DET KONGELIGE BIBLIOTEK THE ROYAL LIBRARY
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Solos estaban los dos en la reducida estancia, alumbrada por una lämpara pröxima å apagarse. 8 ANDERSEN. « Juan, dijo el enfermo, has sido un buen hijo y Dios te llevara siempre por el buen camino. » Le miro con dulce y grave mirada, lanzo un profundo suspiro y espiro. Ilabriase dicho que dormia. Juan lloraba, pues se encontraba solo en ei mundo, y arrodillado å la cabecera del lecho besaba la mano del autor de sus dias, anegändola en amargas lagrimas. Al fin le venciö el cansancio, cerräronse sus ojos y se durmio. Sono y fué singular su sueno. Viö al sol y å la luna que se inclinaban ante él, y å su padre, Ueno de vida, riéndose con la alegri'a de sus buenos tiempos. Le acompanaba una hermosa doncella, la sien cenida con una corona de oro no mäs brillante que sus largos cabellos, que le tendia la diestra; y su padre le dijo : « Esta es tu pronietida; no la hay mas bella bajo la capa de los cielos. » De pronto, Juan se desperlo yse desvanecieron las maravillosas visiones ; nadie habia en la habilacion mäs que él y su padre, que yacia exänime en su lecho. El entierro se verified dos dias despues. Juan acompano el ataüd hasta el cementerio y oyo la tierra caerle encima ; se inclino y vio aun una punta de la funeraria caja, pero cayo una nueva azada de tierra y no viö nada mas. Creia que su corazon iba å EL COMPANERO DE VIAJE. O estallar, pero cuando los asistentes entonaron un salmo, el piadoso canto inundo de lägrimas sus ojos y calmo su pesar. El sol lucia por entre los arboles como diciéndole : « Desecha la alliccion, Juan. Mira cuän hermoso es el cielo.Pues bien, alli estå tu pa- <0 ANDEUSEN. dre que ruega å Dios por til salud y prosperidad. » « Siempre seré bueno, se dijo Juan, y conseguiré asi unirme con mi padre en el parai'so. j Qué dicha la de volver å vernos! j Guåntas cosas tendré que contarle miéntras que él me detallarå las maravillas celestes! j Que jübilo el suyo y cual el mio! » Y su imaginacion le representaba esta union con tal viveza, que sonreia al traves de sus lägrimas. Los gorriones cantaban en los castanos con su acostumbrado bullicio, por mås que hubiesen presenciado las exequias. Acaso, ^ no sabian que el muerto estaba en el cielo y que tenia dos alas mucho mås hermosas que las suyas? Juan habria querido volar como ellos, pero entio en su casa y labrö una cruz de madera para la tumba paterna. La llevo al cementerio por la tarde, y encontrö el sepulcro cubierto de arena y de flores, obra de algunos vecinos en honor del finado å quien dispensaban gran aprecio. Å la manana del dia siguiente, Juan hizo un lio con susvestidos y guardo en un cinto los cincuenta escudos y algunos chelines de plata que componian su herencia, y con los que se proponia recorrer el mundo. Antes de partir, fué al cementerio, se prosternö sobre la sepultura de su padre y le diö un eterno adios. Tomö å campo travieso; abiertas y reluciendo al sol estaban las flores que se mecian sobre sus tallos EL COMPANEKO DE VIAJE, II como dandole la bienvenida. Se volviö para dirigir una postrera mirada d la iglesia en que fuera bautizado, y en lo alto, vio al genio de la iglesia aso- marse por una claraboya del campanario; el genio benéfico se puso un brazo delante de los ojos para abrigarse del sol y ver ä lo léjos, y cuando hubo reconocido ä Juan, se quito su gorro encarnado v pun- 12 ANDERSEN. tiagudo, se puso una mano sobre el corazon, y le enviö con la otra mil besos para manifestarie carino y desearie buen viaje. su Juan continuo su Camino pensando en las cosas notables que iba å ver en el vasto y maravilloso uni- EL COMPANERO DE VIAJE. 13 verso. Nunca habia estado tan léjos ; por vez primera veia las aldeas que atravesaba, y å nadie conocia de cuantos al paso hallaba. La primera noche tuvo que dormir en el campo, sobre el heno. No habia otra cama, pero Juan se dijo que no la tenia mejor el rey. Å sus piés una magmfica alfombra de verdura ; un susurrante arroyuelo å corta distancia ; un colchon blando, y sobre su cabeza el estrellado cielo por dosel. £ Qué alcoba comparable ä esta ? Las Hores le enviaban sus perfumes ; la luna, colgada de' la cerülea boveda le servia de lamparilla y no habia que temer que pegase fuego å las cortinas. Juan po dia dormir tranquilo y lo liizo en el acto. Quemaba ya el sol cuando abrio los ojos, y bandadas de pajarillos revoloteaban å su alrededor, gritändole : « Buenos dias, vamos, arriba, ; arriba! » Oyo taner las campanas de la vecina aldea ; era un domingo y los aldeanos acudian en direccion å la iglesia. Juan los siguio, unio su voz å la de los fieles y escucbo la palabra divina, creyendo hallarse en la iglesia que le viera bautizar. Al lado de la iglesia habia un cementerio que Juan visilö, entregado d los recuerdos de su reciente luto. Yiö algunas tumbas cubiertas de altas yerbas, y pensando en la de su padre, se dijo que tambien aquella seria inva dida en breve por las yerbas, puesto que él no estaria alii para arrancarlas. Entönces se arrodillo, corto 14 ANDERSEN. las yerbas, enderezo las cruces de madera, arreglo las coronas que habia derribado el viento. « Tal vez, se dijo, ålguien hard alii, por mi padre, lo que kago yo por los muertos olvidados o abandonados. Å la puerta del cementerio liabia un ancia- LL COMPArsERO DE VIAJE. 15 no que andaba con muletas, y Juan le dio cuantos chelines de plata tenia. Luego, prosiguio su camino. Al anoehecer se desencadeno una terrible tempestad. Juan se puso å correr para encontrar un asilo, pero la noche llego å pasos degigante y la profunda oscuridad no le permitio ir mås alia. Dio en la cima de una colina con una ermita aislada y se guareciö en ella. « Aqui podré descansar, se dijo, pues necesito reposo. » Se acoslo, rezö sus oraciones y se durmiö miéntras el trueno rodaba por el vacio. Cuando se desperlö, era aun de noche, pero habia cesado la tormenta ; los rayos de la luna penelraban por las vidrieras, y viö en medio de la capilla un ataüd abierto, y en él un bombre que debian enterrar al dia siguiente. Juan no se asusto ; tenia serena su conciencia y sabia que ni muertos ni espiritus tratarian de hacerle dano. Los malos son de temer entre los vivos. Precisamente acababan de entrar dos en la capilla y se dirigian al ataüd diciendo que iban å sacar el cadaver y tirarlo en medio de la carretera. « i Qué våis å hacer ? exclamo Juan presentandose å ellos. Qué acto impio queréis cometer? \ En nombre del cielo dejad å ese pobre muerto reposai en paz en su ataüd ! - i Esas son palabras ! respondieron los dos sacrilegos. Este bombre se ha burlado de nosotros; nos debia dinero, no nos ha pagado y ahora nunca ten- 10 ANDERSEN. ilremos un cuarto. Queremos castigarle profanando su cadaver. — No poseo mås que cincuenta escudos, dijo Juan, es toda mi herencia; pero, os los daré con gusto si me prometéis dejar ä ese muerto en paz. Soy jo- ven y robusto y, con la ayuda de Dios, no tardaré en ganarme el pan. — Aceptamos la proposicion, » contestaron !os otros; lomaron el dinero del joven y se alejaron riéndose ä carcajadas de su sencillez. Juan colocö en el ataud al muerto que medio ha- EL COMPANERO DE VIAJE. 10 bian sacado, rezö una oracion por el reposo d e su alma y se fué m u y contento. Gruzö un vasto bosque q u e iluminaba la l u n a . En los espacios q u e esclarecian sus rayos, J u a n viö u n a infinidad de geniecillos q u e danzaban alegremente, y que no se ocultaron pues sabian q u e era bueno y piadoso. Habiaalgunos tan chicos c o m o l a mitad del dedo menique, con largos cabellos rubios, q u e j u g a ban entre las gotas de rocio, sobre las plantas. A una orden del rey, cuatros aranas tendieron un puente de u n a ä otra flor, q u e sirviö de hamaca a Su Majestad. Los juegos duraron hasta el alba, hora en q u e los genios huyeron ä refugiarse en las corolas de las llores. J u a n salia en aquel momento d e la selva, e u a n d o u n a v o z varonil resono ä s u espalda : « \ E h ! companero, dijo, ^ adönde vais ? — Yovme por el mundo a la Ventura, respondiö Juan. No tengo padre n i madre, soy u n pobre m u ckacho, pero Dios me ayudarä. — Yo tambien recorro el mundo, dijo el desconocido. j Queréis que sea vuestro companero ? — Gon mucho gusto, respondiö J u a n y siguieron andando juntos. No tardaron en ser buenos amigos, pues los dos eran valientes y animosos. Pe ro Juan notö en breve que su companero sabia mucho mås que él. Habia visitado casi todos los ambitos del globo y referia cosas interesantisi- 20 ANDERSEN. mas sobre todo c u a n t o e n eluniverso puede hallarso. Gran parte de su curso habia corrido el sol cuando se sentaron å la sombra d e un arbol para almorzar y vieron una anciana q u e häcia se ellos adelantaba. j Jesus, cuän vieja era ! Andaba encorvada como u n a ese, apoyandose en una muleta y llevando so bre sus hombros un haz d e lefia, En su delantal asomaban tres varillas tejidas con helechos y ramas de sauce. Al llegar cerca d e los viajeros, su pié tropezo contra una piedra, cayo dando un gran grito y se rompio una pierna. J u a n se lanzo håcia ella, ofreciéndola llevarla a su morada ; pero el desconocido saco de su morral una c a j a en la que, les dijo, habia u n ungiiento que c u - EL COMPANERO DE VIAJE. 2! raria la pierna rota en un abrir y cerrar d e ojos : « Podréis marcharos sola, anidiö, pero un servicio vale otro ; me daréis, en cam bio, las tres varillas que lenéis en el delantal. — Caro os liacéis pagar, » respondio la anciana meneando la cabeza d e un modo singular. Se veia que la costaba mucho separarse d e las va rillas, pero como no podia permanecer alli tendida en el suelo, diö lo que se la pedia. El desconocido restrego la pierna rota con un poco d e ungüento, como la cabeza de al filer, y la anciana echo a andar al instante con mas seguro paso que antes. En verdad, no era un boticario quien babia preparado aquel ungüento. « Qué quieres kacer con esas varillas? preguntö Juan u su companero. ANDERSEN. Son unos palos m u y lindos, respondio el otro. Me gustan sin que sepa precisamente por qué. Veras EL COMPANERO DE VIAJE. 