testimonio sobre aida - Misioneras Cruzadas de la Iglesia
Transcripción
testimonio sobre aida - Misioneras Cruzadas de la Iglesia
A todos los que formamos la Obra Total de Nazaria Ignacia: MCI, MSI, FENI, SACERDOTES y AMIGOS DE NAZARIA Me encontraba en Roma cuando me sorprendió la noticia de la muerte de H. Aída Salek sexta Superiora General de nuestra Congregación, ella ya goza de la presencia del Señor, juntamente con Madre Nazaria y todas las hermanas que nos han precedido, sus padres y familia. Recibir esta noticia en Roma, hizo que enseguida viniera a mi memoria algo que yo palpé siempre en ella fuertemente y de manera especial en sus cartas siendo Superiora General, el amor al Papa como concreción de su gran amor a la Iglesia y a la jerarquía y también la unidad, profundamente arraigada en ella desde nuestro Cuarto Voto. Por ello cuando H. Virginia Dávalos Provincial de Bolivia me comunicaba que la Eucaristía Celebrada en Santa Cruz en su funeral estuvo presidida por dos obispos y diez sacerdotes y religiosos, me alegré mucho pues se merecía la presencia de la iglesia por la que tanto se entregó. Ciertamente estaba informada del deterioro que iba sufriendo su salud; pero la verdad es que nunca imaginé que su partida a la casa del Padre fuera tan inminente. Hoy pienso que el Señor le ha escuchado su deseo “quería morir” según me decían las hermanas, morir para dar el paso a la VIDA, donde creemos por la fe que goza de la presencia de nuestro Dios y ya vive para siempre. Qué más deciros de Aída. Desde el año 1978 conocí a Aída, en mi primer viaje a Bolivia (posiblemente la conocí anteriormente, pues ella estuvo en España en el capítulo del 68, pero yo era novicia), allí la recuerdo mostrándonos con gran cariño todo lo que Oruro guarda de Nuestra Madre, el archivo, objetos personales, todo lo que nos hace respirar la presencia de Nazaria de manera muy especial cuando pisamos ese lugar tan querido para to- dos. En esa como en otras ocasiones lo hizo con gran pasión y entusiasmo transmitiéndonos el conocimiento y la vivencia que ella tenía de Nazaria y del Instituto, por supuesto fruto de su mucho amor. Lo hacía con tanta fuerza que solíamos decir algunas hermanas que era “intensa” en todo lo que hacía y vivía. En estos momentos se evocan en mí, muchos recuerdos de todo lo vivido con ella o cerca de ella, tanto alegrías como tristezas, ya que compartimos bastantes años juntas en este servicio de gobierno. Durante sus años como Superiora General, son muchas cosas las que viví junto a ella y que me ayudaron bastante en mi vida. A través de sus cartas y escritos, siempre nos remitía a Nazaria, en toda fiesta o celebración del Instituto era frecuente recibir de ella algún recordatorio bien por carta u otra comunicación, donde descubrí la importancia de saber “hacer memoria” de la vida de la Congregación y la nota específica en cada momento oportuno, que nos ayudaba en la vivencia del Carisma. En las comunidades nos repetía con frecuencia la importancia de “salvar siempre la proposición del prójimo”, señalar sólo lo negativo no construye y ella puso un gran esfuerzo que fuéramos mujeres constructoras de unidad y la comunión. Podría seguir enumerando otros, pero no quisiera olvidar todo el empeño que puso en fortalecer la OBRA TOTAL DE NAZARIA IGNACIA, el cuidado y la cercanía con los Sacerdotes, que les dio su primer impulso, con miembros de FENI y en general con todos los amigos de Nazaria. No sé si el vivir con tanta intensidad, o qué, fue lo que hizo que pronto en Aída se notasen las huellas del desgaste, en las ocasiones que visité Bolivia, después de su regreso, sentía gran pena al verla “tan gastada”, ya no tenía fuerzas, eso sí su amor a Jesucristo, a Nazaria, al Instituto y a los pobres, siempre bien vivo. Quiero terminar agradeciéndole a Dios todo lo que nuestra hermana Aída vivió como mujer y como hermana, en una palabra como M.C.I. y que todo lo “bueno” que en ella descubrimos, lo vivamos también cada uno de nosotros. Que nuestra oración por ella nos una a todos y a través de ella, que ya estará “cerquita” de Nazaria, le arranque al Señor el milagro que deseamos para su Canonización. Unidos fraternalmente. Superiora General Condolencia S. E. Julio Cardenal Terrazas CSsR, Arzobispo de Santa Cruz; Obispos Auxiliares, Sacerdotes, Religiosos, Religiosas y Agentes Pastorales del Pueblo de Dios en Santa Cruz, hacen llegar su adhesión y solidaridad cristiana, a la Congregación Misioneras Cruzadas de la Iglesia que acompañan con su oración el trayecto al encuentro con Dios-Padre que ha convocado a su Servidora † Hna. Aída Salek Gutiérrez Q.D.D.G. La Hermana Aída nació en Charagua el año 1937, era licenciada en Servicios Sociales y licenciada en Sociología. Como religiosa y profesional trabajó arduamente en gran parte de Bolivia. Fue responsable de la parroquia de Porongo en Santa Cruz, luego docente y decana en la Universidad de La Paz, colaboró en la Conferencia Episcopal Boliviana, trabajó en Oruro, apoyó en el proceso para la beatificación de la Hermana Nazaria, fue Superiora General de su Congregación de 1999 al 2005. Llegó a Santa Cruz el 2007 aquejada por la osteoporosis y falleció en las últimas horas a la edad de 74 años por una complicación bronconeumonía. La misa de cuerpo presente se realizará el día de hoy miércoles 18 de mayo en la parroquia La Santa Cruz a las 15:00 h. (Avda. Cristóbal de Mendoza, 855) para luego dirigirse al cementerio general donde encontrará su última morada. Esperamos que la vida de la hermana Aída que cesa en la tierra, dé frutos de vida para la Iglesia y su Congregación, a la vez que pedimos a toda la Iglesia de Santa Cruz su oración fraterna por el descanso del alma de nuestra hermana Aída. Agradecemos al Dios de la vida por la vocación y ejemplo misionero de esta hija suya que encontrará descanso en sus brazos. Santa Cruz, 18 de mayo de 2011 Aída “Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor, si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para eso murió y resucitó Cristo, para ser Señor de vivos y muertos” Rm 14,7-9. Aída fue consecuente. VIvió para el Señor. Su entrega generosa y exigente fue un testimonio para quienes tuvimos la dicha de vivir con ella. Las hermanas de la comunidad de Santa Cruz, tuvimos el privilegio de compartir con ella los últimos nueve meses de su paso por esta tierra y de acompañarla en el momento de su paso a la casa del Padre. Verdaderamente, vivió para el Señor y murió para el Señor. Se fue con mucha paz. El lunes 16 vino el P. Eduardo de nuestra Parroquia, le dio el Sacramento de la unción de los enfermos y el 17, a las 2,30 de la madrugada, el Señor se la llevó. El día 29 de septiembre de 2010, trajeron a Aída de La Paz, muy grave y directamente a terapia intensiva a la clínica INCOR. Debido a una subida de presión, porque fue de Cochabamba a La Paz. El 1 de octubre, en la clínica HAMACAS, le pusieron marcapasos. El día tres la trajeron a la comunidad. Se encontraba muy débil y fue difícil sacarla de su estado de anemia y deshidratación. Con los cuidados y medicamentos volvió a ser la Aída de siempre. Fue mejorando, y hasta salía sola, con la ayuda de su carrito, a dar un paseo por el barrio. Eran frecuentes sus salidas con su hermano Carlitos, que la llevaba con la familia o a tomar un “tesito” “La Monseñor” (frente al Cristo). Compartía momentos agradables con la comunidad, participaba en todo. Se puso muy bien, aunque no le faltaban dolores. Así pasaron los meses, hasta la última semana de cuaresma. Llegaron los primeros “sures” (vientos del sur) y con ellos el frío húmedo que aumentó sus dolores. Le costaba levantarse y en esa semana apareció varias mañanas sentada en el suelo, tal vez intentaba hacer yoga. El sábado, 16 de abril, vísperas del Domingo de Ramos, fue internada en una clínica y estuvo hospitalizada tres semanas por una broconeumonía y subida de presión. Ya no se Hna. Aída, joven religiosa entre obispos y sacerdotes, en su entrega por la Iglesia en Bolivia. levantó más. La Semana Santa fue para ella un verdadero calvario y así siguió sufriendo mucho, hasta el 17 de mayo, que el Señor se la llevó. Recibió mucho cariño de los suyos, que la acompañaron todo este timpo, colmándola de detalles. También de la comunidad y de las enfermeras y médicos. En su vida dio mucho amor y debió gozar al recibirlo, aunque al final ya no se daba cuenta. Fue bueno que pasara sus últimos días en Santa Cruz, donde tiene a sus hermanos y sobrinos. El lunes por la tarde estuvo rodeada de hermanos, sobrinos, sobrinos nietos. Los médicos se despidieron con manifestaciones de cariño, uno de ellos lloró y la besó. Su hermano Fernando la animó diciéndole que se fuera tranquila, que ellos estaban bien. Tal vez ya no se daba cuenta, pero la paz se manifestaba en su rostro. Esperábamos que viviera un poco más y todos se retiraron. En la noche se quedó Hna. Marina con la enfermera. A las 2,30, después de una breve fatiga, se durmió para siempre en el Señor. Llegó Hna. Viky con Carmencita y Lucía. También llegaron hermanas de todas las comunidades de Bolivia. Los obispos auxiliares, Mons. Sergio y Mons. Estanislao, se encontraban en una reunión en nuestra Parroquia, al recibir la noticia, vinieron a rezar. Por la tarde, el P. Max, de la Parroquia, celebró la Eucaristía. El Cardenal estaba en Montevideo y Mons. Braulio en Corea. Nuestras alumnas, participaron por cursos con sus profesoras y el profesor de música dirigió los cantos. Seguro que Aída, desde el cielo gozó escuchándolos como todos los presentes. Sus familiares, quedaron muy agradecidos. La misa fue en la parroquia, concelebrada por Mons. Estanislao, Mons. Tito Solari, que vino expresamente de Cochabamba, los tres padres de la Parroquia y otros sacerdotes amigos. La iglesia estaba llena. Nuestras hermanas jóvenes amenizaron con los cantos y todos participaron, animados por el P. Roberto y Adán, el organista de la parroquia. Se dio lectura a un mensaje de Viky y otro de Jesús de Machaca. Familiares de Aída y muchas amistades nos acompañaron al cementerio, donde se dio una emotiva despedida. Se sentía mucha paz. Estamos en la novena de misas, en la parroquia, como es costumbre aquí. “Si el grano de trigo muere, da mucho fruto”. Pedimos al Señor que nos dé muchas vocaciones, como Aída, amantes del Carisma y locas por el Reino. De la seguridad a la intemperie Quisiera tener una pluma ágil y sabiduría para hacer memoria de nuestra querida hermana Aída sexta superiora General de nuestro Instituto. En una llamada de teléfono desde Bolivia se nos dio la noticia... ¡nunca estas noticias se esperan... interrogantes... preguntas!... pero desde el corazón también nos brotó: “el Señor nos la dio el Señor nos la quitó ¡Bendito sea el nombre del Señor!”