Folleto: ORAR ES TRATAR DE AMISTAD
Transcripción
Folleto: ORAR ES TRATAR DE AMISTAD
1 “ORAR es TRATAR De AMISTAD” Una sencilla propuesta de oración al hilo de la definición teresiana …no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. Teresa de Jesús, V 8,5 “Estar con quien sabemos nos ama”1 Upe Hoyos y Teresa Gil Queremos proclamar con nuestra vida y celebrar que Jesús Resucitado es el Señor, que nuestro Dios es amor. Este Nos sentimos invitas a profundizar y revitalizar esta experiencia en lo cotidiano. Desde la experiencia del Amor de Dios recibido, nuestra fe crece y se fortalece: “La fe crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Y se fortalece creyendo, no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios”. 2 La oración, el encuentro entre Dios y la persona en lo profundo del corazón, de la realidad y de la Palabra, será la mediación privilegiada para reconocer, acoger y responder a ese amor gratuito e incondicional que es Dios. Desde esta certeza y acompañados por Teresa de Jesús, comenzamos esta serie de propuestas orantes. Teresa de Jesús utiliza la imagen del castillo con muchas moradas para describir a la persona. En el centro de todas ellas tiene Dios su morada donde se produce el encuentro con Él. Está en lo profundo de nuestro ser. Y dice: “a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración” 1M 1,7 Cruzar esta puerta, exige decisión y determinación. Supone compromiso de permanencia porque está en juego lo que es fundamento en nuestra vida, vivir desde Dios y para Él. Es un camino posible, otros lo han transitado. Pero la experiencia es personal, no la puedo delegar y a la vez no la vivo sóla/o, otras/os caminan conmigo, a mi lado. La propuestas orantes seguirán el hilo conductor de lo que expresa Teresa de Jesús como oración: “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama.” V 8,5 Estas palabras claves que expresan el trato de amistad: ESTAR - MUCHAS VECES – TRATANDO A SOLAS - CON QUIEN SABEMOS NOS AMA, nos servirán de guía a lo largo de este año para favorecer el encuentro con Dios, con ese Dios que no desea otra cosa sino encontrarse con cada una/o de nosotras/os Comenzamos el camino. 1 Recopilación de artículos del Equipo PROYECTONUDO, publicados en la Revista ICONO, de Madrid, de los HH. Redentoristas, en el año 2013. 2 Carta apostólica Porta fidei. Benedicto XVI. 11 de octubre del año 2011 nº7. 2 PROPUESTA ORANTE El objetivo es: → Entrar en contacto con nuestros sentimientos básicos. → Salir de una/o misma/o, abrirse a Dios en una experiencia de su presencia. → Realizar el acto de fe en alguien presente y real. Experimentar ante quién estamos. Para ello: Vas a dedicar 15 minutos de tu día simplemente a pararte, reconocerte y reconocer a ALGUIEN que está en tu vida, en la historia, contigo. Iniciar una relación de amistad requiere “trato”, ser consciente de que el otro existe como un Tú, que está ahí, queriéndose relacionar contigo personalmente. Cuenta con tu libertad, de ti depende el “ponerte a tiro” para esta relación, ESCUCHAR que ALGUIEN llama y ABRIR la puerta al menos unos minutos al día. Pasos: 1. Elige un momento del día que te permita estar 15 minutos solo, tranquilo. 2. Elige un lugar silencioso: tu habitación, una iglesia, la salita de estar… 3. Párate, relájate un momento, toma conciencia de ti: tu cuerpo (si está cansado, si tiene tensión, estás a gusto…), tu estado emocional (recupera esos sentimientos de fondo que te tranquilizan), tu prisa, tus tareas, tus preocupaciones… respira hondamente. Tú estás presente a ti mismo. Cierra los ojos. 4. Imagínate que estás delante de ALGUIEN, de Dios. No estás solo: reconócelo en ese sentimiento profundo de confianza, de abandono, de paz que surgen de ti. Alguien está presente ahí, justo donde tú estás, contigo. Deja que tus sentimientos y tu fondo más personal se extienda y se muestren ante esa presencia. 5. Abre las manos sobre tu regazo y repite despacio, poniendo tu vida en tus palabras: “Aquí estoy, aquí estás, creo en Ti”; “Confío en Ti, no me abandonas”; “Tú me conoces y me sostienes”. 6. Imagina cómo Él te mira, un instante, sólo una mirada: tus manos, tus ojos, tu corazón, tu trabajo, tus relaciones… 7. Respira de nuevo y en cada respiración hazte consciente de que Dios entra en tu vida, está contigo, te llama, es un Tú más real que tú mismo. 8. Abre los ojos despacio. Agradece esa presencia, tu conciencia y tu vida están ante Dios y quedan en el fondo de ti la certeza de no vivir solo, de que tú mismo y la vida están “habitados”. 3 “ESTAR” Inmaculada Villarrubia STJ Vivimos en un mundo lleno de ruidos, de prisas, de tareas... en el que lo externo nos moviliza haciéndonos creer que es lo único que existe a nuestro alrededor. Si queremos aprender a vivir de manera consciente en el lugar donde estamos, necesitamos escucharnos en lo más profundo y silenciando todo lo externo, ponernos a la escucha de lo que sucede en el interior de nosotros mismos... Podríamos decir que nos ha llegado el momento de “volver a casa”, de hacer el camino de regreso a nuestro interior y centro, de volver de fuera a dentro de nuestro ser. Quizá tengamos que aprender a desprogramarnos del reloj. ¿Cómo? Haciendo lo mismo de todos los días pero más conscientemente, con el cuerpo sereno y atento al presente. Éste es un buen momento para entrar en nosotros mismos y concedernos el espacio necesario para acoger la vida que acontece en nuestro interior. Parece que son las prisas o la cantidad de tareas que realizamos al cabo del día las que nos impiden “estar” de forma plena allí donde estamos. Son los ruidos externos e internos los que nos dificultan para ser conscientes de lo que nos sucede. Si queremos aprender a orar necesitamos hacer silencio dentro de nosotros mismos. Teresa de Jesús nos ayuda a caer en la cuenta de la diferencia que existe entre un modo de estar y otro. “Mas habéis de entender que va mucho DE ESTAR A ESTAR; que hay muchas almas que se están en la ronda del castillo que es adonde están los que le guardan, y que no se les da nada de entrar dentro ni saben qué hay en aquel tan precioso lugar ni quién está dentro ni aun qué piezas tiene. Ya habréis oído en algunos libros de oración aconsejar al alma que entre dentro de sí; pues esto mismo es.”3 Acoger la invitación de hacer silencio en nosotros mismos es el mejor regalo que nos podemos hacer para saborear todo lo vivido. En el silencio encontramos sosiego, calma, paz, serenidad... lo necesitamos pero también encontramos lucha porque nos enfrenta a lo que somos realmente. Y es que el silencio exterior puede ser más fácil de hacer pero el silencio interior es más difícil de conseguir, hay que buscarlo, favorecerlo. El silencio nos abre a la experiencia de dejarnos mirar por Dios. Para iniciarnos en este camino de oración, es necesario ejercitarnos en hacer un silencio que nos ayude a gustar de Dios y a descubrir que Él se nos regala. Tenemos que recordar que el silencio es lugar de la presencia del Amigo que desea encontrarse con nosotros, que nos nombra a cada uno, que nos ama tal y como somos. El silencio nos ofrece una nueva perspectiva de lo que miramos, de lo que oímos y de lo que proyectamos en nuestra vida. 3 TERESA DE JESÚS I M 1. 