pronto, soplase una ráfaga de criptomnesia. Veo el cuchillo de tantos de mis sueños. Lo aguanto con las dos manos, apuntado hacia mi vientre. Puedo sentir sed en su hoja, una sed viviente, como si el arma fuese parte de mi ser orgánico. Hay una fuerza ajena en mis manos, como si ya no me perteneciesen a mí, sino a la sed del silex ritual. Sé que el nombre de la hoja es Redención. Redención de las palabras. Sé que el nombre de la hoja es Silencio. Y sé de pronto, con la infalible intuición que teje los sueños en profecía, que no es mi vientre lo que busca la hoja: acaba de nacer de mis entrañas. Un silencio sigue entonces, hondo como el Tiempo. Una paz sólida, masiva, asesina... que toda imagen aniquila. Una vez más, soy un filamento de lo Desconocido en la superficie banal de las cosas. Una Esfinge en Su Jaula de Locura “De pánico, ¿eh?” Mi perpleja mirada hace que el guardián de la entrada B al nido de gusanos añada: “Algo como para espantarte la mierda de las entrañas, diría. Y un pésimo augurio, además.” “¿O sea?” Por un instante, duda. “Tú estabas con Karla ahí fuera, ¿no?” 10 “Así es.” “¿Has bebido o qué te pasa? Dice que encontrasteis un replacer después del mediodía.” “¿Karla te ha dicho eso?” “Acaba de dar su informe. ¿Estás enfermo, Lone?” “He estado adorando. Jodidamente cansado. Quizá incluso enfermo, sí.” “Pero hubo un replacer...” El hombre (no recuerdo su nombre o acaso nunca me ha interesado saberlo) acentúa las tres últimas palabras, de modo que su frase golpea al mismo tiempo con fuerza axiomática e interrogadora sospecha. Ahora parece real —y peligrosamente— confundido. “Lo hubo. O eso dicen Karla y el resto. ¿No te dijo lo que me pasó?” En un destello de intuición comprendo que, si Karla ha cambiado de idea en el último instante acerca de informar sobre el replacer, me habrá dejado cuando menos esta puerta abierta. “Bien...” “Yo no estaba con ellos por entonces. Me quedé detrás, con náuseas. Cuando los alcancé, lo habían acabado. Pero imagino que tienes razón. Parece un mal augurio. Un augurio terrible, en realidad. Quizás por eso mismo algo dentro de mí se resiste a creer la historia, aunque sé que es verdad. Karla no miente. ¿Con qué fin habría de hacerlo, además?” He hablado más de la cuenta. He dado demasiadas explicaciones y demasiado estúpidas y nerviosas. El hombre permanece callado; sólo una mueca de extrañeza parpadea un instante en su rostro antes de que yo penetre en el oscuro, húmedo cubil. No creo que haya visitado la warren en toda su explorada extension. Probablemente, nadie lo ha hecho. No pasa ni un mes sin el descubrimiento de nuevos pasadizos y galerías, de niveles más y más profundos. No sabemos quiénes la excavaron por primera vez, ni por qué cubre por debajo toda el área del viejo pueblo en ruinas extendiéndose incluso más allá. Es un laberinto. Es la metáfora espacial de nuestras mentes, de nuestra memoria colectiva. Un laberinto, sobre todo, de galerías húmedas y mal iluminadas y de celdas húmedas y peor iluminadas. Así que es casi imposible hablar de la madriguera sin hablar también de nuestra mutilada psicología. Por lo que sabemos, la warren tiene cuatro puertas, cada una con una rampa que asciende gentilmente hasta la superficie del mundo; cada una de ellas orientada hacia uno de los cuatro puntos cardinales con maníaca precisión. Cada día temprano antes del amanecer, los escuadrones de combate emergen a través de ellas hacia las posiciones que les han sido asignadas. Luego las puertas se cierran hasta el mediodía, cuando el peligro 11 de una incursión furtiva ha pasado. Permanecen abiertas entonces hasta el anochecer y a la gente se le permite salir del subsuelo, pasear entre las ruinas del viejo pueblo anónimo, respirar un lyft más fresco, adorar junto al mar, incluso imaginarse a sí mismos seres libres de superficie... libres siempre y cuando permanezcamos dentro de los límites del área asignada, el Anillo. El Anillo de Pueblo-7. Sólo los combatientes en el ardor de su batalla pueden cruzar los límites establecidos. De hecho, los guerreros son el límite. Donde un guerrero está ésa es la verdadera línea de nuestro círculo defensivo. Los guerreros son la auténtica muralla del Anillo. Diréis que aquí todos somos soldados y tendréis razón... o casi. Aquí cada uno es potencialmente un soldado. Pero un soldado es alguien en el acto de combatir. A un hombre o una mujer descubiertos en el acto de cruzar el Anillo sin su escuadrón, o sin su arma, o su batalla, las patrullas los matan al instante. Es un acto de piedad... no os apresuréis en juzgarnos. Esa persona sería sin duda infectada por los replacers y no podría retornar a ningún asentamiento humano. De hecho, asumimos que si alguien se siente tentado a cruzar los límites fronterizos debe de haber sido tocado de algún modo por el enemigo. Lo más probable es que éste sea un principio erróneo, pero cuando menos funciona como recurso estratégico. No es que nos despertásemos aquí un día hace cinco años completos, los seis mil que somos juntos, aturdidos por el vacío en nuestras mentes, echando en falta los raíles de previos recuerdos, asustados por la brutal destrucción alrededor, espantados ante lo increíblemente intrincado del nido de gusanos, o por los depósitos de armas innumerables e inagotable munición... sojuzgados por esta incurable ausencia de yo, no. Por cuanto sabemos, eso nunca ocurrió. Sólo que, cuando tratamos de recordar, no somos capaces de ir más allá de cinco años atrás; nuestros recuerdos se desvanecen lenta, gradual, inexorablemente, degradándose hasta volverse amorfos al aproximarse a ese límite temporal. Nuestro Anillo interior. Recuerdos a la deriva como polvo arrastrado por un viento que empujase hacia un vórtice de pura nada los restos de la desintegración del yo. ¿Cómo sabemos lo que sabemos? ¿Cómo puede ser que nuestra mente aloje conceptos, cultive ideas, use palabras, sin recordar haberlas aprendido jamás? ¿Hubo una vida antes de esta vida, un orden distinto de las cosas? ¿Cómo sabemos que esas ruinas fueron una torre, y aquéllas una iglesia, y esas otras un cementerio, sin haber visto jamás una torre o una iglesia o un cementerio, o sin entender totalmente qué es o para que sirve todo eso? Nuestras mentes están llenas de trampas y agujeros. Tratamos de cubrir los agujeros con una trama hecha de artificiosas imaginaciones, respuestas que no son sino artimañas sedantes, sentidos que al final siempre resultan insubstanciales. Una trama tan frágil, tan precaria... En cuanto a las trampas, las eludimos como podemos. Y al hacerlo colocamos sin querer 12 nuevas trampas para nuestros futuros pensamientos, nuestras erráticas cogitaciones. Nuestra mente es un dédalo. Os lo había dicho ya. Al doblar la esquina, Karla emerge. La luz vaga de una bombilla que cuelga del techo precariamente llueve de pronto sobre ella como grasa amarilla, dando a su tez tonos de cadáver. “¿Mejor, compañero? ¿El culto bien?” “¿Por qué diablos informaste del jodido replacer?”, estallo. “Lo pasé mal en la puerta, ¿sabes?” “Lo pensé mejor, camarada”, replica Karla tranquila, distante, casi gravemente. “¿Qué significa lo-pensé-mejor-camarada? ¿No podías haberlo-pensado-mejor-camarada antes? ¿Unos minutos antes, si quiera?”, reacciono con la voz tensa, quebrada aquí y allá por tonos estridentes de frenética debilidad. Es extraño. No acostumbro a perder el control tan fácilmente. Se me tiene en general por una mente fría. Y ésta es la segunda vez hoy que me derrumbo... si paso por alto generosamente el incidente de la puerta. “Mira, teatralnii cuecemierda”, escupe Karla su escarcha de palabras atrapando mis ojos en su mirada azul-hielo, “éste no es el tipo de cosas que podamos mantener en secreto. Podría significar un cambio importante. Un pésimo cambio. Un cambio jodidamente pésimo.” “Fue idea tuya lo del secreto, para empezar.” “Las cosas toman giros inesperados.” “¿Cuál es el puto giro inesperado, pues?” Karla permanece callada, ominosamente callada por un instante. “¿Qué pasará con el resto del grupo? Comprobarán nuestros informes”, casi le estoy gritando ahora. El eco de mis recriminaciones rebota de pared a pared por el corredor, fundiéndose con el sonido de unos pasos que se acercan. Los ojos gélidos de Karla me dicen que sólo estoy empeorando las cosas. “Puede que estén muertos para entonces.” “¿Qué quieres decir?”, inquiero aturdido. “Ven conmigo.” Tomamos la escalera hacia el nivel inferior y los peldaños de metal resuenan bajo nuestras botas pesadas. Karla abre camino por la solitaria maraña de corredores, pasado uno de los depósitos de armas y la despensa. El lyft es tan denso aquí que parece como si atravesásemos una forma de niebla translúcida y sofocante. Gotas de una materia líquida inefable se filtran asquerosamente desde el techo preñadas de sentido existencial: partículas de Weltstoff que desertan del tejido de la realidad. 13 Cuanto más desciendes en la madriguera, mayor es esta sensación de ensueño. Karla es una figura borrosa bajo el agua moviéndose delante de mí, moviéndose como un espectro, pisando el suelo de eorðan apisonada con los pasos sordos y algodonosos de un gato. El repentino escurrirse de una cosa bastarda con aspecto ratesco nos ofende los oídos; después, un incomprensible flujo de palabras empieza a distinguirse débilmente a medida en que nos acercamos al pasillo que lleva al establo: ...en el tercer y fundamental momento: la separación de teología y filosofía. La aceptación de la dialéctica aristotélica supuso un primer y embrionario intento de llevar a cabo una crítica de la Razón, la adopción de principios coherentes para la sana guía de la mente pensante, y su consecuencia final tenía que ser inevitablemente el reconocimiento de que el dominio divino está más allá de los horizontes a los que el humano intelecto es capaz de remontarse por sí mismo. La teología, pues, quedó como la provincia de la fe y la revelación; la filosofía, como el reino de la razón; y esta separación originalmente amistosa —preludiada por Averroes en la esfera islámica— fue completada por Alberto Magno y su discípulo Tomás de Aquino. Es verdad que... “Madsphinx”, susurra Karla. Los desvaríos de Madsphinx. Madsphinx en actitud magisterial, hablando desde su jaula demente para un público de vacas y cerdos y caballos. El murmullo distante, mezclado con aburridos sonidos animales, fluye con el ritmo ponderoso de una encantación. ...la razón no se convirtió en gobernante absoluto en su recién fundado reino, suspicazmente vigilada por el Ojo de la religión como estaba. Pero semejante divorcio supuso de todos modos un comienzo de autonomía, una especie de liberación del lastre de incuestionables verdades, supuestamente reveladas, que no es que fueran exactamente negadas por la razón en este punto sino puestas más allá —o mejor, dejadas más atrás—, en la burbuja teológica de un cielo inevitablemente condenado a la final inocuidad. La escisión entre los dos dominios, efectuada por fin en el siglo XIII, fue preparada por anteriores periodos y para los averroístas latinos conllevaba la consecuencia política de la separación de los poderes secular y papal con la explícita supremacía de la cabeza imperial. Cuarto,... Al dejar atrás el corredor hacia el establo y acercarnos al área de Control, los desvaríos de Madsphinx empizan a desvanecerse en la distancia, pero yo presto mi oído aún a su hechizante locura: 14 ...la declaración de la omnipotencia de Dios. Se dice que la Ciencia comenzó con esta importantísima declaración por parte del obispo de París en 1277. La omnipotencia divina significaba que Dios podía hacer, por ejemplo, que el pasado no hubiese sido. Que el pasado no hubiese sido... ¿os imagináis? La doctrina de la omnipotencia divina era en realidad un golpe contra el necesitarianismo greco-musulmán y ponía en cuestión el principio platónico de la causación eidética emanativa, por la cual los acontecimientos físicos eran el resultado final del proceso emanativo de las Ideas. La mencionada doctrina volvía más bien problemática la existencia de mundos intermedios entre Dios y el hombre (de ahí su natural alianza con el nominalismo). Volvía problemática también la idea de reglas fijas que gobernasen el universo (Dios era demasiado libre para eso). Pero, al resultar imposible no reconocer los hábitos y regularidades evidentes de la naturaleza, constituía un impulso para la observación empírica. En efecto, de acuerdo con esta doctrina, existen dos dominios de la verdad: la verdad de Dios y la verdad del hecho real, empírico. Hay una línea, pues, desde el nominalismo de Roscelino hasta Ockham y Nicholas de Ultricuria, filósofo éste que niega explícitamente la causación y que puede ser considerado, por tanto, el Hume medieval. Estos cuatro importantes momentos... Una o dos horas más y Madsphinx será llevado en su jaula a una de las plazas de recreo del tercer nivel. Su demencia es nuestra diversión. La gente se sentará alrededor de la jaula, y beberá, y le arrojarán pedazos de comida, y le harán preguntas. Madsphinx, al principio, permanecerá callado. Temeroso. Aterrorizado, incluso. Aturdido. Preguntándose por qué o cuándo o cómo ha ocurrido tan de repente que su público de equilibradas, reflexivas, aprobatorias bestias haya sido substituido por semejante turba ebria. Al principio se revolcará miserablemente en el estiércol que cubre el suelo de su jaula, mirando alrededor como si pudiera contemplar, por medio de un raro ojo interior, graves profecías aproximándose, una procesión de terrores envuelta en sombras avanzando inexorable. Babeando. A veces, chillando angustiosamente. Su demencia es nuestra cordura. Su trastorno nos baña en un fyr de catarsis. Luego, irá calmándose poco a poco mientras nosotros nos turbamos en exacta medida, como bajo el influjo de una ley secreta de equilibrio recíproco. Por último, se levantará de la inmundicia con la oscura sublimidad de un Poder ctónico. Se alzará sobre nosotros, efigie de inmutabilidad divina, majestuosa y terrible: la presencia monumental del Sumo Sacerdote que dice que una vez fue. Y allí quedará en pie, con los 15 barrotes de su jaula enjaulándonos a los de fuera, cerrándonos el paso a su intocable libertad. Allí estará, en medio de su pequeño espacio circular, una poderosa Manifestación de otro plano en el centro de nuestra existencia. Observándonos desde detrás de los barrotes de nuestra propia demencia, enjaulados en este mundo prisión, este mundo cochambroso. Preguntas le haremos entonces, no burlonas ya sino tímidas, asustados casi de las posibles respuestas. La Esfinge, Memoria encarnada con ojos introversos, vueltos hacia el pasado, Oráculo invertido regurgitando recuerdos en beneficio de los náufragos del tiempo, responderá a veces con enigmas; pero otras tan llanamente que no seremos capaces de dudar de sus palabras... y no habrá fuerza que contenga nuestro llanto. Mata a un Hermano Zona de Control. Nada demasiado sofisticado, en realidad. Ni siquiera según nuestros modelos de referencia. Sólo una pequeña área en el nivel 12 del subsuelo formada por un grupo de cuartos abiertos tan parcamente iluminados como el resto de la warren pero más ruidosos, con la gente de Control —los æÞelen— moviéndose todo el tiempo de pupitre a pupitre y de habitación a habitación, y las cuatro o cinco o quizás incluso seis radios balbuciendo o chisporroteando o las dos cosas a la vez, sin cesar. Al pasar junto a una de ellas capto distintamente las palabras ‘acaso’ y ‘contaminado’. Todo el lugar hiede a viejo café reciclado una y otra vez. “Bienvenidos a Control.” Control es el punto catalítico donde toda la información útil converge en forma de 3-Rs —reportes, radio-transmisiones & rumores— para ser digerido como decisiones prácticas y defecado como inmanejables documentos escritos a mano. Es un cerebro, sólo que un cerebro visceral cuyo grado de complejidad nadie conoce realmente. Es una fuente de organización, sólo que se trata de una organización laxa relacionada meramente con los tres aspectos axiales de nuestra vida colectiva, es decir W.A.R. (exploración de la Warren, Administración & Replacers). Esto no significa que no pueda imponer sus decisiones en cualquier otra área que estime necesario o aconsejable, incluso cuando topa con resistencia aquí o allá. Control tiene sus propios y específicos medios, sus medios omnímodos y drásticos: los ghostkillers que, según se dice, se mueven entre nosotros de incógnito, orgullosos de su oficio oculto y silencioso. No es que pusiésemos todo esto en marcha alguna vez. Tan atrás como nuestra memoria alcanza, Control ha existido siempre. Y siempre ha existido con el mismo hombre en el centro de su reptiliano cerebro, la persona que ahora cortésmente nos da la bienvenida. 16 “Karla, Lone. Os estaba esperando a los dos.” Ojos lemúridos, construido con la mínima cantidad de materia permitida a una figura humana sin que pierda su categoría humana, dotado de un tamiz de susceptibilidad que filtra de manera maníaca cada palabra o gesto dirigidos a él o que cree dirigidos a él por cualquier entidad animada o inanimada, Newton es justo el hombre para el cargo. Ningún otro podría ocuparlo; nadie querría ocuparlo. Teniendo algo de la naturaleza del replacer en sí mismo, Newton anticipa los movimientos del enemigo, intuye los puntos del Anillo en que su presión será mayor. Pero no sólo su tamaño y complexión lo hacen replaceroide, Newton es además una especie arácnido emocional: le gusta tener a la gente atada por relaciones de dependencia o de mutua obsesión. Odio o apego, atracción o repulsión... todo sirve igual a sus propósitos. Parece medrar con esas cosas, como una araña mesmérica en el centro de su invisible red. “Seguidme, por favor.” Nos conduce a un cuarto desocupado en el que puede verse un tosco mapa del área geográfica colgado de la pared, detrás de una mesa de trabajo; y una cafetera eléctrica, en la que espumosamente hierve un caldo hediondo y negro como la pez, sobre una mesa coja apoyada contra otra de las paredes, cerca del único enchufe del lugar. “¿Café?”, pregunta el hombre de Control empezando a servirse una taza. “¿Decías que estabas esperándonos?”, dispara Karla rechazando el ofrecimiento con un gesto de cabeza, repulsivamente. “Por supuesto. Vosotros estuvisteis con el grupo de Martha hoy, ¿no es así? En esa cima en la que apareció un replacer pasado el mediodía...” “Ya sabes que estuvimos. Eso decía mi informe.” “Desde luego.” El pequeño hombre sorbe de su caliente, densa poción y posa de nuevo la taza sobre la mesa con una mueca de concentrada amargura. “¿Crees que tiene algo que ver con la infección en Pueblo-6?”, pregunta Karla. “Y posiblemente en Pueblo-5 también, sí”, responde Newton observando el mapa. “Han circulado rumores por ahí, ¿eh?” “Imagino que siguen el mismo camino para filtrarse a Control que para filtrarse fuera de él.” “¿Una crítica implícita, Karla?” “Newton, tú eres tu propia crítica viva.” El escaso klugman ante nosotros se queda petrificado. El tiempo se congela en silencio a su alrededor. Luego, durante un instante, una secuencia de los más diversos y contradictorios sentimientos pasa rápida, proteicamente por su rostro, desde la mirada fría del asesino hasta el mudo y boquiabierto parpadeo del idiota, como si la bola de una decisión girase 17 salvajemente en la ruleta de sus emociones simulando azar donde sólo hay un determinismo de hierro. De pronto estalla en una carcajada seca, aturdida, y yo no puedo sino admirar a Karla otra vez. Susceptible como es, una cazaofensas que percibe siempre velados insultos detrás de las frases más neutras, Newton es incapaz de leer la franqueza, de imaginar que un ataque personal puede llegarle de una forma tan directa. Y Karla no sólo entiende esto a la perfección, sino que sabe además instilar en sus palabras la dosis precisa de ironía para girar su ánimo a nuestro favor. “Eres rápida, querida, y cortante como el filo de una navaja. Por eso me gustas tanto, Karla. ¿Y tú, Lone? Tú nunca dices nada, ¿eh?” “Yo soy sólo el que sueña con la navaja, jefe.” Ahora se aproxima a la mesa cubierta por estratos geológicos de papeles taquigrafiados. Simula buscar entre todos ellos uno en particular. Simula encontrarlo. Sólo que yo conozco demasiado bien las dificultades de Newton para leer taquigrafía y sé que por alguna razón está representando. Es decir, está llevando su representación más lejos de lo que es habitual en él. Está siendo superteatralnii, como diría Karla. “Bien, bien...” Toma un papel que tardaría normalmente diez minutos en leer. Lo examina, frunciendo el ceño. Alza los ojos hacia nosotros de nuevo... y deja caer la hoja. “Undarwin, Ofelia, y Gunther: Pueblo-5. Martha y el resto de sus soldados: Pueblo-6. Ahora seré absolutamente franco, boyos. Necesitamos de vosotros un acto de perfecta lealtad. Vais allí y matáis a vuestros hermanos.” Espera un secundo esforzándose en leer nuestros rostros impertérritos y añade con cólera rezumando de sus palabras. “Blitzkriegueáis el lugar. Inundáis de fyr todo el nido hasta su pútrido fondo.” “¿Crees que son la causa de la infección? ¿Por el jodido replacer que quedó atrás cuando todo el resto había desaparecido? Piensas que nosotros estamos contaminados también, ¿no?” “Lo que yo piense es irrelevante ahora, Karla. Pueblo-6 está infectado. De eso no hay duda ya. Puede que Pueblo-5 lo esté también, pero en ese caso el trabajo le corresponde a Pueblo-4. Nuestros vecinos tienen que ser... Bien, ahora son un tumor en el cuerpo de la humanidad que hay que extirpar. Necesitamos buenos soldados para la operación, eso es fácil de entender. Vosotros dos sois buenos guerreros. De modo que vais allí y cumplís con vuestro deber, punto. Y así sabemos que seguís siendo buena gente y buenos camaradas con los que poder contar. Fin de la historia. ¿Os va las solución, boyos?” 18 Karla está girando ya sobre sus talones cuando responde: “Nos va. Nos vemos, Newton.” “Puerta Sur. 3 a.m. Seréis siete. Tú tienes el mando, Karla.” Aún no hemos abandonado el cuarto cuando Newton añade desde detrás: “Lone...” Vuelvo la cabeza. “Nunca me he fiado de un hombre silencioso.” “Nunca te he dicho que fuese hombre de fiar.” Ahora, al cruzar de vuelta el laberinto hacia nuestras propias celdas, la voz de Madsphinx nos alcanza de nuevo, lejana al principio, luego más y más clara a medida que seguimos avanzando. “Lo están llevando a la plaza.” ...exuberante universo tiene lugar en un pequeño rincón de nuestra consciencia, tan pequeño, tan minúsculo e inmaterial que quizás no sea más que un punto matemático. En él, a través de sus diversificadas y especializadas prolongaciones exteriores —los sentidos—, confluyen cascadas de misteriosas señales para su decodificación. Lo humano es una fórmula. Es la fórmula de esa decodificación. El universo, visto, vivido y entendido como una Totalidad unitaria y a la vez diversa, que se proyecta en el tiempo y en el espacio —esto es, subjetiva y objetivamente— de la forma articulada, regulada y coherente, inteligible y por tanto predecible, que llamamos causalidad, es el fruto de decodificar esas misteriosas señales de acuerdo con la fórmula específicamente humana, el sello del hombre. Este principio es el presupuesto de toda filosofía idealista, desde el Vedanta hindú hasta Kant y sus afortunados o perplejos sucesores, pero es también el único hecho del que podemos estar positivamente seguros: no hay forma de experimentar el mundo más que en la medida en que éste tiene lugar en nuestra consciencia: estamos atrapados en ella: la existencia de una realidad aparte, de un mundo exterior, de una materia independiente, puede ser un supuesto más o menos atractivo, explicativo y útil, pero no deja de ser eso: un indemostrable —si bien acuciante— supuesto. Madsphinx tiene muchos y extraños humores. “¿Qué hora es?” “Diez y diez”, responde Karla. “Creo que voy a la plaza.” “Descansa un rato. La noche va a ser larga.” 19 “¿Qué es lo que dijo antes? ¿Te acuerdas? ¿Algo acerca de que Dios era capaz de deshacer el pasado?” “¡Pustiak, Lone! ¡Era puro Glockenspiel! ¡Eran sus desvaríos habituales!” “Nunca me he sentido así, pero tengo la absurda necesidad de hablar con él.” “Al fin y al cabo tú eres otro durak y un rant-fucker como él. Era sólo cuestión de tiempo que la misma locura aflorase en ti también. Te veré en la puerta.” “¿Entonces estás convencida de ir ahí y acabar con los sixes?” “No hay elección, liubov. Pásatelo bien. Y no bebas hasta licuarte el cerebro, ¿’kay? Guárdate algo de angst. Lo necesitarás aunque sólo sea como combustible para tu rabia y tu pericia homicida.” Cuando los Profetas Desvelan el Pasado “Mirad, Iberia nunca fue totalmente europea. Os pondré un ejemplo simple pero evocador: todas las ciudades civilizadas de Europa se jactaban aquí y allá de espacios de césped más grandes o más pequeños que adornaban calles y plazas, paseos marítimos y bulevares. Pero mientras en otros lugares aquéllos servían para la recreación y distensión de los sentidos, para permitir a los ojos reposar, siquiera por un instante, de la aspereza urbana, en Iberia eran usados para la defecación de los perros domésticos y para tirar, por pura arrogancia o negligencia, desperdicios. No sé cuánto os dice esto a vosotros del viejo mundo, pero al menos esto sí lo entenderéis: los espacios colectivos se consideraban en Europa patrimonio común; en Iberia se los tenía como propiedad de nadie. De ahí que cuando el gobierno, la camarilla conservadora que había usurpado el poder diez años antes a través de un golpe de estado mediático, tuvo que vender la arruinada nación a los USA, a nadie le preocupó realmente.” Una y media en el reloj de Carry-Ann, sentada a mi lado. Ha hecho falta más de tres horas para llegar a este punto. Hemos visto a Madsphinx revolcarse, retorcerse, babear, mojarse a sí mismo, rodar adelante y atrás por el suelo de su jaula, aullar como poseído, gemir como si lo flagelase una sádica entidad invisible, ulular como invocando a la Presencia que finalmente habría de calmarlo ensamblando su mente exilada a su deshabitado cerebro. Ahora está de pie, figura maciza y grotesca. Imponente en su andrajosa majestad, temible en su mugre regia, parece el naufragio terrestre de un dios cometario. Un espíritu cósmico encajado en un cuerpo hecho de terrones de mierda. Con las manos suspendidas en el lyft como si se apoyase en un púlpito, la cabeza alta y erecta como si lo coronase una tiara, habla calmíferamente, reteniéndonos a todos en el 20 hechizo de su rocambolesco cuento. Una historia nunca antes contada con tan devastadora claridad, con tan directa apelación, con tanto passéisme. Su imagen contradice su tono mesmerizante, sin embargo. Fluctuamos entre el terror y el trance. “La Unión Europea había fracasado algún tiempo antes de eso y las desmembradas unidades trataban de reconstruir sus mezquinos, desesperados destinos sin percibir todavía que no tardaría en desencadenarse una fragmentación similar pero más grave, a escala más y más y más pequeña, convirtiendo al final al Viejo Continente en un mosaico de egoístas y confrontadas ciudades-estado. En Iberia un grupo terrorista, previamente fortalecido por la misma banda política que ahora lo combatía, despedazaba el paralizado cuerpo nacional.” Palabras sin referentes en la memoria, comprensibles no obstante por medio de una nebulosa resonancia. “Limpieza y apertura en la cuestión terrorista había sido el trompeteado eslogan del partido conservador en su nefasta lucha por el poder. Una batalla que había consistido en dos líneas de acción: quebrantar la unidad nacional frente los asesinos y atacar sistemáticamente a los miembros capitales del gobierno progresista por su real o supuesta implicación en la así llamada guerra sucia contra el terrorismo. Esperables consecuencias de semejante estrategia fueron el entorpecimiento de la maquinaria policial y un largo, dulce, dorado respiro para los criminales. Arrullados por una tregua oportunista establecida de forma unilateral por los asesinos, muchos mostraron qué fácil borrón de olvido eran capaces de poner en páginas y páginas de historia reciente escrita con el rojo de cientos de crímenes gratuitos y vergonzosos. El cabecilla de la banda conservadora, un estridente tipejo de rostro ratesco y aplastada frente, que encarnaba toda la mediocridad de la nación y al que no movía sino el odio hacia los que eran más grandes que él, fue elegido presidente. Miembros del gobierno anterior se vieron amenazados con la cárcel en esa nueva versión de la democracia. Ahora, mientras la nación empezaba a recaer en el completo provincialismo con su nuevo y fatuo líder, los terroristas eran más fuertes que nunca. Estaban bien armados, bien informados, bien organizados y eran ubicuos. Olvidando su anterior olvido, la gente empezó a pedir a gritos una solución militar y a exigir la pena de muerte para los asesinos. Paralelamente, la fragmentación nacional creció y la economía se colapsó. Conversaciones bilaterales entre Iberia y los USA, el Poder dirigente y salvador del mundo, acabaron por conducir a un estrafalario acuerdo: Iberia pasaría a formar parte de la Unión Americana como el Estado Transatlántico de Freeberia. En realidad, se había vendido a sí misma al Poder mayor como terreno de pruebas para cualquier nuevo tipo de producto con el que los USers quisieran experimentar: nuevas leyes, nuevas drogas, nuevos principios organizadores, nuevas disposiciones 21 sociales, nuevas armas, transgénicos, especies mutantes, clones humanos, incluso nuevos tipos de publicidad para condicionar a las masas, nuevas ideologías para descerebrar a las masas, o nuevas píldoras para esterilizar o hacer más fértiles a las masas... Nuevas elecciones se organizaron rápidamente y Arnold Schwarzenegger, un hombre conocido por sus papeles estelares en brutales películas pseudoépicas, acabó como el primer gobernador electo de Freeberia. El problema terrorista lo afrontó a lo superhéroe, justo como sus fans habrían esperado que lo hiciera en la pantalla, y el Estado se vio de inmediato pacificado o, como los más ingratos graznaron por aquel tiempo, policificado. Después, armado con una hipodérmica colmada de específicos Wallstreet y rezumante de vitamínicos dólares se aproximó al anémico cuerpo de la nación y resolvió la crisis económica también. Una vez que los americanos hubieron cumplido su parte del contrato, el terreno quedó dispuesto al fin para llevar a cabo los pretendidos experimentos tanto a escala social como individual. Schwarzenegger retornó triunfante a América para seguir su carrera política hacia la Casa Blanca y dejó Freeberia en manos de hombres menores.” La Esfinge se detiene abruptamente. La atmósfera es densa, penumbrosa, borrosa, como un fondo oceánico, llena de invisibles peligros y sueños licuefactos. Madsphinx cierra los ojos y parece sumirse en torpor. Su inmovilidad difunde un silencio sólido, estólido, alrededor. Todo ha sido una pesadilla, un delirio. En nuestra estulta borrachera, hemos sido engañados por este ídolo mugriento, oyendo palabras donde sólo existía la inquietante mudez del tosco fetiche esculpido en fiemo. En algún lugar, un sollozo rompe el sortilegio, seguido por una carcajada enloquecida. “¿Quieres decir que esto es Iberia? ¿Que el Anillo pertenece a Iberia?” “¿Formamos parte de un experimento, pues? ¿Es eso lo que quieres decir?” Otras preguntas brotan aquí y allá, más y más insidiosas, iracundas, beligerantes, más y más seguidas hasta que empiezan a convertirse en tumultuosa algarabía. Sin plena consciencia de lo que hago, tomo la mano fuerte de Carry-Ann con mi izquierda y la aprieto tratando de anclarme en la realidad material. Con los párpados medio cerrados, ella parece dormitar, pero puedo percibir su alerta inmóvil, acechante, de serpiente. El hombre delante de nosotros vuelve la cabeza, me mira a los ojos, me abre su interior recóndito, donde todo su ser es un temblor febril. Ve que yo me estremezco también bajo la piel y pone en mi mano libre la botella de la que ha estado bebiendo cordura. Sin ofrecerle a Carry-Ann un sólo sorbo, agoto en vastos tragos furiosos el entumecedor licor. “Las lenguas ibéricas fueron rápidamente abandonadas en favor del inglés”, las palabras del ídolo de arcilla empiezan a manar otra vez y el 22 oleaje a su alrededor poco a poco se desvanece. “El inglés había ganado ya la batalla cultural, política y tecnológica. En pocas décadas había saturado profunda e indispensablemente todos los lenguajes del mundo, del mismo modo que éstos nutrieran previamente su cuerpo durante siglos de fértil desarrollo. Como inglés koine, se había convertido en el idioma global, la lengua humana, desenraizada de toda distinción nacional. Pero sobre todo, a causa de su flexibilidad, maleabilidad e inexhaustible creatividad, el inglés era el único lenguaje preparado para afrontar los desafíos del mundo en que estábamos adentrándonos, donde las viejas fijaciones se colapsaban, los conceptos establecidos se desmoronaban, la causalidad se hundía en una niebla de indeterminación, la predecibilidad parecía una superstición pueril del pasado y las polaridades perdían su anterior estabilidad para danzar en un Tao de mutua redefinición y permanente reinterpretación. Ninguna otra configuración mental, aparte de la proporcionada por el inglés koine, permitía captar la cuántica flexibilidad del nuevo mundo; ninguna otra podía pintar sus proteicas complejidades. Pero adherirse realmente al inglés universal (unenglish o koinenglish, como llegó a ser conocido) era un modo de transmentación que no todo el mundo era capaz de afrontar hasta sus últimas consecuencias. De modo que el unenglish se convirtió gradualmente en el lenguaje de la vanguardia humana y medio de expresión de la cultura superior, mientras que el resto de las lenguas fue desterrado a una categoría periférica. En Iberia, los últimos intelectuales y científicos que quedaban sintieron la claustrofobia de su menguada cultura indígena y desertaron pasándose al rampante lenguaje universal. El ibérico, extendido entre naciones retrógradas y anclado en las ingenuidades del viejo mundo cartesiano, quedó como la forma de expresión natural de una especie de pensamiento backguardista.” El hombre delante de nosotros que me ofreciera la mitad de su cordura llora ruidosamente. Veo resbalar lágrimas silenciosas por la mejilla de Carry-Ann. Una honda lobreguez me envuelve a mí también y sojuzga a toda la plaza. Hemos comprendido más allá de nuestra comprensión. Nuestra carne sabe lo que nuestras mentes se esfuerzan por ignorar: qué profunda es nuestra pérdida. La nebulosa resonancia por la que entendemos palabras tan lejanas no es, en realidad, sino un eco en el pozo de nuestra desposesión. Tantas preguntas flotan alrededor, impronunciadas... Tantos enigmas, absurdos, lagunas en la historia... Pero nadie parece capaz de darles forma reflexiva y ponerlos en palabras. Cada uno está aislado en la celda asfixiante de su desesperación individual. La Esfinge se hunde de nuevo en la ciénaga de su propio absurdo. Su cuerpo cae blandamente en el estiércol, soltado de pronto por su mal encajado intelecto. Por un instante, el lyft vibra como conmocionado por las alas de su espíritu al vuelo. El poder ctónico se arrastra de nuevo a su 23 gruta. La Manifestación se evapora dejando atrás una estela de abandono, monstruoso e insondable. Todo un mundo se retira de nosotros: su encarnada memoria cae muda y