LA DESIGUALDAD CAMPO-CIUDAD ABSALON MACHADO C1. En
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LA DESIGUALDAD CAMPO-CIUDAD ABSALON MACHADO C1. En
LA DESIGUALDAD CAMPO-CIUDAD ABSALON MACHADO C1. En este documento se hace una presentación de algunos aspectos relacionados con las brechas rural-urbanas que caracterizan las desigualdades existentes entre el campo y la ciudad en Colombia. Se ha tomado como referencia la información presentada en el diagnóstico elaborado por la Misión para la Transformación del Campo, que hace uso de los principales indicadores existentes para caracterizar ese aspecto de la realidad económica y social. Para esta presentación se seleccionaron algunos indicadores relevantes, y se recomienda a los interesados acudir a las fuentes y las estadísticas oficiales para tener una visión más completa del tema, pues hay un amplio conjunto de indicadores para aproximarse al tema. Para esta aproximación utilizo también el concepto de lo rural propuesto por la Misión para la Transformación del Campo (Misión Rural), y que permite una visión más amplia de las desigualdades. 1. La desigualdad es un problema estructural La desigualdad general es un problema estructural y universal que se presenta en todas las sociedades, incluso en aquellas que han adoptado sistemas socialistas que pretenden la igualdad en las condiciones de desarrollo, así como en los antiguos regímenes socialdemócratas donde la equidad era una pauta para la política pública. Es mucho más visible y protuberante en las sociedades de orden capitalista, donde el desarrollo de las capacidades y oportunidades individuales y de grupos definen la posición social, y donde los Estados privilegian a algunos grupos de la sociedad a través de las políticas públicas. En órdenes sociales capitalistas y globalizados, como el colombiano, la desigualdad es una característica estructural propia de la sociedad, pues allí el individualismo, el fundamentalismo de mercado y la libertad económica imponen condiciones de exclusión y discriminación reflejadas en diferencias significativas en los niveles de vida y las oportunidades. 1 Documento presentado en el III Encuentro cooperativo organizado por Cooprudea, Medellín, agosto 20 de 2014. La desigualdad se presenta a todos los niveles, entre lo nacional (nivel central) y lo regional, al interior de las regiones, entre la ciudad y el campo, entre las etnias y los demás ciudadanos, entre hombres y mujeres (desigualdades de género), entre grupos de edad. Además, cubre los campos sociales, económicos y políticos. En este último caso se refiere a las desiguales oportunidades de participación política y de expresión de la voz de los ciudadanos. En esta oportunidad solo haremos referencia a algunas de las desigualdades de tipo económico y social. La desigualdad se mide por lo general con indicadores cuantitativos, pero también deben considerarse los aspectos cualitativos, por lo general con menos baterías de indicadores, y que permiten realizar comparaciones válidas. En la calidad de los servicios públicos que reciben los ciudadanos existen grandes diferencias entre el campo y la ciudad (educación, salud, seguridad social y otros). Esos indicadores cualitativos se relacionan con temas como las capacidades, la oportunidad, la eficiencia y eficacia de las acciones públicas, la gobernabilidad, el tipo de organizaciones que interactúan con la sociedad y el Estado, el tipo de instituciones que rigen la vida de las personas, las visones y percepciones sobre aspectos étnicos, religiosos y de género, etc. Por ejemplo, se ha llegado a concluir que la calidad de las políticas públicas es quizás uno de los factores que más aumenta la desigualdad. Si la desigualdad es un tema estructural y propio de sociedades de regímenes capitalistas y globalizados como en la actualidad, siempre existirá, y el reto de los Estados es tratar de evitar que crezca o se generen condiciones que la mantengan y hagan difícil superararla. El reto de la política pública deber ser siempre la búsqueda de una mayor equidad, menor discriminación y el desarrollo de oportunidades y libertades como lo pregonan las Naciones Unidas, y autores como Amartya Sen y Martha Nussbaum, entre muchos otros2. Ello es así pues los estudios realizados en muchos ámbitos académicos nacionales e internacionales han mostrado que mientras mayores sean las desigualdades y la inequidad, menor tiende a ser el crecimiento económico y menor la estabilidad sociedad. 