Carratalá. Extranjerismos

Transcripción

Carratalá. Extranjerismos
LOS EXTRANJERISMOS Y
SU VALOR EXPRESIVO
Ponencia impartida por Fernando Carratalá Teruel
en la XXVI edición de la Universidad de Otoño/CDL
(Facultad de Filología de la Universidad Complutense
de Madrid. Septiembre de 2007)
La herencia latina en la formación del léxico castellano.
La base principal del castellano es el latín vulgar hispánico, adoptado por los
visigodos. De él provienen no solo las líneas generales de su gramática, sino también
la mayor parte del léxico: los verbos de más uso en el habla, los adjetivos
calificativos más comunes, los artículos y pronombres, los principales adverbios, casi
todas las preposiciones y las conjunciones más importantes; y una gran cantidad de
nombres designadores de las más variadas realidades: mundo físico, flora y fauna,
agricultura, alimentación, vivienda, cuerpo humano... Este léxico latino hispanogodo
sufrió, con el paso del tiempo, tal cantidad de cambios, que convirtieron al castellano
en el más innovador de los dialectos peninsulares; cambios que fueron implantándose
paulatinamente, aunque no de manera uniforme, ya que, frente a la forma latina
única, las nuevas palabras sufrían distintas alteraciones en razón de los lugares y de la
gente que las usaba. La unificación y fijación del castellano se produce en el siglo
XIII, en el reinado de Alfonso X, monarca que lo convirtió en lengua literaria y
oficial en los territorios absorbidos política y culturalmente por Castilla. Y aunque
desde entonces comienza un proceso de unificación léxica que tiende a consolidar
nuevas palabras entre muchas formas vacilantes, solo desde mediados del siglo XVII
pueda darse por consumado este proceso de evolución de las viejas palabras latinas;
época esta en que adoptan ya la misma fisonomía que hoy tienen.
La incorporación a nuestro léxico de extranjerismos necesarios.
El castellano ha ido, además, incorporando a su vocabulario palabras de las lenguas
con las que ha mantenido contactos culturales en épocas pasadas: miles de arabismos
adoptados en la Edad Media; galicismos introducidos en esa Edad Media y a lo largo
de los siglos XVIII y XIX; italianimos y americanismos recibidos en el XVI...;
extranjerismos traídos “del exterior” sin el menor recelo, porque respondían a la
necesidad social de aludir a objetos materiales y conceptos enteramente nuevos por
ellos significados, lo que ha permitido expresarse “a la altura de los tiempos”. Y, en la
actualidad, el ámbito científico-tecnológico, por ejemplo, se viene nutriendo de un
extraordinario caudal de vocabulario angloamericano -según comentaremos más
adelante- que, entre otras ventajas, sirve para garantizar la univocidad del discurso
científico, tan necesario para el progreso de la humanidad.
El vario “estatuto” de los modernos extranjerismos presentes en nuestro idioma:
xenismos, peregrinismos, préstamos y calcos.
En nuestro idioma conviven distintas clases de extranjerismos. En primer lugar
pululan los xenismos, que conservan su grafía original; tales como blackjack -voz
inglesa que significa "juego de naipes, o de dados, en que gana quien hace 21 o se
acerca más a ellos sin pasar"-, kleenex -anglicismo con el que se designa el nombre
de una marca comercial que, por extensión, pasa a significar “pañuelo de papel”-,
scout -voz inglesa que significa “miembro del movimiento de juventud que pretende
la educación integral del individuo por medio de la autoformación y el contacto con
la naturaleza”-, etc.; xenismos que, en frase feliz de Lázaro Carreter, “no solo se
escriben entre comillas: se diría que hasta se entrecomillan al pronunciarlos”, porque
se percibe al oído y a la vista su extranjería. Y junto a los xenismos, encontramos
multitud de peregrimismos “en que las comillas del habla desaparecen -puntualiza
Lázaro Carreter- aunque puedan subsistir en la escritura; periódicos y revistas hay
que las omiten por completo. Muchos hablantes saben aún que son términos
extranjeros, pero los emplean porque son irreemplazables.”; peregrinismos del tipo
boom -voz inglesa que significa “éxito o auge repentino de algo, especialmente de un
libro”-, joogging -voz inglesa que significa “paseo higiénico que se hace corriendo
con velocidad moderada al aire libre”, y de idéntico significado al de footing, voz
