factores protectores y factores de riesgo en los jóvenes en conflicto
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factores protectores y factores de riesgo en los jóvenes en conflicto
¨FACTORES PROTECTORES Y FACTORES DE RIESGO EN LOS JÓVENES EN CONFLICTO CON LA LEY PENAL: UNA APROXIMACIÓN DESDE LOS PROFESIONALES DE LA SeNAF” AUTORAS: Cura, Yamila Anabella, Gamacchio, Ana Lucía , Lanzi, Antonella RESUMEN: La presente investigación se realizó con el objetivo de describir los factores de riesgo y de protección del joven en conflicto con la ley penal, detectados y abordados por los profesionales de la SeNAF. Se utilizaron conceptos de la Psicología Criminológica, el Derecho Penal y el Enfoque del Riesgo Psicosocial. El presente estudio estuvo guiado por la perspectiva mixta, de tipo descriptivo y transversal. Los datos fueron recogidos mediante un cuestionario administrado a una muestra de 40 profesionales pertenecientes a SeNAF; y una entrevista semidirigida a 10 profesionales de la misma muestra. Dichos profesionales identificaron los factores de riesgo del joven trasgresor de la ley, propusieron el factor protector para cada uno de ellos y detallaron el abordaje realizado. Los resultados mostraron que las áreas de mayor incidencia elegidas fueron consumo de sustancias y contexto /ambiente social. A su vez los factores de riesgo identificados por los profesionales fueron: Presencia de Impulsividad y Baja tolerancia a la frustración; Consumo crónico de drogas y alcohol; Falta de supervisión y control de los hijos; Ausentismo y abandono escolar; Grupo de pares con conductas riesgosas y violentas; y Falta de oportunidades laborales. Palabras claves: Jóvenes en conflicto con la ley penal. Factor de riesgo. Factor protector. Profesionales de la SeNAF. Enfoque del riesgo psicosocial. INTRODUCCIÓN La delincuencia juvenil se convierte en uno de los fenómenos más complejos de las sociedades actuales afirma Peña Fernández (2011). La problemática de los jóvenes en conflicto con la ley penal ha cobrado gran notoriedad en los últimos años en Argentina. El delincuente juvenil es una construcción socio-cultural, definida y abordada desde las características socio-cultural-políticas de cada sociedad y cada país. Técnicamente, un delincuente juvenil es aquella persona que no posee la mayoría de edad penal y comete un hecho que está castigado por las leyes Munizaga Acuña (2009), plantea que han sido variadas las teorías que se han desarrollado a la largo de la historia de la criminología, con el fin de indagar, comprender y explicar el origen y las causas de la delincuencia, y son numerosos los estudios inclinados a mostrar los motivos de la delincuencia juvenil. Un sin número de investigaciones y teorías permiten concluir que no existe un único factor capaz de explicar lo que es la delincuencia juvenil, sino que está originada y mantenida por diversos factores de naturaleza multidimensional. 1 En los estudios de la conducta delictiva en adolescentes, ya desde los años noventa, distintos autores han formulado modelos psicosociales desde los cuales poder entender estos comportamientos mediante el análisis de los factores de riesgo y protección presentes en la familia, los iguales, la escuela y la comunidad. El enfoque de factores de riesgo brinda a la prevención del delito explicaciones comprensivas acerca de la delincuencia, debido a que estudia el fenómeno desde un punto de vista multicausal. La prevención del delito debe identificar todos aquellos factores de riesgo que se encuentran asociados con la delincuencia y aplicar acciones que sean efectivas en su reducción. Según Vázquez González (2003), existen diferentes tipos de factores que afectan a los adolescentes, y son clasificados por diferentes autores como factores de riesgo y factores protección; los factores de riesgo son todos ellos factores que pueden favorecer la aparición de una conducta delictiva en un momento determinado, y no todos los factores poseen la misma influencia, sino que esta va a depender del contexto socioeconómico-político y cultural en el cual el joven este inserto. Por su parte, los factores protectores se refieren a aquellas condiciones del ambiente o variables individuales (actitudes, valores, etc.) del sujeto que de una u otra forma impiden o los hacen más resistentes a presentar conductas socialmente no aceptadas (Bermúdez A., J. Sagarduy Y., J.L. s/f) En Argentina, a través de marcos legales específicos se pretende impartir intervenciones y acciones sobre los jóvenes en conflicto con la ley penal. En la actualidad la problemática de jóvenes en conflicto con la ley penal se rige por las disposiciones de la Ley Nacional N° 26.061 de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes, la provincia de Córdoba se adhiere a la misma mediante la Ley provincial Nº 9396, poniéndose en vigencia el Sistema de Promoción y Protección Integral de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes Ley provincial Nº 9.944 de Promoción y Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes de la Provincia de Córdoba, ha dejado para la administración judicial el control de la legalidad de las medidas adoptadas por otra autoridad local de aplicación, a la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (SeNAF) perteneciente al ámbito del Poder Ejecutivo provincial. La legislación nacional e internacional, reconoce que en los casos que se acuse o declare que un joven ha transgredido la ley penal, la última instancia para penarlo será 2 la privación de la libertad, y en caso de llevarse a cabo deberá ser por el periodo más breve indicado por la ley. A partir de las consideraciones anteriormente mencionadas se llevara a cabo la presente investigación con el objetivo de identificar qué factores de riesgo y protectores son observados y cómo son abordados por los profesionales de los equipos técnicos pertenecientes al SeNAF. Dichos profesionales desarrollan su labor dentro de las diferentes medidas contempladas para los jóvenes que han transgredido la ley; como ser: Centro Socioeducativo abierto Paulo Freire, Servicios en beneficio de la comunidad, Programa libertad asistida y Centro cerrado Complejo Esperanza FUNDAMENTACIÓN A lo largo de nuestra carrera hemos tenido diversas aproximaciones al campo de la psicología criminológica y jurídica, lo cual nos motivo a la realización de este proyecto de investigación. Los principales interrogantes surgieron a partir del conocimiento del fenómeno de la delincuencia juvenil como uno de los problemas criminológicos que crece cada día más, no solo en nuestro país, sino también en el mundo entero, poniendo en riesgo la seguridad pública de la sociedad. El contexto en donde muchos niños y adolescentes se encuentran insertos en la actualidad hacen que los mismos recurran a conductas que entran en conflicto con la ley, en especial con la ley penal. La violencia y la inseguridad social atribuida a los jóvenes aparecen como un problema central en nuestro tiempo. La conducta desviada en el sector juvenil surge como preocupación social prioritaria. La delincuencia juvenil es planteada, generalmente, como un peligro espontaneo para el cuerpo social del cual es preciso defenderse. Sin embargo, es importante tener en cuenta que las diferentes expresiones delictivas llevadas a cabo por los jóvenes, también son producto de una sociedad. (García Méndez, 1994) La delincuencia juvenil es una realidad preocupante por el incremento de su autoría en menores de edad, y por sus efectos sociales que acarrea. Varias disciplinas unifican sus esfuerzos para combatir los resultados del acto delictivo y prevenir su aparición. En este sentido, se destacan los estudios e 3 investigaciones dedicados a incrementar el conocimiento de los factores de riesgo que favorecen o desencadenan la aparición de conductas delictivas durante la adolescencia, etapa vital en la que la prevención resulta más efectiva, pudiéndose evitar que dichas conductas devengan en una delincuencia adulta. Así mismo, el conocimiento de los factores de protección seria otro elemento imprescindible a la hora de adoptar las estrategias de intervención precisas para modificar la conducta antisocial. Por lo tanto el hecho de conocer los factores de riesgo y de protección relacionados con la delincuencia, aporta grandes beneficios a la hora de tratar al joven, en el ámbito judicial, para decidir la medida apropiada. La problemática de la delincuencia juvenil, es parte de un desarrollo sociocultural que es necesario abordar desde diferentes miradas, se centra el interés en conocer cuáles son los factores de riesgo y protectores tenidos en cuenta y como son abordados desde los equipos técnicos que pretenden dar una respuesta a dicha problemática. Se tomo en cuenta a los profesionales que trabajan con jóvenes en conflicto con la ley penal, pertenecientes a la SeNAF, los cuales se encuentran en contacto permanente con jóvenes que han desarrollado conductas transgresoras de la ley penal. La Secretaria de Niñez Adolescencia y Familia, tiene como misión ejecutar una intervención institucional de protección integral, a través del diseño y ejecución de acciones de prevención y asistencia infanto-juvenil bajo la perspectiva de la inclusión social. (Senaf, 2012), por lo que fue elegida como institución central en esta investigación. 4 PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN ¿Cuáles son los factores de riesgo y de protección en jóvenes en conflicto con la ley penal, observados y abordados por los profesionales de la SeNAF? OBJETIVOS OBJETIVO GENERAL Describir los factores de riesgo y de protección que son detectados y abordados por los profesionales de la SeNAF OBJETIVOS ESPECIFICOS 1. Determinar los factores de riesgo que son identificados por los profesionales de la SeNAF. 2. Determinar los factores de protección que son identificados por los profesionales de la SeNAF. 3. Caracterizar el abordaje que realizan de los factores de riesgo, los diferentes profesionales de la SeNAF. 5 ANTECEDENTES Como se mencionó anteriormente, existen una gran diversidad de estudios e investigaciones que han abordado el fenómeno de la delincuencia juvenil, y son tanto internacionales, como nacionales y provinciales. Mediante la revisión bibliográfica, se detecto por ejemplo que de la Peña Fernández (2010), realizó un estudio titulado “Conducta Antisocial en Adolescentes: factores de riesgo y de protección”, en el cual se trabajó en seis centros de enseñanza pertenecientes al Municipio de Majadahonda, y encuesto a 1.629 participantes (786 hombres y 843 mujeres) de entre 14 y 17 años. Aplico un cuestionario que incluyó una primera parte presentada en forma de encuesta y creada exprofeso para la presente investigación y, una segunda parte, en la que se presentaban un total de cinco escalas de evaluación psicológica. Los resultados obtenidos, relacionados a los factores de protección y factores de riesgo, evidencian que el consumo de sustancias es un indicador asociado a la conducta antisocial, principalmente en varones. Y que esta conducta disminuye a medida que aumenta la edad, salvo en casos en que se presenta consumo de sustancias. De acuerdo a de la Peña Fernández (2010), los factores de riesgo que mayor valor predictivo han presentado para ambos sexos y en todos los rangos de edad de la muestra de adolescentes analizada son: a) dentro de las variables bioevolutivas: el ser varón y tener edades más avanzadas dentro de la adolescencia, b) dentro de las variables de recursos personales y valores ético-morales: la ausencia de práctica religiosa y actividades culturales o deportivas, c) dentro de las variables escolares: el absentismo escolar, la valoración negativa de la enseñanza escolar y un bajo rendimiento académico, d) dentro de las variables familiares: la ausencia de comunicación y la conflictividad familiar, e) dentro del grupo de iguales: el tener amigos violentos y el participar en actos agresivos por no quedar mal frente al grupo, 6 f) dentro de las variables personales: la desinhibición, la agresividad, la impulsividad y la búsqueda de excitación. Por otro lado, Sanabria y Uribe Rodríguez (2010), realizaron un estudio en Colombia sobre factores psicosociales de riesgo relacionado a conductas problemáticas. En este estudio, la muestra estuvo constituida por 179 adolescentes de 12 a 18 años, que se encontraban recluidos en dos instituciones para menores infractores, y se los dividió en dos grupos uno control y otro experimental. Para recabar los datos, los autores utilizaron información sociodemográficas y diferentes pruebas psicológicas: Escala de Tácticas de Conflicto de Straus, Inventario de Diagnóstico de Alcohol para Padres, Escala Ambiente del barrio, Escala de Ambiente escolar, Escala Creencias y actitudes, y Escala de Conducta escolar. Los autores manifestaron que los adolescentes recluidos presentan una mayor frecuencia de exposición a los factores de riesgo, asociados con la conducta antisocial y delictiva, en comparación con los adolescentes no infractores que asisten a una institución pública. Los dos grupos de adolescentes se encuentran expuestos al maltrato, el consumo y abuso de alcohol en proporciones similares, y constituyen los factores de riesgo que más se asocian a la generación del comportamiento antisocial y el comportamiento delictivo. Otro estudio, realizado por Romero y Luengo (2010), donde se investigan los factores psicosociales y delincuencia, realizado en España, estudio a 820 adolescentes a los que se les tomó dos veces el mismo instrumento con un lapso de tiempo de 12 meses, en las cuales se midieron diversas variables familiares, implicación con amigos delincuentes, y la delincuencia autoinformada. La investigación demostró que la delincuencia afecta a las características familiares y grupales, erosionando el apego a los padres, endureciendo las prácticas disciplinarias familiares y fomentando la asociación con amigos delincuentes. Estos bucles de influencia reciproca contribuyen, probablemente, a cronificar el estilo de vida antisocial. En general los resultados apuntan a mostrar como los factores de riesgos afectan el surgimiento de conductas antisociales o violentas. Esto muestra la importancia que pueden tener algunos factores de riesgo y factores protectores en el resultado de 7 tratamientos no carcelario para adolescentes en conflicto con la ley penal, a los fines de detectar, prevenir y/o disminuir su efecto. Siempre ha habido interés por los comportamientos de tipo inadaptado, y este interés va acompañado de un aumento de investigaciones y estudios que tratan de aportar claridad a la concepción de esta problemática, con la finalidad de encontrar aquellas variables que correlacionan con estos comportamientos actuando, bien como factores de riesgo o bien de protección. El fin último, en la mayoría de los casos, lo constituye el diseño de intervenciones que sean lo más eficaces y que se puedan aplicar a la mayor diversidad de contextos. 8 CAPITULO 1 DELINCUENCIA JUVENIL Delincuencia Juvenil: Definición La cuestión sobre el concepto de delincuencia juvenil, según indica Herrero Herrero (1997), nos obliga, ante todo, a esclarecer dos conceptos: delincuencia y juvenil. Delincuencia es un concepto que procede del latín delinqentia y que permite nombrar la acción de delinquir o la cualidad de delincuente. Delinquir es cometer un delito; es decir, violar la ley. El concepto de delincuencia por lo tanto, hace referencia al conjunto de los delitos o a las personas que quebrantan la ley. 9 Siguiendo con este autor, se define la delincuencia como: el fenómeno social constituido por el conjunto de las infracciones, contra las normas fundamentales de convivencia, producidas en un tiempo y lugar determinados. López Rey (1978) da un concepto conjunto de delincuencia y criminalidad, lo define como un fenómeno individual y socio-político, que afecta a toda la sociedad, cuya prevención, control y tratamiento requiere de la cooperación de la comunidad al mismo tiempo que un adecuado sistema penal. Debido al influjo de la escuela clásica del Derecho Penal y el positivismo psicobiológico, es frecuente considerar a la delincuencia como una realidad exclusivamente individual; sin embargo, en la actualidad la gran mayoría de los criminólogos sostienen que la delincuencia es un fenómeno estrechamente vinculado a cada tipo de sociedad y refleja las principales características de la misma, por lo que, si se quiere comprender el fenómeno de la delincuencia es necesario conocer la sociedad, con sus funciones y disfunciones. (Elizalde Varela, Hernández Ramírez, 2008). Juvenil, por su parte, es aquello perteneciente o relativo a la juventud. El termino señala la edad situada entre la infancia y la adultez, un período que va de los 15 a los 25 años de acuerdo a la ONU1. (Elizalde Varela, Hernández Ramírez, 2008). En el ámbito legal, se entiende por juvenil, aquello que es propio de la juventud y para definir este concepto hay que ceñirse a lo establecido por las leyes. Técnicamente, el delincuente juvenil es aquella persona que no posee la mayoría de edad penal y que comete un hecho que está castigado por las leyes (Céspedes, 2008). Definir la delincuencia juvenil resulta complicado y problemático debido a que en algunos países la delincuencia juvenil es una calificación que se obtiene de aplicar definiciones del Código Penal cuando esas infracciones son cometidas por menores de edad, en otros, la delincuencia juvenil incluye una gran variedad de actos en adición a los que se encuentran enumerados en sus leyes de fondo. (Elizalde Varela, Hernández Ramírez, 2008). 1 Organización de las Naciones Unidas. 10 Vázquez (2003), define la conducta delictiva, en este caso juvenil, como cualquier acto que pudiese poner en riesgo de adjudicación a los jóvenes que lo cometen, en el caso de que fuesen detectados. Una de las variantes más preocupantes del comportamiento delictivo, es aquel protagonizado por jóvenes y menores de edad (Bandura y Ribes, 1975 citado por Sánchez Teruel (2012), ya que puede acarrear consecuencias futuras negativas, tanto para ellos como para su entorno. Muchas formas de conducta pueden poner a los jóvenes ante el riesgo de la acción de la justicia. Sin embargo, los tipos de conducta que se consideran ilegales varían de un estado a otro, igual que el límite de edad para ser clasificado dentro de la categoría juvenil. Algunos autores como LeBlanc 2003 (citado por Dionne y Zambrano Constanzo, 2012). han propuesto adoptar una definición factual de la delincuencia: de este modo la delincuencia juvenil se da “cuando un niño o un adolescente comete infracciones contra las leyes criminales de un país”. El adolescente delincuente es aquel que ha cometido una o más infracciones contra las leyes criminales. El delincuente juvenil, por tanto, es una figura cultural, porque su definición y tratamiento legal, responde a distintos factores en distintas naciones, reflejando una, mezcla de conceptos psicológicos y legales. (Elizalde Varela, Hernández Ramírez, 2008). Los estudios que se han realizado sobre delincuencia juvenil y conducta antisocial (Garrido y Redondo, 1997, citado por Sánchez Teruel, 2012) plantean el carácter multicausal del fenómeno y señalan numerosos factores de riesgo que lo precipitan, tanto individuales, sociales, psicológicos y familiares. Visión desde el Derecho El derecho penal es una de las ramas del derecho, esto es, del sistema normativo de las relaciones sociales de carácter jurídico, o de lo que es lo mismo, de las relaciones externas de los individuos entre si o con el estado. El derecho penal regula la potestad estatal de castigar, determinando lo que es punible y sus consecuencias (Nuñez, 1999). 