4 PROPUESTA ORANTE El objetivo es: → Descubrir la importancia del silencio para orar. → Favorecer la dinámica de hacer silencio para escuchar. → Reconocer que la atención al presente favorece la consciencia. Para ello: Te ofrecemos un ejercicio en el que hagas consciente tu propia respiración y de esa manera ir haciendo silencio dentro de tí. Para unos 15 o 20 minutos y silencia todo lo vivido en la mañana o en el día. No lo dejes para otro momento. No lo aplaces, ¡ES IMPORTANTE! Pasos: 1. Busca un momento del día en el que puedas parar y pregúntate qué has hecho hoy, por qué lo has hecho, con quien te has relacionado, qué has dicho... Acoge con cariño, dentro de ti, todo lo que has vivido. 2. Haz silencio dentro de ti y escucha tu propia respiración, respira amor en ese movimiento de inspiración y de espiración que tan rutinaria e inconscientemente realizas. Al inspirar, acoge la vida como un don, al retener el aire, agradece la posibilidad de hacer silencio, al espirar deja salir fuera de ti los ruidos que te impiden estar en silencio. 3. Siente cómo corre por tus venas, tus pies, tus piernas, manos, mirada, pensamientos... pídele a Dios que te conceda el don de hacer silencio para estar con Él, estando a la vez contigo mismo, con todo lo que eres y con el resto de la humanidad que respira contigo. 4. Ahora que ya has hecho tu propia practica de ESTAR párate un poquito más y escribe lo que has vivido, escucha tus sentimientos. Reconoce cómo ha pasado Dios por tu ser, por tu vida. 5. Agradece la experiencia y si te ha ayudado repítela más días hasta que vayas conquistando el silencio y sea tu compañero de camino, el que te ayude a ESTAR DONDE ESTAS en cada momento. 5 ESCUCHA Fernando Arriero FMS En el anterior número de esta revista vimos cómo el silencio es un requisito para escuchar a Dios. Y es que, de hecho, el silencio es la forma de Su voz. Pero una cosa es que Dios hable silenciosamente, y otra que el ser humano escuche. Si Teresa de Jesús compara el interior de la persona con un castillo habitado por Dios, bien podría ser la escucha una puerta principal de ese castillo. Por eso no es casualidad que la primera regla de vida que ofrece Yahvé al pueblo hebreo sea ESCUCHAR: “Shema Israel” (Escucha, Israel). Dios ofrece a su pueblo la puerta de entrada a la relación con Él. Por otro lado, no es lo mismo escuchar que oír. La escucha exige una decisión que no piden los sonidos y ruidos cuando son percibidos por nuestros oídos. Escuchar es decidir hacer hueco a otra persona en mi interior. Dejarle espacio entre las muchas voces externas e internas que nos reclaman atención. Escuchar es decidir acoger al otro o al Otro, asumiendo el riesgo de que su palabra afecte mi vida. Que su palabra dinamice, cambie, oriente mis decisiones vitales. De hecho, del verbo latino “audire”, surge también el verbo castellano “obedecer”. Escuchar, por tanto, no es fácil y requiere entrenarse en apertura y atención continuada al presente. Escuchar está reñido con quedarse fijos en las voces del pasado (de lo que he hecho o me ha afectado,…) o con la inquietud futura (la lista interminable de cosas a realizar). Escuchar exige la atención necesaria que nos permita permanecer en el presente, que es el único tiempo de Dios. Dios, que es Presente/Presencia continuada. ¿Y cómo entrenar la atención? Quizás la palabra clave sea la PERCEPCIÓN consciente de lo que llega a nosotros, ya sea del exterior o de nuestro interior. Si por amor a Dios decido vivir conscientemente el tiempo que le dedico, ¿acaso no estaré permaneciendo en la escucha y diálogo callado con su palabra silenciosa? De ahí que la propuesta que te hacemos ahora es un ejercicio orante que incida en este esquema: PERCIBIR ATENCIÓN/ESCUCHA PERMANECER EN EL PRESENTE ACOGIDA CONSCIENTE DE LA PALABRA SILENCIOSA DE DIOS. El último eslabón de esta cadena bien podría ser una definición de “orar”. PROPUESTA ORANTE El objetivo es: → Hacer silencio interior desarrollando la capacidad de atención / escucha → Emplear la percepción como camino de permanecer en el presente → Descubrir el presente como tiempo de Dios, como kairos. → Purificar nuestra oración de cualquier otro deseo que no sea permanecer gratuitamente con Dios. 6 Para ello: Vas a dedicar 15 minutos a percibir tu proceso de respiración. A continuación repetirás el ejercicio, pero añadiendo un mantra (breve frase) que te ayudará a ahondar tu conciencia de estar en Su presencia. Pasos: Ejercicio de respiración - - - - - Sitúate en un lugar suficientemente silencioso. Busca un asiento cómodo pero suficientemente firme. Adopta una postura corporal que te favorezca la inmovilidad durante estos quince minutos: cabeza firme mirando hacia el frente (aunque ojos cerrados), espalda recta, noventa grados las piernas, planta de los pies bien apoyadas en el suelo, manos juntas. Oración breve. Con tus palabras expresa este contenido a Dios: “Señor, te doy mi tiempo presente, el único del que dispongo; te entrego mi consciencia de este tiempo que deseo que sea sólo para ti; para nadie más ni para nada más”. Percibe muy poco a poco el recorrido del aire por tus vías respiratorias. Casi cada milímetro. La punta de la nariz, el inicio de las fosas nasales, la temperatura del aire que tomas, cómo el air llega a la parte posterior de las fosas nasales, faringe, laringe y tráquea. Percibe asimismo cómo se van llenando los bronquios, los pulmones y el movimiento del diafragma. Tras unos segundos, recorre con la misma consciencia y lentitud el camino inverso. Finaliza con una breve oración, con tus palabras, que pudiera decir más o menos: “Gracias, Señor, por haber querido estar aquí. Más allá de lo fácil o difícil que me haya resultado, gracias. Porque el importante eres Tú. Yo sólo quería entregarte con generosidad y consciencia este tiempo. Y Tú has acogido estos minutos. Esto me basta. Gracias.” Recuerda que no debes enredarte ni en pensamientos ni en sentimientos; no hagas cábalas extrañas ni te preguntes si lo estarás haciendo bien o mal. Lo único importante es que siguiendo estos pasos permanezcas con Dios los quince minutos que has elegido estar con Él. Ejercicio de respiración con mantras Todo igual que el ejercicio anterior. Simplemente añade interiormente estas palabras en tu proceso de respiración: - Al inspirar repetirás en tu interior: “Para ti…” Al expirar: “…aquí y ahora” * Si quieres profundizar en este tipo de Ejercicios que te vayan llevando a una mayor atención y contemplación, puedes consultar: F. Jalics, Ejercicios de contemplación, Salamanca 2010. 