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xisten dos tipos de plásticos biodegradables en el mercado, los que son hechos con polímeros de maíz y los que están hechos con un aditivo biodegradable que se le pone al plástico común. Ambos se anuncian como 100% biodegr adables. Pero… ¿son biodegr adables o fotodegradables? Al contestar esta pregunta, sabremos cómo se descomponen sus moléculas, y esto conllevará a saber el tiempo de descomposición y los posibles impactos en la salud y en el medio ambiente. ¿Qué significa que se degraden? Algunos dicen que se puede lograr su degradación en meses, otros son específicos (marcan cuatro meses para la descomposición total), y hay quienes anuncian que estos plásticos se empiezan a degradar y, al cabo de dos años, ya son partículas pequeñas que serán fácilmente reducidas por bacterias. ¿Se han hecho evaluaciones de impacto ambiental de estos productos? Hasta el momento, no he encontrado ningún reporte científico y oficial que hable del tema. En este sentido, se desconoce el ciclo de vida de dichos productos, es decir, de la cuna a la tumba; saber sobre sus insumos, gastos de recursos, desechos, impactos sociales, etc. Usando el principio precautorio que propuso la ONU, estos productos deberían ser analizados y certificados antes de salir al mercado. Suponiendo que les creemos que sí se descomponen en partículas pequeñas, todavía queda la duda de quiénes las descompondrán completamente hasta integrarse a otros ciclos biogeoquímicos. ¿Serán las bacterias las que hagan esa labor? Si son ellas, cuáles, ya que no todas pueden hacer ese trabajo, y no se encuentran en todas partes. Muchas de ellas, como sucede con las bacterias que comen petróleo, tienen que provenir de un laboratorio. Entonces, ¿tendremos que comprar nuestras bolsas de plástico u otro producto con una dotación de bacter ias?, ¿los ayuntamientos tendrán que comprar lotes de estas bacterias para sus tiraderos o rellenos sanitarios? Desde otro escenario probable, las bolsas se degradarán en partículas, y si compramos o acumulamos un kilo de bolsas de plástico, ahora será la misma cantidad, pero hecha polvo disperso por todos lados. Conociendo un poco de la idiosincrasia mexicana, el consumo de estos productos se empezará a dar de manera poco diferenciada, ya q u e c o m o a n a l f a b e t o s consumistas, sólo leeremos las letras grandes que dicen: “biodegradable”, “plástico orgánico”, u otra leyenda enverdecida o ecologizada reforzada con imágenes sugerentes a lo natur al. Tan fácilmente nos quedaremos con la conciencia limpia porque “estamos ayudando al medio ambiente”. Y me vuelve a surgir otra pregunta: ¿dónde están las autoridades oficiales responsables de este tema? Seguramente conoces ya algunas empresas que así están vendiendo sus productos, con el engaño verde. Tal es el caso de Gr upo Bimbo, que dice que “contribuye con la ecología” promoviendo la reforestación y envolviendo sus productos con bolsas hechas de plástico oxodegradable. ¿Te imaginas los millones de bolsas que ya han sacado?, ¿te imaginas los millones de bolsas que seguramente ya andan volando por toda la República, ya sea en tiraderos de basura o rellenos sanitarios? Esto conlleva a otra pregunta incómoda: ¿qué pasa con el impacto que puede provocar que se descompongan las bolsas en partículas y se desconozca el efecto que se provocará en el ciclo de la cadena alimenticia? Este tema es muy delicado, y será injusto que la sociedad tenga que pagar con impuestos y riesgos a la salud las negligencias de muchas empresas que sólo buscan ganar dinero a costa de lo que sea. A veces, actuando con permiso disimulado de las autoridades, y otras procediendo de manera libre, ya que no hay quien las regule. Seguramente ya escuchaste los pronunciamientos sobre la prohibición de las bolsas de plástico en México. Se inicia en el DF y, seguramente, en poco tiempo, estará en otros estados. Suena bien la idea, tiene color verde, es un buen discurso amigable con el ambiente. Los mexicanos nos internacionalizamos al pasar a formar parte de gobiernos ecológicos. Pero hay una serie de detalles que no han sido debidamente explicados: ¿tendremos que usar otro tipo de bolsas alternativas? Si es así, ¿dónde están las propuestas y qué tanto afectará al bolsillo del consumidor? Si vamos a usar las bolsas “biodegradables”, ¿quién nos garantiza su calidad y el bajo impacto ecológico? Se tiene la ley, pero, ¿cuándo estará vigente su reglamento? ¿dónde está la campaña de sensibilización para incorporar la nueva disposición gubernamental? Creo en la corresponsabilidad sociedad-gobierno como un modelo ideal de trabajo, pero los que gobiernan siguen priorizando la politización de los asuntos trascendentales en el país, algo así como en los años setenta cuando todo tenía el tamiz de la visión económica. Hay más aristas por donde atender este tema de los plásticos “biodegradables”. Espero que pronto podamos abrir un debate con el fin de encontrar soluciones viables y asertivas. Estamos a tiempo de ser precautorios de un asunto socio-ambiental delicado, donde el entendimiento de lo nanométrico de este tipo de plásticos, nos dará muchas más pistas para tomar decisiones sobre los efectos ambientales y los impactos en nuestra salud. na de las cuestiones más inquietantes en la política, es la de las privatizaciones, y en ese sentido, son dos los temas que levantan mayor polémica en el medio: el petróleo y la electricidad. El tema del petróleo ya lo he tratado anteriormente, es por ello que ahora le dedicaré algunos renglones a dos empresas paraestatales que son las propietarias directas de la energía eléctrica en nuestro país: la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Luz y Fuerza del Centro. Luz y Fuerza del Centro es, sin lugar a dudas, la más corrupta de las dos, y no creo que en el mundo exista una empresa paraestatal que sea más corrupta. Por poner un ejemplo, en el interior de la República, si usted necesita de algún servicio, éste se solicita vía telefónica llamando al 071, ahí le atienden; y si usted va a contratar, únicamente tiene que dar los números de medidores de sus vecinos, su dirección, y listo, en dos días una persona le verifica su instalación y, si ésta es aprobada al día siguiente, le conectan su medidor. Durante el trámite, nunca se tiene contacto con el personal de servicio, todo se realiza vía telefónica y en las sucursales, nunca con la gente de operación. En el centro del país, Luz y Fuerza hace las cosas a su manera. Uno tiene que ir a alguna de las oficinas a solicitar el trámite: primero se llena una hoja de servicio denominada SP, dos días después, una persona que llega en una vagoneta con un diablito dibujado es quien lo atiende. Haga lo que haga, y siga las normas que siga, nunca pasará la verificación del instalador, por el contrario, el instalador le hará una contrapropuesta del cableado de alimentación de la obra, y más aún, él mismo será el encargado de proporcionarle el “diablito” a su medidor. La tarifa, generalmente, se establece de acuerdo al cliente (según como vean el tamaño y los acabados de la obra). Por dignidad, muchos clientes se niegan a realizar el pago, pero ante la impotencia de ver cómo una y otra vez la energía eléctrica les es negada, terminan pagando la “cuota” que el instalador les sugiere. Es un negocio redondo, en donde no se pagan impuestos y se lucra