11 El delito, definido desde el Derecho Penal, es una conducta humana que se opone a lo que la ley manda o prohíbe bajo la amenaza de una pena. Siguiendo al autor, se puede definir como: un hecho (acción en sentido amplio) típico, antijurídico y punible. Para Marchiori (1995), el delito se entiende, como una conducta que se aparta de las normas jurídicas-culturales de una determinada sociedad. El delito es la conducta que realiza un individuo en un momento determinado de su vida y en circunstancias especiales para él. El delito representa por lo tanto un doble fracaso; desde el individuo es el fracaso de los mecanismos de defensa psíquicos que controlan los impulsos agresivos; desde el enfoque social es el fracaso del núcleo familiar y de las instituciones para evitar el delito (Marchiori, 1984). . Garrido, 1987 (citado por Peña Fernández, 2010), plantea que el delito, en particular el que cometen los adolescentes, constituye la denominada “delincuencia juvenil”, la cual designa comúnmente a aquellas personas que cometen un hecho prohibido por la leyes y que cuentan con una edad inferior a la que la ley de un país establece como de “responsabilidad penal”. Marco Legal Argentino En Argentina, La ley 22278 Régimen Penal de la Minoridad establece en su Art 1- no es punible el menor que no haya cumplido dieciséis años de edad. Tampoco lo es el que no haya cumplido dieciocho años, respecto de delitos de acción privada o reprimidos con pena privativa de la libertad que no exceda de dos años, con multa o con inhabilitación. Y en su Art. 2, plantea que es punible el menor de dieciséis a dieciocho años de edad que incurriere en delito que no fuera de los enunciados en el artículo 1. En Argentina, en el año 2005 se sanciona la Ley nacional 26.061 de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, que plantea una transformación integral en el modo en que el Estado debe abordar las políticas públicas de infancia. En Córdoba, en el año 2007, se sanciono la Ley 9396. La misma, en su Art. 1, expresa que “adhiérese la Provincia de Córdoba a los principios y disposiciones 12 previstas en la Ley Nacional Nº 26.061, de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes”. La ley 9944 “Promoción Y Protección Integral De Los Derechos De Las Niñas, Niños Y Adolescentes en la Provincia de Córdoba”, fue sancionada en el año 2011. En su Art. 6 plantea: “Es autoridad de aplicación de la presente Ley y del ´Sistema de Promoción y Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes de la Provincia de Córdoba´, la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia o el organismo que en el futuro la sustituya”. Reseña Histórica Siguiendo a Bonasso (citado por García Méndez, E. 2001) hasta mediados del siglo XIX existió un tratamiento jurídico-penal que no diferenciaba al menor del adulto, tanto a nivel normativo, como a nivel de la ejecución misma de las penas. En este contexto histórico, y como reacción a las condiciones de la vida en las cárceles en donde los menores eran alojados conjuntamente con los adultos, comienzan a surgir los mecanismos de control social formal de niños y adolescentes: los tribunales de menores. En 1899 se crea el primer Tribunal de Menores en la ciudad de Illinois, lo cual inicia un movimiento de reforma para evitar que los menores infractores fueran sometidos al mismo tratamiento jurídico que recibían los mayores. Las leyes implementadas por estos tribunales dan origen al Derecho Penal de Menores. Este proceso originado a fines del siglo XIX en los Estados Unidos se propagó a Europa rápidamente y luego, con ciertos matices, a América Latina. A partir de1899, los tribunales de menores fueron una realidad en un buen número de países. Aunado a esto y como importante referencia histórica, está el Primer Congreso Internacional de Tribunales de Menores. En dicho Congreso Internacional se destaca que el debate de la edad penal podría observarse también en esta forma: la Psicología ha demostrado la existencia de diferencias radicales entre los niños y los adultos, poniendo de relieve los rasgos característicos de la adolescencia. El niño no es más un adulto en 13 miniatura, ni en cuerpo, ni en espíritu, es un niño, posee una anatomía, una fisiología y una psicología particulares. Su universo no es más el del adulto (García López, 2004). Así, a finales del siglo pasado, dentro de la doctrina legal se comenzó de un modo generalizado, la necesidad de tener en cuenta las características específicas del joven (falta de madurez, responsabilidad y/o experiencia) para valorar su comportamiento antinormativo y a la hora de administrar las medidas correctoras oportunas (Empey,1978, citado por Peña Fernández, 2010). De acuerdo al autor, la figura del delincuente “juvenil”, que surge de la necesidad de establecer diferentes líneas de actuación judicial para adultos y jóvenes, fue ocupando así un lugar, no sólo dentro de la dinámica interna del funcionamiento de los sistemas de justicia, sino que fue adquiriendo relevancia dentro del análisis de los comportamientos inadaptados. En 1948 se realiza la Declaración de los Derechos Humanos por la ONU. En 1959, se adopta por unanimidad en la Asamblea General de las Naciones Unidas la Declaración de los Derechos del Niño. En el caso de los adolescentes infractores, las interacciones existentes tienen, entre muchísimos otros, los antecedentes de las Directrices de las Naciones Unidas para la prevención de la Delincuencia Juvenil (Directrices de Riad) (1990); la Declaración de los Derechos del Niño. (1959) La propia Convención sobre los Derechos del Niño (1989); las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad (1991) y las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de Menores (Reglas de Beijing, 1985). Los Paradigmas de la Infancia y su correlato en la Legislación Argentina Cuando se habla de paradigma se refiere a un modelo teórico y metodológico para explicar y actuar sobre una realidad; una construcción desde la cual nos posicionamos para intervenir. En relación a la infancia coexisten en la actualidad, dos paradigmas: El de la Situación Irregular y el de la Protección Integral. El paradigma de la Situación Irregular surge en las primeras décadas del siglo veinte, correspondiéndose en el ámbito legislativo con la sanción de la ley del Patronato 14 de Menores (ley 10.903), como también con la creación de los primeros Tribunales con competencia en Menores. La Ley 10.903 le otorga al Juez de Menores –caracterizado como padre y patrón- una competencia amplísima para intervenir en la vida de niños y adolescentes hasta 21 años, que quedaban bajo su órbita, no sólo cuando hubieren infringido leyes penales, sino también en el caso de que se considerase que éstos se encontraban en una “situación de riesgo moral o material”. Pudiendo disponer en forma amplia de los jóvenes, a través del instrumento de la tutela judicial, posibilitando incluso la institucionalización de los mismos por tiempo indeterminado. Este modelo considera al niño como un objeto de tutela, de intervención de profesionales, instituciones y políticas sociales mayoritariamente judiciales. Es en el año 1989, y con la ratificación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, que comienza a introducirse en nuestro país el segundo paradigma, es decir el de la Protección Integral, propiciado por organismos internacionales como las Naciones Unidas y UNICEF.- En 1994 dicha Convención como también las Reglas de Beijing o Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de Justicia de Menores, las Directrices de Riad de las Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil y las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad, fueron incorporadas a nuestra Constitución Nacional, adquiriendo a partir de ese momento jerarquía constitucional. Este paradigma viene a realizar un cambio muy profundo en relación al modelo anterior.- Se considera al niño, como un sujeto de derechos, que debe ser protegido en sus necesidades básicas, gozando del derecho a ser oído entre otros. El término “menor” se deja de lado, declamándose la igualdad de todos los niños. No se ve al niño ya desde la necesidad, sino desde sus derechos. Se trata de superar el circuito de institucionalización represivo-tutelar. Como sujeto de derecho, se le otorgan todas las garantías que un Estado democrático debe reconocer a un adulto más un plus por su especial condición de persona en desarrollo. Para Di Natale y Salvadores (2003) la privación de libertad, sólo será aceptada para los infractores a la ley penal, es decir como sanción por el hecho cometido, en casos muy excepcionales y después de que se hayan agotado numerosas medidas socio-educativas. En lo que respecta a la justicia penal juvenil, la doctrina de la protección integral significo un nuevo paradigma en el tratamiento de los derechos humanos del niño, 15 entiéndase por niño a toda persona menor de 18 años, tal y como promulga la Convención sobre los Derechos del Niño, ésta doctrina surgió para superar a su antecesora, la doctrina de la situación irregular, que había influido en todos los códigos de menores durante todo el siglo XX. Dentro del marco legal vigente en la Argentina, en lo que atañe a la administración de justicia en menores infractores, la Ley N° 22.278 regula el régimen penal de la minoridad, la cual se complementa con la Ley Nacional N° 26.061 de Protección Integral de los derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes. A partir de la sanción de la Ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes y la derogación de la Ley 10.903 del Patronato de Menores, en la Argentina se acelera una progresiva transformación en la concepción de la infancia. En el año 2005, el Congreso de la Nación sancionó en nuestro país la ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, poniendo fin a más de 90 años de "tutelaje"; a través del establecimiento de políticas públicas de protección y de prioridad protectiva, respecto de aquellos que se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad (Suarez, 2011). La Ley 26061, prevé en su Art. N° 3: “El interés superior del niño, el cual hace referencia a la máxima satisfacción, integral y simultanea de los derechos y garantías reconocidos en esta Ley,..”, donde los responsables de velar por los mismos son la familia, la sociedad y el Estado. Para Suarez (2011) la Ley 26061 involucra una nueva percepción de la niñez, un cambio en los paradigmas, en el pensamiento, obligando a todos los actores a replantearse prácticas, estrategias y acciones, tanto individuales como institucionales, para garantizar y/o restituir los derechos que son vulnerados en las niñas, niños y adolescentes. Por otro lado, introduciéndonos en el ámbito jurídico de la materia, cabe señalar que el artículo 37 inciso b) de la Convención sobre los Derechos del Niño establece que la medida de privación de libertad debe ser una medida de último recurso y lo más breve posible. (Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, 2010) Para García Ocanto (2010) la privación o reclusión en un centro de cumplimiento es una medida excepcional porque, de conformidad con numerosas investigaciones empíricas llevadas a cabo en la última década, el aislamiento de una 16 persona que está en proceso de formación, lejos de promover cambios positivos de conducta, contribuye a su desarraigo y a su desocialización. SeNAF La Secretaría Niñez, Adolescencia y Familia se creó dentro del Poder Ejecutivo de la Provincia de Córdoba para desarrollar políticas públicas que permitan dar cumplimiento a la Ley Nacional 26.061 de Protección Integral de los derechos de niñas, niños y adolescentes, a la que adhirió la provincia con la Ley 9396, en el año 2007. Su propósito es desarrollar y ejecutar políticas de promoción, recuperación y fortalecimiento de los lazos familiares, comunitarios y sociales, bajo el paradigma que concibe a niños y jóvenes como sujetos activos de derechos. Tiene como misión ejecutar una intervención institucional de protección integral, a través del diseño y ejecución de acciones de prevención y asistencia infanto-juvenil bajo la perspectiva de la inclusión social., como también instalar políticas públicas que garanticen el pleno cumplimiento de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes. (Senaf, 2012). La nueva normativa creo la Secretaria Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SeNAF), como órgano especializado en materia de derecho de la niñez y adolescencia del poder ejecutivo nacional, y por lo tanto rector de las políticas públicas de la materia. Poniendo la atención en su reinserción social y no en el castigo, se dispondrán diversas acciones tales como orientación, supervisión, libertad asistida, programas de enseñanza y formación profesional; todas medidas que prioricen posibilidades alternativas a la internación. La privación de la libertad es una medida de última instancia, que se lleva a cabo de conformidad con la ley, y durante el período más breve que proceda (Senaf, 2012). La Secretaria de Niñez, Adolescencia y Familia se compone por diferentes equipos técnicos pertenecientes a cada medida, dichos equipos técnicos están conformados por psicólogos, trabajadores sociales, operadores socio-educativos, entre otros. 17 CAPITULO II PREVENCIÓN Prevención vs Represión 18 Según Bonasso (citado por García Méndez, E. 2001) en materia de infancia – adolescencia, se debería dedicar más esfuerzos institucionales que promuevan la prevención en lugar de la represión. Para ello se requiere del diseño de programas de asistencia social, económica, educacional y laboral, que ayuden a prevenir. A menudo se piensa más en la represión y en la necesidad de someter a castigos a los potenciales infractores, que en medidas que prevengan esas situaciones. El tema de la prevención aparece claramente recomendado en las Directrices de Riad para la prevención de la delincuencia juvenil. El art. 1 responde, de manera precisa, a la necesidad de prevenir “La prevención de la delincuencia juvenil es parte esencial de la prevención del delito en la sociedad. Si los jóvenes se dedican a actividades lícitas y socialmente útiles, se orientan hacia la sociedad y enfocan la vida con criterio humanista, pueden adquirir actitudes no criminógenas”. El art. 5 plantea que “Deberá reconocerse la necesidad y la importancia de aplicar una política progresista de prevención de la delincuencia, así como de estudiar sistemáticamente y elaborar medidas pertinentes que eviten criminalizar y penalizar al niño por una conducta que no causa graves perjuicios a su desarrollo ni perjudica a los demás. El art. 10 “Deberá prestarse especial atención a las políticas de prevención que favorezcan la socialización e integración eficaces de todos los niños y jóvenes, en particular por conducto de la familia, la comunidad, los grupos de jóvenes que se encuentran en condiciones similares, la escuela, la formación profesional y el medio laboral, así como mediante la acción de organizaciones voluntarias. Se deberá respetar debidamente el desarrollo personal de los niños y jóvenes y aceptarlos, en pie de igualdad, como copartícipes en los procesos de socialización e integración”. Propuestas de organismos internacionales hacia el Sistema de Justicia tradicional. 19 Los principales instrumentos de naciones unidas proponen reducir al máximo la utilización de sistema de justicia tradicional. Se promueve la utilización de otras vías y medios para resolver los conflictos con la ley penal, antes de que intervenga un juez. (Bonasso , citado por García Méndez, 2001) Siguiendo a este autor se expresa la necesidad de reducir la intervención estatal, dándole mayor participación a otros grupos tales como la familia, la comunidad, la escuela, las asociaciones, etc. En las reglas de Beijing o Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la administración de Justicia de Menores, se expresa claramente la necesidad de reducir la intervención del sistema judicial tradicional (art 1.3, 11.1,11.2,11.3) Las Directrices de Riad proponen también, la necesidad de esfuerzos de toda la sociedad de forma de garantizar un desarrollo armonioso de los adolescentes. Se platea reducir el campo de acción del sistema judicial únicamente para los casos más relevantes. Los conflictos menores deben ser atendidos por la escuela, el hogar, la comunidad, lugar de trabajo, etc., brindando orientación al niño o al adolescente. (Bonasso citado por García Méndez, 2001) Por otro lado, se plantea la necesidad de minimizar y hasta eliminar el uso de la prisión preventiva y el encarcelamiento. Todos los textos de Naciones Unidas recomiendan el encarcelamiento como ultima medida, tratándose de menores de edad. El art. 13 de las reglas de Beijing, establece la utilización de la prisión preventiva como último recurso, durante el plazo más breve posible. Siempre que sea posible, se adoptarán medidas sustitutorias de la prisión preventiva, como la supervisión estricta, la custodia permanente, la asignación a una familia o el traslado a un hogar o a una institución educativa. Lo que indica el art 37, inc. b, de la Convención sobre los derechos del niño se ha vuelto un pasaje referente que no puede dejar de mencionarse: “ningún niño será privado de su libertad ilegal o arbitrariamente. La detención, el encarcelamiento o la prisión de un niño se llevarán a cabo de conformidad con la ley y se utilizará tan solo como medida de último recurso y durante el periodo más breve que proceda. (Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, 2010) 20 Prevención: Definición. Siguiendo a Marchiori (1999), se entiende que la prevención comprende las medidas para evitar o atenuar las acciones delictivas. Por otra parte, Camaño (1988) explica que una acción preventiva es aquella que posee la cualidad de anticiparse y cuyo fundamento reside en la utilidad de sus consecuencias. En este sentido, la prevención puede ser definida como el conjunto de medidas cuyo propósito es reducir o impedir la emergencia de conductas delictivas o proporcionar un tratamiento dirigido a disminuir la reincidencia. Estas acciones pueden encontrarse dirigidas a la sociedad, a grupos específicos en situaciones de riesgo o a personas que necesitan ayuda urgente. Rico (1991), en un sentido amplio, considera que la prevención es el conjunto de medidas que impiden el surgimiento de la delincuencia, una forma de intervención consistente en adoptar medidas para impedir la delincuencia o disminuir el riesgo de perpetración de delitos, un modo de intervención social destinado a controlar las pérdidas de las fuerzas del trabajo. De manera mas restrictiva, se define la prevención como una intervención socio-pedagógica confiada a educadores especializados y aplicada sobre todo a los jóvenes inadaptados que viven en zonas urbanas con un índice elevado de inadaptación juvenil, con vistas a reducirlas o prevenirlas. La prevención supone anticipar o evitar algo. Al hablar de prevención es necesaria distinguir los tres tipos que existen según el momento en que se produzcan, sin olvidar que estas prevenciones son diferentes entre sí y a su vez complementarias: prevención primaria, secundaria y terciaria. A continuación describiremos cada uno de estos tres niveles de prevención: Prevención primaria Herrero (2005), plantea que la prevención primaria es la más importante 21 de las medidas llevadas a cabo en la prevención de comportamientos antisociales, puesto que de su eficacia dependerá que se evite llegar a las dos restantes. La prevención primaria incide en los factores generales con el objetivo de debilitar o neutralizar la conducta objeto de prevención. Inhibiendo el conflicto antisocial antes de que aparezca, procurando una socialización provechosa acorde con los objetivos sociales. En este caso, todos los subsistemas sociales en los que se desenvuelve el individuo tienen que programarse para fomentar conductas constructivas y socialmente beneficiosas. También se podría entender esta prevención como el mecanismo por medio del cual se pone al alcance de todos los recursos físicos, personales y materiales, con la finalidad de utilizar estos medios para actuar y cambiar las condiciones que rodean al joven y favorecen la aparición de comportamientos antisociales. Prevención secundaria La prevención secundaria actúa a corto o medio plazo con grupos, que exhiben mayor riesgo de padecer o protagonizar un problema delictivo. Las medidas de prevención secundaria hacen referencia a aquellas que nos sirven para detectar e intervenir precozmente sobre los comportamientos antisociales. Este tipo de medidas se llevan a cabo por expertos cuyo objetivo es detectar la población de riesgo e implementarlas. Por tanto, el trabajo de los expertos en esta fase es la aplicación de lo que se conoce como “tratamiento precoz” con estos grupos que presentan un alto riesgo (Mohamed Mohand, 2008). Prevención Terciaria La prevención terciaria puede ser definida como las medidas llevadas a cabo una vez que el problema ya se ha hecho presente, consiste en la toma de acciones para que el delito que apareció no se repita, por lo que se orienta básicamente a la readaptación social que se le da al joven. Este tipo de prevención se refiere a las actuaciones que se llevan a cabo sobre las 22 conductas antisociales una vez declaradas con medidas de rehabilitación y reeducación. Por tanto, es el último nivel, llegándose a ella cuando han fracasado los dos niveles de prevención nombrados anteriormente (Mohamed Mohand, 2008). 23 CAPITULO III MODELOS Y TEORIAS EXPLICATIVAS DE LA DELINCUENCIA En el campo de la Criminología se ha intentado averiguar el origen y las causas de la delincuencia juvenil, desde diversos enfoques y corrientes científicas, con fluctuaciones entre el interés manifestado por los factores individuales y los factores externos o sociales como causas explicativas de dichos comportamientos. Se han propuesto diversos marcos teóricos en la explicación de los comportamientos inadaptados, entendiendo estos, como los comportamientos que infringen el conjunto de conductas o normas establecidas por nuestra sociedad y que vienen recogidos en las leyes. Se entiende que el comportamiento delictivo es una problemática multidimensional, que es el resultado de factores personales o individuales, factores sociales y factores contextuales, tratándose así de un fenómeno complejo. 24 Munizaga Acuña (2009), plantea tres modelos de observación e interpretación de la conducta delictiva, el modelo biológico, el modelo psicológico y el modelo social. Modelo biológico El modelo biológico realiza los primeros aportes a la ciencia de la criminología a partir del siglo XVIII con exponentes tales como Charles Montesquieu, Cesare Beccaria y Jeremy Bentham. Desarrolla investigaciones empíricas que buscan identificar, en el funcionamiento biológico del cuerpo humano, el factor diferencial que explica la conducta delictiva. Bajo esta premisa nace la primera escuela clásica de pensamiento criminológico que plantea que la delincuencia es de exclusiva responsabilidad del individuo, por lo tanto este modelo supone el padecimiento de alguna patología, disfunción o trastorno orgánico que motiva los comportamientos antisociales y delictivos (Munizaga Acuña. 2009). Munizaga Acuña (2009) plantea que durante el siglo XX, la criminología explica que ciertos delitos como los asociados a psicopatías o esquizofrenias, se pueden observar mediante el modelo del factor biológico. Akers y Selers (citado por Munizaga Acuña, 2009a), mencionan la necesidad de considerar otras variables o factores que pueden afectar la conducta delictiva. Munizaga Acuña (2009b) hace referencia a que el modelo biológico avanzó hacia un modelo integral en la década de los 70, mediante la sociobiología. Esta disciplina aporta una interpretación multifactorial de las conductas delictivas, donde factores personales y biológicos confluyen con los factores sociales y del entorno. Modelo psicológico Munizaga Acuña (2009a) plantea que los estudios de la personalidad de los delincuentes generaron un cambio en el paradigma de la criminología, ya que este modelo busca comprender el comportamiento delictivo a partir de los procesos mentales y conductuales, investigando sobre la influencia de la personalidad y factores psicológicos en la conducta delictiva. 25 El modelo psicológico cuenta con los aportes de la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis, que brindaron diferentes enfoques o interpretaciones del origen de la delincuencia. Entre ellos se encuentran el enfoque psicopatológico que plantea que las patologías psiquiátricas perturbarían la personalidad del individuo, expresando comportamientos anormales los que a menudo entran en conflicto con la ley. Mientras que el enfoque psicoanalítico hace referencia que la delincuencia tendría su origen en represiones y traumas no resueltos en edades tempranas, que serían inconscientes. Es por esto que quienes delinquen no sentirían culpa a causa del daño provocado por la conducta delictiva. Otra corriente dentro del modelo psicológico, es el enfoque cognitivo conductual, desde el cual se plantea que la delincuencia sería producto de la observación e imitación de conductas transmitidas en un contexto cultural. En base a los a los aportes realizados desde las diferentes corrientes, el modelo psicológico observa la delincuencia desde factores tales como desajustes emocionales, de personalidad, de creencias y valores que se opondrían a las normas establecidas (Munizaga Acuña. 