ciega. ¿Quién es éste hombre?, me pregunto. Y entonces, como si me fuese susurrado desde tan cerca que el aliento reptil de una presencia invisible me rozase el vello de la mejilla, oigo sólo dos palabras anónimas: El tramador. Predadores Bajo la Maldición de la Luna Sólo ahora, al alcanzar borracho, lerdo, hambriento y destrozado la Puerta Sur, me golpea esta empresa por delante con toda la fuerza de su incongruencia. ¿Sólo siete de nosotros para exterminar a un pueblo entero? Caigo en la cuenta de pronto que nunca me he preocupado de saber cuánta gente vive en P-6. Normalmente se asume que éramos alrededor de seil mil al principio. Al hallar territorios libres de replacers hacia el sur — una larga franja costera de tierra viva—, establecimos nuevos asentamientos hasta el límite del área defendible. Excavamos nuevos nidos, aunque más pequeños, a los que llamamos las Colonias y unos centenares de combatientes emigraron allí. No pasó mucho tiempo antes de que fueran reconocidos como pueblos autónomos, aunque Control retuvo siempre una especie de supremacía administrativa. Colonia-VI se convirtió entonces en Pueblo-1 y los asentamientos fueron renumerados de acuerdo con un orden que seguía la alineación de sur a norte. Por lo que recuerdo, P-1, P-2 y P-3 se contaminaron al comienzo del año pasado y una liga de los asentamientos septentrionales destruyó los nidos junto con toda su infectada población. Pueblo-7 no estuvo involucrado en la masacre, sin embargo. De modo que la gente es destruida pero nunca reemplazada. Nuestro número debe de estar menguando peligrosamente. ¿No será ésta la paradoja de nuestra sentenciada vida, pues? Al matar a los replacers, lenta pero inexorablemente nos destruimos a nosotros también. Nuestra única y quizás lejana o incluso absurda posibilidad de supervivencia tribal. Nosotros somos los únicos destructores, nuestra propia maldición. Pero quizás de esto se trate, después de todo. Un experimento. Un jodido experimento. Un experimento cruel y aberrante, tal como Madsphinx pareció sugerir. Un experimento para seleccionar al más fiero, atroz, inhumano, implacable, impío de los luchadores. El único superviviente cuando todo el resto haya caído y se haya podrido y descompuesto. El Exterminador de exterminadores; el asesino por excelencia. El exento de corazón, de alma, de esperanza, invencible en su indiferente libertad. El de 24 la mirada petrificadora, aliento venenoso, aquel cuyo toque hace de la sangre polvo, el del golpe aniquilador. El que se ríe de la muerte y da la muerte. Un Infierno andante. Una plaga. Una bestia artera. Un Predador. Que danza con la muerte. Una máquina de muerte. El cosechador del vacío. El Urseiende. ¿Y después? “¡Déjalo ya! ¿Quieres?” Desde luego. Es hora ya. Hora de ser fieros, de ser letales. Tiempo de matar. “¡Lone en su actitud meditativa!”, se mofa Karla de mi paso vacilante y mirada perdida al verme llegar. “Pareces mierda, camarada. ¿Qué tal la Esfinge esta noche?” “¿Vamos a caballo hasta P-6, entonces?”, le pregunto ignorando su tono sarcástico y observando los siete caballos negros que una guerrera tiene sujetos por las bridas. “Supongo que ya conoces a nuestros tovarishi”, dice Karla saltando a su actitud de líder ultraeficaz. “Erda es la rubia con los dolganogis”, comienza señalando con un gesto a la que guarda los caballos. “Éstos son Xavier, Tyger-Jack, Dwarf, MeDina y 10-6.” “Nunca he sido demasiado bueno para recordar nombres.” “Éste es Lone, tovarishi, cavilador donde los haya.” “¿Cuánta?” “¿Cuánta qué?”, replica Karla. “Gente, por supuesto.” “¿Viviendo allá? Sobre los trescientos.” “¿Cómo vamos a hacerlo, los siete?” “¿Has oído hablar alguna vez de fuego coloidal?, ¿fuego coloidal autogenerante?”, repone el que se llama Dwarf y sus grandes ojos negros destellan cruelmente en la penumbra del pasadizo. “¡Es como una bola de nieve caída del puto infierno!” “Nunca he oído hablar de eso, brotherboyo. ¿Arma de ghostkiller? Porque no creo que sea de mucha utilidad contra los replacers, en espacios abiertos quiero decir. ¿O me equivoco? ¿Es eso lo que significa ser ghostkiller, pues? ¿Vamos de ghostkillers esta noche?” “¿Lo veis, camaradas? Lone en su característica actitud loniana”, interviene Karla. “Siempre dispuesto a darle vueltas a las cosas, una vez y otra; nunca para la acción. ¿Te importaría montar tu jodida bestia y ponerte en marcha?” “¿Vosotros, amigos, nunca pensáis dos veces las cosas?” Pero nadie responde ya. En todos los rostros, esa expresión de mulesca determinación. Como un inmenso Ojo celeste, la luna azulada vigila el rastro de nuestra culpa. Vestidos del cuero negro de las pompas guerreras, a lomos 25 de sementales negros, ingenuamente creemos que nos deslizamos como espectros disueltos en la oscuridad de la noche, como la ráfaga gélida de un gas tóxico. Sombras entre invisibles, espectrales sombras. Desolación engualdrapada de sombras, elusiva a través de la noche. Pero no es verdad. Nos ve. Nos recordará hasta el último día del mundo. Nos contendrá para siempre en su luz imperecedera. Y los siete viajaremos toda la distancia de este universo en expansión en el rayo azulado de su memoria intraicionable, proclamando sin cesar nuestro acto al réquiem de los astros, su canto de cisne sideral. Un hecho grabado en el mármol espectral de la azulada luz de luna, viajando siempre, hasta el último día del mundo. Un presente de mármol imperecedero. Más y más allá a través de la noche de espuma cuántica y polvo infinitesimal. No tengo nombres para todos los olores que me alcanzan. Sé que algunos de ellos son aromas herbarios, otros son la estela de una santa destrucción. Vagamos entre árboles masivos y enanos, contorsionados dolorosamente, tocones que se resisten a morir jactándose de una erupción de espinas crueles, ruinas encamisadas de yedra o miserablente desnudas y escarificadas... un paisaje mutante en el que la Naturaleza, herida, deformada y vengativa, se esfuerza tenaz por cubrir los restos de un holocausto, como si quisiera borrar los últimos vestigios de civilización sepultando para siempre el recuerdo del hombre, avergonzada de él. Lejos a mi izquierda, un mar en rapto canta bajo un cielo lácteo, ignorando las penas de la tierra. ¿Quiénes somos nosotros? ¿Por qué nos ha preservado un dios sarcástico? Si somos objeto de un experimento, ¿dónde están los experimentadores? ¿Dónde ocultan la razón de su crueldad? Pero quizá incluso ésta sea una triste esperanza y no seamos más que zombis de ojos en blanco que han sobrepasado su ciclo vital y que pagan con dolor monstruoso la absurda prolongación de su inmuerte. Quizá no haya nada más allá del Anillo, aparte de ruinas y ruinas asfixiadas bajo una Naturaleza vindicativa. Y este reducto que llamamos Anillo quizá no sea sino una isla de angustiada consciencia en un océano de muertos pudo-haber-sido; lentamente menguando, recayendo lentamente en la inercia total. Prístino Silencio como aire de cima, tintineante frémissement. Quieto el Monte, mudo y distante. Gorgoteo de río abajo; crepitar de quejicosas ascuas. —canta en la distancia un mar rapsoda en rapto, bajo el cielo lácteo, colmando la noche de koan y profecía. Pero déjalo ya, Lone, ¿quieres? Éste es tiempo de crimen. Tiempo de ser letales e impíos, pero silenciosos como serpientes. Incluso los cascos de los caballos han enmudecido. Aun las lágrimas minerales de la Naturaleza 26 se han petrificado. Nada turba el silencio hialino de la Noche... aparte de tus pensamientos. ¿Lo ves? Nada se mueve, sólo un dedo fino de luz azulada que sigue el rastro de los predadores malditos por la luna. Embaucaputas, el Hombre Mis pensar refluye. Karla a la cabeza de la fila se detiene abruptamente. Parece que percibe algo por delante. ¿Replacers? Pero replacers, ¿a esta hora de la noche? Sea como sea, está en su típica pose de husmear la presa. Yo, en la cola del grupo, molesto los ijares de mi caballo y empiezo a moverme hacia delante, donde nuestro líder aguarda escrutando esta noche de seda; pero ella alza la mano en orden severa de silencio absoluto. Una mansa brisa nos palmea la espalda. Un viento poco amistoso la sigue, levantando hojas muertas del suelo y llevándoselas arremolinadas con un silbido animal. La orden de desmontar recorre la fila hacia atrás en un susurro. Jirones de niebla pasan flotando, ciñen los árboles con bufandas espectrales. Karla nos hace señas a 10-6 y a mí para que la sigamos, al resto para que permanezca a la espera. Con paso inaudible de gato nos guía a través de este bosque surreal donde las luciérnagas brillan con mutantes colores y una niebla palpitante parece viva. No mucho más lejos, empiezan a llegarnos voces humanas y un inhumano y tímido gemiqueo. Desenfundamos las con-armas y reptamos hacia el origen del sonido, escurriéndonos felinamente a través de arbustos gigantes, verdinegros, hostiles. Karla se detiene. Hemos alcanzado la línea del muro vegetal. A partir de aquí el bosque se abre a un amplio claro de tierra carbonizada en la que asoman unas pocas rocas dispersas, encorvadas y compactas figuras sedientas del rocío de la noche, indiferentes a toda conmoción mundana. Una hoguera resplandece al otro extremo del claro, donde un conjunto de ruinosos edificios proyecta su silueta a través de las sombras de la azul neblina. Seis guerreros hay alrededor del fyr en extrañas actitudes y Martha —aunque no puedo estar seguro desde esta distancia— podría ser uno de ellos. Y ahora vemos a los pequeños, los replacers. Hay dos sentados en una roca, envueltos en mantas gruesas, temblando. Otro ha tomado la mano de un guerrero y lo arrastra hacia las lóbregas ruinas. Puede que haya incluso más... la niebla engaña nuestros ojos con imágenes furtivas de cosas de este y de otros mundos. Karla le susurra algo al oído a Diez-elevado-a-la-menos-seis y la nervuda mujer se desliza de vuelta hacia donde el resto del grupo aguarda junto a los caballos. En pocos minutos, la mayoría de ellos se habrá desplegado en un cerco mortífero, espectral. Karla comienza a arrastrarse 27 de nuevo a lo largo del frente arbustado del bosque hacia un lugar de acecho más próximo al enemigo. Un sentimiento blando, de debilitante melancolía, crece a medida que nos acercamos al híbrido grupo sin salir de nuestro ocultamiento. Desde nuestra nueva posición puedo ver claramente a Martha. Pero parece más mayor y, en cierto modo, más delgada. Ha perdido parte de su angulosidad y todo su porte pugnaz. Sus movimientos son dóciles, gentiles, implorantes. Hay como una redondez en ella. Observa a los temblorosos replacers como si fuesen parte de su propio ser, carne de su misma carne. Vuelvo la cabeza hacia Karla. Increíblemente, hay un destello en la comisura de su ojo, una minúscula gota de rocío agridulce. La oigo caer, humedeciendo primero las largas pestañas de su párpado inferior, extendiendo sobre ellas una fina película de líquido azul, luego tintineando al precipitarse durante eones de turbado silencio. De pronto una imagen absurda emana del abismo de postergado tiempo, como si la lágrima de Karla hubieso encendido recuerdos sepultados desde antiguo. Estoy sentado delante de Karla, pero ya no es Karla ni tampoco es este mundo. Ella es otro tipo de mujer, yo soy un orden diferente de alma. ‘Cada vez que te enamoras’, le digo, ‘sientes como si una mano en un guante de terciopelo estuviese a punto de rozarte el pecho, de ahuyentar con caricias el anhelo y el llanto que nacieron con la vida. Pero cuando finalmente, realmente llega a tocarte, ya no es el miembro de terciopelo: es una mano fría y profesional armada de escalpelo. Y penetra en tu carne para sondar las profundidades de tu debilidad.’ ‘Este mundo...’, responde ella, y veo el destello en su ojo azul, la fina, rielante estela recorriendo su mejilla para perderse en amarga sequedad, ‘este mundo fue hecho para la aniquilación de los ideales, ¿lo sabías?; para el derrumbamiento de las aspiraciones. Es una máquina de moler esperanzas.’ ‘Corta a través de tus afectos, esa mano’, repongo yo. Los arranca por último como si fueran las entrañas corruptibles de un cuerpo que busca la inmortalidad en la apergaminada momificación. Taja tus vínculos con el mundo exterior. Fuerza a los tentáculos de tus emociones a retraerse del resto de los seres y ocultarse en ti mismo. Te libera de tus debilidades y vulnerabilidades. Te vuelve fuerte. Una cosa blindada e indiferente. Una fortaleza en arrogante aunque triste e inalterable aislamiento.’ ‘Todo amor es un espejismo contra el trasfondo de tu necesidad. En el instante en que descubres su vacua naturaleza, te vuelves más tú mismo, tu solitario y absurdo ti mismo en este mundo que es su autonegación’, Karla alza una larga, esbelta mano hasta mi rostro y el terciopelo azul de su guante me roza la sien. 28 ¡Déjalo ya! ¿Quieres?... ¿No es eso lo que me dirías si el tragarte las lágrimas no estuviese ahogando la ira de tu voz? Y tendrías razón, querida. No es tiempo de compasión, sino de carnaje. Por eso estamos aquí, al fin y al cabo, ¿no? Para amputar el miembro canceroso de la comunidad del hombre. Te admiro, Karla. Sé ahora que es verdad que portas el toque de los replacers. Es tu inapreciable herida. Te hace sentir; te hace viva de un modo que nadie más puede estarlo, ni se permitiría a sí mismo estarlo. Pues tú pagas el precio de tu vida viviente, sintiente, con dolor. Amas la vida porque eres lo bastante fuerte para dar la bienvenida al dolor. No niegas tu vulnerabilidad, pero eres capaz de vencerla haciendo de tu debilidad la fuente misma de tu fuerza fanática. Tornas hacia mí tus ojos brillantes y sé lo que quieres. Yo lo percibo también, al resto de nuestro grupo desplegados y preparados para el asalto arrasador. Quieres que corra hacia los edificios en el momento en que empiece el fuego y cace al guerrero y al replacer desaparecidos entre las ruinas. Confía en mí. Tendrás a Martha para ti sola. Porque esto es lo que quieres, ¿no? Matar tu ansia en Martha y ahogar tus lágrimas en llamas de berserker. Y por fin, tu señal. La marea del tiempo avanza como en olas de ensueño. Nos lanzamos hacia delante, seis de los nuestros, como estrellas fugaces con velocidad irreal. Los que están alrededor de la hoguera se mueven dentro de otro ritmo, portados por la ola de un sueño más lento, paralelo. Nuestras con-armas cantan. Cantan armonizándose con el canto que subyace a todas las cosas, esa omnipresente endecha. Los que están junto al fyr levantan los ojos, fuerzan los ojos, y sólo ven sombras coaguladas escupiendo chispas. Chispas que matan. Y matan con impenitente música. Por un instante, las rocas introvertidas parecen inquietarse y escuchar los sonidos de la vida. Vida que es un moler de la Muerte. Un instante fugaz. Entonces tú te detienes delante de Martha, deslumbrada por la luz topacio de las llamas rampantes y la neblina de sus sentimientos emasculadores, entunicada de Geistleiblichkeit. Yo no dejo de correr hacia los edificios, arruinada plantilla de empeños y compromisos humanos. Corro hasta allí donde vi por última vez al humano y al inhumano caminar de la mano como desiguales amantes. Y cuando alcanzo el lugar, y cruzo el umbral de las nieblas, y empiezo a ganar velocidad por pasajes entre muros desmoronados, cubiertos de tristes mementos, sé que ya no lloras más en tu corazón. Pues has bebido el vino de una destrucción santa. Al emerger de mi trance no recuerdo haber matado a mis presas. Pero ahí están, el hombre del cabello rojo y el pequeño cuerpo en una 29 mixtura de sangres, bajo el estrambótico monumento en medio de toda esta miseria del tiempo. Todo ha ocurrido como en una serie discontinua de gestalts, separadas por inmeasurables lagunas. Sueños dentro de sueños dentro de las pesadillas de este tiempo brujo. Me siento como mordido por langostas de cobalto, ebrio de Weltschmerz. Desde distintas direcciones todos mis camaradas convergen donde yazgo postrado, incluso Dwarf con los caballos. Karla me posa una mano amistosa en el hombro... terciopelo y acero. Me levanto con esfuerzo sintiendo en la boca y la garganta el ardor de un vómito de sangre. Un sabor repugnante que me recuerda que soy extranjero en este mi cuerpo. Oprimido de pronto por el monstruoso bronce sobre el masivo cubo de mármol ante nosotros, los siete alzamos los ojos hacia él como un único hombre. Un insecto inmenso se cierne sobre nosotros, titánico y grotesco. Trece largas alas le brotan irregularmente de los costados y otra tiene, como un pétalo en la cabeza. Tiene protuberantes tenazas bajo fauces atroces y una corona de asimétricas antenas. Tiene una aleta pisciforme en la zona ventral y un pene casi humano. Tiene decenas de esquifidos miembros velludos: dos de ellos le cubren sus ojos de abotargada tristura, facetados, como si se negase a ver la monstruosidad que es, mientras que una de sus patas traseras abraza tiernamente a un pequeño hombre que parece su mascota. La linterna de 10-6 nos permite discernir la devota inscripción: LA COMUNIDAD DEL HOMBRE A DROSOPHILA MELANOGASTER, LA MOSCA DE LA FRUTA, NUESTRA MADRE. EL HÉROE GENÉTICO DE TODAS LAS ERAS QUE TANTO AYUDÓ A LA RAZA HUMANA A COMPRENDERSE A SÍ MISMA. CON PROFUNDA GRATITUD HACIA ELLA Y TODO SU HÍBRIDO LINAJE. SI MOMENTUM REQUIRIS CIRCUMSPICE. Un Nido Inundado de Fuego Y ahora, cuando las llamas de este holocausto cainita se elevan altas sobre la tierra amenazando las reliquias de nuestra cordura, siento tu deseo devastador. Mientras la noche muriente se colmaba de la leche difusa del polvo estelar residual y bestias aladas volaban hacia la aurora en un doppler de gañidos, nosotros arrojábamos nuestras bolas de fuego a lo profundo del 30 nido. Dos a través de cada una de las cuatro puertas reventadas; otra por cada una de las tres desembocaduras externas de los conductos de ventilación. Como un ariete, tú descargaste tu furia bestial contra la puerta norte, destrozándola con granadas y soltando a través de ella el fuego dragón. No lejos de ti, yo nutría uno de los respiraderos con la mortífera gelatina. Un clamor unánime surgió del subsuelo, un coro de almas torturadas cantando la música de su infernal dolor. El suelo sobre el nido se colapsó. Las llamas purificadoras se elevaron arremolinadas como danzantes cuchillos cegadores. La noche desventrada respondió al pandemonium terrestre con el mero parpadeo de sus luceros y el cielo pulsó las cuerdas logarítmicas de su cítara funeral: Una música que dice adiós a los sueños, Un canto de ave desde los fuegos del alma secretos, Con alas en llamas incendia mi mundo. Formas-sueño, nombres-sueño, amores-sueño, Soñados futuros danzan muertos hacia el litoral del olvido De arrasados destinos... Turbado por una inquietante presencia detrás de mí, giro en redondo como para prevenir un ataque. Nada hostil había allí, sino tú, apoyada contra un árbol masivo, contorsionado, con la máscara de una fiera ansiedad en tu rostro. Tus ojos azules brillan con el rojo de las estrellas murientes bajo el destello del fyr trepador: dos árticas lagunas que reflejan el embrujo de una funesta supernova. Tu melena rubia derramada sobre los hombros es como seda en llamas. Respiras en bocanadas posesas de lyft ardiente, llamándome con ansia silenciosa. Mi voluntad hecha destino, humo, nada, llego a ti mujer de voluntad de hierro... Sobre un suelo de rotos éxtasis cristalinos... Tu necesidad me arrastra al agujero negro de tu desposesión. Acaricio tu pelo ardiente. Beso tu ardiente sed. Abro tu chaqueta de cuero y como tus ardientes pechos, tus amargos pezones fríos. Tú, con los brazos extendidos hacia atrás por encima de la cabeza, te aferras al tronco como un mártir atravesado por las flechas de un insufrible placer, aullando como un chacal. Mi yo de ensueño se rinde al fin Y me fundo con grito de astros exhaustos del Tiempo... 31 Aullando como coro de chacales parias, el subsuelo proclama nuestro crimen glorioso: una boca del infierno escupiendo su mena de maldiciones. Llamas barrocas pueblan la noche con triunfantes banderas de fyr. Huidiza noche... Desnuda ahora contra el árbol martirológico, desesperadamente quieres ser liberada de tu deseo. Arrodillado ante ti mientras oscilas como el humo, sujeto tus muslos de marfil y bebo de tu sexo protuberante la leche de los Cíclopes. Y un-no-Yo, un oculto No, Despierta al sueño y fascinación del Vacío. Timeslide (O la Conquista del Reino de la Autorrealización Autista) Somos buenos muchachos, dignos de confianza. Hemos exterminado a nuestros hermanos. Control está contento con nosotros y nosotros estamos en paz con Control. Y porque somos buenos muchachos, hemos estado disfrutando de un tiempo de ocio toda esta mañana y mediodía en el cuarto de Karla, durmiendo la resaca de nuestra hacendosa noche. Despiertos ahora una vez más, pereceamos en el lecho de Karla, yaciendo uno junto a otro, los brazos detrás de la cabeza y las manos cruzadas por almohada, perdidos los ojos en los dédalos del pensar... cada uno preso en la concha de cristal de su propia fatalidad, entregado a hialinos ensueños. “Tú lo viste”, asevera Karla. “Lo vi.” “Lo viste y entonces agarraste la cola de un recuerdo. Un recuerdo que comparto contigo y que es temible.” El tiempo pasa. El tiempo derrite la vela sobre la mesa convirtiéndola en un montón de apagada, bulbosa cera. El tiempo trae ruidos cambiantes fuera de la celda, en el corredor, y se los lleva hacia la noche recurrente. El tiempo pasa, ligero de pies como una pantera preñada de inquietud. “¿Entonces sabes qué hacíamos allí? ¿Qué es ese otro lado del que llegan los recuerdos... si es que pueden llamarse recuerdos, después de todo?” Tanto tiempo ha pasado desde que Karla pronunciara sus palabras que mis preguntas suenan desconectadas de nuestro anterior curso de pensamiento. Ella permanece silenciosa durante lo que parece una eternidad. Luego: “¿Sabes en qué consiste?” 32 “¿El toque de los replacers, quieres decir?”, respondo. “Pero quizás la cuestión es, ¿por qué lo tomaste? Y después de tomarlo, ¿cómo hiciste para librarte de ellos?” “Porque sé.... comprendí... que ellos no son la solución.” “¿O sea...?” “Tiene que haber un modo de salir de este mundo. Este mundo de juguete. Una salida que nos saque de nosotros mismos. De esta tumán, este entumecimiento”, afirma con violencia. “¿Sabes por qué lo tome? Porque de pronto sus gemidos me parecieron música, una música en la que había vida viviente.” Cesa, meditando. “¿Y luego?” “Eso ocurrió en la época en la que estábamos excavando el nido de la Colonia-VI. Se suponía que debías trabajar un día y luchar al siguiente, defendiendo el perímetro suroeste del Anillo. Yo había estado cavando cuatro días seguidos, veinte horas por día, y estaba exhausta. Mis dos tovarishi fueron tocados aquella mañana y tuve que matarlos. Fue culpa mía que los tocasen; no había estado donde debía, cubriendo eficazmente su avance. De pronto, me rodeó por todas partes el espantoso gemiqueo. Debía haberme matado entonces, pero el chillido ensordecedor, enloquecedor, empezó a transformarse en mis oídos en una melodía mesmérica. Había una ternura, y una calidez, y un amor, en aquellos tonos como nunca lo había sentido. Un amor que no tiene nada que ver con nuestra camaradería o nuestro culto, con los miedos y los deseos frenéticos que nos arrastran uno a otro. “Les dejé venir a mí. Tocarme. Físicamente. Sentí una especie de dicha, el dulce sabor de lágrimas olvidadas. Me necesitaban y yo estaba allí para satisfacer todas sus necesidades. Y ése era el sentido de mi vida y ésa mi indudable felicidad y mi paraíso. Pero entonces una nota estridente se filtró de nuevo a través de la música enternecedora, como de un violín roto, tejiéndose subrepticiamente al canto amable. Y supe que, aunque me diese enteramente a ellos, incluso aunque los alimentase con mi misma sangre y carne y huesos, seguirían gimiendo y gimiendo y gimiendo por todo el tiempo por venir. Porque su necesidad es inextinguible.” Torna la cabeza hacia mí y veo el azul brillante de sus ojos a través del velo de sombras. La guerrera, la luchadora artera, la implacable líder, se ha retirado detrás de una mujer que sólo desea ser abrazada y hacerme probar el sabor de sus lágrimas contenidas. Estoy demasiado entumecido para eso. “Lone, los replacers son la encarnación de nuestra mismísima necesidad. Nuestra necesidad de hallar sentido en esta puta pantomima que llamamos vida. Hallar sentido... o ser remplazados.” “Y los destruiste.” 33 “Devolví mi con-arma despacio a la cartuchera. Saqué el unstringer. Disparé. Las ontocuerdas saltaron con un chasquido. Sentí más que oí su sonido, como una palabra pronunciada con siniestro esmero hacia atrás. Una palabra sagrada. No. Un Nombre. Un Nombre auténticamente substancial: el cuerpo sonoro de los replacers, su simetría esencial en forma de sonido. Los patrones de resonancia intratómicos se volvieron locos. Incluso el flujo espaciotemporal pareció sufrir el efecto y se formaron raros vórtices para desaparecer al cabo de un segundo con el reflujo de lo insondable, llevándose los residuos atómicos de los pequeños seres llorosos. Esto ocurrió, por supuesto, cuando los unstringers estaban todavía en fase experimental, antes de que renunciásemos a ellos.” Pausa durante un momento. “Así que ahora lo tengo. Su toque. Mi herida. Me permito a mí misma sufrirla porque quiero sentirme viva. Si has de sentir, no queda otro camino que abrir la puerta al dolor. Por eso nuestra vida es como es. Esta rutina mecánica sin propósito ni fin. No queremos seguir pagando el precio de la Vida. Nos hemos retirado colectivamente al reino de la autorrealización autista... donde nos ocultamos amurallados contra la Vida real.” “¿Sabes lo que dijo la Esfinge anoche? Que éramos parte de un experimento.” “¿Eso dijo?” “Lo sugirió.” “Timeslide.” “¿Qué?” “Corrimiento temporal”, repite Karla esotéricamente. “Hubo un corrimiento temporal en algún momento del pasado, si es que puede hablarse de un pasado todavía. Como un corrimiento de tierras, pero en los estratos del tiempo. Debe de haber pequeños timeslides todo el tiempo, pero salvamos las incongruencias en las secuencias temporales inventando narraciones que nos ayudan a preservar lo que para nosotros es la lógica natural de las cosas. Zurcimos, por así decir, la trama desgarrada de la realidad con un hilo artificioso de causas y efectos. Sólo que esta vez, la brecha creada por el timeslide era demasiado ancha. Y dejamos que entrase el Absurdo. Un Dios irresistible para mentes cansadas de tejer el inacabable tapiz de la racionalidad. Mentes que durante siglos, milenios acaso, se han esforzado en transmutar el caótico magma cuántico en ordenadas líneas temporales. O en narraciones. Pero las narraciones acaban siempre colapsándose en su propia mentira argumental. Entonces te queda la realidad. O la locura, que viene a ser lo mismo.” “Pero habías dicho...” “¿El reino de la autorrealización autista? Sí. Es el espacio de la inviolabilidad interior, donde nadie puede tocar ni pisotear el compacto 34 silencio de tu egoísta soledad. El dominio del todo y la nada. El centro del encuentro contigo mismo y de la pérdida absoluta de ti mismo, donde el dolor infligido por los demás se desvanece ante el daño que te causas a ti mismo. Es el último y santo reduccionismo de la vida. Un sagrado núcleo de paroxístico autoparasitismo, desde donde chupas como una sanguijuela la savia de simples, egoístas, estancados gozos. El entumecimiento físico es la imagen visible que mejor traduce este dominio interior: el reino de la autorrealización autista es el limbo, pero es un infierno también. Es el agujero negro más recóndito, una reliquia de la supernova del yo. Es el oxímoron por excelencia. La ur-lágrima transmutada en gema y amuleto: el ámbar-prisión del sí-mismo. El altar de la interna transfixión; el arca del letargo del corazón. Una falsa singularidad. Torpor de insatisfechas carencias. El ciego y parapléjico sustituto del Gozo. Tiempo helado. Endotiempo. Endotiempo colapsado. Es la palabra-astilla balbucida; la siempre/nunca mano tendida; el llanto freático; una fantasía de libertad en la mazmorra del autoengaño. La dicha-daño de la soledad vocacional. Una plétora de Yo: plenitud clonal. El Tantra de la interminable automasturbación. Derrochada epifanía de implosionada egofanía. Un fortín hecho de los fragmentos de los sueños y los pedazos de espejismos rotos. El estéril otro-lado del espejo. El dolor estrangulado que ensordece el grito de los nervios castigados. Asfixia de autobeso.” Gradualmente Karla ha ido vertiendo su discurso en el ritmo de una encantación. “¿Así que, según tú, todos juntos nos retiramos a un espacio semejante? No puedes decirlo en serio.” “Mira a tu alrededor, liubov. ¿En qué otro lugar crees que podemos estar? ¿Qué otra cosa es este mundo, esta vida vacía?” “¿Un reino...?” “Un universo construido a partir de la fórmula autista, sí. Y embrionario, además. De algún modo alineamos el evento que es este mundo a partir del caldo cuántico, el multiverso de implícitas posibilidades. Y luego fuimos incapaces de imaginar una forma de continuadad creíble entre nuestra existencia anterior y este sórdido nuevo mundo. Así que olvidamos lo que fuimos. Y seguimos jugando al escondite con nuestros recuerdos.” “Estas cosas, ¿te las figuras o las sabes con certeza?” “¿Certeza? Klugman, ¿qué crees que podría significar saber algo con certeza?” Ontologías al Viento 35 Autismo es realismo; realismo es autismo... este estribillo se repite como el eco en los sótanos de mi mente ahora que dejo la habitación de Karla y floto hacia la salida B, la Puerta Este, la Puerta Marítima, la Puerta del Destino... a través del dédalo de corredores, perdiendo más de una vez el camino en mi completa falta de concentración. El mundo externo se ha vuelto irreal hasta el punto de parecerme disuelto como los sueños. Tengo la sensación de que podría flotar como un espectro a través de las paredes y los techos de la madriguera con sólo quererlo. La razón de que ni siquiera lo intente es que éstos me ofrecen cuando menos un débil sentido de simetría, concreción, definición, norma, anclándome en esta, más o menos estable, proyección de mundo. “Va a dar la hora de cerrar”, me advierte el guardia de la puerta cuando emerjo desde la penumbra subterránea al moribundo atardecer exterior. Indiferente a su advertencia, paseo hacia la orilla bajo un cielo azul sangre. Casi desnudos, rebozados de arena coital, lustrosos, los últimos adoradores retornan al nido, cada uno aislado en la resaca de su dilapidado placer, sus sueños de gozo rotos, exhausto. Las viejas ruinas del pueblo fantasma quedan atrás. Las gaviotas giran en lo alto con un triste, vaneciente zumbido. Por fin solo en la orilla; besados los pies desnudos por la espuma arenosa del reflujo de las olas muertas. El mar bulle de tentaciones y peligros y una luna púrpura navega entre nubes preñadas de augurio. Me siento oceanizado por una agonía en suspenso. Una solitaria quietud, un silencio frío e inmutable como un dios, contempla estólido desde lo alto los extraviados destinos de la raza superviviente. Soy un interrogante en pie sobre la arena. ¿Quién soy? ¿Quién soy yo en medio de este Grand Guignol de mundo, entre sordas presencias cósmicas? Una luna pensativa perdida en extreterrestres cogitaciones, nubes con alas de profecía que pasan y se disuelven efímeras, el borroso trasfondo del jeroglífico estelar, un mar que ruge sin causa o ronronea gentil con el mecerse de sus largas, acrobáticas olas, la omnipresente-omniausente materia como un unánime embrujo de impenetrabilidad dando apariencia cercana a cosas que están más allá, racimos y racimos de átomos inalcanzables por siempre... toda esta improvisada coreografía abocetada como por la mano impresionista de un aprendiz de dios. ¡Yo te pregunto! ¿Qué eres sino el sedimento de mi propia percepción?, ¿el muro pintado contra el que rompe el fluir de mis sentidos, engañándolos con forma y color?, ¿el muro en que reposan protegiéndose de su abisal inclinación, su élan de apeiron, su insaciable movimiento? ¿Qué eres sino el tapiz fenoménico que viste mi miedo de lo Informe? Y 36 esa temible Ausencia de Forma detrás de ti ¿es el último escalón del Ser, el umbral de la Nada, o es sólo Su principio? ¿Qué eres sino funciones de onda hilomórficas colapsándose en el horizonte de mi percepción, irradiadas por la recóndita vacuidad de las cosas que se hace pasar por su Ser oculto? Ecos del yo. Pues quizás no exista nada aparte de la oquedad del yo y sus ecos vacuos. Autismo es realismo. Soy un interrogante en pie sobre la arena, soplando vientos de aniquilación. Olas domesticadas me lamen los tobillos con espuma de armiño. Me inclino sobre ellas y tomo wuldor de mar en mis manos acopadas. Me lavo el rostro con sal, áspera en los ojos, que empaña mi visión. Me sumerjo en las olas dejando que me cubran el cuerpo y disuelvan mi forma carnal en una nube de amorfa espuma y líquido zafiro. No soy nada, sino desustanciado plasma de mar. El recital de la naturaleza cae abruptamente en silencio. He oído vuestra inhóspita quietud. Siento sobre todo mi ser vuestra titánica indiferencia. En un apocalipsis de revelación, sé de pronto que yo no soy el que duda, sino la llana superficie en la que se refleja vuestra duda coral y portentosa. Vosotros dudáis de mí. Sois vosotros quienes dudáis del hombre: el superviviente, el carroñero, el gusano del hombre... Aterrado, me apresuro a levantarme reivindicando mi ser, mi forma, las líneas de mi cuerpo, el contorno de mis pensamientos, el fin de mi anomia... Monótono, el mar pasa a través de mí ignorando mi presencia, impávido ante mi devastación. El viento sopla a través de mí... ontologías dispersando. El ojo aniquilador de la luna cae sobre mí, viendo a través de la carne fantasma de mi ser hueco. Este bucle del yo en el vacío. Esta transitoria y fatua egofanía —tan efímera perturbación— en el mundo de las consensuadas imaginaciones. “Recuerda”, parece que digáis, “recuerda si puedes. Si eres, recuerda.” Por más que lo intente, no puedo recordar el principio de mi cuento, las líneas de su argumento, la clave de su sentido. Soy sólo mortinata narrativa... y mis recuerdos fragmentados son lunas menguantes contra una cúpula de insondable negrura. Soy un interrogante en pie sobre la arena... ...una pregunta hueca barrida por vientos de aniquilación. Perlas para los Cerdos “Tramador.” 