7 “DETERMINACIÓN” Gema Gil STJ En este recorrido por la oración como expresión de la relación con Dios, nos surgen muchos interrogantes e inquietudes tales como “¿puedo orar?, ¿soy mujer/hombre de oración?, ¿puedo llegar a serlo?, orar no es nada fácil y me cuesta mucho,…” y otras que cada uno, desde su propia experiencia personal, podrá decir. Lo que es cierto es que en esto de la oración, hay mucho de estar como hemos visto en los números anteriores. Y, además, supone estar “muchas veces”. La oración no sabe de prisas ni de ritmos rápidos, estresantes. La vida misma tampoco. Del mismo modo que para ser mínimamente diestro en algo, supone tiempo, dedicación, esfuerzo, “entrenamiento”, en la oración también tenemos que cuidar esos “espacios de preparación”. Necesitamos acostumbrarnos, “hacer rutina” en nuestra vida… para poder estar. Rutina no paralizante, algo automático, aburrido… sino la rutina de quien en su vida cuida lo importante, los espacios “libres de humos”, lo que nos favorece tener “calidad”. Acostumbrarse requiere “DETERMINACIÓN”, término con mucho sabor teresiano. Si acudimos a cualquier diccionario podemos leer que proviene del latín “determinatio”4, es la acción y efecto de determinar (tomar una resolución, fijar los términos de algo, señalar algo por algún efecto, distinguir y discernir). También se utiliza como sinónimo de valor u osadía. Partiendo de la definición, la oración para Teresa de Jesús y otros maestro de oración, nos recuerda que tenemos que “hacer ejercicio” de presencia, aún en medio de las dificultades, de las dudas, de las preguntas. Y es algo que no puede hacer nadie por mí. Podemos acompañarnos en este camino, pero me remite a un yo que debe tomar una resolución: “quiero”, “heme aquí”,... aunque conlleve un “con miedo”. El otro puede ser luz, guía en la búsqueda del camino, en el aprendizaje de ir encontrando mi propio ritmo, el ritmo de Dios en mí. Y por supuesto que es camino que requiere valor y osadía, de no echarnos atrás a la primera dificultad de cambio. Teresa animó mucho a sus monjas a no hacerlo. Sabía por propia experiencia que no conduce a buen término. Somos inconstantes, “nos da pereza” rezar, buscar el espacio adecuado, el momento… Se nos “hace cuesta arriba”. En cambio, el permanecer a pesar de todo… fortalece, nos hace un poco más mujeres y hombres de fe, nos acerca a Dios. Para ello, tal vez tengamos que cambiar nuestro “chip” y recordarnos el encuentro con Dios, como el que tenía con Moisés, “cara a cara, como habla un hombre con un amigo”5, compartiendo necesidades, quejándonos de los problemas, alegrándonos con Él de nuestras alegrías,…6 Es decir, orar la vida misma con Quien nos cuida la vida. 4 Cfr. Término “determinación” en http://definicion.de/determinacion/. Gen 33, 12. 6 Libro de la Vida 12,2. 5 8 PROPUESTA ORANTE El objetivo es: Reconocer las dificultades que podemos tener para orar: inconstancia, pereza, temores, “no saber”… Favorecer algunas actitudes que nos pueden ayudar a “acostumbrarnos” a la oración. Aprender a permanecer. Para ello: Es importante cuidar el espacio y el tiempo, “poner calidad”, teniendo en cuenta nuestras posibilidades reales. Reconocernos invitadas/os a una relación de amistad con Alguien y para cuidarla, tenemos que “poner de nuestra parte”, insistir, querer, permanecer… “Heme aquí”, siendo como soy, con todo lo que forma parte del día a día. “Heme aquí” aunque me cuesta, me canso… Pasos: 1. Elige el momento del día y el lugar como se ha sugerido en los números anteriores. En este acostumbrarnos a estar es necesario cuidarlos e ir haciendo hábito para que vayamos descubriendo la oración como algo importante en nuestra vida. 2. Puedes poner música suave, que ayude a serenar y bajar el ritmo que llevamos diariamente. Acompasa el ritmo de tu respiración. Respira de forma consciente tres veces. Hazte consciente del sitio donde estás. Y reconócete en presencia, acompañado. No estás sola/o. 3. Cuida la postura, para no adormecerte, y expresar con tu cuerpo tu disponibilidad y apertura. Te puede ayudar repetir, como letanía: “Heme aquí, Señor”, “Aquí me tienes”. 4. Aunque ores con un salmo, un texto del Evangelio, inicia tu oración pidiendo al Señor: “Pacifica el corazón y la mente, Señor y dame fortaleza para estar aquí, contigo, para permanecer”. Si en tu oración te distraes, sientes que tu mente o tu corazón están en otro sitio, acude a esta petición; de modo sereno, ve repitiéndola. 5. Acoge el Salmo 103 (102) y óralo en primera persona: “Te bendigo… Tú curas todas mis dolencias…” y continúalo. Construye tu propio salmo, compartiendo eso que te preocupa, eso que te impide caminar y estar tratando de amistad con Él. 6. Quédate en silencio. Hazte consciente: “no estás sola/o”, “yo estoy contigo, yo te sostengo”, “estoy aquí”. 7. Termina escuchando la canción “Sólo tú” del CD Buscad mi rostro de Ain Karem. 9 “Traerle siempre conmigo” Dios compañero en el dolor y el sufrimiento Marta Suarez STJ El dolor existe, nos acompaña en el camino en la vida. Nadie podemos decir que no nos va a tocar, de una forma u otra nos va a llegar. Está el dolor producido por causas ajenas a nosotros: un accidente, una enfermedad, un revés económico, una crisis, situaciones de paro… Hay otros dolores que indicarían nuestra sensibilidad pues nos sentimos interpelados, preocupados, incómodos por tantas situaciones de injusticia, de guerra, de insolidaridad, de maltrato, de desigualdad que existen en nuestro mundo. También puede haber dolor causado por nuestros propios límites, por nuestras impaciencias, durezas de corazón, por nuestro egoísmo y falta de generosidad. Sería este un dolor originado por nuestras incoherencias personales y que, probablemente, descubrimos a la luz de Dios. Es el dolor debido a nuestro pecado. Otro dolor sería el causado por la ausencia de Dios. Todos estos dolores son legítimos y podemos convivir con ellos de manera serena. Otras situaciones, más que causarnos dolor nos producen sufrimiento: me gustaría tener una determinada situación económica y envidio a quien la posee. Por qué me ha tocado sufrir con un marido como el que tengo, con estos hijos, con este hecho concreto… Sería formularse razonamientos como el siguiente: la vida es injusta, por qué me trata así, me encuentro en desventaja con los que tengo a mí alrededor. El dolor es inevitable, existe, tenemos que aprender a convivir con él. El sufrimiento es evitable, se trata de afrontar las situaciones con lógica y, a ser posible, desde Dios. Teresa de Jesús convivió con sus límites y dolores. Unos le vinieron desde fuera, sin quererlo ella. Perdió a su madre con doce años, un momento muy difícil de su vida. De hecho, y dentro de los esquemas de su tiempo fue una adolescente rebelde que no entendió este momento y esa ausencia materna. Según