2 Ver Amartya Sen, Desarrollo y libertad, Plantea Colombiana Editorial S.A, Santafe de Bogotá, 2000. Y Marha Nussbaum, Crear capacidades. Propuesta para el Desarrollo Humano. Paidos, Editorial Planeta Colombiana, S.A., Bogotá 2013. Esas condiciones son requeridas para un desarrollo estable y sostenible en el largo plazo. 2. Posibles causas de la desigualdad rural-urbana, Siempre existirá la tentación de preguntarse, y aventurar respuestas, a la pregunta: ¿cuál, o cuáles son las causas de la desigualdad campo-ciudad? Estoy seguro que cada uno tiene su propia interpretación y respuesta y no es fácil tener una que nos satisfaga del todo, pues es como preguntarse ¿por qué existe la pobreza?; ¿por qué hay ricos y pobres? No quiero especular mucho sobre el asunto, pero me atrevo a plantear unas hipótesis para la reflexión. La desigualdad campo-ciudad puede obedecer a cada uno de los siguientes fenómenos (procesos, dinámicas y hechos), y en general, a una combinación y articulación entre ellos, según los contextos históricos y políticos del país. Una concepción equivocada del modelo de desarrollo económico y social que consideró que el país podría modernizarse y desarrollarse a través de la urbanización y la industrialización, teniendo al sector rural como subsidiario. Copió el modelo de desarrollo de los países hoy más industrializados, sin considerar sus condiciones históricas y la disponibilidad de sus recursos. El diseño y aplicación de políticas discriminatorias y excluyentes con lo rural, por considerarlo atrasado y sin capacidad de generar desarrollo por su propia cuenta. En otros términos el descuido de lo rural por el Estado, apoyado por el resto de la sociedad, lo que vino a constituir una deuda social, política y moral con el campo. En otros términos, no se consideró al sector rural como estratégico para el desarrollo. Unas políticas históricas de prebendas, beneficios y privilegios para algunos sectores de la sociedad, algunos de los cuales estando ubicados en la ruralidad, no se preocuparon por la suerte de sus vecinos o el resto de los ciudadanos. Primó la discriminación de las políticas públicas, el prebendalismo, la codicia de la acumulación y el uso del poder para fortalecer sectores específicos de la sociedad en detrimento de otros. Como 3 bien lo ha dicho Edgar Reveiz en sus libros, el Estado se convirtió en un mercado para los privilegiados, para la sociedad cooptada3. Con lo anterior se reforzó un orden social rural y nacional cerrado, injusto y excluyente que no permitió el desarrollo de una ciudadanía con capacidad de representación política y de acceso a los bienes públicos y los activos necesarios para mejorar su bienestar y calidad de vida. Una sociedad fragmentada, que en realidad son tres sociedades: la cooptada, la no cooptada (informal) y la ilegal4. La violencia y el desconocimiento de derechos humanos esenciales, ejercida por algunos sectores de la sociedad en la ruralidad, junto con la corrupción y la ilegalidad, introducen restricciones a la libertad y el desarrollo de las capacidades de actores sociales que estarían en capacidad de superar condiciones inferiores de desarrollo. La violencia económica y social que ejerce el mercado, dejado a su libre operación sin regulación suficiente por parte del Estado, impone el reparto de los bienes y las oportunidades. Ha primado el individualismo acérrimo frente a la asociatividad y la cooperación para realizar proyectos y apuestas alternativas el desarrollo. El acentuado centralismo ayuda al diseño de políticas sin tener en cuenta la realidad de los territorios y localidades, sus capacidades para buscar propuestas alterativas, y las necesidades reales de la población. Las políticas sectoriales, en particular las rurales, ejercidas por un Ministerio de Agricultura enclenque, mal diseñado, sin capacidad técnica, permeado por la politiquería, con correas trasmisoras de poder y corrupción, ha hecho un uso muy ineficiente y deficiente de los pocos recursos públicos que se le han asignado históricamente al sector. Existen pocas excepciones a esta situación. El individualismo acentuado de la mayoría de los pobladores rurales no les ha ayudado a actuar de manera más colectiva y organizada para tener una relación de iguales con el Estado, influir en las políticas públicas como lo Edgar Reveiz, El Estado como mercado. La gobernabilidad económica y política en Colombia. Fonade, Carlos Valencia Editores, Bogotá, 1997. 