37 Susurro la palabra tan próxima a su oído como los barrotes de su jaula me permiten acercarme a la Esfinge, tratando de instilar en ella el mismo siseo reptiliano que la trajo a mis sentidos la primera vez. El hombre sentado en el estiércol me mira de reojo sin prestarme demasiada atención y, rascándose la nariz mugrienta, continúa puntilloso su conferencia. “Es obvio que allí donde el racionalista ve al hombre como un compuesto de cuerpo y mente, el místico experimenta su ser más íntimo como un alma separada de lo material. Allí donde el racionalista necesita la separación entre las verdades relativas a Dios y el conocimiento humano, el místico entiende el Conocimiento como una fusión con lo Divino más allá de todo posible saber humano, un Ver y un Ser más que un pensar. Donde el racionalista gana con la desaparición de los mundos mediales eidéticos entre la Divinidad y la Tierra, el místico pierde el contacto con su origen y el medio natural de su ascenso progresivo a través de los reinos espirituales hasta la Consciencia más alta. Donde el racionalista logra la plenitud de su independencia mediante una completa escisión entre su naturaleza individual y la Divina Naturaleza, el místico se siente incurablemente aislado de la Deidad, suspirando por el Uno. De ahí que Eckhart y sus seguidores tuvieran que recuperar el neoplatonismo de Proclo con su metaontología del Uno como asiento del Ser —sedes ipsius esse in uno est— y el tema del fluxus entis. De acuerdo con Eckhart Ego sum qui sum (Éxodo 3:13) debe ser reinterpretado como el modo de Dios de ocultar Su verdadero nombre. Quietismo y acosmismo habían de ser inevitablemente las inmediatas consecuencias de la doctrina de Eckhart. En la práctica, este misticismo es del mismo orden que las aproximaciones budista e hindú mayavada: afirma con rotundidad el polo transcendental de la existencia, el Ser puro bajo su apelación esencial del Uno —el Uno con preferencia a cualquier otra apelación porque ésta llama al alma a la reabsorción final de su ser diferenciado en el seno original (y aboriginal) de la existencia—, pero supone una negación de la vida. Ésta es la razón de que nunca pueda ser una fuerza motora para amplias masas de gente, cualesquiera que sean los méritos de este camino interior y vuelo vertical para algunas almas predestinadas, o cualesquiera que sean sus efectos éticos positivos en los dominios religioso y social. Donde esa doctrina ha sido dominante, la sociedad se ha estancado. Indudablemente posee, como subcorriente religiosa, un valor incomparable en cuanto que autopista hacia los Mundos superiores; pero desde una perspectiva que pretenda afirmar el mundo, como la que el cristianismo prometía desde sus mismos comienzos, no puede ser más que una estrategia provisional y de limitada aplicación antes de la eclosión final de una síntesis de tipo teilhardiano que reconozca a la Materia el elevado lugar que merece en una metafísica integral. 38 “Cambiemos ahora diametralmente el tema de nuestra inquisición. Examinemos las paradojas de Zenón y reflexionemos sobre el modo en que Aristóteles las abordó. Porque el hecho de que realidades prácticas tan evidentes como el movimiento y el cambio se tornen problemáticas al considerarlas filosóficamente denuncia por sí mismo el profundo cisma que existe entre nuestra experiencia intelectual superior y nuestra experiencia física, sensitiva. Un cisma que nos invita a tomarnos seriamente las dificultades presentadas por el presocrático...” Un grupo de cerdos recibe con interesado gruñido el tema promisorio que Madsphinx inaugura de repente. Remolinos de moscas se desencadenan abruptamente, como si los pequeños bichos obedeciesen a una radioseñal de su conciencia compartida, sólo para volver al instante a su sereno y parasitario forrajear. “Dime Wissenschaftlehre”, le molesto de nuevo, “dime más del mundo del que hablaste la otra noche.” “Aquiles nunca alcanzará a la tortuga, dada la infinita divisibilidad del espacio finito que separa al héroe alípede de la torpe bestia. Ergo, en realidad no existe nada conceptuable como movimiento: el movimiento físico es una ilusión, el tiempo no existe, el cambio no existe. Sólo está el Ser. Inamovible, inmutable, inalterable.” “¿Me hablas en enigmas o estás ignorándome por completo, tramador?” Un caballo piafa dos veces y entona un relincho de aprobación. El hombre sentado en el fiemo me arroja una fugaz mirada de escarnio, recoge unas cortezas de pan esparcidas por el suelo de su jaula y las mordisquea como un mono interesado de pronto en su comida sola. “Te vuelves más listo por momentos, ¿verdad?” Frustrado, agarro los barrotes de su jaula y los sacudo brutalmente. “Escucha, durak, estoy lo bastante borracho como para oír la verdad. ¿Lo ves? ¿Ves esta botella de veneno? He estado lavándome las tripas con esto hasta anonadarlas. Puedes derretirte las entrañas con esto, ¿lo sabías? Es destilado sopor. Te vuelve clarividente y lerdo al mismo tiempo... es magia, es panacea. Puede matarte la mente al instante, sólo que la mía es muy tenaz. Pero no te preocupes, he ahogado a la bestia pensante que hay en mí por el momento. Así que puedo saber. Necesito saber. ¡Tengo que saber! ¡Eh!, ¿sabes de otros aquíquequieransaber? Yo soy el único, oye. Oye, no debería estar aquí. Sabes que está prohibido estar aquí a solas contigo. Sólo dime el porquéyelcuándoyelcómo... tú piojosiasbitch Wissenschaftlehere, tú lousyasaweinacht recuerdo de hombre, tú morecrossedthanXmas condenado jodido tramador, tú loco mugriento...” Inmune a mi andanada, él permanece sentado en la fortaleza de su poderosa calma. Su serenidad es abrumadora, contagiosa. ¿Qué clase de ser tengo delante? ¿Está del todo aquí, en este mundo? ¿O es sólo la 39 prolongación limitada y parcialmente ciega de un Ser de orden superior, habitante de una dimensión más real, de un mundo más grande y consciente? ¿Es hombre o superhombre o animal? ¿Por qué creo que tiene verdaderas respuestas? Una vaca muge pidiendo que continúe. La Esfinge sonríe benigna, obviamente complacida por el interés que muestra su público bestial. “Tal disparidad entre el testimonio de nuestros sentidos y el de nuestra razón, o entre nuestra razón práctica y el intelecto, debe resolverse, de acuerdo con Aristóteles, a favor de los primeros. Para él existe una diferencia entre la infinita divisibilidad en acto y la infinita divisibilidad potencial: si Aquiles se detuviese cada vez que alcanza la mitad de la distancia que está obligado a recorrer, los puntos de la línea que determinan esa potencialmente infinita división se actualizarían realmente y el héroe no podría nunca alcanzar a la tortuga. Para Aristóteles, la infinita divisibilidad potencial del tiempo implica la continuidad del tiempo y es lo que hace posible el cambio y el movimiento. Ahora bien, la cuestión es que el tiempo no es infinitamente divisible y que por debajo del tiempo de Planck no tiene sentido siquiera hablar de tiempo. La luz es discreta, la energía es discreta (Planck), el tiempo es discreto (Barbour). ¿Qué hace que ese tiempo discontinuo elemental se convierta en el flujo temporal que percibimos? Que el lapso que la mente humana en su estado presente de evolución tarda en crearse cada instantánea del mundo es superior al tiempo de Planck, de modo que no puede percibir las discontinuidades. “Podemos concebir, pues, frente al posible trasfondo de un continuum hipertemporal, unas unidades discretas de tiempo humano o instantes que de algún modo corresponden a pulsos de percepción-de-cambio, algo similar al tiempo que necesita la mente para integrar la percepción de los sentidos y la de uno mismo en un bit de experiencia unitaria de yo-mismo-en-el-mundo. Esto significaría que ciertos intervalos de hipertiempo pasan desapercibidos para la mente humana aunque, cuando menos en principio, podrían ser perceptibles para una forma de consciencia más rápida e integral: cuanto más alta la frecuencia de quanta temporales, más cortos los intervalos de hipertiempo no percibido, inconsciente, subliminal, y más integral la experiencia objetiva del mundo. Una consciencia infinita gozaría de frecuencia infinita y por ello de una omnipercepción del Objeto en posesión de sí en la eternidad. “La mente es incapaz, por tanto, de una completa percepción del mundo. El mundo que ve y experimenta es el artificio que construye en su esfuerzo por tejer en una trama única los t-quanta cuando intenta hallar una configuración cósmica con sentido y congruente, un orden. Esto no significa que su percepción del mundo sea esencialmente falsa, puesto que 40 la mente debe de ser al fin y al cabo una expresión particular de la Consciencia infinita, voluntariamente autolimitada en aras del poder creativo de la Manifestación.” “¿Hablas de nuevo en enigmas o ni siquiera has notado que estoy aquí? ¿Es esta la razón de que ilustres a los animales, porque sólo ellos son capaces todavía de apreciar la racionalidad? Hablas del orden de las cosas con pensamientos ordenados, pero ¿dónde en el mundo reina un orden semejante todavía? ¿De verdad recuerdas un mundo en que la mente era capaz de imponer su propio orden a las cosas? ¿O es que estás foolosofando en beneficio de locos como yo?” “De modo que las flechas de Zenón tienen un interés especulat...” “¡Escúchame, bastardo! Tú dijiste una vez que fuiste el último papa de los Cristianos...” “Ah, el Pope...” “Dime lo que significa ser papa.” “Quiere decir que eres el primero y el más grande de los mentirosos.” “¿Un tramador?” Pero no, no contestarás a eso. “Háblame de las mentiras”, insisto. “Mentira es la substancia de la realidad fenoménica, la materia sutil de la que están hechos los mundos. La Verdad se viste de mentira para mostrarse ante los ojos de los hombres. A esto lo llamamos Imaginación, que es la matriz del arte y el ojo de la poesía. Cuando la Verdad yace, la mentira danza sobre su cuerpo. La mentira no es el problema, no, sino las mentiras verdad. Que no son Verdad vestida de mentira, sino mentiras disfrazadas de verdades.” “Así que me oyes, me sientes, sabes que estoy aquí...” “No, el problema no es cuando miento. Verás, lo que Zenón dice con sus desconcertantes flechas es que...” “¡Acabarás con eso!” “...el movimiento es, en todo caso, una secuencia de estados inmóviles. Pero entonces, ¿qué, en cada uno de esos estados de inmovilidad, puede conceptuarse como movimiento? La cuestión se complica aun más si tenemos en cuenta la aceleración y deceleración de las flechas, pues semejante concepción del movimiento hace imposible considerar la velocidad como una cantidad variable. Este problema es similar al que plantea el concepto de causa, porque aunque podemos percibir la secuencia causa-efecto como una asociación regular de dos eventos en el tiempo, somos incapaces de percibir el proceso de causación, el vínculo entre los dos eventos secuenciales.” “¡Jódete!” 41 “Quizás en ambos casos el problema radique sólo en el funcionamiento propio de la mente.” “¡Cállate, piojosiasabitch!” “Las flechas de Zenón implican que, en la comprensión de ese fenómeno, la mente se ve engañada y frustrada por su propio poder analítico, divisor. Quizás la solución está precisamente en la dirección opuesta: no en la vivisección del ‘movimiento’, sino en el intento de comprenderlo como la manifestación especial de un cambio holístico, un cambio en el sistema global de las cosas, por así decirlo. De acuerdo con esta premisa, el movimiento no sería la traslación de un cuerpo singular en el espacio tridimensional, sino el desenvolvimiento de todo un sistema (aunque éste tomado sólo como una abstracción de la Totalidad) de elementos sinordinados —arco, flechas, blanco, observador...—, en un medio espaciotemporal estratificado, implicando un cambio en las relaciones internas entre esos elementos. Esto es, una variación en la Forma holista, no en las posiciones relativas ni en distancia cuantificable. Esta idea del movimiento no es algo contrario a la inmovilidad, sino que más bien la contiene en sí. Aun más, presupone la inmovilidad como fundamento indispensable, pues ¿cómo podría moverse la Totalidad o a dónde iría... oímos a Parménides preguntar?” Y sigues y sigues y sigues... Y yo me bebo el resto de mi veneno y siento su anestésico fyr nutrirme las venas. Y sollozo como el infierno; y en un ataque de incontrolable ira lanzo la botella contra los barrotes de tu jaula; y me tambaleo hasta la puerta envuelto por el hedor del establo, y por los remolinos de moscas perezosas, al ritmo de la coral de bestias que me despiden con un adiós de escarnio. Y al salir del lugar prohibido, olvidadas filosofías, tu voz me acosa todavía con una felona canción: “Surgida de su alma-espejo la palabra-trueno se esculpe en Maravilla y su rayo enciende luz diamante en el crepúsculo del pensamiento. Trances cantados como por mística Esfinge la mirada común devastan con Visiones cometarias y hacen del aire mortal espacio para el Milagro. Una magia de runas en danza silenciosa a la mente soledosa embruja con sueños que no mueren... Sueños-oceáno que Dios Mismo, 42 en la Noche-néctar de las cosas, batió en orgía de Historias arcoiris”, y sé entonces que a tu manera, tu sutil manera, me has dado muchas y muy crípticas y dolorosas y perladas verdades, como si yo fuese también uno de tus atentos cerdos. Fuga Cuántica “Nuevo día, nueva batalla; si yo lucho, de puta fábula” —eso dice el refrán aquí, aparentemente banal pero, si os paráis a pensarlo, preñado de una compacta sabiduría que no se capta a primera vista. ¿Me seguís? La palabra clave es yo: dice yo, no nosotros; de manera que el adagio apunta a una verdad individual y personal, no colectiva. Si un nuevo día amanece y yo lucho todavía, significa que no me han tocado los replacers, ni me han descerebrado las ‘palabras-trueno’ de Madsphinx, ni me han eliminado aún mis hermanos ghostkillers después de que mi nombre haya sido borrado de la lista de los vivos por el bastardo de Control. La segunda palabra clave es luchar: dice luchar, no adorar ni comer ni pensar ni ninguna otra cosa, porque la guerra es nuestra actividad esencial; la guerra es lo que hace a nuestro mundo ser como es. De modo que, cuando un día comienza y yo aún tengo mi batalla por delante, sé seguro que he vuelto a despertar en el mismo universo absurdamente violento de siempre y que nada ha cambiado y que nada cambiará nunca. Por eso puede decirse que nuestro folclórico refrán acaba en semejante apoteosis de pirotecnia oximorónica: para empezar, puta fábula es un bien hiperbólico, un hiperbien o, más bien, un bien hinchado de florida metáfora... pero ¿qué es lo que debería estar tan hiperbólicamente bien en la perduración de este mundo nuestro? Os lo diré sin ambages: es el único que tenemos. Pero ¿es realmente mejor que nada? Bien, es justo ahí donde yace la paradoja: algunos días es una putada del infierno; otros, como caído del cielo, te sientes de puta fábula... que es el hiperbien del infierno. Así que, aunque esta mañana no estoy con Karla en nuestra área de combate habitual, aunque monto inhábil y peligrosamente un 3-wheeler arriba y abajo por escabrosas laderas, aunque inheroicamente disparo un pulsador cuántico a diestra y siniestra... ¡todo va bien en el mundo! Por supuesto nada va bien en el mundo. Desde el momento en que un Newton poco amistoso me llamó antes del amanecer por el intercom ordenándome que me uniese al escuadrón noroccidental tan rápido como la muerte, sin más explicaciones, y yo le respondí con ironía “¡Aye, sir!”, supe que éste podía ser mi último día en el mundo. De ahí, quizá, lo de puta fábula después de todo: la proximidad de 43 la muerte te vuelve más vivo que nunca, aun a tu propio pesar. Intensifica cada segundo de tu prolongada supervivencia con una euforia animal y al mismo tiempo sobrenatural. La mente y sus dédalos nihilistas quedan trascendidos en momentos así: nuestro yo animal halla su vínculo directo con algo que está más allá del filtro mental y nuestro yo intuitivo salta desde su propio reino superior para cabalgar la bestia del hombre en un gozo del peligro. Cuanto mayor el peligro, entonces, más puro y divino es el gozo. Así que, por más que disparo sin cesar esos q-pulsos contra las hordas de replacers yahuuuuuuando con el resto de mis camaradas como un loco, sé que ésta no es hoy mi verdadera guerra, si es que lo fue alguna vez. Sé que llegará el momento esta mañana en que alguien disparará ‘accidentalmente’ su arma contra mí, o que me empujará astutamente hacia ese lado de la colina en que el bosque arde ya con vastas llamas, o que mientras trato de detectar al ghostkiller entre mis compañeros para prevenir su golpe me iré barranco abajo sin quererlo y hallaré el olvido. Quizás no haya otro motivo para mi eliminación que el capricho de Newton. Pero es posible también que aquellos ojos acechantes que sentí caer sobre mí ayer noche, al salir tambaleándome del establo, no fueran una ebria imaginación, ni tampoco fruto de un temor retrospectivo surgido de mi resaca esta mañana temprano. Puede muy bien que fueran reales, porque Control no sería control sin ese ojo vigilante y omnipresente. “¿Qué haces, Lone?”, crepita la voz rauca de Larissa, nuestro jefe de escuadrón, en mi receptor. “Se suponía que tenías que impedir a los reps que nos envolviesen el flanco por la derecha, ¿no?” “¿Ves esas llamas, cariño? ¿Crees que quiero freírme en ellas?” “¿Ves esos reps filtrándose por allí, sweetheart? ¿Crees que quiero llevármelos a comer y pasar el resto de mi vida limpiándoles el culo? ¡Ve a por ellos ya, soldado, o te freiré las pelotas yo misma!” “¡Chúpamela!”, es lo que tu orden me inspira contestar. Pero no serías tan franca, si fueses mi predestinado ghostkiller. Así que cedo y respondo con marcial presteza: “OK, jefe, tú mandas. ¡Estoy en ello!” Y conduzco hacia las llamas pujantes, arremolinadas, blandiendo mi pulsador cuántico pero con un ojo en los retrovisores para protegerme de maniobras subrepticias. Pájaros ardiendo ascienden como flechas desde las copas de árboles en llamas pintando el cielo un instante con frenéticas líneas humosas para caer enseguida en moribundas espirales como nubes de restos carbonizados y dispersas cenizas, sofocada para siempre su música y una imagen de fyr emplumado grabada en la eternidad. El lyft tiembla de ondas de calor y vibraciones naranja. Insuficientes como éramos, fuimos nosotros en un principio quienes incendiamos el bosque y elevamos ese muro de llamas para impedir que los 44 replacers inundasen el área que no podíamos defender. Pero el muro tiene agujeros. El fyr no se ha extendido ni integral ni uniformemente; aquí y allí ha dejado corredores practicables, difícilmente detectables en medio de la conflagración, por los que pequeños grupos de replacers se filtran sin ser notados. El calor es insoportable aquí y mi 3-wheeler trepida a punto de explotar. De pronto, salto de la montura de hierro en un remolino de brazos y piernas, y busco la protección de un afloramiento de rocas. Un segundo más tarde el trasto es un molotov con ruedas volando colina abajo fuera de todo control. Estoy en medio de ninguna parte, rodeado de danzante fyr. Mi receptor está en silencio como si fuese el único soldado en el campo... incluso el único hombre en el mundo. Podría ajustar mi pulsador cuántico para colapsar las llamas y abrirme camino fuera de este infierno, pero ¿qué, si tropiezo entonces con una horda de replacers sin tiempo suficiente para volver a fijar mi arma antes de que me toquen? Y ahora, mientras estos pensamientos cruzan mi mente febril hacia un umbral de indecisión, oigo el canto pletórico de un pájaro almuédano desde el otro lado del muro de llamas, ominoso y triunfante. De pronto, cuatro jinetes sobre caballos negros saltan apocalípticos a través del fyr al círculo menguante donde me encuentro, Karla fiera al frente de todos ellos. Al alzar sus pulsadores apuntándome, veo al insecto monstruoso que hallamos tierra adentro la otra noche formándose sobre ellos y contra el cielo pálido con humo negro y engañosa maya. Susurra una palabra que es como la tormenta, carente de sentido para oídos mortales... “¿Qué haces, Lone?”, cruje la voz rauca de Larissa, nuestro jefe de escuadrón, en mi receptor. “Se suponía que tenías que impedir a los reps que nos envolviesen el flanco por la derecha, ¿no?” “¿Ves esas llamas, cariño? ¿Crees que quiero freírme en ellas?” “¿Ves esos reps filtrándose por allí, klugman? ¿Crees que quiero llevármelos de merienda y pasar el resto de mi vida limpiándoles el culo? ¡Ve a por ellos ya, soldado, o te freiré las pelotas yo misma!” “¡Chúpamela!” “OK, tú mandas.” Y la veo venir conduciendo su 3-wheeler contra el cortinaje de llamas pujantes, arremolinadas, blandiendo su pulsador cuántico, fijos sus ojos de ghostkiller en mi faz borrosa. Pájaros ardiendo ascienden como flechas desde las copas de árboles en llamas trazando humosas parábolas en el cielo euclidiano, inmutable, sólo para explotar en nubes de dispersas cenizas, sofocada para siempre su música y una imagen de fyr emplumado demorándose un instante en el viento del olvido. 45 El lyft vibra de ondas de calor y matices naranja. Insuficientes como éramos, fuimos nosotros en un principio quienes incendiamos el bosque y elevamos ese muro de llamas para impedir que los replacers inundasen el área que no podíamos defender. Pero el muro tiene agujeros. El fyr no se ha extendido ni integral ni uniformemente; aquí y allí ha dejado corredores practicables, difícilmente detectables en medio de la conflagración, por los que pequeños grupos de replacers se filtran sin ser notados. Sé que no soy rival para Larissa. No aquí; no ahora. No mientras conduzco esta cosa endemoniada con ruedas. El fyr será más compasivo, los replacers enemigos menores, que esta comandante ofendida y determinada asesina. El calor se vuelve insoportable al abrir un túnel a través de las cortinas del incendio buscando un camino desesperado fuera del campo de batalla. Mi 3-wheeler trepida salvajemente antes de explotar en un viento de metal incandescente y fyr líquido. Estoy en medio de ninguna parte, rodeado de gimientes llamas derviches. Oigo el canto pletórico de un pájaro almuédano desde el otro lado del muro de las llamas, ominoso y triunfante. Herido clamor de pavo real cantando de Sueños Satori, sagrados, secretos... “¿Qué haces, Lone?”, estalla la voz rauca de Larissa, nuestro jefe de escuadrón, en mi receptor. “Se suponía que tenías que impedir a los reps que nos envolviesen el flanco por la derecha, ¿no?” “¿Ves esas llamas, comandante? ¿Crees que quiero freírme en ellas?” “¿Ves esos reps filtrándose por allí, soldado? ¿Crees que quiero pasar el resto de mi vida limpiándoles el culo? Puedes apostar tu condenada alma a que no. ¡Así que a por ellos o te freiré las pelotas yo misma!” “¡OK, jefe, a tus órdenes!” Y conduzco mi 3-wheeler hacia el Inferno de árboles que se desploman entre llamas arremolinadas, de pájaros-cometa que ascienden frenéticos desde el bosque ardiendo en humosas parábolas contra la página euclidiana del cielo, convertida su música en fúnebre eco. El lyft vibra de ondas de calor y frecuencias naranja. Insuficientes como éramos, fuimos nosotros en un principio quienes incendiamos el bosque y elevamos ese muro de llamas para impedir que los replacers inundasen el área que no podíamos defender. Pero el muro tiene agujeros. El fyr no se ha extendido ni integral ni uniformemente; aquí y allí ha dejado corredores seguros, difícilmente detectables en medio de la conflagración, por los que pequeños grupos de replacers se filtran sin ser notados. El calor se vuelve insoportable cuando hallo al primer grupo de replacers en los túneles a través del incendio, tratando de llegar al campo 46 de batalla. Mi 3-wheeler trepida salvajemente antes de que desenfunde el pulsador cuántico. Un pájaro almuédano grita de pronto desde el otro lado del muro de llamas, ominoso y triunfante. Herido clamor de pavo real cantando de dulces Sueños Satori que bañan mi alma con himnos de muerte... aguas-sonido de aniquilación. Lejos, inmensamente lejos, más allá de una embolia de humo y de nieblas y de nubles sólidas, siento al sol brillar: un astro-camafeo de lo Incognoscible. Soy una gloria de impotencia, un hombre espectro, un vacío en el que tiene lugar el acto de un Dios Enmascarado. Irresistible. Absurdo. Disparo mi arma. Las líneas de tiempo convergen y una potentia heisenberg de futuros se colapsa en un ahora asesino, borrados los vectores de vida de los replacers de la mera factoría de la posibilidad. Veo las fisuras en el tiempo entonces, silueteando el fluido ahora. Y a través de los intersticios en las corrientes del porvenir hallo la senda hacia coordenadas más seguras de mi yo consciente... Regicida “Nadie sabía cuándo había emergido a la escena internacional. En cuanto al cómo, bien, el proyecto europeo se estaba cayendo a pedazos y se necesitaba desesperadamente una idea, una Idea magistral que pudiese cautivar la atención del pueblo el tiempo suficiente para construir, a partir de una monstruosa concentración de energías mentales, una consciencia continental colectiva, por más embrionaria que ésta fuese en sus comienzos.” Es Madsphinx quien habla. Carry-Ann está sentada a mi lado, mi mano prieta en la suya. Mi izquierda estruja la botella que he llevado a los labios como si pretendiese ordeñar el cristal opaco hasta arrancarle la última gota de este suero que me calcina los sesos. Inundada de licor, mi memoria ha perdido el último y defectuoso resto de su localización espaciotemporal, borradas sus coordenadas por esta descerebrante poción. “Así que la llamaron. Porque era la perra de uno de los hombres del momento. Y nadie podía olvidar, además, que era la autora de la Confessio Hermeneutica, un siniestro tractatus cuyos ‘Principios de Hierro’ habían sido adoptados con entusiasmo por los adeptos a la así llamada neo-Realpolitik. Los infames Principia decían más o menos esto: Primero, todo evento en el mundo es susceptible de ser manipulado de tal modo que pueda darse de él cualquier interpretación concebible. Segundo, las mentes de las masas son susceptibles de ser manipuladas de tal modo que se les haga creer que la interpretación dada de cualquier evento en el mundo es la única interpretación posible y su auténtico y verdadero sentido. La 47 Realidad no existe. No hay nada más que actos de hermenéutica. Lo que llamamos realidad es un acto social de hermenéutica orquestado por las mentes de élite a cargo de los medios de comunicación, que son los líderes naturales de la sociedad y los verdaderos constructores de la política. La Realidad es, por ello, un producto político: el consenso final efectuado por actos de manipulación hermenéutica y difundido por los todopoderosos canales mediáticos.” Madsphinx se detiene en seco. Me contempla con felina intensidad, como si pudiese reconocerme detrás de las borrosas distorsiones que el licor y el terror pintan en mi rostro. Pero ¿reconocer a quién? “Era ibérica. Miss Puzzle se llamaba.” Al oír el nombre empiezo a sentir arcadas: un camino hacia el recuerdo se abre de pronto ante mí y la memoria es una vasta laguna de náusea. “Era una sanguijuela académica que parasitaba eternamente una cátedra de literatura en alguna oscura universidad. Cuando no estaba inmersa en sus fútiles y paranoicos dramas personales, se dedicaba a secretar conocimiento mortinato del tipo altamente académico, esto es, la aseveración de lo obvio en un paroxismo de abstracciones y de pedante terminología.” Y entonces, en el centro de mi náusea, veo un rostro. Ojos pequeños e incoloros tras gruesas gafas, bajo cejas negras y espinosas, con pestañas cortas y desmayadas. Piel blanca como suero de leche. Dientes afilados en el cerco de una sonrisa desdeñosa. Y una lengua supremamente ágil y resistente para el más frenético esgrima, ya fuese en la arena de los conflictos personales o de los públicos debates. “Era capaz de erigir, con meras palabras, toda una creíble realidad a partir de su inagotable paranoia. Las mentes ajenas quedaban atrapadas en ella, paralizadas, petrificadas, como en la infrangible burbuja de una prisión de ámbar. Se sentía acosada por un inescapable sentimiento de amenaza y su único alivio era infectar a otros con sus propios pánicos. Tenía un tipo exportable de locura, una paranoia contagiosa. Al oírla hablar de sus amigos uno temía que se quedase sin porquería con la que dilapidar a sus enemigos. Era peligrosa porque era un ser poderoso: en un mundo enloquecido era la indisputable Reina del Show.” Y ahora ocurre lo imposible. Soy yo quien habla desde el omphalos de la realidad, mirando a Lone, sus ojos abatidos. Soy yo el que habla con la ponderosa locura de la Esfinge, arrojando perlas de entendimiento a esta piara de circeanos cerdos. Y por un momento, por un mero instante de desgarradora autoposesión, siento que todas las puertas de la memoria están abiertas dentro de mí; inundan mi alma el conocimiento y la desesperación. Después soy yo otra vez, doblado por punzantes arcadas, con jugos alcohólicos arriba y abajo del esófago y la garganta. 48 “Y entonces pasó a primera línea de la atención política con aquella idea suya. ¿Queréis una Europa unida?, preguntó Miss Puzzle retóricamente. Para la fusión de mentes y corazones y propósitos no hay nada como compartir una misma culpa, dijo. Y qué culpa mayor puede haber que el clásico, el glorioso regicidio, dijo. Pongamos, pues, un acto final al drama inacabado que constituye el fundamento de la consciencia continental, la Revolución Francesa, dijo. Y en la fuerza y el terror de una nueva apoteosis termidoriana cortemos las cabezas todavía coronadas que aquel fértil Evento dejó intactas, dijo. Y les pareció bien a los pomposos líderes de la construcción continental. Y los reyes y reinas y príncipes de toda Europa (y algún que otro noble, de paso, a efectos dramáticos y escenográficos) fueron arrestados ostentosamente en sus ostentosos palacios y portados a París. Despiadadamente. En jaulas de oro, como raros especímenes. Como reliquias o curiosidades paleontológicas. Y los Gustavs y Karls y Charleses y Carloses y Olafses y Philips y Christines y Elizabeths (y algún pardillo de las Casas de Belloch y Malaspina y de los Drachenfels bálticos) fueron decapitados en un cadalso público y sus regias muertes fueron retransmitidas en directo a todos los países del mundo y por todos los canales. ¡Qué macabra fête! “El Führer alemán dijo que se sentía bautizado en icor ancestral y que la sangre del holocausto revitalizaría el cuerpo enfermo de la Comunidad Europea. El Presidente francés dijo que ya era hora de que la Revolución Francesa fuera reconocida como el acontecimiento fundacional de la Unión; París, como su piedra angular; y el francés, como el verdadero espíritu de Europa. El Premier británico balbució algo acerca de manos que más bien teñirían de rojo el multitudinario mar haciendo del verde un único carmesí... pero nadie entendió realmente lo que decía. El caudillo de juguete ibérico, el esperpento de rostro arratado, gorjeó que estaba contento, sí sí muy contento. Y el rostro se le veía sobremaquillado en la pantalla de televisión donde derrochaba su ferial sonrisa de ostentoso grandguignolista. “Miss Puzzle lloraba ríos de lágrimas sensibleras por la enormidad de las cosas logradas. Ella, cuyo lema personal era Yo no cargaré con la culpa, encontraba ahora la salida de su paranoica inculpabilidad participando del crimen continental. Gorda como una Diosa Madre de la edad de piedra, empezaba a sentir ya las punzadas de su hambre inconsolable y a morder su eterno sandwich. “Y yo, aquel mismo día, canonicé al simio, reconciliando así la iglesia de Cristo con Darwin y comprendiendo por fin, a la vista de todas aquellas cosas, de qué modo tan profundo, tan hondamente inconfesable, si Cristo es el hijo del hombre, el Mono es el abuelo de Dios.” Las intensidades de la narración de Madsphinx las hemos escuchado no con el oído, sino con los ojos y el cuerpo. Los sonidos se han hecho 49 forma, las palabras imágenes, las pausas terrores. Ahora que calla, calla absolutamente como la deshabitada carcasa de un hombre, nosotros bregamos aún entre formas espectrales a la deriva en las corrientes del evocado pretérito. La plaza bulle de presencias fantasmosas alrededor de la jaula de Madsphinx, en el líquido y túrbido lyft del reflujo del tiempo. Espectros de tenues lineamientos, vagamente luminosos, medusas oníricas. El oráculo está silencioso. La botella seca. La noche gastada. La Esfinge es de nuevo un tótem callado, piedra inmortal en las tórridas arenas de una memoria desértica, los ojos cerrados contra vientos faraónicos. Nosotros, hombres, amedusados fantasmales hombres en el ir y el venir de las mareas del tiempo, somos el eco hueco de Su Locura, constantemente humillados por la enormidad del vivir. Bucle Temporal: Interludio “Tu Guía soy al Jardín de la dicha, preparado tu asiento.” Abro mis ojos ásperos al lyft acre y desabrido. Ahí está, cerniéndose sobre mí, Drosophila Melanogaster, la Amarrocío Ventrinegra, compasiva como un dios al pronunciar palabras nobles y antiguas. “Lone... ¿Lone?” Abro mis ojos ásperos al lyft acre y desabrido. “Así que estás vivo.” La voz de Larissa. No rauca ya, ni crepitante en mi receptor, sino con algo en ella del murmullo de las hojas al posar su mano en mi hombro. “Eres el héroe del día. Aunque creímos haberte perdido.” “¿Dónde estoy?” “Mismo lugar que estabas antes de perder el sentido. ¿Recuerdas? El bosque en llamas... lo replacers filtrándose tras nuestras líneas... Parece que los detuviste.” “Aves cometa, pájaros muecines, gritos de pavos reales... secretos Sueños Satori...” “Lo que tú quieras. Te encontrarás mejor dentro de un rato, ya verás. Venga, en pie, soldado”, ordena Larissa ofreciéndome su brazo fuerte. Me levanto frágilmente bajo el peso de la luz grávida. Un sol guinea pulsa más allá de los velos de humo en suspensión. El lyft es pútrido. Un sabor rancio me llena la boca. Me bailan los ojos entre sombras difusas. “¿Dónde está Madsphinx?”, pregunto. “¡Eh, this klugman’sta loco!”, se mofa alguien detrás de mí. “¡Este hombre te ha salvado!”, le escupe Larissa en respuesta. “Okay, Lone, hora de volver. Yo te llevo, tu 3-wheeler ya no es.” “Caminaré.” “¿Hasta el nido? Unziemlich. Es un largo paseo y no pareces...” 50 “Me apañaré. Me pondré mejor cuando empiece a moverme y sude todo este malestar.” “Uptoyou. Te veo allí más tarde, pues.” Es casi el crepúsculo cuando alcanzo P-7. Su superficie en ruinas flota en luz vaneciente y melancolía. He pasado las últimas horas cojeando con el cuerpo y la mente, tratando de hacer encajar mis recuerdos mientras me arrastraba hacia el nido. Constituye un milagro cruel que aún nos esforcemos en buscar coherencia en un mundo como éste. ¿Cómo sabemos que hay otros más sumisos a las expectativas de la mente humana? ¿O no los hay y la mente no es sino un aborto de la materia germinando expectativas imposibles a partir de su substancia bastarda, exiliada para siempre, por siempre impotente? Abajo en la playa hombres y mujeres se adoran bañados por luces más dóciles, besados por el olvido. Bajo un cielo sáfico-azafrán Karla y Carry-Ann yacen enzarzadas en épica lucha lesbia. Ungidas por el sudor de su deleite y esfuerzo, exploran las sendas secretas de la erosofía, guidas por la necesidad de sus cuerpos, sin temor a los infiernos del placer. Carta blanca disfrutan para saquear la carne amada, violarla como un templo virgen tanto más exaltado cuanto más profanado es. Me demoro contemplándolas, hipnotizado por su belleza, su despreocupada exhibición. Mariolles olas índigo lamen sus piernas entrelazadas, y sus pechos morenos humedecen la espuma y los besos. Melena sable y melena dorada se mezclan en un rubedo de pasión. Sus labios se deslizan hambrientos sobre el cuerpo ajeno, trazando meridianos de rapto, inventando dichas y estremecimientos... endureciendo los manantiales de la leche santa con juegos de lengua, alquimia manual y húmeda música. Sus cuerpos se multiplican en las arenas espejo como si rodasen sobre fragmentos de caídas estrellas. Ágiles danzan como panteras de terciopelo, maullando fieramente. Jadean como yeguas irrêvées a la carrera. Como sementales estallan en una vasta, última, láctea erupción compartida de irradiante placer... que me toca como un viento solar. Ciclópeo Sol las observa todavía una vez, admirado. Luego desaparece. Sumergido en el inframundo de una noche sin estrellas y sin dios. Plegaria Creo en ti. El Misterio. 