23 que soy muy original, es preciso q u e t e acostumbres. » Siguieron andando durante largo trecho. « Mira como se anubla el cielo, dijo J u a n , y q u é enormes nubarrones s e a m o n t o n a n allä bajo. — No son nubes, dijo el otro, sino m o n t a n a s ; montanas mås elevadas que cuäntas basta hoy hayas visto. Cuando se sube å sus cimas se dominan las nubecillas y s e encuentra u n o en la atmosfera mås pura y serena. Y \ q u é vista tan magmfica! Veras desde alii arriba todo el pais que hemos atravesado.» Un dia fué necesario para llegar al pié de aquellas montanas, q u e parecian hallarse tan solo å média legua. Å medida que se acercaban, distinguian las elevadas selvas de pinos que mecian sus copas entre las nubes, y moles d e roca mas grandes q u e catedrales. No debia ser cosa facil trepar por alii, y Juan y s u companero entraron en la posada para descansar y estar fortalecidos al siguiente dia. Una gran asistencia habia en la sala principal, d o n d e u n hombre acababa de colocar un teatrito de munecos. En primera fila se veia u n recboncbo carnicero que habia empujado å todo el mundo para colocarse en el lugar preferente,y un mastin enor me, de feroces ojos, le habia seguido y se hallaba al lado de s u amo, mirando atentamente el teatro, como los demas espectadores. 24 ANDERSEN. Comenzö elespectåculo. E r a u n a graciosa comedia en la que figuraban un rey y una reina, con corona en la cabeza y mantos d e lerciopelo en los hombros. Unos munecoscon ojos de crislal representaban ä los pajes, q u e no hacian mas q u e a b r i r y cerrar puertas y ventanas para dar aire, pues la comedia pasaba en verano. Erase pues una comedia chistosa que hizo reir å toda la asistencia. En el momento en que la reina se levantaba para entrar en su cuarto, el mastin diö un sallo al tablado, cogiö d la linda reina por el talle y la dio u n a dentellada. Oyose un crugido horrible y rodö por tierra la cabeza de la muneca. El dueno del teatro estaba desesperado, como era m u y natural, pues la reina era el personaje mäs EL COMPANERO DU VIAJE. 2j interesante d e su compania; entre tanto, como el espectaculo habia terminado, la gente se marchaba. El companero de Juan ofreciö al dueno del teatro componerle su reina; la untö con una parti'cula del ungüento q u e habia sanado la pierna de la vieja, y al momento, la muneca comenzö ä bailar y a h a c e r gestos, sin que necesrio fuese tirar d e las cuerdecitas que la movian. Habriase dicho una enana en vida, salvo q u e no sabi'a hablar. Elcmpresario estaba loco de contento. j Qué lortuna 1 Una muneca q u e bailaba sola. Nunca se habia visto cosa semejante desde el tiempo en que las hadas habitaban la tierra. Guando llegö la noche y todo el mundo estuvo recogido en el meson, se oyeron suspiros y sollozos, tanto que se levantö toda la gente para saber qué ocurria. Los acentos d e dolor salian del teatrito y los lanzaban los munecos, pidiendo å voz en grito q u e los untasen con el maravilloso ungüento para poder moverse como la reina. Esta se arrodillö y presentando su corona de oro, dijo (pues el dolor la hacfa hablar): « l o m a d esta joya, cuanto poseo, y dad una untura ä mi real consorte y ä mis cortesanos. » El empresario ofreciö al companero de Juan darle las entradas de una semana, si consentia en untarle algunos munecos, pero el desconocido pidio solamente el sable que el rey llevaba al costado, y cuando se lo dieron, unto una docena de munecos, 2 20 ANDERSEN. q u e se pusieron å bailar en el acto ; las mozas de labranza no pudieron ménos de imitarlos y el bailoteo fué general durante u n cuarto de hora. Al dia siguiente, J u a n se puso en camino con su companero, håcia los pinares de las montanas. Una vez en la cima, se encontraron å u n a altura tal, q u e los campanarios les parecian bayas d e arrayan perdidas entre las bojas. Ante si divisaban una extension inmensa, pensando J u a n que abrazaban sus ojos toda la tierra. Era magnifico. Los rayos solares iluminaban la limpidez del cielo. Ecos sonoros repetian los lejanos sonidos d e las bocinas de caza. J u a n lloro d e alegria y exclamo en alta voz : « J Dios bondadoso ! i por qué no puedo besarte por estas maravillas q u e me permites admirar? » S u companero babia cruzado tambien las manos para rezar. Quedaban los dos extåticos y absortos en la contemplacion d e aquellas ciudades, bosques y campos inundados de luz, cuando una müsica d e liciosa resono por encima de sus cabezas, y vieron u n gran cisne bianco q u e se cernia en los aires, cantando como nunca habian oido cantar ave alguna. Poco ä poco, los melodiosos acentos se fueron debilitando, cesaron del todo, y el cisne, ocultando la cabeza bajo una ala, cayo lentamente a los piés d e J u a n y muerto. de su companero. Estaba EL COMPANERO DE VIAJE. 27 « i Qué magmfieas alas, qué blancura tan sin igual! Mira q u é grandes son cuando se exlienden. Yoy å 28 ANDERSEN. ilevårmelas. i No hice bien ayer en pedir el sable del rey de los munecos? » Y con u n solo golpe deestamaravillosaarma, corto cada ala y las guardo en su maleta. Siguieron a n d a n d o y despues d e håber atravesado la cordillera y muchas tierras mas, dislinguieron u n a gran ciu- dad en la que contaron hasta cien torres que relucian al sol, pues eran de plata maciza. En el centro d e la ciudad se alzaba u n inmenso palacio de marmol cuyo teeho se componia de lätninas d e purisimo oro. Alli moraba el monarca. II « Juan y su comp:iiiero no quisieron e n t r a r desde luego en la ciudad y se detuvieron e n u n a posada de un arrabal para reparar un poco el desorden de su traje. El posadero les conlo que el rey era un excelente sugeto incapaz de hacer dano ä una mosca. « Pero la princesa su hija, anadio, es u n a criatura de la que Dios nos libre. Es hermosa y graciosa mas que ninguna joven del reino, pero tiene un alma negra como u n cuervo. Es causa d e q u e m u chos y seductores principes hayan perdido la vida. Cuando se trato de casarla autorizo a todo el mundo, desde los hijos de los reyes hasta los mendigos, a solicitar su mano. » P e r o el que se presentaba, debia adivinar por tres veces consecutivas lo q u e la princesa acabäba de pensar, y si no acertaba, era decapitado o ahorcado. El anciano monarca estaba desesperado por semejante crucldad, tanto mds cuanto que no podia 2. 30 ANDERSEN. impedirlo, habiendo j u i a d j q u e dejaria nbrar ä su hija ä su antojo en el asunto d e su casamiento. » De todos los ängulos del mundo llegaron esforzados principes. Ninguno habia podido salir en bien de la primera d e las tres preguntas y todos habian perecido. La princesa no habia manifestado nunca el mäs minimo movimiento de piedad. « Tanto peor para ellos, decia, nadie les obliga å venir å cansarme y podrian quedarse en s u casa. » » Es un deconsuelo general. El mås condolido es el rey. Todas las semanas pasa un dia entero prosternado con sus soldados y servidores, pidiendo ä Dios dulci0que el corazon d e la princesa. Nada trae remedio. Hasta las viejas tinen su arguardiente c o n u n j u g o negro en serial d e luto, y no se las puede exigir mas. — i Qué horrible princesa ! Dijo J u a n . Deberian darle u n a buena paliza para corregirla.» E n este momento oyeron ä la muchedumbre lanzar ; hurras ! en la calle. Era la princesa que pasaba. Era de una hermosura tan admirable que, en verdad, se olvidaba al verla la crueldad d e su alma, y el pueblo la saludaba con entusiasmo como si no hubiese hecho mås q u e bien en toda su vida. Los viajeros, como los empleados del meson, se apresuraron å salir å verla. Doce camaristas vestidas de raso blanco con u n tulipan de oro en la mano, galo- EL COMPANERO DE VIAJE. 31 paban å su lado e n corceles negros. La princcsa montaba u n soberbio palafren blanco como la nieve, cuyos arneses relucian, cuajados d e diaman tes y rubies. Su traje era tejido d e oro. La corona q u e cenia sus sienes fulguraba como la mås luciente constelacion. Su manto, — rara maravilla, — estaba compuesto con infinito nümero d e alas d e mariposa. P e r o , l a belleza de la princesa era mucho mas superior a la d e su vestimenta. Cuando J u a n la apercibiö, se volviö purpüreo s u rostro y quedo tan embargado que no pudo pronunciar ni una palabra. La princesa se parecia exactamente å la joven con diadema d e oro q u e viera en suenos la noche en q u e murio s u padre. Sintio su corazon ablandarse ante seducciones tantas. « Es imposible, se dijo, que sea la maga feroz q u e pretenden. \ Gömo, con ese rostro tan suave puede hacer morir å aquellos q u e no adivinan lo q u e piensa 1 Es imposible. La verdad es q u e cualquiera, h a s t a e l hijo de u n mendigo,puede pedirsu mano y voy ahora mismoå palacioå someterme ä l a prueba. Nadapuede detenerme. » Al tener conocimiento d e este designio, todos le suplicaron abandonase tan temerario proyecto, anunciåndole que no podria evitar la suerte d e sus predecesores. S u companero tratö tambien d e quitarselo de la cabeza. Pero, J u a n declaro que tenia la C2 ANDERSEN. certidumbre d e salir bien del paso. Cepillö su vestido, se lavo cara y manos, peino sus largos cabellos rubios y se fué solo para l a ciudad å llamar ä las puerlas del palacio. «jAdelante ! » dijoel anciano rey. J u a n abriö la p u e r t a . El soberano, de bata y zapatillas bordadas, le salio al encuentro con la corona en la cabeza, el cetro en la diestra y l a mano de justicia en la siniestra. « Un momento, » dijo, y se puso el cetro debajo del brazo para dejar libre una mano que ofreciö al recien llegado. Tan luego supo la intencion del visitante, se desconsolo y hizo tales aspavientos y adcmanes que el cetro rodö por tierra. Lägrimas tan abundantes corrian por sus mejillas q u e su panuelo no bastö para enjugarlas y tuvo q u e recurrirä una punta de su bata. « En nombre del cielo, exclamo el monarca, abandona ese insano designio. Sucumbinas como los otros. Yen a ver lo que te aguarda. » Y condujo å J u a n al jardin d e recreo de la princesa. ; Qué h o r r o r ! De cada ärbol colgaban los esqueletos d e tres 6 cuatro principes que no habian sabido adivinar el pensamiento de Su Alteza. Cuando soplaba el viento, los huesos de las victimas resonaban con lügubre ruido, asustando å los pajarillos q u e habian abandonado aquel recinto maldito. Los EL COM PANE RO DE VIAJE. 