(Ed.), 2007, “La mondialisation, l`int
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(Ed.), 2007, “La mondialisation, l`int
Globalización y gobernabilidad Isabelle Milbert En impresión, en Cadène, Philippe, (Ed.), 2007, “La mondialisation, l’intégration des pays en développement”, DIEM Collection, Paris, SEDES Es normal asociar estrechamente a la globalización con la gobernabilidad, en el campo de la economía, la política y las relaciones internacionales (GEMDEV, 1999, Graz, 2004), pero es más complicado formalizar su relación en el ámbito de los estudios de desarrollo. El uso del término gobernabilidad es ambiguo, hasta tal punto que la mayor parte de los autores se encuentran con la obligación de ampliar su argumentación incluyendo una definición del concepto y describiendo su formación (Hufty 2007). La Comisión sobre la Gobernabilidad Global define la gobernabilidad como “la suma de las diferentes formas en las que los individuos y las instituciones, públicas y privadas, gestionan sus asuntos comunes. Se trata de un proceso continuo de cooperación y acomodamiento entre intereses variados y conflictivos. Incluye a instituciones oficiales y a regímenes dotados de poderes ejecutivos al igual que acuerdos informales sobre los que las personas y las instituciones están de acuerdo o que consideran de su interés” (1995, 2-3). El Banco Mundial retoma una definición también amplia de la gobernabilidad: “la forma en que se ejerce el poder en la gestión de recursos económicos y sociales de un país” (1992). La globalización ha provocado tales cambios tecnológicos (NTIC), económicos (liberalización, consumo) y geográficos (deslocalización, integración) que éstos tienen una repercusión en el orden político nacional e internacional. La globalización permite la diseminación de modelos, métodos y de estrategias, y crea redes que ponen en contacto a actores del Norte y el Sur con intereses y objetivos muy diferentes. La globalización va acompañada de la desreglamentación, las privatizaciones y la liberalización de muchas esferas de competencias que, sin embargo, coexisten relativamente en la organización del espacio público. Las fronteras de lo público y lo privado se desdibujan. La creación de normas y su aplicación son cada vez más complejas y la dirección de las políticas públicas se transforma. En los PED, más que en los países más ricos, la globalización de flujos económicos y financieros fundamentales hace más difícil el control del equilibrio económico fundamental y de las políticas sociales en el marco estricto de las fronteras del Estado. Los Estados se 1 encuentran atrapados entre relaciones de dependencia que modifican las modalidades de elaboración y el contenido de sus políticas públicas. La evolución de los actores se traduce en la internacionalización de las empresas, en movimientos sociales, en la importancia creciente de organizaciones internacionales que intentan difundir y generalizar normas elaboradas a nivel transnacional. Las estructuras estatales, en este contexto, se han visto atacadas en el fondo, es decir, en sus capacidades y competencias, y en su financiación, por medio de ajustes estructurales1. Los usos tan variados del término “gobernabilidad” acentúan las ambigüedades: los autores y políticos hablan tanto de “gobernabilidad de la empresa” (Meisel, 2004 , 15), para nombrar las relaciones entre el consejo de administración, la dirección, la presidencia, los accionistas... como de “buena gobernabilidad”, para describir los principios de gestión pública, la participación, transparencia, eficacia, equidad y respeto de la ley (PNUD, 1996). En definitiva, “en el plano analítico, el concepto de investigación intenta proporcionar una tabla de interpretación nueva de la política y las relaciones entre lo político establecido y lo que no es político. Desde el punto de vista descriptivo, la noción intenta subrayar las transformaciones reales de las formas de gobierno. Normativamente, la teoría defiende que estas transformaciones son positivas y que se deben respaldar” (Merrien, 1998 : 63). Este último punto subraya el hecho de que el paso del “gobierno” a la “gobernabilidad”, en términos analíticos, muchas veces se ha interpretado como un ataque en toda regla a los medios ultra-liberales