dice ella años más tarde, y expresado a la luz de Dios, tuvo malas compañías. La decisión de su padre, que no le gustó, de mandarla a un internado la ayudó a reconducir sus pasos. Por otro lado fue una mujer de poca salud. A veces la falta de salud nos limita. No fue su caso. ¿Quién diría que fue una mujer de salud limitada la andariega Teresa que no dudó en subirse en las incómodas carretas de su época para recorrer Castilla y Andalucía fundando conventos de monjas carmelitas? En ella fue mucho más poderoso el amor de Dios. Desde Él aceptó sus límites y con Él puso manos a la obra para cumplir su voluntad, hizo “lo poquito que era en ella”. A Teresa también le dolieron las circunstancias de su tiempo: la ruptura de la Iglesia con Lutero, la situación de los indios en América. Se dejó tocar por las circunstancias de su época, la interpelaron y no dudó en interesarse y buscar soluciones cuando ella podía hacer algo. 10 PROPUESTA ORANTE: Busca un espacio y un tiempo para orar. Hazlo desde la certeza de su Presencia y desde la confianza de que Él está contigo y te acompaña en esta mirada al dolor y sufrimiento en tu vida. ¿Qué haces? ¿Qué te duele? ¿Por qué? Detente unos minutos, hazte estas preguntas por dentro. Cuándo sientes dolor, ante un sufrimiento, ¿dónde pones a Dios? ¿Lo descubres a tu lado? ¿Quieres compartirlo con Él? ¿Cómo acoges desde Dios y con Él las circunstancias de tu vida? ¿Vas aprendiendo a amarlas? Jesús nos dice en el Evangelio: “aprended de mí que soy mando y humilde de corazón y os sentiréis aliviados… mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mt. 11, 29 – 30) ¿Cuál es hoy tu carga? ¿La llevas sola/o? ¿Dejas que Jesús la lleve contigo? ¿La miras con Él? ¿Vas dejando que Él transforme tu mirada? En la vida estamos invitados y llamados a la felicidad pero esto no quiere decir que estemos libres de dolor, de dificultades. ¿Podemos afirmar que una persona gravemente enferma no es feliz? ¿Por qué determinadas personas fueron capaces de gestos de generosidad en medio de los mayores horrores? Aceptar el dolor, los reveses, las propias inconsistencias y debilidades es reconocer la esencia de nuestra humanidad, que somos criaturas de Dios tocadas por el pecado, por nuestra finitud que nos deja a la intemperie. No somos todopoderosos, no somos dioses, no lo podemos todo. Nuestra vida se caracteriza por los límites. Y ante esos límites podemos revelarnos y sufrir o aceptarlos como parte de nuestra condición y con los que tenemos que contar en la aventura de la vida. Los límites, lo que nos duele y cuesta, puede ser trampolín de superación y crecimiento. Hoy Teresa se te presenta como compañera de camino, te regala su letrilla para que la hagas tuya y sea un pensamiento que te calme por dentro, que te ayude a resituar tus circunstancias y a ponerlo todo en Dios: Nada te turbe, nada te espante todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta. 11 “Tratar muchas veces”7 Guadalupe Hoyos STJ Una de las acepciones del verbo tratar es la de tener relación con alguien. La relación con los demás se establece desde la persona que soy, desde mi corazón, un corazón humano enérgicamente dinamizado por el deseo. El deseo es la energía por la que permanecemos vivos y capaces para el amor. Territorio que requiere discernimiento porque puede ser confuso y ambiguo. ¿Qué deseo? ¿Cuál es el deseo profundo de mi corazón? ¿Cómo busco satisfacer mis deseos? ¿Cómo vivo la frustración inevitable que hace madurar el deseo? Las personas aspiramos a la felicidad, entendida como una vida plena. Esta pretensión nos constituye, orienta nuestros pasos, determina nuestras acciones y parece grabado a fuego en lo más profundo de nuestro ser. Por eso mismo es usado una y otra vez tanto en discursos políticos como en campañas publicitarias, asociando la felicidad con estereotipos de belleza, riqueza, sabiduría, poder, estar a la última,… En definitiva, no nos faltan propuestas que nos prometen felicidad, pero son muchos los que experimentan que cuando estos caminos se absolutizan, conducen al extremo no buscado: infelicidad, des-animo, vacío y sin-sentido. Y es en medio de este desengaño y esta sensación de vacío, cuando surge la pregunta sobre el sentido de la vida. Ser consciente de ese vacío experimentado, de ese deseo radical insatisfecho, será punto de partida para comenzar una nueva búsqueda. Y es que ese deseo que no tiene fondo, habla de la Presencia de Dios en nosotros. El abismo entre la finitud y el deseo de Dios -que él mismo pone en nosotros-, nos habla del ser humano como “destinatario de Dios”. El deseo de infinito nos grita silenciosamente que no nos agotamos en nuestra finitud sino que tenemos la dignidad de quien lleva en sí la huella de Dios y el reflejo de Quién nos ha llamado a la existencia y nos mantiene en la vida. El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios “La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios” (GS 19,1). Sólo Dios es capaz de saciar nuestra sed, de llenar nuestro vacío. Reconocemos cómo se vale de mediaciones: su Hijo, la Palabra, los acontecimientos, las personas, nuestra conciencia… Y lo va haciendo en ese “tratar muchas veces” con Él, encuentro en libertad y confianza. El deseo de Dios, que él mismo suscita en nuestro interior nos pone en camino y nos va ensanchando por dentro, nos hace capaces de “más Dios”, nos va haciendo a su medida, dilata nuestra capacidad de amor y de servicio. 7 “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” V 8,5. 12 Sólo tengo un único corazón (energía, deseo, sed, necesidad...). Cuidar el corazón es cuidar ese mundo de deseos, reconocerlos, acogerlos, encauzarlos, evangelizarlos. Sin miedos, sin culpas ni juicios. Lo vivimos desde la certeza de que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" Rm 5,5 PROPUESTA ORANTE 1º Busca un lugar y un tiempo adecuado y suficiente para hacer oración. 2º Trata de hacer silencio, de dejar a un lado las ocupaciones y preocupaciones de tu vida para estar aquí y ahora. Reconoce ante Quién estás y alienta el deseo de tu corazón de encontrarte con Él. Puede ayudarte el orar con el salmo 130 y repetirlo pausadamente. Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad; sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre. Espere Israel en el Señor ahora y por siempre. Confiadamente puedo poner en sus manos mi deseo, mi fragilidad, mis noches, mis dudas y temores, también mis sueños y mis luchas… Él las vive conmigo, su bondad y lealtad me acompañan siempre… Es bueno recordar a menudo que he encontrado en Él muchas veces mi descanso… 3º Somos hombres y mujeres de deseos. Estás invitado, como cada día a cuidar el deseo de Dios en tu corazón para que no se apague, no se vea asfixiado o aturdido por tantos otros deseos que te ilusionan de momento. Contemplar a Jesús nos lleva a desear como él. Escucha cómo en este encuentro, Jesús de nuevo te pregunta: ¿Qué buscas? Jn 1,38-39 ¿A quién buscas? Jn 18,4 ¿Qué quieres que haga por ti? Mc 10,51 Reconoce dentro tu petición, esa petición que brota de la necesidad y del deseo y ofrécesela al Señor, pide con insistencia. Porque el que busca encuentra, al que llama se le abre y al que pide se le da. 4º Confía y agradece. Puedes terminar orando con el salmo 41. Como busca la cierva Recuerdo otros tiempos, corrientes de agua, y desahogo mi alma conmigo: así mi alma te busca cómo marchaba a la cabeza del grupo, a ti, Dios mío; hacia la casa de Dios, tiene sed de Dios, del Dios vivo: entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta. ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? ¿Por qué te acongojas, alma mía, Las lágrimas son mi pan noche y día, por qué te me turbas? mientras todo el día me repiten: Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «¿Dónde está tu Dios?» «Salud de mi rostro, Dios mío». 13 Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo desde el Jordán y el Hermón y el Monte Menor. Diré a Dios: «Roca mía, ¿por qué me olvidas? ¿Por qué voy andando, sombrío, hostigado por mi enemigo?» Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y tus olas me han arrollado. Se me rompen los huesos por las burlas del adversario; todo el día me preguntan: «¿Dónde está tu Dios?» De día el Señor me hará misericordia, de noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida. ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío». CONFIANZA En el camino de la oración, todo aprovecha poco si no confiamos en Dios. Teresa Gil STJ El camino de la confianza se recorre muy lentamente. Es el mismo camino de la fe. Aprender a confiar es aprender a amar. O dicho de otro modo, la confianza es el entramado sobre el que se puede ir tejiendo toda relación de amor-amistad. Y al mismo tiempo, es el fruto que se va gestando en ella. Confiar significa tener fe y una esperanza firme en algo o alguien. Nuestro trato de amistad con Dios no se libra de ninguno de los aprendizajes vitales que necesitamos hacer con relación a todas nuestras relaciones humanas. Y la confianza es uno de ellos. Cuantas veces decimos, o escuchamos a otros, “prefiero hacerlo yo, y no arriesgarme a que salga mal”. Detrás de esta expresión podemos leer lo que nos cuesta muchas veces confiar en otros, incluso en las cosas más insignificantes de la vida cotidiana. Esta misma actitud se nos “cuela” en nuestra vida de oración cuando creemos que todo depende de lo que “yo hago”. Es decir, cuando creo que lo importante está en el tiempo que dedico, el modo como rezo o el lugar en el que lo hago… Y sin embargo, seguramente también hemos tenido la experiencia de que, poniendo todo de nuestra parte, a veces no obtenemos el resultado que esperábamos. Y al revés, ¡cuántas veces, sin que sea el mejor momento o estar bien preparados, Dios nos sorprende con su presencia y su compañía! Algo así experimentó Teresa de Jesús, nuestra guía y compañera en el camino de oración que estamos recorriendo en este año. Cuando Teresa era aún una orante primeriza buscaba 14 desde sus propios medios conquistar a Dios, tenerle a su favor, recibir su bendición y sentirse merecedora de su amor. ¿No buscamos eso muchas veces, cuando vivimos tratando de “cumplir” con nuestras obligaciones como cristianos? Hasta que poco a poco, Teresa va a ir descubriendo que el amor que recibe de Dios, su propuesta de amistad y presencia, es gratuita. Y que “todo aprovecha poco si, quitada de todo punto la confianza de nosotros, no la ponemos en Dios”, nos dirá. En la oración vamos aprendiendo a confiar. En primer lugar porque no podemos controlar a nuestro interlocutor a través de nuestros sentidos, y sin embargo permanecemos. En segundo lugar porque tampoco podemos cuantificar los beneficios o los resultados, y sin embargo nos va transformando el corazón de manera que cada vez se hace más imposible dudar de su compañía. Dios se va grabando en nuestro interior, como “amigo verdadero”, punto de apoyo firme, certeza que me acompaña y me sostiene. En tercer lugar, porque la oración se convierte en el espacio privilegiado para tomar conciencia de lo que recibimos de Dios. Y, como nos dirá también Teresa, “del amor que le muestra el Señor, nace confianza y seguridad”. Es la confianza la que me permite ir al encuentro del Señor en la oración. Y al mismo tiempo, el encuentro “con quien sé que me ama” va ensanchando mi corazón haciéndole capaz de confiar en Él, en la vida, en uno mismo, en los demás. Es la confianza la que nos permite decir “en tu nombre, echaré las redes”, “en tu nombre” lo intentaré de nuevo, “en tu nombre”… En definitiva, la confianza es la llave que posibilita la acción de Dios en nuestras vidas. PROPUESTA ORANTE Aprender a orar desde la vida Teresa de Jesús tiene muy claro que la vida y la oración son una misma cosa. Orar nos educa para la vida, y un modo de vivir nos dispone para la oración. Por eso, en esta ocasión te proponemos un ejercicio que te ayude a poner en relación la vida cotidiana con el tiempo dedicado a la oración de forma explícita. Vive con especial atención durante una semana. Dedica un tiempo al final del día (o cuando te resulte más viable), para hacerte las siguientes preguntas. Es importante que te fijes muy concretamente en lo vivido, no en lo que piensas o querrías haber vivido. ¿Qué personas me han necesitado en el día de hoy? ¿Cómo han acudido a mí? ¿A quiénes he necesitado yo? ¿Cómo he acudido a ellos? ¿Cómo se ha puesto en juego la confianza en ambas direcciones? ¿qué me dice de mi modo de confiar? Después de un tiempo –días, una semana…- dedica un tiempo sereno para orar según la siguiente propuesta: Pasos o sugerencias para orar con un salmo: PROPONEMOS EL 139 (138) “Señor, tú me sondeas.” 15 Antes de leer el salmo TRATA DE HACER UN ESPACIO INTERIOR para acoger lo que la Palabra te REGALA hoy como experiencia. ACTO DE PRESENCIA: un breve tiempo para la relajación que me permita hacerme consciente de qué voy a hacer. Acto de fe en la PRESENCIA de OTRO que toma la iniciativa del encuentro conmigo. Es el Espíritu de Jesús el que ora en nosotros. Renovar-pedir la fe sobre esta verdad. Leer despacio, y tantas veces como sea necesario, el salmo hasta que puedas percibir que ya no son palabras que llegan a la razón, sino que se convierten en ORACIÓN, entendiendo ésta como DIÁLOGO CON OTRO. Para posibilitar este diálogo, que en definitiva es de lo que se trata (pues orar es tratar de amistad...) pueden ayudar las siguientes sugerencias: Subrayar las palabras o expresiones que conectan contigo de una manera especial: te sientes cómodo diciéndolas, tienen significado para ti, te llaman la atención, te provocan un sentimiento de... “Dar la vuelta” al salmo de manera que no sean palabras dirigidas a Dios, sino que Él mismo te