51 Encarnado en el cuerpo de esta mujer. Alma de su belleza. Vistiéndola de trascendencia. Ella duerme, perdida en sueños. Pero tú, insomne por siempre, lates en su vida citoplasmática, respirando con poder mitocondrial, arrullándola con ritmos primordiales. Ella duerme, arrullada por sueños. Plácidamente ignorándote. Perdida en su cuerpo ligero, como llena de pájaros, remontándose. Plácidamente ignorándote, a ti que siempre insomne hilas una mitología de vida en sus células con ritmos primordiales. Ahora que todo está en silencio y nada se nos pide, sino que reposemos en esta posada del tiempo, la unánime Noche, puedo descreer de las paredes de esta prisión. Esta mente-prisión. Esta mente-mente. Y creer en ti. Oh Misterio que te haces presente en la Belleza. ¿Dónde estás tú en los dolores de la incertidumbre? ¿Cuando el miedo encierra el mundo y empequeñece el esfuerzo humano? ¿Cuando el tiempo sopla sin cesar hacia lo por venir, abriendo un camino de pérdida? ¿Cuando los recuerdos desertan de nosotros y nos descubrimos vacíos? El vacío que tú debieras colmar pero no apagas y te ocultas silencioso... Creo en ti, sin embargo, ahora que todo está en silencio y la noche es interminable y este cuerpo de belleza duerme a mi lado hierático. Vastamente abierto al toque de mi mano. Inconsciente. Estremecido. Y el mundo parece entero. Oh tan entero otra vez, tan aterradoramente perfecto en su devastada imperfección. Si tan sólo dejases brillar tu sonrisa en medio de nuestro temor, y nuestra inercia, y nuestra desposesión. Por más débil que fuese. Sin tan sólo nos tocases entonces con la bendición de una entereza divina. Cuando más hondo es el exilio de nuestras almas. Oh Misterio que luchas por crear la Forma perfecta en esta ajena, negativa materia. Pacientemente entrenando a esta vida indócil con fyr que no consume. Combatiendo por siempre a la arcilla y la piedra renuente con una poesía de cuánticos enigmas... “¿Qué hay?” Carry-Ann emerge un instante de la corriente de los sueños, sus ojos oscuros vacíos de pronto de las fluidas visiones. Siente entonces de nuevo el tirón del sopor y bucea entre sombras crecientes, débilmente iluminado el rostro al sumergirse en el palpitante plasma silencioso. La noche fluye inexorable hacia su temible final y me siento abandonado. Los muros de la mente brillan sólidos otra vez en toda su impenetrable negrura. El Misterio se ha vuelto tan tenue, tan silencioso, que su quietud lo esconde. En las profundidades de la madriguera una vasta risa explota, la de Madsphinx. La noche está rota. 52 Bastardos & Preñadores “¿Qué hay?” “No podía dormir.” “Debe de estar amaneciendo.” La vela nocturna está casi agotada. En la penumbra de mi celda la desnudez de Carry-Ann parece absorber los últimos restos de esta luz rarificada, como un sol negro. “¿Estás bien para combatir hoy, Lone?” “¿Alguna vez tratas de entender?” “¿Como qué?” “Esta pantomima que llamamos vida.” “¿Por qué lo preguntas?” “Porque quiero saber que no estoy sólo en mis preguntas.” “¿Y entonces?” “Supongo que me sentiré más cuerdo.” “¿Y sentirse más cuerdo se supone que es bueno? Okay, no estás solo, si es eso lo que quieres saber. Al menos no estás solo aquí y ahora.” “¿Tienes respuestas?” “Tengo respuestas prácticas. Sabes que son sólo prácticas porque te permiten actuar, pero nunca llegan a sofocar tus miedos. ¿Has estado elucubrando la noche, Lone?” “En cierto modo.” “¿Y? ¿Conseguiste tus respuestas?” “Respuestas nocturnas. Sabes que son sólo nocturnas porque el miedo retorna con la aurora.” “¿Qué miedo? ¿Replacers?” “Quizás ellos no sean más que el símbolo de nuestro miedo, su encarnación física. Pero el miedo en sí es más profundo. Informe. Tiene que ver con los abismos del tiempo. ¿Has oído llorar a los astros alguna vez? Hace que quieras beber hasta caer en coma y no despertarte nunca más. ¿Cuáles son tus respuestas prácticas? ¿Qué es lo que te ayuda a engañar la desesperación un día tras otro?” Pongo mi mano en su abdomen musculado, sinuoso, y siento un renovado espasmo de deseo. “Me digo a mí misma”, comienza Carry-Ann, “que estamos aquí expiando nuestro crimen.” “¿Qué crimen es ése?” “El crimen de dar la vida sin saber qué hacemos en el mundo. El crimen de dar inconscientemente la vida sin tener respuestas, igual que las bestias. El crimen de prolongar absurdamente una vida que no es vida, generación tras maldita generación. La arrogancia criminal de tejer cuerpos con nuestra propia carne y aprisionar mentes y almas en ellos.” 53 “No sabía que hiciésemos otra cosa que quitar vidas. Somos asesinos, no procreadores.” “Por supuesto que lo sabes”, replica Carry-Ann. “Has oído a Madsphinx tanto como yo. Los replacers son vengadores. Nosotros somos los preñadores; ellos, los bastardos. ¿Les oyes llorar, Lone? No son los astros los que lloran. Eso es verdammt mala poesía, man. ¡Son ellos! El fruto prohibido de nuestro seno. Cuando los sexos eran diferentes, aptos para la procreación, y el vientre de la mujer se abría como una flor de dolor y de pecado.” “¿Así que crees en él?” “Creo en la única memoria con la que podemos contar. Y es él. Porque la memoria es locura, él está loco. Porque la memoria es un enigma, lo llamamos la Esfinge. Porque la memoria tiene alas, vive fuera de nuestras mentes y volaría si no lo tuviésemos encerrado en una jaula. Es nuestra única verdad accesible. Sabes que la suya no es sólo una verdad práctica porque sus palabras infunden terror. No son los astros los que lloran, Lone; ésos como mucho nos ignoran. Son los otros, los pequeños. Quieren saber por qué los hemos puesto aquí en el mundo, para remplazarnos en nuestro estupor y dolor y desesperación. Son el tiempo, expulsándonos de la existencia, para devorar y poseer del todo nuestro vacío. Son nuestros bastardos y ansían su herencia. Son los herederos de nuestra desposesión.” “¿Y luego?” “Y luego los combatimos. Y los seguiremos combatiendo hasta el final del tiempo, que ya no puede estar lejos. Porque luchar es la transubstanciación del dolor y por eso es el padre de todas las cosas.” “¿Y luego?” “Y luego acabaremos. Tanto bastardos como preñadores. Y ya no habrá más necesidad de hacerse preguntas.” Petrifica un Rep “¡Menuda vena dramática tenéis los dos!” Karla está en el umbral. La puerta, silenciosamente abierta. “¡Quién habla!”, responde Carry-Ann levantándose y recogiendo sus ropas. Karla contempla apreciativamente su musculada desnudez, los fluidos movimientos de su cuerpo a través de la densidad del lyft nocturno, viciado de Weltschmerz y de inexhaustos sueños. “¿Tú, Lone, estás lo bastante entero?”, pregunta sin asomo de simpatía la intrusa. “Newton quiere vernos, a ti y a mí.” “¿Otra misión gloriosa?” 54 “Suena así, más o menos. Vamos.” “¿Te importa si primero me visto?” “Hazlo, por favor. Se te ve tan jodido y escuálido.” Así que me pongo mis heroicos andrajos, mi equipo de combate y, sintiendo el poder vicario de mis armas en la cintura, sigo a mi camarada por la penumbra de corredores, inusualmente llenos de insectos y zumbidos, como si algo los hubiese despertado de un largo letargo o pisado un frenético nido. Unidades de combate fluyen ya hacia las cuatro puertas de la warren mientras nosotros nos hundimos hacia niveles más y más profundos, hacia el área de Control. En algún lugar por debajo de nosotros una máquina perforadora muerde sin piedad la pared de roca, esforzándose por abrir nuevos túneles a través del sopor de la materia hacia submundos de sepultados recuerdos y de aún no turbadas penas. El sordo estrépito nos alcanza con un acompañamiento de los desvaríos de Madsphinx, manando sin cesar: ...lo que significa una presencia del objeto por sí mismo (no de manera representacional) en la consciencia del sujeto. Una fusión de ambos e identificación del uno en el otro. Podemos llamar consciencia-Verdad al espacio donde tiene lugar la experiencia-verdad o aprehensión-verdad. O consciencia integral, o Supermente, por lo que a ello respecta. Ahora bien, si puede concebirse un estadio zenital en la evolución del conocimiento en que la polaridad subjeto-objecto es trascendida (polaridad que hasta este punto en la evolución ha estado limitando e incluso distorsionando la percepción del objeto por el sujeto), podemos imaginar también un proceso de involución por el que tal polaridad se desarrolló en un primer momento. En efecto, en la medida en que el tiempo depende de la percepción, postular la posibilidad de una aprehensión instantánea de la Verdad, esto es, del objeto como una totalidad integral, por el sujeto implica postular una consciencia supramental en la que la función temporal lineal, tal como la conocemos, colapsa en lo que podría describirse como un tiempo-eternidad. Desde el punto de vista de la mente, un estado supramental semejante es un clímax de evolución, un horizonte futuro. Pero desde el punto de vista de esta consciencia superior, cuyo medio temporal es un eterno presente, el tránsito a través de la mente-vida-materia-vida-mente es un ciclo de involución/retorno que tiene lugar en el exotiempo, concebido este último como el Rayo espaciotemporal cuatridimensional de la existencia secuencial que surge del Sol-Verdad omnidimensional. Dicho de otro modo: el concepto de Dios surge lógica, y necesariamente del hecho de postular la posibilidad del conocimiento integral: si el conocimiento integral es posible, debe existir la 55 consciencia capaz de él; si esa consciencia es posible, no puede haber sido creada porque en el acto de conocer integralmente al objeto abole el tiempo. La mentalidad científica —incompletamente científica, diría yo— no ha dejado de ridiculizar el Argumento Ontológico de San Anselmo, pero... Y allí estamos, confrontados por el ÆÞele, rodeados por el efervescer y chisporrotear de los afanosos radiotransmisores. Un aura de inquietud envuelve a Newton. “Hemos perdido la comunicación con P-4, boyos”, son sus primeras palabras. Después, leyendo todo el agotamiento de la noche insomne en mi rostro: “Apuesto a que hoy aceptarás una taza de café aunque te la ofrezca yo, ¿no, Lone?” Contesto un amodorrado sí con la cabeza y él nos guía hasta la cafetera eléctrica sobre la mesa coja, absorta en su soliloquio de hirviente negrura. Incluso Karla está dispuesta esta mañana a beber de la reciclada poción. “Entonces la última de las colonias se ha perdido”, dice ella. “No lo sabemos seguro”, replica Newton. “Hubo lucha entre P-5 y P-4. P-5 estaba infectado, o al menos eso decía el informe de los fourters. Marcharon hacia allí para limpiar el lugar, como vosotros hicisteis con P-6. Las máquinas registraron actividad cuántica de pulsadores y sabemos que hubo fuego también de lanzallamas y con-armas. Pero las transmisiones cesaron mucho antes de eso. No nos llega nada más.” “Si han caído todos, ¿cuántos crees que quedamos en total?”, pregunto recordando las palabras de Carry-Ann: los seguiremos combatiendo hasta el final del tiempo, que ya no puede estar lejos. “Alrededor de dos mil”, responde Newton. “Probablemente menos. No recuerdo las cifras.” Se sirve una segunda taza de café y se ofrece a rellenar las nuestras. Declinamos, intoxicados ya por el alquitranado bebedizo. “Ahora venid conmigo.” Nos conduce a su despacho, se inclina sobre una mesa cubierta de todo tipo concebible de papel y hurga, sombrío, entre la confusión. Busca algo bajo la locura de informes, encuentra una hoja emborronada, rota por la mitad como si la hubiesen arrancado chapuceramente de un viejo cuaderno de notas, y me la pasa con una inescrutable sonrisa. “¿Tienes idea de lo que significa?” Leo: Tomó también un átomo de espacio y abrió su centro al Infinito. Cada Espacio menor que un Glóbulo de la sangre del Hombre se abre a la Eternidad, de la que esta Tierra no es sino sombra. 56 El Glóbulo rojo es el Sol inexhaustible creado para medir Tiempo y Espacio a los Hombres mortales. W. Heisenblake pq – qp = h/2πi Gruñó mi madre, mi padre lloró. Al peligroso mundo salté yo: Desnudo, desvalido, piando enloquecido, “Ni la más mínima.” “¿Qué dices tú, Karla?”, insiste Newton. Karla toma de mi mano el pedazo de papel y lo lee con una mirada rápida, precisa. “¿Madre, padre...? Sin duda tendrá que ver con los replacers”, dice. “¿De dónde viene?” “Últimas excavaciones en la madriguera. Hemos encontrado nuevas cámaras. Es decir, viejas. Nunca habíamos visto nada semejante. Parece que fue un área Wissenschaft. Por el momento no puedo deciros mucho de lo que hay allí, pero... Sea como sea, la cuestión es que los investigadores de Control están de acuerdo contigo, Karla. De un modo u otro, esto ha de estar relacionado con los replacers. Incluso creen que con esta fórmula podrán desarrollar nuevas frecuencias para nuestros pulsadores cuánticos. Una modulación, por ejemplo, capaz de paralizar a un replacer; de dejarlo congelado, petrificado, en lugar de matarlo.” “¿Para que quieres un replacer petrificado?”, pregunto sin disimular mi repugnancia. “¿Karla?”, invita Newton. “La solución final, supongo”, responde ella, “ahora que hemos perdido la comunicación con todos los demás y probablemente seamos el último resto de existencia humana. De modo, Newton, que quieres que te consigamos un replacer, ¿no? Un replacer asépticamente petrificado para que tus investigadores puedan estudiarlo, escanearlo y abrirlo en canal en busca de respuestas ocultas y de claves pasadas por alto.” “Nunca me decepcionas, lady.” “Y vosotros los de Control incluso debéis de pensar que tendréis cierto tipo de control sobre él sólo porque estará paralizado. Que los experimentos serán seguros, que dominaréis vuestras propias reacciones y mantendréis al resto de la madriguera fuera de peligro.” “En efecto. Mira, existen evidentes riesgos, pero estamos más que seguros de que podemos hacerles frente. Ya no nos queda mucho tiempo. 57 Estamos desapareciendo. Puede que las soluciones estén donde nunca hemos tenido la posibilidad de buscarlas, en nuestros propios enemigos. Debajo de su piel, escondidas en su propia carne o en lo que sea que constituya la materia de la que estén hechos sus cuerpos. Esto es la guerra, boyos. Puede que sea la última gran guerra de la humanidad por su supervivencia. Y ha llegado la hora de apostar el todo por el todo. “Cuando consigamos esa fórmula paralizadora —y puedo aseguraros que no estamos lejos de hacerlo—, tendré necesidad de vosotros, muchachos. La misión será secreta, desde luego. Partiréis de noche, en silencio. Viajaréis a caballo, hacia el sur. Quizás podáis investigar también qué ha pasado allí con los fourters. Esto en caso de que los replacers no hayan inundado todavía la zona y cerrado sus líneas en torno a nosotros. Llevaréis pulsadores modificados, con capacidad para paralizar tanto como matar. Los informes serán cada seis horas, a través de una frecuencia de Control. Una segura. Si tropezáis con un fiveter o un fourter infectados, lo capturáis y nos lo traéis. Atado o petrificado, preferiblemente lo primero. Hasta entonces quiero que descanséis y os toméis las cosas con calma. Hablaremos de vuestro retorno a la madriguera cuando hayáis terminado la misión.” Un rotundo silencio responde a su discurso. “Bien, boyos. Ya sé que no puedo esperar exactamente entusiasmo pero he de saber si puedo contar con vosotros.” “Tú nunca te has acabado de fiar de nosotros, precisamente, entre toda la gente aquí, Newton”, replico. “¿Por qué Karla y yo?” Newton aparta de mí sus ojos, permanece callado, ocupa sus manos una vez más con papeles ociosos. Es como si nunca hubiese oído mis palabras. “Puedes”, Karla se precipita a contestar, “¡jodidamente puedes!” Me arroja ahora una mirada glacial y leo en el fiero resplandor de su rostro que el hombre de Control sabe positivamente lo que no puede mencionarse aquí, ni aludirse siquiera, sin que signifique el final de Karla: que ella es la guerrera idónea para la misión porque sufrió el toque de los replacers y aún soporta triunfalmente su dolor. En cuanto a mí, supongo, no soy más que una opción útil. Un asesino eficaz y lo bastante apegado a Karla como para no traicionarla nunca... mientras que ella no parpadearía siquiera, si se viera en la necesidad de acabarme aquí y ahora. “¡Entonces largaos! No tengo más tiempo para vosotros.” Bestia Lastrada de Mente “Tengo que ver esas cámaras.” 58 “Seguro que sí. Tú nunca te perderías la oportunidad de meterte en líos, ¿verdad, Lone?” “Lo siento sí...” “¡Jódete!” Continuamos en silencio a través de las catacumbas que recorren la madriguera, su turbio, húmedo silencio ahora que casi todos sus habitantes han emergido a las luchas diarias bajo el sol. Un silencio denso, lúgubre, roto sólo de vez en cuando por el hilo de la voz lejana de Madsphinx, los bramidos triunfantes o derrotados de la tenaz perforadora y el zumbido de insectos ocasionalmente molestados. Durante algún rato nos limitamos a caminar sin dirección precisa, como a través de sueños sedimentados en un fondo marino. “De acuerdo, Lone. De hecho no importa nada ya. Sabes que nunca volveremos vivos a la madriguera. Así que ¿por qué no? ¿Quieres ver lo que hay en esas viejas cámaras? ¡Veámoslo!” “¿Cómo?” “Vete a tu cuarto y descansa unas horas. No sé lo que has estado haciendo toda la noche, pero pareces necesitarlo. Babeando sobre el cuerpo de Carry-Ann, lo más probable. Así que duerme un rato e intenta recuperarte. Mientras tanto me enteraré de dónde están esa cámaras Wissenschaft y de cómo acceder a ellas.” De modo que yazgo tirado en el lecho, como muerto. Mi mente flota lenta a la deriva, con cansancio carnal. Mi boca la colma una amargura matutina. A mi lengua la turban palabras inmuertas cuyo significado ha huido hace tiempo al olvido dejando atrás meros cuerpos sonoros, una drogada semántica de articulados sinsentidos: “Lubricán tiferet sharratu stijó abditum mentis Wissenschaft ad astra autarkes brotgelehrte durak duveté súriyan iravil naukar sona excusatio vulpina vainá manyu manmatha ommmmm...”, pronuncio escuchando su ebriahechizante cadencia. Palabras-endecha de un mundo perdido. Palabras-embrujo arpegiadas por el viento en los pináculos de una Atlántida sumergida. “LubricántiferetsharratustijóabditummentisWissenschaftadastraautar kesbrotgelehrtedurakduvetésúriyaniravilnaukarsonaexcusatiovulpinavainá manyumanmathaommmmm...”, vomito en un chorro de fundidos sonidos. Cabalgo su tersa corriente hacia el torpor profundo... oscuridad... Desmayo de besos lloviendo fríos... You copy coffee coffin flawless fawning... Un humo de pensamientos descosidos asciende flotando del naufragio de mi mente, portando consigo cierta forma de descerebrada consciencia. El techo de mi celda se abre abruptamente a una expansión azur, inundada de luz viviente, ilimitada. 59 Cisnes planean borrando horizontes. Aquí, en esta Ausencia de Forma, el ADN de los ángeles y los demonios de la mente se elabora; y también el de los genios que pastorean nuestros sueños. Desde aquí la consciencia se extiende hacia abajo, hundiéndose en la ilusión de la vida terrenal y el letargo de la inconsciencia, ramificándose al este hacia los mundos de la memoria pasada y al oeste hacia la mnemónica del futuro. Ahora podría recuperar todo lo que mi mente ha perdido... si tan sólo quisiera hacerlo. Pero ya no sé por qué debería quererlo. Olvido es beatitud. Es la beatitud del Vacío cuando ya no queda nada en mí capaz de sufrir la vacuidad del Vacío. Y el Vacío es plenitud. Luz viviente implosiona en Suiluz. El Rayo cuatridimensional traza su bucle en el tiempo y el ciclo cósmico se cierra sobre sí mismo en torno a un Yo de Silencio. Un viento-dios sopla gentil aquí, preñado de música no nacida. Nado en inflada blancura. “Lone...” El nombre, abandonado desde hace mucho, se filtra hacia lo alto desde la catalepsia de la carne, ecoando oscuramente donde ningún sonido es posible. Una exhausta gravedad tira de mi consciencia en suspenso hacia abajo a través una atmósfera de sólidos sueños. “¿Lone?” Serpientes aladas coleando fieras dibujan otra vez los borrados horizontes, enmarcando el lienzo de lo posible. Feéricos quarks heisenberguean hacia lo infinito. Desasidos pensamientos vuelven a coserse en razón formal y descienden en picado al teorema protector del cráneo. Tribus de palabras rotas coinciden de nuevo en las encrucijadas del cerebro, cintilando tenuemente, ensamblando ebrias voces... Lubricántiferetsharratustijó abditummentis Wissenschaft adastraautarkes brotgelehrte durak duveté súriyan iravil naukar sona excusatiovulpina vainá manyumanmatha ommmmm... Atando fuertes las cuerdas de la razón. La matriz mental empieza otra vez a generar hechos, números y la mecánica del tiempo causal. Vuelvo a ser una bestia lastrada por la mente. Sensación de cálidos labios en mi frente. El rostro de Karla emerge a través de la niebla del despertar. “Estás blanco como el papel y frío como un cadáver. ¿Cómo te encuentras?” “Estaré mejor.” “Estupendo. Nivel trece, al final de la séptima calle. A las 2 a.m. Alguien nos introducirá. Descansa hasta entonces.” 60 Y ha partido. Cierro los ojos de nuevo y me deslizo a más plácidos campos del sueño. Pierre Teilhard I “¿Me recuerdas?” “Verás, al principio fue la Palabra, lo que significa que la materia, que no es sino la fórmula impuesta a la Naturaleza, es un producto poético... aunque, tal como la conocemos hoy, la materia es mala poesía. Una suerte de poesía neoclásica, por así decirlo.” Un aplauso multitudinoso recibe sus palabras, nubes de moscas y abejorros y todo tipo de bicho volador agitan sus alas minerales. Los cerdos gruñen. Las vacas chismorrean. Las aves de corral profetizan. Las ovejas meditan. Los burros trinan salmos y proverbios. Los caballos ríen. Las ratas chatean. Los dioses duermen. Y yo... yo me siento lo bastante paciente como para oírle pontificar. O quizás me he dado cuenta de que todo diálogo es en realidad divergente y que el secreto de la verdadera comunicación, de corazón a corazón, de sed a sed, de angustia a angustia, es no tratar de comunicarse en absoluto, sino dejar que el absurdo semántico al que somos tan proclives borbotee en nosotros hasta agotarse por sí mismo. O quizás sólo quiero aguijonearlo para que hable y sondar entonces sus desvaríos por si encuentro en ellos sutiles insinuaciones, rompecabezas que son mensajes. O quizás medro en presencia de la Esfinge, cultivando enigmas insolubles y abandonándome luego al nihilismo de su opresión... para que la vida parezca insufrible y pueda yo entregarme a la inexistencia. “Newton quiere que cautive un replacer. ¿Qué opinas?” “¡Oh! Él es un mago, ¿lo sabías?” “¿Newton?” “Mira su idea de la gravedad, por ejemplo. Eso fue antes de que la Segunda Trinidad, Einstein-Planck-Heisenberg, pusiese a la Naturaleza la camisa de fuerza de las dimensiones fundamentales. Fuerzas que actúan instantáneamente a distancia, como la gravedad, son magia en un universo relativista. Por eso Newton es una entidad doble: por un lado, dio nacimiento a una Naturaleza mecánica y la humanidad vivió atrapada en su paranoia largo tiempo. Por el otro, vislumbró una Naturaleza divina de tiempo absoluto, fuerzas místicas y transmutaciones alquímicas. Trató de unificarlas, pero fracasó.” “Y ahora quiere un replacer, sin importarle las consecuencias.” “Bueno, su concepto mecanicista del mundo tenía que ser remplazado. Era mala poesía. Era la Naturaleza escrita en aburridos dísticos. Einstein y Planck llegaron y la reescribieron en la forma de una 61 Naturaleza verslibriste. Heisenberg compuso su versión en septenarios proféticos, y la mente y Dios retornaron a la Naturaleza. Pero de algún modo lo muy grande y lo muy pequeño aún necesitaban ser unificados.” “Apestas, papa, ¿sabías eso?” “Pero es que Roma también necesitaba a su propio Gorbachov; Dios había empezado a jugar a los dados.” “Pontifex...”, le enrostro recurriendo al depósito de palabras insepultas en mi mutilada memoria. “¡Oh sí! ¡Pero sí! ¡Yo fui él! El Gorbachov de la iglesia, llegaron a llamarme. Pierre Teilhard I. Porque yo sabía que, si la Primera Trinidad — Bacon-Newton-Locke, tal como la formulara el Poeta— había desterrado a Dios de la Naturaleza y nosotros los sacerdotes éramos Sus mediadores, con la Segunda el Supremo Poder estaba infiltrándose de nuevo en ella. La Materia dejaba de ser mala poesía para convertirse en una Hieromateria capaz de nutrirse, curarse, generarse a sí misma, fuente de una nueva y gloriosa morfogénesis cantada a las supercuerdas de su realidad fundamental. En el principio fue la Palabra, y la Palabra se había hecho carne viviente. De manera que el vicario de Dios había perdido su lugar en el mundo: el Rey retornaba a su reino, aunque todavía ignorado y desoído por todos... Pero todavía lo muy grande y lo muy pequeño necesitaban ser unificados.” “¿Te dice algo el nombre de Heisenblake?” “Un universo incierto es un Universo Poético. Pero todavía, ¡escúchame!, todavía lo muy grande y lo muy pequeño necesitaban ser unificados.” “¿Tratas de decirme que los seres humanos y los replacers son dos modos de operar de la Naturaleza que deben unirse?” Como despertado de pronto de un trance, la Esfinge clava una mirada insoportable en mis ojos, quemándolos con presión enloquecedora. “Te estoy diciendo que la Verdad es un Niño eterno.” “¿La Verdad?” “Ser es Verdad. La Verdad está viva.” “¿Y el hombre?” “¡Ah, el hombre! El hombre es una historia que contar.” “¿Quién eres tú?” “¡El Tramador! Así me llamaste.” “¿Y yo? “Una palabra pronunciada mucho tiempo atrás, su significado perdido, reverberando aún por los corredores del olvido.” “¿Pero quién soy Yo?” “Todo se consume al final, como la varilla de incienso.” 62 El Origen del Hombre “Madsphinx me ha hablado”, le susurro a Karla al oído. “Entonces éste es el momento de guardar silencio”, responde, pero el destello de asombro en sus ojos traiciona el impacto que le han causado mis palabras. El tipo de Control encargado de la vigilancia en las excavaciones nos deja entrar, reconociendo nuestra presencia con el más imperceptible de los gestos de cabeza. No llego a verle el rostro. Me pregunto cómo lo habrá sobornado Karla. La taladradora ha forzado aquí, a través de una pared de ladrillo de tres pies de anchura, la entrada a un viejo y olvidado corredor de unas cincuenta yardas inundado de escombros y que conduce, por lo que nuestras linternas son capaces de revelar, a una puerta corredera de metal abierta a una oscuridad ominosa. Wuldor se filtra desde el techo, cayendo aquí y allá en forma de gotas pesadas, calientes, alquitranadas, que miden el tiempo con maquinal precisión. Pasamos sobre los restos de la inmensa pared en el umbral y luego entre bloques de cemento, ladrillos rotos, charcos inefables, barras de hierro oxidadas, cables carbonizados, desechadas tuberías y remotos fragmentos de no-quieras-saberlo... y nuestras luces despliegan este fobiarama de un modo tan vacilante como si estuvieran inventándolo. “¡Karla!” “¡Calla!” “¿Has visto eso?”, murmuro enfocando mi linterna hacia la pared a nuestra derecha y deslizando el rayo de luz sobre ella toda la longitud del corredor. “¡Nu-chtó! ¿Qué es eso?”, se extraña acercándose a la pared y concentrando su luz en la primera de las imágenes que cuelgan allí. La atmósfera se adensa de pronto con el silencio y la solemnidad de una necrópolis. “¡Fotografías!”, exclama olvidando toda precaución. “Son las primeras que encontramos.” “Y sin embargo sabemos tiemnó lo que son. Entendemos lo que son. Me doy cuenta ahora que de alguna manera las he estado esperando todo el tiempo... las hemos estado esperando todo el tiempo.” La miro desconcertado. “¡Despierta, klugman! Son la primera prueba indisputable de que el mundo era diferente en el pasado. Nosotros vivimos en una versión devastada de él ¿Lo ves? Esto tiene que ser P-7 tal como era antes. Fíjate en la iglesia con su torre en el extremo izquierdo del paseo marítimo, la playa desértica a sus pies, las altas olas contra el malecón en un día turbulento.” 63 “No hay nadie ahí.” “Veamos la siguiente”, dice Karla moviéndose ya hacia la segunda de las imágenes, sin mirar dónde pisa. Pero la hoja de cristal que protegía la imagen del polvo y la humedad y el tiempo se ha desintegrado aquí y la fotografía está dañada más allá de cualquier posibilidad de reconocimiento. Contemplamos la tercera instantánea. Es la fachada de un imponente edificio, todo él de metal y cristal. Cristal azabache. En lo más alto se vislumbra un letrero en grandes letras doradas, escrito en una especie de lengua mestiza: SCHWARZ-CIENTÍFICA FOUNDATION. Junto a la puerta principal hay un grupo de figuras humanas. Seis en total. Demasiado pequeñas para que se las pueda discernir con claridad, aunque todas ellas son varones, visten una especie de uniforme y nos miran con sonrisas satisfechas. Por lo demás, el edificio podría estar en cualquier parte del mundo; aparentemente, no hay claves de su posible localización. “Mira éste”, dice Karla señalando con el dedo a la tercera figura de la derecha, notablemente más bajo que el resto de los personajes del grupo. “¿No te recuerda a Newton?” “No podría decirlo.” De pronto, un ruido inesperado en el extremo distante del corredor nos pone en guardia. Apagamos las linternas y esperamos en silencio. No ocurre nada. Tras un instante nos llega la voz apagada del guardia en el umbral: “¡Podéis seguir! Todo’s’kay.” Pasamos a la siguiente imagen. Es la instantánea de una torre, toda ella rodeada de un seto de ciprés y con una gran verja de hierro forjado en cada uno de los extremos de su línea frontal. En una de ellas puede leerse todavía el nombre del lugar formado por los arabescos del hierro finamente trabajado: LOS ARCOS. Tampoco hay indicios aquí de su localización, aunque... “Ambos ocupan la misma área”, afirma Karla. “¿Ves la acera? Mira, aquí y... aquí. Es la misma”, verifica pasando su rayo de luz de una fotografía a la otra. “Y tampoco cambian las calles a derecha e izquierda del edificio y la torre. Es exactamente el mismo lugar. Una tiene que haber substituido a la otra.” “¿Cuál a cuál?” “Schwarz-Científica es la última, diría yo”, responde Karla. “¿Qué te lo sugiere?” “No lo sé. Una suerte de intuición, supongo. ¿Por qué lo preguntas?” “Porque estamos aplicando una lógica... parece que estemos aplicando una lógica... que no nos pertenece. A nuestro mundo, quiero decir. Es una lógica sepultada hace mucho. La lógica de un mundo en que estos edificios colosales substituyen en el tiempo y el espacio a estas 64 viviendas más modestas. Un mundo en que el tiempo y la memoria se mueven hacia arriba, hacia el cielo. Nosotros lo hacemos hacia abajo, hacia lo hondo, a contrarreloj, tratando siempre de desenterrar fragmentos de un pasado muerto.” “Quizás no muerto, sino robado”, repone Karla. “Esta lógica que mencionas implica que nuestras mentes responden de algún modo a la memoria del mundo. Porque estas imágenes son la memoria del mundo. Esto es el pasado hablando directamente a nuestros sentidos.” “Si excluyes el monumento a Drosophila y su inscripción.” “Ni siquiera aquél puede compararse con esto.” Llegamos a la última de las fotografías. Es un retrato en blanco y negro, la parte superior del rostro visible aún y el resto fundido en un gris amorfo. La melena sable, los ojos oscuros, alargados e ilegibles, la nariz ferviente y el aura de impenetrabilidad me recuerdan lejanamente a Carry-Ann. “Entremos”, susurra Karla notando que nuestras voces se han ido elevando inadvertidamente hasta un volumen incauto y bajando el suyo a tonos más precavidos ahora que la completa oscuridad más allá de la puerta apela más fuerte que nunca a nuestra curiosidad. A la derecha queda el panel desventrado de la vieja puerta codificada. Cruzamos un segundo umbral hacia la cripta subconsciente de la eorðan, donde la historia yace dormida. El rayo luminoso de Karla cae sobre unas estanterías, hilera sobre hilera de pomposos libros elevándose hasta el techo. “¿Ves eso?”, inquiere. “Los reconoces, ¿verdad?” “¡Libros! Es como si los hubiese tenido en mi mente todo el tiempo, pero ignorándolo. El recuerdo surge con el objeto desenterrado.” Tomo uno de ellos. El título dice, El Origen del Hombre, por un tal Charles Darwin. Lo abro. Todas las páginas se desintegran de repente en polvo cayendo como nube de esporas al suelo inescrutable. Karla coge uno también, ¿Qué Es la Vida?, por E. Schrödinger. Lo observo por encima de su hombro: todas las páginas están en blanco, como si nunca hubieran sido escritas. Y lo mismo ocurre con el resto de los libros que examinamos: El Paraíso Perdido, La Estructura de la Realidad, El Universo Elegante, El Universo Indiviso, En Casa en el Universo, La Presencia del Pasado, El Renacimiento de la Naturaleza, El Paraíso Recuperado... todos los títulos soldándose en poéticas secuencias con sus promesas de una sabiduría de esperanza. “Mira éste”, dice Karla. “The Principia. Isaac Newton? ¿Qué está ocurriendo aquí?”, protesto. “No puedo decírtelo.” 65 La linterna de Karla escruta la pared opuesta. Hay una inscripción en ella en un marco de madera: un pedazo de pergamino escrito a mano, protegido aún por su resquebrajada lámina de cristal y colgado por un cordel de un clavo oxidado. “Ciertamente la Verdad vino una vez al mundo con su divino Maestro”, lee Karla en voz alta, no sin dificultad, “y era una forma perfecta que daba gloria mirar. Pero cuando él ascendió y sus Apóstoles tras él durmieron, de inmediato se alzó una raza perversa de mentirosos que, al igual que en la historia del Ægypcio Typhon y sus conspiradores y del modo en que trataron al buen Osiris, tomaron a la virginal Verdad, cortaron su adorable forma en miles de pedazos y los esparcieron a los cuatro vientos. Y desde ese tiempo los tristes amigos de la Verdad, cuando aparecen, imitando la esmerada búsqueda que Isis realizara del mutilado cuerpo de Osiris, marchan arriba y abajo reuniendo miembro tras miembro donde pueden hallarlos. Todavía no los hemos encontrado todos y no lo lograremos nunca hasta la segunda venida de su Maestro. Será él quien junte cada articulación y cada miembro reconstruyendo una imagen de adorable perfección. John Milton.” “¿Qué significa?”, inquiero, empezando a sufrir la sobrecogedora sensación de la que están hechas las pesadillas. “Que el Sentido es un rompecabezas.” Los ojos azur de Karla brillan ferales en la oscuridad, como dos palpitantes gemas. “Que tenemos que seguir buscando y buscando”, añade. “Buscar a ciegas pieza tras adementada pieza de este acertijo que nunca llegará a encajar... hasta que nos abramos como capullos de locura. Entonces sí encajaremos de maravilla en el mundo.” Me paralizan el miedo y la confusión. Sus palabras, silbadas sin misericordia en el interior de mi mismo cerebro, han reducido mis miembros a una inercia absoluta. “No puede ser así... ¡No puede ser así!”, balbuceo quejicoso. Estoy a punto de gritar. Karla me cruza la cara, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda. El sonido que produce no pertenece a este lugar. Es un sonido de profanación. Me recuerda que estamos saqueando la tumba del Tiempo. “¡Muévete! Hay otra cámara ahí delante. Una mayor.” No sé si quiero continuar. Si puedo continuar. Pero la sangfroid de la mujer subyuga por completo mi voluntad. Al tornarme tropiezo con algo; estoy a punto de caerme cuando hallo apoyo en un estante. Mi linterna muestra una vieja papelera llena de hojas desechadas, rotas y arrugadas. Tomo una de ellas, sucia de tinta corrida y rota por la mitad, y leo: 66 Como diablo en una nube escondido. ¿Broma cósmica o cósmico acertijo? Freudea tu mente, tío, Y Darwinea con rumbo. ¡ReMarxa lo que digo!: Una nueva trinidad gobierna el mundo. Karla me arranca el pedazo de papel de las manos y lo estudia minuciosamente. “Sabes, éste podría ser el fragmento que le faltaba a la hoja del cuaderno de notas que nos montró Newton esta mañana”, dice. “¿Y de qué nos sirve eso ahora?” “¡Nu-chtó!, dos pequeñas piezas del cuerpo disperso de Osiris. Ahora dime, ¿broma cósmica o cósmico acertijo?”, repone con sarcasmo, como si estuviera determinada a interpretar en mi alma los tonos más ásperos de su rudeza. “Dime que esto no está pasando. Que estamos drogados, o borrachos, o soñando el sueño de otro.” “¿Por qué, klugman? ¿Cuando querrías que hubiese empezado este sueño, o borrachera, o alucinación, o lo que quieras que sea? ¿Hace una hora?, ¿un día?, ¿cinco años atrás? ¿Cuánto tiempo quieres que borre para ti? Quizás incluso pienses que no hemos borrado tiempo suficiente todavía. Pero sigue mirando, cariño, la pesadilla no ha terminado.” Y está en lo cierto. Karla ha cruzado ya la segunda puerta hacia la cámara más grande. Yo la sigo, mera marioneta de su voluntad de hierro. Increíblemente, esta estancia está casi ordenada, casi reluce en su no molestada pulcritud, rebosante de equipo y materiales de alta tecnología. Mi linterna saca de su trance a una inmensa pizarra en la pared izquierda, su superficie cubierta de una jerga de símbolos científicos desplegándose fórmula tras inexpugnable fórmula hacia una apoteosis de puro vértigo matemático. Pero la luz de Karla se vierte sobre la larga, esbelta mesa que recorre toda la extensión de la cámara por su línea central. Hay una hilera de cilindros sobre ella. Cilindros de cristal, llenos de un líquido transparente. Un fluido denso, como gel, de un tono azul eléctrico contra la luz que derramamos sobre ellos. Cada cilindro con su perplejo, macabro habitante: un embrión inacabado, una promesa de vida insatisfecha. Sus ojos resplandecen de un modo tenue, morboso, como si de verdad pudiesen entender y juzgar la vida desde sus crisálidas de tiempo detenido. Es una visión del limbo. 