La gente del pueblo no deja de murmurar la decisión de Jesús. ¡Y
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La gente del pueblo no deja de murmurar la decisión de Jesús. ¡Y
Homilia XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Durante las últimas semanas hemos escuchado con frecuencia a Lucas referirse a Jesús en su camino a Jerusalén. Jesús está en una misión, en su camino a la cruz y a la conquista de nuestra salvación. Jericó es una ciudad grande e importante, pero tiene la intención de pasar por ahí sin detener su viaje. Ese es su plan. Pero luego en su camino ve, que hay un hombre adulto, un hombre bien vestido, arriba en el árbol mirándolo a él. Lucas solo dice que es una persona baja de estatura y le da el nombre, de Zaqueo, que significa "puro" o "justo". Él ha hecho el bien para sí mismo, haciéndose rico a costillas de aquellos que han trabajado arduamente con el sudor de su frente cuyas partes de las ganancias las entrego a los romanos y una buena parte para mantenerse a el mismo. De cualquier modo, Zaqueo esta sobre un árbol para ver a Jesús pasar. Está tan ansioso, que corre el riesgo de ser la burla de la gente del pueblo que tienen toda la razón para despreciarlo. Jesús lo ve y lo llama por su nombre. ¡No sabemos cómo sabía el nombre del cobrador de impuestos, pero sólo Jesús, en ese momento, cambió sus planes de pasar por Jericó y decidió invitarse a sí mismo a la casa de Zaqueo! La gente del pueblo no deja de murmurar la decisión de Jesús. ¡Y por primera vez en la historia, Zaqueo habla! Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más" Lo que aquí es importante es que Jesús, está en camino para salvar a toda la humanidad del pecado y de la muerte, ha interrumpido su viaje el tiempo suficiente para incluir en el a este pequeño hombre que podría ser cualquiera de nosotros. ¡A pesar de su riqueza, el bien podría ser no sólo el más bajito, sino el hombre más pobre de la ciudad, si todos sus vecinos le odian! Jesús asegura a la multitud que él, "el Hijo del Hombre," ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido. Zaqueo podría ser el santo patrono de todos nosotros quienes buscamos a Cristo por alguna señal de aceptación, alguna señal de que estamos incluidos en su mirada de salvación. Incluso puede que no estemos conscientes de que necesitamos esa seguridad, que estamos tan acostumbrados a "Que somos muy fuertes," esperando que todo el mundo que estamos bien tal y como somos. Pero ¿qué diremos en unos pocos minutos cuando el celebrante levante los elementos consagrados y dice: "He aquí el Cordero de Dios, el que quita los pecados del mundo. Bienaventurados los que son llamados a la cena del Cordero "Todo responderán:". Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastara para sanar mi alma ". Nosotros somos Zaqueos cuando venimos a contemplar al Cristo, el Hijo del hombre, en sus palabras y en su cuerpo y sangre. Lo que Zaqueo descubrió fue que Jesús estaba más que listo para brindarle su amistad. Lo que Zaqueo experimentó fue que Jesús, que solo estaba de paso por la ciudad, estaba más que dispuesto a cambiar sus planes, para quedarse en su casa, para salvar lo que estaba perdido. Debbie Miller, quien nos habló hace tres semanas acerca de su ministerio post-aborto, que fundó sobre la base de su encuentro con la misericordia de Dios en la Iglesia y en los sacramentos, tuvo su momento de Zaqueo cuando empezó a sentir el amor de Dios por ella, incluso antes de que ella hubiera confesado su pecado. Tenía que bajar del árbol de su propia negación. ¿Y nosotros de que árbol necesitamos que bajarnos con el propósito de cenar con Cristo? Ya sea en el árbol de nuestra propia confianza en uno mismo o conveniencia o indiferencia, si somos sólo niños o adolescentes o jóvenes adultos o veteranos en la iglesia, tenemos que descender de nuestros refugios seguros y permitir que Cristo se reúna con nosotros cara a cara. Él nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre. Incluso puede lavar nuestros pies con sus lágrimas de alegría! ! El mensaje de la historia de Zaqueo es que Dios está más deseoso de encontrarnos a nosotros que nosotros encontrar a Dios.