Leccion: 2 Metas y Objetivos Que los discípulos entiendan
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Leccion: 2 Metas y Objetivos Que los discípulos entiendan
Leccion: 2 “El hijo pródigo” (Segunda Parte) Lucas 15:11-32 Metas y Objetivos Que los discípulos entiendan: Que las cosas guardadas en el corazón siempre nos llevaran a tener actitudes incorrectas. Que el amor del Padre está por encima de cualquier actitud incorrecta y pecaminosa, siempre dispuesto a perdonar, restaurar y restituir. Actividad Introductoria Que algunos de los integrantes de la célula cuente algún testimonio de cuando Dios se manifestó a su vida con perdón, restauración y restitución para su vida, aun cuando no lo merecía. Desarrollo de la lección: La semana pasada estuvimos viendo el amor que Dios como Padre nos tiene, en la figura del hijo que regreso después de haberlo derrochado todo, y haberle causado tanto dolor. Hoy quisiera que viéramos la segunda parte de esta historia la del hermano mayor, aquel que nunca se fue, aquel que nunca dejo de cumplir sus obligaciones en la hacienda, pero que albergaba cosas en su corazón. Una reacción inesperada Interesante lo del otro hijo, se suponía que era el más centrado porque era el mayor. El menor estaba lleno del ímpetu de la sexualidad, las luces de la gran ciudad, el baile, el bingo, lo habían encandilado, y de un muchacho puede entenderse, pero el mayor no era mejor, casi un hombre ya, con la madurez para comprender la situación, y sin embargo le dio otra puñalada. Le salió con un argumento ridículo que el padre se sorprendió al descubrir lo que había en el corazón del otro hijo, un hijo que en el corazón nunca amó a su hermano: “Nunca me diste nada, y ahora viene este que se gastó la plata con las rameras...”, y le hace una lista de reclamos: “Toda mi vida te he servido y nunca me diste nada”. El padre está tratando de recomponerse de la amargura de que el menor de los hijos se había ido y viene el otro golpe del mayor, y este hijo no se si no era peor que el más chico, porque la queja que soltó aquél día estaba en el corazón. No se animó nunca a irse y llevarse la plata, pero lo pensó, lo sintió, y no sé qué es peor, si tener alguien al lado que un día te dice lo que uno no quiere oír, o tener al lado a alguien que no dice nada, pero lo guarda en el corazón. Lo que quiere decir que nunca valoró lo del padre, se llenó de rencor, de odio, y fue comiendo en silencio su impotencia, y estos que guardan explotan en el momento menos oportuno. Estaban de fiesta porque el menor estaba de vuelta, se salvó de la droga, de los delincuentes, de las enfermedades venéreas, de que no lo mataran, la divina providencia de Dios lo había protegido, pero el mayor con su queja casi termina matando al viejo. ¡Qué familia! ¡Como la de muchos de nosotros, que de un día para el otro se da vuelta!, cómo lo que parece por muchos años termina no siendo y hasta uno se confunde si habrá hecho bien, si habrá amado bien... yo en el lugar de este hombre, como padre me hubiera hecho una serie de replanteos: “¿Dónde fallé?, uno se me va, el otro guarda silencio por años y resulta que un día sale a la luz que tiene rencor contra mí”. 1 El más chico llegó a perder todo al punto de ir a comer las algarrobas de los cerdos, y yo no sé si usted sabe pero lo más denigrante para un hebreo es estar en contacto o cercanía de un cerdo, prefieren morir antes que eso, porque se llama abominación para ellos, repugna. El chico está quebrado, está en la miseria máxima y aun así no recapacita y se humilla a tal punto de terminar con los cerdos. Y allí piensa, y por un minuto se da cuenta de que vida ha llevado, y tiene una gran virtud, ser honesto consigo mismo. Aprendiendo a valorar Ahí tirado en el barro no podía comer ni la comida de los cerdos, y entonces recapacita y dice: “¡¡Que hice!! En la casa de mi padre muchos obreros hay y yo aquí, ni siquiera como un obrero!”, el joven se da cuenta cuanto valía su casa y su padre cuando lo perdió, porque así somos las personas, nos damos cuenta cuánto valen las cosas cuando se pierden. Pero tuvo un momento de lucidez, de humildad, y se dio cuenta que se había equivocado, y dice: “Me levantaré”… una actitud de movimiento que termina la miseria, “Me levantaré e iré”... me pondré en movimiento, termino con esta