. Mujer intensa, tenaz, que juntaba el día con la noche... mujer inteligente, despierta y a la vez sencilla en su porte y en su comunicación, de palabra fácil y casi siempre larga, de muchos escritos y papeles pero siempre disponible para quien los necesitara. Todas la recordaremos por su amor a la Congregación, a la Iglesia, a los Pobres y a lo que ella amaba, hablaba, trabajaba y quería hacer realidad. La Obra Total. Su vida fue un camino con salidas a lugares geográficos y simbólicos, haciendo evocación de Jon Sobrino, podríamos decir que tuvo ese triple desplazamiento: el desierto, la periferia y la frontera. Cuando hablamos de desierto, hablamos de la soledad, de la prueba, de la experiencia de Dios desnuda... Cuando decimos, periferia decimos que apostó siempre por la causa de la justicia, de los que buscan la paz, de entrelazar la vida con los sencillos, también de desplazamiento, de lugares de responsabilidad hacia lugares de impotencia y limitación. Cuando hablamos de frontera, la percibimos con la fuerza de ir desde la seguridad de lo conocido, hacia la intemperie... uno de sus sueños fue Filipinas... salir hacia lo desconocido, porque nuestra vocación es, “para cualquier parte del mundo”. Esa misma tarde del 17 de Mayo, nos reunimos las hermanas con un grupo de laicos, para celebrar la Eucaristía a las 19,30 en la Casa de Ejercicios de Carabanchel. Presidió la Celebración Javier Sánchez, uno de los sacerdotes con los que Aída hablaba mucho y participa de ese grupo de sacerdotes que ella inició alrededor del Carisma. Fue una celebración pausada, emotiva, con lazos de afecto, partimos desde el agradecimiento a Hermana Aída por su entrega a la Congregación. Hermana Margarita Torrubia, con su verbo fluido, hizo una semblanza de ella desde su entrada a la congregación, pasando por los distintos momentos de su vida. Hubo muchas intervenciones tanto de hermanas como de laicos en donde su vida se iba enriqueciendo, y siempre desde la acción de gracias. Quiero que estas líneas sean sólo un dar gracias, como cuerpo de provincia unidas a la Congregación por su vida y el reconocimiento por el servicio de Superiora General que realizó durante seis años. Oremos por ella y pidamos que interceda por nosotras para que seamos lo que Nazaria Ignacia soñó para la Cruzada Pontificia que “Nos estrechamos en un solo abrazo, sí así tiene que ser, una sola alma, un solo corazón... Por las ausentes, tan presentes de América y de España. Un nuevo abrazo de corazones” (carta desde la fundación de Málaga). Cristina Ventura, m.c.i. Hermana Cristiana: Soy Julián Nicolás el sacerdote de Madrid que estoy en Argentina, amigo del carisma de M.N.I., la hermana Mercedes me ha pasado el correo y me comunica que ha muerto la M. Aída, lo siento y he ofrecido la misa y mis oraciones por ella, no he podido escribir antes pues hemos estado toda la semana de retiro y recién llegamos a la madrugada y ahora que termino las misas y los pueblos me decido a escribir y responder a los correos que se han acumulado en estos días. Ruego que transmita mi pésame a todas las hermanas y a la M. Provincial tanto en mi nombre como de todos los sacerdotes amigos del Carisma, ella fue la que nos convocó, nos reunió y alentó para empezar y Gracias a Dios parece que vamos caminando, seguro que desde donde esté nos ayudará a todos. Un saludo y gracias por lo bien que nos tratasteis en esos días en Bolivia, hasta pronto. María Jesús de Miguel, m.c.i. Provincial de España P. Julián Nicolás SACNI Prensa Boliviana AIDA SALEK FUE ENTERRADA EN SANTA CRUZ Fallece la vicecanciller de Iglesia cochabambina La religiosa y vicecanciller de la Iglesia cochabambina, Aída Salek Gutiérrez, falleció y fue enterrada ayer en el cementerio general de la ciudad de Santa Cruz. El 25 de febrero de 2008 se dio a conocer el nombramiento oficial de la vicecanciller de la Iglesia cochabambina, Hermana Aída Salek Gutiérrez, que pertenece a la comunidad religiosa Misioneras Cruzadas de la Iglesia... Palabras de Hna. Virginia Dávalos, Provincial de Bolivia Hermana Aída Salec Gutiérrez, nació en Charagua, Santa Cruz el día 6 de Febrero del año 1937, ingresó en el Instituto de Misioneras Cruzadas de la Iglesia, de una manera, romántico-mística, escapando de su casa, como una joven enamorada detrás de su Amado, el 3 de Mayo del año 1958. Empezó su vida de consagración al Señor con toda la fuerza y el ímpetu de su corazón juvenil, siendo una religiosa con mucha experiencia de Dios, alegre, generosa, entregada a los trabajos, sin medirse, con gran amor a los pobres y a los más necesitados. Antes de terminar el tiempo del Noviciado, las Superioras, dándose cuenta de su capacidad intelectual y espiritual, la enviaron a La Paz a estudiar servicio social en la Universidad de San Andrés, de la que años más tarde fue Decana de esa facultad. Por las situaciones sociales de nuestro país, de entonces, tuvo que salir de Bolivia y fue enviada a Bélgica a hacer una especialidad en sociología, en Lovaina. Fue Canciller del Obispado de Oruro, siendo Obispo de esa Diócesis Mons. Julio Terrazas. Al interior de la Congregación, tuvo muchos envíos, de servicio a las comunidades como: Superiora, Maestra de novicias, Maestra de junioras y Maestra de Tercera probación como formación antes de los Votos Perpetuos. También fue Consejera Provincial en varios períodos. Fue Consejera General y finalmente Superiora de la Congregación. Aída fue una hermana que se distinguió por su gran amor al Instituto, por amar con ternura a la Madre Nazaria Ignacia, Nuestra Fundadora, fue la que organizó la Biblioteca Nazariana, desde sus inicios en Oruro. Profundizó muchísimo el Carisma de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, sobre todo en el Cuarto y Quinto Votos que tenemos: dar la vida en la misión trabajando por el Reino y sobre todo en el amor y unidad con la Iglesia, en la persona de nuestros pastores, el Santo Padre y los Obispos. Hasta siempre Aída En Oruro con Aída. Apenas una semana después de la muerte de Aída lo que me sale es expresar una profunda acción de gracias al Padre por su vida, una vida especialmente sencilla y entregada a dos tareas fundamentales: el amor a los pobres, su tesoro desde siempre, y el amor a Nazaria, el otro tesoro que descubrió también desde muy joven. Siempre que compartía ratos con ella, y tengo que decir que por suerte fueron muchos, eran esas sus dos únicas preocupaciones también para mí como cura: ama a los pobres, entrégate a ellos, dales lo mejor de ti, y conoce y encomiéndate siempre a Nuestra madre, a Nazaria. Estos eran los dos tesoros de “la ópera”, como cariñosamente yo la conocía, pero además tengo que decir y resaltar de ella su profundo sentido de la misión, la misión que había recibido desde Dios era continuar el carisma de Nazaria Ignacia desde hacer posible lo que ella misma también quiso desde siempre: extender el Reino de Dios pero desde el marco incomparable de la Iglesia de Jesús. En Aída también se juntaban ambas cosas, como si hubiera descubierto que en la Iglesia, con todas sus dificultades, y desde la Iglesia, se podía contribuir al sueño de Nazaria de extender y trabajar por el Reino. Ha sido también, como su madre Nazaria, una mujer en la que se unían el amor a las hermanas desde trabajar intensamente por ellas, por sus preocupaciones y por sus sentimientos, y el amor al Instituto, por quien trabajó hasta el final de sus días. Una mujer de gran temperamento, exigente, pero que volcaba la exigencia a los demás desde su propia exigencia; su única obsesión fueron sus pobres, los pobres de Bolivia, los pobres de su patria... A mí me hizo enamorarme también de esas dos realidades; cuando marché la primera vez a Bolivia fue desde el impulso especial que ella me hizo para conocer in situ esa misma realidad de la que ella estuvo siempre enamorada. Y cuando llegué a Oruro, y me encontré en la cripta, ante Nazaria, escuché aquel himno compuesto en tierras bolivianas, que daba música a las palabras de Nazaria “Adelante, siempre adelante, sirviendo y amando a todos por igual, por igual...” y todavía recuerdo el sentimiento que me produjo de seguimiento, de encuentro especial con el carisma, y sobre todo de fortaleza, de manera que desde entonces ha acompañado mi vida, y en momentos duros y de sufrimiento ha resonado en mi interior: Adelante siempre, adelante, eran y son las palabras de Nazaria hacia mí, hacia mi ministerio y hacia mi misión. Su insistencia siempre fue que conociera a Nazaria cada día más, que me embebiera de sus escritos y de su carisma y cuando últimamente la hablaba de la cárcel y de mis experiencias con los presos siempre me decía lo mismo: estás con Nazaria, donde ella siempre ha estado, con los pobres, sigue adelante... y cuando esos pobres, esos presos en la cárcel llevan las reliquias de la madre y rezan a Nazaria Ignacia, recuerdo a Aída, y a sus palabras... Hoy por eso sólo me sale decir GRACIAS, gracias a Dios y a Nazaria por su hija muy querida... sus desvelos seguro que serán premiados... no sé con quien se habrá encontrado antes si con Jesús, a quien amó profundamente, o con Nazaria, de quien también se enamoró... quizás haya sido un encuentro simultáneo y ahora esté ya gozando de los dos para siempre... Gracias, Aída, gracias “opera”, gracias hermana y amiga... estarás siempre donde se guardan las cosas más importantes... en lo más profundo del corazón... nuestro de tantas personas que te conocimos y compartiste tu vida... Javier Sánchez (SACNI) Su amor a la Congregación y a las hermanas la llevaba a querer que todas entrásemos a gozar de esos conocimientos que ella descubría en su investigación teológica y espiritual, y a veces machaconamente, como presintiendo que no iba a estar mucho tiempo con nosotras. Al final de su vida el Señor, amorosamente, la prefirió una vez más, pero a su estilo, abrazándola a su Cruz por medio de la enfermedad. Fueron muchos meses de sufrimiento, hasta que el día Martes 17 de Mayo a las 2.30 de la mañana, el Señor vino como un ladrón y se la llevó dulcemente a la presencia de nuestro Padre Dios, donde ya descansa y nos bendice, al Instituto, a su familia que la ha acompañado con amor y dedicación todo este tiempo, a sus amigos y a sus preferidos los pobres y pequeños. Santa Cruz, 18 de Mayo de 2011 Aída, compañera de camino A Aída la conocí desde su venida a Europa y después en mis visitas a Bolivia. Tuvimos ocasión de trabajar juntas en la comisión de preparación de las Constituciones, según nos pedía el Concilio Vaticano II, y fueron aprobadas en 1991. Comisión en la que trabajamos intensamente, y Aída, con su habitual entrega exhaustiva, acarreaba innumerable material que nos serviría de respaldo en la iluminación necesaria. Exhaustiva siempre. Diríamos que era un ser que se perdía de vista detrás de sus carpetas... Pero nuestro trato más entrañable lo vivimos como compañeras, durante el gobierno de la tercera elección de M. Auxiliadora Pérez como General del Instituto 1992-1998. A Aída, le correspondió como consejera general, el servicio de la formación y a mí, el de evangelización. Fueron los años en los que por varias razones, yo volví más veces a España, ya que seguía radicada en México. Y pude seguirla más de cerca, en su trabajo, que como ya es dicho común, no conocía límite entre el día y la noche. Su secretaria, tampoco conocía límite de papeles, carpetas y proyectos... Con ella iniciamos lo que habría de ser su dedicación más especial, “la Obra total”. Y juntas convocamos el primer grupo de Madrid, en la casa de Ejercicios. Grupo que comenzó con brío y esperanza. Como preparación al Capítulo General de 1998, elaboró con infinito empeño el Documento de “La Obra Total de Nazaria Ignacia”. Documento que toda la Obra Total debe conocer y vivir. Fueron incontables las horas que le dedicó, porque Aída trabajaba desde su condición de profesional, tomando todas las medidas necesarias para llegar al fin. La documentación reunida sigue siendo una fuente importante para el estudio y profundización de la Obra. Conocí también su empeño por hacer nacer la incorporación de los Sacerdotes a la Obra Total. Traía ya un legado de Jaime Virreina quien en Bolivia había profundizado teologica y afectivamente el carisma de Nazaria Ignacia y había congregado a algunos amigos sacerdotes y seminaristas en torno al carisma. Fue así, como manifestarán otros testimonios como convocó en Madrid a los primeros sacerdotes, que han seguido después de su marcha, su encuentro, hoy vinculados España, Argentina, Uruguay y Bolivia. Otra dimensión compartida fue su disponibilidad para abrir el paso al Oriente. Aceptó la invitación que la M. General le hizo para iniciar ese camino en Filipinas, acompañada de H. Rosalba Gutiérrez. Fue un viaje importante en el que dejaron abierta la posibilidad de una fundación con Obispos que incluso vinieron a visitarnos con el ánimo de formalizar nuestra presencia en el país. No se pudo realizar, sin embargo, durante su gobierno como General del Instituto, pero dejó abierta la puerta, que hoy se ha hecho realidad en la fundación de la India. Mis últimos recuerdos aquí en España, como General del Instituto, están referidos sobre todo, al momento en que comenzaba su enfermedad y manteníamos una comunicación fluida, en la que pude acompañarla afectivamente. Empezaban a manifestarse síntomas, que la mantenían en su celda, donde igualmente no faltaban los papeles, las revistas, los trabajos... Y ella tenía confianza de hermana conmigo para compartir sus sentimientos. Así nos despedimos, sin dejar de mantener una entrañable fraternidad y amistad sincera, que certificaban nuestra mutua correspondencia. El último día de su vida, le enviaba, junto a las otras hermanas de María Goretti, al saber que seguía muy malita, mi último beso fraternal. Aída nos deja el testimonio de la entrega incondicional y lúcida, de la vivencia del carisma que nos convoca. Mª Mercedes de Cristo, m.c.i. Con Monseñor Villane abriendo el Camino de Filipinas. Fisonomía de la Hna. Aída Salek No es fácil hablar de cualquier persona, menos de las personas amigas; siempre o casi siempre nos equivocamos, porque lo íntimo del corazón sólo lo conoce el Señor, nosotros apenas atisbamos a descifrar algunos rasgos que los interpretamos de acuerdo a nuestros gustos o prejuicios. Mi primer encuentro con la Hna. Aída fue a raíz de mi nombramiento de Obispo Auxiliar de Oruro, encuentro que después se convirtió en una profunda amistad y en un gran aprecio, sin duda fue el comienzo de una sincera y auténtica relación de fe y de apoyo pastoral. Al día siguiente de salir la noticia de mi elección para el servicio de obispo, se apareció presurosa por La Paz tocando las puertas del convento de los Carmelitas la Hna. Aída Salek. Bajo su brazo portaba un fajo enorme de papeles, revistas, resúmenes de las Asambleas Diocesana, planes de trabajo de la Diócesis de Oruro, para que el nuevo Obispo se enterara donde quedaba esa Iglesia, cuales eran las líneas Pastorales, el camino recorrido,la fisonomía de ese pueblo, su cultura y todo lo que un pastor debía conocer de la Iglesia. Ni que decir tiene que me asustó, pues si ya el hecho del nombramiento le sobrecoge a uno, cuanto más si hay que meterse, así de golpe, tanta literatura. Sin duda, fue un gesto que define a Hna. Aída en todo su ser: amor a la Iglesia, preocupación pas- toral, cercanía con las personas, sintonía con el pueblo, profunda amistad y urgencia de que los pastores sientan a la Iglesia desde dentro, desde el corazón. Desde entonces fueron muchos los momentos de diálogo, amistad, reflexión y compartir los grandes y pequeños proyectos que se fueron gestando en Oruro: la Misión Popular, el Sínodo Diocesano, la marcha de las CEBs, la Pastoral Juvenil y todo un camino que recorrimos juntos durante muchos años por las pampas y comunidades más alejadas, comenzando por Bengalvinto y siguiendo por Ucumasi, Challapata y Huari donde tenían Comunidad las Cruzadas. No menos profundos fueron las experiencias, encuentros y celebraciones junto a la tumba de Madre Nazaria en el silencio atento de la escucha de la Palabra y en las búsquedas de los problemas que día a día venían de las minas, de los barrios periféricos y de los pobres. Madre Nazaria Ignacia decía a sus hijas que debían bajar a la calle, pero yo diría que Hna. Aída estaba en la calle, sentía el palpitar de la gente y se hacía eco de las necesidades de los más pobres y sencillos. Gran conocedora de la espiritualidad y del carisma de la Madre no se contentó con degustarlo o trasmitirlo a los demás, sobre todo a las jóvenes postulantes que moraban en la casa, su gran preocupación fue hacerlo vida, encarnarlo en su persona para descubrir en los necesitados el rostro de Jesús. Nuestra amistad no fue idílica ni mucho menos, tuvo también sus momentos de discusión y confrontación, pues si algo uno tiene que decir de Hna. Aída es que vivía las cosas con pasión, ya que su carácter y su personalidad no se quedaba en medias tintas, pero siempre llegábamos a mirar los acontecimientos desde la perspectiva de la fe y bajo la lupa del Evangelio. Mujer de grandes convicciones, mujer de fe y de oración, de un gran amor a la Iglesia y a los pastores. Su pasión fue siempre la misión y el anuncio del Evangelio sin recortes, ya que el mensaje de Jesús parte siempre desde los más pobres y de los sectores más olvidados de la sociedad. Y, ¿qué más?... cierto hay que poner puntos suspensivos y sé que me he quedado a mitad de camino, porque no se puede encasillar su personalidad en unas cuantas líneas y desde una sola mirada. Mi pequeño testimonio ha querido ser un testimonio sencillo pero agradecido a esta mujer, que además de ser mujer, fue creyente, misionera y enamorada de Cristo y su Iglesia. ¡Que ahora, desde la presencia del Padre, me siga y nos siga animando a construir el Reino! † Braulio Sáez García Obispo Auxiliar de Santa Cruz Madre Aída Salek, Superiora General (1998-2004) M. Aída Salek, fue Superiora General desde 1998 a 2004. Fue nombrada en el XII Capítulo General, en Madrid, después de una vida larga e intensa, entregada a dar a conocer y a vivir el carisma de M. Nazaria, el que ella misma vivía y tenía totalmente asimilado y vivenciado. De Juniora estudió Asistencia Social en La Paz, Bolivia y ya de Votos perpetuos, se licenció en Sociología en Lovaina, Bélgica. En Bolivia estuvo varios años en el consejo Provincial, siendo Maestra de Novicias y Maestra de Junioras, y trabajando ardientemente en estudios sobre la Madre Fundadora, intentando desde entonces incorporar a estos trabajos y estudios a grupos de laicos con los que trabajó codo a codo formando laicos profundamente cristianos y totalmente imbuidos por el carisma de la Congregación, sobre todo marcándoles profundamente en el amor a la Iglesia, y la preocupación por los problemas sociales de su entorno. Al terminar sus estudios en Bélgica, asistió por primera vez al X Capítulo General Extraordinario en Madrid, y desde entonces participó en todos los Capítulos Generales siguientes, quedando en 1992 consejera General, encargada del área de formación. En realidad este era su campo: forjar misioneras como las que quería M. Nazaria. Acompañó como consejera General a varios grupos de Hermanas Terceronas en Bolivia para prepararse a sus Votos Perpetuos. Durante este tiempo su esfuerzo era verdaderamente intensivo, profundamente espiritual, e intentando que las hermanas jóvenes pudieran profundizar en el conocimiento del espíritu de nuestra Fundadora y de cómo deberíamos interpretarla hoy, ante las exigencias de nuestra época. Repetimos, su