DOMINGO V DE CUARESMA
Transcripción
DOMINGO V DE CUARESMA
DOMINGO V DE CUARESMA Padre, me presento a ti como estoy en estos momentos de mi vida. Tú acoges cualquier sentimiento que traiga. A veces me cuesta entrar en contacto contigo, la oración se me hace rutina, siento pereza, otras veces siento que te he fallado. Pero también siento que me esperas de nuevo y me recuerdas que no pides nada, no me exiges nada, solo acoges la verdad de mi vida y me amas. Las lecturas de hoy nos invitan a mirar hacia adelante. El profeta Isaías nos anima a dejar lo antiguo; “mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” Pablo en Filipenses, nos dice: “Quiero olvidarme de lo que queda atrás y correr hacia la meta para obtener el premio que Cristo Jesús obtuvo”. Jn 8, 1 ‐ 11 Jesús se fue al Monte de los Olivos. Al alba se presentó de nuevo en el templo y acudió a él el pueblo en masa; él se sentó y se puso a enseñarles. Los letrados y los fariseos le llevaron una mujer sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio, le dijeron: ‐ Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio; en la Ley nos mandó Moisés apedrear a esta clase de mujeres; ahora bien, ¿tú qué dices? Esto se lo decían con mala idea, para poder acusarlo. Jesús se inclinó y se puso a escribir con el dedo en el suelo. Como persistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: ‐ Aquel de vosotros que no tenga pecado, sea el primero en tirarle una piedra. Él, inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en el suelo. Al oír aquello, se fueron saliendo uno a uno, empezando por los ancianos, y lo dejaron solo con la mujer, que seguía allí en medio. Se incorporó Jesús y le preguntó: ‐ Mujer, ¿dónde están?, ¿ninguno te ha condenado? Respondió ella: ‐ Ninguno, Señor. Jesús le dijo: ‐ Tampoco yo te condeno. Vete y, en adelante, no vuelvas a pecar. El relato de Juan destaca de forma la hipocresía de los escribas y fariseos. Estos presentan a Jesús una mujer sorprendida en adulterio, en medio de todos. Maestro, la ley de Moisés nos manda apedrearla; tú, ¿qué dices? Los fariseos y letrados solo traen a la mujer, ¿dónde está el hombre, el prostituto? Los fariseos intentan tender una trampa a Jesús, utilizando a la mujer, quieren desafiarle en público. ¿Tú qué dices? Jesús antes de responder se toma su tiempo, pero ellos insisten y Jesús les dice: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.” El pecado de los fariseos es la hipocresía se sienten puros, por supuesto, más limpios que la mujer; a Jesús le recuerdan la ley de Moisés, también son más “cumplidores.” Al oír a Jesús los acusadores se van retirando uno por uno. Creo, siento que hoy sigue ocurriendo lo mismo y no pasa nada. ¿Cuántas veces nosotros los seguidores de Jesús, los cristianos, repetimos las mismas conductas? Nos creemos mejores que los demás, más cumplidores, más honestos… y por tanto con derecho a juzgar, señalar, acusar, despreciar, ironizar: acerca de prostitutas, mujeres maltratadas, divorciados, homosexuales, migrantes, refugiados… ¡En algo habrán fallado! Se nos puede escapar. ¿Por qué en nuestra sociedad seguimos midiendo con distinto rasero la infidelidad u otros comportamientos del hombre y la mujer? ¿Somos conscientes del sufrimiento que esto genera? Quedó solo, Jesús, con la mujer. “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?”. Me parece importante en este momento detenernos y contemplar en silencio esta imagen: Jesús y la mujer solos frente a frente. Preguntarnos: ¿Qué le diría, como la miraría, a qué la animaría?... ¿Qué sentiría esta mujer? El hecho es que Jesús, le dice: Anda y no peques más. El evangelio nos descubre que para Jesús, el valor supremo es la persona en su totalidad. Siento que Jesús vuelca en esta mujer y en todas las que sufren, todo su caudal de ternura, cercanía, respeto, perdón, comprensión, ánimo para que ella pueda rehacer una nueva vida. No hay ningún atisbo en Jesús de juicio o condena hacia ella. ¡Qué lección práctica me das, Señor! Solo la experiencia del perdón y el Amor de Dios nos pueden ayudar a ponernos en camino hacia una vida nueva. Es el perdón de Dios lo que nos debe llevar a descubrir el Amor incondicional que es el que nos salva. Señor gracias porque no has venido a condenar sino a salvar. Señor, gracias porque no nos quieres perfectos y puros, sino confiados en tu perdón. Señor, concédeme acoger tu perdón y enséñame a saber perdonar. ¡Cuánto me cuesta algunas veces!