con la energía que se produce a costa de los impuestos de muchos mexicanos. Un negocio puesto por y para los hijos y miembros del sindicato de Luz y Fuerza del Centro; una empresa muy lucrativa, sin riesgos de inversión, sin problemas sindicales y sin problemas legales ni laborales de ninguna índole. Por si no me cree, observe los edificios que ahora construye CFE en muchos lugares del país: bonitos, modernos, con cajeros abiertos las 24 horas del día y en los que ni siquiera se tiene contacto con la gente de la empresa. Luego, compárelos con los de Luz y Fuerza del Centro: viejos, apestosos, con sillas del siglo pasado, con gente amargada atendiéndole del otro lado del mostrador, y con filas de dos horas o más. Se trata de una empresa que se ha querido modernizar y de otra que no quiere renunciar a las viejas costumbres de un país perdido y hundido por la corrupción de sus sindicatos. a noticia de la reducción de recursos para el Sector Educación es algo que los propios medios de comunicación no han querido expresar, debido a lo indignante que resulta el hecho de que la educación sea presa de recorte presupuestal. Lo anterior refleja la poca conciencia social que se tiene en nuestro país, y son los políticos en primer lugar, encabezados por el Presidente Calderón, seguido por el Secretario de Hacienda -quien es el que suele dictaminar en qué se gasta y en qué se recorta-, el Secretario de Educación -que ni idea tiene de qué está haciendo ahíy el supuesto director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) y ex rector de la Universidad de Guanajuato (que se dice llegó a ese cargo por “nombramiento” del que fuera gobernador de su estado, Carlos Medina Plasencia), quienes deberían de saber que el presupuesto destinado a educación no es un gasto, sino una inversión. No sólo hemos de culpar al Gobierno Federal, ¿dónde están aquellos diputados federales que prometieron mayor gasto en educación y salud?, ¿dónde están para oponerse a este recorte? Entre tanta anomalía, sale a flote la pregunta: ¿por qué este recorte no lo anunciaron antes de las elecciones? Y luego los partidos políticos se preguntan por qué la sociedad votó en blanco o se mantuvo lejos de las casillas electorales. Se supone que los diputados y senadores están para defender los derechos de los mexicanos, sin distinción de partido. Ellos le deben lealtad al pueblo que los eligió. Ante tal recorte, hasta el momento sólo dos Universidades (UNAM y UMSNH) se han pronunciado en contra. ¿Dónde están las demás? Únicamente el 25% de los profesores aprobó el examen que aplicó la SEP para evaluar su capacidad como docentes. Esto es una muestra de lo mal que estamos: sólo uno de cuatro profesores están capacitados para dar clases. Puedo especular que, los que aprobaron el examen, son principalmente profesores que tienen poco tiempo de haber egresado de la Normal, que tienen los conocimientos frescos. Si esta hipótesis es cierta, los resultados hablan de una falta de cursos de actualización. Sin embargo, el Gobierno Federal, en lugar de otorgar más recursos, los está recortando. Existe una gran indignación por el recorte que hicieron al apoyo que CONACYT otorgaba a los estudiantes de posgrado. El año pasado, otorgaban seis salarios mínimos en doctorado; 4.5 en maestría y cuatro en especialidad. Ahora, CONACYT se sacó de la manga una clasificación nueva de posgrados. En algunos casos, la reducción equivale a un 40%, y queda de la siguiente manera: 4.2, 3.15 y 2.8 salarios mínimos, a los posgrados nombrados “en desarrollo”; y 3.6, 2.7 y 2.4 salarios mínimos mensuales a los llamados de “reciente creación”. Lo único que está haciendo CONACYT con su clasificación, además de discriminar, es desaparecer programas útiles y cerrar la posibilidad de que se abran nuevos programas. Si de por sí hay muy pocos estudiantes en ciencia y tecnología porque existe poca motivación por el reducido mercado laboral, con esta acción se está relegando a los jóvenes del mundo de la investigación. ¿Es justo que jóvenes que han cursado la licenciatura y se dedican de tiempo completo a la investigación subsistan con aproximadamente $4,000 mensuales? Si hay recorte presupuestal, hay que hacerlo de manera justa. Recuerdo que cuando el Señor Calderón llegó a la Presidencia, anunció un gobierno austero y proclamó un recorte salarial de un 10%.Todos pusieron el grito en el cielo; qué decir ahora, con un recorte de hasta 40% en materia de educación. Es verdad que estamos en una situación crítica y que se necesitan ajustes, aunque en el discurso, el Secretario de Hacienda aparece cada mes diciendo que hemos tocado fondo. No entiendo el porqué de sus acciones y sus pequeños ajustes y recortes de millones de pesos. Estoy de acuerdo con los profesores de la Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo (UMSNH) en su carta de inconformidad por el recorte a la educación, dirigida a las autoridades federales: plantean que existen tres rubros intocables, así existiera una situación extremadamente crítica: Salud, Educación y Vivienda. El gobierno le ha dado un duro golpe a la educación. ¿Qué sector sigue?, ¿Salud, Vivienda? ¿Seguiremos permitiendo estos atropellos? Estamos a tiempo de exigir a nuestros representantes que frenen estas disposiciones. Esperemos que la nueva Legislatura Federal cumpla, o por lo menos no ponga trabas al desarrollo. ¿Quiénes nos sacarán de esta crisis?, ¿los “intelectuales” que nos condujeron a esta situación, o los que han agravado la crisis por sus errores? Hacen falta ideas para salir adelante, para solucionar este catarro influenciado. ras dos intentos decorosos de resucitar la franquicia de Tomb Raider, la más reciente secuela, Underworld, consigue lo que parecía imposible: devolverle la vida a la heroína más sexy de los videojuegos. Cuando en 1996 salió a la venta el videojuego Tomb Raider para consolas Play Station, no cabía duda de que su imaginería era un pastiche indigesto emanado de las películas de Indiana Jones. Pero también que era un juego en tercera dimensión que revolucionaba a la industria en sus planteamientos, uniendo varios géneros en uno, y contenía algo sin precedentes en la entonces joven cultura del ocio electrónico: le daba el papel de protagonista a una mujer, la arqueóloga inglesa Lar a Croft. En el mismo performance de esos años de la gira de U2, Pop Mart, la banda hacía un homenaje-parodia de los iconos de la cultura pop. Entre Marilyn Monroe, George Nixon y las latas de sopa Campbell´s de Andy Warhol, resaltaba la figura de pixeles de Lara Croft, disparando con sus inseparables pistolas a Bono. Miss Croft era la representación de una nueva clase de mujer capaz de patearle el trasero a cualquier saqueador de tumbas rival, adueñándose de la imagen de macho man del mismo doctor Jones, de Rambo (tiene la tendencia a acabar con ejércitos enteros), y del Alan Quatermain de las Minas del Rey Salomón; pero sustituyendo el buen humor de Jones, el trauma de guerra de Johnny Rambo y la misantropía de Quatermain, por un sentimiento de competencia contra el otro sexo. Así se convir tió en un símbolo sexual para los gamers (que en su gran mayoría son hombres), más ocupados en observar su trasero en mini shorts y sus inmensos senos, que en sus tramas. Lara es una especie de dominatrix virtual, jamás mejor representada que en su atuendo de cuero negro. Resultó ser, al final, una suerte de