33 rodrigones que sostenian las plantas eran huesos humanos, las calaveras Servian de mac-eta. y en este espantoso jardin sepaseabacon solaz la princesa « i Has mirado bien ? pregunlö el rey. £ Quieres pues venir ä enriquecer esta osario? Huye, ; huve 34 ANDERSEN. d e este abominable recinto! Si no tienes apego ä la vida, apiédate ä lo ménos d e mi, pues cada vez que matan a un prelendiente m e sangra el corazon. » Juan se sintiö conmovido por la afliceion del soberano y le beso la mano, compasivo; pero le dijo que nada temiese, que se arreglaria mejor q u e los otros y que, ademas, tan enamorado estaba d e Su Alteza, que preferia la muerte dado el caso d e no poder ser su esposo. Yolvia en este momento la princesa de su paseoy subio å sus habilaciones. J u a n fué llevado por el rcy al gran salon en q u e se encontraba, y al serie presentado, la princesa le ofreciö su mano, lo que le hizo pensar que no debia ser tan mala como decian. Los pajecillos ofrecieron ä J u a n delicados dulces, como tambien al rey, pero este se hallaba m u y asustado para comer, y en segundo lugar no tenia ya dientes. Se convino que a la manana siguiente Juan iria ä palacio, donde se reuniria el Consejo de Estado y los jueces encargados de presidir la prueba. La prin cesa l e d a r i a å adivinar el objeto de su pensamiento. Si mås feliz que sus predecesores, n o fracasaba al principio, tendria que adivinar dos veces mas. « Si no, anadio la princesa con la mayor afabilidad, seria ahorcado. » J u a n no experimento ningun miedo al compro- EL COMPANERO DE VIAJE. 35 meter asi s o vida ; ningunaidea negra le hizo estremeeer. Se sintio Ueno de valor y hasta contento. Estaba seguro d e q u e Dios le ayudari'a. ,?C6mo? Ni lo sabia ni queria pensar en ello. Salio del palacio para regresar al meson, y una vez en el campo se puso å bailar, cosa q u e es comprensible en u n enamorado. Encontro ä su companero, å quien n o supo explicar con cuånta gracia y afabilidad le babia recibido la princesa. Le tardaba verse al otro dia en el trance d e la adivinacion. El companero meneaba la cabeza y parecia cuidadoso. « Soy t u amigo mtirno, dijo; habriamos podido vivir mucho ticmpo juntos y ser felices y ; béte q u e debo perderte tan pronto ! j Pobre Juan ! Si n o me contuviese, lloraria ; pero, puesto q u e es tal vez la ultima velada que pasamos juntos, n o quiero t u r bar t u alegria. j Estå alegre, m u y alegre ! Manana, cuando te hayas marchado, lloraré å mi sabor. » Guando cundiö por la ciudad el r u m o r d e que se habia presentado u n nuevo pretendiente å la mano de la princesa, fué una desolacion general; los tea tros no se abrieron ; los vendedores d e dulces los ataron con cintas negras. Llenas d e g e n t e estabanlas iglesias a l a s que fué tambien el rey. Todos suplica^ ban å Dios que destruyese, al fin, la maldicion q u e sobre la princesa pesaba. Pero, i como esperar que 36 ANDERSEN. a quel jöven inocente saliese en bien del paso q u e habia costado la vida ä tantos prineipes instruidosy graciosos ? AI anochecer, el companero d e Juan preparö una abundante ponche y dijo : « j Viva la alegrfa ! Brin- fiemos por l a salud d e la princesa. » Habia bebido Juan dos vasos cuando le acometio el sueno y se quedö profundamente dormido. El companero le llevö eon delicadeza ä su lecho. Enlrada ya la noche, tomö las dos alas de cisne EL COMPANERO DE V1AJE. 37 y las atö con solidez å sus hombros, se metiö debajo del brazo la mås larga de las varillas q u e le habia dado lavieja ä l a q u e euro la pierna, a b r i o l a ventana y se 1a n p o r los aires volando con igual facilidad q u e vuela un päjaro. Se dirigiö ä palacio y se poso en el marco de una ventana, en el piso inferior al que ocupaba laprincesa. Un silencio profundo reinaba en toda la ciudad, cuando diö el reloj la campanada d e los tres cuartos para las doce. Se abrio una ventana y la princesa, envuelta en u n gran manto blanco, con enormes alas negras como las de un murciélago gigantesco, cruzo los aires, pasö por eneima d e la ciudad y llego ä una elevada montana que habia å corta distancia. LI companero la siguio despues d e haberse vuelto invisible, basta para una magica como ella, y comenzö å darla de palos con la varilla q u e llevaba. (i ; Cömo graniza, como graniza ! » decia ella a cada palo que recibia. E n elfondo no la disgustaba, pues preferia la tormenta å una noche serena. Llego a la montana y.toco una roca q u e rodö con el estruendo del trueno. La princesa se precipito en una 'sasta caverna, y la roca cerrö de nuevo la entrada, pero no lo bastante pronto para impedir que el companero, siempre invisible, se escurriese en pos de la princesa. Esta siguio un largo corredoi cu^asparedes despedian u n reflejo singular produ3 33 ANDERSEN. cido por miles de aranas luminosas q u e por ellas corrian. Llegaron ä un gran salon cuyas paredes eran d e oro y plata; en consolas de märmol habia flores azules y encarnadas, grandes como soles, pero no h a brian podido cogerse, pues los tallos eran horribles sierpes venenosas, y las flores, miradas con atencion, no eran mås q u e las llamaradas q u e brotaban de las fauces de los espantosos reptiles. Cubiertos estaban los techos demiliares de gusanillos de luz. Murciélagos con alas azules diåfanas revoloteaban en todos sentidos y producian cambiantes admirables en aquella fantästica iluminacion. Era u n espectäculo verdaderamente infernal. E n el centro del salon se alzaba u n trono que sostenian cuatro esqueletos de eaballo, cuyos arneses tenian, en vez d e piedras, aranas rojas como carbones e n cendidos. El trono era u n opalo colosal. Como almohadones, u n monton d e ratones que se roian m u tuamente el rabo. Encima del trono habia un dosel d e telarafias sonrosadas en las q u e innumerables moscas verdes relucian como esmeraidas. E n el trono se hallaba sentado un anciano hechicero de una fealdad repugnante con corona en la cabeza y cetro en la mano. Beso å la princesa en la frente y la hizo sentar å su lado ; luego, å un ademan suyo comenzö una müsica singular. La orquesta se componia EL COMPANERO DE VIAJE. 30 de buhos, d e sapos, d e grandes langostas negras que arrojaban con furor sus gritos chillones acompanados por los silbidos d e centenares de culebras. Entre tanto, una multitud de genios maléficos, en cuyas cabezas brillaban fuegos fatuos, ejecutaban u n baile que acabö con u n triple galop. El companero de J u a n se habia colocado detras del trono para contemplar este espectäculo. Viö e n trar en seguida una infmidad de cortesanos q u e parecian llenos de elegancia y distincion ; pero, mirandolos con atencion nolo q u e n o eran mås q u e palos de escoba dominados por coles, å los que el hechicero habia prestado una especie d e vida. Tenian soberbios trajes, y como solo Servian para adorno del salon, era cuanto se necesitaba, tanto mäs cuanto que m u y å menudo los cortesanos d e carne y hueso no tienen mas seso n i corazon que aquellos maniquies. Guando terminö el baile, la princesa conto al h e chicero que habia llegado un nuevo pretendiente a su mano, y le preguntoen qué debia pensar al otro dia para derrotar al temerario. «. Escucha el consejo que te doy, dijo el hechicero. Elige u n objeto ordinario, pues no se imaginarå nunca lo q u e es y b u s carå una cosa dificil. Piensa, por ejemplo, en uno de lus zapatos. De seguro no darä con ello.Luego le ha ras cortar la cabeza al momento y cuando vengas manana å con tarme lo que lia pasado. no te olvidcs 40 ANDERSEiN. de traerme los ojos del mancebo, pues nada me doleita tanto como esas golosinas. » Inclinöse la princesa con respeto y prometio no olvidar el encargo. El hechicero la acompanö hasta lapuerta, abriendo l a r o c a al tocarla con s u c e t r o y l a princesa seelevopor los aires en direccion å la ciudac. El companero, q u e la seguia como su sombra, la a p a leö con mäs fuerza aun q u e antes, hasta el punto q u e se sintio dolorida por el granizo, — como ella decia; se quejo en alta voz, se apresuro ä llegai å palacio y por la ven tana abierta penetroen sus habitaciones. El companero entro en la posada aonde Juan seguia durmiendo ; se quito las alas y se acostö, pues fäcil es comprender que estaba cansado. Al dia siguiente, cuando Juan se hubo levantado, s u companero le conto que habia tenido u n suenc singular en el que liguraba la princesa y su zapato, y le aconsejö que dijese zapato cuando la princesa le preguntase en lo que habia pensado. « Puedo nombrar un zapato como otra cualquier cosa, respondio J u a n , y tal vez acertaré, pues tengo confianza en Dios, y quién sabe si no ha sido para ayudarme que te ha mandado ese sueno. Sin embargo, å Dios, pues es probable que no vuelva ä verte. » Seabrazaron con elusion y Juan se traslado å pa lacio con paso rapido. Llena de gente sehallaba la sala del trono. Los jueces se ballaban sobre u n es- EL COMPANEUO DE VIAJE. 