francesa, y esta con cambio de sentido del inglés footing, posición-, leasing -voz
inglesa, procedente de la jerga de la Economía, que significa “arrendamiento con
opción de compra del objeto arrendado”-, etc. Tales extranjerismos -y otros muchos
rotundamente foráneos cuyo uso se ha ido extendiendo en nuestra lengua, hasta el
extremo de resultarnos familiares- figuran recogidos en la vigésima segunda edición
del DRAE; y se registran en su forma original, y con letra cursiva negrita,
precisamente para indicar que su representación gráfica o su pronunciación son
ajenas a las convenciones de nuestra lengua. Así sucede -por aducir ahora ejemplos
procedentes de la lengua francesa- con las voces boîte y boutique, que conservan la
escritura y la pronunciación originales, y que hay que seguir considerando “vocablos
alienígenas” -que diría Lázaro Carreter-, porque quienes los emplean tienen
conciencia de su extranjería; y, además, perciben en ellos ciertos matices
significativos -de carácter esencialmente connotativo- que no poseen las voces
españolas más o menos equivalentes (y, de hecho, una boîte ha sido, en épocas no
muy lejanas, algo más que una sala de fiestas o discoteca; de igual manera que una
boutique no es solo la tienda de ropa de moda, sino de moda selecta; y ambos
vocablos incorporan a su significado denotativo el marchamo de su procedencia
francesa, que les insufla un prestigio del que carecen los términos españoles más
próximos).
Y hablamos de préstamo -y ya no de peregrinismo- cuando el vocablo foráneo, sea
en su forma original, sea con ciertas adaptaciones en su pronunciación o escritura, se
ajusta mínimamente a los usos del español, de manera que queda casi extinguida -o
extinguida del todo- la conciencia de su extranjería; lo cual sucede, por ejemplo, con
anglicismos tales como réflex -del inglés reflex: “cámara fotográfica que tiene un
visor para ver la misma imagen que saldrá en la fotografía”- y sándwich -del inglés
sandwich, y este de J. Montagu, 1718-1792, cuarto conde de Sandwinch, de quien se
cuenta que se alimentó de esta clase de comida para no abandonar una partida de
cartas: “emparedado hecho con dos rebanadas de pan de molde entre las que se
coloca jamón, queso, embutido, vegetales u otros alimentos”- (palabras que en
castellano llevan tilde, de acuerdo con las reglas de acentuación de las palabras
llanas); o con galicismos del tipo chantaje -del francés chantage: extorsión,
“amenaza de pública difamación o daño semejante que se hace contra alguien, a fin
de obtener de él dinero u otro provecho”- y masacre -del francés massacre: “matanza
de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causa
parecida”-. Tales préstamos -y cualesquiera otros vocablos extranjeros que han
sufrido un proceso de hispanización- se recogen en la vigésima segunda edición del
DRAE con letra redonda negrita, como el resto de las palabras genuinamente
españolas.
La conversión del peregrinismo en préstamo tropieza en no pocas ocasiones con la
dificultad de enmascarar una imagen gráfica que resulta extraña a nuestros ojos, -y
con la que nos vamos acostumbrando poco a poco a convivir, por su difusión en las
vallas publicitarias, en la prensa o en los medios audiovisuales-. Y si la hispanización
de muchos peregrinismos no termina de llevarse a cabo es por causa de su estructura
fónica, que resulta del todo incompatible con nuestro sistema fonológico y su
correspondiente representación gráfica. Así sucede con vocablos como slip -voz
inglesa: “calzoncillo ajustado que cubre el cuerpo desde debajo de la cintura hasta las
ingles”-, stock -voz inglesa: “cantidad de mercancías que se tienen en depósito”-,
striptease -voz inglesa: “espectáculo en el que una persona se va desnudando poco a
poco, y de una manera insinuante”, western -voz inglesa: “película del Lejano
Oeste”, es decir, ambientada en el Oeste americano durante el periodo de conquista y
colonización de sus territorios-...; extranjerismos necesarios -porque carecen de
equivalentes castellanos-, pero cuya falta de sometimiento a las normas de nuestro
sistema lingüístico les sigue negando -hoy por hoy- el estatus oficial -y académicode préstamos. Otros extranjerismos, en cambio, sí han sido recibidos por nuestra
lengua sin especiales resistencias, porque su estructura fónica ha podido adaptarse a
