LA DESIGUALDAD CAMPO-CIUDAD ABSALON MACHADO C1. En

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LA DESIGUALDAD CAMPO-CIUDAD ABSALON MACHADO C1. En
LA DESIGUALDAD CAMPO-CIUDAD
ABSALON MACHADO C1.
En este documento se hace una presentación de algunos aspectos relacionados
con las brechas rural-urbanas que caracterizan las desigualdades existentes entre
el campo y la ciudad en Colombia. Se ha tomado como referencia la información
presentada en el diagnóstico elaborado por la Misión para la Transformación del
Campo, que hace uso de los principales indicadores existentes para caracterizar
ese aspecto de la realidad económica y social. Para esta presentación se
seleccionaron algunos indicadores relevantes, y se recomienda a los interesados
acudir a las fuentes y las estadísticas oficiales para tener una visión más completa
del tema, pues hay un amplio conjunto de indicadores para aproximarse al tema.
Para esta aproximación utilizo también el concepto de lo rural propuesto por la
Misión para la Transformación del Campo (Misión Rural), y que permite una visión
más amplia de las desigualdades.
1. La desigualdad es un problema estructural
La desigualdad general es un problema estructural y universal que se presenta en
todas las sociedades, incluso en aquellas que han adoptado sistemas socialistas
que pretenden la igualdad en las condiciones de desarrollo, así como en los
antiguos regímenes socialdemócratas donde la equidad era una pauta para la
política pública. Es mucho más visible y protuberante en las sociedades de orden
capitalista, donde el desarrollo de las capacidades y oportunidades individuales y
de grupos definen la posición social, y donde los Estados privilegian a algunos
grupos de la sociedad a través de las políticas públicas. En órdenes sociales
capitalistas y globalizados, como el colombiano, la desigualdad es una
característica estructural propia de la sociedad, pues allí el individualismo, el
fundamentalismo de mercado y la libertad económica imponen condiciones de
exclusión y discriminación reflejadas en diferencias significativas en los niveles de
vida y las oportunidades.
1
Documento presentado en el III Encuentro cooperativo organizado por Cooprudea, Medellín, agosto 20 de
2014.
La desigualdad se presenta a todos los niveles, entre lo nacional (nivel central) y lo
regional, al interior de las regiones, entre la ciudad y el campo, entre las etnias y
los demás ciudadanos, entre hombres y mujeres (desigualdades de género), entre
grupos de edad. Además, cubre los campos sociales, económicos y políticos. En
este último caso se refiere a las desiguales oportunidades de participación política
y de expresión de la voz de los ciudadanos. En esta oportunidad solo haremos
referencia a algunas de las desigualdades de tipo económico y social.
La desigualdad se mide por lo general con indicadores cuantitativos, pero también
deben considerarse los aspectos cualitativos, por lo general con menos baterías
de indicadores, y que permiten realizar comparaciones válidas. En la calidad de
los servicios públicos que reciben los ciudadanos existen grandes diferencias
entre el campo y la ciudad (educación, salud, seguridad social y otros). Esos
indicadores cualitativos se relacionan con temas como las capacidades, la
oportunidad, la eficiencia y eficacia de las acciones públicas, la gobernabilidad, el
tipo de organizaciones que interactúan con la sociedad y el Estado, el tipo de
instituciones que rigen la vida de las personas, las visones y percepciones sobre
aspectos étnicos, religiosos y de género, etc. Por ejemplo, se ha llegado a concluir
que la calidad de las políticas públicas es quizás uno de los factores que más
aumenta la desigualdad.