femme fatale, al desaparecer misteriosamente en la conclusión de la cuarta secuela llamada The Last Revelation. Lara jamás se involucra sexualmente o amorosamente con alguien. En su enorme mansión sólo viven su mayordomo, y desde las secuelas de 2000, dos empleados que le ayudan con la “talacha” informática. A su estampa de marimacha se une una hábil insinuación de un pasado de lesbianismo que la hace todavía más sofisticada y, en ese sentido, ambigua y fascinante. Lo más disfrutable de los Tomb Raider, además de pasar la cámara sin decoro sobre la fisonomía poligonal de Miss Croft, y hacerle acercamientos ginecológicos, es esa ilusión que forjó el mito de Indiana Jones de estar recorriendo ruinas de civilizaciones desaparecidas, también perseguir artefactos con poderes mágicos, o la sensación de quedar atrapados en las ruinas con Lara… Es en verdad impagable. En 2008 el juego vuelve a sus raíces y entrega el que quizás es el mejor juego de la serie, el impresionante Tomb Raider Underworld. Siguiendo a Lara Para los expertos en videojuegos, el primer Tomb Raider (1996) en el que Lara busca el legendario artefacto llamado Sción, es el mejor de la saga. La sensación de soledad en unas ruinas, manipulando a la curvilínea Lara (ahora sabemos que eran pixeles cuadrados, pero en su época sí engañó a la pupila) era en verdad algo fuera de lo común, y ahondaba de gran forma en la extraña fascinación que dejan las películas del género de exploración arqueológica. En la segunda parte, Tomb Raider: Starring Lara Croft (1997), donde busca la Daga de Xian, Lara se convirtió en una sobada heroína de acción, fusionando los dos mundos: el de exploración y el de acción, en una gran secuela, que sin embargo mandaba el mensaje de agotamiento de la fórmula Raider. La siguiente secuela debía ser revolucionaria; o Lara colgaría las botas. No lo fue. Tomb Raider III Adventures of Lara Croft (1998) llevaba a Lara otra vez como trotamundos, buscando las cuatro partes de un m e t e o r i t o, s i n t r a e r n a d a sustancialmente nuevo. La cuarta parte, The Last Revelation (1999), constituyó la mejor secuela hasta ese momento por el nivel de integración de la trama y el ingenio con el que se construyeron los acertijos del juego. Lara dejaba su faceta de trotamundos para concentrarse en las ruinas egipcias, que al final le sirven de tumba. Un año después apareció Chronicles, que se basa en aventuras aisladas de la entonces difunta Lady Croft. Para entonces, la franquicia estaba tan muerta como su actriz principal. El plan de la compañía Eidos, dueña de los derechos del personaje, era llevar al cine las aventuras de Lara, cosa que logró con gran éxito gracias a Angelina Jolie, que protagonizó las dos películas: Lara Croft: Tomb Raider (2001), y The Cradle of Life (2003). El éxito de la primera adaptación cinematográfica llevó a los productores a planear el regreso de Lara a los videojuegos. Esta vuelta a la vida se dio en 2003 con The Angel of Darkness. Pero Lara seguía anquilosada en un juego que resultaba largo, tedioso y nada acorde con el universo creado por las anteriores secuelas. Un total fracaso en todos los sentidos; parecía que era mejor que Lara permaneciera muerta en las ruinas egipcias de la cuar ta par te. Lavado de cara En 2006, Eidos hizo otro intento por resucitar a la franquicia, esta vez encargando el desarrollo a la compañía Cr ystal Dinamics. El resultado fue Legend, un juego más corto, que hacía más light todo lo que en Raider era difícil y exigente. Sorprendentemente, el nuevo producto valía la pena, era más dinámico y tenía un aspecto seductor que imponía las bases para un futuro renacer. La serie de Tomb Raider cumplió una década en ese año y, para celebrarlo, los desarrolladores hicieron un remake del primer juego, llamado Anniversary, en donde con el motor gráfico y el nuevo rediseño de Legend, se recrearon los momentos que hicieron grande al primer juego, entregando una versión renovada y brillante del clásico Tomb Raider. Sólo faltaba que la serie no apelara a la nostalgia y continuara adelante. El auténtico regreso La más ambiciosa reactualización de Tomb Raider, es la secuela del Tomb Raider Legend, llamada Underworld. Buscando el martillo de Thor y a su madre desaparecida, Lara se adentra en el Mar Mediterráneo, la costa de Tailandia, las selvas del sur de México y el Mar Ártico. El nivel de lo conseguido con esta secuela es notable. Ahora los movimientos de Lara fueron capturados por una gimnasta, y su imagen es la de la suculenta modelo Alison Carroll. Lara se ensucia por el polvo (que es lo más cercano que obtendremos a la fantasía recurrente de ver a Lara luchando en lodo), y manipula el entorno para resolver los acertijos y trampas, los mejores vistos en un videojuego en la presente generación de consolas. Se vuelve a la mecánica de dejar solo al videojugador ante un acertijo dentro de otro acertijo, llevando a un buen grado de inmersión, ya que se le pide al usuario que piense y relacione las piezas del puzzle. Al final, Tomb Raider Underworld significa ocio electrónico del más destacado, y el muy esperado regreso de Lara, en la que es con seguridad la resurrección de la franquicia de la sexy arqueóloga inglesa, cuya resolución de sus aventuras ha terminado con el sueño y la salud mental de más de uno. Mes de la raza, ¿y quién lleva la raza tatuada literalmente en la piel, en su lenguaje, en su lema? “Nosotros no cruzamos la frontera, la frontera nos cruzó a nosotros”, es una frase que se escuchó en boca de aquellos mexicanos que de un día para otro se transformaban en ciudadanos de un país con otro idioma y de costumbres muy distintas a las suyas. En tiempos de los Tratados de Guadalupe, en 1848, cuando ondeó la bandera de las barras y las estrellas en el Palacio Nacional y perdimos más de la mitad del territorio, en el norte quedaban, prácticamente en el limbo, entre 80 mil y 100 mil mexicanos. José Manuel Valenzuela, del Colegio de la Frontera Norte de Tijuana, fundado en la década de los setenta, explica una compleja situación cultural en constante movimiento: los mexicanos que cruzan la frontera y los que nacieron del otro lado, de padres mexicanos, los mexicano-americanos conocidos como chicanos. “Únete a la raza” es un lema, señala Valenzuela, que viene de esa época, del siglo XIX. La palabra que nos ocupa en este Argüendero es de origen tan complicado y denso como el personaje a quien representa. El cholo es el hijo cultural del pachuco y nieto del chicano. Tres generaciones de mexicanos desarraigados que, o bien quieren seguir siendo mexicanos en un país extraño (Estados Unidos), o buscan, sin lograrlo, abandonar sus raíces, debatiéndose en esos sentimientos de ausencia y presencia. La palabra ha sido motivo de muchas discusiones. El etnocentrismo mexicano la circunscribe a su cultura: el cholo es el mexicano marginado de las ciudades fronterizas, de allá y acá. Según algunos, el vocablo proviene de esa mixtura de español e inglés, el spanglish: “show low” (chou lou). Es decir, muéstrate bajo, baja la cabeza, sé taimado. Ese mismo enfoque chicanista ofrece una variante, según la cual, el término se deriva del pachuco “andar de a chole”, estar en la soledad, en choledad, en el desamparo obligado o voluntario. Otra versión habla de que probablemente cholo sea deformación de Xólotl, primer rey de los indios chichimecas. Xólotl es voz