contra el monopolio del Estado sobre la acción de interés público. De hecho, durante los últimos años, el interés de los analistas y los que participan en los asuntos públicos ha pasado del gobierno a la gobernabilidad: de la formación y del ejercicio de reglas definidas por la autoridad para el interés público, a los procedimientos de participación y negociación que intentan ampliar el consenso en las elecciones e incluir en el proceso de toma de decisiones a los actores públicos y privados. La crisis del Estado Un análisis rápido nos hace pensar que el Estado pierde o delega una parte creciente de sus competencias a favor de diversos actores, ya sean actores 1 El ajuste estructural es una respuesta a la crisis financiera sobre todo al endeudamiento de los PED. Conduce a préstamos bajo condiciones cuyo objetivo principal es cerrar las finanzas públicas. Se traducen en un conjunto de reformas que intentan establecer los grandes equilibrios macro-económicos y financieros y poner a la economía en una senda sostenible de crecimiento. Sus efectos macro-económicos se tienen que distinguir de sus pesadas consecuencias sociales. “El ajuste comprende varios apartados que se deben diferenciar: los equilibrios financieros, las reformas que buscan aumentar la competitividad, la apertura exterior y los cambios de tipo institucional” (Hugon, Pagès, 1998, 2). 2 públicos locales, nacionales e internacionales, privados, o grupos de interés, (stakeholders groups) que funcionan en diferentes redes. ¿Se puede afirmar que después del debilitamiento del concepto de soberanía de tipo westfaliano2, el Estado ha quedado relegado definitivamente a funciones mínimas de regulación, como el orden, el marco reglamentario de la acción de los actores y la organización de los auxiliares de policía, de los foros de debate públicos? Hufty responde que “la forma de conducir las políticas públicas o de regular los bienes públicos a cambiado de forma muy rápida en los últimos veinte años. Muchos mecanismos de regulación de bienes públicos se desarrollan dentro de un Estado que, hasta hace poco, reclamaba el monopolio. Éstos coexisten y se superponen. En muchos campos, la racionalidad jerárquica del Estado da lugar a redes de actores autónomos e interdependientes, a acuerdos llamados asociaciones a nivel nacional o a regímenes a nivel internacional (Jessops 1998), de las cuales los Estados se han hecho dependientes. Este es el sentido que toma la “gobernabilidad moderna” en Kooiman (1993) o Rhoes (1996)” (2006). Ante el “vaciado” del Estado debido a las políticas neoliberales (apertura comercial, descentralización, nueva gestión pública, privatizaciones, etc.), algunos autores hasta han defendido la hipótesis de un derecho de la globalización que sería un derecho sin Estados (Michalet 2002). La globalización cuestiona la existencia del Estado, como orden político, y el aumento de los flujos internacionales tanto materiales como inmateriales. Ya se trate de migraciones, de comercio, de transportes, de flujos de capital o de comunicación, el Estado ya no es el actor principal y aparece “debilitado, incluso obsoleto” (Laroche, 2003, 14). Sin duda, los Estados más poderosos son capaces de ejercer una mayor influencia que los otros en estos procesos, mientras que en el caso de muchos países en desarrollo, el uso de las herramientas metodológicas de la gobernabilidad no hacen más que confirmar los contrastes entre las apariencias y la realidad del funcionamiento de las instituciones estatales (Badie, 1992, Bayart, 2004), y permite analizar por fin la forma de funcionamiento de todos los componentes del poder. El refuerzo de las compañías multinacionales y la presión del sector privado les permite amenazar directamente a las políticas públicas del Estado. “ De este modo, pasaríamos de una relación de poder centralizada y jerarquizada a una nebulosa de instituciones y redes que asumirían diversas funciones para alcanzar objetivos convergentes” (Sénarclens 2003 :73). 2 Según el Tratado de 1648 que formalizó el concepto moderno de Estado soberano. 