4 Ver Edgar Reveiz, La trasgresión rural de las elites y el sometimiento de los Estados. Academia Colombiana de Ciencias Económicas, Bogotá, 2016. hacen las gremios modernos organizados, participar en el diseño de políticas, en la implementación de programas y proyectos, y en la evaluación de resultados. Ese individualismo ha estado acompañado además por diferencias ideológicas que no han permitido la conformación de un movimiento campesino o rural estructurado y con capacidad de tener influencia a nivel nacional y dentro del Estado. Buena parte de las organizaciones rurales han sido contestatarias y también propositivas pero dentro de esquemas rígidos y con propuestas descontextualizadas que no consiguen viabilidad para realizarse. Los cambios tecnológicos, de valores y de las expectativas de los ciudadanos como agentes con capacidades, ayudan a generar desigualdades. La responsabilidad de la desigualdad rural-urbana no es pues atribuirle a un solo actor. Es necesario poner en la canasta de las responsabilidades sobre la desigualdad existente a una serie de actores y factores. Hacen parte de ello tanto el mercado, como el Estado, los individuos y grupos que buscan representación, los grupos privilegiados, la política, la corrupción, la violencia y el poco interés de los habitantes urbanos sobre la suerte de sus compatriotas rurales, y otros elementos, tales como: las visones y concepciones sobre el desarrollo que tiene cada actor, la cultura, las diferentes dotaciones de factores en las regiones, la concepción que cada uno tiene del Estado y sus atribuciones, etc. 3. El concepto de lo rural Como el tema que se me ha encomendado para este Seminario es el de la desigualdad campo-ciudad, o rural-urbana, se hace necesario aclarar el concepto de lo rural que no siempre ha sido tratado de manera adecuada. Afortunadamente se tienen hoy indicadores mejores que en el pasado para concebir lo rural de una manera menos demográfica como la del DANE, que se refiere a lo rural como “el resto”, lo que no es urbano, en una dicotomía que desde hace varias décadas no tiene sentido. “El resto”, además de ser un término despectivo y descalificador de lo rural, no permite tener una visión más cercana de la dimensión de lo que hoy se conoce como la nueva ruralidad, y por tanto facilitar una precisión mejor de la desigualdad entre lo urbano y lo rural. La nueva visión de lo rural es un proceso que se ha venido construyendo a partir especialmente de los conceptos que la OCDE ha utilizado en Europa para diferenciar las políticas de la Comunidad Europea, y que toma como referencia indicadores de densidad demográfica. El Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011 del PNUD (Colombia rural, razones para la esperanza) identificó un índice de ruralidad que le permitió clasificar los municipios del país en categorías de más rurales o menos rurales, usando la densidad demográfica y las distancias de los pueblos a centros mayores de 100.000 habitantes. Con esa base concluyó que el 32.6% de la población del país podía considerarse rural. Posteriormente, la Misión para la Transformación del Campo (MR) profundizó el análisis y clasificó los municipios en varias categorías de ruralidad, incluyendo el área metropolitana y los municipios intermedios. Con su metodología estableció que el 30.4% de la población se podía clasificar como rural5. La MR usa como criterios la ruralidad dentro del Sistema de Ciudades, la densidad poblacional y la relación de población urbana-rural. La población rural ascendió así a 14.487.636 personas distribuidas en ciudades y aglomeraciones 2.088.360, en municipios intermedios 3.337.939, en municipios rurales 5.402.735 y en zonas rural-dispersas 3.658.702 personas. Los municipios rurales y rural-dispersos alcanzan a 691 de un total de 1.122, es decir, el 61,5% de los municipios se consideran rurales. La desigualdad y las brechas se hacen más nítidas cuando se comparan los municipios rural-dispersos con los rurales, los intermedios y las ciudades y aglomeraciones, o cuando se compara el área rural con las áreas dispersas. Esta metodología está disponible para que todas las entidades de Estado empiecen a ordenar las estadísticas de una manera diferente a como lo han hecho en el pasado, y que solo distingue lo urbano y el resto como rural. Existen así grados de ruralidad que permiten diferenciar las políticas y las estrategias de desarrollo rural. También esta aproximación permite considerar el municipio como una unidad de planeación integral, donde lo rural es parte de una 5 DNP, El campo colombiano: un camino hacia el bienestar y la paz. Informe detallado de la Misión para la transformación del Campo, Tomo 1, capítulo 1. Bogotá, 2016. realidad social, económica y política que no permite una separación, o un tratamiento dicotómico, como en el caso de los municipios rurales y ruraldispersos. No se pierde así la complementariedad entre los territorios urbanos y rurales. Con esa metodología también se reconoce que la actividad agropecuaria no es la única que se realiza en los territorios que se clasifican como rurales. 