caída y me voy a la casa de mi padre y le voy a decir la verdad: “Viejo me equivoque, he pecado contra el cielo y contra ti”, pero no hizo falta que explique nada porque el viejo lo estaba esperando. Hubo fiesta, le pusieron calzado en los pies porque los esclavos andan descalzos, pero el hijo del amo no, vestido nuevo y anillo. El anillo lo llevaba el tesorero de la casa, o sea que este muchachito llevaba la contabilidad de la casa y como sabía cuánta plata había se la llevó, y cuando volvió, el padre lo podría haber recibido pero mantenido lejos de la plata y sin embargo lo volvió a poner en el mismo lugar donde se había equivocado, en el mismo lugar donde se había confundido, porque si no, no sería perdón verdadero, si lo perdonaba pero ahora desconfiaba de él. No solo lo perdonó sino que lo devolvió al sitio de antes. Un sentimiento escondido Pero el hermano mayor era más ciego que este porque el padre le dijo: hijo, todo lo que hay aquí es tuyo, o sea que viviste toda la vida pensando que todo esto no era tuyo y si lo era. No necesitabas pedirme un cabrito porque son tuyos, tu odio, tu rencor, tus celos te cegaron al punto de no disfrutar lo que era tuyo. ¡Qué historia de familia!, cómo las crisis y las broncas nos hacen perder el disfrute de las cosas que tenemos. Allí quedó sin disfrutar, pero el que más lío hizo, por el solo hecho de reconocer su caída fue restaurado al mismo sitio. Si tuviéramos que cerrar aquí la historia de una familia yo le pondría como título “un buen padre”, un excelente padre que sabe amar, que sabe soportar, que sabe esperar, que sabe recibir, que sabe abrazar, que sabe dar nuevas oportunidades a sus hijos que han caído. Las familias son difíciles de corregir, la vida es un tanto difícil de encauzar, pero cuanto difícil sea, siempre que haya alguien que ame, y sepa perdonar, siempre se volverá a empezar. ¡Qué Padre! Cuantas veces se quiebran las cosas porque alguien decide y no nos dejan meternos en sus decisiones. Cuantas veces aquellos que viven alrededor nuestro viven toda la vida engañados en silencio hasta que un día uno descubre lo que verdaderamente sienten. Nosotros como hijos de Dios a veces somos como el menor, decidimos arrebatadamente y por una decisión cambia la vida y no dejamos que Dios intervenga, ni participe, ni opine, soy yo y nada más que yo, y no paramos hasta llegar al fondo del barro. Otras veces somos como el mayor, vivimos la vida pero por dentro estamos enojados. Me identifico con los dos hijos, a veces decido como el menor y otras estoy enojado por dentro como el mayor, pero gracias que tengo un padre como este padre, 2 ese padre celestial que cada vez que me levanto del barro y reconozco que me equivoqué siento que me vuelve a abrazar, siento que me estaba esperando, mirando de lejos el camino a la tranquera, y siento que me está observando cuando estoy volviendo a casa y siento que me abraza y antes que le diga que me equivoqué otra vez en la vida, siento un susurro en mi oído que me dice: Esta bien, está bien, te habías perdido y te he encontrado, te habías muerto y estás vivo ahora. A veces me siento como el mayor, enojado por dentro y cuando le reclamo a Dios: ¿Por qué? Y ¿porque la vida es así? Siento que me dice como aquél padre: No te enojes, siempre estarás conmigo, siempre estaré contigo todo lo mío es tuyo querido/a. Conclusión No habrá sido una buena familia, no habrán sido buenos hijos pero ¡Que padre! A veces no somos buenos hijos de Dios, ni una buena familia de Dios ¡Pero que Padre! Hoy Dios está al final del camino mirando la tranquera, esperando a sus hijos que tomando una mala decisión se alejaron de El pero antes que, arrepentido, llegues a Él, El correrá hasta vos y volverá a abrazarte. Actividad final Tomarse un tiempo para orar reconociendo actitudes incorrectas para con Dios, y para con los que les rodean. Confesar delante de Dios pensamientos y sentimientos que dejaron guardados en sus corazones, que haya provocado descontento y queja en sus vidas. Si hay personas nuevas invitarlas a tomar decisión por el Señor Jesús . Hoy Dios está al final del camino mirando la tranquera, esperando a sus hijos que tomando una mala decisión se alejaron de El pero antes que, arrepentido, llegues a Él, El correrá hasta vos y volverá a abrazarte. Apóstol Marcelo D.D’Emilio 3