trabajo fue siempre intensivo, profundo, incansable... deseaba que todas las hermanas se introdujeran afectiva y espiritualmente en todo lo que era el patrimonio espiritual de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia. En el XII Capítulo General, la M. Auxiliadora Pérez cumplía 18 años de Superiora General, y se imponía el nombramiento de su sucesora, el que recayó en M. Aída Salek. Su salud estaba ya un tanto quebrantada, sobre todo su problema óseo, con una fuerte osteoporosis, que iba proporcionándola no pocas complicaciones pero a pesar de todo ella mantenía fuerza y vigor interior para seguir trabajando a tiempo completo. No me puedo entretener en detalles sobre sus trabajos como Superiora General, sino que me limitaré a decir que una vez más, entregó todos sus afanes y preocupaciones a impulsar, revitalizar y organizar la Obra total, la gran Familia de Nazaria Ignacia, delegando en una hermana para visitar con este objetivo todas las Casas de la Congregación, tanto en España, como en Latinoamérica y África, reuniendo y convocando a todos cuantos de alguna manera se sentían vinculados con nuestro Carisma. Fruto de este trabajo, fue la elaboración de los Estatutos de Familia de Nazaria (FENI), en los que intervinieron los grupos de diferentes países, y los que fueron aprobados por el XII Capítulo General en Bolivia y por la Sagrada Congregación en Roma en 2005. Sí, para todos ha sido dolorosa la muerte de Aída. En la homilía que tuve a los nueve días decía que me daba dolor de corazón su separación, pero no tristeza, sino más bien envidia porque ella ha podido presentar una vida totalmente entregada al servicio de Dios y de los hermanos/as. Lo que a mí más me impresionaba es que era una mujer que “amó mucho”. Tuvo un gran amor a la Iglesia y estuvo siempre disponible para ayudar a los obispos, como lo hizo en Oruro con Mons. Terrazas, y en Santa Cruz con Mons. Tito en la redacción de la historia de la Arquidiócesis. Un gran amor al Instituto como apareció a lo largo de toda su vida y al que sirvió como General. También manifestó siempre un gran aprecio por la Compañía de Jesús y por los jesuitas. Y procuró vivir intensamente el Carisma de las Cruzadas muy semejante al de San Ignacio. Siempre se distinguió por talento brillante y su eficiencia en el trabajo. Pero lo que más me llama- M. Aída, tuvo mucho que ver con la organización de reunir sacerdotes que vivieran su sacerdocio fortalecidos y animados por carisma eclesial de Nazaria: de Unidad, Comunión y Disponibilidad. Este grupo sigue creciendo y consolidándose gracias al apoyo y acompañamiento de Hna. Mercedes García Gutiérrez. Este trabajo de Aída como General, creemos que ha sido como la meta de todos sus trabajos anteriores, dejando abierto el campo para seguir trabajando en la socialización del Carisma de M. Nazaria, que ante todo consistía en “meter a todos los creyentes en la barquilla del pescador... Por Cristo, la Iglesia y las almas”. M. Aída fue una mujer de Iglesia, comprometida, igualmente con las realidades sociales de nuestro tiempo, tanto más que lo social, era parte integrante de su carisma, como en M. Nazaria. Terminó su período de Superiora General, con una salud muy quebrantada, su problema óseo se intensificó y tuvo que pasar por algunos tratamientos duros que la iban restando actividad. Después de un proceso de deterioro físico grande, tuvo que ir reduciendo más y más sus actividades, pero siempre mantuvo su interés, su oración y su entrega, especialmente preocupada por la formación de las jóvenes. Hoy, cuando ya M. Aída Salek está en Dios, todas la recordamos como una mujer de dotes extraordinarias, y de gran capacidad de trabajo. Revestida del carisma de M. Nazaria y con gran capacidad para comunicarlo. La conocíamos entre nosotras con el apelativo de “Aída , la intensiva”..., por la fuerza y la intensidad de su palabra... Nos unimos a toda la Congregación y a la gran familia de Laicos, por los que tanto trabajó y se entregó. Deseamos de corazón que M. Aída por fin, “descanse en paz”. Víctoria Azuara, m.c.i. ba la atención es la solidez de su vida espiritual. Yo tuve ocasión de acompañarla espiritualmente allá en su juventud y siempre encontré en ella una persona enamorada de su vocación y con una vocación y espiritualidad sólida y gozosa. La recordaremos siempre como una religiosa entregada por completo a Dios y a los intereses de su Reino y al servicio de todos. Carlos Palmés, S.I. Mi recuerdo de Aída Salek Conocí a Aída Salek en los años 60, en Lovaina (Bélgica), cuando ella hacía estudios de Sociología y yo de Teología. Desde entonces se comportó siempre como si fuera mi hermana y yo su hermano y así lo decía a todos. En Lovaina tenía muy buena amistad con el grupo de bolivianos y bolivianas que estudiaban en diversos lugares (entre ellos había médicos, sociólogos, abogados, la mayoría de los cuales han ocupado importantes cargos a nivel profesional y político). Aída hizo especial amistad con ellos y con sus familias. Y recuerdo que tenía especial cariño y cercanía con los niños. Algunos de ellos todavía hoy recuerdan con estima a la que llamaban y llaman “Aidita”. Me resulta difícil resumir lo que me ha impresionado en la Hna. Aida Salek. Era una mujer de una personalidad muy rica y dotada de muchas cualidades. Yo sólo me fijaré en algunos rasgos que me llamaron la atención en ella desde el principio y que pueden ayudarnos en nuestra vida. 1. Su personalidad femenina: No sólo era una persona preparada en el campo de la sociología, sino que era muy inteligente y vivaz. Sus conocimientos los puso muy temprano al servicio de la Iglesia, del País y de su Instituto. Podía discutir de tú a tú con profesionales, sacerdotes, obispos y lo hacía con firmeza, al punto que en ocasiones su seguridad podía incomodar a algunos. Su capacidad organizadora le fue de gran ayuda para los cargos que ocupó, aunque un cierto tic gerencial pudiera dar la impresión a algunas y a algunos de que quería imponer o por lo menos empujar en exceso. De ánimo fogoso, ella no comprendía siempre por qué algunas personas la seguían con dificultad. Pero yo la he visto algunas veces callar o disminuir la marcha cuando veía que no todos la seguían. Se movió mucho para inculcar la formación en su Instituto, especialmente la de las jóvenes, con destinos y estudios poco comunes en otras Congregaciones femeninas. Para mí es evidente que personas como ella nos hablan de lo desaprovechadas que están en la sociedad, pero sobre todo en la Iglesia, las potencialidades de la mu- Aída con Hna. Teresa Auchen en su secretaría. jer. Y de cómo es preciso no sólo dedicar más años a la formación de las religiosas, sino aprovechar mejor sus talentos en la Iglesia. 2. Mujer de Iglesia: Aída Salek asimiló bien las enseñanzas de su Fundadora. Era sin duda una de las personas que conocía mejor el Instituto de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia. Amaba a la Iglesia y lo manifestaba en su oración, en su asimilación del Concilio, en su trabajo, en su amor a la Jerarquía y al Pueblo de Dios, en su colaboración con las labores parroquiales, diocesanas y otras. Un rasgo que le vi desde el principio y que creo fue creciendo, especialmente cuando era Superiora General de las MCI, era que no permitía que delante de ella se hicieran críticas fáciles a la Iglesia. Las respetaba si era constructivas y respetuosas o si eran a modo de información. Pero no las toleraba fácilmente si notaba en ellas un deje de amargura o si las consideraba negativas o exageradas. En todo caso prefería mirar el lado bueno, aunque era suficientemente inteligente para ver que no todo lo que reluce es oro. Para mí este ser “mujer de Iglesia” es un toque de alerta frente a una visión sesgada de la vida eclesial y a veces amarga. Y esto se da en grupos progresistas y en grupos integristas... Si es verdad que debemos estar abiertos a la realidad y no esconder la cabeza bajo el ala frente a los males eclesiales que por desgracia no faltan, por otro lado hemos de mirar el futuro con ojos de fe y sobre todo vivir con coherencia. 3. Misioneras Cruzada de la Iglesia: La Hna. Aída figurará a mi parecer entre las Misioneras que amó más al Instituto, que luchó más por conservar el espíritu de su Fundadora y por llevar a la práctica el estilo propio de las Cruzadas de la Iglesia. La Iglesia, el Reino, Bajar a la calle, inculcar las enseñanzas y hacer conocer los escritos de la Beata Nazaria Ignacia son realidades de la vida, de las acciones y de las palabras de Aída Salek. Si cuando estaba en Madrid, Roma era un lugar de peregrinaje, cuando estaba en Bolivia, Oruro era el lugar hacia el que se orientaba su corazón. Oruro y los estudios y archivos de la Bta. Nazaria Ignacia eran el sueño de sus últimos años. No lo logró todo, pero quizá nos enseñó en esos años difíciles para ella que la última palabra de nuestra vida la tiene el Señor. “Cuando seas viejo extenderás los brazos y será otro el que te ponga el cinturón para llevarte a donde no quieres” (Jn 24,18). Este profundizar en las raíces me recuerda y nos recuerda que un pueblo desmemoriado o que no hace memoria de su pasado, tampoco tiene porvenir, ni futuro. Todo esto se me ha quedado grabado de Aída. Sin duda no era perfecta, como nada humano es perfecto. Pero Aída me enseñó y me recordó todo esto en su vida y ahora especialmente en su Pascua, en su paso al Señor, ¡Gracias, mi querida hermana Aida! Cochabamba, 26 de mayo de 2011 Luis Palomera, S.J. En memoria de hermana Aída Salek Gutiérrez Nuestra querida hermana Aída, salió de las manos del Padre en el año 1937 que donó, como un regalo precioso a su Iglesia y a nuestra Congregación. Volvió a los brazos amorosos del Padre que la protegieron y guiaron durante toda su vida. Volvió a sus manos, como digo, el día 17 de mayo de 2011 a la una de la madrugada, hora boliviana. Nuestra querida hermana Aída era boliviana. Nació en Charagua, pueblo del departamento de Santa Cruz. Su padre libanés y su madre boliviana, hicieron de ella una personalidad rica y al mismo tiempo compleja, pienso yo, porque en ella se conjugaba la fortaleza, el