3 Los investigadores que se encuentran obligados a combinar un análisis de tipo político, que favorece la existencia del Estado de Derecho, la responsabilidad del gobierno, la buena administración, la transparencia y la imputabilidad, y métodos que se acercan a la antropología. De hecho, estos elementos tienen en cuenta, a pesar de todo, la existencia de interacciones continuas, muchas veces escondidas, de juegos de acomodamiento entre actores y sobre todo la diversidad de actores implicados: los actores informales, especialmente numerosos en los países del Sur, actúan estrechamente con el sector organizado y modifican los circuitos de la toma de decisiones. Por ejemplo, el mantenimiento del comercio callejero o la obtención de un permiso de construcción en ciudades como Lima o Delhi sólo se pueden entender plenamente teniendo en cuenta procesos informales, a veces sorprendentes, entre el derecho y la costumbre. El debilitamiento del papel del Estado se traduce en muchas formas: el interés general no reside solamente en el gobierno y los funcionarios. La negociación y las responsabilidades se mezclan entre la parte supranacional y la parte infranacional: esto constituye la “gobernabilidad multi-niveles”. En consecuencia, la gobernabilidad permite analizar el papel del Estado tomando, por un lado, la proliferación de los actores (dimensión horizontal) y, por otro, la transformación de la norma jurídica y el reparto del poder entre diferentes niveles, del internacional al local. 3 La proliferación de los actores El marco analítico de la gobernabilidad permite tomar como argumento la multiplicación de los actores y las especificidades de sus estrategias y de sus alianzas: por un lado, el Estado, por supuesto, entendido en sus diferentes formas institucionales, llenas de contradicciones. Ni la dispersión de la autoridad del sector público, ni el aumento de formas de regulación del tipo del sector privado han disminuido el poder de la burocracia (Scholte 2000). Aunque los principios de la nueva gestión pública (new public management) hayan pretendido racionalizar las actividades de los agentes del Estado y las hayan criticado, al final las han vuelto a reproducir en todos los niveles y muy a menudo agravado. Le Galès (1995) ha demostrado claramente la proliferación 3 Este reparto se hace oficial a través de diferentes técnicas que abarcan desde la delegación de responsabilidades hasta la privatización. El objetivo de la delegación es confiar responsabilidades a organizaciones especializadas en un sector o ámbito de competencia particular. Por ejemplo: servicio técnico del Estado (vinculado a la desconcentración). La privatización es la transferencia de la responsabilidad pública del Estado en un campo de producción de servicios o bienes a organizaciones privadas, con una mayor o menor pérdida de control por parte del Estado - Hibou 1998: 152). 4 de actores, los cuales poseen una parte de legitimidad y de poder, financiero o simbólico. Por otro lado, la globalización ha fomentado el aumento de actividades de regulación a través de organismos no-oficiales. Diferentes “stakeholders 4” forman este paisaje, al que se refieren a veces como “sociedad civil”: ONGs, movimientos de ciudadanos, empresas multinacionales, actores del mercado mundial, capitales, medios de comunicación... Estos actores se reagrupan en redes: en diferentes niveles de responsabilidad política, los “mediadores” de las políticas públicas (es decir, utilizando la terminología de P. Muller (1984), los actores o grupos de actores que elaboran la política) constituirían oficialmente conjuntos relativamente institucionalizados en los que podríamos identificar fácilmente a los agentes y las competencias. Enseguida, los investigadores constatan que durante la fase de liberalización, a principios de los años 90, el “papel de los mediadores institucionales sigue siendo fundamental, pero su importancia se contrarresta con la de las redes informales y fluctuantes de actores públicos, profesionales y sociales” (Delorme, 2004). Los juicios favorables respecto a este nuevo equilibrio advierten que, según M.C. Smouts (1998 : 93), el nuevo equilibrio tendería a ocultar las relaciones de dominio entre los grupos sociales, mientras que los intereses mejor organizados prevalecerían. Susan Strange propone un examen minucioso del alcance de los límites de la autoridad no estatal (1996) y Graz insiste en “la confusión sobre los elementos a tener en cuenta