67 Más bien del infierno. Dos embriones de rata. Un embrión de gato. Un embrión de gato montés. Dos embriones de perro. Dos embriones de cerdo. Un embrión de mono. Y un tipo de feto que no hemos visto nunca pero que no puede ser sino una larva de hombre. Ahí flota inmóvil, suspendida en la eternidad, envuelta en un capullo de sueños y angustias que nunca heredará. De pronto estalla una supernova de luz, anegando la cámara en fyr blanco, cegándonos. Antes de protegerme los ojos heridos con las manos, capto la imagen de Newton disparando un pulsador cuántico desde la marea creciente de luz. Saltamos del flujo del tiempo, tan congelados como las formas embrionarias, estólidas en sus prisiones líquidas. ¿Es esto la muerte? Veo la vida afuera como desde una tronera, dejándonos atrás con su paso inexorable. Sus sólidas figuras rielan y se desvanecen, o las dispersa un viento insólito como a sombras del crepúsculo. Floto en una eolia de imágenes a la deriva. —un cisne ungido como un rey — un ave mesías sangrando jade — dioses gitanos nomadeando — un trueno primordial encerrado en ámbar — manadas de hipogrifos azules cruzando los vados del río lácteo de la galaxia — sementales de marfil en persecución de cometas — un sueño de Dios, a la vela — desterradas estrellas el rollo del destino deplegando— cometas cantando cantos de guerra, amaneciendo — la risa de Dios ecoando, ecoando — mortinatas visiones apagándose, apagándose...— iconos que una vez fueron sagrados. Floto arrullado por flautas inhumanas que hablan con silencios, sofocado el titilar de mis celulas, descosidos mis tejidos, esperando ver las lenguas de ángeles bienhechores y el mármol viviente de la eternidad. Pero en lugar de éstos, una náusea fría me llama de nuevo a mi cuerpo helado y al mármol aletargado de la vida física. Desciendo lastrado por el recuerdo de lo que soy, mientras refluye la marea de luz frémissant. Y no es un ángel quien me espera a las puertas de la realidad, sino Newton, alzando desafiante su q-pulsador. 68 CAMINO HACIA LO INCOGNOSCIBLE Tómate unas vacaciones de la realidad donde tú quieras, y vuelve sin otra cosa que un dolor de cabeza o una mitología. Aldous Huxley, Brave New World 69 Donde la Memoria Yace Sepultada El sendero asciende y desciende suave, con incesantes serpenteos, discurriendo ilimitadamente entre dos paredes de niebla que parecen sólidas, tan compactas como son. En el mercado del cielo, truecan su devaluada luz las estrellas y una luna hipotecada contempla desde lo alto a las dos figuras negras a caballo negociar el camino entre campos de oscuridad, donde el Hacedor, temiendo las angustias de la imaginación, ha sido incapaz de pintar un nocherama. Nosotros, figuras negras sobre negros sementales, alzamos la vista hacia la luna que nos mira pidiéndole gotas de su luz barata que iluminen nuestra senda o su ausencia. Nuestros brutos, sin embargo, se mueven con mayor certeza, como con bridas de predestinación. Hemos dejado la madriguera a medianoche, invisibles y silenciosos, a caballo y hacia el sur, como el hombre de Control nos ordenara. Cuando Newton nos halló en el viejo laboratorio de las excavaciones, supo que nos tenía justo donde quería. Nos había hecho ver lo que necesitaba que viésemos y ahora podía tratarnos ni más ni menos que como traidores porque nos había cazado husmeando en un lugar donde nadie, aparte de unos pocos æÞelen, estaba autorizado a entrar. Así que probó los nuevos q-pulsadores con Karla y conmigo, y las frecuencias modificadas resultaron un éxito. Paralizó, congeló, petrificó nuestros cuerpos con la onda de su arma aún en fase experimental y luego mostró una inesperada clemencia devolviéndonos a la vida y ordenándonos prepararnos para comenzar nuestra misión la noche siguiente. Dijo también algo pomposo acerca de que ésta era nuestra (es decir, humana) última posibilidad de supervivencia. Ahora podemos petrificar a un replacer, o a un humano por lo que a ello respecta, y llevárnoslo al nido donde nuestros investigadores lo abrirán en canal en busca de ocultas respuestas. Tal como dijo el ÆÞele, puede que éste sea el único lugar donde todavía no las hemos buscado... lo que no significa en absoluto que estén ahí esperando a que las encontremos. Un fugol acuchilla la noche perezosa con su estridente y asustado grito más allá del muro de niebla a nuestra derecha; un tungol le responde lastimeramente desde la izquierda y su canto se aleja veloz hacia la orilla del mar oscuro. “¡Qué tumán, liubov!”, llega el susurro de Karla a través de los receptores de mi casco. “¿Listo para un descanso?” Cabalga unas pocas yardas por delante de mí, colosal en sus galas guerreras de cuero negro, la poderosa mujer. Vapores espectrales empiezan a cruzar el camino de oeste a este, interponiéndose entre ella y yo, borrando las pocas certidumbres visuales que aún nos quedan. “¿Alguna idea de dónde estamos?” 70 “¿Por qué, klugman? ¿No recuerdas el lugar?”, repone tirando de las riendas de su montura para permitirme alcanzarla. “¿Debería?” “¡Mira!”, replica quitándose el casco, inclinando y agitando la cabeza para derramar la densa melena sobre sus hombros. Por un instante me embrujan el resplandor y el cintilar de su crin dorada, ungida por el húmedo azul de la luz estelar que se filtra desde el cielo brumoso. Después, la monstruosa estructura que veo cernirse de pronto sobre nuestras cabezas roba toda mi atención. “¿Te acuerdas ahora?” La voz de Karla suena extraña en la noche turbia, como si esta niebla de algodón absorbiese todas sus reverberaciones. “Drosophila Melanogaster. Aquí es donde terminamos a Martha y su banda. ¿Crees que los cadáveres estarán aquí todavía? No recuerdo haber limpiado el lugar después de aquello.” “Estabas demasiado mal para eso, liubov. ¿Por qué lo preguntas? ¿Les tienes miedo?” “No es eso, es...” “No importa. Si los encontramos, los usamos de almohada”, espeta la guerrera, la aspereza de su temple de pronto desencadenada. Pero no tropezamos con ninguna carcasa, ni humana ni inhumana, mientras desensillamos los caballos, recogemos algo de leña, que está empapada, encendemos una hoguera con nuestros totipotentes lanzallamas y acampamos al pie del lúgubre monumento. No vemos restos tampoco cuando más tarde, en lo hondo de la noche, un viento que ha estado soplando lento pero constante todo este rato dispersa los últimos jirones de niebla y el lunor toca con plata miserable la meseta en que nos hallamos. Bestias carroñeras habrán dispuesto de ellos. Durante una hora hemos reposado en silencio, hipnotizados por las llamas, que danzan al crepitante sonido de la madera. De vez en cuando, pequeñas explosiones en la piel de los leños moribundos lanzan una miríada de chispas al aire, como un carrusel de abejas. A las seis en punto Karla llama por radio a Control a través de nuestra frecuencia codificada. No hay nada relevante que decir, sin embargo, aparte de que estamos vivos (lo que es obvio), enteros (lo mismo) y aún (aceptablemente) dispuestos a llevar a cabo nuestra misión. ¡Cambio y fuera! “¿Qué te dijo la Esfinge, después de todo?” La pregunta de Karla me coge desprevenido. “Que la Verdad es un Niño eterno.” “¡¿Un qué?!” “Child, niño, malchik... ya sabes como llama a los replacers.” “Ya veo. ¿Qué más?” 71 “Que la Verdad está viva. Que el hombre es una historia que contar. Que al final todos nos consumiremos.” “¿Por qué le escuchas? ¿Qué es lo que te gusta de él?”, me provoca. “Dice cosas.” “Todos decimos cosas.” “Tú te las guardas, en cambio. ¿No es así, Karla? Cosas que sabes.” “¿Por qué dices eso?” “Porque pareces alguien con un propósito.” “¿Has perdido tú el último rastro de él?”, contraataca. “Murieron todos con el Urseiende.” “¿Cómo sabes que los tuviste alguna vez?” “Suerte de intuición.” “Estas mintiendo”, me enrostra. “¿Cómo lo sabes?” “Porque pareces alguien que es incapaz de combatir sus miedos.” “¿Tú... me matarías, Karla?” “¿Por qué lo preguntas?” “Un pálpito.” “¡Ponme a prueba!” La desafiante mujer cierra los ojos. Se queda inmóvil como una estatua en su absorción, mientras la luz y el calor de las llamas doran sus rasgos hieráticos. Por un instante, es una imagen de otro tiempo u otro universo. Alguien real y sagrado. Quizá es a ella a quien deberíamos abrir en canal en busca de respuestas escondidas. “¿Recuerdas lo que me dijiste acerca del timeslide y del reino de la autorrealización autista?” “Necesitamos descansar, Lone. Duerme un rato. Yo haré guardia las dos primeras horas, tú las siguientes. Luego arriba y en marcha.” Apenas ha terminado la frase cuando empiezo a flotar en la mansa corriente de una ensoñación, medio despierto medio dormido, como si hubiese algo de hipnótico en el tañido de su voz. “¡Vas a estropearlo!”, dices. “No, es un mecanismo de seguridad. Una especie de backup sináptico.” “Descubrirán la alteración en la estructura cerebral”, insistes. “No es probable. Ya ha pasado todos los tests de calidad y de seguridad”, replico. “Pero por la mañana lo mandan para copia y clonación. Lo examinarán otra vez en la biofactoría.” “No. Es el prototipo seleccionado. Se acabaron las pruebas.” Emerjo un instante de mi ensoñación para mirarte a los ojos, tus ojos azules, ferales, y te veo taladrarme el alma. Conoces el motivo de mis sueños con tanta exactitud como si estuvieses compartiéndolos conmigo. 72 Sabes que de algún modo he rescatado un recuerdo aunténtico del cenagoso olvido. Pero antes de que pueda decir una sola palabra, siento el jalón del pasado y vuelvo a sumergirme donde mi memoria yace sepultada bajo légamo y cenizas: El laboratorio. Pero ya no es el trastero de un conjunto de cámaras ruinosas, sino el núcleo y orgullo de la poderosa institución en la que me he infiltrado. Trato de cavar más hondo aún en busca de recuerdos durmientes. Al igual que en el segmento de tiempo reciente, en esta línea temporal pasada y discontinua nos hemos introducido secreta, peligrosa y conspiradoramente en el lugar. No por curiosidad, sin embargo, sino con un propósito definido. Es la larva humana lo que estamos manipulando, pero tengo la impresión de que el objeto de mis esfuerzos no es menos letal que una bomba, una bomba bioorgánica. La señal acordada pita con urgencia en tu microreceptor. “Carry nos avisa. ¡Date prisa, están viniendo!” “Casi acabado.” El marco electrónico de la puerta se vuelve de un azul-neón intermitente, lo que indica que alguien se acerca por el corredor. “No queda tiempo. ¡Vámonos de aquí!” “¡Un segundo!” Pero tú te precipitas ya hacia la salida de emergencia. El panel de códigos de la puerta cambia a un azul ominoso y empieza a cantar en impertinentes tonos binarios los números introducidos desde el otro lado de la puerta de seguridad... Un Sueño de Autor El lado despierto de mi cerebro fuerza una apertura por la que huir de la burbuja de mi ensoñación. Formas, olores sintéticos, sonidos, el sentido de riesgo inminente y el miedo de los peligros por llegar se confunden en un remolino de puro movimiento. El sueño, o lo que sea que haya tenido lugar ante mi mirada interior, desaparece en el vórtice. Por un instante fuera del tiempo, hay un sí-mismo sin objeto; un yo insubstancial sin un mundo en que sostenerse, preguntándose de dónde proviene esta libertad divina para disolver realidades por un acto de voluntad, o si le pertenece acaso de un modo inconsciente pero fundamental. Como si la misma pregunta tratase de calmar el hambre provocada por su propio preguntar, se desgaja del Yo preguntante dando nacimiento a una cadena de visiones dialécticas. Un mundo milhojas de tiempo laminado finamente estratificado emerge a la existencia a modo de respuesta donde antes había sólo hambrienta vacuidad. Lo contemplo desLoneizado, atónito, mi vista magnificada como por ojos poliédricos de drosophila, 73 recibiendo simultáneamente todo este multiverso de experiencia confusa. Una orgía mental de multifocal visión. Entonces el tiempo se prolonga telescópicamente en un millar de direcciones, lo imperativo de cada realidad devaluado por la inflación de líneas temporales. Un túnel subespacial se forma a través de pantallas y pantallas y pantallas de la realidad donde vidas paralelas se proyectan como predecibles relatos. Escenografías y escenografías y escenografías... historias divergentes desplegándose. En una de ellas, tú estás desnuda junto al fyr, tu piel tenuemente ruborizada por el calor de las llamas; tu mano tocando experta el instrumento de tu placer, tu sexo bombeado hasta el punto de la erupción; todo tu cuerpo rendido a raptos solipsistas; toda tu alma doliéndose por la belleza de los deseos inalcanzables. Pero yo paso a través de todo ello. Paso como una galerna divina levantando los velos de la posibilidad, pintados con los sueños acuarela de la mente cósmica, hacia una realidad de autoposesión. Esta inmaculada blancura. “Lone.” “Aquí estoy, al fin. He traído el replacer. ¿Lo ves? Karla llega detrás de mí.” Mi voz suena hueca en este espacio vacío de deslumbrante blancor. “¡Espera! ¡Esto no es la warren! Hay una laguna en la historia. ¿Dónde estoy?” “En el lugar al que te he llamado.” “Pero tú no eres Newton”, replico. “¿No me reconoces?” Esfuerzo mis ojos contra el blanco abrumador. Es como si se hubiese borrado todo objeto del mundo e inundado el espacio de luz primordial. “¿Madsphinx? Sí, tú eres la Esfinge.” “¿Pero quién es la Esfinge?” “El que se esconde tras ojos que espejan locura”, respondo, las insólitas palabras puestas en mis labios por un espíritu pasajero. “Sí, la Esfinge es el espejo en el que puedes di-vidar la locura de ser hombre.” “¿Dónde estamos?”, me inquieto. “¿De qué estás hablando?” “¿Ya no te acuerdas? Tú eras un viento soplando hacia una realidad de autoposesión. Así que aquí estoy. Y tú eres yo.” “¿Qué es este lugar?” “Un interfaz. El único lugar donde tú y yo podemos encontrarnos: El Tramador y su historia. Es justo lo que ves, una página en blanco. La vacua blancura donde se engendran tu historia y la mía.” Me agacho para tocar el suelo de mármol. 74 “¿Dónde está la palabra-semilla, los mitos fractales, las historias quantum?”, pregunto como si realmente supiera de lo que hablo. “Veo sólo blanco, blanco, blanco...” “Porque estamos por delante de las palabras escritas de nuestro cuento. Es una maldición.” “¿Qué quieres decir con ‘el tramador y su historia’?” “Atiende: una historia es la mínima unidad en la que puede organizarse, o para ser más precisos ordinarse, la experiencia viva de acuerdo con un Sentido unificado que persuada a la mente. Una historia es un quantum de experiencia viva compactada en palabras; es la teleología que nos ha robado la ciencia. El hombre no es principalmente un animal social o político, no, es una bestia narrativa. Ahora bien, esta ordinación es su manera de ver y entender las cosas como unidad, la unidad que surge del sentido de la historia, y de conseguir así cierta forma de completitud. Así que el Tramador reúne los elementos relevantes de su experiencia viva y desarrolla con ellos una forma intelectual dinámica en la que la multiplicidad se resuelve en unidad de sentido, y el Sentido unificado subyace a la desplegada multiplicidad de causas y efectos y fines y motivaciones e individuos e interacciones y eventos y nodos que saturan el espaciotiempo de la retícula narrativa. Y la infraestructura de ese despliegue es la causalidad, que es la fórmula por la que la creatividad conecta los elementos originalmente heterogéneos de la historia en secuencias regulares. Y todo esto acaba siendo el espejo en que puede contemplarse a sí mismo. ¿Me sigues? Digo que estoy tratando de entenderme a través de ti.” “¡Gosh! ¡Yo pensaba que era la Esfinge quien tenía las respuestas!” “¡Dios mío, no! La Esfinge sólo tiene enigmas. La respuesta... eres tú. Sólo que no te das cuenta porque estás atrapado en el tiempo secuencial. Para tener la respuesta deberías ser capaz de contemplar el Holotiempo; capaz de plegar, por así decirlo, todos los instantes de la secuencia en una totalidad integral. Entonces serías yo.” “¡Que estás lleno de enigmas!” “En efecto.” “Al menos hay algo que no ha cambiado, ¿sabes?; suenas tan loco como siempre.” “¡Lúcido, absolutamente!” “¿Lo soy?” “Verás, la cordura del hombre resulta que es irreordinante.” Campos de los Dioses Desterrados 75 Un chillido melancólico me atraviesa el cerebro de lóbulo a lóbulo trayéndome de nuevo al cuerpo en un mundo de descompuesta blancura. El repugnante sabor en la boca, la nariz tapada, la insobornable inercia saturando mis miembros, la espalda dolorida del despiadado suelo desnudo, las ropas húmedas y la insoportable pesantez de toda mi estructura me reciben en el umbral de la fisicalidad dibujando las líneas de mi consciencia corporal. “¿Qué ha sido eso?”, me sobresalto, y mis párpados combaten el sueño pegamentoso. “Nunca había oído nada semejante”, responde Karla sin visible alteración. “Vamos, guerrero, ¡despierta! Hora de ponernos en marcha. Ten, he preparado algo de café.” “¿Café? ¿Tú?” “Sí, ¿por qué no? Agua hirviendo, el maldito polvo instantáneo y un dulce toque de aspartamo. ¿Qué más quieres? ¿Una barra de proteínas, una de cereales, o galletas de aminoácidos?” “De proteínas. Desayuno suficiente. ¿Me has dejado dormir las cuatro horas? ¿Por qué?”, le pregunto extrañado mientras me incorporo, estiro los brazos y cruzo las piernas debajo del tronco. “Parecías necesitarlo.” “¿Y tú?” “Yo aguanto más que tú, liubov.” “¿Creías que lo olvidaría, si lo dormía?”, la exploro. “¿O sea...?” “Recuerdos. Compartimos un recuerdo antes de que me durmiese.” “¡Pustiak!”, estalla Karla. “Ten. Toma tu taza y trata de no derramar la cosa. Aún estás alucinando. Empezaré a ensillar los dolganogis.” “No Glockenspiel, camarada. Éramos tú y yo. Estábamos en el laboratorio, sólo que no era hace un par de días sino en el Urseiende. Yo manipulaba la larva humana. Tú me ayudabas de algún modo. Venía gente. Estábamos en peligro.” Pero ella se ha puesto en pie de un salto y camina ya hacia los caballos. Me bebo el negro fluido en largos tragos hirvientes y me levanto del suelo para seguirla. “¿Qué es lo que sabes, Karla? ¿Qué es lo que sabes que necesitas ocultar tan testarudamente?” Gira fiera en redondo. “¿Que qué es lo que sé? ¿Qué hay que saber, klugman? Que son las diez y media y que no tenemos la verdammtest idea de si este territorio es seguro. Con P-6, P-5, y probablemente P-4 aniquilados estamos fuera de la protección del Anillo. Así que ¿te importaría si nos ponemos en marcha? ¡Encájate la puta barra de proteína en la boca y ensilla a tu bestia!” 76 De nuevo el penetrante chillido nos asusta. Los caballos piafan y relinchan inquietos. Algo se escurre más allá de la línea de árboles enanos, unas cincuenta yardas a nuestra derecha. Así que silenciosa, rápida y eficazmente hacemos lo que tenemos que hacer. Recogemos las cosas, nos ceñimos las con-armas y pulsadores a la cintura y los muslos, acabamos de ensillar y embridar a los brutos, los montamos, revisamos los lanzallamas en la funda de cada una de las monturas, nos calzamos los cascos, probamos las comunicaciones y nos ponemos en marcha... Karla a la cabeza y yo girándome todavía para lanzar una última mirada al celebrado mutante, la monstruosa drosophila sobre su masivo cubo de mármol. El día es inusualmente claro. El sol irradia su calor con fuerza calcinante. Los campos están aplastados bajo su luz abrumadora. Seguimos un sendero estrecho y pedregoso que serpentea pendiente abajo, desde la meseta hacia el mar, girando al sur y al este, al este y al sur, a intervalos regulares. Los árboles al borde del camino se elevan imponentes; sus troncos negros y sus ramas se retuercen en torturadas poses. El inquietante resplandor que envuelve a las piedras les da la apariencia de animales aletargados, estremeciéndose débil, orgánicamente, absortos más allá de cualquier percepción de este mundo, perdidos en sueños cavernosos. Bajo la sombra de los árboles, dos arañas negras del tamaño de un puño luchan por el cuerpo muerto de un tungol, brillante aún el pequeño cuerpo del ave por la luz plateada que robó a las estrellas. Karla está invenciblemente callada. Una preocupante rigidez domina su porte, como si percibiese un peligro al acecho. A las doce contacta con Control por nuestra frecuencia codificada. No hay nada vital que decir, aparte de que llegaremos a P-5, si nada se opone, dentro de unas dos horas. Cambio y fuera. No lejos del sendero, a nuestra derecha, más allá de la línea de bajos arbustos que alardean de fieras espinas y de grandes flores negras, gorgotea burlón un arroyo. Su sonido es claro y agradable en los receptores de mi casco, que filtran los ruidos del entorno. Entre la senda y los arbustos poderosamente armados hay parcelas de césped agostado, del color melancólico del cinabrio. Una sensación de Verfremdung me acosa con la sugestión de que éste no es el mundo que existiera, sino una naturaleza que muta sin cesar. El Urseiende está muerto para siempre. “Imagínate que funciona”, dice Karla de repente, como si hubiese captado un parpadeo de la opresiva sugestión. “¿Lo del rep?” “Sí. Supón que nos da las claves necesarias para reconstruir el Urseiende. Y supón que descubrimos que yo, o Newton, o tú, por lo que a ello respecta, somos responsables del presente estado de cosas. O de un crimen peor. O que existen viejas rencillas o rencores irredimibles entre facciones opuestas del nido.” 77 “¿Qué crimen peor habría? Por otra parte, si Newton fuera el culpable del presente estado de cosas, nunca nos enteraríamos. Él tendrá el control absoluto de los procedimientos.” “Ése es el punto.” “¿Cuál es el punto?” “Nunca podremos estar seguros del resultado”, repone. “No hay nada que podamos hacer.” “Veremos.” “En cuanto a los antagonismos, bien, nos estamos matando uno a otro generosamente”, retorno a la anterior línea de pensamiento, intentando mantener viva la conversación ahora que Karla ha roto su unheimlich silencio. “¿Qué dirías tú que nos mantiene unidos?” “¿Qué quieres decir?” “¿Qué valores?” “¿Valores? ¿De qué estás hablando, klugman?” “Quisiera saberlo”, respondo morosamente, exhausto por un sentimiento de autodisolución. “Pero de algún modo lo sabemos. Aún tenemos un sentido de lo recto y de lo injusto. Aún nos guía una lógica previa, una lógica que no pertenece al estado presente del mundo. ¿Recuerdas?” “¿Y crees que es por un sentido de lo recto que vamos a hacer este Dreckarbeit? ¡Despierta, hombre! Puro egoísmo gobierna el mundo. ¡Hambre, codicia y sobre todo miedo! Hambre, codicia y miedo... eso es lo que nos mantiene unidos.” “Entonces, ¿qué necesidad hay de recuperar el Urseiende? Este mundo ya es más que suficiente para eso.” “¡Supervivencia!” “¿Supervivencia?”, repito con amargura. “En la medida en que entendí tu teoría de la autorrealización autista, si sobrevivimos fue gracias a renunciar al Urseiende.” “Entonces no la entendiste en todas sus consecuencias.” “Te ruego me ilustres...”, empiezo a contraatacar cínicamente, y ceso de golpe. Karla ha frenado en seco a su semental; una sombría rigidez le tensa la espina. Se desprende del casco. Sus sentidos se expanden en abanico. Con cautela, desciende del caballo, sosteniendo aún fuerte las riendas. Algo silba, se escurre, fustiga entre los arbustos, engañando la vista. Saco el lanzallamas de la funda de la silla. Una neblina se aposenta alrededor de nosotros, tan de repente que parece haber manado de nuestras mentes. “La naturaleza está mutando”, dice Karla cargando cada palabra con una especie de oracular determinación. Espero que continúe su línea de pensamiento. 78 “Recorrí este sendero no hace mucho y las cosas eran diferentes... El color de los árboles y el césped, la forma de los troncos y de las ramas, esas flores negras ahí en los arbustos... Y mira esto.” Camina hasta uno de los árboles que bordean el sendero después de entregarme sus riendas. Toca la herida superficie prudente, casi amablemente, trazando con la yema de los dedos los labios de los fieros arañazos que lo laceran a través de la corteza, descendiendo en diagonal desde una altura de tres pies hasta las raíces emergentes del árbol entre las que se han formado pequeños charcos de su sangre resinosa. “Es como si alguna bestia hubiese estado afilándose las garras aquí, ¿pero qué animal podría ser?” Por tercera vez en este día oímos el estridente grito, desde el sudeste, donde se halla P-5. Y luego, perfectamente sincronizado, un chillido multitudinario le responde desde más cerca, en un doppler de sonido alejándose hacia el anterior. “Está contestándote. Ahí tienes a tu bestia.” Pero Karla no me escucha, sobrepujada por sus propios pensamientos. “Vamos”, decide; salta abruptamente sobre su caballo y se pone el casco. “¿Qué ocurre? ¿Qué has visto?” “Es sólo una intuición.” “Compártela conmigo.” “¿Sabes para qué necesitamos el Urseiende, si no por otra cosa? Para mantener estable la estructura de la realidad. De algún modo nos las hemos arreglado para desterrar a los dioses de los campos del hombre y, sin sus arquetipos reguladores, la realidad se ha vuelto rapsódica y está adquiriendo la fluida irracionalidad de los sueños.” Feroces Encuentros Y porque estaba prescrito que descubriríamos muy pronto cuál era el origen de los endemoniados chillidos, tropezamos con las malditas bestias nada más emerger a la llanura donde P-5 abre su puerta septentrional. Cráteres aquí y allí proclaman la actividad de las granadas. La boca a la rampa interior está ennegrecida por el asalto de los lanzallamas e incluso desde una distancia de más de trescientas yardas podemos vislumbrar las innumerables cicatrices grabadas en la pared de cemento por las balas de las con-armas. Cinco montones de metal y cable derretidos no lejos de la puerta al nido fueron una vez 3-wheelers y hay armas de todas clases, desde pulsadores hasta cuchillos, desparramadas por el yermo de muerte. Cubre el suelo una espesa capa de copos de ceniza entre los que yacen 79 esqueletos humanos, tan concienzudamente despojados de sus tejidos que estas bestias carroñeras que nos miran con asustada ferocidad deben de estar empachadas de carne muerta a estas alturas. ¿O no son sólo carroñeros? Parecen lagartos, sólo que son peludos, de un color gris hierro, con fauces de acero, hocico mocho, y del tamaño de los gatos; con líquidos ojos almendrados y dos airados trazos verticales por pupilas; con largos colmillos afilados, patas repentinas y poderosas garras. Tan pronto como nos perciben, dejan de morder los huesos desnudos y vuelven sus espectrales cabezas, amenazadores, hacia nosotros. “¿Alguna vez has visto cosa igual, o remotamente parecida?”, inquiero. “¡Nunca!” “¿Qué son?” “¡Llámalos mutgartos!”, se burla Karla de mi culto a los nombres de las cosas. “¿Lagartos mutantes?” “La naturaleza está cambiando. Ya te lo dije.” “¿Qué crees que ha pasado aquí?” “Hubo lucha, eso es obvio. Probablemente entre fiveters y fourters. Éstos vinieron después, a celebrar la destrucción traída por el hombre al hombre. La puerta allí está reventada, así que deben de haber arrasado el nido por dentro. No creo que haya supervivientes.” “¿Quieres entrar?” “Nu-chtó, ¿y luchar con estas cosas?” “Puede que nos perdamos alguna clave vital, si no.” Karla sopesa mis palabras un instante. “Okay. Desmonta del caballo. Usaremos los rifles lanzallamas.” Como si los mutgartos hubiesen percibido nuestras intenciones el momento en que saltamos de las monturas, empiezan a retroceder, apiñándose, hacia la puerta distante, reuniéndose alrededor de tres o cuatro soberbios especímenes que llaman al resto con gritos de guerra como los del pavo real. “Quizás deberíamos llevar uno a la warren”, sugiero. “No estoy segura de que los pulsadores sean útiles con ellos.” “No hablo de petrificar a uno, sino de dejar lo bastante de él para estudiarlo.” “Decidiremos eso más tarde, cuando no quede más que un puñado.” Y entonces lo oímos, un grito humano largo y sostenido acompañando el traqueteo criminal de una con-arma disparada en el interior del nido. Partimos a la carrera, encendiendo nuestras armas y empezando a soltar latigazos de fyr y doradas serpientes flamígeras. 80 La compacta manada de mutgartos se divide de pronto para lanzar un ataque en dos columnas, tratando de envolvernos por los flancos de una manera tan perfectamente coordinada que me pregunto si estas bestias están dotadas de inteligencia o de alguna especie de facultad telepática. Pero Karla y yo nos movemos veloces hacia la puerta cubriéndonos uno a otro las espaldas, y nuestras armas demuestran ser demasiado para su astucia. Cuando alcanzamos la entrada al nido todo el terreno por detrás está cubierto de sus cuerpos carbonizados. Conscientes de que con gente dentro que podrían ser amigos no podemos usar los lanzallamas, desenfundamos las con-armas y dejamos en la puerta los anteriores. La rampa se sumerge hacia la total oscuridad y Karla enciende una linterna. Decenas de mutgartos yacen rotos y desmembrados en el suelo de cemento, algunos de ellos respirando todavía dolorosamente. Un último martilleo triste nos guía hacia nuestra propia especie. No tenemos que caminar mucho. En uno de los corredores adyacentes del primer nivel encontramos al luchador en medio de un enjambre de mutgartos muertos o moribundos. Yace con el vientre desgarrado, sangrando con profusión. Aunque está impregnado de su propia sangre y de sangre mutante, y tiene el rostro demacrado, distorsionado al tratar de respirar, Karla reconoce al sentenciado. “Werner”, dice arrodillándose junto a él mientras yo permanezco alerta. “Soy Karla, de P-7. ¿Te acuerdas de mí?” “Sí, me acuerdo... oh sí, ¡me acuerdo... Karla!”, exclama aferrándole fuerte el brazo de pronto. “He visto la Licht. Esto no es nada, nada... ¿oyes? Esto no es nada. No dejes que te engañen.” “¿Qué quieres decir, man? ¿Qué ha ocurrido aquí?” “¡Obra de P-4! Pero no todos eran fourters. Había fiveters también entre ellos. Querían matarlos. Nosotros los teníamos. Los queríamos. Guardábamos a los Kinder. Pero ellos querían matarlos. Entonces algunos de los fourters entendieron. Y la lucha se volvió confusa, muy, muy confusa. Pero vencimos. Y nos los llevamos lejos de aquí. ¿Sabes?, adoran la playa. Jugar en la playa. Risas al sol... Adoran estas cosas y nos los llevamos allí. A fundar una colonia en la playa. Porque lo adoran.” El hombre afloja su presa en el brazo de Karla y parece al borde del desmayo. Intercambiamos ansiosas miradas. “No les dejes engañarte, Karla”, continúa de pronto el luchador moribundo. “No lo entiendes hasta que has tenido uno en los brazos. Entonces ves. Ves con claridad. Creo que recuerdo ahora los viejos tiempos, los buenos viejos tiempos.” “¿Estás seguro?”, pregunto. “Yo... yo...”, jadea angustiosasamente tratando de contestar, pero Karla le interrumpe: 81 “¿Qué hacías aquí, Werner? ¿Por qué no estabas con el resto?” “Volví... yo volví... yo tenía que volver para... no sé... no recuerdo...” “¿Dónde están los demás ahora, los que tienen a los Kinder?” “...Playa... Te lo he dicho... adoran la playa...” “¿Dónde en la playa?”, insiste. “¿Al este del nido, o más al sur?” Pero él no responderá a esto. “¿Habías visto antes estos bichos?”, dice Karla entonces indicando a los mutgartos con un movimiento rápido y asqueado de los ojos. “Nunca. Nunca. Uno me acechaba... Lo vi demasiado tarde.” “¿Entonces empezaste a disparar?” “Sí... Uno me acechaba... No lo vi hasta muy tarde. La naturaleza está cambiando, ¿lo sabías? A pesar de ello.” “¿A pesar de qué, Werner?” “A pesar de ello... a pesar de ello... de ello... sabes...” Sus ojos se tornan vidriosos. Respira pesadamente. Debe de estar sufriendo. “Werner”, dice Karla con una extraña mezcla de rudeza y ternura, “vas a morirte. Tú lo sabes, ¿no? ¿Quieres que te ayudemos?” “Oh Karla, yo ya no puedo morir. Sé cómo engañar a la muerte... tan obvio, tan fácil... Este cuerpo no es nada, nada... Pero yo me prolongaré infinitamente.” Y Karla dispara al hombre imperecedero. Sueños Saurios “¿Lo has hecho por piedad o por repulsión?” Pasa un largo instante de tiempo suspendido. Luego, girando de pronto sobre sus talones, me golpea la cara. Me tambaleo hacia atrás antes de caerme al suelo indescriptible, no sin antes captar el destello de la lágrima que se le forma en la comisura del ojo. Entonces ocurre algo que no llego a entender en el primer momento. La linterna ha rodado por el piso deteniéndose en una improbable posición que ilumina el rostro de Karla mientras yo yazgo en sombras. Sus ojos azules titilan con una tristeza que no he visto nunca en mi camarada. Y, gradualmente, los cubre un velo de distancia, como si estuviese contemplándome desde otro universo. Pero es mi interior lo que ella observa; y ve que yo veo todos sus cambios y que, aunque no los entiendo, instintivamente sé lo que significan. Una música la envuelve, una música como el olor de la sangre vertida. Sus pupilas se transforman en dos coléricas rendijas. Un halo la rodea de luz sangrienta, del color de la cornalina. Está investida de un 82 poder superior, con derecho a realizar cualquier acción en el mundo, por más atroz que sea. Encarna ahora el poder de los dioses desterrados. Tengo visiones de vírgenes muertas. Me mira a sus pies, vestido de sombras, percibiendo mi absoluta indefensión. A mis ojos, tú estás hecha de un metal puro, de la belleza del platino y el rigor del acero. Sacudes tu melena de oro, entrecierras los ojos y flexionas tu cuerpo como un tigresa, doblándote sobre mí. Inmovilizas mis brazos reteniendo mis muñecas cruzadas en la presa animal de tu mano izquierda, forzándome a un beso largo, asfixiante, doloroso. Los labios sangrándome, me encadena el poder de tu mirada mientras tú me despojas de las vestiduras hasta forzarme a una desnudez más allá de la piel. Entonces posees mi cuerpo tiránicamente, tus fauces abiertas contra mi garganta, dispuesta a aplastarme la traquea si no me rindo a todos tus salvajes deseos. Hondas tus uñas en mis brazos. Tu aliento es feral y narcótico. De pronto penetro en tu música. Ahora puedo oírla, no sólo olerla. Soy danzado por ella. Siento tu danza en mi piel, aterciopelada y escurridiza, hiriéndome profundamente. Tu música está hecha de sueños, tachonada de estrellas venenosas. Una música tan unmöglich, tan unheimlichen sueños, que me pregunto si alguna vez habrá una historia plausible que nos cubra a los dos más allá de esta aberrante intersección de tu vida y la mía. (Pero he dicho la palabra imposible, la asunción espuria, ‘plausible’; pues ¿dónde está la mente a la que aún importan las historias plausibles?) Su música está hecha de sueños. Sueños surgidos del humus y turba de descompuestos recuerdos. Y mi sueño voluptuoso, el sueño que me infliges, es que he sido tomado por un animal, un lagarto aterciopelado engendrado por una Naturaleza enloquecida, abandonada por dioses enfermos de ennui. Oh tus besos acolmillados en mis labios heridos... Oh tu lengua hendida estrangulándome el corazón... Oh tus garras ajironando mi cuerpo de muerte, donde recuerdos sepultados aguardan como gemas malditas ser desencarnados... Oh tu extenuado sudor ungiendo mis miembros desgarrados... Oh tu boca licuefacta emborrachándome... El sueño ha terminado ya. Abro los ojos. Ahí estás tú, una bestia humana ceñida de flores, espinosas flores negras. Yo yazgo a tus pies, bañado en la leche de los Cíclopes, tuya y mía. “Ahora lo sabes”, dices con voz quebrada y vacilante. Pero este saber, si alguna vez lo tuve, parte con el rapto añublado. 