coraje, la energía y la exigencia de la raza árabe junto con la delicadeza y ternura de la raza boliviana. Así era Aída. Era muy exigente consigo misma y con los demás, especialmente con las jóvenes que tuvo a su cargo. Pero al mismo tiempo era de una ternura y delicadeza incomparable con las hermanas mayores y las enfermas. Tenía detalles de verdadero cariño, me conmovía cuando hablaba de nuestra “Catita” Hna. Catalina Espada, la número siete del Instituto, con tanta veneración y respeto. No fue fácil su vida. De pequeña tuvo que sufrir la separación de sus padres. Más tarde su madre se casó en segundas nupcias de cuya unión nacieron varios hijos, a los que ella cariñosamente les decía “los Calderón” y a los otros “los Salek”. A ambos los quiso por igual. Para ella no hubo división. Todos ocupaban un lugar privilegiado en su corazón. Siendo muy joven entró en nuestra Congregación y en el segundo año de noviciado, fue enviada por Hna. Ana María Poves (Provincial de Bolivia) a La Paz, donde estudió la carrera de trabajadora social en la Universidad; estudios que completó más tarde en Lovaina (Bélgica), y que hicieron de ella una persona que amaba entrañablemente a los pobres, que luchaba por la justicia social. Era para ella todo lo social una fuerte llamada a luchar y a trabajar por los pobres, los marginados. Muy joven, todavía juniora, Hna. Ana María Poves puso en sus manos junto a Hna. Virginia Dávalos los tesoros de nuestro Instituto que estaban en el archivo guardados: los diarios de nuestra Madre y las ediciones de “El Adalid de Cristo Rey”. Ayudadas por el jesuita Fernando Manresa profundizaron en ellos. De ahí nació en ella un amor apasionado, profundo, sincero, exigente a nuestra Madre fundadora y al Instituto. La amó entrañablemente y por eso yo pienso que para ella, éste amor a Nazaria, al Instituto, a los pobres, necesitados y marginados fueron como alas que la hicieron remontar por las alturas y le exigieron sacrificios superiores a sus fuerzas físicas. Aída no tenía fronteras entre el día y la noche. Trabajaba sin descanso, ni horarios establecidos. Como misionera trabajó incansablemente en Bolivia, quizás no tanto en las misiones rurales pero sí en la universidad con los estudiantes como decana y profesora que fue; también con la Conferencia Episcopal, ¡cuánto colaboró con los obispos! En ocasiones ayudó a sacerdotes y seminaristas en la elaboración de sus tesis. Fue delegada junto con hermana Aída Quiroga por Bolivia para asistir al Capítulo General Especial que se celebró en nuestro Instituto en el año 1968. Sus intervenciones fueron muy valiosas para todas. Después, pienso, que asistió a todos los Capítulos Generales que se celebraron en nuestro Instituto. Cuando se inició el proceso de Canonización de nuestra Madre Nazaria Ignacia en Roma, el año 1985, fue nombrada Vice-postuladora por Bolivia para trabajar en la causa. Inmediatamente se preocupó por conseguir toda la documentación, no sólo de nuestros archivos sino de los archivos de todas las diócesis de Bolivia. Esta documentación la envió a Roma por medio de la Nunciatura Apostólica, que nosotras recibíamos desde la secretaría de estado. Recuerdo que en una ocasión, se presentó monseñor Jorge Manrique con un paquete que contenía las fotocopias de todos los diarios publicados en Bolivia con relación a Madre Nazaria y su Instituto. La recopilación de todos estos documentos nos ayudó grandemente para elaborar la “Positio” y poder presentarla rápidamente a los teólogos para su estudio. Pero no quedó solamente en esto su trabajo por Nazaria. Renunció ir a Roma para la Beatificación y se quedó en Bolivia propagando la devoción a Madre Nazaria Ignacia por todos los Departamentos especialmente en Oruro, dónde celebró la fiesta de acción de gracias por la beatificación con gran pompa y solemnidad. Me contó que en este día repartieron gran cantidad de comida entre todos los pobres y asistentes. Así era nuestra querida Aída con un amor grande a Nazaria y con un amor grande a los pobres. A finales de 1992 se convocó al Capítulo General de la Congregación y en él, fue elegida Consejera General. Du- rante 6 años estuvo en el gobierno dedicada especialmente a la formación de las que hacían la Tercera Probación Ordinaria y Especial, tratando de incentivar en ellas el amor a Nazaria y a su Instituto. ¡Cuánto trabajó en éste período hermana Aída Salek! Todas la recordamos abnegada, exigente consigo misma y con las demás. Al terminar éste período de gobierno como Consejera General a finales de 1998 y principios de 1999, fue elegida como sexta Superiora General del Instituto. Recibió este nombramiento con verdadera sencillez y humildad. Y durante su gobierno, todas hemos conocido cómo viajaba de una parte a otra procurando avivar en todas el amor a la Congregación, el amor a Madre Nazaria e impulsando el desarrollo de la Obra Total. Poco antes de que terminara su período de gobierno, su salud física se deterioró grandemente. Los trabajos, las velas nocturnas, su exigencia consigo misma hicieron que su salud se quebrantara. Preparó con esmero el Capítulo General, convocado para finales de 2004, y a principios de 2005 entregó el gobierno del Instituto en las manos de la nueva superiora General H. Lucila Choya Brezmes. A partir de éste momento fue destinada a Bolivia con una salud muy precaria, que se deterioraba día a día en lo físico, pero también en lo anímico. Yo pienso que el Señor le dio un motor tan fuerte y potente que su carrocería física no podía resistir. Y así a los 74 años de edad, nos dejó en Bolivia en la ciudad de Santa Cruz. Ahora se ha encontrado con nuestra Madre Fundadora, a la que tanto amó y con tanto fervor propagó su devoción. También se habrá encontrado con H. Ana María Poves a la que quiso muchísimo porque en ella tanto confió. Y al encontrarse con ellas, yo le pido insistentemente que rece por nuestro Instituto, para que vivamos con fervor las virtudes propias de nuestra vocación de Misioneras Cruzadas de la Iglesia y que nos alcance del cielo muchas vocaciones que continúen la Obra que nos legó Madre Nazaria Ignacia y, si entra en los designios de Dios, se pueda realizar pronto la Canonización de nuestra Beata Madre tan esperada y deseada por todas. Que Dios nos bendiga y que Aída desde el cielo nos alcance una bendición especial para cada una de nosotras. Margarita Torrubia, m.c.i. Aída Salek Conocí a Aída hace más de 30 años y traté frecuentemente con ella en Oruro, Cochabamba y Santa Cruz. Mujer muy valiosa y capaz, muy dinámica, a veces incluso arrolladora, siempre apasionada. Su pasión la puso al servicio de sus tres grandes amores: amor al Señor y su Reino, al que se entregó con alma, vida y corazón; amor a la Iglesia, concretamente a la Iglesia local boliviana, que le llevó a colaborar estrechamente con el episcopado y el clero diocesano; amor a Nazaria Ignacia y a su Congregación de Misioneras Cruzadas de la Iglesia, con una entera dedicación a su servicio y misión, que culminó en sus años de Generalato. Todo ese dinamismo estaba animando desde una espiritualidad profundamente ignaciana que nacía de los Ejercicios y que le hacía sentirse muy hermana de los jesuitas. Un detalle familiar: en una de sus viajes a Barcelona fue a saludar a mi madre y hermanos para agradecerles el trabajo que mi hermano Gabriel y yo hacíamos en Bolivia. Pero esta pasión en sus últimos años se volvió dolorosa, tuvo que sufrir las pasividades de una vida físicamente dis- minuida y de algún modo marginada, participando así de la pasión del Señor. Su muerte le ha abierto el camino para participar ahora de su resurrección, pues habiéndole seguido en la pena, también ahora le puede seguir en la gloria... Pero sin duda desde el cielo Aída no dejará de interceder por su Iglesia y su Congregación. Y espero que también por sus hermanos jesuitas. Víctor Codina, S.J. Cochabamba, 29 de mayo de 2011 Tita el recuerdo presente Mi tía Tita es una gran persona, ocupa entre nosotros un lugar importante, ha sido el nexo de unión, la presencia indispensable en los momentos necesarios, las palabras de reflexión oportunas y sobre todo el cariño incondicional. Nosotros, su familia, aún no podemos hablar de ella en pasado, seguramente difícilmente lo haremos, nos ha dado tanto y significa tanto que siempre será un presente. De ella no podrían esperarse jamás “términos medios”, si uno no quería recibir una respuesta a algo, era mejor no preguntarle porque su lucidez y claridad hacían temblar, a la vez que su comprensión absoluta y ternura te hacían sentir a salvo. En este tiempo de enfermedad pensamos que saldría adelante porque tenía una fuerza innata, ingenuamente creímos que no se acabaría nunca. No fue así, fueron unos meses muy dolorosos, ella no se lo pasó bien, como todo en su vida el final también fue intenso. A lo largo de estos días hermanos, primos, sobrinos, hemos intercambiado opiniones sobre lo que ella nos había aportado, mi conclusión es que resulta increíble que tantas personas pudiésemos sentirnos especiales a la vez, como decía Vicky Dávalos ella era muy fiel, siempre se acordaba de todos. Mi tía Tita es uno de los seres más importantes en mi vida, admiro su coherencia, fuerza, inteligencia y capacidad de compromiso con su Iglesia, Congregación, con su familia y con todo cuanto ha emprendido. Ha sido mi amiga, mi tía y porque no decirlo mi madre, ha estado presente en los momentos importantes de mi vida, no hubo equivocación sobre la que no me ayudase a reflexionar y si tengo algún mínimo de conciencia social y preocupación por la realidad se lo debo sin duda a ella. No guardaba rencores, podía reprender pero nunca dejar de amar. No fue perfecta, no creo que pretendiese serlo, pero sí terriblemente autoexigente y exigente con los demás. No creo que me equivoque al decir que su gran pasión fue Nazaria, su lugar entrañable Oruro y sus colores el rojo, amarillo y verde de la pequeña bandera boliviana que siempre llevaba a todas partes entre los libros y papeles que constituían su equipaje más valioso en la infinidad de viajes que realizó. Nada será igual sin ella, pero a la vez sería