nuestro sistema de representación gráfica, lo cual ha facilitado su hispanización. Es el
caso de vocablos de procedencia francesa como casete -del francés cassette: “cajita
de material plástico que contiene una cinta magnética para el registro y reproducción
del sonido, o, en informática, para el almacenamiento y lectura de la información
suministrada a través del ordenador”- y cruasán -del francés croissant, media luna:
“bollo de hojaldre en forma de media luna”- [1]; o de procedencia inglesa como
pudin -del inglés pudding: [dulce que se prepara con bizcocho o pan deshecho en
leche y con azúcar y frutas secas]- y yate -del inglés yacht: “embarcación de gala o de
recreo”-; préstamos recogidos tiempo ha en el DRAE. Y, asimismo, es el caso de
vocablos como zapeo -adaptación del inglés zapping, con influencia del español zape:
“cambio reiterado de canal de televisión por medio del mando a distancia”- y niqui
-del alemán Nicki: “polo; prenda de punto que llega hasta la cintura, con cuello, y
abotonada por delante en la parte superior”; préstamos que el DRAE ha incorporado
oficialmente a nuestra lengua en su edición de 2001. En cuanto a los derivados
españoles de palabras extranjeras que siguen teniendo la consideración de
peregrinismos -y no de préstamos-, la vigésima segunda edición del DRAE los
representa en letra redonda negrita, aunque presenten dificultades gráficas o de
pronunciación; como sucede con windsurfista -“persona que practica el windsurfing”
(voz inglesa, esta última que designa el “deporte que consiste en deslizarse por el
agua con una tabla especial provista de una vela”)- y voyeurismo -“actitud propia del
voyeur” (voz francesa esta última que designa la “persona que disfruta contemplando
actitudes íntimas o eróticas de otras personas”).
Nuestra lengua también ha adoptado el contenido semántico de palabras o
expresiones extranjeras traduciendo su significado mediante unidades lingüísticas que
nos son propias -procedimiento denominado calco-; y así, banco de datos es calco
del inglés data banck; -en Informática, “acopio de datos referidos a una determinada
materia, que puede ser utlizado por diversos usuarios”-; balompié, calco del inglés
football -que, a su vez, origina el préstamo fútbol-; baloncesto, calco del inglés
basketball; balonmano, calco del alemán Handball; y balonvolea, calco del inglés
volleyball. Y, asimismo, el español ha adoptado significados extranjeros para palabras
existentes en nuestra lengua -casos para los que reservamos la denominación de
calco semántico-; y así, por ejemplo, la palabra ratón, en su acepción -propia de la
Informática- “pequeño aparato manual conectado a un ordenador o a un terminal,
cuya función es mover el cursor por la pantalla para dar órdenes” -acepción 2 en la
edición de 2001 del DRAE-, es calco semántico del inglés mouse; y la palabra planta,
en su acepción “fábrica central de energía, instalación industrial” -acepción 10 en la
edición de 2001 del DRAE-, es calco semántico del inglés plant, ya que el sentido de
esta palabra inglesa se le ha asignado en nuestra lengua a una palabra de similar
estructura fonética que aquella.
Los calcos de construcciones extranjeras han originado adaptaciones que resultan
del todo inaceptables -como, por ejemplo, vuelo doméstico, calco de domestic fly, en
vez de vuelo nacional; corte marcial, calco de court martial, por consejo de
guerra-; expresiones innecesarias -como, por ejemplo, máquina de lavar, traducción
literal de washing machine, expresión que la Academia sustituye por el término
lavadora, igualmente preciso e incluso más conciso; abanico electrónico, expresión
empleada en Hispanoamérica, calco de electric fan, que la Academia reemplaza por
la voz ventilador-; y hasta incorrecciones manifiestas -y así, avión a reacción es un
galicismo incorrecto, calco de avion à reaction, y sería preferible usar la construcción
avión de reacción.
Extranjerismos necesarios e innecesarios.
Julio Llamazares iniciaba un artículo -serio y jocoso a un tiempo- titulado
“Modernos y elegantes” -y publicado el 13 de mayo de 1993 en el diario El País- con
estos párrafos:
Desde que las insignias se llaman pins; los homosexuales, gays; las comidas
frías, lunchs, y los repartos de cine, castings, este país no es el mismo. Ahora
es mucho más moderno.
