viernes_reportaje viernes_reportaje Más huertos y menos muertos
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viernes_reportaje viernes_reportaje Más huertos y menos muertos
viernes_reportaje viernes_reportaje Romanos en la cárcel Más huertos y menos muertos. Más acelgas y menos sangre. Más comedia y menos tragedia. Así está la mano en el módulo 5 de Colina II, conocido como Roma por su violento pasado, pero también por su actual renacimiento. Por Juan José Richards Fotos de Sabino Aguad Ilustración: María Paz Lama “A Los romanos de Colina II hicieron trajes de gladiadores con materiales reciclados y representaron una pelea para un video de 13 minutos, disponible en Youtube (Don Drilo visita Colina II), realizado por el estudiante de diseño PUC, Eduardo Parás. 20 fuera creen que acá somos sólo asesinos o violadores y que esto es pura pelea”, dice Michel Almonacid (38) mientras se ajusta la armadura y apunta su espada contra el pequeño espejo que tiene delante. Él es uno de los 155 internos recluidos en Roma, como se conoce el módulo 5 dentro del centro penitenciario Colina II, y esta mañana se enfrentará a mano armada contra un compañero de celda. Los demás reos esperan el enfrentamiento rodeando la multicancha del módulo. Hay colchonetas apiladas junto al baño, sábanas colgando desde las ventanas y un gato paseándose. Cuando el primer gladiador sale a la cancha, el centenar de romanos zapatean el piso al mismo tiempo. Roma se encuentra en el ala sur del Colina II, donde se concentra la población penal con “más ficha” del recinto. Desde que esta cárcel fue inaugurada en 1994 sus celdas han albergado a descuartizadores y asesinos de alta connotación pública. El chacal de Santa Cruz, Cupertino Andaur y el Tila pagaron aquí sus condenas. Bajo sus suelos se extiende el túnel más sofisticado que se ha allanado en Chile: un forado de 1,70 metros de alto y de 80 de largo, que contaba con su propio sistema de ventilación y aislación de ruido, carros de arrastre y brújulas. Fueron internos del módulo 5 los que contrataron a los pirquineros. Y fue desde ese mismo módulo que, en marzo de este año, un reo se fugó escondido dentro de un sillón fabricado en el taller de carpintería –semanas más tarde fue capturado vestido como gaucho en la precordillera argentina–. El taller donde ese reo orquestó su fuga está rodeado por los dos huertos que bordean la multicancha. Este verdadero coliseo es el centro de Roma. El gladiador Jorge Suárez (25) se ajusta el casco y recoge del suelo su espada antes de salir al enfrentamiento. Al entrar al coliseo, su contrincante pregunta qué quiere el público. Los romanos contestan a gritos que quieren sangre. Comienza la batalla. Por varios minutos hacen sonar sus espadas mientras el público los alienta a más. Hasta que uno de ellos cae al suelo y el otro tiene la oportunidad de enterrarle la espada en el pecho. Pero hacer eso sería volver atrás y hoy los romanos se ríen de su pasado. Esta no es la primera vez que lo representan. Para su proyecto de título de diseño en la PUC, Eduardo Parás (23) se reunió con los internos porque quería hacer un proyecto audiovisual: entre ellos se repartieron los cargos de dirección, actores, iluminación y tramoyas. Trabajaron por tres días en preproducción y diez en rodaje. Crearon trajes de gladiadores con cartones y materiales reciclados. Recrearon una pelea tal como en el documental El César debe morir (2012), de los hermanos Taviani, que registra la presentación de Julio César de Shakespeare en una cárcel de alta seguridad italiana. 21 viernes_reportaje viernes_reportaje En Chile hay 48.000 internos bajo régimen penitenciario cerrado, o reclusión 24 horas, distribuidos en 84 recintos carcelarios. MITOLOGÍA ROMANA “Antes pasábamos viendo tele, fumando o haciendo nada. Caíamos en peleas”, dice Fabián Véliz (22), alias el negro Faby, interno hace cuatro años: “Ahora me dedico al huerto todas las mañanas”. 