absolutamente injusto y poco agradecido permitir que la tristeza lo ocupe todo, porque como ella solía decir: “hay que dar gracias por la vida” y más por una vida que dio tantos frutos; merece ser recordada por su fuerza, vitalidad, por ese carisma y don de Dios que la hacía aceptar y querer por sobre todo a las personas sin etiquetas, sin importar su sexo, edad, religión, creencia u opciones políticas. Sí, mi tía Tita es una gran persona. Elizabeth Salek Te recordaremos siempre Hoy un día muy especial para mí, porque al despertar sonreí, pero la verdad que una llamada cambió en mí esa sonrisa, porque me enteré del fallecimiento de una gran hermana, como le decía mi Tía Aidita, (la Hna. Aída Salek), me dolió mucho su partida porque ella nos enseñó a mi familia y a muchas parejas aquí en Oruro el valor de ser familia entregada al servicio de nuestro Señor, amar a la Iglesia como ella y Nazaria lo hicieron, solo me queda pedirle a Dios que le abra las puertas de su Reino para que desde allá siga guiándonos en el camino del bien. Tía Aidita, te queremos mucho y siempre te llevaremos en el corazón, Dios te llevó a su lado para que desde allá sigas haciendo el trabajo que más te gustó, proteger y cuidar a todos los pobres, ¡gracias por tus enseñanzas, te recordaremos siempre! ¡La distancia nos impide estar a tu lado físicamente pero te sentimos en el corazón y de ahí no saldrás! Nunca te olvides de la familia que te quiere y te recordará siempre. Barrero Mendizábal, Marcelo y Ruth Barrero Ortubé, Marcél, Verónica, Andrés y Leonardo Barrero Estrada, Juan Carlos, Carmen, Jael y El nuevo Bebito Salazar Barrero, Ruthita y Marcelo Oruro, 17 de mayo de 2011 Les envío un saludo de condolencia por el fallecimiento de la hermana Aída Salek, me uno en oración para que el Señor las colme de paz y fortaleza en este momento. Que la pascua de la hermana Aída nos siga iluminando en la misión que cada una cumplimos como parte de la Obra Total. Dios las bendiga las recuerdo con mucho cariño un abrazo fraternal, cuenten con mis oración. Bertha Feni Colombia Con Aída, al estilo Nazaria Maestra, testigo y amiga en el Señor En algún momento de haberla conocido, se me ocurrió llamarla entre los amigos, como la “Jach’a Mama”. A la distancia, pienso que es el apelativo que mejor le describe puesto que con ese nombre se designa a las autoridades originarias de nuestro pueblo: los Jach’a Tatas (Jach’a= GRANDE, Tata= Padre)… Y es que nuestra querida amiga y hermana Aida ha sido en todo GRANDE y además una mamá que nos ha guiado con mucha paciencia en la formación y crecimiento. (HABLA COMO QUIEN TIENE AUTORIDAD…) Recuerdo haberla conocido por el año 84 cuando ella llegaba a Oruro como superiora de su Comunidad. Mons. Julio Terrazas, entonces Obispo de esta Iglesia particular, seguramente ya conocía a Aida desde cuando él estaba como Obispo Auxiliar en La Paz; lo cierto es que le encomienda una primera responsabilidad junto al P. Ángelo Fiorese OSM y a Juan Enviz SJ. y es la de organizar y dirigir nuestra III Asamblea Diocesana de Agentes de Pastoral. Qué desafío más grande puesto que los tres eran unos líderes natos y con una capacidad intelectual y creativa de cuál a mejor. Estando a cargo de los Medios de Comunicación en la Diócesis, encontré varios boletines eclesiásticos del año 1925 de cuando fue erigida la Diócesis. Entre otras cosas a parte de las bulas, Decretos y otros documentos propios de una Iglesia Particular, me llamó poderosamente la atención una serie de comunicaciones epistolares cursadas entre Sor Nazaria Ignacia y el Primer Obispo de Oruro, Mons. Abel I. Antezana relativo a lo que sería la fundación de las Misioneras de la Cruzada Pontificia. ¿Qué era aquello? Le pregunté a Hna. Aida en algún descanso de nuestra Asamblea… Ella simplemente me dijo fuera a visitarla a su casa y allí me daría información. Cuánto bebí de aquello que Aida me daba: a sorbitos y de a poco de manera que no me indigestara. Después lo supe: fui el primer laico en leer e interpretarlos. Allí inició mi conocimiento cercano de la que estaba destinada a ser ejemplo de seguimiento de Dios en los altares. Creo que mi aprendizaje fue como escuchar una melodía stereofónica en dos canales: La teoría desde los escritos de M. Nazaria, los boletines que describen su acción, pero desde mi amistad con Aida, también su obra, porque la siento viviendo y actuando “Nazariamente”; es decir, “Diosmente”. La he visto siempre en una actitud de profundo amor y respeto por esta Iglesia que ha servido. Visitar y acoger a nuestros sacerdotes, estar siempre pendiente de sus “ñaños” en sus inquietudes, pero también como consuelo en sus momentos difíciles. Cuán versátil era en la producción y la planeación. A veces me preguntaba yo …Y ella, cuándo duerme? En su trabajo se rodeó de mucha gente a la que formó, acompañó y vigiló SIEMPRE. Aún cuando su responsabilidad la alejó de su terruño, a la distancia siempre tenía un gestito para con sus “ñaños”: una medallita, unas breves notas acompañando algún libro… a veces también una llamada. Somos muchos los que somos lo que somos gracias a la formación recibida de Aida: Que las cosas no se las improvisa… Un pastoralista verá adelante para planificar su acción; pero sobre todo, un amor sin límites a Dios y a su Iglesia. Actualmente, mi Obispo me ha confiado algunas responsabilidades en la Diócesis, las cuales las asumo con mucha alegría porque así me lo enseñó Aida y ella, como Misionera Cruzada, así lo ha asumido como hija de Nazaria. Una de las preocupaciones fuertes de Aida fue la formación en el Instituto, se desvivió por una formación seria y por estudios sistemáticos. Fue mi maestra el primer año de juniorado y posteriormente de la Tercera Probación. Aída era un pozo de dones, un pozo de sabiduría; en sus respuestas podíamos encontrar la historia y la novedad de lo nuevo. ¿Qué recuerdos guardo? ¡Muchos y muy entrañables! Como maestra. Aida era una mujer exigente, exigía por encima de todo la rectitud de intensión en todos los sentidos, en el seguimientos de Jesús no admitía las “medias tintas”. Ante sus ojos el reto de formar era grande, tal vez como una madera por tallar, algo en bruto que necesitaba ser trabajado, y a la vez como una joya preciosa que, con sabiduría, podía pulirse para darle brillo. Así la percibí y la he experimentado como maestra. Su vida misma nos hablaba del Carisma de Nazaria, el amor al Instituto era innato en ella, la espiritualidad ignaciana le brotaba de manera experiencial, su sueño fue inyectarnos por “activa y por pasiva”, como solía decir. Fomentó entre mis compañeras de camino el ser “amigas en el Señor” y del que formaba parte como hermana mayor, con ella, se podía confrontar la vida con total libertad y confianza... ¡Te echaremos de menos! Algo que me ayudó a crecer y recuerdo con fuerza es el “fiarse” de la capacidad de cada una, y “arriesgar”... Era una mujer de fe. Como misionera. Fue una mujer humana, sensible con la realidad, su amor por los pobres la llevó a ser consecuente, los llamaba “mis hermanos”. Antes de emprender alguna misión tenía la costumbre de enseñarnos a hacer un análisis sociológico del lugar de la misión, analizar las causas que empobrecen. Decía: “no podemos acercarnos de cualquier manera para construir el Reino”. Nos enviaba a los centros mineros con las herramientas necesarias, siendo junioras. Como hermana mayor. Siendo General, su presencia fue permanente en la casa de formación, su interés por la buena marcha, el seguimiento del proceso de las jóvenes era continuo a través de llamadas telefónicas y cartas. Personalmente me repetía que el “envío” que tenía era del Instituto. Gracias Aida, me he sentido acompañada como formanda y como formadora. Estoy segura que seguirás velando por nosotras... René Cueto Félix Miembro de la Familia Extensiva Emiliana Mamani, m.c.i. Testimonio de Hna. Aída Doy gracias a Dios por hermana Aída Salek Gutiérrez, por haberla conocido, para mí, fue una amiga y compañera fiel. Su vida fue trasmitir la presencia de Dios, Tenía el don de la humildad. Se identificaba con filipenses 3, su búsqueda por la corona que no se marchita, en el combate de serle fiel, y en la causa por extender el Reino de Dios. El año 1982 la conocí por primera vez en la ciudad de Oruro, me pronosticó mi vocación, para ser Misionera Cruzada de la Iglesia. En ese entonces no tenía en la mente ninguna motivación ni sueños de ser religiosa, pero este hecho marcó profundamente mi vida. Al año siguiente ingresé a la congregación. Su presencia me cautivó, Hermana Aída fue una persona muy cercana, alegre, sencilla, humana; lo que le caracterizaba. El año 1986 fue superiora de Oruro y maestra de novicias tuve la dicha de ser su novicia. Con ella aprendí a compartir con los demás. Uno de los hechos más significativos fue el compartir de nuestra olla de comida, con ocho personas pobres de la calle todos los días. Fui testigo de que Ella, buscó la manera de reabrir nuevamente el comedor del pobre en Oru- ro, obra querida por nuestra Madre fundadora, sin tener un presupuesto inició esta obra solamente confiada de la misericordia de Dios, sabemos que se fiaba mucho en la mano del Señor, el número de personas aumentaba cada día, el insulto de los vecinos también crecía, pero ella como responsable nos enseñó más con su alegría que con la respuesta a esos reclamos. La herencia que había recibido de nuestra Madre, era lo único en lo que ponía todo su ser y empeño, veíamos cómo les hacía sentir que tenían la misma dignidad que los demás, eso fue para mí una de las lecciones que marcó mi vida. El siguiente año 1987, fue ordenado Obispo Auxiliar Monseñor Braulio Sáenz García, para la Diócesis de Oruro. Otro de los aspectos propios de su personalidad de la Madre Aída era su adhesión a la jerarquía, personalmente se encargó de hacerle conocer la Diócesis, preparando por escrito la realidad de nuestra Iglesia de Oruro. También tenía la capacidad de coordinar y de acompañar a todos los grupos entonces vigentes de nuestra Iglesia local, tanto de la ciudad como del área rural. Se notaba en ella ese buen trato con todos, no