41 trado en sillones comodos para q u e los magistrados se mantuviesen sin dificultad en u n a actitud conveniente para inspirar respeto. Å la llegada de J u a n , el anciano rey se levantö y se echo u llorar å moco tendido, puesestavez se habia abastecido d e suficientes panuelos para enjugar sus lågrimas. La princesa hizo su entrada poco despues y le p a - ANDERSEN. recio ;i J u a n mucho mås hermosa q u e la vispera cuando se inclino saludando ålaasamblea.Emperono fué mäs afable para nadie q u e para J u a n , pues le dio la m a n o al par q u e los buenos dias. Habia llegado el momento solemne. J u a n debia adivinar el objeto al q u e la princesaacababa de pensar.La doncellalo miraba con la sonrisa mäs amable del mundo, cuando le creia condenado å muerte. « Zapato, » dijo J u a n con u n a voz que no temblaba. Al momento, la prin cesa se puso blanca como el yeso, temblö de todos sus miembros, pero, no podia negarlo, J u a n habia a d h i n a d o exactamente. j Qué asombro el de la asistencia! Era la vez primera q u e la prueba no era fatal desde un principio. La multitud aplaudio, lanzö gritos de jübilo a pesar del respeto debido ä S u Majestnd. Pero el mismo soberano daba muestras d e una locaalegn'a, pues dio tres volteretas sucesivas. III Juan regreso modestamente å su posada, y a pasar delante de u n a iglesia entro en ella para suplicar a Dios que le continuase su proteccion. Su companero le felicito al saber lo q u e habia pasado. Pero, no era mas que un paso; al otro dia, era preciso adivinar con exactitud. Las cosas pasaron corao en la noche anterior; J u a n se durmiö, la princesa se fué håcia la montana y el companero la siguio apaleåndola de lo lindo con dos varillas en vez de una. Nadie lo vit> y él lo oyo todo. El hechicero dijo ä la princesa q u e pensase en su guante. El companero refiriö ä J u a n q u e habia tenido un sueno en el q u e figuraba el guante d e la princesa. Juan adivino por segunda vez y el jubilo fué mayor a u n ; toda la corte se puso ä d a r volteretas como el rey habia hecho la vispera. La princesa quedo medio desmayada en u n sofa; la rabia la 4 'i ANDERSEN. sofocaba, y no pronuncio una palabra en todo el dia. Quedaba la ultima prueba. Si J u a n salia de ella en bien, se casaria con la princesa y seria el heredero d e l a corona ; si fracasaba, tendria que morir y el espantoso hechicero se comeria sus hermosos ojos azules. Por l a noche, J u a n se acosto temprano despues de håber elevado ä Dios ardientes preces, y se durmiö con lo mayor tranquilidad. El companero se a t o las alas del cisne, se puso al costado el sable del rey d e los muriecos que untara con su ungüento y tomo las tres varillas d e la anciana. Luego se dirigiö å palacio. Ilaci'a u n a noche m u y oscura y la tormenta se desencadenaba furiosa; caianse las chimeneas d e las casas ; en el famoso jardin d e recreo, los esqueletos que colgaban de los årboles producian u n a müsica espantosa. Los truenos se seguian con tal rapidez q u e n o formaban mås que un ruido continuo parecido al redoble d e los tambores del ejercito del diabio. Se abriö la ventana y la princesa tomo su vuelo. Estaba palida como la muerte, pero sonriö cuando observö los destrozos q u e causaba la tempestad. Kl companero, armado d e sus tres varillas comenzö d apalearla, y l a diö tal paliza q u e lanzö dolorosos ayes. Creyö q u e no podria llegar ä la monlaua. EL COMPANERO DE VIAJE. 45 Al fin la alcanzö. « En toda mi vida he visto ticmpo semejante, dijo al hechicero; he recibido granizos como huevos d e gallina; mirad, tengo el rostro ensangrentado. » Le conto que, por la segunda vez, J u a n habia adivinado. « Si adivina manana, se acabara mi poder magico y no podré penetrar mas en esta montafia. — No os alarméis, le respondiö el hechicero. Esta vez se quedarå corrido como una m o n a . Yoy å pensar una cosa de la q u e no puede tener la mcnor idea. Entre tanto, jque comience el baile! » Dio una mano å la princesa y bailo con ella algunas figuras entre los genios que daban vueltas; 3. 4l» ANDERSEN. las aranas Iuminosas subian y bajaban å lo largo de las paredes ; mecianse sobre sus tallos las flores de fuego. Serpientes, buhos, langostas y sapos ejecutaban su extraordinaria müsica. Este espantoso espectdculo parecio reanimar un poco ä la princesa, que no tardö en anunciar s c deseo d e partir, para que no se notase su ausencia e n el palacio. El hechicero, sospechando q u e hubiese algun traidor entre los genios del antro magico, no la nombro por el momento lo que queria que hiciese adivinar ä J u a n . Le dijo q u e iba a acompanarla basta s u casa para conversar de importantes asuntos. EL COM PANE HO DE V1AJE. 47 Partieron, pues, por entre la tormenta q u e arreciaba. El companero, detras de ellos, se ensano con el hechicero y le dio tal varapalo que rompio s a s varillas. El maldito hechicero renegaba d e los golpes, q u e tomaba tambien por granizo. AI llegar cerca del palacio se despidio d e la princesa, y m u r murö å su oido : « Pensad en mi cabeza. » El com panero, que tenia el oido alerto, lo oyö claramente. La princesa se escurriö por la ventana y el hechicero quiso volverse, pero el companero le asiö por su larga barba y con un golpe seco d e su sablecito, le corlo la cabeza al ras de los hombros; el hechicero no tuvo tiempo de pronunciar u n a palabra mägica que habria podido salvarlo. El companero tiro å un estanque el cadaver, con el q u e los peces se deleitaron, mantuvola cabeza en el agua hasta que estuvo exangiie, y se fué å dormir Uevandosela dentro de un panuelo de seda. Al olro dia entrego el lio å Juan recomendändole que no lo abriese hasta el mismo momento en q u e la princesa le dirigiese su pregunta. La sala del trono estaba atestada, y las cabezas se veian apinadas como los råbanos en un manojo. Los jueces se contoneaban en sus sillones, con aire muy grave por mås que fuesen los entes mås inütiles del mundo. El anciano rey, esperando que la maldicion que sobre ellos pesaba iba a terminar, 43 ANDERSEN. llevaba un traje nuevo y habia hccho limpiar con polvos de ladrillo su corona y su cetro. Su aclilud en este dia era la de u n soberano importante. La princesa estaba palida y temblando de calentura. Habia vestido u n traje negro como si fuese a un entierro. « ^En q u é pensaba? » dijo a Juan con insegura voz. J u a n deslio el panuelo y retrocediö espantado al ver la asquerosa cabeza del hecbicero. La asamblea dio un brinco de terror. En efecto, aquella cabeza resumia todo el horror del inflerno. La prin cesa permanecia inmovil como una estatua y largo tiempo pasö, antes d e q u e se reanimase; con la vista baja, humillada, vencida, adelanto hasta Juan y presentandole una mano, le dijo rompiendo å sollozar : « Eres mi d u e n o ; esla noche serå la boda. — Eso se llama bablar, dijo el anciano rey, esta noche se celebrarän los bodas. » La asamblea lanzo un estrepitoso j hurra !, tocaron las bandas militares, taneron lascampanas, las vendedoras de dulces quitaron las cintas negras, y tan alegres estaban que dieron dulces gratis ä los chiquillos de la calle. Un gran movimiento comenzo por toda la ciudad; an la plaza mayor, el rey hizo asar u n centenar de bueyes enteros, rellenos con pollos y palos ; quien lenia ganas se corlaba una lonja. Las fuenles derra- EL COM PA NE HO DE VIAJE. 40 maron vino durante todo el dia. P o r la noche, toda la ciudad estuvo iluminada, los arlilleros dispararon ciento y un canonazos. Los muchaclios disparaban cohetes. Se comiö y se bebiö mas q u e se bebe y se come en u n a semana ordinaria. Luego hubo bailes c n las plazas y en palacio. La princesa no habia dejado d e ser magica a u n q u e hubiese perdido su poder, y esto acibaraba toda la alegria de J u a n . Su companero lo noto y le dio tres plumas arrancadas å un ala del cisne, y u n frasquito. « P o r la noche, le dijo, cuando la princesa estard sola en su cuarto, la zambulliras por tres veces en u n bano en el q u e previamente h a bräs echado el contenido de este frasco y estas tres plumas. Y despues, te a m a r å tanto como ahora t e detesta. » Juan hizo lo q u e su companero le habia dicho. Cuando zambullo por vez primera å la princesa en el agua, esta lanzo agudisimos gritos. Salio a la superficie bajo la forma d e un gran cisne negro, de relucientes ojos, q u e luchaba con furor. J u a n la zambullo de nuevo con puderoso esfuerzo. Salio la princesa como un cisne blanco con u n collar de plumas negras. J u a n pronunciö una ardiente plegaria y la zambullo por tercera vez. Entonces salio con su figura natural, cien veces mas bermosa que antes. Se lanzo en brazos de Juan, llorando de jii 50 ANDERSEN. bilo y le dio gracias por haber roto el encanto que tan cruel la hiciera. Al otro dia, el anciano rey, la corte, los notables desfilaron delante de los nuevos esposos deseåndoles prosperidad. El ultimo era el companero de Juan que tenia su palo en la mano y su morral ä la espalda. J u a n lo estrecho contra su corazon, suplicåndole que no se fuese y le permitiese manifestarle su gratitud. Pero el companero meneo la cabeza y dijo con dulce y tierno acento : « No, be cumplido mi tiempo, b e pagado mi deuda. i Te acuerdas del muerto q u e dos hombres perversos querian arrojar en medio de u n camino? Diste cuanto poseias para q u e lo dejasen reposar en paz en su ataüd. Pues bien, ;aquel muerto era y o ! » Y esto diciendo, desapareciö. Los festines y las danzas duraron un mes entero. El rey viviö contento rodeado de infinitos nietecifos, y cuando al fin murio por la fuerza de los anos, J u a n fu6 proclamado rey d e todo el pais. Érase una vez un pozo m u y profundo y tan larga era la cuerda como era profundo él. Tirar de la cuerda era mås que suficiente para cansarse, y apé- AN DE 11 