nahua que significa, entre otras cosas, grotesco. En Perú, Colombia y otros países del Cono Sur, el cholo es en esencia un indígena medio civilizado. Pero la acepción más contundente la da Garcilazo de la Vega en su obra Historia General del Perú (1617), al señalar que cholo es una voz de las islas Barlovento y significa perro, vituperio aplicado a los hijos de los mulatos, la cual parece ser la etimología más acertada, pues en Argentina y Chile se le llama cholo al perro callejero de raza indefinida. Todas las implicaciones del término son despectivas y denigrantes. El silencio del cholo ha llegado al extremo de que habla más a través de señas, gesticulaciones, movimientos corporales, flashing, graffitis o “placas”. Una de las características más reconocibles de aquellos cholos del siglo XIX es la transformación del lenguaje como s u p e r v i ve n c i a cuando la frontera les pasó literalmente por encima. Nacía el spanglish por razones prácticas a un idioma que no comprendían, el cual les había sido impuesto de la noche a la mañana. “Te wacho al rato en la Marketa”, tiene un sentido práctico, de mera supervivencia, y no una conjetura deliberada a la lengua castellana, como algunos intelectuales han dicho, respingando la nar iz. Su manera de hablar es identidad, como tantas otras cosas. Recordemos que en los años cuarenta, los niños mexicanos eran rechazados en las escuelas gringas por considerar los retrasados mentales. Aún en los sesentas, podían verse letreros en los bares y sitios públicos que decían: “prohibida la entrada a negros, perros y mexicanos”. Pero los chicanos recuperaron una serie de m i t o s mexicanos para armar su identidad, también como símbolos de resistencia. El más impor tante es el de la Virgen de Guadalupe. Recuperaron el mito de Aztlán, que se convirtió en su marca de fuego: ¿qué no habían salido los mexicas de una tierra lejana en el norte para fundar la gran México Tenochtitlán? Ellos reencontraron el Aztlán, y su espír itu está presente en la vida de los latinos del otro lado, tanto como la Virgen de Guadalupe, Frida, Siqueiros,Villa, Zapata, la Mujer Dormida, flores, plumas… n junio del 2008 se divulgó una serie de imágenes sobre una tribu que se encuentra ubicada en la selva del Amazonas, en territorio brasileño, cerca de la frontera con Perú. ¿Cuál fue la noticia?, que esta tribu nunca había estado en contacto con el resto de la humanidad. El hallazgo fue posible gracias a una foto tomada desde el aire por una expedición de la Fundación Nacional del Indio de Brasil. En las imágenes, algo más de 15 indios, vestidos únicamente con taparrabos, miran al cielo, armados con lanzas, arcos y flechas. Incluso, en determinadas fotografías, se puede observar cómo algunos de los miembros de la comunidad aborigen apuntan con el arco hacia el avión de los expedicionarios. Es una de las 40 tribus aisladas que el gobierno brasileño ha mantenido lejos de la población, ya que si tuvieran cualquier tipo de contacto con el hombre actual, correrían el riesgo de contraer enfermedades mortales para ellos, como puede ser una simple gripe. Y aunque no volvamos a tener contacto, ya les hicimos un daño. Es fácil imaginar que, de ahora en adelante, en su tradición oral, en su arte y en sus miedos, aparecerá un ave enorme haciendo un ruido infernal. Somos un mal presagio. Ahora, recordemos lo que sucedió el Día de la Raza, nombre que reciben en la mayoría de los países hispanoamericanos las fiestas del 12 de octubre, en las que se recuerda el avistamiento de tierra por el marinero Rodrigo de Triana en 1492, luego de haber navegado más de dos meses bajo el mando de Cristóbal Colón. La fecha marca el nacimiento de una nueva identidad, producto del encuentro y fusión de los pueblos or iginar ios del continente amer icano y los colonizadores españoles. Se utiliza con frecuencia el término “mestizaje” para describir el proceso histórico de la mezcla de culturas. A par tir de la modernidad, este proceso comenzó a acelerarse, con el advenimiento de nuevas tecnologías, medios de transporte, una organización mundial más compleja e interrelacionada y un desprendimiento parcial de los prejuicios. ¿Qué significa para nosotros ser mestizos? Desde hace un tiempo, hay muchos detr actores de “celebrar” el Día de la Raza, arguyendo que se celebra el genocidio y aniquilación de nuestra “cultura pura”, que era la indígena. Sin embargo, aún solemos usar el término “mejorar la raza” cuando queremos dar a entender que alguien debería mezclarse con alguien más, “superior”, de otro país, o que está dentro del standard de lo que consideramos bello: generalmente, el modelo europeo. Aún después de 517 años de haber sido “descubiertos”, es más común escuchar a alguien orgulloso de ser descendiente directo de españoles o franceses, que de huicholes o mayas. Curiosamente, a veces son los extranjeros los que verdaderamente aprecian el valor de nuestra cultura, como lo hizo hace cuatro siglos un español llamado Gonzalo Guerrero. Este hombre, que buscaba fortuna como muchos españoles, viajó a las Américas, pero un naufragio le cambiaría la vida. El barco, que había partido de Darién el 15 de agosto de 1511, se hundió frente a la isla de Jamaica. Sólo una veintena de personas, 18 hombres y dos mujeres, consiguieron salvar sus vidas en un pequeño batel. Después de sobrevivir bebiendo sus propios orines y comiéndose a un compañero muerto, solamente ocho llegaron a la costa de Yucatán. Ahí, tuvieron un primer contacto con los cocomes, que se mostraron bastante agresivos. Ante los amenazadores gestos de los indios, el capitán Valdivia desenvainó su espada para defenderse e hirió a uno de ellos. Fue la señal que desató la violencia. Los cocomes sacrificaron a cuatro, entre ellos a Valdivia, y se los comieron. A los cuatro restantes los metieron en unas pequeñas jaulas, hechas con ramas y de forma cúbica, para engordarlos y degustarlos en otro próximo y macabro festín. Pero, afortunadamente, la certeza del cruel destino que les deparaban sus captores, les dio fuerzas para escapar. Llegaron con la tribu de los tutul xiúes, enemiga de los cocomes. El cacique Taxmar los entregó como esclavos a Teohom, su sacerdote, quien acabó con la vida de casi todos por extenuación. Sólo quedaron Gonzalo y Gerónimo, quienes fueron tratados como Como una de sus pertenencias más preciadas, Taxmar transfirió a Gonzalo con el sabio jefe Na Chan Can, quien, a su vez, se lo regaló a su jefe de guerreros, Balam. Entre ambos soldados surgió un buen entendimiento y mutuo respeto. Un día, al atravesar un río, Balam fue atacado por un caimán y Gonzalo Guerrero, en vez de aprovechar la oportunidad para escapar, luchó y mató a la bestia, salvando la vida de su amo, quien agradecido, le otorgó la libertad. esclavos , como años después serían tratados los indígenas, “seres inferiores y sin valor”. A Gerónimo, que era un fraile dócil y fiel a su cultura y religión, no le fue tan mal. Gonzalo recibió más golpes y, además, se sintió atraído por una indígena. Compadecido Taxmar de los duros trabajos que realizaban sus esclavos, y enterado de que los dos únicos sobrevivientes estaban a punto de morir, decidió reclamarlos. Gonzalo y Gerónimo participaron en algunos enfrentamientos con los enemigos de la tribu. Destacaban por su astucia y estrategia, ésta última prácticamente desconocida entre los indígenas. Así que Taxmar convirtió