Durante muchos años, los españoles estuvimos hablando en prosa sin
enterarnos. Y, lo que es todavía peor, sin darnos cuenta siquiera de lo
atrasados que estábamos. Los niños leían tebeos en vez de comics, los jóvenes
hacían fiestas en vez de parties, los estudiantes pegaban posters creyendo que
eran carteles, los empresarios hacían negocios en vez de business, las
secretarias usaban medias en vez de panties, y los obreros, tan ordinarios,
sacaban la fiambrera al mediodía en vez del catering. Yo mismo, en el
colegio, hice aerobic muchas veces, pero como no lo sabía -ni usaba, por
supuesto, las mallas adecuadas-, no me sirvió de nada. En mi ignorancia, creía
que hacía gimnasia.
Afortunadamente, todo esto ya ha cambiado, [...] y a los españoles se nos
nota el cambio simplemente cuando hablamos, lo cual es muy importante. No
es lo mismo decir bacon que tocino -aunque tenga igual de grasa-, ni
vestíbulo que hall, ni inconveniente que handicap. Las cosas, en otro idioma,
mejoran mucho y tienen mayor importancia. Sobre todo en inglés, que es el
idioma que manda.
Desde que Nueva York es la capital del mundo, nadie es realmente moderno
mientras no diga en inglés un mínimo de cien palabras. Desde ese punto de
vista, los españoles estamos ya completamente modernizados. Es más, creo
que hoy en el mundo no hay nadie que nos iguale. Porque, mientras en otros
países toman tan solo del inglés las palabras que no tienen -bien porque sus
idiomas son pobres, cosa que no es nuestro caso, o bien porque pertenecen a
lenguajes de reciente creación, como el de la economía o el de la informática-,
nosotros, más generosos, hemos ido más allá y hemos adoptado incluso las
que no nos hacían falta. Lo cual demuestra nuestra apertura y nuestra
capacidad para superarnos.
Hemos adaptado del inglés incluso las palabras que no nos hacían falta, afirma
Llamazares; y con toda razón: pin (insignia), gay (homosexual), lunch (comida fría),
casting (reparto de cine), comic (tebeo), party (fiesta), poster (cartel), business
(negocio), panty (media), catering (fiambrera), aerobic (gimnasia), bacon (tocino),
hall (vestíbulo), handicap (inconveniente)... [2] son ejemplos aducidos por
Llamazares -con su correspondiente equivalencia castellana- que ponen de manifiesto
que asistimos inermes a una auténtica invasión en el castellano de extranjerismos
innecesarios -procedentes fundamentalemnte del inglés-, con grave quebranto de
nuestro patrimonio léxico. Y no es preciso invocar criterios rigurosamente puristas
para reconocer que muchos de nuestros vocablos de mayor raigambre quedan
relegados en el uso y convertidos en antiguallas frente a las novedades foráneas que
personas de la más variada extracción social recogen en su expresión oral sin el
menor reparo. Y así, por ejemplo, la palabra sándwich -incorporada plenamente al
DRAE- ha desplazado a la palabra emparedado -“porción pequeña de jamón u otra
vianda, entre dos rebanadas de pan de molde”-, y la palabra hobby -que el DRAE
mantiene como peregrinismo- ha desplazado a la palabra pasatiempo -“diversión y
entretenimiento en que se pasa el rato”-; sin que en ninguno de ambos casos las voces
inglesas aporten el menor rasgos significativo diferencial respecto de sus equivalentes
castellanas. Sean bienvenidos los vocablos extranjeros -cualquiera que fuere su
procedencia- que no tienen en nuestra lengua voces más o menos equivalentes, o que
añaden rasgos denotativos o connotativos -por leves que sean- de los que carecen las
voces castellanas alternativas. Pero convendría cerrar la puerta a tanto extranjerismo
superfluo que se cuela no tan de rondón en la expresión cotidiana de ciertos hablantes
que pretenden dotar a su lengua de una “aparente” modernidad.
Adaptaciones académicas.