Si la desigualdad es un tema estructural y propio de sociedades de regímenes
capitalistas y globalizados como en la actualidad, siempre existirá, y el reto de los
Estados es tratar de evitar que crezca o se generen condiciones que la mantengan
y hagan difícil superararla. El reto de la política pública deber ser siempre la
búsqueda de una mayor equidad, menor discriminación y el desarrollo de
oportunidades y libertades como lo pregonan las Naciones Unidas, y autores como
Amartya Sen y Martha Nussbaum, entre muchos otros2. Ello es así pues los
estudios realizados en muchos ámbitos académicos nacionales e internacionales
han mostrado que mientras mayores sean las desigualdades y la inequidad,
menor tiende a ser el crecimiento económico y menor la estabilidad sociedad.
2
Ver Amartya Sen, Desarrollo y libertad, Plantea Colombiana Editorial S.A, Santafe de Bogotá, 2000. Y Marha
Nussbaum, Crear capacidades. Propuesta para el Desarrollo Humano. Paidos, Editorial Planeta Colombiana,
S.A., Bogotá 2013.
Esas condiciones son requeridas para un desarrollo estable y sostenible en el
largo plazo.
2. Posibles causas de la desigualdad rural-urbana,
Siempre existirá la tentación de preguntarse, y aventurar respuestas, a la
pregunta: ¿cuál, o cuáles son las causas de la desigualdad campo-ciudad? Estoy
seguro que cada uno tiene su propia interpretación y respuesta y no es fácil tener
una que nos satisfaga del todo, pues es como preguntarse ¿por qué existe la
pobreza?; ¿por qué hay ricos y pobres? No quiero especular mucho sobre el
asunto, pero me atrevo a plantear unas hipótesis para la reflexión. La desigualdad
campo-ciudad puede obedecer a cada uno de los siguientes fenómenos
(procesos, dinámicas y hechos), y en general, a una combinación y articulación
entre ellos, según los contextos históricos y políticos del país.
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Una concepción equivocada del modelo de desarrollo económico y social
que consideró que el país podría modernizarse y desarrollarse a través de
la urbanización y la industrialización, teniendo al sector rural como
subsidiario. Copió el modelo de desarrollo de los países hoy más
industrializados, sin considerar sus condiciones históricas y la disponibilidad
de sus recursos.
El diseño y aplicación de políticas discriminatorias y excluyentes con lo
rural, por considerarlo atrasado y sin capacidad de generar desarrollo por
su propia cuenta. En otros términos el descuido de lo rural por el Estado,
apoyado por el resto de la sociedad, lo que vino a constituir una deuda
social, política y moral con el campo. En otros términos, no se consideró al
sector rural como estratégico para el desarrollo.
Unas políticas históricas de prebendas, beneficios y privilegios para algunos
sectores de la sociedad, algunos de los cuales estando ubicados en la
ruralidad, no se preocuparon por la suerte de sus vecinos o el resto de los
ciudadanos. Primó la discriminación de las políticas públicas, el
prebendalismo, la codicia de la acumulación y el uso del poder para
fortalecer sectores específicos de la sociedad en detrimento de otros. Como
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3
bien lo ha dicho Edgar Reveiz en sus libros, el Estado se convirtió en un
mercado para los privilegiados, para la sociedad cooptada3.
Con lo anterior se reforzó un orden social rural y nacional cerrado, injusto y
excluyente que no permitió el desarrollo de una ciudadanía con capacidad
de representación política y de acceso a los bienes públicos y los activos
necesarios para mejorar su bienestar y calidad de vida. Una sociedad
fragmentada, que en realidad son tres sociedades: la cooptada, la no
cooptada (informal) y la ilegal4.
La violencia y el desconocimiento de derechos humanos esenciales,
ejercida por algunos sectores de la sociedad en la ruralidad, junto con la
corrupción y la ilegalidad, introducen restricciones a la libertad y el
desarrollo de las capacidades de actores sociales que estarían en
capacidad de superar condiciones inferiores de desarrollo.
La violencia económica y social que ejerce el mercado, dejado a su libre
operación sin regulación suficiente por parte del Estado, impone el reparto
de los bienes y las oportunidades. Ha primado el individualismo acérrimo
frente a la asociatividad y la cooperación para realizar proyectos y apuestas
alternativas el desarrollo.
