JUGANDO AL ESCONDITE
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JUGANDO AL ESCONDITE
JUGANDO AL ESCONDITE A muchos animales, como a mucha gente, no les gusta llamar la atención. Los animales no suelen ser tan fanfarrones como podemos llegar a ser los humanos. Ellos sólo se hacen notar por algún motivo que normalmente no tiene nada que ver con la vanidad, lo suyo son razones importantes: liderazgo, territorialidad, reproducción, alimentación,… Y entonces sí que se hacen notar y no se andan con chiquitas, porque cuando ellos avisan, no es por fardar. A veces simplemente basta con una exhibición de poder y peligrosidad (yo soy más grande, yo tengo más veneno,…) y no llega la sangre al río: el que tiene menos probabilidades se retira y acepta su lugar sin rencores, son cosas de la vida y no hay que darles más vueltas. Pero lo más sensato suele ser siempre pasar desapercibido. El esconderse es una estrategia de supervivencia, porque si no te ven es más difícil que te cacen, y si eres tú el que quiere cazar, lo conseguirás más rápido si llegas sin ser visto. Las orcas, por ejemplo, ¿no se han preguntado nunca por qué tienen manchas blancas? Pues es su disfraz de camuflaje, como la ropa verde a manchas de los soldados. La visión de los animales subacuáticos no percibe detalles de colores y formas del mismo modo que los percibimos los humanos. Ellos ven mejor siluetas y formas moviéndose. Por eso si eres una orca acercándose a un apetitoso banco de peces y en lugar de aparecer como la silueta de una temible depredador, tu figura se ve distorsionada por tu dibujo a manchas, es mucho más fácil que acabes con el estomago lleno que si fueras sin pinturas de camuflaje. A veces nos ocurre en el Acuario de Almuñécar que cuando queremos mostrar a alguno de nuestros inquilinos, nos deja con un palmo de narices porque está escondido. Esto pasa con el pulpo, como ya he contado en otra ocasión, y también con un pariente cercano suyo como es la sepia. La jibia o sepia además de cambiar su color y echar tinta, puede camuflarse enterrándose en la arena. Cuando se nos camufla a conciencia es complicado observarla, y lo que hacemos es buscar sus ojillos, porque entonces sabemos que allí debajo semienterrada esta ella. Sepia semienterrada También nos hacen a veces jugar al escondite los lenguados, que también viven sobre fondos arenosos, pueden cambian de color y se entierran para camuflarse. Y como son tan planos, se esconden aún mejor que la sepia. Aunque los lenguados no tienen siempre esa forma ni ese comportamiento, ya que cuando nacen nadan por el agua libres. Pero cuando empiezan a crecer sufren una metamorfosis: se aplanan y la boca y uno de los ojos migran hacia el lado superior de la cara. Así que de un lenguado escondido lo más fácil de distinguir son sus dos ojos juntos, que por cierto, pueden mover de manera independiente. Así está escondido pero siempre alerta. Lenguado camuflándose Y otros que desaparecen son los peces mula y los peces aguja. Estos son los parientes larguiruchos de los caballitos de mar, y al igual que ellos viven entre las praderas de posidonias (yerbas marinas). En algunos sitios los llaman pez posidonia, ya que además de tener la misma forma y color de estas plantas, en el medio natural se dejan mecer por el agua para ser confundidos con ellas. Mula y aguja del Acuario de Almuñécar Incluso se esconden algunos peces que pertenecen a la familia de los más temidos del océano: los tiburones. Me estoy refiriendo a las rayas, que son peces cartilaginosos planos. Sus dibujos y colores son muy parecidos a los fondos de arena en los que viven, y en dónde a veces se ocultan. Ellas también usan la técnica de enterrarse. Raya mosaico del Acuario de Almuñécar Así que esperamos que cuando vengan al Acuario de Almuñécar, si ven que se esconde algún animal no se ofendan, es que ellos son conscientes de los instintos depredadores que pueden llegar a despertar (umm, jurelitos a la plancha, umm… pulpo a la gallega…) y aunque haya cristal acrílico gordo de por medio no se fían. Y hacen bien. A quién no le gusta el pescadito frito… Beatriz Díaz