2009b). Sin embrago, el autor, aclara que la criminología planteará que estas visiones deben incorporar otros factores que influyen en la delincuencia, o sea, plantea el enfoque multicausal y pluridimensional de la conducta delictiva. Modelo sociológico Finalmente, Munizaga Acuña (2009b) hace referencia al modelo sociológico en el cual el sujeto que delinque es una persona compleja determinada por múltiples influencias y factores, de una red de relaciones sociales, grupos e instituciones que se desarrollan en la sociedad. Así se constituye la base de los planteamientos que se hacen desde este enfoque, en el cual el ser humano es de naturaleza social, y sus conductas estarán determinadas o influidas por esta. Desde el punto de vista de las teorías psicosociales (cognitivistas, conductuales o comportamentales, representacionistas e interaccionistas), la delincuencia no se resuelve a partir de dicotomía teórica observada entre las teorías sociológicas y las individualistas, o entre las biológicas y las psicologías, sino que es necesario una 26 interacción entre ellas y una perspectiva multicausal que pueda dar cuenta de los diferentes factores que influyen en la conducta delictiva. Sin embargo, en la actualidad no hay ninguna teoría o enfoque que pueda explicar la delincuencia o el comportamiento antisocial de un modo absoluto y de manera suficientemente amplia. De este modo hay autores que, no adhiriendo por ninguno de los tres modelos propuestos, realizan propuestas teóricas integradoras. Teorías Integradoras Estas teorías intentan integrar el caudal de conocimientos acumulados por las distintas teorías criminológicas para conseguir un mejor y más completo conocimiento de la delincuencia. La integración requiere según Cid y Larrauri (citado por Vázquez Gonzales, 2003), aceptar que el objeto básico de las teorías criminológicas es establecer factores asociados a la delincuencia y que, por tanto, puede suceder perfectamente que un fenómeno delictivo aparezca asociado con factores señalados por diversas teorías, las cuales parten de integrar y relacionar los factores individuales o personales que pueden influir en el delito con los factores sociales y los factores estructurales. Dentro de las teorías integradoras se destacan los planteamientos de Felman (1989), Farrington (1992), Andrews y Bonta (2006) y Arce y Fariña (2007). Feldman (citado por Mohamed Mohand, L. 2008) propone la hipótesis del aprendizaje antisocial o prosocial, que se sustenta básicamente en el factor aprendizaje. Esta hipótesis señala que el ser humano a lo largo del ciclo de su vida se ve expuesto a conductas tanto prosociales como antisociales y que ambas conductas se aprenden. Ahora bien, la utilización por parte del sujeto de modo exclusivo de conductas una de las en las diferentes situaciones de la vida, es lo que va a determinar el desarrollo de un tipo de conductas sobre el otro. La teoría de riesgo/protección propuesta por Farrington (citado por Mohamed Mohand, 2008), señala que las variables individuales y ambientales identificadas como factores de riesgo, aparecen vinculadas tanto al comportamiento prosocial y antisocial. 27 Realiza una categorización que se concretó en torno a doce factores de riesgo: factores pre y perinatales; hiperactividad e impulsividad; inteligencia baja y pocos conocimientos, supervisión, disciplina y actitudes parentales; hogares rotos; criminalidad parental; familias de gran tamaño; deprivación socioeconómica; influencias de los iguales; influencias escolares; influencias de la comunidad; y variables contextuales. Esta hipótesis también señala una serie de factores protectores. Por su parte, Andrews y Bonta (citado por Mohamed Mohand, 2008) señalan los siguientes factores de riesgo: actitudes antisociales/pro-violentas, valores, creencias y estados emocionales alterados sintonizados con los comportamientos violentos (psicopatías, impulsividad…); historia de comportamientos antisociales individuales; variedad de delitos y faltas (número e intensidad de conductas violentas); factores familiares (desestructuración familiar, abandono...); bajos niveles educativos, desempleo o escasez de recursos económicos; estrés personal (consumo de tóxicos) o factores de naturaleza biológica- neuropsicológica. Los autores incluyen entre los grandes factores de riesgo la variable “cognición antisocial”. Esta variable es explicada a través del modelo de riesgo necesidades y responsabilidad, según el cual la probabilidad de que un individuo desviado cambie su comportamiento depende de tres principios básicos. En primer lugar el principio de riesgo, que indica que los individuos con un mayor riesgo en factores estáticos, es decir, variables que son inherentes al sujeto y que resulta altamente difícil actuar sobre ellas, requieren intervenciones más intensas. El segundo principio es el de necesidad, que advierte que los factores dinámicos de riesgo constituyen los objetivos prioritarios para el tratamiento. Finalmente, el principio de individualización, que indica que las intervenciones han de ajustarse en cada caso particular, teniendo en cuenta las circunstancias del individuo así como sus características personales. Los modelos integradores han contribuido de forma significativa a una mejor comprensión del comportamiento desviado, defendiendo que tanto el comportamiento antisocial como el prosocial, son susceptibles de aprendizaje e identificación de un amplio repertorio de factores de riesgo y de protección. No obstante, tampoco los modelos integradores son totalmente eficaces en la explicación del comportamiento desviado. 28 Arce y Fariña (citado por Mohamed Mohand, 2008), llevan a cabo una propuesta integradora para la explicación del comportamiento antisocial basándose en el paradigma del no-modelo. Este paradigma destaca la imposibilidad de basarse únicamente en un enfoque explicativo para entender el comportamiento humano, sino que hay que partir de las circunstancias, características y factores que rodean a cada caso particular y, posteriormente elaborar el modelo explicativo que mejor se ajuste a ese caso. Se trata de un paradigma que se puede aplicar a cualquier conducta humana. Pues bien, bajo esta perspectiva teórica, los autores establecen que se debe adoptar simultáneamente un enfoque de tratamiento multimodal y multinivel. Por multimodal entienden que hay que tener en cuenta los factores de riesgo y de protección, así como la combinación de ambos. Por multinivel, que el objeto de intervención no es exclusivamente el sujeto de manera individual, sino que en ésta han de tenerse en cuenta además del área personal, todas las demás que median el comportamiento del sujeto: el área familiar, el área socio-comunitaria y el área académico-laboral. 29 CAPITULO IV ADOLESCENCIA 30 Cuando se habla de adolescencia estamos aludiendo a un momento vital en el que suceden multitud de cambios que afectan a todos los aspectos fundamentales de una persona. Se transforma el cuerpo, la mente, las relaciones familiares y sociales. Los jóvenes sufren esas transformaciones en la misma medida en que las disfrutan, ya que es un espacio abierto a la inquietud y la tensión al mismo tiempo que a la esperanza y al placer. Aberastury, A. y Knobel, M. (1977) plantean que es una etapa intermedia entre la niñez y la adultez. Todo sujeto adolescente se enfrenta un desafío muy grande, ya que tiene que ir dejando de lado sus aspectos infantiles y asumiendo roles adultos. Este proceso no es nada fácil. Hay un gran cumulo de cuestionamientos, muchos cambios físicos y psicológicos que el sujeto no entiende. Podríamos pensar que se atraviesa una etapa de crisis. Se considera a la adolescencia como el periodo entre la niñez y la edad adulta el intervalo temporal que cubre suele fijarse entre los 11-12 años y los 18-20 años. Este amplio rango de edades y el hecho de que, la adolescencia se prolongue cada vez más, al ganar terreno a la infancia y a la madurez, hace necesario establecer subetapas, que significan momentos con diversas problemáticas en la vida de los adolescentes. Así es frecuente diferenciar entre una adolescencia temprana entre los 11-14 años; una adolescencia media entre los 15-18 años y una adolescencia tardía o juventud a partir de los 18 años. Así mismo, la adolescencia es un proceso, más que una etapa de la vida, en este proceso la persona alcanza madurez en relación con cada una de las esferas vitales en momentos diferentes. Además, es un periodo dotado de una entidad singular, por dos razones: los cambios que se producen cuantitativamente se dan en mayor proporción y cualitativamente se asiste al desarrollo de una nueva organización psicológica y social. (Céspedes, 2008). 31 Moffit (citado por Villareal G, Sánchez S y Musitu O. 2010) subraya el hecho de que en la adolescencia se produce un “lapso” o “salto” madurativo. Es un momento que se define como difícil y complejo, tanto para los propios jóvenes como para sus padres, ya que para el adolescente está suponiendo una transición hacia su madurez personal y en la cual experimenta una serie de nuevas experiencias y de reajustes sociales, así como la búsqueda de su propia independencia. Siguiendo a Cardozo (2009), la adolescencia es un momento crucial en la vida del hombre y constituye la etapa decisiva de un proceso de desprendimiento. Es la fase evolutiva durante la cual el individuo logra a fines de la misma su identidad adulta sobre la base de la internalización temprana de los objetos parentales y sus interrelaciones y la verificación constante del ambiente social que le rodea y en que vive en este momento de su vida. Por lo tanto, los adolescentes se encuentran en un momento caracterizado como de cierta indefinición personal, que a su vez viene acompañado por el deseo de conquistar el estatus adulto y alejarse de los roles infantiles (Luengo y cols., 1999) Coleman y Hendry (2003), ven necesario considerar la adolescencia como un momento de transición y nos resumen una serie de implicaciones que dicha transición conlleva: una anticipación entusiasta del futuro; un sentimiento de pesar por el estado que se ha perdido; un sentimiento de ansiedad en relación con el futuro; un reajuste psicológico importante; un grado de ambigüedad de la posición social durante la transición Secadas y Serrano (1983), establecen que la adolescencia comienza tras los cambios psicológicos propios de la pubertad y significa, ante todo, un intento de adaptación a las nuevas exigencias que la sociedad demanda del sujeto. Cambios Biológicos Se debe tener en consideración, que la etapa de la pubertad representa tanto la maduración física como la reproductora. El término pubertad proviene del latín, pubertas (cuyo significado es edad de la madurez) y siendo la primera fase de la etapa 32 adolescente, la definen como una serie de cambios fisiológicos rápidos con la finalidad de la maduración del sistema reproductor. La maduración del pubescente se expresa fundamentalmente por transformaciones drásticas en la forma y apariencia del cuerpo. Una de las principales causas de esos cambios se produce por alteraciones en el sistema hormonal, pero es importante recordar que los adolescentes también están determinados de manera fisiológica y cultural. La consecuencia de todo esto es la posibilidad de poder observar grandes asincronías en lo que respecta a su inicio y duración (García Zabaleta, 2004). En la pubertad se producen cambios biológicos que incluyen el crecimiento y desarrollo de los órganos sexuales así como los cambios continuos en la forma y tamaño del cuerpo. Mientras que, generalmente, se piensa que los cambios biológicos se dan por completo en el período de la pubertad, existe un desarrollo continuo a lo largo de la adolescencia en cuanto a madurez y crecimiento físico. La gran cantidad de cambios que comienzan con la pubertad continúan influyendo al individuo más allá de su inicio. Estos cambios corporales y hormonales están consistentemente relacionados con procesos psicológicos y sociales. (Alonso Fernández, 2005). Cambios Psicológicos El crecimiento del cuerpo y la maduración de las características sexuales secundarias no son los únicos acontecimientos que marcan el periodo de la adolescencia. El conjunto de la actividad mental del adolescente también sufre una reestructuración importante: se desarrollan nuevas formas de pensamiento y de razonamiento moral, se estructura un sistema de valores propio, se explora la identidad y se diversifican valoraciones de uno mismo. Los adolescentes desean saber quiénes son, cómo son y cómo se definen en las distintas áreas de la vida. En otras palabras, los adolescentes se implican en la definición de su identidad y de la imagen de sí mismos. Esto no quiere decir que el proceso de construcción del mundo personal se revele únicamente en la adolescencia -éste proceso comienza en la infancia y continua ampliamente en la edad adulta- sino que en este momento preciso se acelera y se hace más patente (Ramos Corpas, 2008). 33 La búsqueda de identidad es la principal tarea durante los años adolescentes, afirma Erikson (1968). Los jóvenes forman su identidad no sólo tomando como modelo a otras personas, sino también modificando y sintetizando identificaciones anteriores. Siguiendo con este autor, la adolescencia es el periodo donde se establece el sentido de la vida y la identidad propia, a través de las cuales se superan la difusión de roles y la confusión de identidad Además de lo anterior, según Drummond (citado por Contreras R, Baltazar, N y cols 2008) en la adolescencia junto con las tareas que implica la conformación de la identidad, deberá lograrse la conformación del autoconcepto, dicho logro es gracias a la unión del pasado, presente y futuro, para conformar un todo junto con sus contextos personal, familiar y social organizados de forma coherente. Como parte del proceso de búsqueda de identidad, se espera el logro de la llamada maduración social, en la cual el individuo logra incorporar de modo adecuado a su pensamiento las relaciones sociales y sus esquemas. Gracias a esta maduración, el adolescente podrá ocupar un lugar en el mundo de los adultos, puesto que podrá elegir roles y metas de acuerdo a sus habilidades y posibilidades ambientales, logrando un intercambio adecuado con su medio que permitirá su independencia (Montenegro y Guajardo, 1994; Hurlock, 1980; Remplein, 1971 citados por Ramos Corpas, 2008) La teoría del desarrollo cognitivo formulada por Jean Piaget (1972) concibe la inteligencia como una forma de adaptación particular del organismo: existe una interacción entre el sujeto y el medio ambiente en la que el sujeto debe buscar un equilibrio realizando adaptaciones intelectuales. A lo largo del desarrollo y como fruto de experiencias cotidianas, el pensamiento se organiza en estructuras cada vez más complejas con el fin de aprehender la realidad. Piaget concibe la adolescencia como la última etapa en la construcción de las operaciones formales. Esto implica que el adolescente es capaz de razonar mediante el pensamiento hipotético-deductivo, es decir, a partir de hipótesis enunciadas verbalmente, independientemente del contenido de los enunciados y sin necesidad de manipular objetos concretos. El razonamiento moral se refiere al conjunto de criterios utilizados por una persona para juzgar un comportamiento como justo o injusto, bueno o malo. Tanto el razonamiento moral como la cognición social, señalada anteriormente, se relacionan estrechamente con el desarrollo cognitivo del adolescente ya que implican la comprensión de las conductas de los otros. 34 En efecto, ambos modos de pensamiento necesitan de la capacidad de razonamiento lógico, de integración de la información y de reflexión sobre distintas posibilidades, todas ellas ligadas al desarrollo del pensamiento formal. Sin embargo, estos dos procesos mentales se distinguen en su finalidad: mientras que la cognición social tiene por objeto la comprensión de la dinámica de las conductas humanas, el razonamiento moral añade a esta comprensión un juicio que valora estas conductas. Por tanto, en la etapa adolescente, el desarrollo moral es también un dominio donde las transformaciones son profundas, y es el periodo durante el cual la persona define una orientación moral que, por lo general, mantendrá el resto de su vida. (Ramos Corpas, 2008). Cambios Sociales La adolescencia se caracteriza también por los importantes cambios que acontecen en el universo social y relacional del sujeto. El adolescente introduce nuevas relaciones sociales en su mundo social y marca distancias con sus padres. Sin embargo, aunque la influencia de los padres ya no es tan importante como durante la infancia, la familia tiene todavía un rol primordial en la adolescencia. Los padres son agentes de socialización fundamentales y fuente de numerosas reglas y modelos que son interiorizados en el proceso de socialización (Ramos Corpas, 2008). Partiendo de las ideas de Brofenbrenner (citado por Ramos Corpas, 2008), podemos decir que la importancia del sistema familiar a lo largo del desarrollo de una persona reside en que se trata del primer contexto de desarrollo. Más aún, la familia es el “procesador central” donde tienen lugar experiencias concretas de desarrollo pero también se organizan, y traducen e interpretan las acaecidas en otros contextos significativos como la escuela, los iguales o la comunidad. Tradicionalmente, se ha hablado de la “inevitable confrontación” entre padres e hijos adolescentes. Sin embargo, aunque las relaciones padre-hijos se transforman de forma considerable durante la adolescencia, estos cambios no se acompañan ni por una ruptura de los lazos emocionales ni por una desvinculación familiar marcada. 35 Al contrario, la evolución de las relaciones en el paso de la infancia a la edad adulta se caracteriza a la vez por la continuidad de las funciones esenciales ejercidas por los padres y el cambio de los modos de interacción: disminución de la asimetría en las relaciones padres-hijos, acceso del joven a una cierta autonomía y reconocimiento mutuo del estatus. La autoridad unilateral se va sustituyendo por la reciprocidad y la negociación cooperativa y el joven, al mismo tiempo que va reconociendo sus propios límites, descubre los de sus padres. Para que todo esto ocurra, es necesario que tenga lugar una buena comunicación en el seno de la familia de manera que facilite la comprensión mutua (Ramos Corpas, 2008). Uno de los cambios sociales más destacados en la adolescencia es la importancia que adquiere la relación con el grupo de iguales. La característica que mejor define al grupo de iguales es que suele estar constituido por adolescentes que están en el mismo nivel de desarrollo social, emocional y cognitivo, aunque no tienen por qué ser necesariamente de la misma edad. Las relaciones entre iguales son normalmente más horizontales que las relaciones padres-adolescentes. Además, este tipo de contactos entre iguales desempeña un papel relevante en el crecimiento y desarrollo del adolescente (García Zavaleta, 2004). Según Peláez y Luengo (1996 ), el hecho de que las amistades de un joven se conviertan en "malas influencias", tiene relación con la necesidad de compañía y de sentirse importante para alguien, dentro de un marco de carencia afectiva por parte del medio, especialmente familiar; el grupo, al ofrecer satisfacción a estas necesidades, puede ejercer notable influencia sobre el adolescente. Para Furman y Buhrmester (citado por Ramos Corpas, 2008) el compañero amoroso va ocupando una importancia creciente en el universo emocional a lo largo de la adolescencia, aunque es en el comienzo de la vida adulta (sobre los 21 años) cuando se convierte en la figura principal de vínculo. La importancia de las relaciones de pareja en la adolescencia reside en la adquisición de la capacidad de implicarse en una relación íntima y, en este sentido, se convierte en una de las tareas más significativas del desarrollo humano En cuanto a las Relaciones entre padres e iguales, en el modelo ecológico de Brofenbrenner (citado por Ramos Corpas, 2008) las interrelaciones entre dos o más microsistemas como el familiar y el de los iguales, configuran los mesosistemas del desarrollo de la persona, éstos son dos contextos fundamentales en el mundo social del 36 adolescente, y entre ellos puede haber tanto relaciones de colaboración como de oposición. Sin embargo, en la actualidad, las relaciones entre la familia y el grupo de iguales son definidas en términos de continuidad e influencia mutua más que en términos de oposición y conflicto humano. Krappmann (citado por García Zavaleta, 2004) afirma que los niños aumentan sus competencias y habilidades sociales, sobre todo a través de las nuevas amistades en la adolescencia. Al mismo tiempo, no se abandonan totalmente las relaciones primeras sino que existe una influencia mutua, es decir, que los valores y habilidades sociales básicas aprendidos en el contexto familiar potencian las relaciones satisfactorias en el de iguales y viceversa CAPÍTULO V: FACTORES DE RIESGO Y FACTORES DE PROTECCIÓN 37 Enfoque de Riesgo Psicosocial El estudio de la delincuencia juvenil, desde una perspectiva psicosocial, ha permitido identificar diferentes riesgos que se asocian al origen y mantenimiento del comportamiento antisocial y delictivo. Se identifican como de riesgo factores individuales, sociales y contextuales/ambientales La perspectiva de riesgo psicosocial permite identificar y analizar las características individuales y las características del entorno inmediato o distante en el que se desarrollan los adolescentes, y que pueden aumentar la posibilidad de que manifiesten dificultades en su proceso de desarrollo (Sanabria y Uribe Rodríguez, 2010). Dicho enfoque concibe al ser humano como un ser global, integrado por componentes biológicos y psicológicos, en interacción constante con el entorno en el cual está inmerso. Por lo tanto, implica la existencia de una relación de dependencia e 38 influencia entre las distintas manifestaciones individuales de la persona (conductas, afectos y cogniciones, entre otros) y el contexto social. El enfoque de riesgo psicosocial incrementa la posibilidad de realizar intervenciones preventivas efectivas, facilitando la focalización de esfuerzos al identificar las variables que influyen de modo más cercano en el desarrollo de comportamientos de riesgo (Hein y Barrientos, 2004). Conceptos de Factores de Riesgo Y Factores Protectores La perspectiva de riesgo psicosocial puede aportar a la formulación de políticas públicas en la medida en que sea capaz de detectar variables que incrementen (factores de riesgo) o disminuyan (factores protectores) la probabilidad de un determinado comportamiento de riesgo, en este caso de aquellos comportamientos delictivos (Hein y Barrientos, 2004). El desarrollo de los individuos no se da en forma aislada, ya que estos viven y se relacionan con una compleja red de sistemas interconectados, tales como la escuela, la familia, los grupos de pares y otras instituciones. Las características de estos contextos interactúan con las características individuales, y de este modo influyen en forma directa o indirecta en el desarrollo de las personas, convirtiéndose en factores protectores o de riesgo (Trudel y Puentes Neuman, 2000; Bernard, 1995 citados por Hein y Barrientos, 2004). El comportamiento inadaptado se ha intentado explicar señalando una serie de factores de riesgo a los que el ser humano, puede estar expuesto en un determinado porcentaje, a lo largo de la vida. En este sentido, son numerosos los informes que tratan de definir exhaustivamente