La incorporación de extranjerismos “ha violentado” en muchas ocasiones nuestro
idioma. Y así, por ejemplo, la proliferación de vocablos de origen inglés en el
castellano ha favorecido la ampliación del sistema morfológico del plural de los
sustantivos, que añade directamente el morfema -s a la consonante final del singular:
récords -del inglés record: marca, “el mejor resultado técnico homologado en el
ejercicio de un deporte”-, stands -voz inglesa: “instalación dentro de un mercado o
feria, para la exposición y venta de productos”- (solución dada espontáneamente por
las hablantes, aunque el singular del nombre extranjero acabe en consonante; pues a
nadie se le ocurriría decir recordes o standes). En cambio, la hispanización de los
vocablos ingleses club y film, por ejemplo, tuvo en cuenta las dificultades fónicas que
planteaba la formación del plural y, por ello, han tenido cabida en el DRAE las
variantes formales club y clube -“sociedad fundada por un grupo de personas con
intereses comunes y dedicada a actividades de distinta especie, principalmente
recreativas, deportivas o culturales”-, así como el vocablo filme -“película
cinematográfica”-, cuyas formas en plural -clubes, filmes- están hoy bastante
aceptadas).
De igual manera, en posición final de palabra figuran consonantes -ch, g, p...- y
agrupaciones de letras -tales como -nd, -st, -ing...- que son ajenas a las distribuciones
fonológicas propias del español, pero que han dejado de sentirse “extrañas” ante el
aluvión de extranjerismos que nuestra lengua está recibiendo; y palabras inglesas
como lunch -comida ligera que se sirve a los invitados en una celebración-, gag
-“efecto cómico rápido e inesperado en un filme o, por extensión, en otro tipo de
espectáculo”-, chip -en la jerga de la Informática, “pequeño circuito integrado que
realiza numerosas funciones en ordenadores y dispositivos electrónicos”-, ligth
-“dicho de una bebida o de un alimento: con menos calorías de las habituales”; y
“dicho de un cigarrillo: que se presenta como portador de menos elementos
nocivos”-, marketing -es decir, mercadotecnia: “conjunto de principios y prácticas
que buscan el aumento del comercio, especialmente de la demanda”-, short
-“pantalón muy corto, usado principalmente para practicar deportes”- ... nos entran
tanto por los ojos como por los oídos, y nos vamos acostumbrando a convivir con
ellas, por lo que han encontrado diferentes “grados de acomodo” en el DRAE.
En cualquier caso, y puesto que es a la Real Academia Española a la que compete
adaptar las palabras foráneas al sistema ortográfico castellano, en tanto dichas
adaptaciones se producen -si es que llegan realmente a producirse-, conviene respetar
la pronunciación y la grafía que a tales palabras les corresponde en la lengua de la
que han sido tomadas. (La RAE hispanizó, en su día, el termino whisky y, junto a la
palabra inglesa, introdujo en el DRAE la voz güisqui, plenamente hispanizada; y
aunque esta es la forma preferida por la RAE, el uso -basado probablemente en ese
absurdo prestigio que se le concede a lo foráneo- ha impuesto la voz inglesa, que
contiene grafías que nada tienen que ver con la tradición ortográfica latina y
combinaciones de consonantes ajenas a nuestra lengua).
El préstamo como cauce lingüístico para la difusión de tecnicismos.
Aquellas naciones en las que la investigación científica facilita el avance
tecnológico suministran a los restantes países los términos técnicos y científicos que
designan las nuevas realidades; tecnicismos que se incorporan con cierta rapidez a las
diferentes lenguas. La mayoría de los tecnicismos provienen del inglés, lengua en la
que están escritos alrededor del 70% de los libros científicos que se vienen
publicando. A continuación se relacionan algunas de las formas de introducir
tecnicismos extranjeros en nuestra lengua, aun cuando no exista un criterio fijo.
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Adopción del tecnicismo extranjero, con su significante y su significado. Tal es
el caso del vocablos ingleses, propio de la jerga de la Economía, dumping
-“práctica comercial de vender a precios inferiores al costo, para adueñarse del
mercado, con grave perjuicio de este”- y holding -“sociedad financiera que
posee o controla la mayoría de las acciones de un grupo de empresas”-; vocablos
que el DRAE, en su edición de 2001, recoge en letra cursiva negrita.