4. Los indicadores de la desigualdad rural-urbana En términos generales, todos estudios realizados en las últimas décadas y especialmente los más recientes, confirman que la población rural sigue siendo más pobre que la urbana, tiene menos oportunidades económicas y sociales y políticas, y menos acceso a los servicios del Estado (bienes públicos). Por tanto, su calidad de vida es menor, tiene menos oportunidades para su desarrollo y se afecta su movilidad social. Todo esto lo confirma el reciente estudio de la Misión para la Transformación del Campo (MR). Veamos algunos indicadores para mostrar la desigualdad. Toda la información mencionada a continuación está tomada del informe de la Misión Rural. La mayoría de los indicadores han venido mejorando, es decir las brechas entre lo urbano y lo rural se han ido cerrando, pero como lo advierte ese Informe, el ritmo no es suficiente para cerrarlas en un periodo razonable. a) Educación La población urbana de 15 y más años tiene 4 años más de educación que la rural. Y la tasa de cobertura neta en secundaria y media presenta un rezago, pues en el sector urbano es de 79% y 48%, y en las áreas rurales de 55% y 25%. La brecha en educación se ha ido cerrando. Las insuficiencias son claras en educación preescolar, secundaria y media. En educación superior, en el 2013, el 29,7% de la población urbana tenía algún título, en lo rural solo un 5,1% lo tenía. Según las pruebas SABER, la calidad de la educación rural es inferior a la urbana. b) Remuneración laboral y capacidad para generar ingresos El 75% de la población ocupada rural tiene un salario promedio inferior al salario mínimo legal; en el área urbana esa proporción es del 39,4%. Y los peor remunerados son las personas dedicadas a la actividad agropecuaria. En el sector rural los salarios están afectados por la estacionalidad del empleo que los obliga a trabajar por fuera de la parcela, en las áreas urbanas el empleo es más estable. El 90,7% de la población rural está afiliada al sistema de salud, el 80,5% a través del régimen subsidiado. Solo el 12,1% de la población ocupada rural cotiza a pensiones, en las cabeceras el porcentaje es el 38,9. En las áreas rurales existe una baja movilidad social en comparación con las urbanas. Esto se constata por el hecho de que la caída en la pobreza en la zona rural no ha sido acompañada de un aumento similar de la clase media, sino en el grupo de población vulnerable (los que tienen una alta probabilidad de volver a caer en la pobreza). En cambio en las ares urbanas la disminución de la pobreza se refleja en un crecimiento de la clase media con un grupo de vulnerables más o menos constante. En el 2013, la clase media rural, medida por los ingresos, era el 7,4% de la población, en la urbana era del 36,4%. Esto solo podrá superarse con políticas más allá de lo social y del Estado de bienestar clásico, adicionando las que ofrecen oportunidades de generar ingresos, la principal de ellas es una inclusión productiva. c) Pobreza La pobreza define las diferencias básicas en materia de oportunidades. La Misión indica al respecto: “Existen diferencias importantes en términos de igualdad de oportunidades entre la población urbana y la población rural. La incidencia de la pobreza rural es mayor que la urbana tanto en ingresos como en pobreza multidimensional. Los pobladores de las zonas rurales tienen menores oportunidades de desarrollarse plenamente y como consecuencia existen muy pocas posibilidades de que generación tras generación mejoren su condición socioeconómica. […]. La incidencia de la pobreza multidimensional es mayor en los municipios de la periferia –rurales dispersos según la categoría de ruralidad de la misiónjustamente donde hay una mayor concentración de municipios rurales. Esto es cierto incluso si se compara al interior de los municipios la población en cabera