SEN. nas si quedaba uno con fuerzas para colocar el cubo Ueno de agua sobre el brocai. Los rayos del sol no habian podido nunca penetrar hasta el fondo por muchas ganas q u e tuviesen, pues el agua era tan clara que gustosos se habrian mirado en ella. Å lo largo de las paredes, e n t r e las grietas d e las piedras brotaba el musgo en abundancia. En lo profundo babitaba una familia de sapos ; la abuela fué la primera que vino a babitar alli, ä su pesar; un dia, saltando de un lado al otro del brocai, habia calculado mal su brinco y se habia caido de cabeza. La buena vieja vivia a u n ; habia hallado una familia d e ranas Verdes y se habian reconocido como primas hermanas. Habia dado ä luz u n a hija que, un dia, se hallo metida en el cubo y subiö hasta la superficie, pero la deslumbro la luz del dia y, fuera de si, dio un respingo y volviö ä caer con estrépito ; estuvo tres dias enferma con un vivo dolor en el costado. Aunq u e nada hubiese visto habria podido conlar, como es costumbre, maravillas de lo que arriba pasaba , pero, confeso con la mayor buena fe que no habia distinguido nada. Empero habia sabido y lo c o m u nicö ä toda la sociedad, q u e el mundo no se reducia ä su pozo, como hasta entonces lo habian imaginado. La abuela hubiera podido describir tambien lo que fuera del pozo existia; pero era hcmbra de concien- EL SAPO. 53 cia y no decia nada d e los estanques y pantanos cn los que agradablemente pasara su juventud no q u e riendo dar a sus companeras deseos superfluos y ambiciones irrealizables. Pasabanel tiempo murmurando entre ellas. « ; Qnc obesa y qué fea es la mama s a p o ! , decian u n dia dos ranas jovenes. Sus sapitos serän tan horribles como ella. — No digo que no, respondiö la mama que las babia oido. Pero uno d e ellos tendrå en s u cabeza una piedra preciosa, a ménos d e q u e no la tenga y o . » En efecto, 'como sabe todo liombre del pueblo, d lo ménos en el Norte, d e vez en cuando se halla en la cabeza d e un sapo u n magnifico diamante. Las ranas menearon la cabeza ; n o estaban contentas con lo q u e acababan de saber; hicieron una mueca y se alejaron. Los sapitos se inflaron de o r gullo, cada cual creia poseerla piedra preciosa. Tenian la cabeza erguida como conviene ä séres privilegiados. Al fin, uno de ellos pregunto lo q u e era exactamente la piedra preciosa d e la q u e debian enorgullecerse. « Es una cosa magnifica é inapreciable, dijo la madre. Se necesitaria mas elocuencia de la q u e yo poseo para describirla dignamente. Os procura inmenso placer y la envidia de todo el mundo. - No soy yo la que poseo la piedra preciosa, dijo 5* ANDERSEN. la mas joven de toda la familia, que era capaz de d a r un susto al miedo. i P o r q u é la desearia? Io que incomoda å los demas no m e complace. Lo que mas desearia serfa subir hasta el brocal del pozo y ver un momento lo q u e alii arriba pasa. Tengo un presentimiento de que debe ser m u y hermoso. — Quédate donde eslä? hija mia, dijo la abuela. EL SAPO. 5ä Llevas aqui dulce y regalada vida y solo una cosa hav q u e evitar, el cubo, pues podria aplastarte. No te se ocurra entrar en él, pues n o todos tienen mi suerte y salen del lance con u n dolor de costado. — / Cuac, cuacl dijo la pequenuela, lo que en su lenguaje equivale ä nuestra exclamacion « ; oh ! i oh ! » Pero era mas fuerte que s u voluntad, no pensaba en otra cosa q u e en subir alia a r r i b a ; se sentia atraida håcia la luz sin conocerla. Al dia siguiente, el cubo bajö y se detuvo u n momento al lado de la piedra en que se hallaba la pequenuela ; todo su sér se estremeciö y de u n salto, sin saber lo q u e haci'a, se hallo en el cubo que fué subido al instante. Un mozo d e labranza lo tomo y echo el agua en u n o t i n a . « i Ay ! exclamo al ver al animal, hacia tiempo que no veia u n bicho mås asqueroso. » Y con sn zueco asestö u n golpe å la pobre bestia que, feliz mente, pudo evitarlo. Iluyo v se escondio en las orti gas q u e brotaban alrededor, y formaban u n toldo de verdura por el q u e pasaban los rayos del sol. Fué un encantador espectäculo para ella, lo mismo que, cuando en u n a inmensa selva el hombre ve pasar los rayos solares por las ramas y el follaje, experimenta una religiosa emocion. « i Much o mås hermoso es esto que el pozo ! excla m o . Pasaria aqui toda mi vida. » Permanecio en rfß ANDERSEN. efecto alii una hora, y otra hora. Enlonces se dijo q u e habiendo intentado la aventura, deberia explorar el nuevo mundo en q u e se habia lanzado. Saltando lo mejor q u e pudo llegö ä la polvorienta carretera, en la q u e el sol vertia sus rayos. Solo cruzändola, el animalillo se habia cubierto d e polvo. Fué una nueva sensacion para ella y nada agradable en verdad. Se apresuro ä llegar å un foso donde brotaban iris y miosotis en abund3nciaj en la orilla se alzaba u n vallado d e blanca espina y saücos mezcla<los con alboholes en flor. Una bandada de mariposas revoloteaba alrededor. El sapo pensö que eran (lores sueltas d e las ramas, en Camino para visitar el mundo, cosa q u e l e parecia m u y natural. « Si p u diese volar con la ligereza de esas florecillas tan lindas, decia : j qué dicha la mia ! » Estuvo ocho dias y ocho noches e n el delicioso foso, donde ballaba bueno y abundante alimento. Al noveno dia se dijo : « j Adelante ! vamos mäs allä. » i Qué podia esperar mejor q u e este lugar d e delicias ? Deseaba hallar alguna sociedad, alguna buena familia de sapos, ö por lo ménos, algunas pri mas, las ranas Verdes. « Se pasa aqui una existencia muy agradable, se dijo. P e r o ä la larga, la naturaleza desierta, cansa por hermosa que sea. i Cuänto desearia hallar algunos de mis semejantes con los que poder ha- EL SAPO. 57 blar ! » Y se puso en Camino. Despuos de h iber c r u zado varios campos, llegö a un gran estanque rodeado de juncos y entrö en él. « Bienvenida seäis, le dijo una rana. Tal vez estä esto demasiado mojado para vos. En fin, veréis si os conviene, haremos cuanto podamos para recibiros bien. » Y aquella misma noche fué convidada å un concierto de familia. Monotonos eran los cantos, 5B ANDERSEN. pero era posible refrescarse ä su sabor y cuando no se es aficionado ä la müsica, es un recurso precioso. El sapo prosiguio su camino al dia siguiente ; aspiraba a u n ä algo mejor. Ahora q u e sus ojos se h a bian acostumbrado å la luz, podia admirar el cielo estrellado y la hermosa l u n a llena. Pero lo que le dejaba extåtico era el sol q u e veia elevarse en el espacio. « i Estaré siempre en un pozo, se decia, en un pozo mayor q u e el otro, y nada mås ? ; Cuanto desearia dirigirme å ese hermoso espacio azulado ! Ese deseo me atormenta y m e roe. » Y, contemplando la luna, el pobreanimalillo creyo, en su inocencia, q u e tal vez era un brillante cubo d e cobre q u e iba å baj a r hasta la tierra y al q u e podria saltar para subir mas arriba. « No, penso, mås bien debe ser el sol el cubo en el que se sube mas arriba. \ Cuanto reluce ! Hélo que baja. Es preciso q u e aceche la ocasion de escurrirme en él. Adoro la luz, me parece å veces que algo fulgura en mi cabeza. La piedra famosa d e que hablaba mi abuela no puede tener mas brillo. Ni la poseo, ni la deseo. Todo Jo q u e ansio es subir håcia la luz y anegarme en ella. j Yamos, valor, y adelante Siempre en linea recta. No retrocederé nunca; ; como me late el corazon al partir para un viaje tan largo! » EL SAPO. ül> Y se puso a darsaltitos con cuanta ligereza podia. Acertö ä pasar por u n lugar habitado y para descansar se detuvo eil un huerlo. « ; Guäntas cosas nuevas descubro a cada paso! i qué grande y magmfico es el mundo ! Me alegro infinito de no håber permanecido en el pozo. ; Qué delicioso verdor y qué deleitosa frescura ! — Å quien se lo conlais, dijo u n a oruga anidada en una col. Este es el paraiso y mi boja la mayor de todas. Puedo pasarme del resto del mundo. — j Glue, glue! » resono ; era una bandada de gallinas q u e picoteaban por el jardin. La que iba delante tenia buenos ojos y distinguiö a la oruga, se actrcö, y de un picotazo la tiro al suelo.La gallina la considero u n momento, deseando saber en q u é pararian sus conto rsiones. « Hay q u e acabar, se dijo la gallina, y adelanlo elpico con tales intenciones q u e no lo habria pasado bien el insecto, si el sapo, Ueno de compasion, no bubiese dado u n sallo adelante para acudir ä su socorro. La gallina, asustada por aquella brusca aparicion, huyo gritando. « ; Qué animal mas feol No, estå resuelto, no quiero comerme esa oruga; tiene unos pelos largos que deben bacer cosquillas en la g a r ganta. — i Ilabéis notado, dijo la oruga, mi presencia de änimo ? i Habéis visto con qué habilidad me be 60 ANDERSEN. meneado para escapar ä ese monstruo? Pero, n o e s esto lo mäs i m p o r t a n t e ; tengo q u e dar con la hoja d e col q u e es mi dominio y mi bien. » El sapo se acercö y felicito ä la oruga por haberse librado d e la muerte, regocijändose de haber podido asustar ä la gallina con su fealdad. « ^Qué m e decis? replied la oruga. Yo misma m e he librado, mis gestos son los que la han asustado. Pero, en verdad, tenéis razon, soisrepugnante.