El acentuado centralismo ayuda al diseño de políticas sin tener en cuenta la
realidad de los territorios y localidades, sus capacidades para buscar
propuestas alterativas, y las necesidades reales de la población.
Las políticas sectoriales, en particular las rurales, ejercidas por un Ministerio
de Agricultura enclenque, mal diseñado, sin capacidad técnica, permeado
por la politiquería, con correas trasmisoras de poder y corrupción, ha hecho
un uso muy ineficiente y deficiente de los pocos recursos públicos que se le
han asignado históricamente al sector. Existen pocas excepciones a esta
situación.
El individualismo acentuado de la mayoría de los pobladores rurales no les
ha ayudado a actuar de manera más colectiva y organizada para tener una
relación de iguales con el Estado, influir en las políticas públicas como lo
Edgar Reveiz, El Estado como mercado. La gobernabilidad económica y política en Colombia. Fonade,
Carlos Valencia Editores, Bogotá, 1997.
4
Ver Edgar Reveiz, La trasgresión rural de las elites y el sometimiento de los Estados. Academia Colombiana
de Ciencias Económicas, Bogotá, 2016.

hacen las gremios modernos organizados, participar en el diseño de
políticas, en la implementación de programas y proyectos, y en la
evaluación de resultados. Ese individualismo ha estado acompañado
además por diferencias ideológicas que no han permitido la conformación
de un movimiento campesino o rural estructurado y con capacidad de tener
influencia a nivel nacional y dentro del Estado. Buena parte de las
organizaciones rurales han sido contestatarias y también propositivas pero
dentro de esquemas rígidos y con propuestas descontextualizadas que no
consiguen viabilidad para realizarse.
Los cambios tecnológicos, de valores y de las expectativas de los
ciudadanos como agentes con capacidades, ayudan a generar
desigualdades.
La responsabilidad de la desigualdad rural-urbana no es pues atribuirle a un solo
actor. Es necesario poner en la canasta de las responsabilidades sobre la
desigualdad existente a una serie de actores y factores. Hacen parte de ello tanto
el mercado, como el Estado, los individuos y grupos que buscan representación,
los grupos privilegiados, la política, la corrupción, la violencia y el poco interés de
los habitantes urbanos sobre la suerte de sus compatriotas rurales, y otros
elementos, tales como: las visones y concepciones sobre el desarrollo que tiene
cada actor, la cultura, las diferentes dotaciones de factores en las regiones, la
concepción que cada uno tiene del Estado y sus atribuciones, etc.
3. El concepto de lo rural
Como el tema que se me ha encomendado para este Seminario es el de la
desigualdad campo-ciudad, o rural-urbana, se hace necesario aclarar el concepto
de lo rural que no siempre ha sido tratado de manera adecuada. Afortunadamente
se tienen hoy indicadores mejores que en el pasado para concebir lo rural de una
manera menos demográfica como la del DANE, que se refiere a lo rural como “el
resto”, lo que no es urbano, en una dicotomía que desde hace varias décadas no
tiene sentido. “El resto”, además de ser un término despectivo y descalificador de
lo rural, no permite tener una visión más cercana de la dimensión de lo que hoy se
conoce como la nueva ruralidad, y por tanto facilitar una precisión mejor de la
desigualdad entre lo urbano y lo rural.