había color, raza o estatus social todas eran importantes. El año 1990 nos acompañó a 10 junioras, nos capacitó para conocer más los documentos de Iglesia, las etapas de la historia de Iglesia, doctrina social de Iglesia, la cual nos ayudó mucho en esta etapa de nuestra formación. El año 1996 y 1997 hicimos nuestra tercera aprobación 21 hermanas, 7 mexicanas, 5 centroamericanas, 2 de Argentina y 7 bolivianas. También me acompañó en esta última etapa de mi formación, su testimonio de vida me ayudó a conocerme, a ver a Dios en todas las realidades, fue un tiempo de gracia, como siempre imprimió en mí la riqueza del carisma, que con tanto celo transmitía. Doy gracias a Dios también, por acompañarme espiritualmente. Cuando ella fue nombrada Madre General nos separamos físicamente pero, espiritualmente siempre me sentía unida, fue mi maestra espiritual con ella aprendí a crecer como persona y como religiosa. Doy gracias a Dios infinitamente por su vida por todo lo que significaba para mí y para el Instituto. Hna. Arminda Poma Benito, m.c.i. Conferencia Episcopal Boliviana Llegó el momento que esa persona tan querida ya no está presente con nosotros, no la podemos tocar, ni oír su voz... Es un gran dolor y nos parece que todo está perdido para siempre... Pero un amor sincero, no morirá jamás. La memoria de la Hna. Aida Salek Gutiérrez, m.c.i., a quien quisimos tanto vivirá siempre en nuestro corazón. Y eso es más fuerte que cualquier abrazo, más importante que cualquier palabra. En estas ocasiones, nunca se sabe qué decir... Cualquier palabra parece vacío de sentido frente a un dolor tan grande, sólo queremos decirles que el Área de Evangelización de la CEB, les acompaña en este momento. Atte. La Paz, 17 de mayo de 2011 Una vida entregada, intensa y coherente Hermana Aída para mí ha sido una hermana, amiga y madre espiritual, desde que entré a la Congregación he admirado su amor apasionado por Cristo y su Reino, su amor entrañable a la Congregación, a M. Nazaria Ignacia, a la Iglesia y su cercanía con los más pobres. Aída fue mi maestra los primeros años de juniora y de la Tercera Probación. Con ella hice el mes de ejercicios espirituales, me ayudó a crecer en mi conocimiento personal, en el “conocimiento interno de Jesús pobre y humilde” y en el amor a la Congregación. Nos hacía gustar el Carisma y la espiritualidad ignaciana. Aída, nos transmitía una profunda experiencia de Dios, se caracterizó por ser una mujer de fe, comprometida con la realidad social, estaba atenta a los signos de los tiempos para responder con audacia y riesgo. Su seguimiento fue radical con una entrega total a Dios. Se preocupó por la formación, nos exigía formarnos para un mayor servicio y responder a las exigencias de la sociedad actual y a las necesidades de la Misión. Las lecturas que más le identifican es las Bienaventuranzas era como el programa de su vida Mt 5,1-13 y el mandamiento del amor (Jn 15,1-17). Se notaba en su entrega a los pobres, decía: “mis hermanos”. María Barrón, m.c.i. Querida Lucila Quiero manifestar mi oración y mi unión a todas ante la llamada del Señor de las hermanas, que parece que este año son bastantes las que se reúnen con el Señor y con nuestra Madre Nazaria.Hoy me ha dicho Teresa de Aida. Ya tenemos un gran número que están protegiendo el Instituto, para que siga adelante según el carisma de Nazaria. Mi oración, mi cariño y mi unión para ti y todo el Instituto. Un abrazo muy fuerte, Goyita, Feni Lo que nos tocó compartir Nada más que recordar ciertos momentos del compartir fraterno que nos tocó vivir a Aída y a mí en las comunidades MCI, como parte de nuestra historia. Nos conocimos antes de ingresar en la Congregación, por los años 1955-56, en los que ella era parte de J.E.C., juventud estudiantil católica, a nivel de la Arquidiócesis de La Paz y yo de mi parroquia de San Pedro en la misma ciudad, de tal modo que en las reuniones de jóvenes pudimos reflexionar y comprometernos en muchas tareas a este nivel. Cuando yo ingresé al Instituto en febrero de 1959, ella se encontraba dentro como novicia lo cual nos permitió ser compañeras en los primeros tiempos de formación. La enviaron luego a La Paz, donde comenzó a estudiar Servicio Social, y a mí después de mis primeros votos, me destinaron también como personal de esa misma comunidad. La M. Inés Mercado era superiora de la comunidad y nos empujaba a todas a tener compromisos misioneros serios con nuestra parroquia y Arquidiócesis, por esto con Aida comenzamos a trabajar en la zona del Tejar y otras zonas pobres y marginales que agrupaban la gente obrera y de escasos recursos. Junto a varios sacerdotes diocesanos, religiosos y algunos laicos, como equipo de trabajo, fuimos acompañando en su formación y compromiso a estos grupos como L.T.C., Liga de Trabajadores Católicos. Así nuestra casa de la Avda. Armentia se convirtió pronto en un centro de múltiples reuniones, tanto de formación para los jóvenes obreros como para sus familias y otros grupos. Todo este trabajo apostólico, a ella le iba dando la oportunidad para sus prácticas de estudio de Servicio Social. A la comunidad y al equipo, la cercanía, la vivencia, el gozo del compartir luchas, esperanzas, y búsquedas de algo mejor que respondiera a las necesidades de nuestro pueblo sencillo y marginal, nos ayudaba mucho. Han sido experiencias muy ricas y profundas que no sólo nos han involucrado a las dos en el compromiso social, sino a la comunidad y a otros hermanos con los que compartimos eclesialmente, ya que fuimos haciendo camino y descubriendo nuevos desafíos en este caminar, y por tanto realizamos misiones continúas en las diferentes fábricas, SAID, SOLIGNO, FORNO, ESTATEX, PLASTIC, FANASE, etc. Allí no terminaron nuestras jornadas; entramos en los cuarteles, cárceles, colegios, universidad, oficinas públicas. Así nuestra casa de espiritualidad tenía las puertas abiertas para estos y otros grupos, con los que organizábamos los retiros, convivencias, jornadas de reflexión y formación. Surgieron tantos líderes, que aun hoy continúan su tarea. No perdimos las oportunidades de dar lo mejor de nosotras y por eso mismo puedo anotar... ¡Cuántas gracias y respuestas tan positivas de nuestro pueblo! ¡Cómo gozamos al lado de tantos hermanos, cuya vida y respuesta hacia sentir que valía la pena jugársela toda por el Señor y su Reino. Hace poco tiempo, estuvimos con Aída compartiendo y recordando varias de estas experiencias vividas juntas en nuestro caminar y dimos gracias al Señor por habernos brindado estas oportunidades de saborear junto a nuestro pueblo, los gozos, las luchas, las esperanzas de un caminar fecundo y lleno de vida. Aída fue desde el principio de su vida religiosa muy inquieta, sobre todo en la opción por los marginados. Eso nos llevó a compartir momentos fuerte y ricos de servicio a los hermanos. Que el Señor, al que tanto buscó, le esté haciendo gozar de lo que aquí tanto procuró. Santa Cruz, 26 de mayo de 2011 María Luisa Rodríguez Rojas, m.c.i. Aída Salek Hermana y amiga de ayer, hoy y siempre Apareció en nuestras vidas como una luz que ilumina nuestros corazones, pues hasta ese momento no habíamos identificado el camino que debíamos seguir. En aquel momento la Diócesis de Oruro optó por la Pastoral Familiar, Pastoral Juvenil y por las Comunidades Eclesiales de Base. Aidita reunió a varias parejas, con el objeto de llevar adelante en nuestras parroquias la Catequesis Familiar, algo verdaderamente nuevo para todos nosotros y algo que debíamos hacer realidad en el trabajo parroquial, entre estas parejas estábamos mi esposa Ruth y yo Marcelo Barrero. Entre aquellos momentos, mi familia estaba adornada con tres lindos hijos: Luis Marcél, Juan Carlos y Ruthita, quienes pequeños aún se quedaban en casa y nos daban la posibilidad de asistir a las reuniones que convocaba nuestra hermana Aidita, en la casa de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, casa que en muchos momentos se constituyó en nuestra casa. En aquellas reuniones no teníamos tiempo ni para cansarnos, ni para tener sueño, Aidita conducía estas reuniones con mucho conocimiento y sobre todo con mucho cariño, siempre con el espíritu y la fortaleza que recibíamos de madre Nazaria Ignacia, así es pues que aprendimos mucho el VER - JUZGAR y ACTUAR. En una ocasión cuando nuestros hijos entraron a la casa de las hermanas misioneras y preguntaron: “¿Dónde está mi tía Aidita?”, las hermanas que les escucharon sorprendidas, porque sabían que Aída no tenía sobrinos en Oruro en ese momento, preguntaron: “¿Por qué es la tía Aidita?”, a lo que casi en coro mis hijos respondieron: “Porque mis papás le dicen hermana, entonces por eso es nuestra TIA”. Por esto y por más, Aidita para nosotros fue, es y será siempre nuestra HERMANA. Soy odontólogo de profesión y mi esposa Ruth es profesora. En una oportunidad cuando estábamos reunidos, como muchas veces, hasta altas horas de la noche, Aidita vio que nuestra pequeña hija que nos acompañaba tenía ya algo de sueño y le preguntó: “Tita” –como siempre la trató a Ruthita– “¿Quisieras quedarte a dormir con nosotras?”, a lo que nuestra pequeña respondió con contundencia: “¡Sí, pero primero, tengo que ir a traer mi cepillo de dientes!”, anécdotas que Aidita siempre recordó con mucho cariño. Aidita nos contagió y cautivó con el espíritu y el don que tenía madre Nazaria, de ver el rostro de Cristo en los pobres: “El día 6 abrimos el comedor de los pobres pues sabiendo, la gente se levantaba por hambre, decidimos en nombre de Dios abrirlo... Que hermosa corte de andrajos humanos; pero Él tiene sus delicias con los pobres, con los desgraciados... Oh Jesús mío, cómo no amarte hasta el delirio, hasta el martirio”. (Del diario de Nazaria), es así que mis hijos crecieron y maduraron bastante en su fe, colaborando en muchas ocasiones en el comedor en el que las hermanas acogieron siempre a los más necesitados, gracias Aidita por ésta experiencia tan linda que hiciste vivieran mis hijos. Pasaron los años y gracias al seguimiento que nos prestaba nuestra querida Aidita, maduramos en nuestro hogar y sobre todo aprendimos a llevar con mucha