| Ah! olfateomi col. Quedaos en paz; voy å subir hasta dar con mi hoja. E n marcha, j adelante! — Si, adelante, siempre mäs arriba, dijo el sapo. No estä de buen humor, la amiga ; cierto es que la gallina la h a asustado; pero piensa como yo : siempre adelante. » Levanlo la cabeza y elevö sus ojos al cielo. En el tejado d e una liermosa casa, vio å u n a cigiiena que estaba al lado de su nido en el q u e se hallaba su companera. « i Qué felices son, se dijo el sapo, de vivir tan altas ! ^Cuåndo podré llegar yo hasta alii? » En la casa vivian dos amigos, poeta el uno, n a t u ralista el o t r o . El primero cantaba con placer todas las maravillas de la creacion, describiendo en sonoros versos las impresiones d e su corazon ante las obras del Hacedor. El segundo miraba las cosas m u y d e cerca, con el microscopio, les daba cien vueltas, EL SAPO. fi! usaba del escalpelo cuando habianecesidad. P a r a é l , lacreacion era u n simple problema d e matemäticas. Eraempero inteligente y tenia buen corazon. Los do? jovenes eran muy buenos amigos, siendo alegres los dos, y en a q u e l m o m e n l o paseaban por e l j a r d i n . « i Ah! dijo el naturalista, buen modelo de sapo, voy ä echarlo en espi'ritu de vino. — Tienes y a dos parecidos en tu museo, dijo el poeta. Deja ä ese pobreanimal disfrutar de lavida. — ; Es que es de una lealdad tan admirable ! respondiö el otro. — Si estuviésemos seguros de que tiene en s u cabeza !a piedra preciosa, replied el poeta, yo seria el prirnero en aconsejarte abrirlo. — £ Una piedra Dreciosa? ipuedes dar crédito ä esas patranas ! — Hallo u n sentido profundo, dijo el poeta, en esa creencia popular de que el sapo, el animal mas horrible de la creacion, posee å veces en la cabeza un espléndido diamante. <,No sucede acaso lo mismo en los hombres? Esopo, Socrates eran casi monstruos de fealdad y su genio brilla a u n hoy como la perla mas preciada. » Y los dos amigos siguieron su paseo ; el sapo habia escapado al peligro de morir en el espiritu de vino. Solo ä médias habia comprendido la conversacion. « Han hablado d e la piedra preciosa, se dijo ; felizmente yo no la tengo, pues me habrian jugado una mala partida por apoderarse de ella. » G2 ANDERSEN. Un ruido bullicioso se oyö en el lecho. La cigüena daba unaleccionå sushijuelosy, encogiéndosedealas, si asi puede decirse, los ensenaba å los dos jovenes. « j Qué vanidosas son esas criaturas h u m a n a s ! decia. Oid como hablan sin descanso. Estån orgullosas d e su charla, d e su facundia. ; Bonita lengua ! Å la distancia de u n dia de vuelo no oyen nada. Nosotras oimos perfectamente, ora estemos en el norte, ora en el fondo del Africa. Y luego <? saben volar? ^ Tenemos nosotras necesidad del hombre? Para nada, y ellos son felices cuando venimos ä anidar en cima d e sus tejados. — I Qué discurso tan sensato! pensö el sapo. Y j qué altas estån ! Y ; qué bien saben nadar ! » anadio vienrio a papä cigüena lanzarse por el aire con las alas abiertas. La m a m a cigüena instruyö å s u vez å los hijuelos. Les hablo del Egipto, y d e las aguas del Nilo v de su lodo incomparable cuajado de ranas. « ; Dios m i o ! cuanto desearia ver ese pafs, dijo el sapo. j Si una d e las cigüenas quisiera lievarmé d é l ! i Egipto, Egipto! ^ Como llegar ä é l ? Soy feliz d e aspirar siempre al bien, å lo mds bello, pues sin esto no habria salido nunca del pozo s o m b n o . Mås vale esto que tener una piedra preciosa e n la cabeza. » Pero, precisamente la poseia, la famosa piedra. No e r a mds q u e esta tendencia constante hacia la EL SAPO. altura, hacia el bien. En el interior de su cabecita brillaba, en verdad, unrellejo mägico. De pronto, papa cigiiena se le vino encima, pues la babi'a visto entre la yerba, y la asio en su pico con dureza. El pobre animalillo sintiö lin vivo dolor, pero ^qué le importaba? Acaso, <?no iba å llevarla å Egipto la cigiiena? Sus ojos relucian de alegria, echaban chispas. La cigiiena apretö el pico. ; Cuac, cuac! El sapo h tbia m u e r t o ; su cuerpo, por lo ménos estaba sin vida. Pero el fuego de sus ojos £ do habia ido ? Un f>4 ANDERSEN. rayo de sol lo habia rccogido, un rayo d e sol se llcvö la piedra preciosa. ^Adonde? No se lo preguntes al naturalista, sino mås bien al poeta. Te dira q u e la oruga se metamorfosearä en hermosa mariposa d e nacarados y alabastrinos color c s ; q u e la cigüena va y viene del Norte hasta el Africa por el Camino mäs corto, sincompas, ni brüjula, ni mapa, y siempre da con su tejado hasta en las mas grandes ciudades. Esto parece extraordinario, increible y es, sin embargo, la verdad. Preguntaselo al naturalista si no los has observado. Pero, ^ y el sapo y la piedra preciosa? Büscala en el sol si es que apercibirlas puedes. No podras ; la luz del astro es demasiado viva. No coseemos aun la vista necesaria para aprecfar las maravillas q u e Dios h a creado. Pero las poseeremos un dia y aquel dia serä el mejor de nuestra existence. LA CANDELA Y LA BUJIA Erase una vez una gran bujia d e cera q u e conocia lo elevado de su alcurnia. « Estoy hecha con cera, decia; las abejas me han compuesto con el polen d e las mäs hermosas flores y me han fundido en un molde. Alumbro mejor y ardo mäs tiempo q u e cualquier otra luz; mi lugar es un candelabro, una arana ö u n candelero de plata. i Qué existencia tan agradable la t u y a ! le dijo una candela. Yo soy de sebo, d e la mås humildc grasa de carnero. No he salido de u n molde. Me han enrollado al rededor d e un mechero, pero no me 4. 66 ANDERSEN. deseonsuelo. Mojaron el mechero ocho veces consecutivas en el sebo, siendo asi q u e solo lo mojan dos veces para hacer una cerilla. Si, estoy contenta con mi suerte. En verdad es mas honroso ser de cera que de sebo, pero n o se escoge una misma su posicion en el mundo. Tu te contoneas en el salon en un candelabro 6 en una arana d e cristal; mi lugar es la cocina. No es la cocina un lugar despreciable; lodala casa, hasta los amos, no podrian subsistir sin la cocina. — Comer es u n detalle infimo en su vida, replied la buji'a. La sociedad, las visitas, les saraos, esa es la verdadera existencia ; brillar y ver brillar ä los otros es el destino con que nacieron, y yo asisto å ose liermoso especticulo. Asi, esta noche hay baile; estaré alii con todas mis liermanas. » Yinieron å tomar en efecto toda la provision de bujias, pero se llevaron tambien d la candela. El a m a de la casa, una condesa de alto copete, lacogio entre sus delicados dedos y la llevö ä la cocina. Alii estaba u n nino, con u n cesto que la senora mando llen a r d e patatas, al par q u e d e frutas y d e una libra de manteca. « Esto es para t u madre, hijo mio, dijo la dama, y esta candela tambien; t u madre trabaja hasta m u y entrada la noche y la candela le servirä. » L a h i j a d e la condesa, una condesita, acababa d e LA CANDELA Y I.A BUJIA. 67 e n t r a r . AI o i r estas palabras : « h a s t a m u y e n t r a d a la noche, » exclamo c o n alegria : « Yo t a m b i e n estaré levantada h a s t a m u y e n t r a d a l a n o c h e ; t e n e m o s u n baile y m e p o n d r ä n u n g r a n c i n t u r o n c o n lazos d e sedaencarnada. » i Ay! j Cömo i r r a d i a b a d e jübilo la Jinda carita d e la n i n a l No, n o bay bujia q u e brille m å s q u e los ojos d e la infancia. E s t o observö l a candela : « ; Qué fulgor d e gozo ! s e dijo ; n u n c a lo olvidaré. E s i n dudable q u e n o volveré å verlo j a m a s . » E n este m o m e n t o la m e t i e r o n e n el cesto y el m u c h a c h o s e la llevö c o n t o d o l o d e m a s . 03 ANDERSEN. « i Adönde i r é a p a r a r ? pensaba l a c a n d e l a . A u n a c a s a d e p o b r e s d o n d e quizå n o e n c u e n t r e n i u n c a n d e l e r o d e cobre, m i é n t r a s q u e l a bujia s e solazard e n el o r o y la plata y t e n d r a el h o n o r d e a l u m b r a r ä personas d e elevado n a c i m i e n t o . Asi l o q u i e r e la s u e r t e ; s o y d e sebo y no d e c e r a . » L a c a n d e l a llegö å u n h u m i l d e c u a r t i t o , d e l a n t e d e la vasta y h e r m o s a casa d e l a q u e salia. Alli vivia, e n la m i s e r i a , u n a viuda c o n Ires hijos. (( j Bendiga Dios å l a excelente s e n o r a ! dijo l a viuda. j Qué soberbia c a n d e l a ! Me v a å a l u m b r a r , d e s e g u r o , h a s t a las d o c e d e l a n o c b e . » Guando llegö l a n o c h e , e n c e n d i e r o n la candela. « / Fit, f i t ! dijo c b i s p o r r o t e a n d o d e disgusto; i q u é m a l o s fosforos t i e n e n a q u i ! Apestan horriblemente. » E n f r e n t e , e n la rica m a n s i o n , encendieron t a m bien l a s l u c e s q u e a l u m b r a r o n t o d a la calle. Los coches q u e llevaban ä los convidados al baile, llegar o n c o n e s t r é p i t o . E n breve, r e s o n a r o n los acordes de la müsica. a j S e c o m i e n z a ! s e dijo l a c a n d e l a . /Fit! ; Cömo d e b e fulgar d e jübilo el r o s t r o d e l a c o n d e s i t a ! E s t o y s e g u r a d e q u e s u s ojos eclipsan h a s t a la bujia d e esta m a n a n a , t a n orgullosa d e s u luz. No, n u n c a volveré å v e r t a n e n c a n t a d o r especlaculo. » L a c r i a t u r a m a s joven d e la viuda e n t r a b a e n LÅ CANDELA Y LA BUJlA. CO a q u e l m o m e n t o . Era tambien u n a niuita m u y l i n d a . Beso a sl h e r m a n o y å s u h e r m a n a y les dijo e n vo/ c a j a , a) oido, con gran misterio : « ; Figuraos q u e esta n o c h e c o m e r e m o s p a t a t a s fritas c o n m a n t e c a ! » y su r o s t r o irradiaba l a felicidad; l a n i n a d e l a /nansion o p u i e n t a nc h a b i a d e m o s t r a d o m a y o r a l e gria c u a n d o h a b i a dicho : « E s l a n o c h e , e n el baile, llevaré u n c i n t u r o n c o n g r a n d e s lazos e n c a r n a dos. » « i Es t a n g r a n Ventura c o m e r patatas fritas? » s e preguntö l a c a n d e l a . Estaba e n c a n t a d a d e h å b e r vuelto a ver el destello l u m i n o s o d e los ojos i n f a n tiles ; e s t o r n u d o y chisporroteo p a r a manifestar s u satisfaccion, c o m o a n t e s lo hiciera p a r a expresar s u disgusto, p u e s las candelas n o poseen m a s q u e u n solo l e n g u a j e p a r a d a r a c o n o c e r sus-diversos sentimientos. S e puso la m e s a ; sirvieron l a s p a t a t a s fritas. j Q116 festin! Y p a r a postre, c a d a n i n o recibio u n a raanz a n a . Luego la n i n a recito la oracion