los factores de riesgo que influyen en la manifestación de comportamientos antisociales (Vázquez, 2003) Según Serrano Gómez y Fernández Dopico (2009) “[…] normalmente concurren en el delincuente una serie de factores que se estima influyen en el delito, aunque no siempre es así, como tampoco los mismos factores concurrentes tienen idéntico valor cuando inciden en distintos 39 sujetos. Resulta difícil poder determinar todos los factores que influyen en el delincuente, pues incluso resulta normal que ni el propio sujeto lo sepa; por ello, no puede asegurarse de forma categórica que tales o cuales factores han determinado la conducta criminal de una persona”. (pág. 13) La delincuencia juvenil puede verse causada por una serie de factores, que configuran la multicausalidad del fenómeno. Ante un fenómeno tan complejo y basado en definiciones conceptuales tan polémicas, una de las estrategias más eficaces para comprenderlo consiste en conceptualizar sus determinantes, más que como causas, como factores de riesgo (de la Peña Fernández, 2010). Desde la Criminología se desarrolla el enfoque de los factores de riesgo, que se encuentra centrado en identificar y estudiar las causas del comportamiento en niños/as y jóvenes que delinquen, como estadio previo a la criminalidad adulta. Estos factores de riesgo son aquellos que pueden favorecer la aparición de una conducta determinada, en determinado contexto; y no todos los factores tienen el mismo peso o influencia. Por otro lado, existen factores protectores, que son aquellas condiciones ambientales o individuales del sujeto, que pueden impedir o hacer más resistente al mismo, para evitar las conductas no aceptadas socialmente (Bermúdez A, Sagarduy Y, s/f) Ante la inclusión del concepto de factor de riesgo según Luengo (2002), en primer lugar es necesario mencionar que el factor de riesgo es “probabilístico, no determinista a desarrollar conductas problemáticas; significa únicamente que, si lo comparamos con un individuo sin esos factores, tendrá una mayor probabilidad de llegar a implicarse en esas conductas”. Por otro lado, cuando se habla de factores de riesgo no se asocia a causas, sino que son elementos predictores que no son lineales y/o directos para que categóricamente se los pueda pensar como una causa de la delincuencia. En base a esto, se admite que los factores actúan interrelacionados, o sea, que diferentes variables se relacionan, modulan e influyen entre sí para facilitar la aparición de ciertas conductas. Y es justamente esta interrelación de variables la que dificulta la investigación sobre el tema, ya que si bien se conocen variables predictoras se desconoce cómo se ordenan, 40 jerarquizan o se configuran en un determinado campo para inducir la conducta estudiada (Luengo, 2002). Además de hablar de factores de riesgo de las conductas antisociales que hacen referencia a aquellas características individuales y/o ambientales que aumentan la probabilidad de la aparición de dichas conductas o un mantenimiento de las mismas. Los factores de protección son aquellas características individuales, sociales y contextuales que inhiben, reducen o atenúan el surgimiento y mantenimiento de conductas antisociales. (Peña Fernández, 2010) En este sentido, tanto los factores de riesgo y protección son los extremos de un continuo, con lo cual un mismo factor puede ser protector o de riesgo en función de cómo se configure el entorno en el sujeto. Que estén o no presentes no determinan la aparición o no de una conducta delictiva, pero si una cantidad de factores de protección o de riesgo pueden predecirla en base a probabilidades de ocurrencia (Benítez, 2010). El enfoque de riesgo psicosocial, a través de la detección de los factores de riesgo, colabora a la prevención de conductas delictivas brindando explicaciones que conciben a la misma como un fenómeno multicausal, y se inspira en una serie de teorías que contemplan tanto los factores psicológicos individuales, como los sociales y contextuales /ambientales, como determinantes del fenómeno. Clasificación de los Factores Garrido (2005) ofrece una clasificación de factores de riesgo, estableciendo un continuo en el que estarían todo el repertorio de variables relacionadas con el comportamiento antisocial. De esta manera, unos serían factores de riesgo próximos (por ejemplo: los estilos de crianza de los padres o los amigos antisociales) y otros, factores de riesgo lejanos (por ejemplo, la pobreza o las familias desestructuradas). Las conductas antisociales son resultado de la mediación entre ambos tipos de factores. Otros autores (Caprara, 1984; Egido, Gómez y Saburido, 1999) diferencian los factores de riesgo en función de si se refieren a características inherentes al propio sujeto o bien ajenas al mismo, distinguiendo entre: a) Factores de tipo intrapersonal, que se refieren a una serie de características con las que nacemos o que vamos adquiriendo durante el proceso de formación de nuestra 41 personalidad, como pueden ser temperamento y carácter, es decir, son aquellos factores que nacen y se desarrollan dentro del individuo. b) Factores de tipo interpersonales, que tienen su origen y evolución como consecuencia de la relación del individuo con el medio en el que se desenvuelve, englobando al medio sociofamiliar (estilos de crianza, entorno familiar) y al contexto sociocultural (amigos, barrios). (Mohamed Mohand, 2008) A continuación planteamos una clasificación de los factores de riesgo en cuanto al carácter Individual, Social y contextual; tratando de delimitar para cada uno de estos ámbitos las variables que han sido seleccionadas para la investigación: FACTORES INDIVIDUALES Los factores individuales aluden a factores de riesgo relacionados con características de personalidad, ciertos rasgos de la constitución psicológica y conductas del individuo. Autoestima Autoestima es “la autoevaluación que el individuo hace y mantiene en forma perseverante hacia sí mismo; se expresa en una actitud de aprobación o reprobación e indica hasta donde el individuo se siente capaz, significativo, exitoso y valioso. En resumen, la autoestima es un juicio personal de valor que se expresa en las actitudes que el individuo toma de sí mismo (Coopersmith citado por Jara, L y Aguirre, M s/f) El grado de autoestima viene determinado por la relación entre la imagen que cada uno tiene de sí y la que le gustaría para sí en términos de imagen ideal. El sentimiento de autoestima será mayor en la medida en que este ajuste sea mejor. (González González, 2012). Algunos autores han señalado que una baja autoestima, una pobre autovaloración etc. están en la base de las conductas desviadas. Un bajo nivel de autoestima hace al sujeto sentirse incompetente para resolver situaciones o problemas y esto provoca frustración. (Laespada, Iraurgi y Aróstegi, 2004). 42 Generalmente les falta seguridad en ellos mismos, tienen frecuentemente dudas sobre su papel social y el grado de aceptación que los demás les tienen y son temerosos al arriesgarse o exponerse al fracaso. Frecuentemente culpan a los demás de sus errores, en lugar de hacerse responsables de sus propias acciones (Reasoner, citado por Ruiz Castro, De León Villegas y cols. 2006) Así mismo, se ha puesto de manifiesto que los adolescentes con baja autoestima tienen más conductas amenazantes e intimidatorias hacia otros y presentan mayores niveles de conducta delictiva. Zhang (citado por Garaigordibil, Cruz y Pérez, 2003) encontró que los adolescentes delincuentes generalmente reportaban baja autoestima. Son muchos los investigadores que sostienen que una percepción positiva del sí mismo contribuye a una mejor salud mental, influyendo de este modo en el ajuste comportamental y emocional de los adolescentes (Bandura, 1997; Taylor & Brown, 1994). En este sentido, numerosos investigadores han señalado que la autoestima es un importante factor de protección frente a los comportamientos delictivos (DuBois et al., 1998; Harter, 1999, citado por Jiménez, Murgui, Estévez y Musitu, 2007). Empatía La empatía es una reacción emocional elicitada y congruente con el estado emocional del otro y que es idéntica o muy similar a lo que la otra persona está sintiendo o podría tener expectativas de sentir (Eisenberg, Carlo, Murphy y van Court, 1995; Eisenberg, Zhou y Koller, 2001; Hoffman, 1987; Holmgren, Eisenberg y Fabes, 1998 citados por Sanchez-Queija, Oliva y Parra, 2006). La falta de empatía (ponerse en el lugar del otro) conduce a una mayor inclinación para resolver los conflictos de forma violenta (Hidalgo Vicario y Judez Gutiérrez, 2007). Varios son los autores que han señalado el papel que posee la empatía en la presencia de la conducta antisocial. De acuerdo con estos autores, una baja capacidad empática puede ser la base de la conducta antisocial en general, observada de forma especial en muchos niños y adolescentes con conducta agresiva seria (Ascione, 1993; Dodge, 1993; Loeber & Hay, 1997 citado por Rey, 2003) Varios estudios han demostrado que los niños y adolescentes con conducta antisocial, presentan una escasa capacidad empática. 43 Impulsividad Se llama impulsividad a la tendencia a responder rápidamente a los estímulos, sin reflexionar y cometiendo un alto porcentaje de errores en la respuesta. Los sujetos impulsivos se caracterizan por no poder controlar sus deseos y por la exteriorización de sus pensamientos e ideas. Esta característica se asocia con otros rasgos tales como búsqueda de sensaciones y novedades, susceptibilidad para el aburrimiento, desorden, audacia y poco sentido de la realidad. (Sobral; Romero.; Luengo; Marzoa, 2000). La impulsividad es otra de las características personales más populares en la psicología de la conducta criminal, a pesar de las dificultades que entraña su conceptualización y su medida. Teorías de muy diferente orientación han propuesto que las dificultades para reflexionar antes de actuar y/o para considerar las consecuencias futuras de la conducta ponen al individuo en riesgo de implicación delictiva (Gottfredson, y Hirschi, 1990; Wilson, y Hernstein, 1985, citados por Puyol González, 2007). Según Meichenbaum (1977), los delincuentes juveniles tienden a actuar de modo impulsivo con escaso autocontrol, por lo que fracasan a la hora de analizar las circunstancias de una situación y las conductas más adecuadas a la misma, así como a la hora de conseguir la demora de la gratificación (preferir esperar para obtener una cosa más valiosa que la que se puede conseguir de inmediato). (Echeburua Odriozola, 1987). Frustración La frustración es una respuesta emocional común ante la oposición. Está relacionada con la rabia y el disgusto, y se origina ante la resistencia percibida que surge ante el comportamiento dirigido a metas, ya sea producto de una interferencia arbitraria de otra persona o debido a la incapacidad personal para alcanzar las metas propuestas (Giraldo Alarcón y Toro, 2010). La teoría de la frustración sostiene que las relaciones negativas, los estímulos nocivos y los sucesos vitales estresantes pueden desencadenar furia y frustración hasta llegar al punto del crimen o la delincuencia. Por tanto, el comportamiento delictivo sería una 44 solución a la frustración que algunas personas utilizan para conseguir sus logros o evitar estímulos nocivos (Navas Collado y Muñoz García, 2005) La asociación entre algunas clases de frustración y crimen parece estar bien establecida (Hagan 1997; Short 1997), sin embargo, las teorías, no han mostrado plenamente cómo, por qué y bajo qué condiciones estas condiciones de privación causan o contribuyen al crimen. Agnew (1992), asume que los individuos frustrados quieren aliviar su frustración o superar las emociones que provoca. La conducta criminal puede hacerlo pero no es la única opción (en Title, 1993). Ansiedad y depresión Otras de las características psicológicas investigadas en relación al comportamiento antisocial y/o violento son las emociones negativas en las que se incluyen, fundamentalmente, la ansiedad y la depresión. Muchos individuos que ejercen conductas antisociales manifiestan una alta comorbilidad con trastornos emocionales (Dishion, French y Patterson, 1995; Lahey y McBurnett, 1992). En varios estudios longitudinales y epidemiológicos en población general se ha podido comprobar la relación existente entre perturbaciones emocionales y una mayor probabilidad de ejercer conductas antisociales. (Lund y Merrell, 2001; Nottelman y Jensen, 1995; Simonoff et al., 1997). Asimismo, Stefuerak,Calhoun y Glaser (2004) sugieren en su estudio que los trastorno emocionales podrían ser considerados como un canalizador hacia la delincuencia, así como también la personalidad antisocial (Peña Fernández, 2010). Vermeiren et al. (2002) encuentran para ambos sexos y en tres ciudades de países distintos (Estados Unidos, Bélgica y Rusia), como la presencia de depresión, problemas de somatización, expectativas negativas sobre el futuro y búsqueda de sensaciones se incrementaba gradualmente y en función de la presencia de conducta antisocial y su severidad (Peña Fernández, 2010). Hiperactividad 45 La presencia de la hiperactividad también ha sido relacionada con la probabilidad de manifestar actos delictivos tempranos, así como con una mayor probabilidad de reincidencia en el delito en la vida adulta. Un estudio realizado por Herrero Herrero (1997) con niños hiperactivos demostró que aquellos que tenían problemas de conducta tendrían una mayor probabilidad de convertirse en adolescentes y adultos delincuentes (Fernández Campoy, 2008). De acuerdo a los resultados de varios estudios (Farrington y otros en 1995 White y otros en 1994) la asociación entre conducta antisocial e hiperactividad es uno de los más eficientes diferenciadores válidos de asociación con un comportamiento delictivo posterior. Por ejemplo, estudios de Campbell y otros (1997) y Campbell (1996) han demostrado que niños que presentan hiperactividad siendo pequeños, suelen desarrollar conductas antisociales en los primeros años de la adolescencia, llegando a presentar un comportamiento delictivo en la adultez (Werth, 2006). Una característica importante que se presenta como antecedente repetido en jóvenes infractores persistentes, es el hecho de haber padecido hiperactividad en la infancia. La hiperactividad es un síndrome de aparición temprana que se asocia a dificultades cognitivas y a un bajo nivel de atención y/o impulsividad. Dicho síndrome (especialmente el de tipo impulsivo) se diferenciaría claramente de otras formas de comportamiento delictivo, debido a su aparición temprana en la infancia (Fernández Campoy, 2008). Bajo coeficiente intelectual El concepto de coeficiente intelectual (IQ en inglés o también llamado en español cociente intelectual o coeficiente de inteligencia), fue creado como un instrumento para evaluar la madurez mental de los niños. Se descubrió que la relación entre la madurez mental de los niños (EM) y la edad cronológica (o sea física) (EC) es constante. A esta relación se le atribuye el nombre de "coeficiente de inteligencia" (Stern, 1998). 46 En lo que respecta al comportamiento delictivo, los factores intelectuales han sido considerados tanto a la hora de explicar la génesis de este, como en el tratamiento e intervención de la conducta llamada antisocial. Desde los planteamientos del celebre Lombroso, a mediados del siglo XIX, se consideró la inteligencia baja de los individuos, atribuida entonces a factores biológicamente constitucionales de los mismos, como un elemento crítico que podía explicar su delincuencia. (Guajardo Guzmán, 2006). Gran parte de la investigación más antigua que relacionaba la delincuencia con factores de pensamiento, se limitó durante décadas a poner de manifiesto la existencia de cierta correlación entre baja inteligencia (como constructo global) y conducta delictiva (Rutter y Giller, 1988, citado en Garrido, V. Stangeland, P. Redondo, S. 1999). Fueron estudiadas diversas poblaciones de delincuentes tanto encarcelados como en libertad, a quienes se aplicaron pruebas de inteligencia, detectando cocientes intelectuales medios inferiores a los de la población general (Pérez y Ortet, 1993, citado en Garrido, V.Stangeland, P. Redondo, S. 1999). Herrnstein y Murray (1994) han revisado la literatura que analiza la relación entre cociente intelectual y delincuencia y descubrieron que en promedio los delincuentes presentan un cociente intelectual por debajo de la media poblacional (Guajardo Guzmán, 2006). Inteligencia escasa y rendimiento escolar bajo: son factores de riesgo importantes que predicen la delincuencia (Moffitt, 1993). Un CI bajo medio en los primeros años de la vida predice una delincuencia posterior (Pacheco Gallardo, 2007). Por tanto, los individuos con bajas capacidades intelectuales y con ciertos sesgos cognitivos poseen peores habilidades interpersonales, siendo éstas las que dificultarían el proceso de socialización y facilitarían la aparición de la conducta antisocial (Torrubia, 2004, en Peña Fernández, 2010). Consumo de sustancias La relación entre consumo de drogas y delincuencia se sustenta en bases empíricas (Huitzinga, Loeber, Thornberry y Cothern, 2000), ya que los factores de riesgo que contribuyen al consumo de drogas son los mismos o muy similares que los que influyen en la delincuencia (Hawkins et al., 1995). 47 Según Kandel, Treiman, Faust y Single (1976), el consumo de drogas suele originarse en la adolescencia y está vinculado con el proceso normal, aunque problemático, del crecimiento, la experimentación con nuevas conductas. El consumo de drogas se asocia a una amplia gama de variables individuales y contextuales de riesgo (Ugarte Díaz, 2001). En la actualidad, existe suficiente bibliografía acumulativa acerca de la fuerte asociación que hay entre el consumo de sustancias y la conducta antisocial; además de los múltiples factores de riesgo que el consumo de drogas/alcohol y la violencia comparten (Boles y Miotto, 2003; Dorsey, Zawitz y Middleton, 2002; Hodgins, 1993; MacCoun, Kilmer y Reute, 2002; Marzuk, 1996; Nagin y Tremblay, 2001; Room y Rossow, 2001; White y Gorman, 2000; White, 2004, en Peña Fernández, 2010). Uno de los primeros estudios que informó del consumo de drogas y la conducta delictiva en jóvenes fue el de Robins y Murphy (1967), quienes mostraron que los sujetos consumidores de droga se iniciaban en la marihuana y, a su vez, los delincuentes tenían mayor probabilidad de implicarse en el consumo de drogas que los no delincuentes. Otro de los trabajos en este campo fue el realizado por Jacoby, Weiner, Thornberry y Wolfgang (citado por Peña Fernández, 2010). Este estudio retrospectivo examinó la relación entre el consumo de marihuana/heroína y la manifestación posterior de actividades delictivas. Los hallazgos señalaron una relación positiva y significativa entre el consumo de drogas y la actividad delictiva. También se halló que los consumidores de drogas manifestaban mayores conductas antisociales que los no consumidores y que ésta aumentaba progresivamente con la edad. No obstante, existen varios modelos alternativos que intentan explicar por qué el consumo de drogas y alcohol es un factor de riesgo para la conducta antisocial en jóvenes y adolescentes. Por ejemplo, en algunos adolescentes, los efectos del consumo de alcohol degeneran, en ocasiones, en conductas violentas (modelo psicofarmacológico) (Boles y Miotto, 2003, 1996; MacCoun, 2002; Parker y Auerhahn, 1999). De la misma forma, las drogas pueden provocar delitos predatorios cuyo fin es obtener dinero para costear el consumo (modelo de motivación económica) (Anglin y Perrochet, 1998; Dorsey, 2002; Nadelmann, 1998); o porque el mismo sistema de distribución y consumo de drogas está inherentemente vinculado al delito (modelo sistémico) (Goldstein, 1998; Miczek, 1994; citados por Peña Fernández, 2010). 48 FACTORES SOCIALES El desarrollo de los individuos no se produce de manera aislada, pues los jóvenes van a vivir y se van a relacionar con una compleja red de sistemas interconectados, como la escuela, la familia, los grupos de iguales, y otras instituciones o situaciones que influyen, de forma directa o indirecta, en el desarrollo de las personas, y cuyas características pueden convertirse tanto en factores protectores como en factores de riesgo. Es así, que se considera actualmente la situación de “estar en riesgo psicosocial”, como un estado complejo, que es definido por la interacción de múltiples factores en continuo cambio (Sánchez-Teruel, 2012). Familia La familia juega un papel relevante en el proceso de socialización de los jóvenes, influyendo en gran medida en su futuro comportamiento. Reducen el riesgo de delincuencia estrechos vínculos entre padres e hijos, buena comunicación, supervisión y control de los hijos (Seydlitz y Jenkins, 1998) o una disciplina adecuada (Kumpfer y Alvarado, 1998 en Wiese, 2008). En el mismo sentido Juárez, Villatoro, Gutiérrez y otros 108 (2005) confirman que la falta de supervisión parental en las familias de los jóvenes de todos los niveles socioeconómicos facilita el involucramiento del menor en actividades delictivas (Chan Gamboa, 2006). Por Gutiérrez, su Fleiz parte, y Jacobson Medina y -Mora Crockett (2005) (2000), constatan Juárez, que la Villatoro, supervisión parental directa y el monitoreo a través de otras personas –en el caso de los padres que trabajan- son elementos básicos en el sostenimiento de un ajuste adecuado de los adolescentes. Confirman que el alto monitoreo parental, sin importar el nivel socioeconómico, está asociado con un desempeño académico más elevado, menor delincuencia y menor actividad sexual en los jóvenes (Chan Gamboa, 2006). 