a Gerónimo y Gonzalo en sus consejeros de guerra. Gonzalo los introdujo en el arte del ataque y la defensa. Además, formó una rudimentaria y peculiar falange macedónica, suficiente para derrotar a los cocomes, con lo que alcanzó un gran prestigio. Como guerrero y hombre libre de su tribu, participó con gran éxito en varias expediciones guerreras y se dejó hacer las mutilaciones y tatuajes rituales que eran propios de su rango. Se casó con la princesa Zazil Há, también llamada Ix Chel Can, hija de Na Chan Can. Su aculturación e integración en el pueblo que lo había adoptado fue tan gr ande que , incluso, su primogénita, Ixmo, fue sacrificada en Chichén Itzá, para acabar con una plaga de langostas. En 1519, desembarcó una expedición al mando de Hernán Cortés en la Isla de Cozumel. Se enteró de que dos españoles vivían en esa ínsula y enviaron mensajeros para ofrecer rescatarlos. Gerónimo Aguilar aceptó; Gonzalo Guerrero prefirió permanecer junto a los mayas. Durante los años siguientes, los españoles se dieron cuenta de que Guerrero había entrenado a los mayas. Cuando en 1527, Francisco de Montejo cruzó el Atlántico con 380 soldados en cuatro navíos, se encontró con serias dificultades para conquistar Yucatán. Guerrero acabó combatiendo a los conquistadores y a su capitán Dávila. Instruyó a sus guerreros para que no temieran a los caballos ni a las armas de fuego; para que no dieran tregua ni se fiaran de los blancos. Quería salvar ese paraíso, hoy Parque Natural de Champotón. Gonzalo Guerrero murió en 1536, cuando se enfrentaba a las tropas del capitán Lorenzo de Godoy para ayudar, con 50 canoas, a Cicumba, cacique de Ticamaya (Honduras), en el valle inferior del Río Ulúa. Una flecha de ballesta se clavó justo en su ombligo y le atravesó hasta el costado. Luego, ironías de la vida, un disparo de arcabuz remató al que fuera arcabucero. Sus hombres le sacaron del campo de batalla y le escondieron detrás de unas palmeras. Todos sabían que había llegado su hora, así que ninguno intentó extraerle la flecha para no aumentar su sufrimiento o acelerar su fin. Sólo pidió a sus más allegados que cuidaran de sus hijos y, al resto de sus hombres (más de un millar) que siguieran combatiendo. Durante la noche, rescataron su cuerpo y, como homenaje postrero, lo lanzaron al río Ulúa, para que la corriente se lo llevara hasta el océano de donde vino. Gonzalo Guerrero fue durante siglos un personaje maldito, un traidor, un renegado, un apóstata. El hombre que combatió a sus compatriotas, que renegó de su patria, de su cultura, de su sangre y, lo que era en la época muchísimo peor, abjuró de su fe y negó a Cristo. ¿Seríamos nosotros capaces de aculturarnos con nuestros indígenas?, ¿somos capaces siquiera de mostrarles respeto? ¿O somos como los descubridores de América, a los que tanto criticamos por su barbarie, ávidos de robarles riquezas, tierras, de convertirlos a nuestras costumbres y, si se niegan, de relegarlos al olvido y la pobreza? ¿Somos raza? urante décadas, el rock ha sido factor de cambio social, una válvula de escape e, incluso, una contracultura. Se inspiró en el jazz y el blues y rápidamente se convirtió en uno de los géneros más populares de la época contemporánea. Desde la atrevida guitarra de Jimmy Hendrix, a las sugestivas canciones de los Rolling Stones; las letras depresivas y la psicodelia de Pink Floyd, pasando por el punk rock de The Ramones, el heavy metal de Black Sabbath y Metallica y el nihilismo de bandas como Nirvana y Pearl Jam, el rock ha sido un himno de protesta juvenil. O al menos eso era hasta hace algunos años. Hoy, el rock ha perdido mucho de su función social y se ha vuelto light, como casi todo. Durante los años sesenta, los jóvenes utilizaban el rock como un medio para expresar su inconformidad con la realidad social que les tocó vivir : el consumismo, la desigualdad y la guerra (realidad que sigue azotando a la humanidad en nuestros días). En 1968, el movimiento adoptó una dimensión mundial. En diferentes países, los jóvenes salieron a las calles para protestar contra la guerra y la injusticia de los gobiernos occidentales. Movimiento que, desafortunadamente, en México terminó con matanza. En los ochentas, la música rock hablaba de la Guerra Fría, del Muro de Berlín y de la crueldad del mundo.Y durante los primeros años de la década de los noventa, el grunge protestó contra el sistema gritando letras que reflejaban apatía y un inmenso desencanto con la vida. Hoy, el mainstream (o corriente principal) es el rock-pop, que se caracteriza por sus melodías suaves y p e g a d i z a s , c u ya s l e t r a s , gener almente , son igual de superficiales. En la actualidad, el rock parece estar hecho en una línea de ensamble. Pepe Garza, programador musical de un importante medio, nos da su impresión acerca de la música de esta década: “Durante los noventa salió la propuesta de rock alternativo, después de eso, se retomó el pop, que se convir tió en el nuevo mainstream. Hoy el rock transmite otras cosas que poco tienen que ver con la protesta social. Lo que estamos viendo en la música rock del siglo XXI es una gr an incertidumbre”. No obstante, cree que nos encontramos en una época de transición, de contrapropuesta. Termina una década musical y nos acercamos a los albores de otra, que probablemente estará llena de cambios, aunque todavía no puede decirse nada a ciencia cier ta. Durante los cincuentas, y hasta los ochentas y principios de los noventas, las opciones eran limitadas. La oferta musical se reducía a unos cuantos géneros y la gente no tenía mucho de donde escoger. No obstante, esto permitía el nacimiento de líderes y, por tanto, de movimientos sociales. Si la moda era el punk, una buena parte de los jóvenes escuchaba punk y la globalización se encargaba del resto. “Los géneros musicales van cambiando confor me a las necesidades sociales, y las necesidades sociales de hoy no son necesariamente de protesta”, menciona Pepe Garza. Ahora, la ofer ta musical es demasiado variada; y el mainstream, demasiado ecléctico. Las contraculturas son de plástico, y aquéllas que tienen un verdadero sustento ideológico tienden a desaparecer al poco tiempo de haber surgido, porque todo está controlado desde arriba, desde las grandes corporaciones. Garza cree que: “existe una apatía generalizada con respecto a los conflictos sociales. Siento que es una etapa de mucho escepticismo”. Afirma que el último movimiento importante, en el que el rock tuvo injerencia, fue cuando el presidente Bush decidió atacar Irak. Sin embargo, éste fue un fenómeno que se concentró en Estados Unidos con bandas como System of a down, Marylin Manson y Korn. Desde entonces, nada digno de ser mencionado. También piensa que la industria musical ha tenido mucho que ver en esta pérdida de la función social del rock: “Las disqueras han tenido una buena parte de culpa, porque sólo se han concentrado en vender música a como dé lugar”. Asimismo, dice que tal vez la industria tendrá que tocar fondo para que pueda surgir un movimiento musical capaz de provocar un verdadero cambio. No obstante, cree que el rock todavía tiene mucho que dar. Considera que el factor de protesta social es sólo una de sus posibles dimensiones. Para él, en la actualidad, la música urbana, conformada por géneros como el rap, el hip hop e incluso el reggaetón, es mucho más subversiva que el rock, pues habla de problemas políticos y sociales, y trata de generar conciencia. Sin embargo, para muchos, la esencia del rock sigue siendo la de protesta y contracultura. Una atmósfera de nostalgia se cierne desde hace tiempo, porque el rock dejó de ser un himno de inconformidad o proyecto político de cambio para conver tirse en un ar tículo más del anaquel. Y, desafortunadamente, su futuro se encuentra en las manos de empresarios que no aman la música, y en cuyos ojos sólo puede verse el dorado resplandor del dinero. ué es, pues, el arte, considerado fuera de esa concepción de la belleza que sólo sirve para embrollar inútilmente el problema? Las únicas definiciones del ar te que demuestran un esfuerzo para substraerse a esa concepción de la belleza son las siguientes: 1. Según Schiller, Darwin y Spencer, el arte es una actividad que tienen hasta los animales y que resulta del instinto sexual y del instinto de los juegos. 