Adopción de un significado foráneo que se expresa en nuestra lengua con un
significante cuya estructuras fonética es igual o muy parecida al significante que
tiene en la lengua de la que dicho significado procede -fenómeno al que ya
hemos aludido al referirnos al calco semántico-. Es el caso de la voz planta, que
adopta la significación de “fábrica central de energía, instalación industrial”
-acepción 10 en la edición de 2001 del DRAE-, significación que corresponde a
la voz inglesa plant, según vimos; y, asimismo, de la voz choque -homófona de
choque, nombre derivado de chocar-, que reproduce en nuestra lengua el
término inglés -propio de la Medicina- shock, con el significado de “estado de
profunda depresión nerviosa y circulatoria, sin pérdida de la conciencia, que se
produce después de intensas conmociones, principalmente traumatismos graves
y operaciones quirúrgicas”.
Sustitución del tecnicismo extranjero por una palabra ya existente en nuestro
idioma -y cuya polisemia se ve, así, ampliada-. Y así, por ejemplo, el término
inglés clip -incorporado plenamente al DRAE, que lo registra con dos
acepciones: “utensilio hecho con un trozo de alambre, u otro material, doblado
sobre sí mismo, que sirve para sujetar papeles” y “sistema de pinza para fijar
mediante presión broches, horquillas, etc.”- tiene un equivalente en castellano:
el compuesto sujetapapeles -“pinza para sujetar papeles” e “instrumento de otra
forma destinado al mismo objeto”-; y la voz castellana remolque, en la acepción
“vehículo remolcado por otro” (es decir, que lo lleva por tierra), es el
equivalente del término inglés trailer, que el DRAE ha incorporado -escrito
tráiler- para referirse con él al “remolque de un camión” (acepción 1 en la
edición del 2001). Y, más recientemente, el vocablo octeto ha visto ampliada su
polisemia para recoger la acepción -correspondiente a la jerga Informática“carácter o unidad de información compuesto de ocho bites”, y que corresponde
a la voz inglesa byte, incorporada al DRAE en letra cursiva negrita. (La voz
inglesa bit, incorporada plenamente al DRAE, es acrónimo de binary digit,
dígito binario, y, en el ámbito de la Informática, significa “unidad de medida de
información equivalente a la elección entre dos posibilidades igualmente
probables”).
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Adaptación del tecnicismo extranjero, que se acomoda a las exigencias fonéticas
y gráficas de nuestra lengua. Y así, con las hispanizaciones amperio, culombio y
vatio se designan los tecnicismos que en la nomenclatura internacional
corresponden, respectivamente, a ampere (de André Marie Ampère, físico y
matemático francés; 1775-1836), coulomb (de Carlos A. Coulomb, físico
francés; 1736-1806) y watt (de J. Watt, ingeniero escocés; 1736-1819). La
hispanización no se ha producido, en cambio, en los vocablos maxwell (de J. C.
Maxwell, físico y matemático escocés; 1831-1879) y weber (de W. E. Weber,
físico alemán; 1804-1891).
Si los problemas de adaptación de los tecnicismos de una lengua a otra son a veces
grandes, en el caso de nuestra lengua existe una dificultad sobreañadida: la necesidad
de adaptar de manera uniforme los tecnicismos en todos los países de habla española,
a fin de conservar la unidad de la lengua. Y así, por ejemplo, el nombre castellano
queroseno -del griego 'kerós', cera, y -eno: “una de las fracciones del petróleo
natural, obtenida por refinación y destilación, que se destina al alumbrado y se usa
como combustible en los propulsores de chorro”- adopta la variante querosén en la
mayoría de los países hispanoamericanos -y también la variante querosene en
Argentina, Cuba, El Salvador, Honduras, Perú y Uruguay; y la variante querosín en
Nicaragua y Panamá-; y mientras que en España se designa con el nombre azafata
-de azafate; este del árabe hispánico *assafát, y este del árabe clásico safat,
canastillo- a la “empleada de compañías de aviación, viajes, etc., que atiende al
público en diversos servicios”, en América se emplea el vocablo aeromoza con el
significado de “azafata de aviación”. Y precisamente para garantizar la unificación de
la terminología científica que se va incorporando a nuesra lengua, en el Congreso de
Academias de la Lengua, celebrado en Bogotá en 1960, se acordó la creación de una
Comisión de Vocabulario Técnico, tanto en la Real Academia Española como en cada
una de las Academias hispanoamericanas. Y, desde entonces, dichas comisiones
trabajan asiduamente y al unísono en la adaptación de extranjerismos técnicos.
REPERTORIO DE ACTIVIDADES PRÁCTICAS
Actividad 1.