para definir el poder de los actores no estatales a nivel mundial” (41) Sénarclens (2003 :75) nos previene de una “valoración implícita del orden establecido y la creencia ingenua de que estos diferentes actores no estatales y los movimientos sociales que los apoyan, podrían contribuir a una forma de regulación eficaz y consensuada que destronase la de los Estados”. Marco I Los actores no estatales Hoy en día, los desafíos de las políticas públicas recaen sobre una variedad de actores que reivindican su legitimidad para participar directamente en su elaboración. De este modo, las ONGs participan en la redacción de tratados internacionales (cf. Amnistía Internacional, en la Convención Internacional contra la Tortura). Científicos juzgan cómo los que toman las decisiones políticas deberían prepararse para enfrentarse a un problema (por ejemplo, el 4 El inglés ha impuesto el término stakeholders, las “partes interesadas” que deben participar en el proceso de regulación. Si, en teoría, podemos considerar a todos los individuos como partes interesadas, en la práctica sólo los stakeholders groups y los key stakeholders, los “actores clave” llegan a dialogar y a participar en la toma de decisiones. 5 cambio climático); grupos de presión influyen en negociaciones internacionales (como por ejemplo el Acuerdo de la OMC sobre la Propiedad Intelectual – Trade-Related Intellectual Property, TRIPS); movimientos de protesta bloquean la apertura y la realización de una conferencia internacional (OMC, Seattle, USA, 1999); redes terroristas ponen en peligro la doctrina de seguridad de grandes potencias ; un movimiento social ataca a una multinacional (Cochabamba, Bolivia…). Todos estos ejemplos son testigo de los rápidos cambios en el papel y las interacciones de los actores no estatales. La neblina institucional surgida de estas transformaciones es tal que obliga al investigador a analizar sistemáticamente, para cada actor, su nivel de legitimidad (nivel de aceptación social de las instancias representativas: forma de escrutinio, vínculos familiares, de clan, religiosos), sus funciones y competencias (atribuciones formales de las instancias) y sus capacidades y medios en el contexto de sus funciones (recursos potencialmente movilizadores, de tipo financiero, material, humano, cognitivo...). Del derecho a la regulación El Estado está fundado sobre el derecho para ejercer su autoridad, aunque a pesar de todo, éste se ve desbancado en varios niveles. Para comenzar, en los PED, se debe comprobar la importancia de la superposición de derechos de costumbre, coloniales y post-coloniales que no ayudan a fomentar el respeto de una norma gubernamental contemporánea, como lo demuestran Etienne Le Roy en el derecho de la propiedad en África Occidental o Baudouin Dupret en el sistema judicial del Medio Oriente (Dupret, 2000). El debilitamiento del Estado, a partir de ajustes estructurales, contribuyó al resurgimiento de los procesos normativos de costumbre y/o informales, más aún cuando la seguridad de los ciudadanos a través del “Estado de Derecho” se iba reduciendo, y el derecho nacional no se consideraba como un instrumento neutro aplicable de forma equitativa a todos. Además, el derecho ha sufrido los ataques directos de la liberalización, porque se le consideraba como un obstáculo para la libertad de la empresa. Los Estados tuvieron que aplicar la “desreglamentación”. Por ejemplo, en la India de hoy en día, algunas leyes urbanas, con o sin razón, se consideran como los principales obstáculos para el dinamismo económico. Al situar sus prácticas al mismo nivel que las de los actores privados, los Estados han permitido que se instalen amplios campos de “autorregulación” que acentúan la porosidad de los territorios. Por lo tanto, la pérdida de pertinencia e incluso de legitimidad del derecho de los Estados es evidente cuando se necesita 6 aplicar marcos regulativos en ámbitos como el comercio, las finanzas o las comunicaciones inmateriales. Con la aparición de numerosas cuestiones nuevas, y con la incapacidad de los Estados para tratarlas, aumenta el imperativo de la reglamentación multilateral, mientras que el sistema internacional no ha alcanzado todavía la madurez necesaria. Esto se traduce en el desarrollo del “derecho