EXPOSICIÒN DEL SENADOR BLAS LLANO EN LA REUNION DE
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EXPOSICIÒN DEL SENADOR BLAS LLANO EN LA REUNION DE
EXPOSICIÒN DEL SENADOR BLAS LLANO EN LA REUNION DE LA LIBERAL INTERNACIONAL. MEXICO 2015. Tema: ubicar al liberalismo en la vanguardia de las reformas . LIBERALISMO CON VISION DE FUTURO. Asistimos a este 60 Congreso de la Liberal Internacional, aquí en la acogedora Ciudad de México, con el entusiasmo propio de los liberales, cuando nos reunimos para intercambiar experiencias e indagar sobre las realidades y circunstancias que acechan y agobian a nuestros pueblos, realidades y circunstancias que en muchos casos son comunes, y que necesitan, como nunca, urgentes soluciones.´ Debemos convenir que el mundo, y en especial esta región de América Latina, soplan vientos huracanados, como la que azotaran las costas del Pacifico y que golpeara con dureza a varias regiones de México. El pueblo Mexicano, los gobiernos departamentales y el Gobierno Central, para afrontar esta adversidad climática, tomo severas previsiones, y gracias a ellas, pudo minimizar los efectos negativos de ese cataclismo climático. Pero los vientos sociales huracanados que acechan y azotan a nuestros pueblos, son más complejos y complicados, que tienen efectos y consecuencias más graves, y hasta si se quiere han adquirido perfiles permanentes y hasta crónicas, y por lo mismo deben ser atendidos con mayor severidad racional, con mayor urgencia y con rigurosa observación y sometimiento a principios que enunciamos los liberales. Observamos con preocupación y hasta perplejos, que la brecha social es cada vez más profunda y hasta abismal. Observamos que las estadísticas muestran con precisión alarmante, que nuestros pueblos sufren de pobreza y de pobreza extrema, y que este fenómeno social crece sin pausas. Pero tan recurrentes y reiterados son estos muestreos de la grave situación, que hasta casi se convirtieron en cotidianos y habituales, que han creado una especie de rutina pasiva, y una sensación de impotencia de nuestros estadistas y gobernantes. Los reclamos de la sociedad civil afectados por esta crítica situación social, y de sectores sometidos a esa dramática realidad de exclusión social, en muchos casos, ponen en riesgo la Democracia y el propio estado de derecho. Y ante la falta de soluciones tangibles, concretas, visibles y palpables, nuestras democracias y nuestro estado de derecho están siendo interpeladas. Y debemos convenir que estos reclamos son legítimos. Y que paradoja: Que legítimos reclamos pongan en riesgo la democracia y el estado de derecho, que tanto esfuerzo costara a nuestros pueblos construir y fortalecer. Es hasta casi increíble, que foros internacionales, en los más altos niveles de Gobiernos, de Organismos Internacionales, de organizaciones especializadas, representantes del sector público y del sector privado, se hayan ocupado y se siguen ocupando, asistidos por cientistas en lo social y en lo económico, produciendo toneladas de análisis y diagnósticos, y no hayan podido amenguar, disminuir, minimizar siquiera la brecha social abierta y persistente. Yo provengo del Paraguay, y en Asunción, asentada sobre colinas, cada vez que llueve, los raudales arrastran parte del pavimento, y nuestra ciudad aparece como una ciudad bombardeada, con baches y pozos por doquier. Y la solución de emergencia, es el bacheo de los mismos, rellenando los pozos y baches como paliativos. Pero en la siguiente lluvia, vuelven a aparecer los baches y los pozos, y hasta más amplios y profundos. El bacheo, como paliativo, primero, no es la solución; y segundo, agudiza el problema. Creo que esta simple y sencilla gráfica, es ilustrativa, para la temática que nos ocupa. Enfocamos el problema de la pobreza y de la pobreza extrema, como una cuestión urgente, y desde esa perspectiva, afrontamos con meros programas paliativos y mediáticos. Y lo peor de todo, que lo atacamos aplicando paliativos populistas, paliativos izquierdistas, paliativos asistencialistas, y cuyo único resultado es más estatismo paquidérmico, que sin solucionar el problema, obstaculiza, impide, crea y estimula corruptelas y evita la búsqueda racional de