responsabilidad la administración de la parroquia de Santo Domingo, responsabilidad que nos la dio el entonces Obispo de la Diócesis de Oruro, Mons. Julio Terrazas. Días muy felices pasaron cuando Aidita con mucho amor iba ordenando la documentación para la Beatificación de madre Nazaria, trabajo con el cual nos empapamos mucho más con el carisma Nazariano. Momentos que nunca podremos olvidar fueron aquellos que vivimos junto a Aidita con motivo de la preparación y el recibimiento del Santo Padre Juan Pablo II. Cuando tantas veces la veíamos cansada, muy agotada y le decíamos: “¿Aidita, por qué no descansas un poco?”, ella siempre nos respondía: “Estoy cansada pero madre Nazaria es quien me da fuerzas con su ejemplo, cuan- El pasado día 17, recibimos la noticia del fallecimiento de la hermana Aída Salek. La que fuera Superiora General del Instituto de las MCI. Aída, siempre ha sido una persona cercana al grupo. El espaldarazo real, nos lo dio ella. Nos hizo sentirnos cuerpo de la Obra Total que soñó Nazaria Ignacia. Ser parte y parte viva. Siempre cerca de todos, por cualquier medio nos hacía llegar unas letras, de ánimo en la tarea, de comunión fraterna en el seguimiento de Jesús y en el carisma de Nazaria Ignacia. Por nuestra parte, cada año le hacíamos llegar el mismo Evangelio de cada día que nos acompaña durante ese tiempo. Un saludo, un abrazo... un sentirnos siempre unidos en la oración. Siempre Adelante. Desde aquí, nuestro recuerdo y agradecimiento. Grupo Misionero. España En memoria de Hermana Aída Salek, M.C.I. En este mes de mayo a un día de su partida de nuestra querida Hermana Aída, queremos hacer memoria de una misionera entrañable para nuestra parroquia Jesús de Machaca, del altiplano de la paz donde nos acompañaba. Hna. Aida tú me confiaste la misión de anunciar tu Palabra, de denunciar valientemente el pecado social, a riesgo de mi propia seguridad y vida, a dar testimonio, con mi propia vida, de los valores del Evangelio a todos los pueblos de Jesús de Machaca que tenía varias comunidades (Jesús de Machaca y San Andrés de Machaca) eran distancias... para caminar a pie, conjuntamente con las hermanas: Carmencita Morales, Graciela, Nely Rafaela, Nancy, otras de M.C.I. que pasaron por la comunidad. El día 17 de mayo de 2011, pasaba de este mundo al Padre, dspués de una rápida enfermedad que acabó con su vibrante vitalidad. En la Comunidad de la casa Gortti de M.C.I. dependiente de la Arquidiócesis de Santa Cruz, la tenemos presente como una entusiasta compañera en los trabajos del Reino. Han sido varios años de sacrificios y desvelos, para formar agentes pastorales y atender a nuestra gente derramados desde su consagración religiosa como Misionera Cruzada de la Iglesia. La Hermana Aida nos contaba cómo Nazaria llevaba a los pobres en su corazón. Los consideraba la ‘herencia’ que el Señor le había asignado y trabajaba sin descanso por socorrer sus necesidades más elementales y por restaurar su dignidad. Y cuántas veces nos relataba las peripecias de Nazaria para sostener ‘La olla del pobre’ –comedor de pobres. Un día Nazaria pidió limosna para conseguir alimentos y un hombre escupió en su mano extendida. Ella con serenidad, y ánimo sobrenatural le respondió: “Esto es para mí, ahora ¿qué me da para mis pobres?” Hermana Aída, nos duele experimentar que te has ido. Ya no podemos hallarte en las calles ni en las casas. Te extrañamos en las misas y en el compartir festivo desde Jesús de Machaca. Buscamos tu sonrisa entre las jóvenes y las comunidades de bases y las familias. Mas nos consuela saber que te has adelantado para hacernos campito en el hogar del cielo; nos anima la certeza de creer que ahora velas por nosotras junto a Madre Nazaria. Ancha Munata Jullakita, nos estimulan las huellas de tu vida entregada. Nos conforta comprender que vale la pena pasar por la vida haciendo el bien con el cuidado esmerado con que lo hiciste tú. Ahora, en medio de la ausencia, intuimos que siguieras haciendo presente para alentarnos en los trabajos del Evangelio; más aún, sentimos cómo nos murmuras suavemente esas palabras que te llenaron de santo coraje: “¡Por Cristo, la Iglesia, los y las herman@s; adelante siempre adelante!”. Oh Señor Misericordioso dadle el descanso eterno a tu sierva Hermana Aída Salek. La Familia Layme desde Jesús de Machaca tas veces ella estando cansada no pudo darse el lujo de descansar”. Aidita, la familia ha crecido, Marcél y Verónica, nos han dado dos hijos lindos, el mayor Andrés Ignacio ¿Por qué será Ignacio, no?, el segundo Leonardo Gabriel, quienes tuvieron la suerte de estar junto a ti; Juan Carlos y Carmencita, tienen a Jaelita a quien también conociste y a Alejandrito, el regalo de Dios que recientemente se integró a la familia; Ruthita y Marcelo, su esposo, recibieron tu bendición y hoy forman un lindo matrimonio. Gracias Señor por la vida y todo cuanto nos dejó como ejemplo y enseñanza nuestra querida hermanita, “Tiay” y abuelita Aidita. Ella que, siguiendo el ejemplo de Nazaria, siempre estuvo cerca de Ti a través de quienes Tú tanto amas, la gente pobre y los más necesitados “...los pobres eran la herencia que Jesús me daba; de ellos recibiría todo; en el cielo y en la tierra”. (Del diario de Nazaria), goce de tu presencia eterna allá en los cielos e interceda por quienes la recordaremos siempre aquí en la tierra, ésta su familia que ella acompañó y guió desde que érams solo dos con nuestros hijos y ahora crecimos en las familias Barrero Mendizábal, Ortube, Estrada y Salazar. Como decía nuestro Santo Padre en ocasión de su vista a Oruro: “Esperanza sembraron en vuestro país los misioneros, que con el sacrificio de sus vidas dejaron en esta tierra del altiplano las semillas de la fe, que con la gracia del Señor habéis conservado intacta. De este dan testimonios figura ejemplo como la hermana Nazaria Ignacia. (Juan Pablo II), Aidita, ten por seguro que estas semillas de la fe quedarán intactas en nuestra familia, para que tal cual tú no las transmitiste, nosotros continuemos con esta misión de Nazaria, tuya y ahora nuestra, transmitiéndolas a las generaciones venideras. 27 de mayo de 2011. Marcelo Barrero y familia Vallecas - Madrid, 27 de mayo de 2011 Aída querida, un viento moreno que mucho vuela me acercó tu noticia al oído, y en el corazón, de repente, se me agolparon a galope muchas cosas tuyas y mías... El galope me traía, emociones, sensaciones, afecto, palabras, pero sobre todo ternura, ternura que en algún momento construyó mi ternura, en tiempos de invierno y de soledades, aunque es justo decir que también en momentos de alegría. “Mis queridas Mila y Martita... Las tengo muy presentes en mi recuerdo, pasamos tan buenos momentos juntas, ¡me decías..! Aída querida, Martita, nuestra niña, tú sabes, cumplió ya 22 años. A nuestra niña la debes estar viendo desde la cumbre desde la que ahora nos miras. Nuestra niña está lejos de ti y de mí, ella está cumpliendo su destino yo el mío, tú, el tuyo que ya se ha cumplido. Aída querida quiero decirte que de entre tantas cosas tuyas y mías, el galope, me traía especialmente una, una que tiene que ver con nuestra niña, como tú la nombrabas. ¿Recuerdas? A nuestra niña convocaste, jovencita era, y darle un regalo era el motivo; regalo envuelto en papeles de colores, muchos colores y con el regalo, tu palabra... Nuestra niña escuchó de ti la razón del abrigo del papel que lo envolvía. Papel que al regalo le daba calor, color y amor, servido en una caja que no de cristal, envuelta en paño de lino, atado con lazos de seda, que albergaba tu cariño y tu palabra. A ella le contabas cómo el regalo nos trae ilusión, sorpresa y sueños con aroma de flores que antes de desenvolverlo y mirarlo nos acerca al cariño de quien nos lo regala. Y los soles de los ojos de nuestra niña te miraban y miraban los papeles de colores en tus manos que, tu cariño envuelto, acariciaban. Hoy no recordaremos el regalo, recordamos la palabra, el calor, el cariño y la ternura que de ti siempre recibimos. Gracias por tu cercanía. Cuando el viento moreno que tanto vuela me trajo la noticia de que las estrellas ya eran tu cama, lamenté la distancia, lamenté el silencio, lamenté no haberte buscado más y una emoción bien triste me embriagó por un rato... pero sólo por un rato, porque sé que desde donde estás seguirás diciéndonos “Mis queridas Mila y Martita... Las tengo muy presentes en mi recuerdo, ¡pasamos tan buenos momentos juntas! Te recordaré siempre con mucho cariño por muchas cosas y además, por el regalo a nuestra niña Marta, como tú la nombrabas, y por tu abriguito gris y el frío de aquel invierno... Con mi cariño, un beso bien grande, Aída Mila, ¡tu vallecana! Se cruzó en mi camino Hace algunos años, aún siendo seminarista, se cruzó una monja pequeña en mi camino, con unas ganas de comunicarnos a un grupo de personas el carisma de Nazaria, durante ese tiempo aprendí muchas cosas. Después más tarde ella fue elegida Superiora General, y yo Sacerdote, el contacto se mantuvo, y eso hizo posible mi viaje a Bolivia, allí ante la tumba de la Madre nació mi deseo de unirme a la familia de Nazaria Ignacia como sacerdote. A mi vuelta se lo conté a Aída, así poco nació el grupo de los “Sacerdotes Amigos del Carisma de Nazaria Ignacia” a través de varios escritos, y del acompañamiento de Aída, dimos los primeros pasos hasta llegar al presente, donde hace unos meses la visitamos en Santa Cruz en nuestro segundo encuentro, compartiendo con ella la alegría de la familia que crece con nuevos miembros. Lo que más me llamó la atención de Aída fue sus ganas de socializar el carisma, que rompiera los muros, y hacer realidad el sueño de Nazaria donde hombres y mujeres hicieran la cruzada de Amor entorno al Papa. Y por esas ganas creció la familia en todos los lugares. Yo le tengo que agradecer mucho a Aída, por acompañarnos a los sacerdotes en nuestros primeros pasos en nuestra incorporación a la Familia. Pero personalmente me ha ayudado en muchas ocasiones a vivir mi sacerdocio al modo de Nazaria entregado al Pueblo y unido a la Iglesia. Sólo puedo decir ¡Gracias Aída! Aurelio Carrasquilla Jerez (SACNI)