d e gracias : <( Mi a m a d o Dios, t e d a m o s las gracias p o r t o d o t u s d o n e s y t u b o n d a d p a r a c o n nosotros. A m e n . » Y a n a d i o despues d e u n m o m e n t o . « i No e s verdad, m a m a , q u é h e d i c h o bien m i o r a cion esta n o c h e ? — No debes p e n s a r e n ti, n i d e b e s h a b l a r d e ti, respondiö l a m a d r e . No pienses n a s q u e e n Dios 'O ANDERSEN. q u e t e lia proporcionado u n a c e n a I a n apetitosa esta nocke. » Un i n s l a n t e d e s p u e s acosto l a viuda å los ninos, q u e s e d u r m i e r o n t a n l u e g o h u b i e r o n recibido u n beso d e s u m a d r e . Esta s e s e n t o y s e p u s o ä t r a b a j a r b a s t a m u y e n t r a d a la n o c h e . L a b u e n a m u j e r t r a b a j a b a c o n ahinco, c o n t o d o s u corazon, p u e s era p a r a e d u c a r ä s u s h i j o s . E n la rica m o r a d a d e e n f r e n t e , a r a n a s y c a n d e l a bros s e g u i a n brillando y s e oia u n a müsica alegre. Desde el cielo, l a l u n a vertia u n a luz igual s o b r e las m o r a d a s d e los ricos y s o b r e l a s d e los pobres. « L a velada b a sido e n e x t r e m o divertida, s e dijo l a c a n d e l a . Dudo q u e la buji'a e n s u candelero d e plata o e n la a r a n a d e cristal k a y a t e n i d o m a s c o n t e n t o q u e y o e n esta m o d e s t a c a s a , d e n l r o d e esta LA CANDELA Y LA BUJIA. palmatoria d e t i e r r a . T e n d r i a s u m o g u s t o e n saberlo a n t e s d e exhalar m i p o s t r i m e r destello. » E n el m o m e n t o d e a p a g a r s e n o t o , e n u n a vision, los ojos d e las dos ninas brillando d e u n fulgor sin igual, p o r mås q u e la u n a fuese a l u m b r a d a p o r el vivo rellejo d e las bujias y la o t r a p o r el rellejo m o desto d e u n a c a n d e l a . Y e n esto s e cifra todo el c u e n t o . INDICE EL COIIPANERO DE YIAJE EL SAPO LA CANDELA Y LÅ BUJIA 417.84, — CORBEIL. ImprOnta CUKTL. HISTORIA DE UNA MADRE Una m a d r e estaba s e n t a d a j u n t o ä l a c u n a d e s u h i j o ; estaba m u y ailigida p u e s t e m i a q u e s e m u riese. La carita del n i n o e s t a b a m u y pålida, y c e r r a d o s estaban s u s ojitos. llespiraba c o n dificultad y å veces t a n p r o f u n d a m e n t e q u e s e h a b r i a dicho q u e g e m i a ; poro la m a d r e inspiraba m d s l å s t i m a q u e el pequeno sér moribundo. l l e t e q u e llaman y e n t r a u n p o b r e b o m b r e , m u y viejo, envuelto e n u n a g r a n piel d e caballo q u e a b r i g a b a m u c h o , c o m o convcnia. p u e s el invierno e r a 5 74 ANDERSEN. m u y d u r o . E n cl exterior todo e s l a b a c u b i c r l o d o nievc y d e hielo y el viento soplaba con t a n l a fuerza q u e c o r t a b a el r o s t r o . El p o b r e h o m b r e t e m b l a b a d e f r i o ; c o m o el nifio acababa de dormirse por algunos instantes, la ma dro s e le van l o y coloco s o b r e la estufa u n a vasija llena d e ccrveza; e r a p a r a c a l e n l a r al viejo. S e s e n l o e s t e y s e p u s o å m e c e r a l n i n o . L a m a d r e cogio u n a silla desvencijada y s e s e n l ö ä s u l a d o . Gontemplaba a s u hijo e n f e r m o q u e respiraba m a s r u i d o s a m e n t e ; liabia eogido s u m a n e c i t a . « i No e s verdad q u e c r e e s t a m b i e n q u e l o c o n s e r v a r é ? Dios n o m e l e l l e v a r a . » Y el b u e n h o m b r e , — e r a l a M u e r t e , — hizo u n signo singular c o n l a cabeza q u e podia significar t a n t o q u e si c o m o q u e n o . L a m a d r e bajo los ojos hacia l a t i e r r a ; g r u e s a s l a g r i m a s corrian p o r s u s mejillas. S e sintiö l a c a b e z a pesada ; hacia t r e s dias y t r e s n o c h e s q u e n o h a b i a pegado los ojos. Cabeceo u n m o m e n t o , u n solo m i n u t o , luego s e despertö s o bresaltada, t e m b l a n d o d e frio. « i Qué sucede ? » exclamo echando å su alred e d o r m i r a d a s extraviadas. E l a n c i a n o s e h a b i a ido, el n i n o n o estaba e n la c u n a , s e lo habia llevado el viejo. E n el rincon, cl a n t i g u o reloj m e l i a g r a n ruido, s u s r u e d a s r e c h i n a b a n , el peso d e p l o m o v i n o a l s u e l o : j p a f ! y n a d a s e movio : cl reloj e s l a b a o a r a d o . IIISTORI A DE UNA MADHE. 73 La pobre m a d r e se precipito f u e r a tie l a c a s a , gritando c n pos do s u liijo. F u e r a , sobre l a nieve, e s l a b a s e n t a d a u n a m u j e r iiillffll vestida c o n largos liabilos ncgros. « La Muerte b a e n t r a d o e n t u casa, dijo. La b e visto salir corriendo llevändose tu hijo. Ya m;is d e prisa q u e el vienio y m u n c a devuelve lo q u e b a cogido. 76 ANDERSEN. — Dime solo e n q u é direccion s e h a ido, dijo la m a d r e . T e lo suplico, dimelo, y l a e n c o n t r a r é . — S e el c a m i n o q u e h a tornado, respondio l a m u jervestida de negro. Pero, antes de que te lo ens e n e , e s preeiso q u e m e h a g a s o i r t o d a s l a s canciones q u e c a n t a b a s å t u hi jo. Me g u s t a n , m e g u s t a t u voz. S o y la Noehe, t e h e oido varias veees y h e visto t u s lagrimas c u a n d o c a n t a b a s . — ; Oh ! l a s c a n t a r é todas, todas, p e r o m å s t a r d e , dijo l a m a d r e . E n e s t e m o m e n t o n o m e detengas p a r a q u e p u e d a alcanzarla y hallar a mi hijo. » L a Noche p e r m a n e c i o silenciosa. E n t ö n c e s la m a d r e , t o r c i é n d o s e l a s manos, llorando å lagrima viva, s e p u s o å c a n t a r . Habia m u c h a s c a n c i o n e s , pero h u b o a u n m a s lagrimas q u e palabras. Al c a b o l a Noche dijo : « Vé å l a d e r e c h a , p o r el s o m b r i o b o s q u e d e pinabetes. P o r alii h a h u i d o la m u e r t e c o n t u hijo. » L a m a d r e corrio h ä c i a el b o s q u e ; å l a m i t a d , el c a m i n o s e a b r i a e n d o s ; n o sabia q u e direccion t o m a r . Delante d e ella h a b i a u n a zarza erizada d e e s pinas, sin hojas, n i flores; e r a e n invierno y g r a n d e s t é m p a n o s colgaban d e s u s r a m a s . « i No h a s visto å la Muerte q u e s e llevaba a m i h i j o ? » l e p r e g u n t o la m a d r e . « Si, respondio l a zarza. P e r o n o t e indicaré el camino sino ä condicion d e q u e m e calientes a n t e s IIISTORIA. DE UNA MADRE. 77 c n l u scno. Mc hieio sin r e m c d i o , m e vuelvo do bielo. » 1 la m a d r e e s t r e c b o å la zarza c o n t r a s u corazon, p a r a d e s h e l a r l a ; las espinas p e n e t r a r o n e n su c a r n e , s u s a n g r e corrio a goterones. P e r o la zarza e c h o liojas frescas y Verdes y s e c u b r i ö d e Hores, e n aquella fria n o c h e d e invierno, t a n c a l e n t u r i e n t o a r d o r h a y e n el s e n o d e u n a m a d r e afligida. Y la zarza l a dijo el c a n i m o q u e debia s e g u i r . Llego å orillas d e u n g r a n lago d o n d e n o habia p u e n t e , ni baica. No eslaba b a s t a n t e belado p a r a q u e fuese posible pasar a pié sin h u n d i r s e , y e r a m u y p r o fundo p a r a atravesarlo a vado. Y sin e m b a r g o tenia q u e pasar si queria hallar å su bijo. E n el delirio d e su a m o r se arrojo al suelo, p a r a ver si podria b e b e r loda el agua del l a g o . E r a imposible, p e r o pensaba q u e p o r piedad Dios haria tal vez u n milagro. 78 ANDERSEN. « No, cso n o sucedera, dijo el lago. S6 razonable, y v e a m o s si p o d e m o s c n t e n d e r n o s a m i s t o s a m e n t e . Me g u s La ver perlas e n el fondo d e m i s aguas, y t u s ojos s o n d e u n t o r n a s o l m a s h e r m o s o q u e el d e las perlas m a s preciadas. Si q u i e r e s q u e a fuerza d e llor a r s e d e s g a j e n d e t u rostro, l e llevaré hacia el g r a n i n v e r n a d e r o q u e s e alza e n m i o t r a orilla : e s e i n v e r n a d e r o e s l a m o r a d a d e la Muerte, y alli cultiva s e s ä r b o l e s y flores; c a d a u n o e s la vida d e u n s e r l i u m a n o . — J Oh ! j q u é n o d a r i a p o r poseer a m i h i j o ! » dijo la m a d r e . i Quién h a b r i a creido q u e podria llor a r a u n ? P e r o lloro m a s a m a r g a m e n t e q u e n u n c a , y s u s ojos s e escaparon d e s u s o r b i l a s y cayeron al ion d o del l a g o ; s e volvieron d o s perlas c o m o n i n g u n a r e i n a h a b i a poseido o t r a s . El lago l a levantö e n t o n c e s c o m o si h u b i e r a e s t a d o e n u n c o l u m p i o , y con u n solo movimiento d e o n d u l a c i o n , l a llevo å la o t r a orilla d o n d e s e alzaba u n edificio maravilloso, m å s largo q u e u n a l e g u a . De léjos n o s e sabia si e r a u n a m o n t a n a c o n g r u t a s y b o s q u e s 6 u n a construccion d e a r t e . P e r o l a p o b r e m a d r e n o podia ver n a d a ; liabia d a d o s u s o j o s . « i Como r e c o n o c e r é a h o r a a l a Muerte q u e m e h a r o b a d o å m i h i j o ? » dijo e n voz alta, e n s u d e s e s peracion. « No h a llegado todavia, » l e dijo u n a b u e n a vieja q u e iba d e acå p a r a alia vigilando el i n v e r n a d e r o y HISTORIA DE UNA MADRE. 