FORMACIÓN LITURGICA PARA GRUPOS PARROQUIALES
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FORMACIÓN LITURGICA PARA GRUPOS PARROQUIALES
TEMA 2: LITURGIA Y VIDA, ESPÍRITU Y VERDAD. EL NUEVO TESTAMENTO La liturgia como fuente de Vida "La sagrada liturgia no agota toda la acción de la Iglesia" (SC 9): debe ser precedida por la evangelización, la fe y la conversión; sólo así puede dar sus frutos en la vida de los fieles: la Vida nueva según el Espíritu, el compromiso en la misión de la Iglesia y el servicio de su unidad (Catecismo de la Iglesia, 1072) DIOS Y EL HOMBRE RECORREN LA MISMA HISTORIA La implicación entre liturgia y vida ha dado mucho que hablar. Que si la vida va por un lado y los ritos van por otro, que si no somos consecuentes… El AT nos revela cómo Dios no olvida al hombre y éste recibe y actúa según la alianza entre ambos. La vida no es un ámbito extraño para Dios. Pero Dios pide la conversión del corazón. La iniciativa de Dios ha de tener una respuesta en el pueblo: la aceptación y el compromiso con la Ley santa que Yahvé le propone. Israel es así el pueblo de Dios para servicio del mismo Dios. En este contexto Dios no se contenta con un culto exterior o con una adoración fuera de la vida: Ahora Israel, ¿qué es lo que te exige el Señor, tu Dios? Que respetes al Señor tu Dios; que sigas sus caminos y lo ames; que sirvas al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma; que guardes los preceptos del Señor, tu Dios, y los mandatos que yo te mando hoy, para tu bien (Dt 10,12-13). Esta forma de entender el culto está en la conciencia del pueblo, pero Israel lo va a olvidar y va caer en la “ritualización” de su relación con Yahvé. Entonces los profetas, hombres de fe en el Dios de la alianza, sacudirán la conciencia del pueblo y le recordarán que, sin misericordia, justicia y amor, todos los actos cultuales son vanos y no tienen ningún valor para Yahvé (Is. 1,11-16; Jer. 7,1-11: Am. 5,21-25). Fue dura esta crítica profética que también es llamada de atención a nuestra vida. Cristo también era duro con la hipocresía. El hombre nuevo del que habla Jesús en el evangelio es un hombre en el que tiene primacía la interioridad. Su vida está orientada y dirigida por el Espíritu (Jn 4,14; Mc 1,18). Para Jesús el culto tiene como fuente la misma interioridad. Por eso, Jesús entra en la corriente profética que critica el culto compatible con la injusticia y otros intereses ajenos (Mc 11,15-17) y propone lo que de verdad agrada a Dios: la ofrenda sin odio (Mt 5,23) el amor verdadero a Dios y al prójimo (Mc 12,33); la purificación que nace del corazón (Mc 7,21-23). Jesús no es un reformador del culto: anuncia el fin del templo como espacio cultual por excelencia (Jn 2,19) y el del mismo culto (Jn 4,21). Con Jesús se inaugura una nueva era donde el templo será su cuerpo glorificado (Jn 2,21) y el culto el de la propia existencia realizada según el modelo dejado en su vida (Jn 4,22-24). El mismo Jesús personifica y ejemplifica el culto que quiere que den los suyos al Padre. La comunidad cristiana así lo va a entender. En la reflexión que desde la fe hace la comunidad interpreta la vida de Jesús desde la figura del Siervo de Yahvé, que ofrece su vida como sacrificio (Mc 10,45; Lc 22,37; cf. Is 53,10). En este sentido, la reflexión de la carta a los Hebreos es significativa. Jesús entra en el mundo en actitud sacrificial, se va a ofrecer a sí mismo entregando la vida en obediencia hasta la muerte (Hbr. 9,14; 10,4-10). Con la muerte de Jesús acaba el tiempo del antiguo sacrificio ritual que se ofrece en el templo y se abre la nueva etapa en la que el culto no consistirá ya en el sacrificio de las cosas sino en el sacrificio de la propia vida consumada en la fidelidad y en el amor. El culto agradable al Padre será, pues, cumplir la voluntad del Padre. De momento vale para acentuar un poco la novedad que supone la persona de Cristo para nosotros. (Más adelante seguiremos explicando esto porque puede dar la sensación de que si esto es así para nada valen los ritos y símbolos litúrgicos). ENTONCES… ¿QUÉ SIGNIFICA QUE DEBEMOS DAR CULTO A DIOS “EN ESPÍRITU Y VERDAD”? Nos referimos al diálogo de Jesús con la samaritana: Jn 4,23-24 donde viene la expresión “en espíritu y verdad”. El contexto en que se desarrolla el relato: se trata de un viejo problema entre los samaritanos y el resto de los judíos. Desde tiempos de Jeroboam se prohibió a los samaritanos ir en peregrinación a Jerusalén (1 Re 12,25-33) y después del exilio de Babilonia no se les permitió participar en la reconstrucción del templo de Jerusalén (Esd. 4,1-3). Era como excluirlos del culto oficial. Este hecho provocó que ellos iniciaran su culto en otro lugar: el monte Garizín. Respuesta de Jesús: ante el problema