¿Qué estatus tienen -xenismos, peregrinismos, préstamos- y por qué las voces
francesas partenaire, soufflé y souvenir, que se emplean en castellano -con
pronunciación y escritura original francesa-, y están registradas en el DRAE?
Actividad 2.
¿Qué hispanización han sufrido las voces de procedencia francesa carnet, chalet,
cliché, complot y parquet? (Las voces carnet y cliché cuentan con dos variantes
formales en castellano). ¿Cómo forman estos nombres el plural en castellano?
Actividad 3.
Explicar el significado que los extranjerismos presentan en los contextos en que
figuran:
–
–
–
Lleva una chaqueta sport.
Vive en una urbanización de alto standing.
Realizó una tournée de inspección.
Actividad 4.
Reflexionar acerca de si las siguientes voces inglesas, comparadas con sus posibles
equivalencias en castellano, son -o no- peregrinismos irreemplazables.
–
–
–
lobby/grupo de presión.
lock-out/cierre patronal.
sponsor/patrocinador (en los ámbitos empresarial o deportivo) y mecenas (en el
ámbito cultural).
Actividad 5.
En relación con los extranjerismos que figuran en el párrafo transcrito a
continuación -y extraído del texto de Julio Llamazares antes citado, “Modernos y
elegantes”-, responder a las siguientes preguntas:
¿Están registrados en el DRAE? Y los que efectivamente los están, ¿cómo
figuran registrados y por qué?
– ¿Cómo se pronuncian en castellano?
– En el caso de que fuera preferible -e incluso necesario- reemplazar alguno de
dichos extranjerismos por otros vocablos -coincidentes o no con los que propone
Llamazares- más genuinamente castellanos, ¿cuáles serían las correspondientes
voces castellanas?
–
En el deporte del basket -que antes era el baloncesto-, los clubs ya no se
eliminan, sino que juegan play-offs, que son más emocionantes, y a los
patrocinadores se les llama sponsors, que para eso son los que pagan. El
mercado ahora es el marketing; el autoservicio, el self-service; el
escalafón, el ranking; el solomillo, el steak (incluso aunque no sea tártaro);
la gente guapa, la beautiful, y el representante, el manager. Y desde hace
algún tiempo, también, los importantes son vips; los auriculares, walk-man;
los puestos de venta, stands; los ejecutivos, yuppies; las niñeras, babysitters, y los derechos de autor, royalties. Hasta los pobres ya no son
pobres. Ahora los llamamos homeless, como en América, lo que indica
hasta qué punto hemos evolucionado.
Para ser ricos del todo y quitarnos el complejo de país tercermundista que
tuvimos algún tiempo y que tanto nos avergonzaba, solo nos queda ya decir
siesta -la única palabra que el español ha exportado al mundo, lo que dice
mucho en favor nuestro- con acento americano.
Actividad 6.
Del artículo publicado por Fernando Lázaro Carreter en el diario ABC de fecha 20
de junio de 1987 -en la sección El dardo en la palabra-, y titulado “Soft y hardware”,
extraemos estos dos significativos párrafos, para que sean objeto de valoración
crítica, desde la perspectiva de la época en que están escritos.
Nuestra Real Academia de Ciencias optó, en su diccionario de
tecnicismos, por soporte físico [para hardware] y soporte lógico [para
software] que parecen excelentes soluciones. Pero el uso más extendido
parece irse decantando por designar imprecisamente por ordenador al
conjunto de los aparatos, esto es, el hardware. La Española, en una de sus
últimas sesiones, al igual que otras Academias hermanas, entre ellas la de
Colombia, ha acordado llamar a este componente material del ordenador
con el término genérico de equipo, puesto que consta de varios aparatos y
dispositivos; y con el de programa(s), de empleo hoy común, el software.
Son vocablos, obviamente, de gran polisemia, pero esa dificultad no ha
impedido a los franceses aplicar el término matériel a lo mismo que
nosotros podemos denominar equipo.