blando” (soft law) que los Estados saben distinguir perfectamente de las reglas obligatorias. La falta de instrumentos formales de delimitación contribuye a la denigración de esta actividad normativa, que se acentúa con la reafirmación de la impotencia, por ejemplo, en el ámbito del medio ambiente, del comercio de armas o del tráfico de seres humanos. El resultado de los estos puntos es un deslizamiento del derecho hacia la “regulación jurídica”. Jacques Chevallier (2001) expone claramente como este “concepto borroso y polisémico” refleja la profusión de reglas provenientes de múltiples actores, situados en diferentes marcos jurídicos, que tiende en última instancia a privar al derecho, por una parte, de su eficacia con grandes consecuencias en su función reguladora. El movimiento hacia “desterritorialización” una gobernabilidad internacional y una Queda claro que se necesitan nuevos instrumentos para hacer frente, más allá de las fronteras nacionales, a las numerosas cuestiones “globales”. Cuando tratan la “gobernabilidad internacional”, los investigadores hacen referencia a la regulación de las relaciones internacionales, a la creación y al funcionamiento de las instituciones internacionales y a las normas que se elaboran a esta escala, que son aplicables a todos (Sindzingre, 2001). Actualmente, nos encontramos ante una situación en la que los que toman las decisiones en diferentes niveles dependen los unos de los otros y tienen que coordinar sus estrategias y decisiones forzosamente, de acuerdo a procesos de “gobernabilidad multinivel”: “se construye una política multi-nivel cuando los actores de diferentes niveles dependen los unos de los otros para llevar a cabo sus tareas y se encuentran obligados a coordinar sus políticas” (Jessop 2004 :50) 5. La proliferación de los actores va acompañada de la aplicación de nuevos instrumentos (Le Galès, 1995, Gaudin, 1999), sobre todo agencias de regulación, políticas de agentes auxiliares, estructuras de asociación y foros de debate público. Por ejemplo, la Cities Alliance, promovida por el Banco Mundial y otras agencias de cooperación, insiste en la creación de estrategias, de técnicas de negociación y de puesta en marcha de proyectos considerados 5 Traducción original en francés del autor. 7 innovadores en el campo de la gestión local urbana y de la vivienda a precios asequibles. Los proyectos incluyen a investigadores e interesados, ciudades del Norte y del Sur y diferentes niveles de instituciones (nacionales, internacionales). Se hace hincapié en el método de acción para la creación de políticas públicas más que en la búsqueda de la importante financiación que se necesita para las infraestructuras urbanas. Estos procesos desembocan en una “desterritorialización” de las políticas, que se refuerza con la creación de normas internacionales y de “best practices” que muchas veces se imponen a los PED sin considerar el contexto y las sensibilidades locales. “La desterritorialización de las políticas públicas significa que el sentido político se refiere más a lo que se produce más allá de los espacios de referencia. Estas políticas constituyen segmentos de sistemas elaborados en los que la lógica se apoya en un “más allá” que es incapaz de una apropiación local y que descalifica las conductas tradicionales (...) La manifestación geográfica y temporal de un orden que rehuye la localización, de los servicios, las finanzas internacionales y de la tecnología punta, representa de una cierta manera la nueva faceta del poder: el poder de lo más lejano” (Rouban 1994 :76, cité par Badie, 1995). Marco 2 Las Naciones Unidas y el mundo de los negocios En los últimos años las Naciones Unidas se han embarcado en proyectos de colaboración con las empresas bajo la denominación ambigua de “asociaciones empresariales de UN” (Un-Business partnerships). Éstas abarcan iniciativas variadas que incluyen cooperaciones sectoriales, programas de salud de envergadura mundial o proyectos plurilaterales como el Pacto Mundial, el « Global Compact » iniciado por el Secretario General de la ONU Koffi Annan en el que participan unas cincuenta compañías multinacionales sobre nueve principios referentes a los derechos humanos, al derecho del trabajo y del medio ambiente. La ONU hace hincapié sobre el hecho de que se trata de una operación de asociación y no prevé controlar o sancionar a las empresas que se comprometan. Estas nuevas relaciones han sido muy criticadas. Algunos analistas ven en ellas un medio práctico para sensibilizar a la comunidad de los negocios y poder actuar frente al impacto negativo de las actividades empresariales transnacionales. Para otros, las empresas no tienen que demostrar nada con acciones concretas y las asociaciones constituyen para ellas una forma de influir en los procesos políticos y de mejorar su imagen y su agravio comparativo (Richter, 2003). 