La nueva visión de lo rural es un proceso que se ha venido construyendo a partir
especialmente de los conceptos que la OCDE ha utilizado en Europa para
diferenciar las políticas de la Comunidad Europea, y que toma como referencia
indicadores de densidad demográfica. El Informe Nacional de Desarrollo Humano
2011 del PNUD (Colombia rural, razones para la esperanza) identificó un índice de
ruralidad que le permitió clasificar los municipios del país en categorías de más
rurales o menos rurales, usando la densidad demográfica y las distancias de los
pueblos a centros mayores de 100.000 habitantes. Con esa base concluyó que el
32.6% de la población del país podía considerarse rural. Posteriormente, la Misión
para la Transformación del Campo (MR) profundizó el análisis y clasificó los
municipios en varias categorías de ruralidad, incluyendo el área metropolitana y
los municipios intermedios. Con su metodología estableció que el 30.4% de la
población se podía clasificar como rural5. La MR usa como criterios la ruralidad
dentro del Sistema de Ciudades, la densidad poblacional y la relación de población
urbana-rural. La población rural ascendió así a 14.487.636 personas distribuidas
en ciudades y aglomeraciones 2.088.360, en municipios intermedios 3.337.939, en
municipios rurales 5.402.735 y en zonas rural-dispersas 3.658.702 personas. Los
municipios rurales y rural-dispersos alcanzan a 691 de un total de 1.122, es decir,
el 61,5% de los municipios se consideran rurales.
La desigualdad y las brechas se hacen más nítidas cuando se comparan los
municipios rural-dispersos con los rurales, los intermedios y las ciudades y
aglomeraciones, o cuando se compara el área rural con las áreas dispersas. Esta
metodología está disponible para que todas las entidades de Estado empiecen a
ordenar las estadísticas de una manera diferente a como lo han hecho en el
pasado, y que solo distingue lo urbano y el resto como rural.
Existen así grados de ruralidad que permiten diferenciar las políticas y las
estrategias de desarrollo rural. También esta aproximación permite considerar el
municipio como una unidad de planeación integral, donde lo rural es parte de una
5
DNP, El campo colombiano: un camino hacia el bienestar y la paz. Informe detallado de la Misión para la
transformación del Campo, Tomo 1, capítulo 1. Bogotá, 2016.
realidad social, económica y política que no permite una separación, o un
tratamiento dicotómico, como en el caso de los municipios rurales y ruraldispersos. No se pierde así la complementariedad entre los territorios urbanos y
rurales. Con esa metodología también se reconoce que la actividad agropecuaria
no es la única que se realiza en los territorios que se clasifican como rurales.
4. Los indicadores de la desigualdad rural-urbana
En términos generales, todos estudios realizados en las últimas décadas y
especialmente los más recientes, confirman que la población rural sigue siendo
más pobre que la urbana, tiene menos oportunidades económicas y sociales y
políticas, y menos acceso a los servicios del Estado (bienes públicos). Por tanto,
su calidad de vida es menor, tiene menos oportunidades para su desarrollo y se
afecta su movilidad social. Todo esto lo confirma el reciente estudio de la Misión
para la Transformación del Campo (MR). Veamos algunos indicadores para
mostrar la desigualdad.
Toda la información mencionada a continuación está tomada del informe de la
Misión Rural. La mayoría de los indicadores han venido mejorando, es decir las
brechas entre lo urbano y lo rural se han ido cerrando, pero como lo advierte ese
Informe, el ritmo no es suficiente para cerrarlas en un periodo razonable.
a) Educación
La población urbana de 15 y más años tiene 4 años más de educación que la
rural. Y la tasa de cobertura neta en secundaria y media presenta un rezago, pues
en el sector urbano es de 79% y 48%, y en las áreas rurales de 55% y 25%. La
brecha en educación se ha ido cerrando. Las insuficiencias son claras en
educación preescolar, secundaria y media. En educación superior, en el 2013, el
29,7% de la población urbana tenía algún título, en lo rural solo un 5,1% lo tenía.
Según las pruebas SABER, la calidad de la educación rural es inferior a la urbana.
b) Remuneración laboral y capacidad para generar ingresos
El 75% de la población ocupada rural tiene un salario promedio inferior al salario
mínimo legal; en el área urbana esa proporción es del 39,4%. Y los peor
remunerados son las personas dedicadas a la actividad agropecuaria.