22 En la muralla exterior del módulo 5 hay un mosaico que representa en baldosas trituradas la fachada del clásico anfiteatro romano. Los propios reos lo realizaron. Y es que la pequeña Roma de Colina II, al igual que la capital italiana, fue fundada sobre la mitología. “Aquí no entraban ni los pacos”. “Esto se bañaba de sangre”. “Todos los días salía gente apuñalada”. “Abrían la cana en la mañana y daban ganas al tiro de que la cerraran para no ver tanta muerte”, recuerdan los propios internos. “En Roma podíamos tener 20 o 25 muertes al año”, cuenta el coronel Christian González, quien fue alcaide de Colina II hasta este año. El coronel Carlos Muñoz, quien lo antecedió, recuerda: “La situación era deplorable”. En su larga trayectoria en gendarmería, Muñoz no había visto una peor cárcel y por eso la bautizó personalmente como “la última estación”. Tal como pasaba con los gladiadores, que eran reclutados a lo largo de todo el imperio, internos de los 17 otros módulos que componen Colina II saltaban panderetas y llegaban aquí a pelear. “Esta era la peor cana de Chile, el lento que no peleara no sobrevivía, eran puros guapos no más. Se veían diez mano a mano con cuchillas de dos o tres baldosas”, recuerda Sergio Poblete (44), quien cumple su condena aquí desde hace 20 años. La regla de los enfrentamientos decía que el largo de las puntas afiladas (atadas a varas de madera o fierro) era proporcional al espacio por el que se disputaba. Ganar una pelea “a tres baldosas” significaba tener control sobre ese piso. Y el piso al interior de la cárcel es sinónimo de poder. Los caneros más antiguos recuerdan que originalmente el módulo 5 estaba dominado por criminales de la V Región. Pero, a punta de fierro, a finales de la década de los ’90 los internos de Peñalolén se ganaron el espacio. Aunque muchos provienen de esa comuna, han modificado el lugar de nacimiento en sus cuentas de Facebook: ahora se consideran romanos. De los 155 internos que cumplen su condena aquí, hay un grupo de 15 que intenta dejar atrás la mitología que hizo a Roma infame. “Ver tanta gente muerta y tanta sangre cansa”, dice uno de los más antiguos. Para ellos el mural de mosaicos simboliza la antigüedad, una visión romántica de su pasado sangriento. Por eso también el enfrentamiento entre gladiadores que ocurre esta mañana es sólo una actuación para la cámara. El romano vencido se tira al suelo, rindiéndose, y el otro simula apuñalarlo rematándolo en el piso. La ovación resuena en todo el centro penitenciario. ROMA FLORECE A mediados del 2011, el coronel Muñoz, entonces alcaide de Colina II, recibió una petición inédita: dos profesionales del penal intercedieron por un grupo de romanos que pedían permiso para picar un pedazo de suelo al costado del coliseo. El gendarme 1º Óscar Villa, conocido al interior de la cárcel porque ningún reo se muere cuando está de guardia, le explicó que los internos querían traspasar las pocas matas de plantas medicinales que tenían en botellas plásticas directamente a la tierra y hacer un huerto. “Era una oportunidad porque aquí nadie trabajaba. Para ellos trabajar era ser huevón, robando podían ganar cinco o siete millones en una noche”, dice Villa. Al coronel la idea le pareció revolucionaria, pero riesgosa. Picar el cemento podía vulnerar la seguridad del recinto. La asistente social Claudia Caroca, una de las pocas que podían entrar a Roma, avaló el proyecto. Pensó que profundizaría el proceso de rehabilitación y reinserción. El alcaide primero les dio permiso para trabajar un pedazo de tierra por el que no cabía un cuerpo. Esa fue la primera cama de cultivo del módulo, que en un principio debió enfrentar adversarios distintos a los naturales –como caracoles y babosas–: los allanamientos de los gendarmes, que contitnuamente llegaban a destrozar la pequeña plantación buscando armas o túneles secretos. Nunca encontraron más que raíces y zanahorias, hasta ahora. Al cabo de pocos meses los reos consiguieron permiso Michel Almonacid, uno de los gladiadores del módulo 5, preparándose para la batalla. Óscar Reyes, alias el Willy, en el huerto de Roma: “Aquí no tenemos emperador”, sentencia. para picar un espacio más grande, por donde cabrían varias personas, pero en vez de planear una fuga, plantaron acelgas. “Yo al principio les tiraba agua y me iba”, dice Óscar Reyes (36), alias el Willy. El 2012, él y otros tres internos fueron trasladados a la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago porque se les acusó de quemar la antena inhibidora de señal telefónica del penal. Cuando volvieron a Colina II, los cuatro pidieron reinsertarse en Roma. El Willy se conmovió al ver que el huerto estaba dando sus primeros frutos. “Le agarré cariño con el primer