habla en ese salmo. Relee el salmo de manera que Dios (Jesús, Padre o Espíritu) sean el sujeto del mismo. “Hijo/a mío/a, yo te sondeo y te conozco…” Quédate con una frase o palabra (de Dios a ti o de ti a Dios) y repítela serenamente por dentro. Déjate llevar por el DIÁLOGO ESPONTÁNEO que brote a partir de esta frase o palabra. Termina la oración con una breve acción de gracias por el rato compartido: por las luces, por los sentimientos, por la gratuidad, por haber podido permanecer... “A SOLAS” Pilar Liso STJ A lo largo de varios artículos vamos desgranando la definición teresiana de oración: orar es tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. Ahora nos centramos en desentrañar un poco más qué significa estar a solas con Dios, sólo tú con tu propia verdad, sin otras personas, sin otras compañías, sin otros intereses. Según la Biblia, tendríamos que hablar de un encuentro “cara a cara” con nuestro Dios. Nadie puede hacer este camino por nosotros. Hablamos de un trato PERSONAL. Sin nadie ni nada que nos entretenga y nos distraiga de la verdad que nos define. La oración es un diálogo que ocurre en el interior de nosotros mismos, en nuestro hondón personal. ¿Hay diferencias para ti entre REZAR y ORAR? A veces rezamos oraciones como el Padrenuestro, el Ave Maria pero nuestros pensamientos y sentimientos, nuestro corazón está en ‘otras partes’. Teresa de Jesús nos advierte: 16 La puerta para entrar dentro de nosotros, al interior, es la oración; no digo más mental que vocal, que como sea oración ha de ser con consideración. Porque la que no advierte con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración aunque mucho menee los labios8. (…) No me estéis hablando con Dios y pensando en otras cosas, que esto hace no entender qué cosa es oración9. A veces también nos pasa a nosotros algo así. Porque al empezar a hacer silencio, nos damos cuenta de todos los ruidos que nos impiden llegar a experimentar la Presencia de Dios en nuestro interior o de lo que voy viviendo. ¿Por qué? Porque cuando hacemos silencio y callamos, comienzan a oírse muchos ruidos que antes no notábamos. Esto pasa fuera y dentro de nosotros. Los sonidos exteriores los identificamos más fácilmente que los interiores. Cuando nos disponemos a orar aparecen ruidos que nos distraen y nos entretienen impidiéndonos estar a SOLAS con toda la conciencia y el interés puesto en lo que deseamos: ESTAR Y TRATAR DE AMISTAD CON QUIEN SABEMOS NOS AMA. Algunos ruidos y distracciones que pueden impedirnos este estar a solas son: preocupaciones que nos mantienen atrapados (familia, trabajo, situación económica, salud…); interés desmedido por el cuerpo, la moda, la salud, el bienestar; sentimientos de miedo, inseguridad, complejos, ansiedad; pensamientos que nos distraen y nos entretienen en el pasado o en el futuro, nos alejan del presente, que es donde habita Dios. PROPUESTA ORANTE: orar con una imagen 1. Prepara el lugar donde vas a orar. Busca un espacio tranquilo y una postura cómoda que te permita permanecer atento sin adormilarte. 2. Si te ayuda puedes cerrar los ojos o fijar la mirada en un punto para no distraerte. Hazte consciente de tu respiración, de tu cuerpo, de tu interior y poco a poco ve haciéndote consciente de qué vas a hacer en este momento y ante Quién estás. 3. Las palabras de Teresa de Jesús te pueden ayudar a mirar hacia dentro y estar a solas, Dios y tú: No os imaginéis huecos en vuestro interior. Mirad que dentro de nosotros hay un palacio grandísimo, todo de diamante o muy claro cristal adonde está el Rey. Representad al mismo Señor junto a vos y mirad con qué amor y humildad os está enseñando; y creedme, mientras pudiereis, no estéis sin tan Buen Amigo. Si os acostumbráis a traerle junto a vos y El ve que lo hacéis con amor y que andáis procurando contentarle, no le podréis echar de vuestro lado, no os faltará nunca, os ayudará en todos vuestros trabajos, le tendréis en todas partes ¿Pensáis que es poco un Amigo así al lado? 4. Repite en tu interior: Yo creo Señor que estás aquí, dentro de mí, en lo más profundo de mi corazón. Conoces mis sentimientos y pensamientos, mi deseo de encontrarme contigo. Me dejo en tus manos y confío en ti. Aquí estoy. 8 9 Libro del Castillo Interior de Teresa de Jesús 1M.1,7 Libro del Camino de Perfección de Teresa de Jesús CP.22,8 17 5. El centro de la oración es la PERSONA DE JESÚS. Toma una imagen de Jesús y fija en ella tu mirada. Déjate mirar por El. No pienses en ningún texto, ni trates recordar el Evangelio. Ahora sólo una cosa es importante: que le mires y te dejes mirar. El viene a estarse contigo, junto a ti, para acompañarte en lo que estás viviendo y fortalecerte, animarte, consolarte… 6. Permanece un tiempo así, mirando que te mira, acompañándole y hablándole. Dejándote acompañar y hablar. Pídele que sepas reconocer su voluntad y su querer sobre ti y sobre lo que vives y tengas ánimo y fuerza para ponerlo en práctica. 7. Estas a solas con El. Es un momento para recibir el don que Dios quiera regalarte, para abandonarte y confiarte en sus manos. Puedes responder a lo que vas sintiendo en tu interior a través de una palabra, un gesto, un sentimiento, una petición… 8. Termina agradeciendo este tiempo. Su paso por nuestra vida siempre es un regalo que transforma. Cae en la cuenta de los sentimientos que tienes en tu interior: ¿paz, gozo, deseo de hacer el bien? ¿Serenidad para afrontar el día, fuerza y ánimo? ¿inquietud? ¿desasosiego? ¿temor? CARA A CARA CON DIOS “A solas con la Palabra” Eva Cazalla. Juntos damos pasos en un camino en el que como dice Teresa: “…comenzó el Señor a regalarme tanto que me hacía merced de darme oración de quietud, y alguna vez llegaba a unión… (Libro de la Vida 4, 19). Ahora que nos recogemos en silencio con más facilidad y que gustamos de disponernos a tratar de amistad con quien sabemos nos ama, Dios nos invita a acogerlo y contemplarlo a través de la Palabra. No se trata de que su lectura sea el fin en sí mismo sino que la asentemos sólidamente en nuestro corazón para poder contemplar la Vida con de los ojos de Jesús. Dios nos invita a entrar en la Tienda del Encuentro que amorosamente preparó Moisés (Ex 33, 7). Pero ¿Cómo disponerme para ese cara a cara bíblico? En la Primera carta de Pedro 3, se hace una invitación explícita a la mujer a que con su disposición logre acercar al marido no creyente a la Palabra: “Que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados, joyas y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios”. De igual modo, Dios instó a los israelitas a que se despojaran de sus galas para saber qué había de hacer con su Pueblo. Hoy nosotros podemos despojarnos de 18 tantas vanidades que nos impiden disponer nuestro corazón para el encuentro. En silencio y adentrándonos en nuestro castillo interior, en palabras de Teresa, preparamos como Moisés nuestra