soluciones estructurales, que permitan salir de esta situación. ES hora que los liberales, nos despertemos de esta especie de letargo doctrinario, de esta sensación de síndrome evasiva, de esta actitud de complejo de inferioridad doctrinaria, para atacar de frente, con la fuerza de nuestras convicciones, el problema de la pobreza y de la pobreza extrema y cuyo resultado es la brecha social, que constituye una bomba de tiempo, que amenazan nuestras ya débiles instituciones democráticas y republicanas. Se hace necesario que los liberales, como en los tiempos de crisis, nos pongamos al frente y en la vanguardia de esta crisis, aplicando principios primigenios y vigentes, basados en la libertad política, en la libertad económica, en la apertura de los mercados, en las urgentes reformas de achicamiento del estado paquidérmico, que todo lo anula y que todo lo impide. Debemos revisar en profundidad el rol que ha ido mutándose de la naturaleza que impulso a los ciudadanos la creación del Estado, como necesidad política y como expresión jurídica de las Naciones. Un Estado, que en nombre de los excluidos, en nombre de los marginados, en nombre de los desheredados, en nombre de los pobres, desalienta las inversiones, confisca por vía impositiva el esfuerzo productivo, impide la aplicación de las ciencias genéticas en el campo agrícola, y agobia con regulaciones legislativas, todo intento de progreso y desarrollo de las fuerzas productivas. Es responsabilidad nuestra, ejercer un vigoroso liderazgo para ubicar al liberalismo en la vanguardia de los cambios, que el siglo XXI exige de nosotros A la pobreza, a la pobreza extrema, a la exclusión social, proclamamos que existe una solución liberal. Todas las recetas contrarias a los principios liberales en el campo de la economía, en el campo de la productividad, en el campo del desarrollo y del progreso, han fracasado reiterada y rotundamente. No esperemos estar al borde de un estallido social, para iniciar, izando la revolución del conocimiento, que siempre fue virtud y vigor del liberalismo, he iniciemos una vigorosa revolución liberal, en todos los terrenos y en todos los campos, antes que sea tarde. Los eternos adversarios de la libertad de los pueblos, adversarios del progreso y del desarrollo, adversarios los derechos inalienables de la vida y de la felicidad del hombre, han querido estigmatizarnos con el mote de “conservadores”. Hoy se presenta una oportunidad histórica, para demostrar a propios y extraños, a tirios y troyanos, a capetos y capuletos, que los liberales estamos, para liderar los cambios revolucionarios que reclaman los pueblos oprimidos por la pobreza, oprimidos por el analfabetismo, oprimidos por la exclusión social, y que estamos y estaremos a la vanguardia de los cambios y reformas que exige3 la humanidad del siglo XXI. Los liberales siempre fuimos revolucionarios. Lo fuimos cuando en el segundo congreso continental, proclamamos la declaración de la Independencia, con Thomas Jefferson, con Alexander Hamilton, con Benjamín Franklin, con John Ainkof, un 4 de Julio de 1776 en la legendaria Filadelfia. Lo fuimos cuando de la mano de los enciclopedistas, de Montesquieu, de los Jacobinos y los Girondinos, de Robespierre, consagramos la más bella de las revoluciones, la revolución de la Libertad, un 14 de Julio de 1889, y dotamos a la humanidad de la perenne y aún vigente Declaración de los Derechos del Hombre. Fuimos los liberales lo que proponemos e iniciamos la Revolución Industrial, que trajo y sigue trayendo progreso y bienestar a los pueblos del mundo. Debemos reconocer que el liberalismo está en deuda. Deuda que tiene dos perfiles. Deuda con su misma doctrina y su misma ideología. Debemos empeñarnos en repasar, profundizar y adecuar nuestras banderas doctrinarias, como herramienta de solución a los problemas del mundo en este siglo. Y con ese mismo empeño, propiciar, generar, impulsar las ideas liberales y así, ponernos a la vanguardia de los procesos de cambios, y que juntos, todos juntos, podamos avanzar hacia una misma dirección: La dirección del fortalecimiento de nuestras instituciones democráticas, el progreso de nuestras naciones y la felicidad de nuestros pueblos.