83 Un silencio de tumba cae sobre mí cuando me abandonas en la sangre para emerger del nido en busca de lyft fresco y de las imposibilidades del mundo exterior. El Ídolo Naufragado Son más de las seis y aún no hemos llamado a Control. Nuestros cascos con sus microtransmisores yacen en la arena con el resto del equipo. Los caballos, libres de riendas y monturas, mojados de cabriolar entre las olas, la piel de un azul oscuro goteando sudor y mar, corretean por la orilla, donde el océano puede lamerles todavía las cernejas. Karla, como una efigie, esta sentada en una roca dejada por la marea, totalmente vestida y con la mirada perdida en el horizonte. Impenetrable. Yo, que nunca en la vida había sentido tanta necesidad de lavar mi cuerpo, froto mis miembros con wuldor salada y arena de mar. Aparte de la piel y los huesos de un especimen en la bolsa de mi silla de montar, hemos dejado atrás, por el momento, el recuerdo de los mutgartos y lo que representan. No lejos de la playa, hacia el interior del océano, nubes de un gris azulado cuajan en tormenta. Velos de tenues gotas transparentes empiezan a caer, todavía timorosos, sobre el palpitante azur. El cielo se torna un mapa de emociones. Me siento en la arena donde el mar, la lengua en retroceso de la marea, aún puede tocarme. Las arenas espejan las poderosas mareas de lo alto, centelleando como si estuviesen a punto de hablar. La Materia parece al borde de la confesión. Escarabajeo palabras al azar en la arena húmeda —eorðan, wuldor, fyr, lyft...—, dándome cuenta de pronto de que he nombrado los cuatro elementos. Quiero seguir garabateando pero ni una palabra acude a mis dedos enmudecidos. Una ola lametea gentil su obra, borrando los efímeros grabados. Escribo las cuatro palabras de nuevo; ahora deliberada, obstinadamente, sin comprender todavía que quiero lo imposible: su permanencia. De una forma rítmica, soñolienta, el mar extiende su brazo ahora mucho más allá del lugar de mis cavilaciones, llevándoselas con el reflujo. Pequeños cangrejos emergen de la blanda y cintilante arena, arrastrándose de costado por la franja a la que el mar está renunciando, marchando en blindada formación con lo que parece una determinación irrevocable. Sigo sus crecientes filas con ojos ociosos mientras se alejan hacia el extremo de la cala, donde la marea en retroceso puebla de restos la tierra naufragada. Más y más diminutos canallas se unen a la hueste desde sus escondites subterráneos, hasta que parece que todas las arenas se han puesto en movimiento. “¡Mira eso, allí!”, llega el grito de Karla. 84 Sí, ella lo ha visto también, el extraño objeto en la distancia, del tamaño y la forma de un hombre con los brazos extendidos. Karla desciende de la roca de sus ensueños y ambos corremos hacia la figura avistada, los pies chapaleando en el wuldor para evitar la turba de pulgarcitos carroñeros. “¿Tienes idea de lo que es?”, inquiere Karla cuando alcanzamos finalmente el lugar y contemplamos la cosa de madera en el suelo. Lo giro levantando uno de sus extremos con el pie y empujándolo hasta darle la vuelta. Es la imagen labrada de un hombre desnudo clavado en una cruz, con las manos y pies y costado derecho ensangrentados, el vientre protuberante y contorsionado el rostro por un dolor inhumano. Tiene un agujero en el pecho con el borde teñido de rojo, como si toda una colonia de pequeños parásitos hubiese anidado en el interior del ídolo para precipitarse después a través del tórax. Pero aunque el tiempo y el mar han castigado la imagen, los rasgos originales se distinguen aún en todos sus crueles, sádicos, incluso pornográficos detalles. La luz moribunda tiñe de púrpura la palidez cadavérica del hombre de madera. “Parece alguien que hubiese permitido a los replacers acercársele demasiado”, sugiero. “Alguien tocado por la insaciabilidad de la vida”, repone Karla. Miro a mi compañera. Toda la melancolía de la tarde está en su rostro. Tiene los ojos azules grises de bruma. Su nostalgia me toca. No es suya la nostalgia, sin embargo. Los recuerdos se estremecen en sus tumbas y el pasado grita más allá del abismo de silencio de los años. Pienso en racimos de uva exprimidos hasta la última y sangrienta gota. Nunca he visto ninguno. Hubo un día en que el mundo sonrió y soñó con hacer de sus dioses racimos de uva. Granos de un jugo inexhaustible en los que el sol se destilase en vino y sangre. ¿Por qué pienso en esto al ver al hombre de madera a mis pies? “Vámonos”, ordena Karla, “los carroñeros están casi ya sobre nosotros.” El sol es un hongo termonuclear en el horizonte. Dejamos atrás al hombre en su cruz de bruces en la arena como estaba, un dios naufragado en la orilla fatal, entre todos los despojos de su mundo devastado. Informe “¿Un qué? ¿Qué quieres decir con un dios? ¡Cambio!” La estática distorsiona la voz del hombre de Control en nuestros receptores, el mismísimo ruido de su esperable irritación. 85 “Ojalá lo supiera. Nunca había visto uno antes. Yacía en la arena. Roto. Este es el estado de cosas tal como lo vemos. ¡Cambio!”, se burla Karla peligrosamente del operador de Control. Ha adoptado una rara, brava, insólita actitud, como si nada le importase ya en realidad. “¡Mierda! ¿Esto es todo lo que tenéis que comunicar? ¡Cambio!” “Excepto que está lloviendo. ¡Cambio!” “¡Sabemos que está lloviendo, perra! ¿Qué hay de la misión? ¿Por qué no comunicasteis cuando debíais? ¿Dónde estáis actualmente? ¡Cambio!” “Oh, la misión... P-5 destruido por los fourters. Tuvimos una lucha allí contra los mutgartos. Encontramos a Werner en el subterráneo muriéndose. Estaba infectado. Nos dijo que el resto de la gente contaminada por los replacers se ha establecido en algún lugar de la costa con los Kinder... es decir, los pequeños. Estamos al sureste de P-5, protegidos de la lluvia en una cueva justo frente al mar. Vista magnífica de la expansión azul prolongándose hasta el Nihil. Lone aquí os envía cálidos recuerdos a todo el grupo de Control. ¿Vosotros, bien? ¡Cambio!” Pura estática efervescente responde a las provocadoras palabras de Karla. “¡Eh, klugman! ¿Me oyes...? ¿Me lees... me estás oyendo? ¡Cambio!” Furiosa estática y el sonido melancólico de la lluvia ahí fuera. “¡Eh Control! ¿Me estáis leyendo? Karla y Lone aquí en su heroica cruzada. No llamamos antes porque...” “Karla, soy Newton”, corta el ÆÞele. “¿Has dicho que luchasteis contra qué? ¡Cambio!” “¡Mutgartos! ¡Cambio!” “¿Hartos? ¡Cambio!” “¡No! ¡Mutgartos! Escucha bien cretino, patético idiota: Mut-gar-tos. Lagartos mutantes. Son geniales. Nunca has visto ninguno todavía. Son totalmente nuevos. Una naturaleza enloquecida los está engendrando. Lo matan todo. Se lo comen todo. Quizás no tengamos siquiera que volver a preocuparnos por los replacers. Hemos cogido uno para ti, en cualquier caso. Piel y huesos. Un mutgarto, quiero decir. ¡Cambio!” ¿Qué intentas, Karla? ¿Estás tratando de confundirle de nuevo con ruda franqueza? “Okay, Karla. Relájate... ¿okay? Relajáos los dos, ¿de acuerdo?” La voz de Newton no parece alterada en lo más mínimo. “Descansad hasta que amanezca y seguid luego hasta P-4. Reunid allí toda la información posible. Y después contactad de nuevo. ¡Cambio!” “¡Roger!, bastardo. Yo creía que querías un rep. No es probable que encontremos reps en P-4. ¡Cambio!” 86 “Lo cazaréis más tarde, cuando arraséis el asentamiento. ¡Cambio y fuera!” Newton corta abruptamente la comunicación. Nos quitamos los cascos con movimientos simétricos. Afuera, la lluvia cae feroz ahora, frenética en su impotencia de limpiar este mundo asqueroso. Los caballos no se ven por ninguna parte, aunque volverán. Siempre vuelven cuando los necesitamos... a menos que los mutgartos los encuentren primero. “¿Qué intentas, Karla?” “¿No lo adivinas?” “¿Adivinar qué? ¿Que quieres sacarlo de sus casillas? Ya sabes cuál será el próximo movimiento de Newton, ¿no? Reclutará una banda de ghostkillers diciéndoles que han de demostrar que son buenos chicos eliminando a sus hermanos. Cuando volvamos nos habrán tendido una emboscada. Nosotros hacemos el jodido Dreckarbeit; ellos nos matan y consiguen las respuestas.” “¿Tú crees que eso importa aún?”, replica. “¿Es eso lo que quieres?” “¿Sabes cuál es tu problema, Lone?” “Oh querida, tengo pilas de ellos.” “Sí, pero uno de ellos me está jodiendo ahora mismo.” “Ilústrame.” “¡Siempre tienes que pensar de un modo tan estrecho!” “Yo creía que me tenías por un cavilador, siempre elucubrando las cosas más allá de toda necesidad.” “Y así es. Así es realmente, liubov. Tus excesos en este campo no están en cuestión; lo que está en cuestión es la utilidad del resultado. Te vuelves aburridamente impráctico el momento en que te pones a pensar, Lone. Sin embargo, eres un buen soldado... cuando te limitas a obedecer y me dejas a mí ocuparme de las cosas prácticas. ¡Así que cállate! ¡Y espera! ¡Y observa!” Y lo peor de todo es que no se equivoca en absoluto. Imperfecto y asqueroso como es, Karla vive el mundo. Yo meramente lo pienso y repienso, remontándome a las alturas en espirales más y más abstrusas hasta alcanzar los cielos de la más rarificada abstracción, donde el pensar es un eco vacío y la materia un apéndice lejano que perturba y corrompe la de otro modo inmarcesible autonomía de la Mente. Yo sólo cabalgo un cuerpo, e inhábilmente si me apuran. Karla es el cuerpo. Quizás es incluso más, pero el cuerpo, ¡Dios!, sí que lo es. En cuanto a mí, ni siquiera perduro en esas cumbres de abstracción, asfixiado por la drástica eterealidad de su atmósfera inhumana. “Haz tú la guardia. Yo descansaré un par de horas”, ordena. “Tú mandas.” 87 Arriba y abajo, ése es mi sino. Sin tocar nunca realmente la tierra, sin alcanzar nunca la velocidad suficiente para superar el jalón gravitatorio. Perdido en los dédalos de la mente, donde los reflejos y representaciones de un mundo siempre más allá, siempre desconocido, se elaboran sin cesar... la última más grotesca que la anterior. Camino a través de espejismos. ¿Dónde está el mundo? ¿Dónde su piedra angular? ¿Cómo se puede actuar sin una respuesta clave, sin un sentido clave? ¿Qué es, Karla, lo que tú sabes y que siempre me elude? ¿Qué es lo que sabes con tu cuerpo, con tus mismas células, ignorado por tu mente? ¿Qué es lo que te hace nativa del mundo en que yo soy sólo un peregrino y un fantasma pasajero? ¿Es acaso que a ti no te importan realmente las respuestas?, ¿que no tienes necesidad de respuestas porque tú eres la respuesta y sabes que lo eres? Ciega, te mueves con instintiva, inamovible clarividencia. Creo que nunca te había visto dormir. Reposas calladamente alerta, como un gato. Tus sueños flotan suspendidos sobre ti, rielando en el lyft oscureciente. Casi palpables, sólidos casi. Incluso dormida eres una presencia en el mundo. Este mundo no duda de ti: te reconoce como su respuesta. Porque tú le respondes con dolor vivo. Como el dios roto a la orilla del mar. Tú eres él, Karla, ¿lo sabías? ¿Lo sabías cuando lo encontramos allí? ¿Que él es tu abandonada crisálida? ¿Que eres más él que la fiera mutante que encarnaste para acabar a Werner y violarme? Al igual que él, tú has sido tocada por la insaciabilidad de la vida, su pecado original, su crimen esencial. Pero lo afrontas, lo abrazas sin dejar que te posea y te ensucie. Y respondes al mundo en el que esta Vida criminal germina y medra con dolor viviente. Por eso al final los vencerás a los dos, al mundo y a la vida. En cuanto a mi dolor, no está realmente vivo... ni siquiera es realmente dolor. Es vacío. Una inmensidad de vacío donde un yo plañidero canta una y otra vez la endecha de su fingido dolor. Dolor especulativo. El dolor retórico de alguien que es demasiado inerte para sufrir. Un dolor por la pérdida de lo que nunca se poseyó, ni llegó a conocerse siquiera. Sonriente Lémur “¿Me has dejado dormir toda la noche? ¿Por qué?” Un Sol mutante toca las wuldors con tonos arrepentidos, derramando su fulgente agonía sobre el mundo. El astro cansado esparce ondas rojo sangre a través del mar tembloroso, alzando débilmente su dedo amarillo para despertar nuestra cueva a la angustia matutina. Poco a poco las nubes que velan el horizonte oriental se dispersan en remolinos empujadas por vientos azarosos y las ventanas del planeta se abren de par en par. El sol 88 golpea entonces con todo su odio vetusto, atrapándonos a todos, marionetas de la vida, en sus redes de luz. El sol negro de la noche se derrite. Sus sombras y sus sueños danzan un translúcido instante en la delgada orilla del mundo crepuscular para desvanecerse luego, transfijos por lanzas de luz controvertida. Los intersticios del tiempo se cierran: el nuevo día empieza a arrastrarse. Las gaviotas en lo alto gritan envueltas en llamas de luz. “Quizás soy más resistente de lo que crees.” “Prepara algo de café antes de que nos pongamos en marcha, ¿okay? Tengo que mear y darme un baño.” Y a la playa desciende, ágil por las rocas resbaladizas bajo la abertura de nuestra cueva, húmedas de los rocíos de la noche y las algas sudorosas, oleaginosas, no lamidas aún por el tibio océano. En la arena se desnuda Karla, se libera de dorados fluidos vaporosos y penetra en el mar, caminando lenta a través de wuldors poco profundas, una forma de belleza entunicándose de azur. Mis ojos vuelan lejos a través de la expansión azul, este milagro de palpitante inmensidad, en busca de signos. El unánime cuerpo responde a mi necesidad con líquido silencio. Como un falso dios. O un oráculo perezoso. Una sensación de amenaza susurra palabras amorfas a mi corazón doliente. El lyft tiembla de repente con la densidad de lo por venir. Del seno de un futuro aún no nacido, fieros eventos luchan por emerger a la trémula luz del amanecer. El Tiempo tiende ante nosotros los raíles del destino. Es mediodía cuando alcanzamos P-4. Con los q-pulsadores en una mano, tensas las riendas en la otra, nos aproximamos a la puerta norte del nido aparentemente desierto. “Baja del caballo. Los dejamos aquí.” Nada se mueve. Ni una hoja, ni un ave asustada. Una luz masiva aplasta el mundo. Nos movemos como a través de fyr. La puerta está desoladamente abierta. La rampa se hunde en la subterránea negrura. Con los cascos puestos para mayor seguridad y más fluidas comunicaciones, los q-pulsadores firmes en la mano y las con-armas estremecidas en las cartucheras, penetramos en el asentamiento bajo la superficie. Espalda contra espalda o protegidas por los muros, nos deslizamos por los corredores inspeccionando el lugar abandonado por los vivos y no poblado todavía por los espectros. “¡Doucement!”, advierte Karla, “aquí hay algo. Puedo sentirlo.” “¿Replacers?” Pero no responderá a esto. 89 Pasamos junto a la despensa y el depósito de armas, iluminándolos un instante con las linternas y apagándolas enseguida de nuevo. Los han dejado vacíos. Donde quiera que se hallen los fourters, están bien armados y bien provistos. “¿Oyes eso?”, pregunta Karla. “No.” “Sígueme.” Marcho a tientas detrás de ella preguntándome cómo puede moverse con paso tan seguro ahora que la oscuridad nos ha absorbido totalmente. Por fin, tropiezo con una estructura metálica. “Tienes que encontrar una barandilla”, dice en mi receptor. Es el antepecho de seguridad de la plataforma metálica sobre el hueco entre niveles. Síguelo llegarás al comienzo de la escalera. ¿Dónde estás ahora?” “He encontrado la barandilla, pero aún voy a ciegas.” “Okay, ¡stop! Mira con cuidado alrededor. Verás una luz muy tenue que llega del nivel de abajo. Guíate por ella.” Un punto de luz anaranjada parpadea haciéndose por fin visible para mí. Debe de estar en el segundo nivel, a unas doscientas yardas de nosotros. Aunque en esta oscuridad no puedo hacerme una idea plausible del lugar, aún tengo recuerdos de P-4 con los que ayudarme. P-4 es (o era) la mayor de las colonias: tres niveles bajo tierra y cavando aún más hondo, abriendo nuevos espacios para las más de quinientas personas que vivían en el lugar. A diferencia del resto de las colonias pero al igual que el nido-madre P-7, la expansión de P-4 tropezó hace algún tiempo con estratos arqueológicos aunque, en la medida en que los fourters nos permitieron examinar los hallazgos, nada importante surgió de las viejas cámaras exhumadas. Finalmente, toco la espalda de Karla, la sólida negrura de su forma delineada por los fotones extraviados de la débil fuente de luz. A pesar de la precaución felina al descender la escalera, los peldaños reverberan bajo nuestras botas. La estructura en su conjunto no parece muy firme. Se me ocurre que quizás alguien la haya saboteado a modo de camuflada alarma contra posibles intrusos hostiles. Pero entonces, ¿quién estará aquí todavía? ¿Un resto no contaminado de los fourters? ¿O una facción de ex-fourters y ex-fiveters que quieren conservar P-4 como bastión? La escalera metálica se estremece ruidosamente cuando alcanzamos la plataforma entre los dos tramos dispuestos en un ángulo de 45 grados. Si hay alguien en el nido, a estas alturas sabe sin lugar a dudas que estamos aquí. A pesar de todo, logramos alcanzar el segundo nivel. “¿Lo oyes ahora?” Karla tiene razón. Un sonido débil y sincopado llega de donde la luz vacila. Parece un ruido humano, el de alguien ahogándose que dejase 90 escapar sus últimos gemidos estrangulados... sólo que ninguna agonía dura tanto ni puede ser tan fríamente regular. “Sí, lo recibo claro. ¿Qué en el...?” “Es una trampa. Ten cuidado. Cúbreme la espalda.” Seguimos avanzando con precaución, los q-pulsadores fijados para matar, en un despliegue de protección mutua. Gotas grasientas caen intermitentes de cañerías mal ensambladas en el techo, formando charcos aquí y allá en los que nuestras botas chapotean inadvertidamente. “Es una trampa”, repite en mis audífonos. “Lo único que podemos hacer es ir a ella sabiéndolo. Volver la emboscada contra ellos.” Cuanto más nos aproximamos al rincón iluminado, más claro se vuelve el sonido del exterior en nuestros receptores y más se parece a la risa tonta de un loco o al maullar quejicoso de un gato. “Cambia tu pulsador a frecuencia de parálisis. Apuesto a que conseguimos aquí nuestra presa”, ordena Karla. “¿Estás segura?” “Sigue adelante.” Y entonces, con un destello de compresión, el entrecortado murmurio me golpea el plexo solar con toda la fuerza de lo que realmente es: el gemido de un replacer. “Te está atrapando, man. ¡Mantente frosty!”, llega lejana la voz de Karla. “Se te está metiendo dentro.” Un violín, alguien dijo una vez. Es la nota triste de un violín roto. Sólo que nunca hemos visto ninguno. Los violines pertenecen al Urseiende. No hay violines en nuestro mundo, pero ahora entiendo por qué usamos esa metáfora. Porque al oír su sonido hechizante, los fragmentos del Urseiende, los recuerdos que nos abandonaron tiempo atrás, se precipitan desde sus fosas estigias para abarrotar la periferia de mi mente consciente. Todavía sin rostro, amorfos todavía, pero temiblemente próximos. Presencias fantasmales estremecidas que esperan una señal para repoblar los espacios vacantes de mi memoria. Y sólo yo puedo abrirles las puertas. Sí, está metiéndose dentro de mí... este trance dulce, calmífero. Una nota arrulladora reverberando por los arroyos de mi sangre, cosiéndose a los tejidos de mis miembros, remodelando los pináculos corticales. Una resonancia fractal de potencia transfiguradora. Estoy envuelto en sedas. Rozado por alas de paloma. Una nostalgia agridulce me posee, me envenena, me embruja. Sí, abriré los portales de la mente a la irrupción de mis recuerdos perdidos. Me poblará de nuevo el pasado. Ahora todo está claro. El replacer lo dice. El replacer lo canta. Yo seré tu único sentido y la razón de tus esfuerzos, himnodia. No habrá nada aparte de ti y de mí. Alzaremos un mundo fundado en relaciones de obsesión y posesión mutuas. Yo seré tu indefenso 91 monarca y tu desvalido dios. En mi altar ofrecerás sin cesar el grano y la leche y la carne y la sal a la siempre hambrienta deidad que yo soy, y yo te recompensaré con mis lágrimas y con noches insomnes. Seré todo lo que tú no puedes ser. Te dejaré que me modeles como si fueses mi hacedor, pero te cambiaré y te envejeceré y te exprimiré hasta la última gota. Yo seré tu único futuro posible, pero te permitiré vivir de tu pasado. Una y otra vez revivirás tus recuerdos, hilando con ellos seniles historias y chocheantes moralejas, y yo te escucharé mientras te hundes en babosa vejez. Pero escúchame: yo seré tu yo inmortal, el portador de todas las esperanzas y promesas con las que una vez te estafó la vida. Brota un cosquilleo en mis testículos que es como música. Una sensación de placer me ablanda los huesos. Tengo los miembros inyectados de lasitud. Qué fácil decir sí, en el estupor de la voluntad, a lo que nos anula. El arrullador sortilegio muere de pronto. Karla ha desconectado los filtros de sonido de mi casco. De algún modo hemos logrado llegar a la plaza de recreo al final del pasadizo. El resplandor de una lámpara moribunda cae sobre una forma de lemúrida belleza. Un replacer sonriente sentado en el húmedo suelo bajo la luz, seguro de su impotente poder. “¡Ahora, dispara!” Su voz me azota a través del intercomunicador. En el estupor de mi voluntad, la obedezco con el movimiento reflejo de un autómata. El replacer se desploma hacia atrás, golpeando con la cabeza el piso de cemento. Suspendido su vector vital, ahí permanece, inánime como un muerto. De repente, nos rodea una docena de formas difusas dispuestas a disparar sus con-armas contra nosotros. Pero Karla ha previsto la maniobra y ya está colapsando en muerte sus funciones de onda con el q-pulsador, moviéndose con tal rapidez y precisión, tan ágil y elusiva, que antes de que recupere el sentido todos nuestros atacantes han caído. ¡Heil! ¡He aquí los amos del inframundo! El País de las Imágenes Congeladas Tiempo helado, como en una imagen tridimensional. Este mundo en miniatura del tamaño del corto paseo de un hombre está suspendido para siempre en su último y estrafalario instante, tal como lo he visto y lo he registrado para memoria de las cosas terrestres, con todo el aplastante peso de su futilidad. Un instante de mármol en una jaula de tiempo. Una instantánea de la materia colgada en el horizonte-evento de un agujero negro. 92 Al pie de esta imagen, cerca de su esquina izquierda, un hombre tira de un carrito en miniatura en el que hay sentados dos replacers. Sus miembros sudorosos, el pecho goteante, sus shorts mojados y la camisa manchada por fuera del pantalón, desabotonada y desajustada, confieren al hombre la apariencia de una mula. Se le ve tan exprimido como frescos a los replacers. Los pequeños entes alzan los pequeños brazos en expresión de júbilo. Ningún sonido nos alcanza, sin embargo. Toda la escena tiene lugar como en otra dimensión; Karla y yo estamos clavados en la nuestra por la fuerza de la perplejidad que nos domina. El hombre arrastra el pequeño carro con los dos pequeños seres por un pequeño sendero a través de la estrecha franja de césped cinabrio sobre la playa, donde se ha improvisado el asentamiento de reps y humanos: un pequeño grupo de infirmes cabañas en las volubles arenas. Un sol dócil sonríe desde lo alto derrochando oropel, tocando a cada uno y cada cosa con halos de difuminada santidad. Bajo la alegre estrella, el mar bulle de plateadas cintilaciones y sobre la arena se extiende, regular, una fina pátina de luz. Más allá del pequeño hombre alegre con su pequeño carro, un replacer alarga la mano hacia el suelo a punto de tocar el cuerpo diminuto de un animal muerto bajo una costra de moscas afanosas. Tiene los ojos levantados, no obstante, para mirar a la mujer a su lado. Ésta, el índice derecho alzado y la cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha, le dice NO con una expresión de blanda severidad. Una extraña satisfacción le tiñe la faz, un sentimiento autocomplacido mezclado con miedo, al descubrirse a sí misma impartiendo las recién fraguadas normas del mundo que ignora a fin de domesticar a la pequeña cosa. Por primera vez en mi vida, semejante par me impacta como si se tratase de dos especímenes de la misma raza. Hay una especie de perfecta complementariedad entre los dos; la reciprocidad de un festivo sadismo. El rep sonríe taimadamente, sabiendo que tocará la sucia cosa en el suelo, sondando los límites de la paciencia de la mujer. La mujer sonríe con benevolencia amenazadora, dispuesta a mostrar el alcance de su resistencia y el peso de su autoridad. Ambos, por lo que parece, complacidos con el miserable juego de la vida. Más allá del primer plano de esta estatuaria de apacibles figuras, en el trasfondo formado por la orilla, hay un replacer inmóvil en el acto inacabado de recoger una concha de la arena, la pequeña mano extendida y los dedos pequeñitos muy abiertos como para tocar un sueño hecho añicos. Pura fascinación le enciende los ojos y brilla a través de su rostro. Junto al pequeño rep, un hombre y una mujer cogidos de la mano resplandecen también, embelesados por una fascinación de segunda mano: ven la concha con ojos renacidos y, embrujados por la renacida visión, contemplan el mundo con la descerebrada simplicidad de una recién nacida imbecilidad. Qué protector el hombre hermoso haciendo para el rep una cuna de su 93 sombra en la arena. Qué deliciosa la esbelta mujer con su sonrisa licuefacta al mirar al pequeño replacer que mira la pequeña concha alegre y luminosa. Al fondo del cuadro, hay gaviotas peponas de cabezas pendulantes, suspendidas en medio de sus saltos en la orilla espumosa. En el primer plano de este mundo en miniatura, hay diminutas mariposas azules atrapadas en las celosías del lyft sobre la hierba cinabrio. Al fondo, en el centro, hay replacers chapoteando en las wuldors, envueltos en nubes de espuma. Otro juega inocuamente con una pelota; otro lanza guijarros inocuos que resbalan sobre la piel del mar; e incluso otro le arranca inocuamente a un diminuto cangrejo blindado sus patas blindadas. En primer plano, una mujer porta a un inocuo rep adormecido en una pequeña silla con cuatro pequeñas ruedecitas por la vereda a través del césped sobre la alegre playa luminosa. Este mundo en miniatura es un idilio de ocio sacralizado. En la orilla, un trío de replacers construyen sueños en la arena. Me doy cuenta por primera vez de que existen pequeñas diferencias entre ellos, rasgos individuales que forman primitivas configuraciones de separadas personalidades. Este es rubio, rollizo, ojizarco, de labios rojos, largas pestañas, rostro ovalado, piel morena y extrovertido; ese otro es rubio, rollizo, ojizarco, de labios rojos, largas pestañas, rostro ovalado, piel blanca y extrovertido; y ese otro es rubio, rollizo, ojizarco, de labios rojos, largas pestañas, rostro ovalado, piel morena y aparentemente introvertido o incluso ausente. No, por lo que puedo recordar siempre me resultaron idénticos; pero ahora, bajo la mirada embelesada de sus adoptados protectores, es como si hubiesen comenzado un proceso de ligera diferenciación, mimetizando nuevos rasgos del pool tipológico humano alrededor. “¡Déjalo ya, quieres!” La suspensión temporal cesa abruptamente con las palabras de Karla. Comprendo ahora que la imagen inmóvil de este instante congelado me ha tenido en trance mientras ella fluía hacia el pasado llevada por la más mansa de las brisas del tiempo. Pero mientras mis ojos la seguían a su nicho prescrito en la memoria de las cosas terrestres, inscritos en ella, moviéndose con ella hacia el pasado contra el flujo del tiempo, el sol ha trazado un arco sobre nuestras cabezas hacia su cita con la Muerte cotidiana. Ahora Sol está detrás de nosotros y las cosas del mundo, despojadas de sus halos engañosos, cobran una cruel definición, delineadas con trazos devastados. El marco del cuadro, como una puerta entre el intemporal mundo congelado y nuestra atorbellinada dimensión, vacila bajo la ira solar hasta desvanecerse. La monstruosa Drosophila Ventrinegra aparece en el cielo sobre la colonia entonando su salutación: “Tu Guía soy al Jardín de la dicha, preparado tu asiento.” 94 ¡Gosh! ¿Esto es todo lo que sabes decir? Pero nos está llamando al futuro. De modo que lo que es fuerza en el Espacio se convierte en la geometría del Tiempo. Y con precisión maquinal e impecable coordinación perpretamos la prescrita matanza. Un País de Imágenes Rotas “Vais allí y arrasáis el lugar”, había sido la orden inapelable de Newton después de nuestro combate subterráneo en P-4. “Destrucción es piedad; aniquilación es salvación”, había respondido Karla antifonalmente a través del radiotransmisor, no sin su dosis de cinismo, mientras yo me preguntaba qué pretende mi compañera avispando una y otra vez al jefe de Control. La ira del ÆÞele podía sentirse en su bullente silencio al otro lado de la línea. Dejamos al replacer petrificado allí, en el nido, encerrado en una de las cámaras como protección frente a posibles mutgartos, y continuamos luego hacia el híbrido asentamiento. La orden ha sido cumplida ya en toda su demente imposición. La vida desencarnada refluye de las formas rotas esparcidas por el campo; una corriente de plasma titilante llena los surcos del tiempo, filtrándose a través de la porosa eorðan hasta los opacos archivos de la materia, que son el olvido del hombre. “Ahora inspeccionemos nuestro Dreckarbeit”, dice Karla junto a mí. Me vuelvo hacia ella, pero Karla ya no está a mi lado. Miro alrededor y la veo en la distancia, agitando el brazo desde la orilla, en medio de los restos tétricos que el mar está lamiendo con olas afligidas, cariciosas. Un pájaro cruza el cielo con saltos repentinos a lo largo de una línea discontinua e intrincada. Drosophila está congelada en tres lugares al mismo tiempo. Un paso precavido me lleva a media milla de donde estoy, en medio de una noche aterciopelada. Urgente, me pongo el casco y hablo a través del transmisor: “¿Karla?” Pero no recibo nada aparte de furiosa estática. “¿Karla? ¿Me oyes, Karla? ¿Me lees? ¿Me oyes, Karla? ¡Responde, Karla! ¡Responde!” Poco a poco un inquietante sonido empieza a organizarse en forma de voz tras la ruidosa distorsión en mis audífonos. “¿Qué?” No llega por el intercom, sin embargo, sino del exterior, a través de los filtros. Muy despacio, me desprendo del casco. Karla ya no está en la orilla y no logro localizarla. Drosophila agita frenética sus alas atelarañadas 95 sobre las ruinas del asentamiento, formando remolinos arcoiris que pastorean un rebaño de dunas. “¿Qué?” La voz remota emana de una piedra en el suelo lapis lázuli. Este vasto y exuberante universo tiene lugar en un pequeño rincón de nuestra consciencia, tan pequeño, tan minúsculo e inmaterial que quizás no sea más que un punto matemático.... Inclino el cuerpo y presto oído a cháchara de la piedra. ...confluyen cascadas de para su decodificación. es una fórmula. Es la fórmula de esa decodificación. El universo, visto, vivido y entendido como una Totalidad unitaria y a la vez diversa tiempo y en el espacio —esto es, subjetiva y objetivamente— llamamos causalidad, es el fruto de decodificar esas misteriosas señales de acuerdo con la fórmula específicamente humana sello del hombre. He oído esto antes. La piedra habla como Madsphinx. No, no es la piedra; la voz llega a través de las retículas de la materia. Karla está aquí. Quince pasos por delante de mí, hundiéndose en un suelo de mercurio, con una maldición estrangulada en la garganta. Me muevo hacia ella. Uno, dos, tres cuatro cinco pasos... el espacio se estira elásticamente con una especie de continuidad euclidiana coherente. Incluso llego a oír las palabras de Karla apagándose: “Distorsión por el reflujo cuántico...” El sexto paso me sitúa en la arena, bajo las alas todavía en movimiento del monstruoso mutante ventrinegro. Pero me he dividido. Estoy en tres cuatro cinco lugares más. Karla está con uno de mis yos y ninguno de los dos me presta atención. Están sentados en una roca marina tachonada de conchas y parecen embelesados mirando al bostezante horizonte, por donde emerge un sol romboide. (Es por la tarde aquí, bajo mi propia bóveda celeste.) Karla habla. Oigo sus palabras pero no puedo organizar en mi mente su sentido. Me doy cuenta de repente de que estoy viendo todos mis yos desde todos mis isomorfos ortogonales. Me he perdido el rastro. Me he perdido a mí mismo entre mis propias réplicas en esta orgía de visión multiángulo. “¿Qué?” Inclino el cuerpo y presto mi oído al musical terreno: There is something yours in stainless snow: Its heat withdrawn in whiteness, Its heart-expanse enthralling Cold With warmth of purity, Its bright soul-glow of crystal-foam 96 Embalming all in heaven’ blankness “¿Qué?” Un viento azul-niebla me golpea el rostro. Puestos a pensar en ello, puedo ser muy Espartano Espartano Espartano cuando es necesario, llega a través de la trama de la materia en una voz vulgar, acotorrada, naranja. “¿Qué?” Its ambrosial moon-perfection... Drosphila sonríe benigna. Teníamos en casa un mono, un gran matemático. Me enseñó el décimo problema de Hilbert. Puse a prueba mis habilidades contra las ecuaciones diofánticas, pero fallé miserablemente. Así que empecé a jugar a basket con una Esfera de Rieman y compré una casa de verano en Tiempo Imaginario Euclidiano, justo en el punto medio entre Big Bang Square y Big Crunch Park. Un río de sangre y carne fundida fluye como lava hasta el mar. Las víctimas descorporadas en sus almas elementales desenraizadas nadan alegres, saltando como truchas. Karla viene a través del césped cinabrio, sin alcanzar nunca la playa, inmóvilmente moviéndose. Agita el brazo, tratando de decirme algo. Trato de escucharla con el casco puesto. Sólo estática. Y las voces sobrecogedoras del suelo. Como Madsphinx. Si tuviera una máquina del tiempo impediría que mi padre llegase a conocer a mi madre. Si me preguntas las tres cosas que odio más en el mundo, te diré: la familia, la televisión y los médicos. Si me preguntas las tres cosas que más me gustan, no sabré qué contestar. Intento hablar, alcanzar los pasos eternos de Karla con mis palabras. Mi voz refluye de mis labios a mi garganta, asfixiante. As for the Cryptarchy, nunca resulta una dictadura tan poco vulnerable como cuando cambia sus ropajes y sus prácticas ancestrales por el movimiento sutil de una presencia fantasmal y, como los dioses, al mismo tiempo parece inexistente y se declara la fuente de todos los bienes. Drosophila desciende sobre el río de sangre y empieza a succionar de él, volviendo de cuando en cuando la cabeza hacia mí con mirada perspicaz. Polillas-gema vuelan a su alrededor, jitteringly, chimingly. Bird-enchanting sweetness, moon-limbed stillness... Quizá no Madsphinx después de todo —Canta Musa, Hija de la Memoria, de la infancia de nuestro héroe. Di, inconstante Lady, cómo fueron sus tempranos años cuando el reloj nuclear de sus células dio los once. Pues entonces mi padre proclamó desterrados para siempre aquellos besos de marica (cito literalmente) en la mejilla de papá; desde entonces debería cuadrarme ante él, alzar marcialmente el brazo derecho y siegheilearlo. Era mi héroe, el hijodeputa, antes de que comprendiese el 97 sentido de todo aquello. Los hijos no son nunca el fruto del amor, ¿sabes?, sino de la desesperación. Criarlos no es un acto de generosidad, sino de absoluto egoísmo: la innecesariamente cruel creatividad de los no creativos; o si prefieres, una inútil iteración. Huxley captó la idea al revés: la probeta al hombre libera, del seno materno nace siervo. Eh, Musa, ¿estás de broma o qué?