8 La globalización económica va de la mano con el fuerte aumento del multilateralismo en la gobernabilidad mundial. El papel del Estado parece disminuir en el sentido de que la mayor parte de los problemas sobre las agendas políticas de los PED transcienden sus fronteras. Mientras que, al contrario que los países europeos por ejemplo, el Estado del Sur nunca ha conseguido asumir su objetivo social y su papel de distribuidor único de bienes públicos, el Estado ahora debe asumir también el papel de regulador estratégico haciendo frente a un abanico de intereses, incluidos intereses que no son nacionales y que pueden entrar en contradicción con los intereses locales. Además, las instituciones internacionales todavía no han conseguido encontrar la legitimidad para proponer soluciones a los nuevos problemas. Mientras que las empresas privadas se benefician de la desregularización del Estado, el sistema internacional continua presentándose fragmentado e incompleto al mismo tiempo que es criticado: “las instituciones que tienen el mandato de regular el curso (de la política internacional) se ven incapaces de asumir plenamente esta misión porque no disponen de recursos suficientes. Las grandes potencias les imponen también estrategias de desarrollo incoherentes o nefastas” (Sénarclens 2003 :97). El hecho de que la mayor parte de los países del Sur sufren dificultades para llevar a buen puerto sus funciones de integración política y asegurar un desarrollo sostenible, hace que dependan aún más de las organizaciones universales, las Naciones Unidas, las instituciones de Bretton Woods y la OMC. Ahora bien, estas organizaciones “poseen una naturaleza compuesta; tienen programas sectoriales, muy a menudo imprecisos y llevan a cabo proyectos contradictorios. Disponen de medios muy desiguales para cumplir su mandato y tienen una autonomía muy débil para aplicarla a los Estados, sobre todo en lo que se refiere a las grandes potencias que poseen una influencia política decisiva en sus actividades normativas y sus programas operacionales” (Sénarclens, 2003 : 98). Parece que aún queda lejos la reforma y construcción de un edificio institucional internacional sólido, que sea capaz de combatir la debilidad de los recursos de la mayoría de las organizaciones internacionales, la incoherencia de las estrategias de lucha contra la pobreza y las contradicciones entre las políticas que gestionan las diferentes organizaciones. Marco 3 Las grandes conferencias internacionales El objetivo de las grandes conferencias internacionales es tratar los problemas globales que se consideran urgentes, tales como los problemas relativos a los derechos humanos, la demografía, el medio ambiente, la situación de la mujer, la urbanización... Estas conferencias son de hecho ejemplos de la multilateralización de los intercambios. Los Estados siguen siendo el centro de 9 atención del proceso, ya que son sus delegaciones las que elaboran y firman los protocolos, que más tarde, en el plano nacional, transforman en legislación y en políticas públicas. Generalmente, estas conferencias reúnen a más de 200 delegaciones estatales, y a miles de representantes de ONGs, el sector privado, grupos de presión, organismos de investigación, medios de comunicación; el valor simbólico de estas conferencias es enorme y constituyen un lugar privilegiado para la difusión de ideas. Las Naciones Unidas y las instituciones de Bretto-Woods han contribuido enormemente. Estas conferencias mundiales se construyen sobre la tradición diplomática inter-estatal, pero también tienen dimensiones innovadoras ya que se concentran en los desafíos para los que no existe una solución diplomática