o fuera de ella. La población dispersa -por fuera de las caberas- es más pobre en los municipios de la periferia que su contraparte en los municipios del centro” 6. El detalle de las cifras y el uso de las categorías de ruralidad, muestran contundentemente, según la MR, que población rural es más pobre que la urbana al interior de cada municipio, y a su vez, ambos grupos son más pobres en los municipios de la periferia –municipios rurales dispersos- que sus contrapartes en los del centro. Lo más preocupante es que la diminución de la pobreza multidimensional (IPM) no ha sido suficiente para cerrar la brecha, al contrario esta ha aumentado. En efecto, en el 2003 la pobreza rural era 1,9 veces la urbana, en el 2013 era 2,5 veces. Las generaciones de pobres actuales no cuentan con las capacidades necesarias para superar la condición de pobreza en el corto plazo, y tampoco están adquiriendo las herramientas para superarla, como indica la MR. Es claro que el combate a la pobreza será siempre una prioridad de la política pública, que requiere de políticas integrales y de la acción de todo el Estado actuando de manera coordinada, y que además las acciones deben diferenciarse y aun focalizarse por grados de ruralidad en los territorios. Propuestas para ello existen de todo tipo, y hoy en día se sabe bien dónde es que debe actuarse para superar la pobreza, basta ver las recomendaciones de la Misión para la Pobreza que se coordinó desde el DNP entre 2004-2006, bajo la dirección de Hugo López Castaño y Jairo Núñez7, así como todas las recomendaciones de organismos y conferencias internacionales entre ellos la ONU. La solución no es un asunto puramente técnico, tiene mucho que ver con lo político. 6 Informe detallado de la Misión para la transformación del campo, op cit, Tomo I, pp.51-52. Hugo López Castaño y Jairo Núñez, Pobreza y desigualdad en Colombia. Diagnóstico y estrategias. Departamento Nacional de Planeación, Bogotá, 2004-2006. 7 En 13 de las 15 variables que contempla el IPM, el porcentaje de hogares en privación es mayor en la zona rural que en la urbana8. La pobreza por ingresos es en la zona rural del 42,8%, en la urbana de 26,9%; y la pobreza extrema (el ingreso no alcanza para pagar el costo de la canasta básica de alimentos, o el indicador de miseria) es 19,1% versus 6.0% respectivamente. Lo cual indica una situación crítica de seguridad alimentaria en las áreas rurales. Otra de las conclusiones de análisis de la MR es que la disminución de la pobreza rural se ha dado más por el canal de la política social que por la generación de ingresos autónomos por vía del crecimiento económico. Es decir, ha sido más el Estado que el mercado el que ha aportado a la disminución de la pobreza. La pobreza por categorías de ruralidad se identifica nítidamente en el cuadro siguiente tomado de la MR Cifras de pobreza (2013) Categoría Pobreza ingresos por Pobreza extrema Ciudades y 21.7% 4.5% aglomeraciones Intermedio 41.0% 13.3% Rural 49.9% 19.0% Rural disperso 53,5% 24.1% Nacional 30.6% 9.06% Tabla No.8 del Informe detallado de la Misión, op, cit, p.61 IPM 20.8% 36.7% 42.7% 47.8% 28.0% Las Misión Rural saca dos conclusiones gruesas del análisis de la pobreza: a) la falta de oportunidades económicas, generación de ingresos y actividades productivas rentables es casi homogénea en los municipios rurales y rurales dispersos independientemente de si la población vive en cabecera o se encuentra dispersa. La inclusión productiva es, por ende, el principal reto de un desarrollo 8 Las variables que contempla el índice de pobreza multidimensional son: 1) condiciones educativas del hogar (logro educativo, analfabetismo); 2) condiciones de la niñez y juventud (asistencia escolar, rezago escolar, acceso a servicios para el cuidado de la primera infancia, trabajo infantil); 3) trabajo (desempleo de larga duración, empleo formal); 4) salud (aseguramiento en salud, acceso a servicios de salud dada una necesidad); 5) servicios públicos domiciliarios (acceso a fuentes de agua mejorada, eliminación de excretas, material de piso, material de paredes exteriores, hacinamiento critico). integral”; b) los beneficios de las aglomeraciones –con sus externalidades positivas y economías de escala – se hacen evidentes en la provisión de bienes de interés social que afectan directamente la pobreza multidimensional. Incentivar la aglomeración de la población dispersa en los municipios más rurales podría contribuir, por lo tanto, al acceso