— sino recuerdos que efervescen desde un estrato inframental, estallando en preprogramados monólogos de un profundo azul. Los registros secretos de la personalidad entonados sin cesar por el yo inconsciente, que repite sus obsesiones hasta que cuajan en verdades. El mero amago de un paso me pone a veinte yardas de Karla, en lo profundo de un irracional crepúsculo. Su voz me alcanza de pronto clara e imperativa. “¡Ahora, petrifícalo!” Y veo lo que pretende. Un replacer sobreviviente se escurre entre las ruinas del asentamiento. Disparo. El pulso q-viaja a través de un multiverso de superpuestas existencias, dejando atrás una estela arcoiris de cosmocúpulas rotas y tiempos distorsionados. Golpeándolo fuerte. Con un Rep Petrificado por Almohada “¿ENE?” “Espacio No Euclidiano”, pontifica Karla. “Pero eso es obvio, ¿no? Yo no llamaría nunca euclidiano a un espacio con propiedades como elasticidad local, temporalidades alométricas, topopsiquismo, discontinuidades, gravedad inhomogénea y superposiciones lineales. ¿Me olvido alguna? La cuestión es qué lo causó. Y qué lo detuvo.” Karla parece de pronto perdida en meditación. Un viento púrpura trae manso la noche, alimonado. Hemos encendido una hoguera junto a la entrada de P-4. Dos replacers petrificados reposan inocuos junto a nosotros, atrapados en sus distintos comas. Los mutgartos se han dejado ver y se han retirado; aparentemente, odian el fyr. Sus penetrantes chillidos nos recuerdan, sin embargo, que somos intrusos en un territorio que reclaman como propio. Los caballos piafan inquietos cada vez que los mutantes gritan, y relinchan lastimeros. “Quizás Newton tenía razón, después de todo”, dice Karla por fin. “¿De qué estás hablando?” “Estoy hablando de patterns cerebrales y de campos mentales. No puedo decirte cómo, man, pero vi, lo vi con mi mente como si toda ella se hubiese vuelto un gran ojo esférico, que la retícula espaciotemporal había 98 quedado afectada por la liberación de los campos mentales de los replacers...” “¿Esa distorsión por el reflujo cuántico de la que hablaste?”, la interrumpo. “Exacto.” “¡Oh, por favor! ¿Qué sabemos del dominio cuántico aparte de las cuatro cosas más prácticas y elementales relacionadas con los pulsadores? Y además, hemos estado cazando reps toda la vida que recordamos sin habernos tropezado jamás con algo así.” Pero, de algún modo, empiezo a sentir que tiene razón. “Estos replacers eran diferentes.” “¿En qué?” “No lo sé. Había algo distinto en ellos, algo nuevo. Estaban comenzando a desarrollar características individuales, por ejemplo. Quizás se desencadena en ellos algún proceso oculto el momento en que engatusan a humanos para que sean sus protectores.” “¿Por esto conservamos dos?” “Puede que ofrezcan distintos tipos de respuestas.” “¿Realmente crees que la fórmula en aquel viejo pedazo de papel...?” “¡Pustiak, man! ¡Aquel pedazo de mierda era farsa!” “¿Qué estas diciendo, puro Glockenspiel?” Pero no está dispuesta a abundar en ello. La brisa se arremolina de repente alrededor del fyr arrebatándole un enjambre de chispas doradas. Los leños ardientes crujen lúgubres al saltar las fúlgidas luciérnagas furtivas. “Tú tienes ese recuerdo también, ¿verdad, Karla?” “¿Qué recuerdo?” “Ya sabes cuál quiero decir. Ahora me resulta más remoto. Algo vislumbrado al borde de dreamland, en un estado rielante entre el sueño y el despertar. Les hicimos algo, ¿no es así? Tú y yo. Algo a sus cerebros. Los cerebros de los replacers. Algo prohibido.” Karla se queda callada un instante. Ominosamente. Luego: “¿Qué es eso en tu cinturón que siempre llevas contigo?” “Ya sabes lo que es.” “Dímelo de todos modos.” “Una grabadora”, concedo. “¿Para qué?” “Memoria hardware. Un back-up de mis pensamientos en caso... ¡Eh, mujer, ¿de qué va este juego?!” “Un back-up para tus pensamientos, sentimientos, preguntas, aspiraciones y desesperaciones en caso... sólo en caso, de que lo perdamos todo otra vez. ¿No? Lo que intento decirte, klugman, es que no es la primera vez que montas este tipo de back-up.” 99 Vuelvo la vista, desconcertado, hacia los comáticos replacers. “¿Dónde? ¿Ahí? ¿Cómo puedes saberlo?” “Porque tienes razón. Comparto este recuerdo específico contigo. Sólo que mi copia es más nítida.” “¿Qué más sabes?”, le pregunto sin disimular mi ansiedad. “Ya he dicho demasiado.” “¿Por qué? ¿Por qué siempre ese velo de misterio alrededor de las cosas que sabes? ¿Quién te crees que eres?” “¿Por qué? Porque las estropearías todas. ¿Quién me creo que soy? Man, yo soy tu Salvador. Pero aún no lo entiendes.” “¿Entender qué?”, casi grito fuera de mí. “Hora de partir.” “¿Ahora?” “Yo me voy. Tú te quedas y vigilas el campamento.” La observo en silencio mientras se pone en pie, recoge sus armas, ensilla el caballo y lo monta. “¿Qué se supone que tengo que hacer aquí, camarada?” “Espera. Descansa... Duerme.” “¿Dormir? ¿Cómo?” “Usa un rep por almohada.” Y espolea secamente al semental sable, que se lanza a un repentino galope fundiéndose con la negrura de la noche, como un sueño que queda atrás. Merodeadores de los Sueños Agua hirviendo, tres cuatro cinco cucharadas del jodido polvo instantáneo, una dosis generosa de aspartamo... dispuesto para afrontar la noche. Creo incluso que podría masticar una de esas terrosas barras de proteína que nos mantienen a nosotros, los héroes y luchadores de la Nueva Era, los supervivientes del Hombre, insustancialmente vivos. Ahhh Lone, ¿serías capaz de hacerme un favor? Algo personal, ¿sabes? Sólo entre tú y yo, nadie más necesita saberlo. Sólo… no caigas en tu típico humor loniano, ¿okay? Esta noche no, por favor. Mantente frosty. Ten tu q-pulsador a mano. Cruza las piernas, tensa la espina, respira profunda y alegremente, desparasita tu cerebro, abre bien los ojos, enciende tus funciones corticales, déjalas chispear de vida y, por una vez, sólo por esta vez y en aras de un cambio saludable, olvídate de tu derrotismo crónico. ¿Okay? No se lo diré a nadie, crossmyhearthopetodie. Recuerda: ¡Todo va bien en el mundo! Debo de haber leído esto en alguna parte. Seguro que a mí solo no se me ha ocurrido. 100 ¿Lo ves? ¡Estás cayendo otra vez! ¿Qué quieres, joder las cosas ahora que estás poco menos que fluyendo serenamente hacia los últimos capítulos de tu historia? Porque esto es el fin, man, lo entiendas o no. Good grief!, ¿pero qué eres tú? ¿El topo de Karla en mi conciencia? ¡Vete con tu ama! Y dejar que te revuelques en las defecaciones de tu cerebro. ¡Ni hablar! ¡Te conozco! Tú eres uno de mis yos ortogonales. El que estaba sentado y conspirando con Karla. ¿Así que me reconoces? Muy amable, really. Déjame darte un consejo urgente, entonces. Despiértate, man, ¡o los mutgartos se te van a comer las pelotas! Con un espasmo de alarma emerjo del sopor que me había cautivado sin que lo percibiese. El fyr está muriendo. Mi caballo relincha frenético. El negro de la noche está tachonado de ojos esmeralda. Ojos almendrados que enciende un paciente, acechante, fiero resplandor, ahora visible ahora velado por los vapores nocturnos. Arrojo nuevos leños al fyr, acaricio mi con-arma, cojo el lanzallamas, azoto la oscuridad un par de veces con su abrasador rugido y espero alerta hasta que los bastgartos se han retirado otra vez. El caballo se tranquiliza por fin. Y yo me fío de su instinto. Así que empecemos toda la historia de nuevo: Agua hirviendo, tres cuatro cinco cucharadas del jodido polvo instantáneo, una dosis generosa de aspartamo... y dispuesto para afrontar lo que quede de noche. Creo que podría llevarme a la boca incluso una de esas barras de proteína grumosas y asfixiantes que ayudan a conservar nuestras inútiles vidas. Nosotros, luchadores y… okay, no repetiré esta línea. Y para comenzar, ¿estoy realmente despierto esta vez? O: ¿he estado realmente despierto alguna vez? Sé práctico, man. El suelo está duro, la piedra es sólida, el fyr quema, no puedo levitar y, si le pego una patada a mi caballo, me la devolverá. Ahí tienes todos los síntomas del estar despierto. Lo que en otro tiempo se llamaba Realidad. Incluso los replacers están ahí, sumergidos en sus trances, sus vectores de vida en suspenso. Y deberías sentir, Karla, qué fríos están ahora. Al final es verdad que he acabado usando uno de ellos por almohada, sabes. Sin quererlo, en cualquier caso. Zufälligerweise. Y creo que tienes razón. Hay algo en ellos que turba la memoria. ¿O no lo dijiste tú, después de todo, y me lo he inventado yo mismo? Me parece ahora como si estuviese a punto de recordar. Como si alguien hubiese abierto las puertas de la vieja cripta olvidada. Miro dentro de ella y siento las presencias, pero no logro darles formas visibles. Cuando trato de llamarlas, no me responde sino el eco de mi voz, vacío. Pero los percibo ahí, los viejos recuerdos, esperando que los reviva. ¿Estoy yo también entre ellos? Y si mi identidad está ahí, entre las 101 cosas perdidas, ¿quién es el que pregunta por ella, haciéndose pasar por ella? ¿Es ésta la razón de que tú tengas recuerdos mejores y más precisos del Urseiende? ¿Porque no dejas que se te cierre la herida? ¿La herida que los replacers te infligieron? ¿Es el dolor la puerta de la memoria? Se me ocurre ahora que quizás haya gente en la madriguera que recuerde el Urseiende mejor de lo que estarían dispuestos a reconocer. Como tú. Quizás incluso entre todos tengan piezas suficientes del puzzle para completarlo, si tan sólo aceptasen compartirlas con el resto. ¿Por qué lo ocultan? ¿Miedo? ¿Miedo de las consecuencias? ¿Tan terrible es lo que nos hemos hecho unos a otros? ¿Es ésta la razón de que hayamos perdido la vieja memoria, por un sentimiento de culpa cainita? ¿Cuánto sabe Newton en realidad del Urseiende? ¿Tengo yo también piezas suficientes del puzzle para ayudar a completarlo? No, estoy seguro de que no. “Piénsalo mejor.” “¿Tú?” “¿A quién esperabas?” “Entonces yo...” “Sí, te has dormido otra vez. ¿Lo digieres mejor así? Pero concédeme un momento en cualquier caso.” “Pero...” “¡Só-loun-mo-men-to-man!” Me resigno a escucharle. “Di lo que debas, pues, pero al menos no entones otra vez ese verso tuyo.” “¿Tu Guía soy al Jardín de la dicha y todo eso?” “¡Exacto! ¿Qué es lo que quieres?” “Pero es la verdad. ¡Soy tu Guía!” “¡Da igual!” “Okay. Sólo contéstame a esto: ¿por qué crees que Karla dijo que estropearías las cosas si las conocieses?” Abruptamente, Drosophila huye asustada, alzando el vuelo con torpes, fatigosos, pesados saltos. Sorry si te molesto, man, se cuela mi yo ortogonal, pero tendrías que volver de inmediato. Caigo hacia el despertar. Despacio. Tan despacio que paso eones hundiéndome a través de capas y capas de sordo algodón hasta que soy capaz de abrir los ojos. Aún está oscuro ahí fuera. Hay un silencio de muerte. Un silencio azul. Y el cielo me observa con sus luceros ferales tras una pantalla de frío. Nunca me ha importado nada aparte de mis preguntas. Por eso la materialidad me ha resultado siempre tan inmaterial que tomo los sueños por la realidad, esto es, confundo los sueños con el sueño más 102 desabrido de todos. Pero ahora sé sin lugar a dudas que estoy en el extremo más unheimlich de todo el espectro. Débilmente todavía, el suelo empieza a reverberar. Pongo en él la mano para escuchar el sonido a través de mi piel. Clunk tras clunk tras clunk tras clunk en el tambor del terreno, más y más rápido, más cerca y más fuerte. Deben de ser al menos cuatro caballos. Así que Newton ha enviado por fin a sus ghostkillers. Un pájaro almuédano canta desde el bosque, ominoso y triunfante, y yo recuerdo haber vivido esto ya. De pronto, cinco jinetes sobre corceles negros saltan apocalípticos a través de la muralla de vegetación al claro en que me encuentro. Karla los dirige fieramente; tienen los pulsadores dispuestos. Esta vez yo no soy el cazador, sino la presa. 103 IRRESPUESTAS Cualquier objeto, incluso el más simple, contiene, potencialmente, una cantidad infinita de información. De ahí que por más que detallada que se haga una transmisión, siempre resultará innecesariamente precisa para algunos y fragmentaria para otros. Stanislaw Lem, La Voz de Su Amo 104 Huellas en Campo Mente Los ocho æÞeles —cuatro investigadores, incluido el jefe de Control, y cuatro guardias— ocupan ceremoniosamente los lugares que se les han asignado en lo que la élite de Control conoce ya como el Core Wissenschaft: la última, la más impresionante y la mejor equipada de las cámaras high-tech descubiertas recientemente. Todos ellos visten trajes de aislamiento con pantallas faciales ligeramente ahumadas, cada uno respira el oxígeno de su propia mochila de mantenimiento vital y comunica con el resto a través del sistema de radio intercom, para evitar la posible infección a causa de los replacers. Este sofisticado equipamiento Wissenschaft no ha sido descubierto sino durante los últimos días en el inapreciable yacimiento arqueológico que podría cambiar la vida de los P-seveners para siempre. Extraña (pero afortunadamente también), el destino, o lo que sea que ensarta los eventos en las secuencias temporales que conforman la trama de la Realidad, ha sido propicio y los hallazgos en el interior de la madriguera han proporcionado por esta vez todo lo necesario para estar a la altura de los desafíos traídos del exterior. Con los cuatro guardias de pie en las cuatro esquinas de la cámara y los cuatro técnicos alrededor de las dos mesas de operación en el centro del Core, donde los dos replacers yacen drogados y sujetados por correas, Newton permanece callado e inmóvil durante un largo, lento, entero minuto, como si orase. “Bien, camaradas”, comienza por fin, y su voz se transmite algo distorsionada y mezclada con un resuello de estática a través del defectuoso sistema intercom, “espero que no sea necesario recordaros que habéis jurado mantener en secreto todo lo que se diga, se vea y se halle aquí hoy. No hace falta que os describa el nivel de inestabilidad al que podríamos precipitarnos, como sociedad, si las respuestas que obtenemos aquí traicionan las espectativas y esperanzas del resto de nuestros camaradas en un momento tan difícil y apremiante como el que estamos soportando ahora.” Pausa un instante para absorber el solemne silencio que recibe sus palabras. Parece disfrutar de la profundidad que este rito científico, filmado y registrado para la posteridad por cuatro cámaras automáticas en el Core, está adquiriendo de su discurso, no tan improvisado como quisiera que el resto de los æÞeles presentes creyera. “Hay veces en que uno siente que, si sólo pudiese detenerse unos instantes, detener la acción, retirarse al interior de sí mismo, detener incluso los azarosos revoloteos de la mente, llegaría a encontrar la clave del orden que su vida y su consciencia han perdido. Lo intenta y cae dormido, o se hunde en un trance de olvido... Cuando al fin se recupera, descubre que aún no tiene la llave. Que nada ha cambiado en él o alrededor de él 105 mientras el perenne movimiento de la vida, desordenado y sin propósito, se lo llevaba hacia delante. Si os digo esto es porque sé que algunos de vosotros preferiríais no dar este paso. Al menos no ahora. Pero darlo es inevitable. No hay otro camino. Dos camaradas han muerto para capturar a estos replacers. De manera que es nuestro deber exprimir a estos seres hasta la última gota de conocimiento que podamos arrancarles. Y esto es algo que sólo puede hacerse ahora. ¡Debe hacerse ahora!” Newton se refiere obviamente a Karla y Lone, cuyas muertes acaban de ser anunciadas a Control y publicadas en la madriguera. Sólo los cuatro guardias saben aquí que los dos guerreros no dieron la vida ni altruista ni voluntariamente por la buena causa proclamada por el ÆÞele. Muy al contrario, Newton envió sus ghostkillers contra ellos del mismo modo que arrojará a sus guardias contra sus investigadores, si llega a sentirse amenazado por ellos. Confía en los guardias de Control más que en nadie en la madriguera. No ha ahorrado ni tiempo ni esfuerzo en ganarse sus lealtades, porque siempre ha sabido que este momento llegaría antes o después. El momento de la verdad. ¿Y quién está más allá de la necesidad de protección cuando el momento de la verdad sobreviene? “Toda nuestra vida en la warren la hemos pasado ansiando una respuesta”, continúa el jefe de Control. “¿Quiénes somos? ¿Dónde estamos? ¿Qué son estos seres a los que combatimos sin tregua? ¿De dónde vienen? ¿Quién o qué los produce? ¿Hubo una vida antes de ésta? ¿Cómo era? Preguntas como éstas nos han vuelto locos durante todo este tiempo. Aquí”, y Newton toca la cabeza del replacer drogado a su derecha, “puede que se encuentren las respuestas a todas o a algunas de estas cuestiones, aunque aún no podemos saber cuán completa será la representación del Urseiende que sean capaces de proporcionarnos. Pero ahora que tenemos tan cerca las respuestas, percibo que nuestro sentimiento dominante aquí, en este Core, es el miedo. El miedo al pasado se ha convertido en miedo al futuro. De manera imperceptible, nos hemos habituado tanto a nuestra vida presente, aunque mutilada y deficiente, que hemos llegado a temer cualquier posible cambio. No obstante, en los últimos tiempos hemos sufrido tal cantidad de bajas que ya no queda otro camino, aunque sólo sea para prolongar el presente estado de cosas, que conseguir de una vez por todas las respuestas que hasta ahora nos han eludido. Quiero que todos penséis en esto mientras trabajamos hoy aquí. Esto es todo lo que tenía que deciros, camaradas. Ahora, antes de dar comienzo a lo que todos esperamos sea la última fase de nuestra investigación, hagamos un breve resumen de lo que ya sabemos. ¿Moira?” “Sí. Hemos podido confirmar”, asevera uno de los investigadores de Control, “que los replacers son integralmente unidades biológicas. En la medida en que nuestros instrumentos son capaces de establecerlo, no hay en sus cuerpos ni una pieza de maquinaria. Están hechos exactamente de la 106 misma materia que nosotros, humanos. Y si hemos de fiarnos de nuestros scanners, están dotados de exactamente los mismos órganos. De acuerdo con todo esto, y de acuerdo también con nuestros últimos descubrimientos aquí, en el yacimiento Wissenschaft, debemos admitir como una posibilidad no muy lejana que los replacers y los humanos pertenezcamos a una y la misma especie; aunque la teoría de Madsphinx, que querría ver a los primeros como el resultado reproductivo de los últimos, debe ser considerada, en ausencia de ulteriores datos, como el producto de una grosera mitología.” “¿Arnim?”, pide Newton. “Yessir. Tal como Carry-Ann aquí sugirió”, repone el segundo científico volviendo la cabeza hacia Carry-Ann en una de las esquinas con una ligera inclinación de reconocimiento, “existe una ligera diferencia, aunque no fundamental, entre los dos replacers. Tom1 (de acuerdo con la nomenclatura establecida) es un espécimen de replacer estándar, en todo idéntico a los anteriores replacers encontrados hasta ahora. En Tom2, sin embargo, encontramos rasgos individuales, embrionarios aún pero perceptibles, que lo separan del modelo estándar. Si hemos de admitir que los humanos y replacers forman parte de la misma especie, debemos contemplar este proceso de diferenciación como el auténtico comienzo de la humanización de estos últimos. Ahora bien, esto nos conduce a una contradicción insoluble, porque todo apunta al hecho de que el proceso de diferenciación física y de individuación psicológica se desencadena en el momento en que el replacer queda vinculado a su protector o protectora y recibe su impronta emocional. Puesto que los replacers representan lo absolutamente opuesto a nuestra cultura, nos vemos forzados a rechazar que puedan volverse humanos en el mismísimo proceso de negar lo que nosotros somos. Pero esta constatación nos arroja de cabeza contra otro enigma: si replacers y humanos pertenecen a la misma especie biológica, ¿por qué ellos son idénticos, mientras nosotros somos tan diferentes unos de otros?” “¿Niels?”, requiere Newton. “Sir. Por lo que respecta al proceso de diferenciación física e individuación psicológica (el D-proceso, de acuerdo con la nomenclatura establecida), aunque es verdad, como ya se ha dicho, que todo sugiere que la captura del protector es el evento que lo desencadena, todavía ignoramos los detalles del programa implicado en el mismo. Lo que sí sabemos es que durante su periodo como modelo estándar (Standard Model Period o SMP) un replacer funciona meramente como una entidad neural computable: no posee más mente que un gusano o una rata o un conejo. Con toda probabilidad, incluso menos. Pero una vez que se ha activado el D-proceso, se enciende en su cerebro una actividad cuántica subcelular. Concretamente, a nivel de los microtúbulos en la estructura citoesquelética 107 de las neuronas y en la retícula vesicular presináptica. Esto debe de generar con el tiempo un campo mental cuántico coherente de primer nivel (ψM1) con dos notables efectos: primero, afecta al ADN del replacer, lo que hemos llamado su gen-pro estándar, dando lugar a las mutaciones físicas que hemos podido percibir en Tom2. Es muy probable que los cambios físicos sean lentos e incluyan cierta forma de mímesis, una especie de copia del fenotipo de su protector o algo parecido. En segundo lugar, ψM1 libera o activa un ‘Atractor Extraño del Yo’ (Self Weird Attractor o SWA), el alma matemática o entelequia del replacer, la cual gobernará teleológicamente a partir de ese momento el futuro desarrollo de ese ser consciente.” Los tres investigadores menores han hablado. Lo han hecho en la misma jerga, con la misma voz, el mismo tono monótono. Perdidos dentro de sus uniformes trajes de aislamiento, parecen tres réplicas, tres monkey-apers, del ídolo científico mismo, el ÆÞele de Control. “Gracias a todos, camaradas”, concluye Newton. “Sólo dos cosas quedan por decir. Primero, que hasta ahora no hemos hallado ninguna clave para la posible exterminación de los replacers en cuanto que plaga biológica. Por último, que lo que sí hemos detectado es un área de especial densidad en el campo mental cuántico de primer nivel de Tom2. Es esta área, que hemos denominado Zd-Mem, la que debemos explorar ahora de acuerdo con la hipótesis de que constituye un zip-campo reticular submental de eventos fundacionales flexiblemente interconectados en código tiempo, es decir, un i-paquete de memoria colectiva. Empecemos de una vez.” Ahora, mientras se hace descender a la cabeza de Tom2 un casco conectado por infinidad de cables a las máquinas y ordenadores, y agujas del tamaño de la milésima parte de un cabello humano penetran en el cerebro a través del cráneo desplegándose como telescopios, eyectando extensiones más y más finas a fin de alcanzar los dominios subcelulares del córtex, algo ocurre en la cámara sin que lo perciban los cuatro concentrados investigadores. Un mensaje pasa de guardia a guardia a través de una frecuencia inoperante para el resto del selecto grupo en el Core: Rojo a punto. Cambio. Negro a punto. Cambio. Azul a punto. Cambio. Oro a punto. Cambio y fuera. Nadie aquí, en la cámara herméticamente cerrada, a parte de los cuatro involucrados, nota que la tensión en las esquinas de la cámara se ha elevado algunos grados. “Oscilaciones subcelulares cuánticas contactadas”, anuncia uno de los investigadores que manipula el casco de Tom2. “Ya están transmitiéndose. La pantalla del desformalizador debería encenderse en seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno, ¡ahora!” 108 Una cascada de ideogramas verdes y grises y anaranjados empieza a caer de pronto a través de la negra pantalla. A los cuatro científicos les invade un silencio sólido, la vista fija en la lluvia tricolor, atónitos ante su propio éxito. Se dan cuenta ahora de cuán inesperado había sido éste para todos ellos, después de todo. Durante largos minutos permanecen inmóviles delante de la pantalla, estudiando los patrones en que fluyen los ideogramas, sus iteraciones y regularidades. Memorizándolos, absorbiéndolos. “¿Empezamos con la decodificación?”, pregunta Moira por fin. “Algo falla”, replica Newton. “¿Qué quiere decir, sir?”, inquiere otro de los investigadores. “No lo sé, pero puedo sentirlo. Estos patrones son demasiado caóticos. ¿Estáis seguros de que la información que recibimos proviene directamente de Zd-Mem?” “Yessir, ¿por qué?” “Okay”, concede Newton, “encended el decodificador.” Moira alarga la mano para activar el complicado aparato. Una segunda pantalla se ilumina. Medio minuto después, una danza browniana de palabras e imágenes fragmentarias rompe el negro pulido de su superficie. La entropía creciente en el decodificador se vuelve abrumadoramente deprimente para los ocho æÞeles. Moira apaga la máquina con un gesto rabioso de la mano y un histérico: “¡Donnerwetter fucking Bojje moi!” Oro expanse, pospone uno de los guardianes, el que tiene la mejor perspectiva de las pantallas. ¡Amen!, entonan simultáneamente los otros tres en respuesta. “Tiene que ser el hardware.” “No puede ser eso”, replica Newton. “Hemos llevado a cabo cuidadosa y minuciosamente todos los procedimientos de reactivación.” “Tiene toda la razón, sir. Pero estamos operando de acuerdo con un conocimiento que es incierto.” “¡No! El conocimiento no es incierto. Puede que sea inexplicable, pero no incierto. No sabemos cómo o por qué lo poseemos ni de dónde nos viene. Pero lo poseemos. Y sabemos que lo poseemos.” “Ésa es la cuestión, sir. Su misma fuente podría estar equivocada. De hecho no sabemos...” “Señores, esta discusión es Glockenspiel. Hemos avanzado demasiado para empezar ahora a cuestionarnos la fiabilidad de lo que conocemos. Tenemos que fiarnos de nuestro conocimiento por más inexplicable que pueda ser. Es la única puerta abierta. No. Dejadme pensar sólo un momento... dejadme pensar sólo un momento... Veamos: Estamos actuando sobre ψM1, ¿de acuerdo? Pero si nuestra tesis es correcta, este campo mental se activa por medio de un hipotético evento desencadenador. 109 Denominemos T1 al momento de la activación de ψM1. Ahora bien, si estamos en lo correcto al pensar que Zd-Mem es una memoria implantada de naturaleza colectiva, debe ser anterior a T1; tuvo que ser implantada en T0. De manera que nos estamos dejando algo aquí, camaradas.” “Entonces nuestras tesis ha de ser errónea”, repone uno de los científicos y el desánimo le mana en la voz. “No hay margen posible de error en el hecho de que Zd-Mem se da en un estrato profundo de ψM1, estocásticamente accesible desde los niveles superiores pero influyendo en ellos de modo determinista.” “No exactamente, Arnim”, le interrumpe Moira. “Escuchad, ¿qué es la memoria, después de todo? Podemos contemplarla como una especie de fijación de experiencias y percepciones presentes en un lenguaje en código tiempo de elementos asociados libre y estocásticamente, ¿de acuerdo? Por su lado, el presente es la actualización de una línea temporal específica, lo que implica la reducción del vector de estado del segmento futuro de esa línea temporal. Pero una vez que el presente ha sido codificado como recuerdos vuelve a estar cuantizado: el pasado es tanto una cuestión de posibilidad como el futuro. Quiero decir que, de acuerdo con las ecuaciones cuánticas, debe existir cuando menos la posibilidad de realinear el pasado en conformidad con las alineaciones futuras.” “Moira tiene razón”, concede Newton. “Veo lo que quieres decir. El pasado no es información fija y descuantizada, sino tan variable como el futuro. Es decir, el pasado cambia según el futuro que lo observa. Por eso, aunque la memoria (Zd-Mem) tiene que haber sido implantada en la mente neural al nivel puramente cerebral necesariamente en T0, después de T1 tuvo que empezar a ser absorbida por el campo mental de primer nivel, traducida a sus propios términos de posibilidad cuántica, por así decirlo, y resituada en una zona que es el reflejo exacto de su lugar original en la mente neural. De manera que lo que tenemos que hacer ahora es encontrar la clave y ratio de su traducción a ψ-términos y proporcionárselas al desformalizador. Porque el problema real está ahí. El decodificador no ha hecho más que amplificar la distorsión original.” Newton se sienta frente al ordenador central y empieza a deslizarse audaz sobre el teclado. Los otros tres investigadores permanecen detrás, hipnotizados por los complejos símbolos y números fundiéndose en poderosas ecuaciones que se replican a sí mismas y mutan para fluir hacia elegantes soluciones. Un par de minutos después el desformalizador ha sido revitaminado con los nuevos datos. Re-rojo. Cambio, se abre el circuito encubierto de los guardias otra vez. Re-negro. Cambio. Re-azul. Cambio. Re-oro. Alertas. 110 Los patrones en la pantalla del desformalizador cambian abruptamente. Se hacen más claros, presentan regularidades más evidentes y los ideogramas llegan ahora en cuatro colores, al añadirse el amarillo a los otros tres. Pero Newton no ha terminado. Continúa puliendo sus ecuaciones, afinando las soluciones. Los patrones mutan y mutan de nuevo hasta que parecen la fluida estructura de un cristal líquido. Satisfecho con el resultado, el ÆÞele se detiene por fin. “Okay, encended el decodificador.” Moira obedece. Tras un corto lapso, imágenes y palabras inundan la segunda pantalla. Los primeros remolinos de frases y colores empiezan a organizarse en secuencias coherentes. A estas alturas, el semblante satisfecho de Newton debe de haberse transformado en uno de pura consternación. Sin embargo, todavía no se mueve, permanece sentado tragándose en atónito silencio todo lo que la pantalla tiene que decirles a los boquiabiertos espectadores acerca de su pasado perdido. “Bien, por supuesto hay que leer todo esto correctamente”, escupe al fin el jefe de Control. “Es obvio que el q-pulso dañó la memoria de Tom2, pero hay lo suficiente aquí para...” Pero mientras su mente vuela en busca de interpretaciones favorables, uno de los guardias desenfunda su propio q-pulsador. Aunque Newton capta el gesto de reojo, malinterpreta el acontecimiento por venir. Carry-Ann alza su arma, apunta y pulveriza a los dos replacers. Inmediatamente, los cuatro guardias se despojan de sus trajes de aislamiento y se hacen con el control del Core. Larissa cubre la salida. Carry-Ann encañona a Newton con su pulsador. Yo le devuelvo la mirada, calibrando la medida de su asombro y de su sentimiento de traición al hallarme vivo aquí dentro. Y Karla se dirige al ÆÞele con su peculiar forma de sarcasmo: “Eres grande, klugman, verdaderamente grande.” Verdimundo “Tenías razón, sabes. Las habría fastidiado.” “¿Las respuestas? Desde luego que lo habrías hecho. Hay personas que tienen que ser protegidas de sí mismas. Y el resto tenemos que protegernos de las personas que deben ser protegidas de sí mismas”, repone Karla enmarañadamente. “No creo que me hayas entendido. ¿Piensas que estamos mejor con ellas?” 