diseñada. Podríamos decir que aportan un rayo de sol a estas cuestiones, aparte de las idas y venidas típicas de las negociaciones internacionales, y por lo tanto participan en la concienciación de la existencia de un problema transnacional que se debe tratar conjuntamente con los Estados y los diferentes niveles de actores. El movimiento hacia una localización y una “re-territorialización” B. Badie (1995) ha subrayado el factor de tensión creado por la “desterritorialización” de las políticas y por la “re-territorialización “ que tiene lugar a través de las políticas de descentralización. Esto “implica una transferencia de la autoridad, de poderes discrecionales y de responsabilidad de las unidades territoriales, que poseen una personalidad jurídica propia, gobernadas por cuerpos elegidos, y que se encargan de asuntos locales con un alto nivel de autonomía financiera y administrativa” (Jacob, 1998:140). La descentralización, en los PED, ha respondido a dos exigencias: por una parte, la de los planes de ajuste estructural, ya que esto permite la disminución del peso de las administraciones centrales y la transferencia de los costes del desarrollo a nivel local; y por otra, la de la democratización y la creación de asociaciones locales. En el caso de las autoridades descentralizadas se trata de situarse cerca de los usuarios, responsables directos de las elecciones, responsables de las peticiones de los habitantes. Las municipalidades, a menudo de creación reciente en los PED, deben saber apreciar las necesidades de los habitantes, adaptar las formas de intervención, anticipar los riesgos, redefinir la acción nacional a nivel local y establecer un vínculo directo entre la percepción del impuesto local y servicios para que los votantes los puedan identificar claramente: reconocer las funciones que necesitan financiación a partir de un consenso ciudadano es una visión que las municipalidades europeas han tardado más de un siglo en construir y que está lejos de ocurrir en los países del Sur. 10 En los PED, estas políticas de descentralización se han promovido de forma estandarizada a través de organizaciones internacionales y sólo raramente se han instaurado por demanda popular. La India constituye un caso aparte, porque las políticas de descentralización se realizaron desde el Estado central junto a movimientos ciudadanos, mientras que las instancias federadas se mostraban reticentes a la reforma. El análisis de la descentralización reúne, de nuevo, a un abanico de actores: las estructuras administrativas y los servicio técnicos desconcentrados, las estructuras político-administrativas descentralizadas, las organizaciones del sector privado, las comunidades de adhesión y las comunidades de pertenencia, sin olvidar las estrechas relaciones con los niveles nacional e internacional (Milbert 2006). La descentralización no ha disminuido los desafíos del poder, solamente ha creado un escalón de decisión suplementario. Hoy en día, somos testigos de las luchas violentas en los PED entre diferentes actores que aspiran a controlar los puestos clave de la descentralización, que permiten el acceso a los recursos locales (por ejemplo, la madera en Camerún). La descentralización ha acentuado el contraste entre instituciones públicas sin medios (la debilidad de la financiación de las municipalidades del sur es notoria) y las poderosas empresas privadas, que alcanzan fácilmente sus objetivos, como es el caso de las multinacionales del turismo. En algunos casos, la descentralización se acompaña de movimientos de repliegue que reflejan la derrota y la exclusión de ciertas comunidades frente a la globalización: ocupación por etnias de los espacios públicos, separación en facciones, fragmentación del espacio urbano. Sin embargo, la descentralización también ha fomentado el desarrollo de la participación, gracias al acceso a la discusión pública. Así, más que anclada en un territorio determinado, participa indirectamente en el refuerzo de la ciudadanía y los movimientos sociales, los cuales tienen la capacidad de romper fronteras. El desarrollo de la ciudadanía y los movimientos sociales La ciudadanía se transforma profundamente, en unión con el proceso de globalización. Los “beneficiarios”, cuya una capacidad de agregación o