En el sector rural los salarios están afectados por la estacionalidad del empleo que
los obliga a trabajar por fuera de la parcela, en las áreas urbanas el empleo es
más estable.
El 90,7% de la población rural está afiliada al sistema de salud, el 80,5% a través
del régimen subsidiado.
Solo el 12,1% de la población ocupada rural cotiza a pensiones, en las cabeceras
el porcentaje es el 38,9.
En las áreas rurales existe una baja movilidad social en comparación con las
urbanas. Esto se constata por el hecho de que la caída en la pobreza en la zona
rural no ha sido acompañada de un aumento similar de la clase media, sino en el
grupo de población vulnerable (los que tienen una alta probabilidad de volver a
caer en la pobreza). En cambio en las ares urbanas la disminución de la pobreza
se refleja en un crecimiento de la clase media con un grupo de vulnerables más o
menos constante. En el 2013, la clase media rural, medida por los ingresos, era el
7,4% de la población, en la urbana era del 36,4%.
Esto solo podrá superarse con políticas más allá de lo social y del Estado de
bienestar clásico, adicionando las que ofrecen oportunidades de generar ingresos,
la principal de ellas es una inclusión productiva.
c) Pobreza
La pobreza define las diferencias básicas en materia de oportunidades. La Misión
indica al respecto:
“Existen diferencias importantes en términos de igualdad de oportunidades entre la población
urbana y la población rural. La incidencia de la pobreza rural es mayor que la urbana tanto
en ingresos como en pobreza multidimensional. Los pobladores de las zonas rurales tienen
menores oportunidades de desarrollarse plenamente y como consecuencia existen muy
pocas posibilidades de que generación tras generación mejoren su condición
socioeconómica. […]. La incidencia de la pobreza multidimensional es mayor en los
municipios de la periferia –rurales dispersos según la categoría de ruralidad de la misiónjustamente donde hay una mayor concentración de municipios rurales. Esto es cierto incluso
si se compara al interior de los municipios la población en cabera o fuera de ella. La
población dispersa -por fuera de las caberas- es más pobre en los municipios de la periferia
que su contraparte en los municipios del centro” 6.
El detalle de las cifras y el uso de las categorías de ruralidad, muestran
contundentemente, según la MR, que población rural es más pobre que la
urbana al interior de cada municipio, y a su vez, ambos grupos son más pobres
en los municipios de la periferia –municipios rurales dispersos- que sus
contrapartes en los del centro.
Lo más preocupante es que la diminución de la pobreza multidimensional (IPM) no
ha sido suficiente para cerrar la brecha, al contrario esta ha aumentado. En efecto,
en el 2003 la pobreza rural era 1,9 veces la urbana, en el 2013 era 2,5 veces. Las
generaciones de pobres actuales no cuentan con las capacidades necesarias para
superar la condición de pobreza en el corto plazo, y tampoco están adquiriendo las
herramientas para superarla, como indica la MR.
Es claro que el combate a la pobreza será siempre una prioridad de la política
pública, que requiere de políticas integrales y de la acción de todo el Estado
actuando de manera coordinada, y que además las acciones deben diferenciarse
y aun focalizarse por grados de ruralidad en los territorios. Propuestas para ello
existen de todo tipo, y hoy en día se sabe bien dónde es que debe actuarse para
superar la pobreza, basta ver las recomendaciones de la Misión para la Pobreza
que se coordinó desde el DNP entre 2004-2006, bajo la dirección de Hugo López
Castaño y Jairo Núñez7, así como todas las recomendaciones de organismos y
conferencias internacionales entre ellos la ONU. La solución no es un asunto
puramente técnico, tiene mucho que ver con lo político.
6
Informe detallado de la Misión para la transformación del campo, op cit, Tomo I, pp.51-52.
Hugo López Castaño y Jairo Núñez, Pobreza y desigualdad en Colombia. Diagnóstico y estrategias.
Departamento Nacional de Planeación, Bogotá, 2004-2006.