111 “Ahora tenemos la coordenadas. Podemos construir a partir de ellas”, replica de un modo casi implorante, inusual en Karla. “Quizás sepamos dónde estamos en el universo, pero seguimos sin saber qué somos, quiénes somos.” “¿Y qué se supone que te respondería a eso, man?” “Una experiencia. Todo lo que tenemos ahora es narrativa. ¿No lo entiendes? Respuestas que calman unas preguntas sólo para hacer nacer otras preguntas, sin responder a nada central.” “¡Scheisse, Lone! Has estado teniendo experiencias todos estos años; quizás no has sido capaz de reconocer la que buscas. ¡Y no me digas que no te atormentaba no recordar nada del Urseiende!” Intento responder pero Karla me silencia con un gesto tajante y una mirada glacial. “Busquemos dónde sentarnos. Debe de estar a punto de llegar”, dice con brusquedad. La plaza está abarrotada, ni un solo P-sevener se halla ausente. La gente se sienta en las sillas o el suelo, allí donde encuentran el hueco más inconcebible. Pero esta noche no traen sus botellas de licor; saben ya que necesitarán todos sus sentidos para escuchar lo que ha de decirse. Hay dos jaulas en medio de la plaza esta noche. En una de ellas yace Madsphinx boca arriba en una especie de sopor comático. En la otra, sentado ignominiosamente, con los ojos cerrados ignorando a la turba, está Newton, resentido y absorto, murmurando sin cesar para sí mismo: El pasado cambia según el futuro que lo observa, el pasado cambia según el futuro que lo observa, el pasado cambia según el futuro que lo observa... Y en uno de los rincones del ágora subterránea, se ha instalado una enorme pantalla que pende del techo. “Ahí viene”, anuncia Karla. Carry-Ann se abre camino a través de la compacta multitud escoltada por Larissa y un escuadrón de sus guardias. Alcanza el centro de la plaza y espera a que la gente guarde silencio. “Amigos”, comienza entonces, “os hemos convocado hoy aquí porque por fin podemos decir que tenemos las respuestas que hemos estado buscando. Sabemos quiénes somos, dónde estamos, qué nos ocurrió.” No puedo evitar sonreír amargamente ante estas palabras y pensar en el discurso del propio Newton a sus colegas. “Pero debo empezar por deciros que, hasta donde sabemos, todos los recuerdos que Madsphinx ha compartido aquí con nosotros durante estos años de olvido son ciertos. Este hombre es Paul Gombrowicz y el mundo lo conoció como Pierre-Teilhard I, el Gorbachov del Vaticano. Tras desmantelar el holding religioso más grande, poderoso y tentacular que existiera, cambió la religión por la ciencia y fundó el mismísimo lugar en 112 que nos hallamos ahora, la institución llamada Schwarz-Científica Foundation, que colaboró estrechamente con el gobierno de los USA en los experimentos desarrollados en Freeberia durante los quince años previos al colapso del Urseiende. Este otro sujeto es Isaac Newton, delegado del gobierno en la Schwarz-Científica, el científico más brillante de la institución y, al final, su disidente e independizado director. Ambos hombres, sobre todo el segundo, son responsables del colapso. En cuanto a por qué el colapso no afectó a la memoria de Madsphinx del mismo modo que al resto, eso es algo que ignoramos y que quizás nunca lleguemos a conocer.” Carry-Ann tiene que alzar ambas manos para calmar los murmullos. “Primero una palabras acerca de cómo hemos conseguido la información que estamos a punto de compartir con vosotros. Algunos habéis oído ya rumores incompletos. He aquí un resumen de toda la historia. Tras la debacle en el sur, que supuso la destrucción de P-5 y P-4, Newton envió a Karla y Lone a una misión secreta cuyo objetivo era capturar un replacer vivo. Para este fin, Newton y sus investigadores habían desarrollado una nueva q-frecuencia con poder de paralizar (o como ellos decían, ‘petrificar’) a la víctima, confiando en que los nuevos descubrimientos en el yacimiento Wissenschaft les proporcionaran los medios para analizar al replacer y encontrar en él la clave de la exterminación de toda la plaga. Lo que Newton ignoraba en ese momento es que Karla había manipulado secretamente la situación para hacerle tomar la decisión que el ÆÞele creía suya. El motivo de que Karla obrase así fue que poseía recuerdos fragmentarios, pero muy conscientes, de los instantes que precedieron al colapso e intuía dónde podían encontrarse las respuestas. Mientras ella y Lone se hallaban en su misión lejos de la madriguera, yo debía reclutar a Larissa, la comandante de los guardias de Control, y tejer aquí una especie de conspiración, en caso de que Newton resultase culpable del presente estado de cosas y tratase de algún modo de neutralizar la información. De modo que cuando Newton envió a sus ghostkillers contra Karla y Lone, en quienes había dejado de confiar, yo formaba parte del grupo de asesinos bajo las órdenes de Larissa. Trajimos a nuestros dos camaradas sanos y salvos a la madriguera y los infiltramos en Control. “Este pequeño complot es el capítulo final de una historia que comenzó en el Urseiende. Lone aquí es Bruce Malone, un agente de la IAFA (Intelligence Agency for Freeberian Affairs) enviado por el USA President Schwarzenegger para detener los salvajes experimentos que Newton estaba llevando a cabo en la Península Ibérica. Newton, antiguo delegado gubernamental en la Schwarz-Científica, había tomado el control de la institución tras envenenar a Gombrovicz hasta inducirle una locura permanente, estaba realizando experimentos no autorizados y evadía la 113 supervisión americana mientras conspiraba con el último presidente de la Iberia autónoma y la regicida Miss Puzzle para establecer una Criptarquía en la Península. Un gobierno independiente, oculto, todopoderoso y obnubilador. Después de eliminar al expresidente y a la regicida, Bruce Malone se infiltró en la Schwarz-Científica Foundation y reclutó para sus propósitos a la jefe de seguridad y a su segunda en el mando, Karla y yo misma. “No sabemos mucho de la naturaleza de los experimentos de Newton ni hasta qué punto gozaron éstos originalmente del beneplácito del Gobierno Federal, pero lo que sí nos ha llegado es que los que nos afectan a nosotros directamente se inspiraron en la doctrina postgenérica. El postgenerismo era una filosofía que había ido gestándose durante décadas, surgida de diversas formas convergentes de descontento: la de los que estaban insatisfechos con su propio sexo y querían el opuesto, la de los que estaban insatisfechos con lo que consideraban el reduccionismo de una dicotomía sexual exclusivista que obligaba al individuo a ser o varón o hembra y querían trascender esta situación combinando atributos de los dos sexos, y la de los que creían que las determinaciones nacidas del dualismo genérico eran totalmente incapaces de captar todos los matices del continuum sexual humano. Estos últimos soñaban incluso con alcanzar un grado tal de plasticidad fisiológica que les permitiese cambiar de un lado al otro de la polaridad clásica en función de sus pulsiones internas del momento, o incluso deslizarse libremente adelante y atrás a todo lo largo del continuum manifestando las diferentes combinaciones de cualidades masculinas y femeninas que su creatividad se sintiese inspirada para sugerir. “Newton desarrolló un ambicioso programa para hacer biológica y médicamente posible la culminación de todos y cada uno de los objetivos citados, consiguiendo de este modo incalculables fondos internacionales de los lobbies postgeneristas, pero su primera oleada de experimentos desató una plaga que acabó con la mujer natural. Una parte de ellas murió; la mayoría restante, sin embargo, mutó en un espécimen nuevo. El postgenerismo había dejado de ser una filosofía para dar nombre a una nueva era biológica, aunque ésta distaba mucho de ser la utopía anhelada por sus adeptos: el dualismo original no había desembocado en el soñado polimorfismo, sino que había caído en un monismo con reservas. La nueva Hembra tenía los mismo genitales que el varón, era más fuerte, más grande, más emprendedora y más agresiva que el hombre postgenerista. Éste reaccionó en pocos años, como por una ley de equilibrio recíproco, perdiendo parte de su antigua pujanza; no se convirtió exactamente en el zángano del enjambre, pero sí en el obrero útil y dúctil de una colmena llena de reinas guerreras. 114 “La primera oleada de experimentos de Newton tuvo repercusiones planetarias y la consecuencia inmediata de ello fue que la solución reproductiva que la naturaleza había proporcionado a la humanidad dejó de ser viable. Porque ahora sabemos que lo que tantas veces hemos oído decir a Madsphinx acerca de le reproducción humana es verdad: no existe (o debería decir mejor no existía) ninguna diferencia esencial, en este dominio específico, entre humanos y animales. Newton entonces, tratando de corregir sus previos errores, o quizás llevando más lejos aun lo que desde el mismo principio habían sido sus inconfesados objetivos personales, concibió lo que ahora conocemos como replacers y lanzó su segunda oleada de experimentos. “Los replacers fueron diseñados originalmente para remplazar a la progenie negada a los humanos. Son organismos biológicos mentoides de cultivo artificial, idénticos a nosotros en composición y funciones metabólicas. Están dotados, sin embargo, de sutiles pero poderosos tentáculos de una naturaleza aún no identificada y de un modo de operación diseñado para asegurarles, por medio de vínculos indestructibles de orden emocional, el logro de al menos un protector de por vida. Su mente es un campo latente de naturaleza cuántica que se activa sólo en el momento en que el protector ha sido capturado. “El prototipo de todos los replacers fue creado aquí, en la Schwarz-Científica Foundation, y enviado a las unidades de producción en Freeshington, la capital de Freeberia, pocos días antes del colapso. Ahora bien, Bruce Malone, que se había infiltrado ya en la institución científica pero no había podido arrebatar a Newton el control, previó los efectos que la activación de una única mente replacer podría tener en la totalidad de la noosfera del planeta. Mientras se esforzaba formalmente, por una parte, en detener los experimentos y conspiraba, por la otra, para derrocar a Newton, que se hallaba bien protegido por un ejército de guardias personales y encastillado en el núcleo de la Fundación, Lone codificó toda la información que os estoy dando y la implantó, a modo de back-up, en la memoria latente del Ur-replacer. Podría haber destruido al ente en aquel momento, pero el resultado habría sido el desenmascaramiento de los agentes infiltrados y la fabricación de un prototipo nuevo y, quizá, de más terribles consecuencias.” “¡Lone es el responsable del colapso!”, exclama Newton emergiendo de pronto de su estupor. “¿No lo entiendes, mujer? Fue ese maldito implante, ese engendro de falsa memoria, lo que alteró la ratio de las oscilaciones cuánticas a escala planetaria. ¡Es él quien debería estar en esta jaula y no yo!” Madsphinx ahora, turbado en su coma también, se incorpora con esfuerzo, alarga el brazo entre los barrotes de su jaula, pone la mano en la 115 nuca de Newton y lo acaricia compasivamente. La multitud ríe y el ex-ÆÞele escupe una sucia maldición. De pronto, como si todo el trauma forzase a despertar recuerdos mucho tiempo aletargados de la era anterior al Colapso y un pre-yo titánico se hiciese dueño del pequeño hombre en su jaula, Newton grita: “Mujeres, ¿qué más queréis? Os he dado pelotas y, lo que todavía no parecéis comprender, os he dado cerebro. Y si por una parte os he librado del horror de la reproducción, por la otra he hecho posible el sueño de todo progenitor humano desde mucho antes de que se hablase siquiera de clonación, cuando los padres y las madres imponían a sus hijos y sus hijas sus propios nombres y los condenaban a sus propios sueños: que vuestros vástagos sean copias perfectas vuestras.” Luego Newton se desploma, abandonado por el elán, y la multitud permanece muda y atónita, herida profundamente por una sensación de ignominia a la que no puede dar forma, entendiendo sólo a medias lo que ha escuchado, como quien oye los ecos de una era fanática filtrarse a través de las ruinas estratificadas del tiempo. Nadie puede decir cuánto rato ha pasado cuando Carry-Ann recupera su voz retomando el hilo del discurso y sacando de su estupor al público perplejo. “No sabemos con exactitud qué ocurrió después de todo eso”, dice sobreponiéndose a su rabia sorda y a su entumecimiento. “Parece que los efectos de la activación del campo mental del replacer fueron inmensamente más poderosos de lo que incluso Malone había sido capaz de predecir. Según una teoría aquí, la de Karla para ser más precisos, esos efectos conllevaron un corrimiento temporal, una especie de ruptura en el tejido del tiempo que hizo que la línea temporal pre-Colapso desembocase en una historia ortogonal, la secuencia temporal de un universo paralelo. Nuestros investigadores aquí apoyan esta posibilidad y, por lo que puede deducirse del back-up de Malone, parece que la idea de mundos paralelos es una de las consecuencias de la teoría cuántica de acuerdo con la ciencia del periodo pre-Colapso. Si esto es realmente así, puede que, aparte de lo que afecta directamente a nuestra pérdida de memoria, no seamos capaces de establecer las causas de la ruina y destrucción que nos rodea, pues esas causas pertenecen a una línea temporal que ya no existe. De no ser así, podemos imaginar una especie de periodo buffer, entre el momento del Colapso y los primeros instantes accesibles a nuestra memoria colectiva, durante el que se produjo el desastre que nos dejó aislados en este lugar. Porque esto es algo para lo que no tenemos explicación, del mismo modo que carecemos de explicaciones para la razón y el origen de la irrefrenable inundación de replacers en esta área. 116 “Bien, camaradas”, concluye Carry-Ann su largo monólogo, “esto es todo lo que tenía que deciros y ésta es la información que Newton creía iba a precipitarnos en un estado de anarquía. Ahora os corresponde a vosotros decidir si queréis construir el futuro a partir de ella o no.” “¿Es fidedigna esta información?”, se alza una voz entre la multitud. “No hay razón para pensar que no lo sea. Cada bit de la misma ha quedado debidamente registrado para que podáis examinarlo a vuestra conveniencia, aunque el replacer portador fue destruido por miedo a la contaminación durante el golpe.” Crecen los murmullos entre la gente. Empiezan a conversar unos con otros, al azar, más y más fuerte, satisfechos en apariencia con la narración que les otorga una identidad colectiva de la que extraer sentido individual, incluso fines personales. Así que somos freebéricos después de todo... No, no, freeberoamericanos es más exacto, me gusta más... La élite científica de investigadores y experimentadores... Quizás un grupo escogido de los mejores científicos de todo el planeta... El jodido Madsphinx, qué razón tenía el bastardo... Sí, el sonofabitch, el Wissenschaftlehere... Nunca he añorado tanto la botella como ahora. ¡El bendito veneno! Carry-Ann espera paciente a que el desordenado parloteo se agote. “¿Y ahora qué?”, exclama una voz anónima entonces. “¡Sí! ¿Ahora qué? ¿Qué hacemos ahora?”, se le unen otras voces a través de la plaza. “Okay, compañeros”, responde Carry-Ann alzando ambas manos para serenar la repentina y bullente, aunque predecible, incertidumbre de la multitud. “Una de las razones por las que creo que podemos fiarnos de la crónica de Malone es porque incluye un código de acceso a un satélite americano que debería estar ahí fuera, orbitando nuestro planeta. Si aún está ahí, podremos obtener de él y de sus satélites espejo imágenes precisas de todas las áreas del globo. Puede que entonces sepamos si existen más asentamientos humanos en Freeberia o en alguna otra parte. Puede que veamos lo que ocurre en otras zonas del mundo. Puede incluso que descubramos dónde se producen los replacers. Lo único que tenemos que hacer para ver todas estas cosas es encender esa pantalla ahí arriba. ¿Estáis preparados para eso?” Y lo están. O creen que lo están. Tienen un miedo de muerte. Pero preparados... verdammt creen que lo están. Carry-Ann da la orden. La vasta pantalla parpadea y se enciende, vacila con todos los matices del gris y resplandece pomposa por fin con los brillantes, casi místicos azules y blancos de una toma larga, un plano entero del planeta. 117 Luego, respondiendo a las acciones del operador en el panel de control instalado en una cámara del Wissenschaft Core, un zoom en picado y vertiginoso aproxima la imagen a la superficie del globo. Más y más cerca a través de la creciente densidad de los estratos atmosféricos, a través de un obsesivo azur azur azur hasta que el Ojo del satélite es capaz por fin de mostrarnos el olvidado rostro del mundo en que vivimos. Este verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verdimundo... 118 EPÍLOGO No te queda más remedio que marchar por ti mismo, aunque sea a la perdición. D. H. Lawrence, The Rainbow 119 Las llaman respuestas. Pero... ¿qué es lo que hemos hecho? Sólo añadir un par de capítulos a nuestra historia. Redondearla, por así decirlo. Salvar artificialmente la brecha temporal con un puñado de causas y efectos aceptables, legítimos desde la perspectiva de nuestra ilógica lógica. Al menos por el momento. Pero no lo entienden... Nunca fuimos hombres ni mujeres. Nunca nos perteneció ni pertenecimos a ninguna lengua. Nunca fuimos íberos ni europeos ni americanos. Cada una de estas coordenadas nos hizo ciegos al hecho fundamental: que cada uno de nosotros éra la posibilidad de ser todas esas cosas y muchas otras... juntas o por separado, o en cualquier combinación imaginable. Newton nos traicionó, es cierto, pero puso en marcha sin quererlo una secuencia de acontecimientos que nos aproximó más que nunca anteriormente a la iluminación: destruyó la vieja narrativa de las cosas dándonos la oportunidad de encontrarnos más allá de todas las fáciles identificaciones heredadas y de las viejas categorías. Irónicamente, fui yo quien trató de impedírselo y quien propició la recuperación de la narrativa desechada. Mi otro yo... Quizás Madsphinx tiene razón después de todo y el hombre no es más que una historia que contar. Quizás más allá de las determinaciones no está la libertad de serlo todo, sino sólo la constatación de que no se es nada en absoluto. Newton nos acercó a la iluminación. Al contemplarla nos aterrorizamos porque el Todo nos pareció la Nada y la Iluminación, en nuestros ojos deslumbrados, era un abismo de silencio y vacío. Estoy solo en mi celda. La gente discute acaloradamente en alguna parte de la madriguera si hemos de cambiar nuestra actitud para con los replacers y otras cosas parecidas. Estoy solo en mi celda, soñando. Siempre he estado solo mientras pasaba de un sueño a otro, buscando lo Real con palabras de sabiduría y con palabras de ansiedad, con canciones y amenazas y gritos y llanto. Ha llegado el momento de celebrar el augurado rito. Buceo hasta el fondo de este océano de sueños, donde el negro cadáver aguarda en su antiguo santuario de piedra virgen. Buceo a través de las wuldors de oscuridad y densidad crecientes e insoportable frío. Buceo hasta el templo terrible, perfectamente piramidal. Perfecto con matemática obsesión, con atroz simetría. 120 Y me detengo ante el cadáver negro, que es como el cuerpo del dolor. Y recitando hacia atrás la antigua plegaria, que es el nombre de mi angustia, le corto la lengua con sílex elemental. Ahora las lágrimas se disuelven en mares anónimos. Y vosotros y yo... por fin... bebemos del cáliz de silencio. 121 POSTSCRIPTUM (NOTAS HISTORICAS Y CRÍTICAS A LA CRÓNICA MALONE) 122 El descubrimiento de las cintas de Bruce Malone en el yacimiento arqueológico STG40-B, hace cincuenta años ya, desencadenó una avalancha de ensayos eruditos, tanto del mundo académico como del amateur, relativos a la veracidad o implausibilidad de los eventos registrados por él. La discusión, rabiosa por lo general, se prolongó durante muchos años, en ocasiones con una vehemencia indigna de las controversias eruditas en su proclividad a los ataques ad hominem y groseros insultos. Pero desde entonces, mucho es lo qe ha llegado a conocerse del mundo pre-Timeslide. Hoy en día, nombres como USA, Iberia, Vaticano, Cristiandad, Europa, Hollywood, Westinghouse, Danone, Shakespeare, Bill Clinton, Luke Skywalker, Woody Allen, Armani... ya no le resultan extraños al público lector, especializado o no. Se han realizado más y más descubrimientos que arrojan una luz nueva y clarificadora sobre la era que precedió al Colapso y que están en disposición de proporcionarnos un cuadro preciso y razonablemente completo del Viejo Mundo. Comparada con toda la información de que disponemos hoy, la narración biográfica de Malone ha sido ampliamente aceptada, en sus líneas principales, como hecho histórico. Uno de los puntos todavía en discusión es si un hombre puede sufrir semejante pérdida de memoria como la que Malone asegura que él y sus compañeros experimentaron sin que ello afecte en absoluto su conocimiento ideativo. Experimentos en los laboratorios gubernamentales muestran de forma indisputable, sin embargo, que un elevado grado de amnesia artificialmente inducido en prisioneros de guerra borran la práctica totalidad de sus datos biográficos dejando intactos sus caches ideativos y sus funciones reflexivas1. Dicho de otro modo, pierden el lado existencial de sí mismos, pero no sus adquisiciones cognitivas. Hasta aquí hay acuerdo, pero “¿estamos preparados para aceptar”, pregunta el profesor S. Gaspar, que detenta la Cátedra Eschenbach en Literaturas del Viejo Mundo, “que un amnésico total, un hombre que ha olvidado todo lo que ha sido, ha leído, ha estudiado, el cuándo y el porqué y el cómo de sus lecturas, puede citar con exquisita precisión a los grandes escritores del pasado sin saber siquiera que lo está haciendo?” 1 Cf. Dr. A. Sharon, Artificially Induced High-level Amnesia: the Ultimate Solution, Adolfville University Press, Adolfville (150 p.C.e.). 123 El profesor Gaspar apoya su exigencia de una teoría revisionista de las Crónicas Malone con los siguientes ejemplos: “Para empezar, la salutación del entomutante Tu Guía soy al Jardín de la dicha, preparado tu asiento, es una cita fiel de Paradise Lost, viii 298-9 de John Milton. La inscripción en el pedestal del monumento a la Drosophila remite al prólogo de Huxley en su Brave New World y su última frase (escrita en un lenguaje olvidado llamado, por lo que parece, latín) ha sido tomada literalmente de allí. La imagen del sol guinea, usada por Malone en el capítulo Bucle Temporal: Interludio (un sol guinea pulsa más allá de los velos de humo en suspensión), no puede entenderse sin tener presentes las siguientes frases del autor William Blake: Cuando el sol se eleva, ¿no ves tú un disco redondo de fuego semejante a una guinea? Oh no no veo una innumerable Compañía de la hueste celestial... (Vision of the Last Judgment), y: Para los ojos del mísero una guinea es más hermosa que el sol (Letters), siendo ‘guinea’ una unidad monetaria del tiempo del poeta. Finalmente, la frase ¡Todo va bien en el mundo!, que aparece al menos dos veces en el texto de Malone, pertenece al poema de Browning Pippa Passes. Todos estos ejemplos muestran sin lugar a dudas”, concluye el famoso erudito, “que o bien Malone es un fraude, o su amnesia (y probablemente la del resto de sus compañeros también) no constituyó una pérdida tan profunda como el autor quisiera hacernos creer.”2 El profesor E. Cairol, de la Universidad Novalis, disiente de la postura del Dr. Gaspar. A los anteriores ejemplos de citas de Literatura pre-Timeslide añade el Shakespeare en los balbuceos del Premier Británico (véase el capítulo Regicida); el término foolosofando (cf. Perlas para los Cerdos), que remite al neologismo de Thomas Chaloner foolelosophers; la expresión embaucaputas el hombre, que sería una adaptación de whoremaster man, del King Lear de Shakespeare; y finalmente, las dos frases finales del último capítulo (Verdimundo), que el profesor Cairol ve relacionadas con el último verso de L’Azure de Mallarmé. Pero insiste en la autenticidad de las premisas de Malone. De acuerdo con él, un hombre es lo que lee tanto como lo que come o piensa o vive. Lo que los seres humanos piensan y consagran a la palabra escrita para que otros lo lean tiene consecuencias tan poderosamente transformadoras para la humanidad y el mundo en que habita como las mutaciones de su 2 S. Gaspar, The Need for a Revisionist Theory of Malone’s Records, Babilon University Press, Babilon (152 p.C.e.). 124 ADN. Del mismo modo que no se puede negar que un hombre sea aunténtica y legítimamente rubio sólo porque sus ancestros lo hayan sido, no podemos declarar falsas las aseveraciones de un hombre sólo porque éstas surjan a veces en las palabras usadas por hombres más grandes antes que él. Leer a un autor es integrar parte de su mentalidad en la propia consciencia. Un lector porta consigo una hueste de entidades intelectuales bien formadas y, cuando escribe, lo sepa o no, habla con una voz coral cuyos orígenes se remontan a las primeras ensoñaciones, mitos y canciones de la humanidad. “Es más”, se pregunta el celebrado académico, “¿es la psique del ser humano otra cosa que un mosaico, no siempre bien encajado, hecho con los fragmentos del derrubio de las consciencias que le precedieron?” Sea como sea y a pesar de esta polémica puntual, la Crónica Malone ha sido aceptada amplia y oficialmente como verdadera. Otro punto de controversia es si el lenguaje de Malone en la Crónica puede considerarse inglés koine o no. La postura más extendida aquí3 es que, aunque el inglés de Malone no es ni americano ni británico (hay muchos académicos hoy que afirman que su constitución mental es característicamente ibérica, por más que trate de disimularlo), no puede decirse que la “ensalada terminológica”4 que hallamos en la Crónica sea típico inglés koine del Viejo Mundo. En general se tiene por cierto que, tras el Colapso, la población superviviente aislada en el área alrededor de la Schwarz-Científica Foundation empezó a desarrollar un dialecto propio a partir del inglés que compartían (sin duda koine) pero enriqueciéndolo (de acuerdo con algunos), o degradándolo (según la mayoría), con términos y expresiones importados directamente de otras lenguas aún vivas por aquel tiempo. Tales términos son fácilmente reconocibles porque no han experimentado ningún proceso de naturalización y pueden hallarse aquí y allá en su extravagante y puro estado original, aunque su significado no sea siempre el que les dieran sus lenguas madre. Así, palabras como Dreckarbeit, Geistleiblichkeit, unheimlich, Urseiende, Verfremdung... pertenecen, por lo que parece, a una lengua noreuropea llamada alemán; términos como durak, dolganogi, liubov, tumán, pustiak, nu-chtó, son rusos; y pueden hallarse también palabras 3 Véase Dr. Salvatore Tintorate, Linguistic Patterns & Terminology in Malone’s Records: Preliminaries to a Research on Forgotten pre-Timeslide Tongues, Amity Press, New Freeshington (151 p.C.e.), e Iris Villamide, The Languages We Have Lost: The Peninsular Case, New Freeshington University Press, New Freeshington (153 p.C.e.). 4 Sonia Ainos, “Old-World Languages”, Old-World Archives vii (August 153 p.C.e.), New Freeshington University Press, New Freeshington. 125 originalmente ibéricas, francesas y otras que son puras formaciones mestizas, como youputa, klugman, brotherboyo, sisterboya, morecrossedthanXmas, lousyasweinacht, o monkey-aper, que es una traducción literal del ibérico imitamonas. Lo que no resulta tan fácil de explicar es que se hayan introducido en este dialecto siete palabras del inglés antiguo. Tal como el Dr. Gaspar ha notado, precisamente los cuatro elementos —aire, tierra, fuego y agua— se nombran en inglés antiguo, con la particularidad de que la palabra importada para agua (wuldor) significa originalmente ‘gloria’ y no el líquido elemento. Otras dos palabras (fugol y tungol, ‘pájaro’ y ‘estrella’) se usan en la Crónica para referir dos familas desconocidas, aparentemente mutantes, de aves; mientras que la última (æÞele, ‘noble’) denota a la élite de Control. Si todo esto resulta ya bastante extraño, sonará más extraño aun que un puñado de términos usados sólo en el capítulo Un Sueño de Autor (di-vidar, ordinado, ordinación, irreordinante) provengan de una especie de dialecto (el rheomodo) que fue propuesto hacia el final de la era pre-Timeslide por un físico cuántico (David Bohm) como manera de curar la visión del mundo fragmentada inherente a las lenguas humanas, haciendo renacer a la terminología a partir de la matriz verbal, y que pasó desapercibido o altivamente ignorado por la mayoría5. Es bien conocido hoy día que durante el periodo de Aculturación Neo-Imperial (ANI) casi todos los lenguajes del Viejo Mundo desaparecieron. Al final del mismo, sólo el alemán era hablado en Europa por algunas élites intelectuales y el francés, que se había convertido en la lengua de culto de una secta mística llamada les Chauvinistes. En Asia sobrevivieron sólo el ruso y el sino-japonés de la Dinastía Imperial Mitsubishi. Aparte de éstas, un grupo de backwardistas en USA y la SA (Southamerican Amalgam) hablaban una forma híbrida del ibérico, mientras que el inglés koine reinaba incontestado como idioma global. Tal como muestra el arte cinematográfico de aquel tiempo, había incluso quien pensaba que el inglés era el lenguaje universal natural y que, si alguna vez el ser humano llegaba a tropezarse con una raza alienígena en algún rincón distante de la galaxia, la comunicación se produciría de forma espontánea y sencilla en inglés. 5 Karl Pern & Daniel Gamb, “Presence of Rheomodal Structures in Malone’s Records”, Old-World Archives vii (August 153 p.C.e.), New Freeshington University Press, New Freeshington. 126 El periodo ANI estuvo marcado por cambios cruciales que pusieron fin, de una vez por todas, a las estructuras del Viejo Mundo. La mayoría de las naciones modernas, industrializadas y desarrolladas sucumbieron bajo la acción de dos fuerzas aculturizadoras opuestas: las corrientes migratorias desde el sur y, desde el norte y oeste, la presión económica, tecnológica e ideológica ejercida por los USA. Bajo la presidencia de un hombre conocido hoy sólo por su alias de el Último Cruzado, los USA se convirtieron en una pujante Potencia Neoimperial. Canadá y Australia se sumaron a la Unión Norteamericana, que por otra parte absorbió a Iberia, Méjico y el resto de los países centroamericanos, además de vastas zonas de África y Asia, como estados de segunda o incluso tercera y cuarta y quinta clase. El resto de Asia se unió bajo el Shogunato Industrial Mitsubishi, que más tarde floreció convirtiéndose en una Dinastía Imperial, la primera y última del agregado sino-japonés. Las naciones sudamericanas formaron una malavenida amalgama de provincias bulliciosas y peleonas. Europa se desintegró en centenares de ciudades-estado confrontadas. El Neocalifato Islámico aplastó a Israel y fue aplastado a su vez por la bota del Último Cruzado. Del resto de las áreas del mundo no ha sobrevivido siquiera un bit de información. Se acepta comúnmente que el perido de Aculturación Neo-Imperial llegó a su fin bajo la presidencia americana de Arnold Schwarzenegger, llamado el Terminator porque con él terminó el Mundo pre-Timeslide. Al tiempo que tenían lugar todos estos cambios políticos, el Vaticano cayó arrastrando consigo al resto de las religiones del mundo, mientras Hollywood se alzaba como nuevo poder espiritual y gran factoría ideológica. La desclasificación de los archivos secretos del Vaticano por Pierre-Teilhard I, abiertos primero al escrutinio de los especialistas únicamente y después para el público en general, arrojó nueva luz sobre la iglesia católica presentándola como la institución más criminal en la historia de la humanidad. Aunque las sectas protestantes clamaron por entonces que habían advertido a la cristiandad durante siglos de que Roma era la Prostituta Babilonia Madre de Abominaciones, y aunque los popes ortodoxos invocaron El Gran Inquisidor de Dostoyevskii, la monumental debacle se los llevó a todos consigo. Los musulmanes desaparecieron en el maelstrom de la Última Cruzada. Y por lo que respecta a lo que quedaba de la religión judía desperdigada fuera del aniquilado Israel, debilitado el recuerdo del holocausto nazi por la cercanía de la exterminación palestina, alguien se ocupó de 127 recordar al mundo que los hebreos habían sido, después de todo, los inventores del genocidio por razones religiosas, en un tiempo en que las razones religiosas, ideológicas y raciales eran el mismo tipo de razones. Por último, las religiones orientales como el Zen, el Tao, el budismo e hinduismo, tradicional y vocacionalmente porosas y antiortodoxas, se fundieron entre sí y con las teorías cuántica y de supercuerdas de la física avanzada para dar nacimiento a una nueva ciencia de la consciencia. Hollywood se convirtió en la fábrica de los nuevos modelos éticos e intelectuales, de épicas y mitologías, tal como los bardos y sacerdotes de la antigüedad lo habían sido a su vez. La diferencia positiva era, sin embargo, que los modelos de Hollywood no fueron presentados ya más como revelaciones divinas o dogmas espirituales, sino como meros productos de la Imaginación6. Este punto ha sido acaloradamente disputado por el profesor Kitxufline, que defiende que el poder delusivo de la industria de Hollywood fue infinitamente superior a cualquier cosa conocida hasta entonces por el hombre. Por el contrario, el autor James Riera manifiesta que el poder de Hollywood no era ‘delusivo’ sino ‘ilusionista’, y que ambos conceptos deben manejarse con lúcida discriminación. “Modelos como Rocky Balboa, Helen Ripley, o el Captain James T. Kirk”, escribe con pasión, “son tan perfectamente genuinos y legítimos como el Cid Campeador, Juana de Arco y Jesús el Cristo en el pasado remoto de la humanidad. Eran fuertes, leales, idealistas, incluso heroicos, pero sobre todo eran humanos. Eran humanos llenos de contradicciones, sabían ser pícaros e incluso canallas, llegado el caso; no eran santos aureolados, ni dioses, ni semidioses. No eran falsificadores de evangelios ni buhoneros de evangelios, sino fuerzas vivas en acción que la humanidad podía admirar e imitar. Pues el hombre ha sido siempre una bestia mimética, y los mitos y épicas han sido espejos en los que hallar su (todavía no formada) imagen verdadera.” “Una de las razones de que Iberia se desmoronara”, escribe el Sr. Riera en otro lugar, “es que durante siglos no fue capaz de crear ni un solo héroe épico nacional creíble. ¿Cómo habremos de calificar la moral de una sociedad que no logra ni siquiera imaginarse a sí misma personificada en el individuo que se enfrenta 6 Quizás Madsphinx se refiera a esto justamente, en la Crónica, cuando dice: “La Verdad se viste de mentira para mostrarse ante los ojos de los hombres. A esto lo llamamos Imaginación, que es la matriz del arte y el ojo de la poesía. Cuando la Verdad yace, la mentira danza sobre su cuerpo. La mentira no es el problema, no, sino las mentiras verdad. Que no son Verdad vestida de mentira, sino mentiras disfrazadas de verdades.” 128 a fuerzas muy superiores a las suyas, lucha con coraje y triunfa, pero que al mismo tiempo consume de manera compulsiva las narraciones heroicas creadas por otras naciones, a las que odia y venera?” En Iberia, el periodo de Aculturación Neo-Imperial se denominó el Segundo Ruedo Ibérico y estuvo marcado por el gobierno del presidente José Vayasé Salvapatrias y su Partido Oligárquico Popular (POP), conocido también como la Banda del Esperpento. No se sabe mucho del líder en cuestión. Si aún se le recuerda es porque encarnó y representó a la perfección la mediocridad de la era. Fue una parodia de sí mismo, adicto a los aplausos y con una mentalidad provinciana. La bravuconería de un matón de barrio, una deslealtad innata, un oportunismo barato, una facilidad natural para la tergiversación y la inteligencia porcina de un cerdo convertido en hombre por la Virgen de Covadonga hicieron de él un conspirador eficiente. Como político era una cosa atávica, una reliquia antropológica de la era de los caciques. Su praxis gubernamental (teoría política nunca la tuvo) fue denominada distintamente nasocracia (gobierno por narices), cascoscracia (por el pateo del suelo parlamentario) y en ocasiones también testicracia (por-los-cojones). Logró establecer en Iberia una solapada tiranía de corte oligárquico, por lo que fue conocido como el Yeltsin ibérico. Las fraternales relaciones entre este caudillo chusquero y el Último Cruzado hicieron posible la absorción —o mejor, deglución— de Iberia por los USA, venta que se cerró entre los secretarios de estado mientras ambos líderes, los pies encima de la mesa, alardeaban (el íbero, algo rezagado idiomáticamente para lo que era el drive de la época, a través de traductor simultáneo) de propagandísticas hazañas personales que sólo tenían lugar en las vastas, uniformes y vacuas planicies de sus encéfalos o en el mundo virtual de la patraña mediática. Tras vender el país a los USA, el señor Vayasé tuvo nostalgia del poder y conspiró para recuperarlo. Se dice que cuando fue exterminado el mundo olió mucho mejor. Finalmente, por lo que respecta al origen de nuestra nueva, estable, pacífica y progresista sociedad, es hoy bien conocido que las Unidades de Producción de Freeshington continuaron trabajando y trabajando y trabajando con preprogramada precisión y robótica tenacidad hasta que los antiguos gobernantes de la Tierra quedaron todos ellos remplazados por esta gran Nueva Humanidad nuestra y todo el planeta fue poblado otra vez. 129