2. Para Verón, el arte es la manifestación externa de emociones internas, producida por medio de líneas, colores, movimientos, sonidos o palabras. 3. Según Sully, el arte es la producción de un objeto permanente o de una acción pasajera, propias para procurar a su productor un goce activo y hacer nacer una impresión agradable en cierto número de espectadores o de oyentes, dejando aparte toda consideración de utilidad práctica. Aunque superiores a las definiciones metafísicas que fundan el arte sobre la belleza, estas tres definiciones tampoco son exactas, afirmaba León Tolstoi*. La primera, aseguraba, es inexacta porque en vez de ocuparse de la actividad artística propiamente dicha, sólo trata de sus orígenes. La adición propuesta por el darwinista Grant Allen también es inexacta, porque la excitación ner viosa de la que habla se manifiesta en otras formas de actividad humana, además de la actividad artística. Esto es lo que ha producido el error de las nuevas teorías estéticas que elevan al linaje de arte la confección de hermosos vestidos, suaves perfumes o guisos deliciosos. La definición de Verón, según la cual el arte expresa las emociones, es inexacta porque un hombre puede expresar sus emociones por medio de líneas, sonidos, colores o palabras, sin que su expresión obre sobre otros, y, en tal caso, no sería nunca una expresión artística. Y la de Sully no es exacta porque se extiende desde los ejercicios acrobáticos. Hay, por el contrario, productos que pueden ser arte sin dar sensaciones agradables a su productor ni al público. Así ocurre con las escenas patéticas o dolorosas de un poema o de un drama. La inexactitud de todas estas afirmaciones, según Tolstoi, se debe a que todas, sin excepción, lo mismo que las metafísicas, cuidan sólo del placer que el arte puede producir, y no del papel que puede y debe desempeñar en la vida del hombre y la humanidad. Para dar la definición correcta de arte, es pues necesario ante todo, cesar de ver en él un manantial de placer, y considerarle como una de las condiciones de la vida humana. Si se considera así, se advierte que el arte es uno de los medios de comunicación entre los hombres. Toda obra de arte pone en relación al ser humano, a quien se dirige, con el que la produjo, y con todos los seres humanos que simultánea, anterior o posteriormente, reciben impresión de ella. Las palabras que transmiten el pensamiento de los hombres constituye un lazo de unión entre ellos, lo mismo le ocurre al arte. Lo que le distingue de la palabra es que ésta le sirve para transmitir a otros sus pensamientos, mientras que, por medio del arte, sólo le transmite sus sentimientos y emociones. La transmisión se opera del modo siguiente: Un hombre cualquiera es capaz de experimentar todos los sentimientos humanos, aunque no sea capaz de expresarlos todos. Pero basta con que otro hombre los exprese ante él, para que enseguida los experimente él mismo, aun cuando no los haya experimentado jamás. Para tomar el ejemplo más sencillo, si un hombre ríe, el hombre que le escucha reír se siente alegre; si un hombre llora, el que lo ve llorar, se entristece. Si un hombre se irrita o excita, otro hombre, el que lo ve, cae en un estado análogo. Por sus movimientos o por el sonido de su voz expresa un ser humano su valor, su resignación, su tristeza. Y estos sentimientos se transmiten a los que le ven o le oyen. Un hombre expresa su padecimiento por medio de suspiros y sonidos, y su dolor se transmite a los que lo escuchan. Lo propio ocurre con otros mil sentimientos. a Huasteca es una región cultural compartida por los estados de Hidalgo, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas y Veracruz. La región constituye un ecosistema bien definido, dentro del cual coexisten dos nichos ecológicos: el serrano y el de la planicie. La Huasteca, desde la época prehispánica, se caracteriza por ser una región multiétnica, en donde han convivido las culturas teenek o huasteca, nahua, hñahñu u otomí, tepehua, totonaca y xi´uy o pame. Posteriormente, con la llegada de los españoles, así como de esclavos negros traídos de África, se propició un mestizaje racial y cultural acelerado que contribuyó a delinear nuevas características. Para atender esta región, se creó el Programa de Desarrollo Cultural de la Huasteca, en 1994, impulsado de manera conjunta por los gobiernos estatales que comparten la región y por el Gobierno Federal, mediante sus instituciones culturales: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo, Secretaría de Cultura de Puebla, Instituto Queretano de la Cultura y las Artes, Secretaría de Cultura de San Luis Potosí, Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, Instituto Veracruzano de la Cultura, y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes a través de la Dirección General de Vinculación Cultural, y la Dirección General de Culturas Populares. A lo largo de 15 años de trabajo, el programa ha realizado gran cantidad de acciones: el Festival de la Huasteca, talleres de versificación y ejecución del son huasteco, siete encuentros de niños y jóvenes huapangueros, entre otras. Danzantes, médicos tradicionales, cronistas, narradores tradicionales, promotores culturales, músicos, versificadores, bailadores y mujeres, han hecho lo propio; se han organizado exposiciones, siete convocatorias de estímulos a la creación cultural, programas de radio, y un extenso programa editorial conformado por 15 libros, un folleto, una serie de postales, tres videos, 13 discos compactos y un CD ROM, trabajos que contribuyen al conocimiento del patrimonio cultural tangible e intangible de esta importante y rica región cultural. El XIV Festival de la Huasteca tuvo como sede principal al municipio de San Felipe Orizatlán. Se desarrollaron actividades paralelas en los municipios de Huejutla, Yahualica, Huazalingo, Huautla, Jaltocan y Atlapexco, en Hidalgo, del 6 al 9 de agosto de 2009. En esta gran fiesta se dieron cita 450 creadores que participaron en las más de 90 actividades de música y danza tradicional; concier tos, exposiciones fotográficas; muestra artesanal, gastronómica, de medicina tradicional y editorial; presentación de ediciones, talleres y homenajes. Asimismo, y como en cada edición del festival, se llevó a cabo un encuentro que en esta ocasión abrió un espacio para compar tir y reflexionar sobre el tema: Turismo, Cultura y Desarrollo, con el fin de propiciar el reconocimiento de los patrimonios locales y de que los