7
En 13 de las 15 variables que contempla el IPM, el porcentaje de hogares en
privación es mayor en la zona rural que en la urbana8.
La pobreza por ingresos es en la zona rural del 42,8%, en la urbana de 26,9%; y la
pobreza extrema (el ingreso no alcanza para pagar el costo de la canasta básica
de alimentos, o el indicador de miseria) es 19,1% versus 6.0% respectivamente.
Lo cual indica una situación crítica de seguridad alimentaria en las áreas rurales.
Otra de las conclusiones de análisis de la MR es que la disminución de la pobreza
rural se ha dado más por el canal de la política social que por la generación de
ingresos autónomos por vía del crecimiento económico. Es decir, ha sido más el
Estado que el mercado el que ha aportado a la disminución de la pobreza.
La pobreza por categorías de ruralidad se identifica nítidamente en el cuadro
siguiente tomado de la MR
Cifras de pobreza (2013)
Categoría
Pobreza
ingresos
por
Pobreza extrema
Ciudades
y
21.7%
4.5%
aglomeraciones
Intermedio
41.0%
13.3%
Rural
49.9%
19.0%
Rural disperso
53,5%
24.1%
Nacional
30.6%
9.06%
Tabla No.8 del Informe detallado de la Misión, op, cit, p.61
IPM
20.8%
36.7%
42.7%
47.8%
28.0%
Las Misión Rural saca dos conclusiones gruesas del análisis de la pobreza: a) la
falta de oportunidades económicas, generación de ingresos y actividades
productivas rentables es casi homogénea en los municipios rurales y rurales
dispersos independientemente de si la población vive en cabecera o se encuentra
dispersa. La inclusión productiva es, por ende, el principal reto de un desarrollo
8
Las variables que contempla el índice de pobreza multidimensional son: 1) condiciones educativas del
hogar (logro educativo, analfabetismo); 2) condiciones de la niñez y juventud (asistencia escolar, rezago
escolar, acceso a servicios para el cuidado de la primera infancia, trabajo infantil); 3) trabajo (desempleo de
larga duración, empleo formal); 4) salud (aseguramiento en salud, acceso a servicios de salud dada una
necesidad); 5) servicios públicos domiciliarios (acceso a fuentes de agua mejorada, eliminación de excretas,
material de piso, material de paredes exteriores, hacinamiento critico).
integral”; b) los beneficios de las aglomeraciones –con sus externalidades
positivas y economías de escala – se hacen evidentes en la provisión de bienes
de interés social que afectan directamente la pobreza multidimensional. Incentivar
la aglomeración de la población dispersa en los municipios más rurales podría
contribuir, por lo tanto, al acceso a los bienes de interés social, sin perjuicio de que
en paralelo se busquen alternativas flexibles para atender al resto de la
población”9.
d) Habitabilidad.
En este tema existen deficiencias importantes en la ruralidad, y amplias brechas
de cobertura entre lo urbano y lo rural. Esas deficiencias se concentran en el
acceso a agua mejorada, material inadecuado de pisos y eliminación de excretas.
La cobertura rural de acceso a agua mejorada es del 60%, en las zonas urbanas
del 95%.
El 18% de los hogares rurales no cuentan con piso en buen estado; en lo urbano
menos del 3% de la población está en esa situación.
El 27% de los hogares rurales no cuentan con un sistema adecuado de
eliminación de excretas, en el área urbana, el 7%.
El déficit habitacional que identifica carencias y necesidades habitacionales,
expresados en que la cantidad de viviendas es insuficiente para albergar a la
población (déficit cuantitativo), y que las viviendas no cumplen con estándares
mínimos de calidad (déficit cualitativo) es notorio en el sector rural.
En el año 2013, e déficit habitacional en las zonas rurales cubría al 56,7% de los
hogares, y el urbano al 18,2%, para una brecha de 38 puntos porcentuales. En
1997 esa brecha era del 37%, es decir, en lugar de disminuir tiende a aumentar.