estancia más preciosa ante Dios para encontrarnos con Él. “Yahveh hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo” (Ex 33, 11). Si nos detenemos un momento y pensamos en cómo son nuestros encuentros con amigos y cómo los vivimos quizás nos pueda ayudar a entender ese hermoso “Tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quién sabemos nos ama” (Libro de la Vida 8, 11). Cuando estamos con un amigo “cara a cara”, o como diría Teresa “a solas”, no es un encuentro fortuito. Los amigos hacen por verse, preparan su encuentro y disponen tiempos y espacios en los que poder compartir la vida desde el cariño que les une. Confían en el otro para mostrarse tal y como son: con las luces y las sombras de su interior. Los amigos se escuchan, se acompañan en el sufrimiento y se funden en abrazo amoroso. Se entregan en su amistad y se sienten inmensamente agradecidos de tenerse. En el encuentro el amigo nos escucha y nos da luz con sus palabras. De igual modo el Señor nos ofrece la Palabra para iluminar los senderos por los que transcurre nuestra vida y también para acercarnos a nuestra realidad e invitarnos a hacernos cargo de su Pueblo. PROPUESTA ORANTE 1.-Dispón tu “Tienda del encuentro”. Elige un lugar que te facilite desconectar de las tareas y prisas de tu día a día. Puede ser una capilla o tal vez alguna estancia de tu casa. Disponla para encontrarte con el Amigo, quizás una vela o alguna imagen puedan ayudarte a recogerte. 2-Puedes hacer una breve oración o canto para pedir al Espíritu Santo la gracia de comprender y de gustar la Palabra de Dios. Te ayudará a disponer el corazón al encuentro. 3.-Lectura atenta y en silencio del texto Éxodo 33, 7-17. No basta el encuentro material con la Palabra, es necesario asimilarla, acogerla con fe y hacerla nuestra. 4.-Meditamos con la Palabra. Moisés plantó su tienda a cierta distancia del campamento y cuando él iba a encontrarse en oración con el Señor el pueblo se levantaba y se quedaba de pie, cuando veía la columna de nube detenida a la puerta mientras Yahveh hablaba con Moisés, cada cual se postraba junto a la puerta de su tienda. ¿Qué te dice esta Palabra de cómo tú cultivas tu amistad con Dios? En tu día a día ¿porqué no te determinas a entrar tú mismo en oración?, ¿eres el que dispone una Tienda para orar en la que tu familia y compañeros pueden apreciar que Dios está presente en tu vida y que te alimentas con su Palabra día a día? 5.-Pon atención especial en degustar y entregarte en ese cara a cara en el que Dios se dirige a ti como amigo, como tu compañero de camino. Cierra los ojos y, a la luz de la Palabra que has leído, dedica tiempo a la contemplación y ponte en presencia del Señor. Siente cómo te acoge, comparte con él todo tu ser y siente cómo te reconoce por tu nombre. Es el Señor el que te está abrazando. 19 6.-En la lectura orante también Dios nos invita a trabajar por el Reino. Moisés pide a Dios que camine con el pueblo para que así puedan distinguirse de todos los pueblos. Después de acoger en tu corazón la Palabra y asentarla a través de la oración, ¿a qué te llama el Señor? ¿Qué puedes hacer tú para compartir con los hermanos la alegría de sentirte reconocido por Dios por tu nombre (Ex 33, 17)? ¿Cómo anuncias con tu propia vida la Buena noticia y el amor de Dios? 7.- Puedes terminar con esta oración de Teresa de Jesús, agradeciendo a Dios el que te haya regalado su Amor en vuestro encuentro y pedirle que te enseñe a abrazar a su Pueblo, a la realidad y a ti mismo. Coloquio amoroso Si el amor que me tenéis, Dios mío, es como el que tengo, Decidme: ¿en qué me detengo? O vos, ¿En qué os detenéis? Alma, ¿qué quieres de mí? -Dios mío, no más que verte. -Y ¿qué temes más de ti? -Lo que más temo es perderte. Un alma en Dios escondida ¿qué tiene que desear, sino amar y más amar, y en amor toda escondida tornarte de nuevo a amar? Un amor que ocupe os pido, Dios mío, mi alma os tenga, para hacer un dulce nido adonde más la convenga. 20 Con quien sabemos nos ama… Lourdes Badenes STJ Vamos a entrar esta vez en la dimensión comunitaria de nuestro encuentro con Dios. A veces podemos pensar que el trato de amistad “la oración”, es individual, en soledad… y es cierto, pero no del todo. Somos convocados, es decir, llamados con otros y otras a experimentar la certeza de un Dios que es COMUNIDAD. Decía S. Agustín allá por el S.IV: “un grupo de cristianos es un grupo de personas que rezan juntas, pero también conversan juntas. Ríen en común y se intercambian favores. Están bromeando juntas y juntas están en lo serio. Aprenden algo unos de otros o lo enseñan unos a otros. Acogen con alegría a los que llegan. Hacen manifestaciones de este u otro tipo; chispas del corazón de los que aman, expresadas en el rostro, en la lengua, en los ojos, en mil gestos de ternura”. Ofrezco este texto porque me parece importante caer en la cuenta de todo lo que supone orar en comunidad, sentir que estamos invitados por Dios a formar parte del grupo de sus amigos, que es El el que nos reúne, que El está en medio de nosotros y que El fortalece nuestros intentos, pequeños o grandes, por vivir el evangelio dentro de nuestra realidad. Compartir la fe, ayudarnos a poner palabra a lo que van siendo experiencia de Dios en la vida de cada uno, acoger y caminar juntos haciendo creíble el evangelio en las cosas sencillas de cada día. Saber con certeza profunda que es Dios mismo el que camina a nuestro lado, cuando caemos en la cuenta del que va con nosotros, cuando acogemos al que nunca nos pararíamos a mirar, cuando nos preocupamos por las desgracias ajenas haciendo un poquito más amable la realidad de este mundo nuestro. Cada uno vivimos nuestra vida, pero sabemos que no la vivimos solos, formamos parte de una comunidad porque ya Jesús lo dijo: “donde se reúnen dos o más en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos”. Si nuestras experiencias se comparten, si escuchamos y acogemos la vida de otros, si compartimos al Dios que nos habita y nos acompaña, si hablamos de las cosas de Dios (que no son otras que lo más humano de la vida), si miramos más allá de las miserias más objetivas que a todos nos acompañan, si logramos dar el salto a nuestras tristezas y miedos, si ponemos la confianza en Otro que es más que nosotros pero que se hace a nuestra medida y comprende nuestros sufrimientos porque nos ama… entonces vivimos en comunidad la experiencia de la misericordia y el amor de Dios que no se vive solo; que es Padre (dador de la vida) que es Hijo (camino y verdad profunda de la persona humana) y que es Espíritu (fuerza que alienta nuestros intentos por vivir a la altura de la vocación a la que somos llamados: hijos y hermanos) Os propongo ahora un tiempo de oración comunitaria guiada y pausada. Tendremos cuatro momentos: 1º Tomamos una postura corporal que nos resulte cómoda para orar y favorecemos un clima de silencio. Ponemos una música suave que pueda ayudarnos. Después de un tiempo tranquilo vamos a hacer un ejercicio de presencia (nos reconocemos aquí, en este momento y así como venimos). Vamos repitiendo pausadamente por dentro (estoy aquí, ahora, así…) acompañamos estas palabras con la respiración. Hacemos ahora un ejercicio de Presencia (reconocemos que Dios está aquí, que nos convoca y nos acoge). Repetimos pausadamente por dentro del mismo modo (estás aquí, ahora, en mí). 