a los bienes de interés social, sin perjuicio de que en paralelo se busquen alternativas flexibles para atender al resto de la población”9. d) Habitabilidad. En este tema existen deficiencias importantes en la ruralidad, y amplias brechas de cobertura entre lo urbano y lo rural. Esas deficiencias se concentran en el acceso a agua mejorada, material inadecuado de pisos y eliminación de excretas. La cobertura rural de acceso a agua mejorada es del 60%, en las zonas urbanas del 95%. El 18% de los hogares rurales no cuentan con piso en buen estado; en lo urbano menos del 3% de la población está en esa situación. El 27% de los hogares rurales no cuentan con un sistema adecuado de eliminación de excretas, en el área urbana, el 7%. El déficit habitacional que identifica carencias y necesidades habitacionales, expresados en que la cantidad de viviendas es insuficiente para albergar a la población (déficit cuantitativo), y que las viviendas no cumplen con estándares mínimos de calidad (déficit cualitativo) es notorio en el sector rural. En el año 2013, e déficit habitacional en las zonas rurales cubría al 56,7% de los hogares, y el urbano al 18,2%, para una brecha de 38 puntos porcentuales. En 1997 esa brecha era del 37%, es decir, en lugar de disminuir tiende a aumentar. En el sector rural el principal problema es el déficit cualitativo que alcanza al 56,7% de los hogares, en las zonas urbanas es de solo el 4,7%. 9 Ibíd., p.62. Las brechas en acueducto y alcantarillado son altas. En el 2013, la cobertura en acueducto en la zona rural era de 53,3% y en alcantarillado de 15,6%. Si se incluyen alternativas flexibles la cobertura es mayor. En el sector urbano alcanzaban a 65.8% y 76,3% respectivamente. En ambos casos las deficiencias todavía son enormes, pero mucho más en las zonas rurales. e) Salud Se han dado avances significativos en las coberturas. Por ejemplo, en el año 2013, el 91,3% de la población está afiliada al Sistema General de Seguridad Social en salud, y las coberturas urbanas y rurales son muy similares. Las diferencias son más regionales cuando se observan las cifras por departamentos, es decir, aquí la desigualdad no es tanto rural-urbana sino regional. Pero si existe una diferencia clara: en las zonas rurales el acceso efectivo a servicios de salud presenta varias dificultades relacionadas con las condiciones geográficas, la dispersión de la población, la baja disponibilidad y calidad de las vías de transporte, el costo de este y las dificultades de las familias para financiarse los desplazamientos. Una situación diferente se presenta en los conglomerados urbanos con densidades de población mayores. Un ejemplo de un indicador: la tasa de mortalidad infantil promedia nacional es de 17,78%, pero en Amazonas alcanza a 46,4%, en el Choco 42,6% y en la Guajira 32%. Esta misma diferenciación se presenta con indicadores como tasa de lactancia, desnutrición, bajo peso al nacer. f) Menores oportunidades para las mujeres Sobre este tema, la Misión dice claramente: “Las heterogéneas oportunidades de los habitantes colombianos no son solo por el lugar de origen –urbano-rural – sino también por género. Las mujeres rurales tienen en promedio menores ingresos, la tasa de participación en el mercado laboral es más baja y dedican un alto porcentaje de su tiempo a la labores del hogar que no son remuneradas. Tienen una mayor incidencia de pobreza, menor acceso a activos y menores oportunidades laborales. Además, existen problemáticas sociales tales como el alto número de embarazos en adolescentes rurales, una mayor inactividad de las jóvenes y una persistente discriminación social”10. Unos pocos indicadores permiten apreciar esas afirmaciones. Las tasas de participación en el mercado laboral de los hombres alcanzan al 75%, y el de las mujeres al 54%, está aumentado en el caso de las mujeres y en los hombres se mantiene constante. La brecha de participación en el mercado laboral urbana es de 16,7 puntos porcentuales, en el sector rural es de 36,6 puntos. La tasa de participación laboral de las mujeres en el sector rural es de 39,3% y en la zonas urbanas de 57,8%, y es claro que en la ruralidad las mujeres han avanzado en ganar espacios en el mercado laboral. Pero la brecha salarial es alta y no se corresponde con el hecho de que las mujeres tienen más anos de educación que los hombres. En el sector rural la brecha salarial es de 47,8% y en el área urbana de 27,2%. Los ingresos de una mujer trabajadora en el sector rural son apenas un poco más de la mitad de los ingresos de los hombres. Hay una doble discriminación por género y por zona de origen. Además, en las zonas rurales las mujeres cuentan con menores garantías y mayor inestabilidad laboral. 