desarrollos turísticos incorporen criterios de sustentabilidad que aseguren la valoración y continuidad de los procesos culturales y de sus por tadores. En este encuentro participaron representantes de las culturas indígenas de la región, funcionarios municipales de turismo y de cultura, promotores culturales, administradores de proyectos turísticos, investigadores, académicos y funcionarios estatales de turismo. ás que como un proyecto cultural, que por supuesto lo es, todo surgió como un sueño. Un sueño que muy pronto se convir tió en realidad. El objetivo era muy concreto: rescatar la vitalidad de la cultura regional de la Huasteca; vitalidad que poco a poco se perdía entre sus pobladores, sobre todo entre los más jóvenes. En este contexto se creó el Programa de Desarrollo Cultural de la Huasteca, que se dedica a impulsar proyectos orientados a fortalecer el reconocimiento, la valoración, la promoción y el desarrollo de la cultura de esta región del país, conformada por seis estados: Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas, Veracruz e Hidalgo. Este año, el festival contó con talleres infantiles, presentaciones de discos, libros, videos, exhibiciones de arte plástico, venta de artesanías, noches de fiesta de huapango, concier tos musicales y paseos culturales. Entre los tríos que participaron estuvieron Cas k bel Huasteco, Descendencia Huasteca, Los venaditos de la Sierra, Pasión Vallense, Magisterial, Los compares y Chalino. Por supuesto, también estuvo presente uno de los mejores tríos que tiene Hidalgo: Los gallitos, que hasta el momento cuenta con siete discos grabados, entre estilos rancheros, boleros y sobre todo sones y huapangos. En este XIV Festival también se mantuvo la presencia de las artesanías características de la Huasteca hidalguense: bordados de Jaltocan y Huejutla; alfarería de Chililico, municipio de Huejutla, y la cestería de Huazalinguillo, Huautla, lo mismo que platillos regionales y el servicio de terapias tradicionales con un médico de Xochiatipan. Un alto en el camino En esta casi década y media de festivales las cosas no han ido mal. A decir de la antropóloga Amparo Sevilla, directora general de Vinculación Regional del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), uno de los principales logros ha sido la recuperación musical: “El programa ha ayudado a revitalizar este aspecto. Y es que la producción cinematográfica que existe sobre la región, sobre todo en la cinta Los tres huastecos, es muy idílica, lo que propició una vertiente del huapango huasteco muy comercial. “A nosotros nos preocupa mucho recuperar una memoria cultural en donde la revitalización de los viejos sones huastecos sea una labor importante, además de que se tenga la conciencia de lo que es ser músico tradicional. “Los jóvenes tienen la tendencia de tratar de competir con los formatos que ofrecen otros géneros musicales, como los gruperos, así que el programa está trabajando con talleres para que se recupere la función social que tiene el músico en la comunidad. “Nos interesa todo el repertorio de sones y costumbres, en el que hay sones que se dan dentro de un ámbito ritual y que tienen mucho que ver con el trabajo agrícola y con un espíritu comunitario de mucho apego y diálogo con la tierra”. –¿Qué pasa con los más jóvenes? se le pregunta. –Una línea sustantiva del programa ha sido la formación de niños y jóvenes huapangueritos, que tengan conciencia social de la función identitaria que tiene el músico tradicional con sus comunidades. Los pueblos de Hidalgo se representan a sí mismos a través de su banda y eso es un poderosísimo signo identitario. Al respecto, la antropóloga Patricia Olalde, jefa del Depar tamento de Programas Regionales de la Huasteca, hace hincapié en las nuevas generaciones de músicos que se han formado en los talleres que se imparten permanentemente en los seis estados que conforman la Huasteca: “Ahora hay una continuidad generacional. De aquel primer festival donde no veíamos niños y jóvenes huapangueros, hasta los últimos encuentros en los que hay muchos jóvenes músicos. El festival es la actividad de mayor proyección del programa, pero hay otras que se hacen soterradamente. Permanentemente, por ejemplo, se están dando talleres de formación para niños y jóvenes en las comunidades en todos los estados de la Huasteca. Antes, la forma en que los niños aprendían era a través de la participación comunitaria o viendo a los viejos músicos. Cuando se rompe esta forma de aprendizaje se utiliza la estrategia de dar talleres, impartidos por los mismos músicos tradicionales de la región, quienes además los integrarán a las fiestas y celebraciones comunitarias, porque ahí está el otro paso: ¿para qué estamos formando niños y jóvenes? ¿Para el escenario?” Y agrega: “No es esa nuestra apuesta, sino más bien para su integración dentro de la comunidad, para que revaloren sus raíces y tengan un conocimiento de lo propio; sólo así podrán sentirse orgullosos de donde vienen”. –¿Qué tanto ha afectado la migración a la cultura Huasteca? –Claro que influyen los movimientos migratorios. Siempre ha habido, los pueblos siempre se han movido por una u otra circunstancia. Actualmente hay mucha migración, pero también estamos viendo un nuevo interés de los jóvenes por su cultura. Hace 14 años había una discontinuidad generacional que ahora ya no existe. na de las joyas gastronómicas de la región de la Huasteca es el zacahuil, también conocido como zacatamal. Se trata de un platillo que surgió con un sentido ritual, que se preparaba particularmente en el Día de Muertos, pero que en la actualidad se cocina también en bodas y presentaciones de niños, así como en las fiestas del santo patrono. “Su preparación se realizaba básicamente el Día de Muertos, de hecho la forma que adquiere cuando se mete al horno de barro es muy semejante a la de un muerto. Antes se acostumbraba que una vez que estaba cocido se colocara en un altar”, explica la doctora Yesenia Peña, autora del libro Olores y sabores de la cocina hñähñü del Valle del Mezquital, Hidalgo, que escribió con la colaboración de Lilia Hernández Albarrán. “No obstante –agrega– actualmente también se prepara en otras fiestas importantes, aunque no siempre, pues hay que recordar que su preparación es cara”. –¿Qué tanto ha cambiado la receta original?, preguntamos. –Ha intervenido mucho la inventiva de la gente. Algunos lo hacen de chivito, otros de nopal con escamoles, y unos más de pollo con puerco. Lo que no ha cambiado, comenta Peña, es que todos los ingredientes tienen necesariamente que provenir de la naturaleza; no deben ser procesados. El zacahuil, que puede llegar a medir dos metros de largo, se prepara con una masa de maíz martajada, mezclada con chile ancho, y relleno ya sea de carne de puerco o pollo. Posteriormente se envuelve con hoja de plátano y es cocido durante cuatro o seis horas, dependiendo del número de tamales. Según el investigador y especialista Armando Herrera, el zacahuil también se ofrecía para motivar la buena siembra. Era una especie de ofrenda que se brindaba especialmente a la tierra. “Así que este alimento guarda todo un contexto histórico, social y cultural de una población”, afirma. Por otro lado, Herrera destaca el carácter comunitario que hay alrededor de su preparación. Y es que su tamaño obliga a la participación de varias manos, lo que genera un núcleo social