reacción se encontraba dormida, despiertan a la ciudadanía: ya no son sólo un conjunto de personas que pertenecen a una sociedad según unos criterios formales (nacionalidad, origen, educación, trabajo...) y disponen de un conjunto de derechos iguales en el ámbito civil, político y social como describiría Marshall en 1950. Es más un sentimiento de pertenencia a la misma comunidad política, con los mismos objetivos de interés general (derecho de la mujer, solidaridad 11 religiosa, derechos humanos...), que les empuja a actuar en la municipalidad, en el Estado o a nivel internacional. Un buen ejemplo de esta lógica de solidaridad renovada sería el movimiento de apoyo a las mujeres condenadas a lapidación en Nigeria, que ha engendrado, por medio de Internet, una vasta campaña internacional de protesta contra el gobierno nigeriano. Con el mismo espíritu, asistimos a la multiplicación de movimientos sociales, esta forma de participación política que “contribuye de manera poderosa a la definición de los problemas que precisan la acción del Estado y representa espacios en los que se expresan y se cristalizan las identidades colectivas y las formas de vivir en la sociedad” (Neveu, 1996). Estos movimientos sociales se internacionalizan rápidamente. En general, el objetivo de este activismo transnacional es la adaptación y la aplicación de normas internacionales que promuevan el cambio social (Khagram et al, 2002, 4), para obligar a los Estados a que legislen a su favor (cf. el movimiento de los pueblos indígenas o el movimiento feminista). Estos movimientos sociales transnacionales contribuyen a la complicación de las esferas de la autoridad y el poder. Conclusión Aunque parece difícil decidir cuál es el nivel más adecuado para la acción política (Laroche, 18), es cierto que los Estados conservan el papel de encargado del interés general y siguen siendo el paso intermedio obligatorio para la construcción de las políticas públicas. Todos reconocen el imperativo de un Estado regulador y capaz de asegurar la realización de sus funciones básicas, a menudo amenazadas por los ajustes estructurales, como por ejemplo: el respeto del derecho y la justicia, el mantenimiento en función de los principales servicios públicos de abastecimiento de agua, de educación y de salud pública, que son los únicos que pueden reducir de algún modo las desigualdades sociales. Por una parte, los fracasos del mercado y las limitaciones de la globalización obligan, sin embargo, a los Estados a aplicar políticas públicas específicas y a intervenir y legislar en ámbitos en los que no lo habían hecho anteriormente. El marco de la gobernabilidad no podría reemplazar al análisis del gobierno y de sus procesos democráticos, solamente podría aportar elementos complementarios, por ejemplo una atención renovada a las asociaciones multinivel, la multiplicación de las responsabilidades, el peso de las organizaciones informales. También permite, en un contexto de globalización, discutir la existencia de una jerarquía institucional y política simbólica de la unicidad del gobierno y del poder del pueblo. El análisis de acontecimientos, de negociaciones y de políticas públicas parece que se enriquece con el concepto de 12 gobernabilidad. De hecho, tiene en cuenta el hecho de que existen diferentes formas de legitimidad (Horeth, 1998) y que las instancias que poseen el poder real no coinciden con las que son titulares de la soberanía. También integra la eliminación de las fronteras entre el sector público y el sector privado y las organizaciones sin ánimo lucrativo y toma en cuenta todos los elementos, desde la concepción hasta la aplicación, de las políticas públicas con metodologías multidisciplinarias. Bibliografía Badie, Bertrand, 1995, La fin des territoires. Essai sur le désordre international et l’utilité sociale du respect, Fayard, Paris Badie, Bertrand, 1992, l’Etat importé, Fayard, Paris Badie, Bertrand, Smouts, Marie-Claude, 1999, Le retournement du monde. Sociologie de la scène internationale, Presses de Sciences Po et Dalloz, Paris Banque Mondiale, 1997, Rapport sur le développement dans le monde, World Bank, Washington D.C. Barnett, Michael, Finnemore, Martha, 2004, Rules for the World. 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