zapallo”. A los costados del coliseo ahora hay dos huertos de cinco por seis metros de tierra, realizados en su totalidad con materiales reciclados. Hay plantas ornamentales, cactus y verduras que usan para su propio consumo: preparan tortillas de acelga y pebre con tomate, cilantro y cebolla para los porotos granados, que también cultivan y comparten entre todos. Tienen un área de lombricultura armada con paneles de lata donde pueden llegar a transformar 300 kilos de basura orgánica en abono natural en menos de tres meses. Una instalación de estas características puede llegar a costar $8.000.000. La asistente social calcula que los reos no gastaron más de $100.000. “Antes pasábamos el tiempo tomando mate, viendo tele, fumando o haciendo nada. Caíamos en peleas, en cosas de cárceles”, dice Fabián Véliz (22), interno hace cuatro años: “Ahora me dedico al huerto todas las mañanas”. Hay que podar, limpiar y regar a diario. Han aprendido qué deben cultivar en cada temporada y a preservar sus propias semillas. Persiguen y celebran cuando aparecen chinitas y abejas, porque saben que un huerto sano debe tener sus propios insectos. Todo lo hacen a mano, sin herramientas: “Lo rico es el olor de la tierra, sentirse parte de la naturaleza”. La asistente social notó un cambio en los internos cuando un día llegaron a su oficina a decirle que había ocurrido una tragedia en Roma. Ella pensó que había un muerto. Pero las acelgas estaban con pulgones. Buscaron una solución en internet e hicieron un preparado a base de colillas de cigarro que les dio resultados en dos días. El trato con los guardias progresivamente también cambió. De a poco los dejaron entrar al módulo. Incluso ahora los gendarmes les piden algunas de sus lombrices para usarlas de carnada cuando salen a pescar. “Acá hay ladrones, asesinos, violadores, pero también seres humanos que cometimos errores”, dice Luis Picarte (32) y agrega: “Antes las mirábamos como plantas no más, pero ahora me pregunto si tendrán calor o les faltará agüita. El secreto es darles amor”. Los días de visita es común ver a los romanos entregándoles a sus familiares tomates, pepinos y repollos. “Nuestros hijos se sienten orgullosos cuando les damos lo que nosotros mismos hemos cultivado”. El número de conflictos entre los internos y muertes se redujo ostensiblemente, asegura el coronel Carlos Muñoz, que actualmente es director Regional Metropolitano de Gendarmería, y afirma que está orgulloso de que aquello por lo que apostó hace años esté, literalmente, dando frutos. “El éxito se debe a que la idea surgió de los propios internos y a que ellos han creado un vínculo afectivo con el proyecto. Cuando lo hemos intentado replicar en otros módulos no prospera, porque lo ven como algo impuesto”, dice Claudia Caroca, a quien los reos llaman “la flor de Roma”. El huerto del módulo 5 es un pequeño punto verde dentro del mundo de cemento que alberga a más de 2.400 internos en Colina II y un punto aún más ínfimo dentro del complejo universo carcelario chileno. “Todos queremos irnos, pero por la puerta. No por un túnel o dentro de un sillón”, dice el Willy, cuando de pronto a uno de los internos que está jugando fútbol se le escapa una pelota que cae justo en medio del huerto. El Willy la toma y por un momento todo el módulo queda en silencio. “¡Cuídeme las plantas, hermano, no me vuelva loco!”, dice devolviéndosela con fuerza al jugador. Y aunque todos lo reconocen como el jefe del módulo, a él no le gusta esa palabra. Dice que Roma no tiene emperador. “Aprendí a porrazos y no quiero lo mismo para los nuevos. Antes recibíamos a los cabros con cuchillas, ahora les pasamos semillas”. v REOS HIPSTER El huerto de los romanos estuvo en Lollapalooza en marzo de este año junto a otras iniciativas sustentables como la ONG Planta Banda, Proyecto Huerto y la Red de Agricultura Urbana. En la Aldea verde del festival replicaron el huerto de la cárcel, por cierto, los internos no pudieron asistir y en su representación fueron tres funcionarios de gendarmería. Durante dos días los 160.000 asistentes al festival conocieron el proyecto del módulo 5. Al término del evento, la agencia Lotus donó el compost y los almácigos a los romanos agricultores. “El mundo carcelario en Chile está muy oculto y quisimos girar el ojo social ahí”, dice el productor Rodrigo Flores. 23