Quizá la propuesta académica sea objetable, pero una precisión absoluta
resulta imposible. Y dado el carácter convencional que poseen las palabras,
vale más un mal acuerdo que el desorden o la diversificación. Estamos aún
a tiempo de conseguir, en este punto, una solución aceptable en todo el
ámbito del idioma, a poco que ayude la publicidad de los ordenadores, y si
los informáticos hispanohablantes cooperan. Hay tecnicismos de tan
estricta especialización que apenas sí vale la pena hispanizarlos; al
contrario: su mantenimiento ayuda a una mejor expresión y comprensión
entre los científicos de diversas lenguas. Pero otros, como estos, alcanzan
tal grado de difusión -sobre todo cuando nos cableen- que parece necesario
incardinarlos en el idioma con una faz familiar. ¿Veremos triunfar, en todo
el ámbito hispanohablante, equipo, junto a programa, programación,
programar, programador, empresa programadora, ya en uso? Sería un
pequeño, pero significativo, triunfo en defensa de la unidad idiomática que
tanto nos importa.
NOTAS.
[1] No por conocida deja de ser curiosa la anécdota de cómo se inventó el cruasán:
“Hacia 1683 -recuerda Eduardo Mendoza-, durante el asedio de Viena por los turcos,
alguien inventó el cruasán, un bollo en forma de media luna, que los sitiados se
comían haciendo cuchufleta del símbolo sagrado de los sitiadores, y que hoy,
desprovisto de toda significación sacrílega, alegra el desayuno de moros y cristianos”.
(Cf: “Velo”. Diario El País, de 23 de febrero del 2004).
[2] Estos son los anglicismos recogidos en el texto de Julio Llamazares que hemos
reproducido:
pin. (Del inglés pin). Insignia o adorno pequeño que se lleva prendido en la
ropa.
gay. Hombre homosexual.
casting. (Voz inglesa). Selección de actores o de modelos publicitarios para una
determinada actuación.
cómic. (Del inglés comic). Serie o secuencia de viñetas con desarrollo narrativo.
Libro o revista que contiene estas viñetas.
party. (Del inglés party). Reunión festiva de un grupo considerable de personas
invitadas a la misma.
póster. (Del inglés poster). Cartel que se fija en la pared sin finalidad
publicitaria o habiendo perdido ese carácter.
business. (Del inglés business). Negocio.
panty. (Voz inglesa). Prenda femenina, a modo de leotardo de tejido fino y muy
elástico. (Úsase más en plural con el mismo significado que en singular).
catering. (Voz inglesa). Servicio de suministro de comidas y bebidas a aviones,
trenes, colegios, etc.
aeróbic o aerobic. (Del inglés aerobics). Técnica gimnástica acompañada de
música y basada en el control del ritmo respiratorio.
bacón. (Del inglés bacon, y este del latín medieval baco, o bacco). Panceta
ahumada.
hall. (Voz inglesa). Vestíbulo, recibidor.
handicap. (Voz inglesa). Circunstancia desfavorable, desventaja.
Todas las anteriores palabras, a excepción de party y de business, figuran en la
vigésima segunda edición del DRAE. Tienen la "condición de préstamo" las
siguientes: pin, gay, cómic, póster, aeróbic y bacón; y no pasan de "peregrinismos"
estas otras: lunch, casting, panty, catering, hall y handicap.
Bibliografía.
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Fernando Lázaro Carreter: “Los medios de comunicación y la Lengua española”.
Ponencia presentada en el Congreso de las Academias, celebrado en 1985 (y
publicada en su integridad por el diario ABC, en dos partes, y con fechas 10 y 15
de octubre de 1985). Los criterios del ilustre académico -ya fallecido- tuvieron
una gran relevancia, porque anticipaban algunos de los caminos seguidos por la
RAE en estos años para afrontar la incorporación a nuestra lengua de
extranjerismos, así como sus correspondientes hispanizaciones.
Javier Medina López: El anglicismo en el español actual. Madrid, Arco/Libros,
1996. Colección Cuadernos de Lengua Española. (La obra contiene una
abundante bibliografía).
Emilio Lorenzo: “El anglicismo en la España de hoy”, en El español de hoy,
lengua en ebullición. Madrid, editorial Gredos, 1997, 4.ª edición. Biblioteca
Románica Hispánica. II. Estudios y ensayos, 89. (Aunque el trabajo del
académico es antiguo, siguen teniendo interés las diversas soluciones que los
hablantes daban a las dificultades fónicas que plantean muchos extranjerismos).
Más actual es la obra Anglicismos hispánicos (Madrid, editorial Gredos, 1996.
Biblioteca Románica Hispánica. II. Estudios y ensayos, 396).
Jesus Castañón Rodríguez: Base
[www.idiomaydeporte.com/base]
de
extranjerismos
del
deporte.