49 Por el contrario, una falta de supervisión (Howell, 1997; Browning & Loeber, 1999; Hawkins et al.,2000), cambios en la estructura familiar (Thornberry et al.,1999, Wasserman et al.,2003) malos tratos, disciplina férrea o alternada, malos ejemplos conductuales (Farrington,1992,1997, 2001), falta de comunicación o carencias afectivas (Browning & Loeber,1999; Bartollas,2000), incrementan los riesgos de comportamientos delictivos por parte de los jóvenes (Wiese, 2008). La familia juega un papel relevante en el proceso de socialización de los jóvenes, influyendo en gran medida en su futuro comportamiento (prosocial o antisocial). Juby y Farrington (2001), en un estudio para identificar la relación entre la desintegración familiar y la delincuencia, encontraron que la delincuencia de los jóvenes se correlacionaba con la desintegración y el conflicto familiar, concluyendo que es el conflicto que antecede a los divorcios y no la separación de los padres lo que pudiera llevar a los jóvenes a delinquir. La violencia en el hogar, tanto el maltrato dirigido hacia los niños como el maltrato hacia las madres de éstos, resulta en un empobrecimiento del ambiente familiar (Frías –Armenta, López-Escobar y Díaz- Méndez, 2003). Los estudios efectuados por Thornton et al. (2000) señalan algunos factores de riesgo provenientes de los padres, entre ellos: La conducta delictiva y violenta, el uso indebido del alcohol y drogas, el maltrato y abandono infantil, la disciplina severa o incoherente, la falta de interacción emocional entre padres y niños, y la falta de supervisión por parte de los padres (Patterson, Reid, y Dishion 1992; Buka y Earls 1993, Widom 1992, cit.:Thornton et al., 2000, en Brea Cabral y Cabral, 2010). En sus estudios McCod (1977) y Robins (1975) mostraron que los padres delincuentes tendían a tener hijos delincuentes. En el estudio de Cambridge, resultó destacable la concentración de los delitos en un pequeño número de familias. El hecho de tener un padre, una madre, un hermano o una hermana condenados predijo de un modo significativo las propias condenas de los chicos. El pariente más importante fue el padre; los arrestos de los padres predijeron la delincuencia de los chicos con independencia del resto de los parientes arrestados (Pacheco Gallardo, 2007). La interacción pobre entre padres-hijos y los conflictos maritales son considerados como factores de riesgo familiares para la conducta antisocial y delictiva (Armenta, Corral, López, Díaz y Peña, 2001; McCord, 1996; 2001). Se ha planteado 50 que si en una familia la relación es cálida y afectuosa la probabilidad de aparición de la conducta problemática disminuye (Armenta, 2001, en Sanabria y Uribe Rodríguez, 2010). La Escuela Junto a la familia, la escuela aparece como un factor determinante en la correcta educación y socialización de los jóvenes, operando como un inhibidor de la delincuencia, ya que el éxito académico y buenas actitudes hacia la escuela reducen la delincuencia (Seydlitz y Jenkins, 1998; Browning y Huizinga, 1999; Parks, 2000; Schweinhart, 2003a; Burns, Howell et al., 2003), aunque en algunos casos el fracaso escolar o un temprano abandono escolar opera en sentido contrario como un facilitador de la delincuencia (Farrington, 1992, 1997; Borduin y Schaeffer, 1998; Catalano, Loeber y McKinney, 1999; Huizinga, Loeber, Thornberry y Cothern, 2000 citado en Vázquez González, 2003). En cuanto a las características y condiciones escolares del menor infractor coincidimos con Minuchin (1999), Musitu (2002) y Sipos, (2003), Becedoniz, Rodríguez, Herrero, Paino y Chan (2005), al señalar a la escuela como uno de los principales predictores de la conducta delictiva y de su reincidencia, ya que el fracaso en este ámbito tiende a indicar el involucramiento del menor en actividades como la organización delincuencial. Entendemos por fracaso escolar tanto el abandono, el conflicto y absentismo del contexto educativo (Chan Gamboa, 2006). La escuela es el lugar en donde los jóvenes adquieren conocimientos, pero también es el escenario en donde se entrenan para las relaciones sociales y en donde se exponen a las variadas normas sociales, reglas y costumbres de su comunidad. La forma en la que la escuela ejerce influencia en los estudiantes es a través de sus políticas, las cuales se ven reflejadas en el establecimiento de reglas y las maneras con las que se hacen cumplir las mismas. Existe una relación entre los ambientes escolares y la delincuencia; un ambiente escolar positivo permite relaciones prosociales entre estudiantes y profesores, y entre los estudiantes (Angenent & Man, 1996; Vazsonyi & Flannery, 1997). Es probable que en la escuela ocurra también un patrón de aprendizaje de acciones antisociales y delictivas 51 y que algunos estímulos del contexto escolar promuevan más que otros la aparición y el mantenimiento de esas acciones negativas. El ambiente escolar es uno de los contextos más importantes de convivencia de los adolescentes con sus compañeros y es también el escenario en el que reciben más influencia de ellos. Un ambiente escolar negativo puede conducir a los escolares a comportarse antisocialmente, como lo muestran Lotz y Lee (1999). De la misma manera, Gaustad (1992) señala evidencias de que hay más confrontación entre los alumnos en las escuelas en las que existen reglas que no son claras, o reglas arbitrarias e injustas. Lo mismo ocurre cuando las conductas desviadas de los menores son ignoradas y cuando las escuelas carecen de recursos suficientes para la enseñanza (Frías – Armenta, López-Escobar y Díaz- Méndez, 2003). Por su parte, Becedoniz y Rodríguez (2005a,b), refieren que en los menores infractores un indicador preocupante es la falta de interés por la escuela, que se manifiesta de una manera realista a través de la deserción escolar en el nivel de primaria y de enseñanza media (Chan Gamboa, 2006). La inasistencia escolar es otro factor de riesgo asociado con el desarrollo de la conducta antisocial y delictiva. La inasistencia escolar contribuye a facilitar el paso a la delincuencia debido a que proporciona tiempo y oportunidades adicionales para conductas inadecuadas, como por ejemplo la conducta antisocial (Farrington, 1995). En un estudio sobre la variable inasistencia escolar, Farrington (1989) mostró que aquellos jóvenes entre los 12 y los 14 años con mayor número de inasistencias en la escuela eran más propensos a desarrollar conductas antisociales y delictivas en una etapa adulta, así como a estar recluidos en centros de detención, que los jóvenes con asistencia continua a la escuela (Sanabria y Uribe Rodríguez, 2010). Adicionalmente, el fracaso escolar se ha mostrado como una variable relevante en la explicación de la conducta antisocial y delictiva juvenil. Sin embargo, respecto a la relación entre conducta antisocial y fracaso escolar, no es claro si el riesgo se deriva de las bajas capacidades cognitivas (bajo CI) o del fracaso escolar (Rutter, Giller & Hagell, 2000 citados por Sanabria y Uribe Rodríguez, 2010). La elevada delincuencia y vandalismo en la escuela también se relacionan con el desarrollo de conductas antisociales y delictivas. Su relevancia está dada por el papel de los compañeros-pares (delincuentes o no) que funcionan como modelos para el aprendizaje de comportamientos, como la conducta antisocial y delictiva o el consumo 52 de determinadas sustancias (Beland, 1996; Farrington, 1989 en Sanabria y Uribe Rodríguez, 2010). En resumen, se señala que algunas dinámicas en los centros educativos como la inasistencia, el fracaso y el vandalismo escolar y las agresiones entre compañeros son factores asociados a conductas antisociales y delictivas en los jóvenes (Rutter et al., 2000). Sin embargo, es relevante destacar que las dinámicas e influencias escolares no siempre son negativas y a menudo permiten mejorar aprendizajes, habilidades y respuestas prosociales en los adolescentes (Beland, 1996, en Sanabria y Uribe Rodríguez, 2010). Grupo de pares El grupo de amigos es importante en el desarrollo psicosocial al ofrecer a los adolescentes un sentido de pertenencia, un soporte emocional y normas de comportamiento (Borduin & Schaeffer,1998 en Vasquez, 2003 :141), señalándose como un factor de gran influencia en la delincuencia juvenil (Munizaga Acuña, 2009). En cuanto al grupo de amigos, los expertos en el desarrollo humano han destacado su importancia durante la adolescencia (Fierro,1985; Peterson y Leigh, 1990). Las experiencias en el grupo de amigos contribuirán a asentar la identidad y a expresar la propia autonomía, y ofrecerán oportunidades para ampliar el repertorio de habilidades y conductas, más allá del entorno familiar. En sintonía con estas ideas, los estudiosos de la inadaptación social han atribuido a los amigos un papel crucial para explicar la génesis de la delincuencia (Munizaga Acuña, 2009). Los adolescentes se caracterizan por su pertenencia a grupos de pares, los cuales juegan un papel esencial en el proceso de socialización de los adolescentes. La “socialización” comprende todos los procesos en los que el ser humano, como ente individual se convierte en un miembro activo de una sociedad y su cultura. A través de estos procesos el individuo obtiene su identidad como persona capaz de obrar en la sociedad. Brembeck (Austin, 2000) señala que el grupo de pares comprende a personas que tienen aproximadamente la misma edad. A diferencia de la familia, que mantiene objetivos de largo alcance para el niño, los intereses del grupo de pares son inmediatos y temporarios (Yaya Castañeda, 2008). 53 Es en esta etapa, donde los grupos ofrecen además, una sensación de pertenencia y un soporte emocional. Las normas del grupo constituyen un elemento determinante de orientación. El grupo de pares cumple una función de puente, es decir, se convierte en un espacio de transición entre la familia y la sociedad. Carnevali & Kallman (2007), detallan cómo es que los jóvenes, bajo la influencia del grupo de pares pueden llegar a constituirse en grupos socialmente desviados y llegar a formar parte de un fenómeno tan actual como el de las pandillas y otras agrupaciones delictivas (Yaya Castañeda, 2008). La interacción entre iguales provee al menor de un sentimiento de identidad, de protección y compañerismo. La influencia que deriva de esta interacción bien puede ser negativa o positiva para el niño o adolescente, el cual se puede ver rodeado de amigos positivos que le apoyan, o de amigos que lo involucren en actividades de riesgo como el consumo de drogas o la conducta antisocial (Fishman, 1994 en Chan Gamboa, 2006). Por su parte, Musitu (2002) señala que el grupo de pares puede, incluso, llegar a desorganizar las pautas establecidas en la familia y, con ello, caer en conductas de riesgo que favorezcan los comportamientos ilegales y antisociales –como la violencia, las conductas delictivas, el consumo de sustancias adictivas, la conducta sexual de riesgo- que atentan más contra el orden social y los propios adolescentes (Chan Gamboa, 2006). En concreto, la tradición teórica ligada a los planteamientos de la “asociación diferencial” y del “aprendizaje social” (Akers, 1973; Sutherland, 1939) ha sido una firme defensora de la importancia del grupo de amigos. De acuerdo con estos planteamientos, las actitudes y conductas delictivas se adquieren en la interacción con los grupos más cercanos, a través de un proceso de aprendizaje y el grupo de amigos será un contexto de particular importancia para el aprendizaje de la delincuencia. La implicación en grupos de amigos delincuentes favorecerá el modelado y el refuerzo de las conductas delictivas, de forma que el individuo llegara a adoptar los valores y comportamientos antisociales de su grupo (Chan Gamboa, 2006). Muchos autores coinciden al señalar, que el fenómeno de las pandillas juveniles no es nuevo, sino que lo novedoso es la complejidad que adopta, cuya preocupación 54 radica en que un problema urbano se convierte en redes de afiliación y violencia sistemática, ya que el abandono social y la falta de referentes de socialización terminan convirtiéndola en organizaciones transgresora de la Ley (Cruz, 2004) La socialización de los jóvenes puede estar determinada por la construcción de una identidad forjada en las pandillas, las cuales se originan en espacios, barrios o comunidades de precariedad socioeconómica con violencia social y criminal como elemento de potenciación (Wielandt, op. cit.; en Brea Cabral y Cabral, 2010). . FACTORES AMBIENTALES Y/O CONTEXTUALES La sociedad constituye el marco general donde cohabitan tanto los individuos como los grupos. El contexto social lo constituyen las cualidades de la comunidad en el que se encuentra inmerso el joven. Los medios de comunicación de masas Una visión interesante es del rol de los medios de comunicación, los cuales más que prevenir la conducta delictiva, se los acusa como generadores de la misma. Son numerosas las investigaciones que se han ocupado sobre la posible influencia que puedan tener los medios de comunicación, especialmente la televisión, en la génesis del comportamiento delictivo. En 1975 Rothenberg alertó a la comunidad sobre los efectos perniciosos de la visión de la violencia televisiva en el normal desarrollo del niño al incrementar tanto los niveles de agresividad física como la conducta antisocial. De esta forma, el estudio científico de los efectos perniciosos de la observación de la violencia en la televisión fue desarrollándose hasta quedar conceptualizado hoy en día como un importante factor de riesgo del comportamiento delictivo (Donnerstein, 2004 en Peña Fernández, 2010). La relación entre los posibles efectos de la violencia en la televisión o las películas sobre la conducta antisocial está siendo investigada actualmente. Es posible encontrar investigaciones de dicha relación mostrándose resultados positivos, (Wood, Wong y Chachere, 1991) (Muñoz García, 2004). 55 Williams (1986) ha estudiado los cambios que se producen a lo largo del tiempo en zonas con y sin acceso a la televisión. Este estudio, muestra el efecto causal de la violencia “televisada” en el posterior desarrollo de conductas violentas y/o delictivas (Muñoz García, 2004). Finalmente, parece adecuado considerar el papel que ejercen las nuevas tecnologías y, más concretamente, el uso excesivo de videojuegos e Internet. Los juegos de ordenador y, en menor grado, ciertos usos de Internet implican la posibilidad de acceder más fácilmente para determinados individuos a material violento. En este sentido, Griffiths (1997) encuentra que el juego persistente puede tener como consecuencia una excitación fisiológica que actuará posteriormente como reforzador de la conducta futura, predisponiendo así a la dependencia y fomentando el desarrollo de un abanico más amplio de conductas antisociales (Muñoz García, 2004). Zonas, comunidad y barrios Hay diferentes zonas en las que es más probable encontrar altos niveles de delincuencia. La delincuencia juvenil se agrupa en algunos sectores de las ciudades o regiones. Los vecindarios son parte de la vida diaria de los jóvenes (Bursik, 2001). Según Abrahamson (1996), los jóvenes que viven en barrios violentos manifiestan más conducta antisocial o agresiva. La delincuencia juvenil se agrupa en algunos sectores de las ciudades o regiones (Frías –Armenta, López-Escobar y Díaz- Méndez, 2003). Peterson, Krivo y Harris (2000), en un estudio llevado a cabo en comunidades en desventaja, encontraron que los vecindarios podían reducir la delincuencia con el desarrollo de ciertos tipos de instituciones locales (centros de recreo, escuelas, etcétera). Es probable que las condiciones de pobreza no sean directamente las que ocasionen la delincuencia, sino la carencia de servicios o de instituciones para el desarrollo de los jóvenes. Los vecindarios socialmente problemáticos, por lo general, presentan condiciones de mucha pobreza en los hogares, poco mantenimiento de las casas, y poca gente que vive en éstas es propietaria de las mismas (Sampson, Raudenbush & Earls, 1997). Existen espacios abiertos, casas y edificios abandonados y pocos lugares de recreo y áreas de 56 servicio (Angenent & Man, 1996; Sampson et al., 1997, en Frías –Armenta, LópezEscobar y Díaz- Méndez, 2003 En esta línea, Shaw y McKay (1972) concluyen que el ser delincuente no radica en la existencia de diferencias individuales, sino en las características diferenciales de los barrios donde viven, ya que demuestran que las tasas de delincuencia descienden en función directa al distanciamiento del centro de la ciudad y su zona industrializada, incrementándose cuanto más nos aproximamos a aquellos (Peña Fernández, 2011). Fagan y Schwartz (citado en Peña Fernández, 2010), se centraron en el estudio de los efectos contextuales del barrio en la delincuencia y encontraron que el nivel económico de la comunidad, y la desorganización comunitaria, se relacionaban significativamente con la delincuencia Cuando la pobreza es extrema, el riesgo de que se produzca violencia urbana es elevado (Stouthamer-Loeber et al., 1993). Sin embargo, en un estudio realizado por Sampson, Raudensbush, y Earls (1997) se demostró que el grado de cohesión social y de control informal entre los vecinos es un factor determinante para la prevención de la violencia incluso en los barrios más pobres (Puyol González, 2007). Falta de oportunidades laborales La relación entre el trabajo y el delito es bastante compleja, pero existe, esto es debido a que el trabajo aporta a los adolescentes los recursos económicos que la sociedad les va a exigir para que puedan acceder a los bienes y servicios que precisan para subsistir, motivo por el que los jóvenes que tienen grandes dificultades para acceder al mercado laboral y, como consecuencia de ello, una gran escasez de oportunidades económicas pueden verse inmersos en una vorágine muy peligrosa que puede contribuir a acelerar su inicio en el mundo de la delincuencia. La comisión de delitos dependerá de las oportunidades de trabajo y de las condiciones sociales e individuales de los sujetos (Bushway y Reuter, 1997, en Fernández Campoy, 2008). Numerosos estudios han mostrado sustanciales asociaciones entre el desempleo y la delincuencia. Tanto Fleisher (1966) como Ehrlich (1973) consideraron el efecto del desempleo en las tasas de delincuencia, y defendió que el desempleo y el nivel de educación de la población eran importantes factores de la delincuencia. (Benvenuti, 2003). 57 Baron y Hartanagel (citados en Fernández Campoy, 2008), han constatado que una persona que se encuentra desempleado tiene una mayor probabilidad de incurrir en un delito adquisitivo, en la medida en que atribuya la responsabilidad de su situación a fuentes externas, y no a sí mismos. La “desaparición del trabajo” (Wilson, 1997), o más precisamente la desaparición de los puestos de trabajo no cualificados, especialmente asociada a otros factores de riesgo, como logros educativos bajos y una escasez (o no existencia) de servicios sociales, es una condición extremadamente peligrosa para los jóvenes marginados, quienes optan fácilmente por actividades ilícitas para generar ingresos (Benvenuti, 2003). Rutter et al. (citados por Peña Fernández, 2010) concluyen, al respecto, que el desempleo o falta de oportunidades laborales predispondría a un incremento de las actividades delictivas protagonizadas por aquellos individuos que ya tenían un alto riesgo debido a su propia conducta anterior, características y antecedentes psicosociales. . La pobreza y/o situación social desfavorecida Amartya Sen (citado por Rodríguez Ramírez, 2005) define a la pobreza como “la privación de capacidades básicas para funcionar dentro de la sociedad: una persona que carece de la oportunidad para conseguir ciertos niveles mínimos aceptables en dichas realizaciones o funcionamientos. Pobreza y delincuencia son dos términos que mucha gente identifica como sinónimos o, cuando menos, como factores interrelacionados. Parece ser que la gente pobre delinque más que los pertenecientes a clases más acomodadas. (Vázquez González, 2003). Ahora bien, estos datos según la teoría del labeling se debían principalmente a la criminalización secundaria de los niños y jóvenes de la clase social baja, los cuales sufrían una persecución penal más frecuente y un peor trato por parte de la policía y los tribunales juveniles que los menores de clases sociales más favorecidas. Para CHAPMAN, la delincuencia juvenil es el resultado de un proceso de selección y de estigmatización, que generalmente viene causando daño a las clases pobres. (Vázquez González, 2003). 58 El mecanismo de estigmatización o etiquetamiento promovido por las instancias oficiales de control social puede conducir a un joven que simplemente ha cometido un acto delictivo, hacia una carrera criminal, en el sentido de un “estilo de vida” criminal (Vázquez González, 2003). La pobreza juega un papel importante en el desarrollo del comportamiento delictivo juvenil, aunque no queda clara la forma en la que la pobreza actúa como elemento favorecedor del desarrollo de comportamientos de riesgo. A través de la investigación se ha descubierto que su influencia es preferentemente indirecta, ya que actúa sobre la familia, que al experimentar situaciones de marginalidad o pobreza, va a acabar desarrollando problemas como depresión familiar, conflicto, hostilidad parental y desorganización de funciones familiares. Esto se va a traducir en un deterioro de la capacidad de las familias para brindar apoyo y supervisar las actividades del niño (Rutter, Giller y Hagell, 1998). Desde esta perspectiva, como afirma Teoría del estrés familiar de Plunkett (1999), el desarrollo de los adolescentes se ve impactado por la naturaleza de los eventos estresantes a los que se encuentra sometida la familia, sus recursos, y las estrategias para afrontar los problemas (Fernández Campoy, 2008). La pobreza y/o situación social desfavorecida influyen como factor de la delincuencia juvenil ya que la mayoría de las teorías sociológicas sobre los factores determinantes de la delincuencia tienen como punto de partida el que la mayoría de los delincuentes proceden de un medio socialmente desfavorecido (Rutter y Giller, 1983, en Peña Fernández, 2010). Acceso a armas El fácil acceso a armas, la facilidad con que se transfieren conocimientos y técnicas criminales y la disponibilidad de oportunidades para cometer delitos debido a un ambiente urbano propicio para la delincuencia, con altos niveles de criminalidad y proliferación de pandillas juveniles son factores que reducen los costos de los adolescentes que deciden involucrarse en la delincuencia juvenil (Caicedo, 2005). 59 La disponibilidad y proliferación de armas de fuego se han convertido en serias causas de la delincuencia juvenil. Hoy día, las armas son una parte central del cambiante panorama de la violencia juvenil. Los adolescentes poseen y llevan armas, a menudo por un deseo de ser respetados y temidos (Benvenuti 2003) Como se puede apreciar, la multiplicidad de orígenes de los factores de riesgo contribuye a la complejidad del estudio de la génesis y al mantenimiento de determinados comportamientos problemáticos. En el pasado se pensaba que ciertos factores podían tener una influencia causal directa sobre el desarrollo de algunos problemas. Sin embargo, a medida que ha ido avanzando la investigación, se ha ido descubriendo que los factores coexisten, interactúan y son mediados por una gran variedad de otras variables que intervienen en la cadena causal del desarrollo de los comportamientos problemáticos. De este modo, características individuales pueden interactuar con características contextuales. Así, por ejemplo, el hecho de que un niño sea hiperactivo no implica necesariamente que éste se vaya a iniciar en el mundo de la delincuencia. Los niños hiperactivos-impulsivos generalmente provocan rechazo en las personas que les rodean (padres, profesores, etc,), quienes tienden a distanciarse del niño o a actuar de manera coercitiva con él. Este tipo de interacciones, según Rutter, Giller y Hagell (1998), son un antecedente que determina una larga historia de desajustes conductuales que, a su vez, van a contribuir a agudizar el cuadro. En este ejemplo de los niños hiperactivos-impulsivos se ilustra cómo estos factores, además, pueden presentar efectos interactivos que se refuerzan mutuamente. (Munizaga Acuña, 2009a) 60 CAPITULO METODOLOGÍA 61 Perspectiva. La presente investigación estuvo guiada por la perspectiva mixta de abordaje. Es decir, para Hernández Sampieri, Baptista Lucio y Fernández Collado (1997) aquella perspectiva basada en formaciones parciales de ambos enfoques generales. Esto es desde una perspectiva de tipo cuantitativa abordada por el cuestionario de relevamiento y una cualitativa arrojada por las entrevistas realizadas a los profesionales de la Senaf. En este caso la investigación tuvo una perspectiva mixta por la naturaleza de las técnicas de recolección de datos. Estas técnicas desde los estudios descriptivos permiten recolectar información para acercarse de manera concreta a la realidad de estudio. La perspectiva mixta está conformada teniendo en cuenta los antecedentes directos de información para la presente investigación y el origen del tipo de datos que son el resultado de la misma. Tipo de estudio. La presente investigación fue de tipo descriptiva. Para Hernández Sampieri, Baptista Lucio y Fernández Collado (1997) tienen como propósito describir eventos y fenómenos. 