En el sector rural el principal problema es el déficit cualitativo que alcanza al
56,7% de los hogares, en las zonas urbanas es de solo el 4,7%.
9
Ibíd., p.62.
Las brechas en acueducto y alcantarillado son altas. En el 2013, la cobertura en
acueducto en la zona rural era de 53,3% y en alcantarillado de 15,6%. Si se
incluyen alternativas flexibles la cobertura es mayor. En el sector urbano
alcanzaban a 65.8% y 76,3% respectivamente. En ambos casos las deficiencias
todavía son enormes, pero mucho más en las zonas rurales.
e) Salud
Se han dado avances significativos en las coberturas. Por ejemplo, en el año
2013, el 91,3% de la población está afiliada al Sistema General de Seguridad
Social en salud, y las coberturas urbanas y rurales son muy similares. Las
diferencias son más regionales cuando se observan las cifras por departamentos,
es decir, aquí la desigualdad no es tanto rural-urbana sino regional. Pero si existe
una diferencia clara: en las zonas rurales el acceso efectivo a servicios de salud
presenta varias dificultades relacionadas con las condiciones geográficas, la
dispersión de la población, la baja disponibilidad y calidad de las vías de
transporte, el costo de este y las dificultades de las familias para financiarse los
desplazamientos. Una situación diferente se presenta en los conglomerados
urbanos con densidades de población mayores.
Un ejemplo de un indicador: la tasa de mortalidad infantil promedia nacional es de
17,78%, pero en Amazonas alcanza a 46,4%, en el Choco 42,6% y en la Guajira
32%. Esta misma diferenciación se presenta con indicadores como tasa de
lactancia, desnutrición, bajo peso al nacer.
f) Menores oportunidades para las mujeres
Sobre este tema, la Misión dice claramente:
“Las heterogéneas oportunidades de los habitantes colombianos no son solo por el lugar de
origen –urbano-rural – sino también por género. Las mujeres rurales tienen en promedio
menores ingresos, la tasa de participación en el mercado laboral es más baja y dedican un
alto porcentaje de su tiempo a la labores del hogar que no son remuneradas. Tienen una
mayor incidencia de pobreza, menor acceso a activos y menores oportunidades laborales.
Además, existen problemáticas sociales tales como el alto número de embarazos en
adolescentes rurales, una mayor inactividad de las jóvenes y una persistente discriminación
social”10.
Unos pocos indicadores permiten apreciar esas afirmaciones. Las tasas de
participación en el mercado laboral de los hombres alcanzan al 75%, y el de las
mujeres al 54%, está aumentado en el caso de las mujeres y en los hombres se
mantiene constante.
La brecha de participación en el mercado laboral urbana es de 16,7 puntos
porcentuales, en el sector rural es de 36,6 puntos.
La tasa de participación laboral de las mujeres en el sector rural es de 39,3% y en
la zonas urbanas de 57,8%, y es claro que en la ruralidad las mujeres han
avanzado en ganar espacios en el mercado laboral.
Pero la brecha salarial es alta y no se corresponde con el hecho de que las
mujeres tienen más anos de educación que los hombres. En el sector rural la
brecha salarial es de 47,8% y en el área urbana de 27,2%. Los ingresos de una
mujer trabajadora en el sector rural son apenas un poco más de la mitad de los
ingresos de los hombres. Hay una doble discriminación por género y por zona de
origen. Además, en las zonas rurales las mujeres cuentan con menores garantías
y mayor inestabilidad laboral.