5. Reflexiones y preguntas sobre la desigualdad rural-urbana En la coyuntura actual se presenta una situación privilegiada: tenemos tres propuestas que de ser implementadas en conjunto y de manera coordinada podrían lograr avances significativos en equidad y desarrollo: las del INDH 2013 del PNUD, las del Acuerdo Agrario de la Habana y las de la Misión para la Transformación del Campo (Misión Rural). Cada una aporta elementos para el diseño de políticas que en el mediano y largo plazo podrían mejorar apreciablemente la situación actual de las desigualdades y el desarrollo. Su implementación requiere de una gran decisión política y un pacto social nacional. 10 Ibíd., p.79. La desigualdad urbano-rural seguramente desaparecerá, o será más manejable en el sistema capitalista actual cuando los sectores urbanos consideren en su conciencia que es antiético, injusto, indeseable y poco moral, mantener el atraso en el sector rural. A los pobladores urbanos los beneficia enormemente que la ruralidad alcance un grado de modernidad mayor que el actual. Es decir, el problema de la desigualdad se podrá resolver cuando la sociedad colombiana valore lo rural como estratégico para el desarrollo, la paz y la seguridad nacional. Y cuando se tenga el convencimiento de que una desigualdad alta como la actual es un impedimento a un desarrollo sostenible y dinámico en el largo plazo. Algunas propuestas generales pueden ayudar a ampliar la reflexión sobre este tema. Entre ellas pueden mencionarse: Superar la visión asistencialista de Estado con políticas de bienestar positivas. Considerar a los habitantes rurales como sujetos de derechos, como ciudadanos plenos y actores no pasivos en el desarrollo. Desarrollar las capacidades, las oportunidades y la libertad de las personas para elegir sus proyectos de vida, con responsabilidad. Avanzar en cohesión social, mejorar la gobernanza y la calidad de las políticas públicas. Abrir espacio al desarrollo de coaliciones sociales abiertas e innovadoras. Avanzar en los proyectos de inclusión productiva y social, que implican algunos procesos redistributivos de activos, y facilidad de acceso a bienes públicos. Buscar la integración de las políticas rurales y urbanas, y en general de todas las políticas. Mejorar apreciablemente la calidad de la educación en todos los ámbitos y niveles. Avanzar en una tributación más equitativa y universal. El problema de la equidad y la igualdad es un asunto político y no técnico que involucra un problema de ética y justicia. En este seminario diversos especialistas se han referido al tema de la desigualdad en Colombia, y además han hecho reflexiones sobre la pregunta obligada: ¿es el cooperativismo una alternativa posible ante la problemática de la desigualdad social? Indudablemente que si lo es, y en el caso de la ruralidad también. No siendo un experto en el tema cooperativo, quiero dejar unas preguntas para continuar la reflexión: ¿Dada la experiencia en el desarrollo del cooperativismo en Colombia, y mirado el contexto del posconflicto, hasta donde los sistemas de cooperación (incluidas las cooperativas) son un instrumento innovador y dinámico para ayudar a resolver los problemas de desigualdad existentes entre el campo y la ciudad? ¿Cuáles son las condiciones requeridas para que la cooperación alcance propósitos ciertos en materia de equidad y disminución de la desigualdad? ¿Están las comunidades rurales preparadas para dar un salto en la cooperación que cambie apreciablemente su situación respecto a la de los habitantes urbanos? ¿Cuáles son los roles del Estado y de la sociedad civil en el desarrollo de la cooperación en el sector rural, y que puede contribuir la sociedad urbana? ¿Qué problemas o procesos puede resolver la cooperación y cuales definitivamente no? Finalmente y dado que estamos en tiempos de construcción de paz, quiero dejar un mensaje: Así como Nicanor Restrepo decía que “Se hace paz cuando se desarma la palabra”, uno podría decir que la disminución de la desigualdad campo-ciudad constituye un abono muy fértil al camino hacia la paz. Todas las políticas y propuestas que se implementen para disminuir la desigualdad, en general, le ofrecen oportunidades a una paz más sostenible y duradera.