planteado (dónde dar culto a Dios) Jesús afirma que los verdaderos adoradores de Dios no le adorarán ya en un lugar concreto (por tanto, ni en Jerusalén ni en el monte Garizín) sino “en Espíritu y Verdad”. ¿Qué significa? Esta expresión ha sido interpretada de diversas formas: * algunos entienden “en espíritu” en oposición a cuerpo. Por tanto, lo importante es la rectitud interior; * otros lo interpretan desde una perspectiva más psicológica, referido a la intimidad del alma, sería un culto espiritualista; * en tiempos más actuales se interpretó este espiritualismo matizándolo con el “en verdad” en sentido subjetivo: culto sincero, auténtico, verdadero, real. Sin embargo, la exégesis bíblica nos pone en la pista de una interpretación teológica más correcta (I. De la Potterie): - “en espíritu” se refiere al Espíritu Santo. Jesús hace depender la liturgia de la acción del Espíritu. El culto verdadero es suscitado por el Espíritu no por la iniciativa de alguien en privado o por su subjetividad. - “En verdad” se refiere a Cristo y marca el carácter trinitario de la expresión: debe ser adorado el Padre. Esto es posible por el Espíritu que nos conduce a la Verdad: Jesús, revelación del Padre. Este texto es importante para interpretar correctamente la liturgia cristiana: adoramos al Padre, por medio de su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo. Esto es interesante y práctico: siempre que se realiza un acto de culto Cristo es el centro. La liturgia no será el resultado de la satisfacción por lo bien que lo hacemos en las celebraciones sino un auténtico encuentro con Cristo. Es este un criterio de discernimiento para nuestra forma de vivir la liturgia. Y esto ocurre en la Iglesia. El culto de la Iglesia tiene como centro a Cristo, claro. En la acción litúrgica, la Iglesia evoca y presencializa la obra salvadora realizada por Dios en Cristo. Un comentarista de la carta a los Hebreos (A. Vanhoye), nos señala la novedad del nuevo culto: La percepción de esta diferencia profunda se mantiene en las expresiones litúrgicas del culto cristiano. No se debe favorecer de ninguna manera el retorno a un culto simplemente ritual, externo, convencional. El culto cristiano no consiste en el cumplimiento exacto de ciertas ceremonias, sino en la transformación de la existencia misma, por medio de la caridad divina. En el Nuevo Testamento se recurre a términos que señalan la visión de una nueva forma de ver el culto, por ejemplo, la celebración de la Eucaristía jamás se denomina sacrificio sino fracción del pan (Hch 2,42. 46; 20, 7-11; 1 Cor. 10, 16); cena del Señor (1 Cor. 11,20), mesa del Señor (1 Cor 10,21), cáliz de la bendición o cáliz del Señor (1 Cor 10, 16-21). Se ve clara la distancia con el Antiguo Testamento. Otro dato significativo del NT es la terminología cultual utilizada para designar realidades de la comunidad cristiana o de la vida de los fieles. Así los mismos cristianos son considerados elementos constitutivos del templo (piedras vivas) y partes integrantes del sacerdocio (1 Pe 2,5; 1 Cor. 3,10-17; Ef 2,20ss). La liturgia cristiana es la traducción y la expresión externa en formas típicamente cultuales de una vida consagrada en su totalidad al servicio de Dios a imitación de la de Jesús, que aceptó fielmente la voluntad del Padre como norma de existencia. Nos puede ayudar a pensar un poco este tema el texto siguiente: “Casi obsesivamente nos preguntamos en nuestros días ¿para qué sirve la fe? ¿Qué añade la fe a una vida humana plenamente vivida? Tales preguntas son el signo de un debilitamiento de la vida de fe. Sólo una fe falta de vigor interno necesita justificar su existencia recurriendo a las funciones que cumple en el conjunto de la vida humana. El creyente auténtico no necesita tener una respuesta a estas preguntas para creer. Creer es algo gratuito. Es un don que se acepta libremente, que se recibe gozosamente, por el valor absoluto que en él descubre el creyente. El culto, cuyo parentesco con el juego ha sido resaltado por los liturgistas, expresa muy vivamente esa gratuidad de la fe. Por eso es una actividad esencialmente “desinteresada” y reviste como formas más frecuentes las de la acción de gracias. Es comprensible que el hombre pragmático, funcionalizado... de nuestros días haya perdido sensibilidad para una actividad puramente “inútil”, totalmente gratuita. Pero, por eso, es tanto más necesario para la vida religiosa recobrar el sentido de la celebración si no se quiere que el pragmatismo y el materialismo terminen por hacer imposible el ejercicio de la actitud creyente”. (J. MARTÍN VELASCO en “De la práctica religiosa a la celebración cristiana”. Cuaderno Phase, nº 51: La liturgia en el mundo actual, ed. Centre de Pastoral Litúrgica, Barcelona).