5. Reflexiones y preguntas sobre la desigualdad rural-urbana
En la coyuntura actual se presenta una situación privilegiada: tenemos tres
propuestas que de ser implementadas en conjunto y de manera coordinada
podrían lograr avances significativos en equidad y desarrollo: las del INDH 2013
del PNUD, las del Acuerdo Agrario de la Habana y las de la Misión para la
Transformación del Campo (Misión Rural). Cada una aporta elementos para el
diseño de políticas que en el mediano y largo plazo podrían mejorar
apreciablemente la situación actual de las desigualdades y el desarrollo. Su
implementación requiere de una gran decisión política y un pacto social nacional.
10
Ibíd., p.79.
La desigualdad urbano-rural seguramente desaparecerá, o será más manejable en
el sistema capitalista actual cuando los sectores urbanos consideren en su
conciencia que es antiético, injusto, indeseable y poco moral, mantener el atraso
en el sector rural. A los pobladores urbanos los beneficia enormemente que la
ruralidad alcance un grado de modernidad mayor que el actual.
Es decir, el problema de la desigualdad se podrá resolver cuando la sociedad
colombiana valore lo rural como estratégico para el desarrollo, la paz y la
seguridad nacional. Y cuando se tenga el convencimiento de que una desigualdad
alta como la actual es un impedimento a un desarrollo sostenible y dinámico en el
largo plazo.
Algunas propuestas generales pueden ayudar a ampliar la reflexión sobre este
tema. Entre ellas pueden mencionarse:
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Superar la visión asistencialista de Estado con políticas de bienestar
positivas.
Considerar a los habitantes rurales como sujetos de derechos, como
ciudadanos plenos y actores no pasivos en el desarrollo.
Desarrollar las capacidades, las oportunidades y la libertad de las personas
para elegir sus proyectos de vida, con responsabilidad.
Avanzar en cohesión social, mejorar la gobernanza y la calidad de las
políticas públicas.
Abrir espacio al desarrollo de coaliciones sociales abiertas e innovadoras.
Avanzar en los proyectos de inclusión productiva y social, que implican
algunos procesos redistributivos de activos, y facilidad de acceso a bienes
públicos.
Buscar la integración de las políticas rurales y urbanas, y en general de
todas las políticas.
Mejorar apreciablemente la calidad de la educación en todos los ámbitos y
niveles.
Avanzar en una tributación más equitativa y universal.
El problema de la equidad y la igualdad es un asunto político y no técnico
que involucra un problema de ética y justicia.
En este seminario diversos especialistas se han referido al tema de la desigualdad
en Colombia, y además han hecho reflexiones sobre la pregunta obligada: ¿es el
cooperativismo una alternativa posible ante la problemática de la desigualdad
social? Indudablemente que si lo es, y en el caso de la ruralidad también. No
siendo un experto en el tema cooperativo, quiero dejar unas preguntas para
continuar la reflexión:
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¿Dada la experiencia en el desarrollo del cooperativismo en Colombia, y
mirado el contexto del posconflicto, hasta donde los sistemas de
cooperación (incluidas las cooperativas) son un instrumento innovador y
dinámico para ayudar a resolver los problemas de desigualdad existentes
entre el campo y la ciudad?
¿Cuáles son las condiciones requeridas para que la cooperación alcance
propósitos ciertos en materia de equidad y disminución de la desigualdad?
¿Están las comunidades rurales preparadas para dar un salto en la
cooperación que cambie apreciablemente su situación respecto a la de los
habitantes urbanos?
¿Cuáles son los roles del Estado y de la sociedad civil en el desarrollo de la
cooperación en el sector rural, y que puede contribuir la sociedad urbana?
¿Qué problemas o procesos puede resolver la cooperación y cuales
definitivamente no?
Finalmente y dado que estamos en tiempos de construcción de paz, quiero dejar
un mensaje: Así como Nicanor Restrepo decía que “Se hace paz cuando se
desarma la palabra”, uno podría decir que la disminución de la desigualdad
campo-ciudad constituye un abono muy fértil al camino hacia la paz. Todas las
políticas y propuestas que se implementen para disminuir la desigualdad, en
general, le ofrecen oportunidades a una paz más sostenible y duradera.