62 Para la presente investigación, el tipo de estudio es pertinente atendiendo a las definiciones de clasificación que se pretenden y a los antecedentes del marco teórico. Diseño. El presente estudio fue de tipo transversal. Según Hernández Sampieri, Baptista Lucio y Fernández Collado (1997) este tipo de diseño pretende recolectar los datos de una sola vez en el contexto de investigación. Es pertinente para el presente trabajo debido a que se evaluó de una sola vez a todos los componentes de la muestra. Procedimiento. Se comenzó con un primer contacto con la SeNAF para conocer el organismo y las diferentes áreas que están nucleadas en su órbita y dependencia. Luego se gestionaron los contactos con los miembros de los diferentes equipos técnicos para la aplicación de los instrumentos. Se hizo una aproximación al campo donde se visitaron las diferentes áreas del Senaf. Se solicito el consentimiento informado (ver Anexo III) a cada uno de los profesionales, se les informo acerca del anonimato de la información que brindaron, como así también los fines de la investigación. Se continúo con la aplicación de los instrumentos y una vez obtenidos los datos se procedió al análisis de los mismos y se obtuvieron las conclusiones. Muestra. En la presente investigación la muestra fue no probabilística. Para Hernández Sampieri, Baptista Lucio y Fernández Collado (1997) las mismas se definen por la posibilidad restringida de las personas a ser parte de la misma debido a no contar con la participación del azar. Se conformó una muestra final de 40 profesionales de los distintos equipos técnicos dependientes de la SeNAF, pertenecientes a los Centros socioeducativos Paulo Freire, programa Libertad asistida, Servicios en Beneficio de la comunidad y Complejo Esperanza. 63 De la muestra de 40 personas 6 fueron varones y 34 mujeres. Los sujetos de la muestra eran profesionales de diferentes disciplinas entre ellas: 19 psicólogos, 14 trabajadores sociales, 7 operadores socio institucionales. La edad promedio de la muestra fue de 36 años. Tipo de muestra. En este trabajo de investigación la muestra fue accidental. Para Hernández Sampieri, Baptista Lucio y Fernández Collado (1997) se basan en los criterios de los investigadores y en la accesibilidad de los participantes a ser investigados. Es adecuado este tipo de muestra porque deja a las autoras la libertad de poder buscar sus participantes según criterios convenientes al trabajo de investigación. Técnica de recolección de datos. En esta investigación los datos fueron recogidos por un cuestionario y por una entrevista semidirigida. Para Hernández Sampieri, Baptista Lucio y Fernández Collado (1997) el cuestionario es un instrumento sensible para abarcar gran cantidad de comportamientos o realidades a un número grande de personas. Para la obtención de los dos primeros objetivos se diseñó un cuestionario (ver anexo I) pertinente a la temática abordada, el mismo se elaboro siguiendo el listado de los factores mencionados en la bibliografía, Previo a su aplicación se realizo una prueba piloto donde se obtuvieron algunas criticas que permitieron su corrección para el cuestionario definitivo. Este quedo conformado por los factores de riesgo individuales, sociales, y ambientales/contextuales. Los cuales han sido agrupados en seis grandes áreas: personalidad, consumo de sustancias, familia, educación formal, grupo de pares, y ambiente /contexto, donde los profesionales debían marcar con una cruz cuales consideraban que constituían un factor de riesgo en jóvenes en conflicto con la ley penal y al finalizar debían completar con el factor protector que consideraban adecuado a cada área. 64 En cuanto a la entrevista semidirigida Hernández Sampieri, Baptista Lucio y Fernández Collado (1997) plantean que la misma esta estipulada en un guión flexible de temas (ver anexo II) pero con categorías previamente definidas. La misma quedo conformada con 8 preguntas que permitieron profundizar las características del abordaje de los factores de riesgo que se realiza en la SENAF. Su principal categoría fue Abordaje, y las subcategorías fueron los factores de riesgo: personalidad, consumo de sustancias, familia, educación formal, grupo de pares y ambiente/contexto social, logrando de esta manera obtener la información necesaria para el tercer objetivo de la presente investigación. Análisis de los datos. Se utilizó una estrategia dual para este trabajo, por una parte, para los datos del cuestionario, elementos de la estadística descriptiva. El análisis cuantitativo se realizó en el cuestionario, utilizando los porcentajes, las frecuencias relativas, absolutas. Esto permitió ver la presentación de las observaciones directas o respuestas de los participantes para poder dar descripción a la presentación de la variable en estudio. Para Hernández Sampieri, Baptista Lucio y Fernández Collado (1997) este tipo de estadística resume datos de un fenómeno a la manera de presentaciones formales, pudiendo servir como base para realizar niveles de inferencias más completos. Para la entrevista semidirigida se utilizó la reducción de dimensiones. La reducción de dimensiones es un proceso por el cual se presentan los datos en una matriz dividida en categorías de análisis e indicadores previamente definidos (Katz, 1999). La misma tiene como propósito extraer de un cúmulo de materiales y datos las frecuencias más características de una sección, párrafo o unidades de análisis definidas. Recursos materiales y humanos. Se conto con los recursos humanos necesarios para la realización de la presente investigación: la participación de las tres autoras, la colaboración de los profesionales de la Senaf y el asesoramiento de metodólogos en las cuestiones técnicas, con relación a los recursos materiales se contó con los instrumentos necesarios (cuestionario y entrevista) para obtener los datos y lograr la consecución de los objetivos, el 65 consentimiento informado y por escrito, para la aplicación de tales instrumentos (ver anexo III). Plan De Acción Para la presente investigación se programó un plan de acción que permitió la realización de cada una de las actividades necesarias para la misma. Etapa 1. Elección de tema. Revisión bibliográfica 2. Elaboración de objetivos general y específicos 3. Elaboración de cuestionario y entrevista 4. Aplicación de la prueba piloto y elaboración y aplicación de cuestionario y entrevista final 5. Construcción del marco teórico y análisis de datos 6. Elaboración de conclusiones, discusión y aportes 7. Redacción de tesis y entrega MES MES MES MES MES MES MES MES MES MES MES 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 X X X X X X X X X X X 8. Defensa de tesis X X 66 ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS Análisis cuantitativo En el presente apartado se resumen los datos del relevamiento realizado por el cuestionario administrado a los profesionales de la Senaf. Con respecto a la edad de la muestra el promedio de edad es de 35.82 años. El modo característico de la muestra son 33-37 años con 5 casos, 32 con 4 casos y 40 con 3 casos. El modo en el recorrido de edad de la muestra se presenta en el siguiente gráfico: Grafico 1: Cantidades de casos por edades características en la muestra. Con respecto a la distribución por sexo la muestra tiene un total de 40 participantes (N=40), en su división por sexo la misma es de 6 varones (n=6) es decir un 15% y 34 mujeres (n=34) esto es 85%. En el siguiente grafico se presenta lo anterior expuesto: 67 Grafico 2: Distribución por sexo de la muestra total. Para las profesiones de los participantes de la investigación las misma se presenta de la siguiente forma: psicólogos 19 (47.50%), trabajadores sociales 14 (35%) y operadores socio institucionales 7 casos (17.5%). El siguiente grafico lo refleja: Grafico 3: Profesiones de la muestra de investigación. 68 Todos los participantes de la muestra final de investigación pertenecen a la Senaf. Para la presente investigación se realizo una clasificación de los factores de riesgo, a partir de la bibliografía consultada sobre el tema, en donde se agruparon en base a su carácter individual, social y ambiental/contextual. En el área de la Personalidad, las frecuencias absolutas, relativas y porcentajes de las respuestas de los profesionales, son: Tabla 1: Área Personalidad para los Factores Individuales. Ítems Frecuencia Frecuencias absoluta relativas 25 0.625 6.25% 28 0.7 7% 13 0.325 3.25% 10 0.25 2.5% Baja Porcentajes autoestima. Presencia de impulsividad, y Baja tolerancia a la frustración Falta de empatía. Hiperactividad y/o déficit de atención. Se puede observar frecuencias absolutas mayores en dos opciones de respuestas, superando la mitad de la muestra y otros dos valores por debajo de esa mitad de la muestra total, se distingue pocos casos de diferencias entre las mayores frecuencias absolutas. Se puede identificar el factor de riesgo “Presencia de impulsividad y baja tolerancia a la frustración” con 28 respuestas obtenidas y el factor “Baja autoestima” en segundo lugar con 25 respuestas obtenidas. 69 Grafico 4: Frecuencias absolutas del área de la personalidad. 9 Los factores protectores explicitados por los participantes de la muestra de investigación para el área de la personalidad fueron: Factores protectores Frecuencias absolutas Capacidad reflexiva y responsabilidad 9 frente a los otros. Desarrollar habilidades y destrezas para 3 el trabajo, estudio y recreación. Favorecer el desarrollo de habilidades 18 sociales. Fortalecimiento de recursos personales. 10 Se observan en las frecuencias una presentación heterogénea, con un solo valor mínimo y luego valores más grandes, la característica de los mismos es que no marcan el porcentaje medio de la mitad de la muestra, aunque un valor de 18 se le acerca a la misma. 70 Teniendo en cuenta el consumo de sustancias, las frecuencias características del indicador son: Ítems Frecuencia Frecuencias absoluta relativas 30 0.75 7.5% 27 0.675 6.75% 21 0.525 5.25% Consumo Porcentajes crónico de drogas y alcohol. Consumo de sustancias relacionado con conductas transgresoras a la ley. Desconocimiento de los riesgos del uso de sustancias. Se observan valores altos de frecuencias de respuestas teniendo en cuenta la muestra total, de hecho todos los valores de frecuencias presentados superan a la mitad de la muestra. Se observa el factor de riesgo “consumo crónico de drogas y alcohol” en primer lugar con 30 respuestas obtenidas y el factor “Consumo de sustancias relacionado con conductas transgresoras a la ley.” en segundo lugar con 27 respuestas obtenidas. . 71 Grafico 5: Frecuencias absolutas de consumo de sustancias. 30 21 Los factores protectores para el área de consumo de sustancias fueron: Factores protectores Frecuencias absolutas Apoyo en redes sociales. 2 Instituciones abiertas al trabajo con 4 jóvenes de bajos recursos. Instituciones en diferentes niveles (ONG, 8 gubernamentales, privadas) con las que se cuente para abordar al joven. Reconocimiento de aspectos personales 11 que favorecen el consumo. Políticas públicas de prevención a nivel 15 escolar y comunitario. 72 Las frecuencias para estas respuestas tienen un recorrido más polar en los valores bajos, y con más similaridad en los valores altos de frecuencias. Para los Factores sociales en el área de la familia, las frecuencias características son: Ítems Vínculos Frecuencia Frecuencias Porcentajes absoluta relativas 12 0.3 3% 12 0.3 3% 24 0.6 6% 30 0.75 7.5% poco estrechos entre padres e hijos Conflictos familiares y/o maritales Bajo nivel de comunicación Falta de supervisión y control de los hijos. La presentación de las frecuencias es poco variante en la mayoría de las opciones de respuestas, a consideración del máximo valor que supera la mitad de la muestra. Se identifica el factor de riesgo “falta de supervisión y control de los hijos” en primer lugar con 30 respuestas obtenidas y el factor “Bajo nivel de comunicación” en segundo lugar con 24 respuestas obtenidas. 73 Grafico 6: Frecuencias absolutas de familia. Los factores protectores para el área de la familia fueron: Factores protectores Frecuencias absolutas Desarrollar habilidades de comunicación 8 en el ámbito familiar. Familiares externos para contención y 4 cuidado del joven. Actividades y programas comunitarios con 5 la familia. 74 Límites y reglas claras. 14 Contención familiar. 5 Fortalecimiento de las figuras familiares 4 de autoridad. Las frecuencias observadas muestran un solo polo con casi la mitad de la muestra y otros valores de recorrido parcial. Con respecto a educación formal, las frecuencias características para este indicador fueron: Ítems Frecuencia Frecuencias Porcentajes absoluta relativas Fracaso escolar. 37 0.925 9.25% Ausentismo y 41 1.025 10.25% abandono escolar. Los valores de frecuencias observados en esta área son mayoritarios, siendo sus frecuencias superiores a la mitad de la muestra total. Se puede observar el factor de riesgo “Ausentismo y abandono escolar” en primer lugar con 41 respuestas obtenidas y el factor “Fracaso escolar” en segundo lugar con 37 respuestas obtenidas. Grafico 7: Frecuencia absoluta de educación formal. 75 Los factores protectores enumerados por la muestra de investigación para el área de educación formal fueron los siguientes: Factores protectores Frecuencias absolutas Apoyo de familia y redes sociales, 3 promover motivación. Docentes y directivos con visiones de 11 inclusión. Promover políticas públicas más 13 adecuadas a las necesidades de la población. Programas del gobierno para chicos que 8 abandonan la educación. Formación y capacitación en oficios y / o 5 herramientas de trabajo. Las frecuencias muestran un recorrido con valores bajos, un solo valor medio y dos polares altos en las opciones de respuestas. 76 Para el indicador de grupo de pares, las frecuencias características fueron: Ítems Amigos que Frecuencia Frecuencias Porcentajes absoluta relativas 18 0.45 4.5% 26 0.65 6.5% 36 0.9 9% transgreden la ley penal. Ser miembros de una banda transgresora de la ley Grupo de pares con conductas riesgosas y violentas. Las frecuencias marcan un recorrido alto de sus valores acercándose y superando la mitad de la muestra. Se puede observar el factor de riesgo “Grupo de pares con conductas riesgosas y violentas” en primer lugar con 36 respuestas obtenidas y el factor “Ser miembros de una banda transgresora de la ley” en segundo lugar con 26 respuestas obtenidas Grafico 8: Frecuencias absolutas de grupo de pares. 77 Para el área de grupo de pares, los factores protectores indicados fueron: Factores protectores Frecuencias absolutas Promoción de límites familiares, inclusión en grupos favorables. Relaciones solidarias. Participar en actividades productivas y saludables para jóvenes. Fomentar espacios comunitarios que favorezcan vínculos sociales positivos. 7 4 20 9 Las frecuencias tienen una distribución con valores separados, uno de los valores es la mitad de los casos. Para los Factores ambientales y contextuales, y el área ambiente y contexto social, las frecuencias características fueron: Ítems La pobreza, Frecuencia Frecuencias absoluta relativas 21 0.525 Porcentajes 5.25% hacinamiento y las situaciones sociales desfavorables 78 Falta de 26 0.65 6.5% 15 0.375 3.75% 14 0.35 3.5% oportunidades laborales. Desorganización en la comunidad. Acceso a armas. Las frecuencias para éste área tienen valores altos, cercanos a la mitad de los casos y en una oportunidad los supera. Se puede identificar el factor de riesgo “Falta de oportunidades laborales” en primer lugar con 26 respuestas obtenidas y el factor “La pobreza, hacinamiento y las situaciones sociales desfavorables” en segundo lugar con 21 respuestas obtenidas. Grafico 9: Frecuencias absolutas de ambiente y contexto social. 79 Para el área de ambiente y contexto social, los factores protectores explicitados por los profesionales consultados fueron: Factores protectores Frecuencias absolutas Promoción desde el contexto barrial capacidades de planificación y mejoramiento de sus condiciones de vida. 6 Promoción e igualdad de oportunidades. Redes comunitarias. Promoción de programas que contemplen la inclusión de jóvenes. 17 3 8 Políticas sociales haciendo hincapié en oportunidades laborales. 6 Las frecuencias en esta oportunidad muestran un valor mínimo, dos valores iguales, uno intermedio y un solo valor máximo que no llega a la mitad de los casos. 80 Teniendo en cuenta las seis áreas para cada factor de riesgo, los profesionales consultados a nivel de muestra total marcaron los siguientes recorridos de frecuencias absolutas: Área Personalidad. Consumo de sustancias. Familia. Educación formal. Grupo de pares. Ambiente y contexto social. Frecuencia absoluta 3 24 Frecuencia relativa 13 5 10 25 0.325 0.125 0.25 0.625 0.075 0.6 Para las seis áreas de los tres tipos de factores de riesgos definidos, las frecuencias se presentan de manera dispersa, hay valores mínimos, valores intermedios y muchos casos de diferencias entre los dos valores máximos que superan la mitad de la muestra. El área elegida como de mayor incidencia, fue Ambiente y Contexto Social con 25 respuestas y en segundo lugar, Consumo de sustancias con 24 respuestas. Grafico 10: Frecuencias absolutas de áreas de mayor incidencia. 81 Tratamiento de los resultados Los resultados del trabajo de investigación fueron procesados por el paquete estadístico SPSS 20.0 para Windows 2007. Con este programa se cargaron todos los casos definiendo las propiedades de cada categoría que conformaban el instrumento de recolección de datos. Estas categorías se definieron en nominales y ordinales para el programa. Luego de tener cargado todos los valores reales de los ítems se procedió a sacar las frecuencias absolutas de cada factor, y en esa operación también sus frecuencias relativas y porcentajes. Se utilizaron todos los casos que tenían las respuestas que se requerían en el instrumento. La carga de las frecuencias absolutas distintivas se inicio desde el valor mínimo encontrado y hasta el valor máximo encontrado. Se tomaron para el presente trabajo de investigación los valores característicos, directos, o frecuencias absolutas basados en el recorrido de frecuencias; tal recorrido se basa en el siguiente principio: que el valor sea distinto de 0 y que tenga el rango mínimo de 3, que es el valor que se estipula como rango mínimo para muestra de N: 40. Análisis cualitativo Reducción de dimensiones 82 Tomando en cuenta la entrevista realizada a 10 profesionales de la muestra, se procedió a analizar las mismas realizando una reducción de las dimensiones en categorías y subcategorías. La categoría central fue Abordaje, y como subcategorías se estipularon los indicadores de factores de riesgo elegidos para esta investigación: Personalidad, Consumo de sustancias, Grupo de pares, Familia, Educación formal, y Ambiente/contexto. CATEGORIA SUBCATEGORIA PERSONALIDAD ENTREVISTA - Se realiza una aproximación a la situación personal del joven. No tiene fines de pericia ni de psicodiagnóstico puntualmente - Programa PAED, a cargo de tres psicólogos. - Objetivo: problematizar el consumo, que el joven tome conciencia de la adicción y generar demanda de tratamiento. ABORDAJE CONSUMO DE SUSTANCIAS - Valoración y diagnostico de los jóvenes que tienen un consumo de sustancias toxicas. - Talleres de prevención inespecífica, primaria y de concientización solo para aquellos jóvenes que presentan problemas de consumo de sustancias (seis encuentros una vez por semana y luego se valora nuevamente). - No se realiza tratamiento, se realizan talleres de valoración y derivación. - Abordaje grupal. - Articulación con los profesionales correspondientes a cada programa. FAMILIA - Programa P.O.F (Programa de Orientación Familiar), a cargo de una asistente social y tres 83 psicólogos. EDUCACION FORMAL - Taller de padres, multifamiliar, dos veces por semana durante dos horas. - La participación es voluntaria o por oficio de un juez. - Se trabaja la dinámica grupal, bajando niveles de ansiedad y angustia de los padres. - Se persigue como objetivo del programa, obtener un cambio familiar para lograr el cambio en el joven. Se reflexiona sobre la necesidad de límites. - Los temas a tratar en cada encuentro dependerán de las inquietudes que trae cada padre al encuentro. - Dentro de dicho programa se contempla la posibilidad de una clínica familiar a los padres que lo soliciten. - En sistema cerrado: La educación formal es obligatoria. Cuenta con una escuela, igual a la escuela de afuera, es presencial, tienen horarios, sanciones y los contenidos curriculares son iguales también. Ni bien ingresa el joven, es evaluado, se le pregunta en qué nivel estaba de la escuela, y se lo incluye en un grupo. Dependen de los SEDMA, estos funcionan en distintas partes de la ciudad y es como escuela para adultos, secundario de adultos y primario de adultos. - En sistema abierto: Se evalúa la situación académica del joven, en caso de no pertenecer al sistema educativo formal, se evalúa, y se incluye al joven en el programa “de 14 a 17” del 84 Ministerio de Educación, para que retomen o nivelen sus estudios. AMBIENTE Y CONTEXTO Existen operadores institucionales encargados del seguimiento académico del joven. - Sistema cerrado: Se trabaja solo con el contexto inmediato del joven, la familia. - Sistema abierto: Trabajadores sociales elevan informes a desarrollo social por carencias en viviendas, solicitando subsidios en casos de pobreza extrema. Se trabaja en conjunto con los CPC, centros vecinales, ONGs y otras entidades. Conclusiones: 85 El propósito de esta investigación, consiste en el conocimiento de aquellos factores de riesgo y de protección identificados, y el abordaje llevado a cabo de los mismos, por los profesionales que forman parte de los Equipos Técnicos de las áreas que trabajan con jóvenes en conflicto con la ley penal, dependientes de SeNAF. El enfoque del riesgo psicosocial permite detectar los factores de riesgo para colaborar a la prevención de conductas delictivas concibiendo la misma como un fenómeno multicausal, ya que se inspira en una serie de teorías que contemplan tanto los factores psicológicos, individuales, los sociales y los contextuales ambientales, como determinantes del fenómeno. Siguiendo a Peña Fernández (2010) los factores de riesgo de las conductas antisociales hacen referencia a aquellas características individuales y/o ambientales que aumentan la probabilidad de la aparición de dichas conductas o un mantenimiento de las mismas. Por otra parte, los factores de protección son aquellas características que inhiben, reducen o atenúan el surgimiento y mantenimiento de conductas antisociales Dentro de los factores personales, existen una serie de características de personalidad o ciertos rasgos de la constitución psicológica del individuo que han sido asociadas al desarrollo de comportamiento delictivo en jóvenes, estos factores pueden aparecer desde la niñez o la adolescencia y, en grados variables. (Organización Panamericana de la Salud, 2003) Dentro de los factores de riesgo individuales, en el área personalidad se evidencio que los profesionales optaron prioritariamente por el factor de riesgo “presencia de impulsividad, y “baja tolerancia a la frustración” como el principal predictor de la delincuencia juvenil, con 28 respuestas. Si nos detenemos en la impulsividad, siguiendo a Murray (1938), es una dimensión psicológica que se ha definido como la tendencia a responder rápidamente y sin reflexionar. Lo cierto es que ha sido asociada claramente con la conducta delictiva. (Hikal, 2005) Por otra parte, otra de las características identificadas dentro del área personalidad fue la baja tolerancia a la Frustración. El resultado obtenido se corresponde con los planteamientos de Hagan (1997) y Short (1997), donde establecen que la asociación entre algunas clases de frustración y crimen parece estar bien establecida (Vázquez Gonzales, 2003). 