21 2º Escuchamos la Palabra de Dios y le hacemos espacio dejando que nos hable a cada uno. Vamos poniendo en boca de Jesús nuestros nombres y acogemos su invitación a estar con Él y a predicar la buena noticia. Mc 3,13-19. 3º Compartimos dentro del mismo clima de oración como expresión comunitaria de la oración personal. Es un momento para acoger y decir amén a lo que el Espíritu ora en los otros. Nuestra oración puede ser: agradecer, pedir, alabar… 4º Leemos juntos despacio este salmo: Señor Jesús, danos una comunidad abierta, confiada y pacífica, invadida por el gozo de tu Espíritu Santo. Una comunidad entusiasta, que sepa cantar a la vida, vibrar ante la belleza, estremecerse ante el misterio y anunciar con alegría tu reino. Que en nuestra pobreza y debilidad sepamos abrirnos, darnos y compartir con la ilusión de quien se enriquece y se siente dichoso con lo que hace Que no nos acobarden las tensiones ni nos ahoguen los conflictos que puedan surgir entre nosotros, porque contamos -en nuestra debilidadcon la fuerza creadora y renovadora de tu Espíritu Santo. Regala, Señor, a esta comunidad tuya, una gran dosis de buen humor para que sepa desdramatizar las situaciones difíciles y sonreír abiertamente a la vida. Haznos expertos en deshacer nudos y en romper cadenas, en abrir surcos y en arrojar semillas, en curar heridas y en mantener viva la esperanza. Y concédenos ser, humildemente, en un mundo abatido por la tristeza, testigos y profetas de la verdadera alegría. 22 F. Ulibarri Para terminar rezamos el Padre Nuestro que nos hace HIJOS/AS en el Hijo y hermanos/as de toda la humanidad. GRATUIDAD, orar para nada Feli Sanzo Los artículos que en este espacio han ido apareciendo a lo largo del año han tenido como horizonte el animar a sus lectores a continuar con la oración en algunos casos, y en otros a animar a iniciar un camino, que como decía Teresa nos va adentrando en nuestro castillo interior, allí donde tiene su morada nuestro Dios. Con este último artículo finalizamos por tanto, el ciclo que desde el Equipo de Proyecto Nudo10, inició en enero. Mes a mes hemos querido ser invitación y provocación para entrar en el corazón y descubrir a Dios como Señor. Hace muchos años, en mi adolescencia, había una religiosa carmelita Vedruna que cuando le preguntábamos cómo hacía oración, ella nos decía que iba a la capilla y permanecía allí en silencio. A nosotras, jóvenes y deseosas de tantas palabras, nos resultaba extraño que no le contara nada a ese Dios que para ella era tan importante. Muchas veces cuando nos acercamos a orar, llevamos en nuestro corazón demasiadas cosas y queremos dejarlas todas como si se tratase de una tienda de empeño, dejarlas allí para que nos den algo a cambio. En otras ocasiones la oración se convierte en un supermercado al que vamos a adquirir aquello que nos falta, y el trato con Dios se convierte en un intercambio de intereses, Tú me das tranquilidad y yo te doy mi tiempo, Tú consuelas mi corazón herido y yo te ofrezco tal o cual cosa. Todo esto es signo de que el mundo mercantilista, basado en el doy y me das, se ha metido en nosotros. La relación con Dios en la oración se convierte en algo muy distinto cuando se hace desde el corazón. Todos hemos tenido experiencias de amor en mayor o menor medida, y en ellas descubrimos que el horizonte se amplia, que la vida se dilata. Cuando experimentamos que alguien nos ha amado de verdad, ha hecho por nosotros algo que nunca hubiéramos imaginado, nos sentimos afortunados y en deuda por todo el amor recibido. Estas experiencias a las que estoy haciendo alusión pretenden ser solo una comparación, una analogía, de cómo debería ser nuestra relación con Dios. Nuestra oración avanzaría en la dirección adecuada si poco a poco nos vamos despojando de nuestros intereses y mercadeos con Dios y comenzamos poco a poco a orar para nada. Para una nada que no es vacío, sino que es búsqueda de un amor auténtico que no entiende de intereses, ni beneficios, ni exigencias, sino que ha descubierto que un Amor más grande tomó la iniciativa en nuestra vida y nos sentimos regalados, deudores de tanto hacia nosotros. Querría recordar unas palabras de Teresa de Jesús, que en su libro Camino de perfección 23, 1-2,11 anima a permanecer en la oración sin esperar nada a cambio, sin buscar ser 10 Proyecto Nudo es un Proyecto de espiritualidad teresiana de la Compañía de Santa Teresa de Jesús 23 consolados, ni tener grandes experiencias espirituales. La actitud que nos debe animar a la oración es la sentirnos regalados, agradecidos por tanto como Dios hace en nosotros. Ella propone que no olvidemos que ese rato que hemos decidido dedicar a Dios, debemos seguir ofreciéndolo diariamente en pura gratuidad. Así pues os quiero invitar a permanecer fieles en la práctica de la oración diaria, como gesto de gratuidad a Dios que tanto nos ha dado, sin esperar que cumpla mis planes ni expectativas, solo estando en su presencia como gesto de Amor, en pura gratuidad. 24 PROPUESTA ORANTE 1. Según te encaminas al lugar donde vas a hacer este rato de oración, sé consciente de que vas a dedicar un rato para Dios, Señor de tu castillo interior. 2. Cuando hayas llegado a ese lugar, aunque sabes que está allí presente, imagina que se sitúa a tu lado, que te acompaña. 3. Repite interiormente esta frase u otra similar que sientas en tu corazón: “Estoy aquí para Ti”. Lo hacemos al ritmo de la respiración. 4. Recita lentamente el siguiente poema- oración: Si en cada tramo del camino, me esperas; si en cada dolor del trayecto, me sostienes; si en cada alegría, me alientas; si sin yo saberlo me salvas; qué puedo entregarte que no sea tuyo; qué puedo decirte que Tú no sepas; qué puedo pedir … Tan solo guardaré silencio en tu presencia, Sabré que me amas en lo oculto y que yo quiero hacer lo mismo. 5. Permanece en actitud de gratitud ante la Presencia de Dios. 11 “…este poquito de tiempo que nos determinamos de darle de cuanto gastamos en nosotros mismos y en quien no nos lo agradecerá, ya que aquel rato le queremos dar, démosle libre el pensamiento y desocupado de otras cosas, y con toda determinación de nunca jamás se le tornar a tomar, por trabajos que por ello nos vengan, ni por contradicciones ni por sequedades; sino que ya como cosa no mía tenga aquel tiempo y piense me le pueden pedir por justicia cuando del todo no se le quisiere dar.” CP 23, 2