79 ouidando las p l a n t a s . « i Gomo h a s d a d o c o n ei Ca m i n o para llcgar a q u i ? . . . i Quién l e h a a y u d a d o ? — Dios m e h a socorrido, respondiö. E s misericordioso. T u t a m b i e n t e n d r ä s piedad d e m i . Dime e n d o n d e p o d r e hallar a mi a d o r a d o hijo. — No l e conozco, dijo la a n c i a n a , y t u e r e s ciega. Hay a q u i m u c h a s florcs, p l a n t a s y drboles q u e ' s o h a n secado cela n o c b e ; l a Muerte va a v e n i r d e n t r o d e n n m o m e n l o p a r a sacarlas del i n v e r n a d e r o . P o r q u e sin d u d a sabes q u e todo s6r h u m a n o tiene a q u i u n a r b o l , u n a flor q u e r e p r e s e n t a s u vida, s u c a r ä c t e r y q u e m n e r e c o n 61. AI verlos s e t o m a r i a n p o r vejetalesordinarios, pero c u a n d o s e tocan s e sienten l a s pulsaciones d e u n corazon. Guidte p o r eso, tal vez reconozcas los lalidos del corazon d e t u hijo. Y i q u 6 m e d a r a s si te e n s e n o lo q u e s e d e b e h a c c r lnego 5* 80 ANDEUSEN. — Nada m a s longo q u e d a r t e , dijo l a m a d r e c o n tristeza. P c r o i r é ä b u s c a r t e h a s t a el fin del m u n d o aquello q u e m ä s t e plazca. — F u e r a d e a q u i n o t e n g o necesidad d e n a d a , respondio la a n c i a n a . D å m e t u s largos cabellos n e g r o s ; sabes q u e son h e r m o s o s , m e 'agradan. Los c a m b i a r é c o n t r a mis cabellos c a n o s . — I No pides m a s ? p r e g u n t o l a m a d r e . Torna, t e los d o y guslosa. » Y s e c o r t o el magmfico cabello, u n t i e m p o s u orgullo d e joven, y recibio e n c a m b i o los cabellos blancos y c o r t o s d e la a n c i a n a . E s t a l a t o m o d e u n a m a n o y e n t r a r o n e n el g r a n i n v e r n a d e r o , d o n d e crecia u n a vegetacion m a r a v i llosa. Bajo c a m p a n a s d e cristal s e veian delieados jac i n t o s y al l a d o g r a n d e s peonias vulgares. Habia t a m b i e n p l a n t a s acuäticas, u n a s llenas d e savia, o t r a s m e d i o a j a d a s y c u y a s raices e s t a b a n rodeadas d e viscosas c u l e b r a s . Mas alia s e elevaban magmficas p a l m e r a s , robles, p l ä t a n o s ; e n o t r a region habia parq u e s d e perejil, d e tomillo y o t r a s hortalizas, e m b l e m a s d e l g é n e r o d e utilidad d e aquellos c u y a s vid a s simbolizaban. Habia t a m b i e n grandes a r b u s t o s e n m a c e t a s p e q u e n a s q u e p a r e e i a n iban a e s t a l l a r ; p e r o h a b i a luego florecillas insignificantes e n g r a n d e s vasos d e porcelana, r o d e a d a s d e musgo, y m u y bien cuidadas. T o d o e s t o r e p r e s e n t a b a la vida d e los h o m b r e s q u e e n e s l e m o m e n l o existian e n la tierra, desde la China h a s t a Groenlandia. inSTOrUA DE UNA MADRE. 81 La a n c i a n a q u e r i a explicar t o d o esto misterioso arreglo, p c r o l a m a d r e n o la escuchö y pidio s e r llevada al lado d e las p l a n t a s p e q u e n i t a s ; l a s palpaba p a r a s e n t i r las pulsaciones del c o r a z o n : d e s p u e s d e h a b e r t o c a d o miles d e ellas, reconocio l a s p u l s a ciones del corazon d e s u h i j o . « J E s é l ! » exclamö extendienrio la m a n o h å c i a u n pequeno azafran, q u e , inclinado h ä c i a u n l a d o . parecia m e d i o m u s t i o . « No lo toques, dijo la a n c i a n a . Q u é d a t e a q u i y c u a n d o llegue la Muerte, q u e n o p u e d e t a r d a r , prohibela q u e a r r a n q u e esta p l a n t a ; a m e n ä z a l a c o n a r r a n c a r todas las flores q u e h a y a l r e d e d o r . Tendra m i e d o ; e s responsable d e todo y d a c u e n t a s å Dios. Ninguna planta d e b e tocarse a n t e s q u e él lo p e r mita. » E n e s t e m o m e n t o so sintio u n viento glacial y la m a d r e adivino q u e e r a la Muerte q u e s e a c e r c a b a . « i Como lias podido h a l l a r el c a m i n o h a s t a a q u i ? p r e g u n t o e n efecto la Muerte. Y ; llegar a n t e s q u e y o ! i Como lo h a s h c c h o ? — S o y u n a m a d r e , » r e s pondio ella. Y l a Muerte alargo s u larga m a n o gafia håcia el p e q u e n o azafran. P e r o , l a m a d r e lo t e n i a r o d e a d o con s u s d o s m a n o s , bien a p r e t a d a s ; t e n i a m u c h o cuidado d e n o a j a r n i n g u n o d e lus delicados pétalos. La Muerte 82 ANDERSEN soplo e n l o n c c s sobre l a s m a n o s do l a m a d r o , q u o l a s s i n l i ö c a e r sin fucrza. Aquel halito e r a m å s frio q u e los vientos del m å s rigoroso invierno. « Nada p u e d e s c o n t r a mi, » dijo la Muerte. — P e r o Dios e s m a s fucrte q u e Iii, respondiö ella. — S f , p e r o h a g o l o q u e 61 q u i e r e . S o y s u j a r d i n e r o . T o d a s estas planlas, cuando no prospcran aqui, las trasplanto å IIISTORIA DE UNA MADRE 83 otros j a r d i n e s , u n o d e l o s cuales e s el g r a n jardin del paraiso. S o n regiones d e s c o n o c i d a s ; lo q u e alii s u c e d e , n o t e lo p u c d o d e c i r . — i P i e d a d , piedad ! exclamo la m a d r e . No m e a r r e b a l e s å mi hijo a h o r a q u e l e lie hallado. » S u plicaba y g e m i a . La M u e r t e n o la e s c u c h a b a ; e n tonces, d e p r o n t o asiö d o s e n c a n t a d o r a s flores y dijo d l a M u e r t e : « Mira, voy «'i arrancarlas, y t o d a s las d c m a s , lo voy a devastar l o d o ; m e desesperas. — i No tires, n o l a s l a s t i m e s ! exclamo la Muerte. Dices q u e e r e s tan desgraciada y ; q u e r r i a s destrozar el corazon d e o t r a m a d r e ! — j Otra m a d r e ! dijo l a p o b r e m u j e r , y soltö las flores a l m o m e n t o . — Torna, a q u i tienes t u s ojos, dijo la M u e r t e . Brillaban c o n u n fulgor t a n p u r o q u e los h e sacado del lago. No sabia q u e fuescn t u y o s . T ö m a l o s y m i r a al fondo del po/.o; veräs lo q u e h a b r i a s d e s t r u i d o si liubieses a r r a n c a d o esas Ilores. E n el reflejo del a g u a veräs pasar la s u e r t e d e s t i n a d a ä c a d a u n a d e esas llores y t a m b i e n la reservada a t u hijo s i h u b i e s e vivido. » S e inclinö sobre el pozo y viö pasar i m ä g e n e s d e felicidad y alegn'a, c u a d r o s rientes; luego espantosas cscenas d e miseria, d e luto y desolacion. « Una y o t r a cosa s o n l a voluntad d e Dios, » dijo la Muerte. 8* ANDERSEN. (( <3,1G mifo, dijo la madre con angustia, no distingo lo q u e a mi hijo s e destinaba. — No t e lo diré, r e s p o n d i ö la Muerte. P e r o , t c lo repilo, e n t r e todo lo q u e s e t e h a aparecido, h a s visto lo q u e e n el m u n d o e s p e r a ä t u hijo. » La m a d r e se p o s t r ö d e hinojos y exclamo ; « To lo suplico, di'melo, /.era esa s u o r t e horrible l a q u e le e s t a b a d e s t i n a d a ? No, ^ e s v e r J a d ? jllabla ! <?No q u i e r e s r e s p o n d e r ? j O h ! e n l a d u d a , llcvatele ; q u e n o c o r r a el pcligro d e sufrir tales desgracias. Le a m o mas q u e m i m i s m a , ese a d o r a d o i n o c e n t e . S e a la p e n a p a r a m i . Llévatele a l reino d e los cielos. 01vida m i s lågrimas, m i s oraciones, olvida c u a n t o h e diclio V c u a n t o h e hecho. HISTORIA DE UNA MADRE. 8ö — No t e c o m p r e n d o , dijo l a Muerte. ^Ouieres, si o no, volver å t e n e r a t u hijo, o d e b o conducirlo a l lugar desconocido del q u e n o p u e d o h a b l a r t e ? E n l o n c e s l a m a d r e , torciendo s u s m a n o s , s e a r r o dillo y , dirigiéndose al Todopoderoso : « No m e escuchéis, exclamö, si r e c l a m o e n el fondo d e l corazon c o n t r a v u e s t r a voluntad q u e s i e m p r e h a c e l o q u e convicne. ; No m e escuchéis, n o m e atendåis ! » Y agobiada p o r el pesar dejo c a e r l a cabeza s o b r e su pecho. Y la Muerte a r r a n c o el p e q u e n o azafran y f u é å t r a s p l a n t a r l o al desconocido j a r d i n . i FUEGO! i FUEGO! CUENTO INGLÉS DE CnASLES. Skelton, q u e t a n b u e n a s cosas decia y o t r a s m e j o r e s liacfa, e r a inglés d e n a c i m i e n t o . El g r a n Skeltor f u é e d u c a d o e n Oxford, y allf fué l a u r e a d o p o e t a . Un d i a , s e habia alejado d e la ciudad p a r a divertirse y h a b i a ido a c o m e r ä Abbington. Cuando regresö, era tarde; se detuvo en el meson del Tabard. Debeis d e s a b e r q u e Skelton h a b i a comido m u c h a c a r n e s a l a d a . Bebio con u n placer e x t r e m o al llegar ä la posada, luego so melio e n l a c a m a . P e r o n o d u r m i o p o r q u e tenia l a g a r g a n t a s e c a . Å cosa d e média n o c h e sintiö el fuego e n s u estömago y busco el a g u a , p e r o n o la h a b i a . Llarno al mozo, pero el mozo n o fué. Siguio l l a m a n d o y t o d o siguio e n s i lencio. Gritö l l a m a n d o a l m e s o n e r o , ä l a m e s o n e r a , a loda l a c a s a , t a n t o q u é forzosamente l e o y e r o n ; p e r o , n o s e movio ni u n a m o s c a . E. CIIASLES. 87 — ; Dios mio ! dijo Skellon, m e voy å m o r i r p o r n o t e u e r i m poco d e a g u a . Skelton n o q u c r i a morirse. Busco t a n t o q u e a c a b o p o r e n c o n t r a r el m e d i o d e s e r s o c o r r i d o . — I F u e g o , f u e g o ! gritö ; F u e g o ! AI m o m e n t o s e d e s p e r t o Loda la c a s a , c a d a cual s e e c h o abajo d e la c a m a . A c u d i e r o n , u n o s r e s t r e gandose los ojos, o t r o s e n c a m i s a . — jFuego, I'uego! seguia g r i l a n d o S k e l t o n . El mesonero, la m e s o n e r a , el c a m a r e r o y el palaf r e n e r o q u e b u s c a b a n p o r todas p a r t e s y n o veian n a d a , e n c e n d i e r o n luces y fueron a l a habitacion d e Skelton q u e estaba acostado c o n l a m a y o r t r a n q u i l i dad. — ^Donde? e x c l a m a r o n . ,;D6nde estd el fuego? — Aqui, a q u i , dijo S k e l t o n . No veian n a d a todavia. — j A q u i ! volvio ä repetir metiendose el d e d o e n l a boca. i Agua, a g u a ! Le llevaron a g u a q u e bebio c o n fruicion, diciendo d e vez e n c u a n d o : — ; F u e g o , fuego . . . ! t n d i g e Pagina. EL CO M P A N E H O 7 DE VIAJE EL LÄ CA N D E L A II I S T O R I A 6 Ü Y LA / 3 DE UNA MADRE \ F U E G O ! JF U E G O ! 417-84. — C o r b k i l . ^6 Imi>rcnta Cr é t k . • 1, •' • .: •••••••;. ; • sk ißriyroii^