86 La baja tolerancia a la frustración se da cuando un individuo se frustra muy fácilmente, y tiene una incapacidad para tolerar el malestar necesario a corto plazo que a veces se requiere para obtener beneficios a largo plazo. Siguiendo a Ramachandran, V.S. (Ed) ,1994; 252) se plantea a la frustración como una respuesta emocional común ante la oposición, la cual está relacionada con la rabia y el disgusto, y se origina ante la resistencia percibida que surge ante el comportamiento dirigido a metas. La conducta criminal es uno de los vehículos para aliviar semejante angustia o para expresar la emoción ligada a ésta. El segundo factor de riesgo identificado en el área Personalidad, fue “Baja Autoestima”, con un valor de 25 puntos. La Baja Autoestima, es considera un factor de riesgo de la personalidad para la delincuencia juvenil por los profesionales de SeNAF, estos datos coinciden con los de (O´Moore y Kirkham, 2001; Rigby y Sle, 1993) que ponen de manifiesto que los adolescentes con baja autoestima tienen más conductas amenazantes e intimidatorias hacia otros y presentan mayores niveles de conducta delictiva (Weist, Paskewitz,Jackson y Jones, 1998 en Garaigordobil, M.; Durá, S.; & Pérez, J.I; 2003). En el campo de la delincuencia juvenil, autores han asumido que, en alguna medida, autoestima es uno de los factores implicados en la etiología de la conducta delictiva. Los delincuentes tienen un nivel de autoestima menor que los no delincuentes. Reckless (1973) en su “teoría de la contención” señala como una autoestima positiva actúa como control social interno, de modo que los jóvenes delinquieran menos. (Salazar Estrada, Torres López, Aranda Beltrán y Heredia Loza, 2003). En el área personalidad, el factor protector propuesto por los profesionales fue “favorecer el desarrollo de habilidades sociales”. En cuanto al abordaje del joven en conflicto con la ley penal, los profesionales a cargo no hacen un diagnóstico de la personalidad del joven, se realiza una aproximación a la situación personal del mismo, mediante la entrevista de admisión en el CAD (Centro de Admisión y Diagnostico), la cual no tiene fines de pericia ni de psicodiagnostico. 87 En cuanto al área consumo de sustancias, es de destacar que fue elegida en segunda lugar como el área de mayor incidencia en el joven en conflicto con la ley penal, por encima de las áreas personalidad, familia, educación formal y grupo de pares. En la adolescencia, ciertas características de este período evolutivo pueden facilitar el consumo de alcohol y otras drogas, de hecho, el consumo de estas sustancias suele iniciarse en esta etapa de la vida .Los factores de riesgo identificados en al área Consumo, fueron Consumo crónico de drogas y de alcohol con 30 respuestas y consumo de sustancias relacionado con conductas transgresoras a la ley con 27 respuestas. Los resultados se corresponden con numerosos estudios que han probado la relación entre el alcohol y el comportamiento delictivo (Bartual et al., 2000; Fergusson, Horwood y Linskey, 1996; Otero-López, Romero y Luengo, 1994; Vega, 1989). Otro estudio comprobó que entre los adolescentes consumidores existe mayor probabilidad de realizar actividades predelictivas (Basabe y Páez, 1992; Graña y Muñoz, 2000 en Salazar Estrada, Torres López, Aranda Beltrán y Heredia Loza, 2003). El factor protector sugerido por los profesionales de SeNAF fue Políticas públicas de prevención a nivel escolar y comunitario. El problema del abuso de sustancias posee un origen multicausal, por lo que las acciones preventivas deben conjugar múltiples variables. Los factores implicados sugieren la conveniencia de intervenir a nivel familiar, escolar y social. (Espada*, Méndez, Kenneth . Griffin y Gilbert, Botvin, 2003) El consumo de sustancias es un factor de riesgo de la conducta delictiva y el mismo es abordado por los profesionales a cargo del programa P.A.E.D. de la SeNAF, que busca problematizar el consumo, generar conciencia de la adicción y plantear talleres de prevención primaria e inespecífica. En cuanto al tratamiento ambulatorio de los jóvenes con problemas de consumo, es realizado en la “casa del joven”. En cuanto al área Familia, teniendo en cuenta que la misma juega un papel relevante en el proceso de socialización de los jóvenes, influyendo en gran medida en su futuro comportamiento (prosocial o antisocial); la falta se supervisión y control de los hijos fue el factor de riesgo más elegido por los profesionales, que obtuvo 30 respuestas. Estos datos también coinciden con la investigación de Juárez, Villatoro, Gutiérrez y otros (2005) que confirman que la falta de supervisión parental en las familias de los 88 jóvenes de todos los niveles socioeconómicos facilita el involucramiento del menor en actividades delictivas. (Vásquez González, 2003). También sobresale la variable bajo nivel de comunicación entre padres e hijos como factor de riesgo, que obtuvo 24 respuestas. La interacción pobre entre padres-hijos y los conflictos maritales son considerados como factores de riesgo familiares para la conducta antisocial y delictiva (Armenta, Corral, López, Díaz y Peña, 2001; McCord, 1996; 2001). Se ha planteado que si en una familia la relación es cálida y afectuosa la probabilidad de aparición de la conducta problemática disminuye (Armenta, 2001 en Sanabria y Uribe Rodríguez, 2010). Teniendo en cuenta la etapa del desarrollo por la que se encuentran los adolescentes, que amplían su universo social y marcan distancia con los padres, se puede observar como la familia sigue teniendo un rol primordial en la adolescencia, los padres son agentes de socialización fundamentales y fuente de numerosas reglas y modelos que son interiorizados en el proceso de socialización. (Ovejero Bernal, 2012) En coincidencia con estos planteos, los profesionales de las SeNAF, identifican como un factor protector en cuanto al área familia, Límites y reglas claras. Y también se destaca la importancia de Desarrollar habilidades de comunicación en el ámbito familiar. En cuanto al abordaje que se hace del joven en conflicto con la ley penal y teniendo en cuenta el rol primordial de la familia, ya desde las directrices de Riad se establece en el art. 10, la necesidad de la participación de la familia en la prevención de la delincuencia juvenil. Desde la secretaria se utiliza el Programa P.O.F (Programa de Orientación Familiar), a cargo de una asistente social y tres psicólogos, donde se trabaja la dinámica grupal, bajando niveles de ansiedad y angustia de los padres. En cuanto al área educación, la escuela es el lugar en donde los jóvenes adquieren conocimientos, pero también es el escenario en donde se entrenan para las relaciones sociales y en donde se exponen a las variadas normas sociales, reglas y costumbres de su comunidad (Angenent & Man, 1996). En los resultados obtenidos, el ausentismo y abandono escolar prevaleció en la elección 89 de los profesionales, con 41 opciones elegidas, siendo de esta manera el factor de riesgo más elegido. La inasistencia es un factor de riesgo asociada con el desarrollo de la conducta antisocial y delictiva. La inasistencia escolar contribuye a facilitar el paso a la delincuencia debido a que proporciona tiempo y oportunidades adicionales para conductas inadecuadas, como por ejemplo la conducta antisocial. (Sanabria y Uribe Rodríguez, 2010). Farrigton (1989) mostró que aquellos jóvenes entre los 12 y 14 años con mayor número de inasistencias en la escuela eran más propensos a desarrollar conductas antisociales y delictivas en una etapa adulta, así como a estar recluidos en centros de detención, que los jóvenes con asistencia continua a la escuela. (Sanabria y Uribe Rodríguez, 2010). También se destaca en relación a la educación la variable Fracaso escolar, con 37 respuestas, siendo elegida en segundo lugar como la variable de riesgo de en los jóvenes en conflicto con la ley penal. El fracaso escolar se ha mostrado como un factor relevante en la explicación de la conducta antisocial y delictiva juvenil. La autopercepción referente al pobre desempeño académico puede influir directamente en los niveles de autoestima del joven, a su vez, los bajos niveles de autoestima son factores que influyen en el desarrollo de conductas antisociales (Swain 1991en Sanabria y Uribe Rodríguez, 2010) Junto a la familia, la escuela aparece como un factor determinante en la correcta educación y socialización de los jóvenes, operando como un inhibidor de la delincuencia, ya que el éxito académico y buenas actitudes hacia la escuela reducen la delincuencia (Seydlitz y Jenkins, 1998; Browning y Huizinga, 1999; Parks, 2000; Schweinhart, 2003a; Burns, Howell et al., 2003 en Vásquez González, 2003). En cuanto al factor protector del área educación los profesionales coinciden en la necesidad Promover políticas públicas más adecuadas a las necesidades de la población. El área educación es tenida en cuenta en el abordaje del joven en conflicto con la ley penal, ya que se toman medidas tendientes a que los jóvenes completen sus estudios (que asistan al colegio en el sistema cerrado y seguimiento del desempeño y asistencia en sistema abierto). 90 Con respecto al grupo de pares, se puede decir que representa uno de los cambios sociales más destacados en la adolescencia, por su papel relevante en el crecimiento y desarrollo del joven. A partir del relevamiento realizado por el cuestionario administrado a los profesionales de la Senaf, los principales factores de riesgo identificados en el área Grupo de pares fueron: “Grupo de pares con conductas riesgosas y violentas” con 36 respuestas; y, en segundo lugar, el factor de riesgo elegido fue “Ser miembros de una banda transgresora de la ley” con 26 respuestas. En cuanto al factor protector en el área Grupo de Pares, los profesionales de SeNAF coinciden en su mayoría en que Participar en actividades productivas y saludables para jóvenes, es el factor que protegerá al joven frente al riesgo de implicarse en grupos con conductas riesgosas y violentas que propicien la implicación en dichas conductas. Pero, al mismo tiempo, en relación al grupo de pares del joven en conflicto con la ley penal, no existe un abordaje directo. Siguiendo a Munizaga Acuña (2009) podemos afirmar que el sujeto que delinque es una persona compleja determinada por múltiples influencias y factores, de una red de relaciones sociales, grupos e instituciones que se desarrollan en la sociedad, es decir, el ser humano es de naturaleza social, y sus conductas estarán determinadas o influidas por esta. (Vásquez González, 2003) Se considera necesario destacar la importancia del ambiente y contexto social ya que fue elegida mayoritariamente por los profesionales de SeNAF como el área de mayor influencia en el joven en conflicto con la ley penal. Todo individuo está inmerso en un entorno, interactúa con este medio que lo rodea, generando respuestas y recibiendo estímulos, que es recíproco producto de su interrelación. El adolescente se relaciona con el medio que lo rodea, no puede quedar ajeno a su influencia y muchas de sus acciones son el resultado de su interrelación, sea cual fuere la naturaleza de ésta. (Aguilar y Catalán, 2005). A partir del relevamiento realizado por el cuestionario administrado a los profesionales de la Senaf, los principales factores de riesgo identificados en el área Ambiente y contexto social fueron: “Falta de oportunidades laborales” con 91 26 respuestas y “La pobreza, hacinamiento y las situaciones sociales desfavorables” con 21 respuestas obtenidas. El primer factor de riesgo identificado en el área contexto y ambiente social, fue la Falta de oportunidades laborales. De acuerdo a Wilson (en Benvenuti, 2003) la desaparición de los puestos de trabajo no cualificados, logros educativos bajos y una escasez (o no existencia) de servicios sociales, es una condición extremadamente peligrosa para los jóvenes marginados, quienes optan fácilmente por actividades ilícitas para generar ingresos. El segundo factor de riesgo identificado en el área contexto y ambiente social, fue la pobreza, hacinamiento y las situaciones sociales desfavorables. En base a lo expuesto por diversos autores (Evans, 2004; Farrington et al., 1990; James, 1995; Pfeiffer, 1998, 2004; Pfeiffer, Brettfeld y Delzer, 1997; Wilmers et al., 2002) se puede afirmar que la pobreza extrema y el hacinamiento, son asociados repetidamente con el incremento del riesgo de exhibir conductas antisociales por parte de los adolescentes. (Peña Fernández, 2010) El factor protector propuesto en el área ambiente y contexto social fue: Promoción e igualdad de oportunidades. En relación al abordaje del área ambiente y contexto social del joven en conflicto con la ley penal, en el Sistema cerrado, se trabaja solo con el contexto inmediato del joven, la familia. En el Sistema abierto, Trabajadores sociales elevan informes a desarrollo social por carencias en viviendas, solicitando subsidios en casos de pobreza extrema. Se trabaja en conjunto con los CPC, centros vecinales, ONGs y otras entidades. Discusión: El presente trabajo surge prioritariamente desde un enfoque preventivo de la delincuencia juvenil, intentando identificar qué factores de riesgo y de protección son los que se asocian al comportamiento delictivo. Entendiendo que existen diversos marcos teóricos propuestos en la explicación de los comportamientos delictivos, partimos de que el comportamiento inadaptado de los jóvenes es una problemática multidimensional, que es el resultado de factores individuales, factores sociales y 92 factores contextuales. Se trata de un fenómeno complejo, cuyas causas, consecuencias y factores asociados son múltiples y de variada naturaleza. Desde el campo de la Criminología, se han propuesto diversos marcos teóricos para la explicar el fenómeno, que van desde aquellos que enfatizan en el componente biológico, otros hacen hincapié en los factores psicológicos, y también los aportes del modelo sociológico. Si bien, estas perspectivas permiten una aproximación al fenómeno, es necesaria la integración de los aportes de cada una de ellas para conseguir un amplio conocimiento de la delincuencia. Por lo tanto es necesaria dicha integración, ya que hay que aceptar que el objeto básico de las teorías Criminológicas es establecer factores asociados a la delincuencia y por lo tanto puede suceder que un fenómeno delictivo aparezca asociado con factores señalados por diversas teorías. En el estudio y la reflexión de la problemática juvenil, la bibliografía sobre este tema, aunque abundante y variada, no es concluyente en sí misma para permitir una visión unificada del fenómeno. Los estudios, las investigaciones y los diversos planteamientos que se han generado respecto de este fenómeno, son múltiples, y cada uno se detiene en lo que juzga importante, dejando fuera elementos que no son trascendentes desde una cierta perspectiva intelectual o ideológica Los estudios que se han realizado sobre delincuencia juvenil y conducta antisocial (Garrido y Redondo, 1997), plantean el carácter multicausal del fenómeno y señalan numerosos factores de riesgo que lo precipitan, tanto individuales, sociales, psicológicos y familiares. (Sánchez –Teruel, D.; 2012). Es necesario tener en cuenta que los factores de riesgo no llegan a tener estatus de “causas”, es decir, son elementos predictores pero no implican una causación directa y lineal. También, que ningún factor por si solo permite predecir la conducta delictiva, se tiende a admitir que estos factores actúan en interrelación y se influyen entre sí. Los resultados de la presente investigación se corresponden con teorías de diferente orientación que han propuesto que las dificultades para reflexionar antes de actuar y/o para considerar las consecuencias futuras de la conducta ponen al individuo en riesgo de implicación delictiva (Gottfredson, y Hirschi, 93 1990; Wilson, y Hernstein, 1985 en Luengo, M. A., Romero, E., Gómez-Fraguela, J., Guerra, A. & Lence, M. 2002) Otros estudios como los de (Farrington, 1990; Luengo et al., 1994; Royse y Wiehe, 1988; White et al., 1994) han mostrado que la impulsividad es una característica sobresaliente de los individuos antisociales y numerosas aproximaciones teóricas la han considerado como un elemento clave en la explicación de la conducta antisocial (Gottfredson y Hirschi, 1990; Gorenstein y Newman, 1980; Farrington, 1996; Moffitt, 1993 en Peña Fernández 2010) Siguiendo los planteamientos de Meichenbaum (citado por Echeburua Odriozola, 1987), planteamos que los delincuentes juveniles tienden a actuar de modo impulsivo con escaso autocontrol, por lo que fracasan a la hora de analizar las circunstancias de una situación y las conductas más adecuadas a la misma, así como a la hora de conseguir la demora de la gratificación (preferir esperar para obtener una cosa más valiosa que la que se puede conseguir de inmediato). Sabemos que a nivel psicológico toda conducta se halla sobredeterminada, es decir, que tiene una policausalidad muy compleja, que deriva de distintos contextos o múltiples reacciones. Sin embargo, siguiendo a Marchiori (en Oaxaca Ordóñez, 2004) podemos afirmar que la conducta delictiva está motivada especialmente por las innumerables frustraciones a sus necesidades internas y externas que debió soportar el individuo. Asimismo es importante considerar la posibilidad de tratar y reforzar los factores protectores. El factor protector en el área Personalidad propuesto por la mayoría de los profesionales fue “Favorecer el desarrollo de habilidades sociales” Las habilidades sociales constituyen un recurso determinante del afrontamiento debido al papel de la actividad social en la adaptación humana. Estas habilidades se refieren a la capacidad de comunicarse y de actuar con los demás en una forma socialmente adecuada y efectiva. (En Perez Arena, M. 2008) Siguiendo a Clemente y Gil (1985). Se postula que la carencia o déficit de dichos conjuntos de habilidades hace que las personas tanteen otras formas de actuación alternativas, consideradas delictivas. Se puede plantear una correspondencia entre esta deficiencia en competencia social e interpersonal y los comportamientos delictivos. Según (Freedman et al., 1978; Spence, 1981a, 1981b; Gaffrey y Mc Fall, 1981), quienes se desempeñan en conductas delictivas de diferente tipo son realmente menos 94 competentes socialmente que quienes no llevan a cabo tal tipo de conductas; por lo tanto sería apropiado una intervención dirigida al entrenamiento de las habilidades sociales con el fin de mejorar el funcionamiento interpersonal (Ovejero Vernal, 2012). En cuanto al consumo de sustancias, son Numerosos los estudios que han probado la relación entre el alcohol y el comportamiento delictivo (Bartual et al., 2000; Fergusson, Horwood y Linskey, 1996; Otero-López, Romero y Luengo, 1994; Vega, 1989). Otro estudio comprobó que entre los adolescentes consumidores existe mayor probabilidad de realizar actividades predelictivas (Basabe y Páez, 1992; Graña y Muñoz, 2000). Otras conductas antisociales asociadas a las drogas y al fin de semana son la conducción de vehículos sin carné, el daño deliberado a bienes públicos, el robo de artículos y las peleas físicas (Calafat et al, 2000). Por otro lado, el consumo abusivo de alcohol y otras drogas puede interferir en el desarrollo saludable del adolescente, como ser problemas escolares. El consumo de alcohol repercute directamente en el rendimiento escolar , la investigación ha confirmado la relación entre consumo de alcohol y fracaso escolar (Perula et al., 1998; Vega, 1989). Otra repercusión es el sexo no planificado , las relaciones sexuales entre adolescentes a menudo tienen lugar durante el fin de semana, igual que el consumo de alcohol. Durante las últimas décadas se ha avanzado considerablemente en la investigación sobre la etiología del abuso de sustancias en la adolescencia, proponiéndose múltiples explicaciones teóricas (Becoña, 1999). Un nuevo fenómeno que empieza a emerger con fuerza para explicar el consumo de drogas, tanto ocasionalmente como a nivel de abuso y dependencia, en adolescentes, es el consumo recreativo de drogas (Calafat, 1999; Calafat et al., 1999). La utilización que se hace del tiempo libre se relaciona con el riesgo de consumo de sustancias, y se asocia con la asistencia a lugares de oferta y con la búsqueda inmediata de sensaciones nuevas y/o placenteras producidas por las drogas. 