muy interesante alrededor de un alimento. De hecho, una par te de la preparación la hacen las mujeres (preparar la salsa y el relleno), pero otra es exclusivamente para los hombres: el amarre del tamal, así como la colocación de éste en el horno. “Además”, dice Herrera, “no sólo es un alimento que exige la ayuda de muchas personas para elaborarlo, sino también para degustarlo, ya que su tamaño invita a compartirlo con toda la familia o vecinos”. Elaboración artesanal Primero se debe preparar una masa con una consistencia muy especial. Es maíz ligeramente molido al que se le agrega sal, manteca y chile ancho molido. Tan pronto se bate, está lista para vaciarse sobre las enormes hojas de plátano (para cada zacahuil se requieren dos docenas y medias). No en cualquier lugar se puede enrollar esta mezcla, así que las familias que se dedican a la producción de este alimento construyen una especie de catre donde son colocadas las hojas para que la masa tome una forma cilíndrica luego de ser envuelta y apretada con lazos y alambres. Previo a la envoltura, la carne de puerco y pollo es colocada sobre la mezcla, que al final las cubrirá en su totalidad. Tan pronto son amarrados estos tamales se llevan al horno. Y listo. Sólo queda esperar unas horas para degustar de este exquisito platillo. an Felipe Orizatlán es un pequeño paraíso. Un pequeño y lejano paraíso: 308 kilómetros cuadrados abarcan su territorio –esto es cinco veces menos que el Distrito Federal– el cual es abruptamente dividido por la Sierra Madre Oriental, así como por cuencas, valles, acantilados, barrancas y cordilleras. Se ubica en la parte norte de Hidalgo y se requieren más de ocho horas de traslado si se viaja desde la Ciudad de México. Según datos oficiales, el municipio cuenta con poco más de 40 mil habitantes, de los cuales la mitad habla al menos una lengua indígena. El viaje llega a ser tortuoso: la segunda mitad son sólo curvas pronunciadas para bordear enormes cerros y formaciones rocosas. Pero al final la aventura vale la pena. San Felipe es pintoresco y la gente en extremo amable. Muy hospitalaria. Más ahora, que por primera vez reciben a tantos visitantes en una misma tanda. Todos –músicos, bailarines, fotógrafos y reporteros– asisten al XIV Festival de la Huasteca. Y eso es motivo de fiesta. Nunca antes habían celebrado nada fuera de las festividades propias del pueblo. Durante cuatro días, San Felipe se convertirá en un verdadero oasis. Serán cuatro días de ver rostros diferentes, de hablar con gente nueva... y cuatro días de bonanza económica. Y es que aquí las cosas no son fáciles. Apartados de todo, muchos eligen emigrar a otros lugares. Los adultos viajan a Estados Unidos, mientras que los más jóvenes prefieren ir a Monterrey. Cada verano, en vacaciones, oleadas de muchachitos salen de su pueblo en busca de una opor tunidad, la que sea. Un restaurante, una lavandería o un supermercado, todo es bueno. Y después de un par de meses, de nuevo a la escuela porque “hay que estudiar”. Lo dicho, aquí las cosas no son fáciles. Eso lo sabe muy bien Don Cristóbal, acaso el nevero más conocido de San Felipe. “Aquí la vida es dura, joven; estamos muy apar tados y pues todo tarda en llegar hasta acá”, dice apenas con un hilito de voz, que contrasta con ese rostro de facciones duras. “Uno hace lo que puede, pero no siempre resultan las cosas. A mí me gusta mucho lo que hago, trabajo todos los días, y ya ve, apenas sale para comer”. Don Porfirio tiene más de medio siglo haciendo nieves y, asegura, conoce todos los secretos para que la suya sea la mejor. Su especialidad: la de jobo. No dejan de sorprender los precios: $2.50 la chica; y $3.00 la grande, bien copeteada. Después de un largo peregrinar de más de dos décadas por Veracruz y Tamaulipas, ahora regresa como un hombre feliz, como un “pata de perro” incansable: “Viajé por donde quise. Viví en Veracruz, en Xalapa, y también en Ciudad Victoria, Nuevo Laredo y Tampico. Siempre vendiendo mis nieves, porque a mí nunca me gustó estar encerrado en una fábrica. Yo lo que disfruto es caminar por las calles y conocer gente, como ahorita. Ahora tengo 74 años y estoy contento porque regresé a casa”. Trabajadores y hospitalarios En San Felipe, la mayoría de la gente se dedica a la agricultura, el principal motor económico. Otros más a la venta, lo mismo de comida, que de ropa o artículos para el hogar. Pero sin duda lo más redituable es la venta de alcohol: el caballito doble de aguardiente cuesta 15 pesitos y la cer veza Barrilito ¡sólo diez! Así que por aquello del calorcito, la primera parada obligada es en “La princesa”, una de las cantinas más pintorescas de San Felipe. Don Luis, el propietario, cierra comúnmente a las 11 de la noche, pero ahora que son días de fiesta lo hace hasta que la gente siga consumiendo. La cosa es que aquí nadie tiene llenadera. Son las tres de la mañana y la cerveza corre a la par de los sones huastecos. Nunca antes había estado así de concurrida “La princesa”, ni don Luis tan sonriente, que ahora ríe de contento. El dinero corre que da gusto. Todos bailan y beben, algunos cantan, otros se besan... y unos más han visto al mismísimo Diablo. Cuando eso sucede, es momento de parar con el aguardiente. La verdad es que aquí todos son amables. Muchos nos preguntan sobre el Distrito Federal y sobre nuestro trabajo. Sienten curiosidad por las cámaras fotográficas, pero no miedo. De hecho, les encanta verse congelados en la pantallita de la Canon. Y me piden que les tome fotos. Yo los complazco. Todos aquí destacan la amabilidad de la gente, y así es, efectivamente. Por eso, ya medio alcoholizado, mientras zigzagueaba en la mañana por la plaza, me golpea doblemente la noticia principal del Diario de las huastecas; “¡Mató a su amigo en pleito de borrachos!”. A continuación leo: “Un campesino fue degollado por su mejor amigo, luego de que durante todo el día se fueran de parranda”. La nota relata que después de la borrachera, Emiliano se quedó dormido junto al cadáver de Arnulfo. Cuando su esposa, al ver el patio de la casa lleno de sangre, despertó a su marido para preguntarle qué había pasado, éste simplemente respondió: “Creo que maté a mi amigo”. De skatos, punks y emos ¿Qué hacen los más jóvenes en San Felipe? Pues lo que hace la mayoría de los chavos en cualquier otra parte. Van de fiesta, escuchan música para bailar (no precisamente son huasteco) y siguen modas. Hasta este remoto lugar ha llegado la melancolía de los emos y la aspirada anarquía de los punks, que sin embargo se quiebra cuando se persignan al pasar frente a la primera imagen religiosa. No toman Gatorade ni comen pizza, pero sí agüita de jobo y zacahuil. En cuatro días de festival todo ha ido muy bien. Los dos pequeños hoteles con los que cuenta el municipio siguen sin localidades, las cantinas totalmente llenas y los puestos de comida a reventar. Una gran fiesta de 96 horas en la que nadie ha dormido. Pero todo lo que empieza tiene necesariamente que terminar. Es domingo por la mañana y es momento de partir. En las calles quedan huellas de la alegría del día anterior. Ahora todo está más tranquilo, ha regresado el silencio a las calles de San Felipe. Veo por última vez el quiosco y la Presidencia Municipal. Tomo un par de fotografías. Luego echo una mirada a “La princesa”, pero a ella no le robo el alma, a ella prefiero grabármela en la memoria. Así lo hago.