ESCALAS DE VALORES Guillermo S. Edelberg DBA Profesor
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ESCALAS DE VALORES Guillermo S. Edelberg DBA Profesor
ESCALAS DE VALORES Guillermo S. Edelberg DBA Profesor Emérito 1) En una empresa privada de transporte de pasajeros de larga distancia se planteó hace un tiempo una discusión entre sus dos accionistas principales. El problema era el desgaste natural de los buses de la empresa y la decisión acerca de si convenía arreglarlos o reemplazarlos por otros nuevos. Uno de los socios proponía hacerles una renovación a fondo en los talleres de la empresa; el otro, reemplazarlos por vehículos nuevos mediante un crédito a solicitar a un banco. La discusión incluía otros temas. El socio que sostenía la conveniencia de endeudarse era ambicioso y quería expandir los recorridos o desarrollar otros nuevos para llegar a muchos rincones del país; el otro era más cauteloso y no se animaba a endeudarse porque, decía, la situación del país hacía riesgosa la decisión. La discrepancia había sido aguda y los socios casi no se hablaban. Era obvio que mientras uno de ellos tenía fibra de “jugador”, el otro tenía aversión al riesgo. La situación seguía así cuando me desvinculé de esta empresa. 2) En cierta ocasión tuve la oportunidad de dictar un curso de estrategia empresarial a dos grupos en forma simultánea. Uno de éstos estaba constituido por gerentes de empresas privadas comunes y corrientes; el otro, por gerentes de cooperativas. El contenido del curso y sus casos de estudio eran idénticos en ambos grupos. El horario del programa estaba organizado de tal manera que discutía un caso con un grupo a continuación del otro. Los lectores pensarán: “¡Qué aburrido! Discutir el mismo caso dos veces seguidas”. Sin embargo, no era así. Los dos grupos discutían un mismo caso en base a orientaciones distintas. ¿Por qué? Porque el grupo de gerentes provenientes de las empresas privadas identificaban opciones y recomendaban decisiones (dicho en forma sencilla) según su relevancia para con las ganancias de la empresa del caso. Los otros, en cambio, acostumbrados a tomar decisiones para beneficiar a los socios de sus respectivas cooperativas, se preocupaban más por las consecuencias “sociales” de las opciones y decisiones discutidas. Estos diferentes puntos de vista hacían distintas –y muy estimulantes– las discusiones que presencié. ¿Qué tienen en común estos ejemplos? Sin lugar a dudas, el tema de “valores” o “escalas de valores”. Cuando se trata este tema, es común atribuirle una relevancia de tipo moral, ético o religioso; pero no es así necesariamente. ¿Qué es una escala de valores? Es, dicho en pocas 2 palabras, un concepto de lo preferible. En nuestro primer ejemplo, uno de los socios prefería arriesgar; el otro, no, por su aversión al riesgo. En el segundo, un grupo de gerentes se inclinaba hacia resultados de tipo económico; otro, si bien tenía en cuenta beneficios monetarios, le otorgaba prioridad a resultados de tipo “social”. ¿Quién o quiénes tenían razón? Imposible decirlo en forma objetiva. Cada uno de nosotros tenemos nuestras propias escalas de valores y evaluamos las opciones descriptas según nuestras propias preferencias. El problema es que a veces no tenemos claro cuáles son nuestras escalas de valores. Quizás podamos identificarlas con la ayuda del escritor alemán Eduard Spranger quien desarrolló una conocida clasificación de los seres humanos según las escalas de valores que prevalecen en ellos, a saber: a) El hombre “económico”: se orienta hacia lo que es útil. En general, participa en el mundo de los negocios en actividades tales como producción, mercadeo o finanzas y busca la acumulación de riqueza; b) El hombre “político”: busca el poder en la esfera de acción en la cual se desempeña y quiere mando y prestigio. Se aplica tanto a los políticos propiamente dichos como a todo aquél que se esfuerce por llegar al pináculo de una organización. El liderazgo es el objetivo supremo; c) El hombre “teórico”: se caracteriza por su inclinación a la búsqueda de la verdad y a la sistematización de los conocimientos. Observa, investiga razona. El investigador científico podría ser el prototipo de hombre “teórico”, a veces denominado “intelectual”. d) El hombre “social” se caracteriza por su “amor a los seres humanos” en un sentido altruista. No es egoísta. Otorga prioridad a la gente y no a la riqueza o el poder. Estima que los hombres “económicos” y “políticos” son fríos e impersonales; e) El hombre “estético” se inclina hacia los temas y actividades artísticas. aunque no es necesariamente un artista. Valora la forma y la armonía; y f) El hombre “religioso” se caracteriza por su orientación mística y su búsqueda de sentido en el mundo circundante. Esta clasificación no significa que poseamos una sola de estas orientaciones; lo que hace es señalar la que prevalece en los distintos tipos. Por ejemplo: un pintor busca pintar por encima de todo; pero al mismo tiempo trata (en general) de vender sus cuadros a buen precio. Según un estudio realizado hace tiempo por William D. Guth y Renato Tagiuri, las orientaciones que prevalecen en los hombres de negocios son económicas, políticas y teóricas. Las dos primeras no sorprenden; la tercera, tampoco, si uno piensa en la necesidad de un adecuado esquema conceptual para poder manejar una empresa. ¿Qué consecuencias tiene esta noción de “valores” o “escalas de valores” para la vida empresaria? En primer lugar, nos hace reflexionar y practicar un poco de introspección para tratar de identificar cuáles valores prevalecen en nuestra personalidad. Segundo, nos permite hacer lo mismo en relación a las personas que nos rodean. Tercero –pero no último en orden de importancia– quizás nos haga más tolerantes con las diferencias ajenas y nos permita reconocer que es mejor negociar que imponer. 3 Quizás, también, contribuya a la paz conyugal. Recuerdo una clase en que utilicé un cuestionario para que los estudiantes identificasen dónde se hallaban ubicados en relación a los tipos de hombre arriba descriptos. A su término, uno de ellos se me acercó y me pidió un cuestionario en blanco. “Quisiera que lo llene mi esposa,” me dijo. “A lo mejor así nos damos cuenta por qué a veces nos peleamos”.