95 En cuanto al área familia, Tradicionalmente, se ha hablado de la “inevitable confrontación” entre padres e hijos adolescentes. Sin embargo, aunque las relaciones padre-hijos se transforman de forma considerable durante la adolescencia, estos cambios no se acompañan ni por una ruptura de los lazos emocionales ni por una desvinculación familiar marcada (Youniss y Smollar, 1985 en Ramos Corpas 2008). Al contrario, la evolución de las relaciones en el paso de la infancia a la edad adulta se caracteriza a la vez por la continuidad de las funciones esenciales ejercidas por los padres y el cambio de los modos de interacción: disminución de la asimetría en las relaciones padres-hijos, acceso del joven a una cierta autonomía y reconocimiento mutuo del estatus. Para que todo esto ocurra, es necesario que tenga lugar una buena comunicación en el seno de la familia de manera que facilite la comprensión mutua (Musitu, Buelga, Lila y Cava, 2001 en Ramos Corpas 2008). Por su parte El grupo de amigos es importante en el desarrollo psicosocial al ofrecer a los adolescentes un sentido de pertenencia, un soporte emocional y normas de comportamiento (Borduin & Schaeffer, 1998) señalándose como un factor de gran influencia en la delincuencia juvenil, hasta llegar a afirmarse que la asociación con amigos delincuentes es el mejor predictor de la delincuencia. (Howell, 1997; BattinPearson et al.,1998; Seydlitz & Jenkins, 1998; Borduin & Schaeffer, 1998; Browning & Huitzinga, 1999; Browning, Thornberry & Porter, 1999; Hawkins et al.,2000, Wasserman et al.,2003). en Vasquez, 2003), De acuerdo a lo expresado por Akers (1973) y Sutherland (1939), podemos afirmar que las conductas delictivas son aprendidas en la interacción con los grupos más cercanos, a través de un proceso de aprendizaje y el grupo de amigos será un contexto de particular importancia para el aprendizaje de la delincuencia. La implicación en grupos de amigos delincuentes favorecerá el la aparición de conductas delictivas. Abril, Ruiz, Prats y Arolas (2005), por su parte, señalan que la identificación del menor con grupos de iguales, que se oponen al sistema normativo, y el manejo de la reputación, fundamentada en actividades violentas, puede significar estresores potenciadores en la implicación de conductas violentas. Siguiendo a Rodríguez (citado por Chan Gambo, 2006) podemos afirmar que el menor se vincula intensamente con el contexto de amigos que delinquen, es decir, los niños antisociales y agresivos conforman grupos de iguales con otros individuos agresivos y antisociales. Así, las pandillas adquieren un sentido de ser. 96 La identificación con iguales, la similitud conductual, la presión grupal, entre otros, refuerzan las conductas, las creencias, los valores y las actitudes desviadas. Las redes de amigos, de esta forma, pueden llegar a favorecer el surgimiento de violencia, de delincuencia y otros comportamientos desviados (Fernández Ríos y Rodríguez, 2002 en Chan Gambo, 2006). En el mismo sentido, las aportaciones de Gordon, Lahey, Hawai, Loeber y otros (2004) refieren que en efecto los adolescentes que deciden pertenecer a una pandilla y cometer actos delictivos tienen mayor predisposición –antes de entrar- a actos delictivos, que aquellos que no se unen a pandillas. Los trabajos de Gordon, Lahey, Hawai, Loeber y otros (2004) han demostrado que la socialización del menor con grupos de iguales involucrados en actividades delictivas, o con pandillas, conlleva a que el niño se involucre también en vandalismo y conducta violenta (Chan Gamboa, 2006). En cuanto a la falta de oportunidades como el primer factor de riesgo identificado, diversas investigaciones constatan que adversidad socio-económica como el desempleo, la pobreza y la marginación funcionan como facilitadores o eventos de riesgo para las conductas infractoras de los menores (Becedoniz, Rodríguez, Herrero, Paíno, Chan, 2005, Juárez, Villatoro, Gutiérrez y otros 2005, en Chan Gamboa, 2006). Siguiendo a Vázquez González (2003), a menudo, el desempleo provoca cambios dramáticos en la vida de los jóvenes que se encuentran en proceso de búsqueda de su lugar e identidad sociales, lo que lleva consigo el aislamiento social, la pérdida de la identidad, la destrucción de las propias motivaciones, convirtiéndose en una experiencia traumática para los jóvenes. Para gran parte de los jóvenes, la inserción en el mercado de trabajo es uno de los procesos más relevantes en el tránsito hacia la adultez, que acompaña la búsqueda de autonomía. (Cabrera, s/f) A su vez, la inserción laboral configura de manera considerable no solo el nivel de bienestar material, por ser la fuente principal proveedora del ingreso para la mayoría de las personas, sino que genera vínculos que facilitan la integración y el reconocimiento social, el desarrollo de redes y el capital social, así como la participación en acciones colectivas, entre otras dimensiones en las 97 que influye directa o indirectamente. La forma en que los adolescentes y jóvenes logren configurar su inserción laboral es, por tanto, un factor clave no solo de su presente sino de su futuro. (Cepal, 2004 en Cabrera, s/f) Como afirma Boltivinik (1990), la pobreza sería el resultado de una interacción de factores sociales, económicos, políticos y culturales que genera las desigualdades socioeconómicas, es decir, disparidad en el acceso a los servicios y beneficios del crecimiento económico (educación, salud), en los ingresos, y de oportunidades. (Cuello Videla, 2008) Una persona que se encuentra en una situación de privación como es la pobreza, puede generar sentimientos de vergüenza e inferioridad que potencien aún más la aparición de la conducta antisocial. (Gilligan 1996, en Peña Fernández, 2010) Simcha-Fagan y Schwartz (en Peña Fernández, 2010), encontraron que el nivel económico de la comunidad, la subcultura de criminalidad y la desorganización comunitaria, se relacionaban significativamente con la delincuencia registrada oficialmente. Aportes: A la luz de los resultados de la presente investigación los aspectos individuales como la presencia de impulsividad y baja tolerancia a la frustración, la baja autoestima , el consumo de drogas y alcohol , el consumo de sustancias relacionado con conductas transgresoras a la ley, así como aspectos sociales , que están relacionados con el aspecto familiar como ser la falta de supervisión y control por parte de loa padres ;el bajo nivel de comunicación intrafamiliar ; el ausentismo , el abandono y el fracaso escolar , el relacionarse con grupo de pares con conductas riesgosas y violentas , ser miembro de una banda transgresora de la ley y características contextuales/ ambientales como la 98 falta de oportunidades laborales y la pobreza, son aspectos a considerar para una evaluación e intervención adecuada , así como para la implementación de preventivos que puedan contrarrestar los posibles efectos de los factores de riesgo. El análisis de los resultados y la detección de los factores de riesgos y factores protectores, sugieren posibles acciones preventivas, en donde la intervención en las diferentes áreas seria de suma importancia. La complejidad de los factores asociados a los jóvenes en conflicto con la ley estudiados, especialmente aquellos que caracterizan al área de mayor frecuencia, implica que se requiere desarrollar programas focalizados en aquellos factores de riesgo mas mencionados por los equipos profesionales. Dichos programas debieran contar con una adecuada especialización, de modo de ser capaces de promover factores protectores o reducir la presencia de factores de riesgo en los ámbitos estudiados; como ser: Continuar y optimizar el trabajo de prevención Para la tarea de la prevención de la delincuencia juvenil se requiere de la participación y cooperación de la familia, del ámbito educativo, de la comunidad, de los medios de comunicación, de las políticas sociales y de las legislaciones de justicia de menores, tal como lo sugiere las Directrices de las Naciones Unidas para la prevención de la delincuencia juvenil (Directrices de Riad) Implementar programas de entrenamiento para el desarrollo de habilidades sociales Reforzar políticas públicas destinadas a la prevención del consumo de sustancias a nivel escolar y comunitario. Concientizar a los padres sobre la necesidad de límites y reglas claras en la educación de sus hijos y promover la comunicación intrafamiliar. Implementar políticas públicas en el ámbito educativo que se adecuen a las necesidades actuales de los jóvenes Propiciar la participación de los jóvenes en espacios para la prevención a través del ocio, ya sea mediante una educación para un 99 ocio saludable o mediante la oferta de un ocio alternativo a los espacios, horarios y situaciones de riesgo. Generar oportunidades laborales. La delincuencia es, ante todo, un fenómeno complejo, dinámico y multicausal, por lo tanto la prevención requiere de una mirada integral que sea capaz de intervenir todas las causas que influyen en el fenómeno. La mejor manera de prevenir la delincuencia juvenil es la de impedir que surjan delincuentes juveniles, para lo cual se necesitan adecuados programas de asistencia social, económica, educacional y laboral. La relevancia de focalizar en adolescentes radica en primer lugar que a temprana edad hay mayores probabilidades de interrumpir futuras carreras delictuales. Es necesario abordar la delincuencia juvenil desde una perspectiva integral y multisectorial. En este sentido, el diseño de una buena política de prevención de la delincuencia juvenil debe contemplar el trabajo coordinado de los principales agentes involucrados en el desarrollo juvenil y en la disminución de los factores de riesgo que inciden en el comportamiento delictivo de los jóvenes. En la intervención con adolescentes se debe tener siempre presente el momento evolutivo en el que se encuentran. Las conductas problemáticas aparecen frecuentemente asociadas a un conjunto de situaciones relacionadas con el proceso de maduración personal y de integración social. Las especiales circunstancias que suelen acompañar a la adolescencia y el significado que determinadas conductas adquieren en ese momento crítico del desarrollo son aspectos fundamentales que no podemos obviar en ningún caso. También se considera importante la evaluación, la investigación y la formación continua de los equipos en el ámbito de la intervención con jóvenes infractores, lo cual debe constituir una actividad continua de modo que se garantice la calidad y la adecuación de las intervenciones. De esta forma, se apoyaría la elaboración de programas preventivos que desde los primeros años de vida del futuro joven fueran atendiendo, por ejemplo, al desarrollo de sus características de personalidad detectando aquellos que podrían ser más vulnerables psicológicamente a la conducta antisocial (impulsividad, baja tolerancia a la frustración, autoestima), bien a través del seguimiento familiar (supervisión y control de 100 los hijos y la comunicación con estos), o bien, a través de los centros escolares que en estas edades tienen un contacto muy cercano con los jóvenes. En este sentido, también podría ser útil el preparar a los adolescentes cuando todavía no lo son a tener recursos suficientes y eficaces para resistir las presiones del grupo cuando éstas comiencen a aparecer, e implicar nuevamente a la familia para que establezca, dentro del seno familiar, un contexto reforzante de cualquier comportamiento adecuado en este sentido complementando los logros obtenidos en el centro escolar. También, sería importante detectar e intervenir tempranamente frente al consumo de drogas fortaleciendo actitudes, valores, habilidades en los jóvenes de tal forma que cuenten con herramientas y capacidades para evitar el consumo de sustancias. Por otra parte, contar con políticas sociales más efectivas que disminuyan las situaciones de pobreza y marginación, que representa el contexto inmediato de los jóvenes y sus familias, generando igualdad de oportunidades en la sociedad. Consideramos necesario que frente a la problemática delictiva de los adolescentes se adopte una actitud preventiva en todos los ámbitos que se encuentran involucrados en la misma, para ello es preciso que las instituciones gubernamentales asuman su papel recreando y resignificando la naturaleza de los servicios y alternativas que ofrecen, diseñando nuevas políticas en las cuales los hombres y mujeres adolescentes puedan adoptar un papel protagónico y no sean concebidos como sujetos pasivos de las propuestas de cambio diseñadas por los adultos. Uno de los principales objetivos de cualquier sociedad ha de ser prevenir la delincuencia, limitando también la aparición o crecimiento de actitudes y comportamientos delictivos e inadaptados, y para que ello sea posible es necesario que todos los sectores (padres de familia, profesionales de la salud, instituciones gubernamentales y privadas, instituciones educativas, etc.) procuren el armonioso desarrollo de los adolescentes, respetando y cultivando su personalidad desde los primeros años de la infancia. Recomendaciones para futuras investigaciones: 101 Finalmente, sería interesante en futuros estudios incluir las diferentes combinaciones de factores individuales, sociales y contextuales que incrementan y disminuyen la probabilidad de desarrollar comportamientos delictivos, teniendo en cuenta que las diferentes combinaciones probablemente variarán según la edad, el sexo, la subcultura y la fase del desarrollo en la que se encuentra el individuo. Investigaciones futuras también podrían ahondar en los factores de riesgo y de protección, asociados a los diferentes tipos de delitos que cometen los jóvenes. 102 Limitaciones: El estudio que hemos abordado a pesar de sus aportaciones, no ha estado exento de limitaciones. Los anteriores resultados merecen una serie de matizaciones sobre su generalización que han de ser considerados en su alcance. Primero, los datos provienen de un contexto social muy específico que se define por unas características sociodemográficas muy particulares, que puede explicar por sí unos resultados no generalizables a otras poblaciones y que ha de tenerse presente a la hora de generalizarlos a otros contextos. Por otra parte, en cuanto a la generalización de los resultados obtenidos, estos son solo aproximaciones del fenómeno de la delincuencia juvenil, lo cual no es un conocimiento acabado al respecto. Aunque estos datos se refieren a una población determinada, y con características propias, los análisis de resultados hacen posible extraer aproximaciones de relevancia empírica y conceptual. Otra de las limitaciones se evidencia directamente en la cantidad de miembros que conforman la muestra, pues al tener acceso a un número de profesionales reducido, no fue posible para esta investigación, contar con más población, que permitiera de esta forma prestar mayor validez estadística. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS 103 Aberastury, A. & Knobel, M. (1977). La adolescencia normal. Buenos Aires: Paidós. Argentina. Abuchaem, J. (1978). Proceso Psicodiagnóstico en niños, adolescentes y adultos. Tomo I, tema 5. Ed. Kargieman Acunso Quiñones, L. M. (2008) Garantías Del Adolescente Infractor En La Legislación Ecuatoriana. Universidad Andina Simón Bolívar. Sede Ecuador. Programa De Maestría En Derecho Procesal. Aguilar, I, & Catalan, A.M, (2005). 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ANEXOS 117 Anexo I: Cuestionario “Factores de Riesgo y Protectores en jóvenes en conflicto con la ley penal” Edad: Sexo: Profesión: La presente Encuesta constituye el instrumento de recolección de datos de la tesis de Licenciatura en Psicología Titulada: “Factores Protectores y Factores de Riesgo en los Jóvenes en conflicto con la ley penal”. Se solicita su participación como profesional especializado en el área de la justicia penal juvenil, perteneciente a la Secretaria de Niñez, Adolescencia y Familia de la Provincia de Córdoba. Entendiendo por “Factores de Riesgo” a un conjunto de factores individuales, sociales y ambientales que tienen la posibilidad de producir el comportamiento trasgresor a la ley penal. Y a los “Factores Protectores”, el conjunto de factores individuales, sociales y ambientales que pueden prevenir o reducir la probabilidad de que se desarrolle el comportamiento trasgresor. A continuación encontrará una serie de enunciados que han sido clasificados en factores de riesgos: individuales, sociales, ambientales/ contextuales, en jóvenes en conflicto con la ley penal. Los cuales han sido agrupados en seis grandes áreas: PERSONALIDAD, FAMILIA, EDUCACIÓN FORMAL, GRUPO DE PARES, CONSUMO DE SUSTANCIAS, Y AMBIENTE/CONTEXTO. Le solicitamos que lea con atención y marque dos (2) ítems en cada una de las áreas, solo en aquellas que en su opinión, constituyan un factor de riesgo en jóvenes en conflicto con la ley penal. Al finalizar su elección de ítems, complete con el factor protector que usted considere adecuado a cada área. 118 1) Factores Individuales Área: PERSONALIDAD Baja autoestima Trastornos emocionales: ansiedad y/o depresión Presencia de Impulsividad y Baja tolerancia a la frustración Falta de empatía Hiperactividad y/o déficit de atención. Bajo coeficiente intelectual FACTOR PROTECTOR: Área: CONSUMO DE SUSTANCIAS Consumo ocasional de drogas y/o de alcohol Consumo crónico de drogas y/o de alcohol Consumo de sustancias relacionado con conductas transgresoras a la ley Desconocimiento de los riesgos del uso de sustancias. FACTOR PROTECTOR: 2) Factores Sociales 119 Área: FAMILIA Vínculos poco estrechos entre padres e hijos. Conflictos familiares y/o maritales Criminalidad de los padres Bajo nivel de comunicación Falta de supervisión y control de los hijos Maltrato físico FACTOR PROTECTOR: Área: EDUCACION FORMAL Fracaso escolar Absentismo y abandono escolar Vandalismo en la escuela FACTOR PROTECTOR: Área: GRUPO DE PARES Amigos que trasgreden la ley penal. 120 Ser miembro de una banda transgresora de la ley Grupo de pares con conductas riesgosas y/violentas FACTOR PROTECTOR: 3) Factores Ambientales y Contextuales Área: AMBIENTE Y CONTEXTO SOCIAL Difusión en medios de comunicación, de contenido violento y agresivo. La pobreza, hacinamiento y las situaciones sociales desfavorables. Falta de oportunidades laborales. Desorganización en la comunidad Estigmatización de las clases pobres Acceso a armas Otro. FACTOR PROTECTOR: A continuación, en base a las 6 áreas mencionadas con anterioridad, se le solicitara que marque 2 áreas, que a su criterio considere de mayor incidencia en el joven en conflicto con la ley penal. PERSONALIDAD 121 FAMILIA GRUPO DE PARES EDUCACION FORMAL CONSUMO DE SUSTANCIAS AMBIENTE Y CONTEXTO SOCIAL ANEXO II: ENTREVISTA PARA LOS PROFESIONALES DEL SEÑAF: EDAD: SEXO: PROFESION: 122 AREA DE TRABAJO: 1- En este organismo ¿qué tipo de intervenciones se realizan en el joven en conflicto con la ley penal? 2- En estas intervenciones son considerados los factores de riesgo (personalidad, consumo de sustancias, etc.)? ¿De qué manera? 3- En las intervenciones ¿se trabaja con la familia del joven? ¿Cómo? 4- El grupo de pares del joven ¿es considerado como factor de riesgo importante en las intervenciones? En caso afirmativo: ¿cómo se lo aborda? 5- Y en relación al contexto en el cual está inmerso el joven, ¿se lo considera también como factor de riesgo en las intervenciones? En caso afirmativo: ¿cómo se lo aborda? 6- ¿Se trabaja con la educación formal en este organismo? En caso afirmativo: ¿cómo se aborda la misma? 7- En relación al consumo de sustancias ¿se lo considera en las intervenciones realizadas al joven en conflicto con la ley penal? En caso afirmativo: ¿cómo se lo aborda? 8- La personalidad del joven en conflicto con la ley penal es un aspecto a considerar en las intervenciones del SENAF? En caso afirmativo: ¿cómo se aborda la misma? ANEXO III: CONSENTIMIENTO INFORMADO Consentimiento Informado de Participación en la Investigación Acepto participar voluntariamente en esta investigación, conducida por Anabella, Gamacchio Ana Lucia y Lanzi, Antonella, tesistas de la Carrera de Lic. en Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba 123 Me han indicado también que tendré que responder a una entrevista, lo cual tomará aproximadamente de 45 a 60 minutos. Y que pueden solicitarme una segunda entrevista en caso de ser necesario. Accedo a que las entrevistas sean gravadas y entiendo que estos registros serán destruidos una vez finalizada la investigación. Reconozco que la información que yo provea en el curso de esta investigación es estrictamente confidencial y no será usada para ningún otro propósito fuera de los de este estudio sin mi consentimiento. He sido informado de que puedo hacer preguntas sobre el proyecto en cualquier momento y que puedo retirarme del mismo cuando así lo decida, sin que esto acarree perjuicio alguno para mi persona. De tener preguntas sobre mi participación en este estudio, puedo contactar a Cura Yamila Anabella, Gamacchio Ana Lucia y Lanzi, Antonella a través de e-mail: [email protected] , [email protected] , [email protected] Entiendo que se me entrega una carta informativa y que puedo pedir información sobre los resultados de este estudio cuando éste haya concluido. . FIRMA Fecha ANEXO IV: CARTA INFORMATIVA PARA PARTICIPANTES DE INVESTIGACIÓN La presente investigación es conducida por Cura Yamila Anabella Gamacchio Ana Lucia y Lanzi Antonella, estudiantes de la carrera Lic. En Psicología, en la Universidad Nacional de Córdoba 124 Si usted accede a participar en este estudio, se le pedirá completar dos cuestionarios. Esto tomará aproximadamente 45 a 60 minutos de su tiempo., y podría ser contactado para una segunda entrevista en caso de ser necesario. Las entrevistas serán gravadas y estos registros serán destruidos una vez finalizada la investigación. La participación en este estudio es estrictamente voluntaria. La información que se recoja será confidencial y no se usará para ningún otro propósito fuera de los de esta investigación. Sus respuestas serán codificadas usando un número de identificación y por lo tanto, serán anónimas. A continuación se presenta un consentimiento informado que usted deberá firmar, posterior lectura. El mismo no será entrega a nadie, y una vez concluido el estudio de investigación y aprobada la tesis, será destruido a los fines de preservar la identidad de los encuestados. Si tiene alguna duda sobre este proyecto, puede hacer preguntas en cualquier momento durante su participación en él. Igualmente, puede retirarse del proyecto en cualquier momento sin que eso lo perjudique en ninguna forma. Respecto de la devolución, no habrá ningún tipo de devolución individual de los instrumentos aplicados, pero si usted desea información acerca de los resultados obtenidos en general, puede ponerse en contacto a través de e-mail en la siguiente dirección: [email protected] y una vez finalizado el análisis de datos, y aprobado por el tribunal examinador se le enviará una copia del mismo. Desde ya le agradecemos su participación. Nombre y Apellido Tesista Lic. en Psicología Matricula: Nombre y Apellido Tesista Lic. en Psicología Matricula: Nombre y Apellido Tesista Lic. en Psicología Matricula: 125